Capítulo III: "Brillar"

Michel de Nostredame corrió sin aliento.
La blanca nieve que había cubierto el valle le impedía mantener un equilibrio brutal; tropezó y se levantó de nuevo, con las mejillas rojas por el frío y los ojos brillando por el dolor que le desgarraba el pecho.

¿Podría el sufrimiento causar un dolor tan grande? Nostradamus, que tiñó su vida de profecías, no había escuchado la necesidad de comprender qué sensaciones puede provocar el amor.
Pero Nostradamus también era Michel de Nostredame, y era impensable sostener que un solo ser humano, aunque extremadamente poderoso, no pudiera abrazar el sufrimiento del mundo.

Porque el amor es el sentimiento más abominable; te parte en dos, te desorienta y exige prevalecer. Y esa era la más pura y cruel de las verdades.

-¿Dónde estás? ¿Porque no estas aquí?-

No conocía ese lugar. No estaba en Francia, y ni siquiera estaba en la Tierra - no podía haber territorios con árboles de diez metros de altura, ¿verdad? -, el frío empezó a entrar en sus huesos.
Y a quién buscaba era un misterio incluso para él, de lo cual todo tenia que ser consciente.

Tenía muchas ganas de llorar y desesperarse, sólo eso lo sabía.
El sol poniente contrastaba fuertemente con los tonos fríos de ese día de invierno, y su presencia no fue suficiente para tranquilizarlo. Ese paisaje era vagamente similar a cómo imaginaba el fin del mundo.

Soledad. Muerte. Frío. Y él todavía no estaba allí.

Michel de Nostredame se detuvo, jadeando. Se abrazó, tratando de infundir calidez con su propia fuerza.

-No quiero estar solo.- Su voz era poco más que un susurro.

El insistente y lúgubre graznido de los cuervos lo atormentaba; su corazón dio un vuelco cuando notó que uno de los cuervos lo miraba fijamente, acusándolo en silencio de haber cometido el más grave de los pecados. A menudo se negaba a levantar los ojos delante de sí mismo para evitar esos sentimientos de culpa que no le pertenecían - ¿o tal vez sí?

-Michel.- una mano, tan fría como los copos de nieve que caían sobre su cabello, paradójicamente le proporcionó el calor necesario para soltar unos suspiros de alivio.

-Estás aquí. Has vuelto.- se aferró a él con profunda devoción. El dios sin nombre y de rostro impasible acarició algunos de sus mechones desordenados, un intento admirable de mostrar su afecto.

-Nunca podría dejarte ir. No hasta que consiga lo que por derecho es mío.-

Michel de Nostredame con un tirón inesperado se vio obligado a encontrarse con la mirada siniestra y mortal del dios Odín, quien si antes se había mostrado dispuesto a prestarle ayuda, ahora lo retenía con la misma voluntad de un soberano que pretende condenar a muerte a su acérrimo enemigo.

-Odín.- Michel casi estaba perdiendo la voz. Nada tenía lógica: -No lo hagas.-

No me dejes. No me repudies como todos lo demás.

Esperanzas destrozadas por el incesante aumento del viento, que había dispersado rápidamente los residuos.

-Mi ojo sabrá dónde estás. Él os señalará y condenará a incesantes desgracias, hasta el día en que la raza humana conozca su eliminación definitiva.-

Michel de Nostredame temió asfixiarse. Ese odio era insoportable de recibir, de manejar; apenas ocultó su consternación.

Y el decimotercer graznido del cuervo negro, implacable, confirmó la condenación impuesta por lo divino.







-Estoy cansadooo~-

Nostradamus se frotó el ojo derecho y apenas reprimió un bostezo mientras el sol salía lentamente.
El concepto de tiempo y espacio no era tan diferente a cómo lo representaban los seres humanos, pero aun así causó cierto efecto al darse cuenta de que no, su antiguo hogar ahora podía considerarse un recuerdo lejano.

Irse significaría alejarse de Odín permanentemente, y no podía permitírselo.

-¡Y también estoy perdiendo la voz!- tocándose la garganta con las yemas de los dedos, Nostradamus no dudó en abrir la puerta de su habitación para deambular por los amplios y oscuros pasillos, buscando lo que podría definirse como una cocina.

-Esto es un verdadero laberinto... oh bueno, si tengo suerte, tal vez termine dentro de alguna habitación donde el acceso está denegado!-

-Aparto mi atención de ti, y descubro que planeas alimentar tu curiosidad con tu fingida inocencia.-

Nostradamus se giró y una sonrisa apareció automáticamente en sus labios. Se sentía agotado, como si hubiera caminado durante horas sin parar, pero volver a ver a su dios favorito sólo podía ser gratificante.

-No me acuses ya. ¡El sol aún no ha salido del todo! En mi defensa, quiero señalar que ustedes, los nórdicos, son como los búhos. ¡Aquí hay muy poca luz! ¿Cómo...- Nostradamus dejó de hablar. Aquí el dolor de garganta le impidió conversar con normalidad.

Odín debió haber notado por un momento que algo andaba mal, porque había estado mirándolo en un oscuro silencio, parado.

-No te sientes bien.-

Nostradamus tembló levemente al sentir la mano de Odín acariciando su mejilla. Hacía calor, y ese calor hizo que el pequeño profeta sintiera una angustia inexplicable.

-Y lloraste.-

Nostradamus había sentido sus mejillas más frías de lo necesario y su visión borrosa cuando despertó de su sueño, pero no había notado las lágrimas que habían rodado por sus mejillas.
Había tenido una pesadilla y no la recordaba. Ésta era la única conclusión posible.

-No me di cuenta.- hizo una mímica con sus labios, no queriendo perder la poca voz que le quedaba.

En el pasado, se habría esperado de Odín una expresión de desdén, de desprecio, que dejara clara la superioridad que diferenciaba a las divinidades de los humanos, no sólo por un factor de fuerza física, sino sobre todo en lo que respecta al emocional.
Ahora, sin embargo, Nostradamus, años después de su primer encuentro, podía disfrutar de aquellas atenciones que chocaban con el carácter imperturbable y orgulloso de Odín.

-Pasarán siglos antes de que puedas acostumbrarte a la dureza del clima glacial nórdico. Deberías pensarlo con más discreción.- Odín concluyó el discurso sorprendiendo al otro. Creía que extrañaba su tierra natal, Francia, y que prefería regresar al lugar donde creció antes que afrontar su melancolía al lado de alguien no humano.

Si ese fuera el caso, entonces no había entendido nada en absoluto.

-¡Quiero estar contigo!- su garganta gritaba pidiendo piedad, pero el grito de su corazón palpitante era ingobernable en comparación.

Nostradamus se aferró a él, abrazándolo con un sentimiento que ahora podía reconocer como desesperación cristalina.
Sus párpados apenas retuvieron las lágrimas que le provocaron un enfado visceral, que en otras ocasiones le habría extrañado. Mostrarse débil ante Odín le parecía deplorable, pero alejarse de él y volver a merced de la soledad, rodeado de la charlatanería traicionera de quienes lo juzgaban era ciertamente repugnante.

-Nunca he entendido este apego tuyo hacia mí.-

Aunque Nostradamus temía ser rechazado, esto no sucedió.

Odín no se había movido, y esto ya era una prueba considerable del gran privilegio que siempre le había concedido: su presencia constante.
Tenía muchos defectos, pero no era un traidor, un mentiroso de poca monta. Prefería sus sabios silencios a los vanos discursos de consuelo.

-¿Quién no te tendría cariño?- murmuró Nostradamus contra él, serio. No tenía motivos para tomar a la ligera sus sinceras ideas; Odín había sido el único que siempre lo había escuchado y comprendido, y tal evidencia no podía darse por sentada.

-Los chistes te acompañan hasta en los momentos de desánimo.-

-¡No estoy bromeando!-

Odín dejó escapar una sonrisa al ver un destello furioso en esos claros iris que reflejaban su intrincada personalidad.

-Y tus cambios repentinos de humor pueden resultar un alivio.- una caricia en su suave cabello. Esa fue la mayor demostración de amor que Odín pudo darle.

Y oh, Nostradamus realmente se había enamorado.
Prueba clara y desconcertante de que era imposible estar en desacuerdo.

Y como la realidad de los hechos había sido servida en bandeja de plata, Nostradamus se sintió obligado a expresar sus sentimientos abiertamente.
Al principio no lo habían tomado en serio, pero su vínculo con el dios nórdico era indisoluble, incuestionable. No estaba seguro de que sería correspondido - la suya era una esperanza insistente -, pero sí estaba seguro de que una vez más sería comprendido.

Tenía que intentarlo.

"Te amo." su garganta seca se había vuelto a convertir en un obstáculo, y ese obstáculo le obligó a volver a intentarlo en un momento más favorable.

Cuando quiso intentarlo se encontró sentado en la cama de la que había salido una hora antes, con una humeante taza de chocolate en las manos.
Sus mejillas estaban rojas ahora, tanto por el calor que despedía la bebida como por la intrépida elección que estaba a punto de tomar.

Tuvo que decirlo claramente "¡Estoy enamorado de ti, viejo!", aprovechando la oportunidad de haber recuperado la voz, pero su corazón simplemente no tenía ganas de cooperar. Era un huracán furioso, dispuesto a causar estragos en cualquier otro pensamiento que se atreviera a nublar su mente.
Estaba en problemas.

-Odín.-

El dios, que se había acercado a una de las ventanas sin desviar su atención, había roto esa falta de sucesión de miradas justo antes de concentrarse en el contenido de la copa aún llena.

-Si no lo bebes inmediatamente, el chocolate se enfriará.-

-¡Sí, pero si lo bebo estando tan caliente terminaré quemándome la lengua!- Nostradamus intentó tomar un sorbo, luego volvió a intentarlo en otra ocasión. No, definitivamente todavía hacía demasiado calor: -Y antes de que esto pase, hay algo que siento la necesidad de decirte.-

El ojo dorado de Odín lo miró fijamente, amenazando con comprometerse a descubrir todos los secretos que el pequeño profeta no tuvo el coraje de revelar.

-Me enamoré de ti.- confesó Nostradamus farfullando y al darse cuenta de que no se estaba declarando debidamente, finalmente decidió abrir su corazón al mar abierto: -Sí, me gustas mucho y no tienes idea de cuánto. Me gustaría besarte.-

-Amor.- ese sentimiento pronunciado por su nombre por Odín, había tomado un regusto ácido y amargo: -Sentir amor por mí te condenará.-

Nostradamus notó el brillo que atravesaba el iris dorado, y al final escondió una sonrisa victoriosa de profunda alegría.

-Bueno, no me estás rechazando. Así que está claro que tú también quieres profundizar en esta exuberante relación.- dejó la taza de chocolate en la mesita de noche de la derecha y, colocando tranquilamente las manos sobre el colchón, decidió esperarlo.

-¿Y?- ver a Odín acercarse mudo lo agitó, en su corazón: - Estás a la defensiva, y se nota, viejo. ¿No crees que estás exagerando? Te tengo-...!

Sentir sus labios contra los de el fue un shock agradable. No habría esperado ninguna iniciativa por parte de Odín, ni siquiera que le agarrara la cara con cuidado, como si Nostradamus estuviera en peligro de desmoronarse en cualquier momento.

El profeta sintió que le ardían las mejillas, que el corazón latía con furia y amenazaba con salirse del pecho.

El beso ciertamente pudo haber sido algo más, pero quien lo había iniciado había preferido dejar que aquel humano que parecía a punto de hiperventilarse recuperara el aliento.

-Los seres humanos profesan su amor con la unión silenciosa de sus labios. Sois criaturas inusuales; estas promesas requieren demasiada responsabilidad.-

Nostradamus tembló, no sabía exactamente por qué; ¿por la alegria? ¿Por deseo? La razón ya lo había abandonado cuando Odín había decidido destruir la distancia entre ellos y oh, al diablo con todo, quería tener otro beso de inmediato.

-No perdamos más tiempo.- susurró molesto, antes de que sus labios pudieran presionar los de Odín con falta de paciencia.

El dios debió haberse divertido, porque Nostradamus había vislumbrado una media sonrisa antes de hundirse nuevamente en esos labios que le hicieron perder el sentido de la realidad.
Las lenguas se buscaron con pasión y dependencia, creando una danza frenética destinada a durar mucho tiempo. Nostradamus pronto presionó su espalda contra las suaves sábanas, dejándose dominar por aquella divinidad que lo apreciaba con sus lánguidos caricias y sus ardientes besos.

-Te amo.- repitió, llevado por el calor del momento. ¿O era la soledad lo que le había hecho tan dependiente del deseo de ser amado?

-Me amas.- Odín se apartó, acariciando nuevamente su mejilla. Esta vez no había lugar a la preocupación, y la posesión aportaba significados claros a aquellas continuas caricias. Quería reclamarlo como suyo.

-Con todo mi ser.- Nostradamus se desabotona el camisón, con los ojos líquidos de lujuria: -¿No quieres que te lo enseñe?-

Estaba dispuesto a entregarse, a sellar esa unión, a reclamar los labios de su dios mil veces más, pero tuvo que interrumpir sus deseos en cuanto notó el frenético golpe en la puerta.

-Que quieres.- la voz de Odín era ronca, furiosa. La orden implícita era clara: no quería que lo molestaran.

-¡S-Supremo Odín!- quien estuviera detrás de la puerta debió notarlo, porque la agitación había aumentado: -¡Los gigantes... han regresado! ¡Estamos a punto de ser atacados!-

Nostradamus abrió mucho los ojos, sorprendido.
El conocimiento que poseía sobre la mitología nórdica era notable, y entre las muchas nociones acumuladas sabía que las deidades habían derrotado a los gigantes hacía milenios. La monstruosa fuerza de Thor y las estrategias de Odín habían sido infalibles y se habían cobrado innumerables víctimas. ¿Por qué regresaron?

-¿Tienen la insolencia de lanzar un ataque a ciegas? Pobres tontos.- Odín definitivamente estaba de mal humor. Y el aura llena de poder y crueldad que invadió la habitación hizo que los gigantes no tuvieran más opciones que escapar.

-Voy contigo.- Nostradamus disfrutó de su aura, nada intimidado, acunado por esos sentimientos sinceros que lo envolvían como una cálida manta.

-No vendrás.- Odín manifestó claramente su voluntad desprendiéndose de él.

-¿Por qué no debería hacerlo? ¡No puedo ignorarlo cuando tu reino es atacado!- Nostradamus se reabrochó la camisa, una determinación impulsiva que hizo frente a la ira de Odín: -¡Iré contigo, ya tomé mi decisión!-

-Maldito mocoso...- pero su enfado no iba dirigido a él. Odín apretó los dientes y se puso de pie, sin poder ignorar, sin embargo, que algo había surgido entre ellos que iba mucho más allá de un deseo carnal superfluo.

-No creo que me consideraras un mocoso cuando estabas a punto de follarme.- Nostradamus lo siguió insistentemente con la mirada: -Y no me trates como a un niño pequeño. No lo acepto de ti.-

-Tú eres un ser humano. Eres frágil.- esas declaraciones eran puro veneno: Nostradamus se quedó sin aliento: -El conocimiento que posees sobre el futuro nunca podrá proporcionarte las habilidades necesarias en la batalla.-

Odín le dio la espalda y se acercó a la puerta con su poderosa aura alejándose y con ella su acogedora calidez.

-No intentes contradecirme.- y se fue, dejando a Nostradamus completamente solo.

Su corazón no seguía latiendo frenéticamente, sino que estaba apretado por un dolor aplastante.
La taza de chocolate se había enfriado y él había corrido la misma suerte; abandonado dentro de su habitación con la imposibilidad de luchar junto a quienes amaba, estimaba.

-¡Viejo asqueroso, simplemente eres un idiota!- la tristeza inmediatamente dio paso al enojo. Nostradamus golpeó una almohada, aunque esto no le hizo sentirse mejor.

-¿¡Sería frágil, dijiste!?- saltó de la cama, yendo rápidamente a buscar su ropa para prepararse: -¡Mataré a esos malditos gigantes delante de ti, si eso es lo que quieres ver!-

Nostradamus, antes de salir de su habitación y deshacerse de los guardias que probablemente habían tenido la tarea de vigilarlo, miró hacia la cama, donde él y Odín podrían haber consumado su relación.

Luego agarró el pomo de la puerta con determinación.

-Yo no era sólo el consejero de Catalina de Medici.- las enemistades entre guerreros hambrientos de poder le eran demasiado familiares.

Y el graznido de los cuervos de Odín anunció el inicio del conflicto.




-¡No dejes que ese gigante se acerque demasiado a nosotros!-

Los soldados lucharon con gran temor. Los caídos fueron pocos, pero la sangre derramada por los caídos fue una afrenta para los nórdicos que no podía tolerarse.

La intervención de Odín había sido esencial: no sólo las muertes habían sido limitadas, sino que su sola presencia había sido fundamental para aterrorizar al enemigo.
La llegada de Loki y Thor entonces había sido oportuna. Si Loki disfrutaba engañando a su oponente y jugando con su vida, Thor se ocupaba de golpear gigantes sin el menor interés, el aburrimiento que no se veía afectado en lo más mínimo.

La victoria debía darse por segura, pero la incesante llegada de los gigantes agitaba al ejército. Como un enjambre impávido se lanzaron al ataque, y como moscas sin alas cayeron bajo el Gungnir de Odín y el Mjolnir de Thor.

-Es todo tan aburrido. Estos desperdicios se han vuelto más estúpidos que antes.- Loki hizo aparecer de la nada un paquete de palomitas de maíz, dejando de pelear: -La sabiduría no debe ser su punto fuerte, ¿verdad?- se volvió hacia un soldado herido, que estaba demasiado concentrado en la retirada. en lugar de sacrificarse por el honor de su líder.

Loki masticó las palomitas de maíz con más gusto mientras blandía una de sus espadas para atacar al insignificante desertor. El rojo brillante de la sangre le devolvió el buen humor.

-La sabiduría tampoco debería haber sido una virtud para ti.-

Avanzando más adelante, Loki no tardó mucho en ver la figura de Odín aniquilando a los gigantes que cometieron el error de bloquear su camino. Un soldado común y corriente no lo habría notado, pero un ojo más crítico y atento podría ver fácilmente que los infalibles golpes de Odín estaban llenos de ira. Y a Loki no le resultó difícil darse cuenta.

-Vaya, han pasado tantos milenios desde que vi al temible Odín dejarse abrumar por emociones impulsivas.- Loki comió más palomitas antes de hacerlas desaparecer. Caminó alegremente hacia Odín, algunas salpicaduras de sangre cayeron cerca de sus pies.

-Y eres más combativo de lo que deberías ser. ¿Thor te ha infectado? Espero que no te haya dado su famosa apatía. Debería ser al revés, lo sé, pero desde que llegó esa pequeña plaga has cambiado mucho. ¡Para mejor, por supuesto!~-

-Tienes que destruir a tus oponentes, no perderte en la charla.-

Loki se puso las manos detrás de la cabeza, disfrutando del sonido del caos que llenaba sus oídos de melodiosa desesperación: -¡Pero destruí no sé cuántos gigantes! No recordaba que fueran tantos.- siguió con la mirada el cuerpo de otro enemigo más cayendo al suelo, indefenso: -Y esta batalla se está volviendo terriblemente monótona. ¿Por qué Nostradamus no está aquí? ¡Con él cerca, la monotonía sería un recuerdo lejano!-

-Loki.- el aura violenta de Odín hizo temblar la tierra y horrorizar a aliados y adversarios. Loki guardó silencio.

-Ok, lo entiendo, me voy.- "Aún me preocupo por mi existencia tan importante."

Retrocediendo unos pasos para alejarse, Loki no se dio cuenta de que se estaba topando nada menos que con Heimdall. Nunca había hecho sonar su inútil cuerno, Gjallarhorn, pero era útil para aturdir a los tontos.

-¿No deberías estar aquí o me equivoco?- intrigado, Loki hizo levantar a Heimdall del suelo, agarrándolo del brazo, haciéndole imposible salir antes de obtener alguna información original.

-¡Esto fue un aviso! Los gigantes también quisieron atacarnos hacia el ala este pero... ¡la muerte no dejó supervivientes! ¡Fueron asesinados por alguien invisible!-

Loki se dio cuenta de que Odín debió haberlo notado. Si no fuera de otra manera, no se habría enojado tanto.

-¡No hables crípticamente y muéstramelo!- esperando no ver sus expectativas caer drásticamente, Loki se aseguró de no crear demasiados eventos hipotéticos y imaginarios que pudieran magnificar su curiosidad.

Tirando al suelo al último de los gigantes, Odín caminó hacia ellos.
No tuvieron que caminar mucho: el grupo de soldados que se había reunido era la prueba de que estaban presenciando un absurdo. Un absurdo de esos que te dejan sin palabras, sin darte la oportunidad de tomarte momentos de reflexión para recuperarte.

Los soldados, uno por uno, se movieron para dejar pasar a Odín. Loki arrastró a Heimdall, tratando de echar un vistazo para ver cuál era la conmoción, pero sus malévolos iris púrpuras solo vieron cadáveres.

-No hay nada obvio aquí. ¿Quieres hablar?-

-¡M-Mira!-

Las estrellas, en lo alto del cielo nocturno, brillaban intensamente. Flanqueados por la luna, dieron su bendición al profeta que, sentado sobre una serie de gigantes fallecidos colocados uno encima de otro, movía las piernas hacia adelante y hacia atrás, con aire infantil.

La sangre manchó su ropa, pero a Nostradamus no le importó. Escrutó el horizonte sin apenas mover los labios, pronunciando frases inaudibles para los espectadores.

-¡Tenía razón! ¡Sabía que tarde o temprano él vendría y haría este genocidio más divertido!~- Loki juntó sus manos, sintiéndose satisfecho. Su sonrisa se amplió cuando vio a Huginn y Muninn volando hacia Odín: -¡Y así el pequeño asesino invisible tiene cara!~-

-¡Le dijimos que no se moviera, pero no quiso escucharnos!- farfulló Huginn, muy agitado, batiendo las alas. Muninn, por otro lado, observó con incredulidad la matanza que había causado un solo ser humano.

Odín los ignoró, caminando sobre el charco de sangre que se había convertido en un inmenso lago oscuro y aberrante, subiendo esa montaña de cadáveres, denigrandolos hasta el final.

-Luchaste y me desobedeciste.-

Nostradamus se dio vuelta. Entrecerró los ojos, fascinado.
La calidez del aura de Odín había regresado. Ya no estaba solo.

-No lo niegues, querías verme en acción. Eres un libro más comprensible que mis profecías.- Nostradamus cruzó las piernas, con la arrogancia propia del ser humano: -¿Aún me consideras frágil, o tengo que realizar otras proezas para obligarte a abrir también el ojo vendado? Entonces tal vez puedas entender el enorme potencial que tengo.-

Un atisbo de risa se le escapó al más alto de los dioses nórdicos, haciendo que ese escenario fuera irreal, por decir lo menos. Nadie había dicho una palabra desde que habló Nostradamus.

-Eres un insolente, Michel.-

Y el corazón de Nostradamus volvió a latir de amor.

De amor, de diversión y de profunda satisfacción. Ser testigo de la risa de Odín debe haber sido absurdo, porque Nostradamus se contenía de la risa cada vez que notaba las expresiones aún incrédulas y asombradas de las deidades que intentaban beber alcohol una vez terminada la guerra.

Aunque no tenía muchas ganas de salir de fiesta. Odín, que - milagrosamente - no se había enfadado por el cumplimiento de sus locuras, no estaba por ningún lado y el aburrimiento amenazaba con hacerle quedarse dormido.

-El sol está a punto de salir y me siento hecho un desastre. Por segunda vez en una noche.- la luz del sol era tenue, rosada, y no le importó. Sin embargo, la luna podría ofrecer bellezas mucho mejores: -¡Un poco de alcohol debería despertarme!~-

-No digas tonterías y vete a dormir. Tu hermoso rostro corre el riesgo de quedar desfigurado por las ojeras.-

Nostradamus, con un pequeño puchero, miró a Odin a su lado.
Desaparecía y luego se unía a él para regañarlo o provocarlo.

¿Y se suponía que él era el mal ejemplo?

-Mira quien habla. No es mi culpa si los gigantes nos arruinaron oportunidades únicas en la vida.- cerró los ojos cuando tomó la iniciativa de besarlo nuevamente.

Odín lo había rodeado con su brazo y había dejado de lado sus repetitivas insolencias.
Nostradamus suspiró aliviado mientras se acurrucaba contra él, amenazando con quedarse dormido luego de algunos bostezos que se le habían escapado.

-El de los titanes fue un atentado suicida que duró unas horas. Pero otra hora más y te habrías desplomado encima de uno de esos cadáveres.-

-Podría haberme desplomado en tus brazos y de otra manera, pero nos lo impidieron.-

Odín resopló divertido: -Tus alusiones son aceptables, por una vez. Intenta no acostumbrarte demasiado.-

-Dormiré si retomamos lo que dejamos pendiente... ya que la fiesta está por terminar, de nada tiene sentido quedarnos aquí viendo el sol cuando podemos divertirnos a nuestra manera.-

-O a tu manera.-

-Sí... digamos que sí.- Nostradamus entrecerró los ojos, bostezando perezosamente y por cuarta o quinta vez, relajándose bajo la mano de Odín que se movía por su cabello, suaves caricias concedidas no sólo por capricho.

-Eres desleal...-

-¿Tienes miedo de ser parte de un sueño sin sueños?- Odín lo abrazó: -Simplemente duérmete. Tus perversas ambiciones quedarán satisfechas cuando despiertes.-

El desarrollo de su relación había sido un éxito, una bendición que había demostrado ser más efectiva de lo que podrían haber sido sus profecías. Había sido apreciado y estaba en proceso de ser amado. Su tormentosa existencia finalmente le había ofrecido una alegría sólida.

-Eres mío.-

Y sin sentir necesidad de objetar, Nostradamus se quedó dormido.




-¿Quién hubiera pensado que iniciarías una relación?- Zeus vertió la ambrosía en su copa: -Debe ser muy especial para ti, si supo conquistarte como es debido.-

-Es más especial que cualquier otro subordinado mediocre. En muchas batallas demostró su talento y los resultados eran visibles.- Odín, inescrutable, miró fijamente a Zeus: -Sus poderes no son imprescindibles para ampliar mis conocimientos.-

-Esto realmente me sorprende.- Zeus comenzó a beber, acercando a él el plato de asado que Hermes le había servido antes. Odín había sido inteligente: había solicitado un enfrentamiento directo, sin interrupciones ni invitados adicionales. Por lo tanto, la presencia de Hermes se había desvanecido muy lejos, en un borroso recuerdo de eco.

-Tu sed de conocimiento es mundialmente famosa y tu amante tiene el raro don de predecir lo que depara el futuro para los humanos y los dioses. Creo que estaría muy dispuesto a ayudarte.-

-No es un títere en mis manos.- los cubiertos se movieron inusualmente, lo suficiente para que Zeus entendiera qué audacias no serían toleradas.

-Le has dado conocimiento, magia, estrategias y disciplina. En estos siglos se ha magnificado tu amor por él.- los griegos eran entrometidos y tontos.

-El amor que me une a él es diferente al sexo banal. Quien se atreva a tocar un pelo de su cabeza terminará en el profundo lecho de muerte de Hellheim.- y la primera pregunta quedó clara. La oscura advertencia no puede tomarse a la ligera.

-Las historias están destinadas a repetirse. No importa en qué tiempo o espacio.- Zeus bebe el néctar de los dioses de un trago, teniendo por unos instantes la sensación de rejuvenecer.

-Brunhilde y Siegfried corrieron la misma suerte.-

-El castigo dado se convirtió en beneficio para la insolente valquiria.- Odín sonrió cruelmente: -Pero comparar esa frívola relación con la mía es un atropello.-

-Perdona la falta de precaución de este pobre viejo. Últimamente tengo tantos asuntos que resolver que me cuesta mantener cierta compostura.- Zeus se rió alegremente, tratando esa conversación como una broma entre viejos amigos.

-Tu visita no se debe al declive de tu astucia.- el mal reflejado en el ojo dorado de Odín provocó una sensación de horror, un vértigo al borde de un abismo de destrucción.

Otros habrían huido sin mirar atrás, y Zeus ciertamente no habría culpado a tal instinto de supervivencia. Los fuertes estaban destinados a aplastar a los débiles; era una realidad fáctica que no podía contradecirse. Y dio la casualidad de que él era fuerte; dar rienda suelta a Odín significaba empañar el honor y la importancia de todo el panteón griego.

-Brunhilde planea algo. - ¿Qué sentido tenía ocultarlo?: - Algo de lo que bien podrías ser el creador.-

Zeus lo acusaba de conspiración.

La afrenta ya no podía tolerarse.
El aura de Odín lo dominaba todo; era púrpura y a veces azulado, lleno de magia antigua y prohibida, lista para extenderse a una velocidad sangrienta.

-¿Tienes la osadía de insultar al dueño de este lugar, griego?-

Los músculos del brazo de Zeus se flexionaron.
La tensión era palpable en el aire y se habría manifestado en una confrontación brutal si una mano no hubiera aterrizado rápidamente sobre el hombro derecho de Odín.

-Enojarte demasiado no te servirá de nada.- a pesar de la frase pronunciada, los ojos claros de Michel de Nostredame estaban serios y apagados mientras escudriñaban a Zeus.

Zeus volvió a reír. No debía haber agradado al profeta si se hubiera ganado una mirada tan escalofriante.

-Ya basta, no me malinterpretéis. Quería entender si estabas al tanto de los continuos viajes de Brunhilde por la Tierra, pero no salió como esperaba y me equivoqué.- Zeus se volvió hacia Michel, indagando, y luego se dirigió hacia la puerta entrecerrada.

-Sería una lástima que pequeñas diferencias arruinaran nuestra relación.- se puso las manos a la espalda: -Hasta pronto.- y después de que Zeus se hubo ido, la puerta se cerró tras él.

Los vasos y platos se hicieron añicos en mil pedazos, que cayeron al suelo emitiendo un tintineo incesante.

-Querías pelear con él.- Michel no quería demostrarlo, pero estaba preocupado. Le encantaba ver a Odín destruir enemigos y traidores, ver su fuerza liberada, pero verlo perder la razón demasiado, paradójicamente, no lo hacía sentir a gusto.

-¿Luchar? No. Sólo quería recordarle que ir en mi contra es una apuesta.-

Michel no quitó la mano de su hombro, permaneció quieto. La ira de Odín se desvaneció al cabo de unos minutos, incitada por aquel profeta alborotador cuya cercanía era imprescindible.

-Intentar subestimarte fue su estratagema más estúpida.- Michel se quedó pensativo y Odín no pasó por alto esto: -Todos estos años ha estado ocupado volviéndose aún más alborotador.-

-Al parecer, no tardó en apropiarse de tu título.-

Nostradamus frunció el ceño, con fingida indignación: -Yo te defiendo, ¿y tú me dices estas cosas? No debería hablar más contigo.-

-Me sería imposible dejar de hablar contigo; te sentirías ofendido por esta drástica decisión mía y volverías al ataque con tu charla.-

Odín sonrió levemente, abandonando la intención de castigar a ese descarado Zeus - intención abandonada por muy poco tiempo, pero aún así había sido un intento.
Con esa alegría encarnada ante él, sintió que podía dejar de lado cualquier deseo de venganza.

Caprichoso y testarudo, leal y emocional.
Odín había aprendido a apreciar a Michel de Nostredame, considerándolo el único que realmente podía comprenderlo. Sus vidas habían cambiado radicalmente, se habían enredado y se habían convertido en uno.

Si Michel hubiera dejado de llenar sus días de risas, chistes y bromas, Odín no lo habría aceptado. Se había acostumbrado a su frenesí y estaba influenciado por él.
Deshacerse de él habría sido un error fatídico, un dolor insoportable.

-Pero sin ti mis días estarían vacíos. Y yo no lo aceptaría.-

Michel se sonrojó y murmuró algo incomprensible.

-Me llamaste alborotador y hablador, básicamente... pero puedes considerarte a salvo. Esta mañana me levanté en excelente forma.-

-¿Y esto habría afectado tu estado de ánimo? Notable.-

-Suficiente. Contigo me rindo. Realmente te duele mi influencia.- aprovechando que Odín sigue sentado, Michel permite sus labios contra su frente.

Durante los primeros días de su relación, el francés le había otorgado con frecuencia esos besos delicados e incondicionales. Habían sido una enorme y agradable sorpresa, tanto es así que Odín rápidamente aprendió a acostumbrarse a ellos.

Los humanos son demasiado sentimentales. Y su opinión no había cambiado. Las despreciaba, las consideraba débiles e inútiles, hormigas que se habían permitido demasiadas libertades.
Michel era diferente, una excepción. Y como tal había que respetarlo.

-¿Te ha sorprendido el cariño de este adorable humano, venerable Odín?~- alejándose, Michel no había perdido la oportunidad de burlarse de él.

Odín negó con la cabeza y, mientras lo hacía, su largo cabello negro se movía en una ola imposible de domar.
Michel había seguido ese movimiento, fascinado. Y esta vez fue Odín quien notó la falta de concentración de su amante.

-¿Y tenerme aquí contigo te distrae de tus propias provocaciones? Una pena, para un profeta atento y preciso.-

Michel mantuvo su perpetuo mal humor, fingiendo indignación por segunda vez.
En verdad, estaba orgulloso del plan ideado; decir alguna tontería y tener su atención sobre él había servido para distraer a Odín de la confusión que tuvo con Zeus. Si Odín se había dado cuenta de esto, no dio oportunidad de hacérselo saber.

Michel se sentó en otra silla: -Reconozco que no soy atento ni preciso. Para ver cumplido un capricho, sí. La curiosidad que tengo hacia las intrigas de lo desconocido me distrae mucho.-

-Reconocer esto es una lección aprendida. Esto te empujará a no hacer nada estúpido.-

-Me gustaría decir que quiero contar con su dedicación al negarme libertades tentadoras. No puedo evitarlo, así soy.-

-Debes prestar juramento.- la voluntad de Odín era una obligación marcada.

-¿Qué debería jurar? ¿De tener que renunciar a mi curiosidad durante los próximos siglos?-

-Eres muy poderoso, Michel. Lo has demostrado en muchas ocasiones. Tu poder es tan enorme como lo abrumador de tus emociones. Terminarías siendo aplastado por ellos si no les haces el mejor uso.-

Michel, por una vez estando con él, no quería cerrar los ojos.
Fragmentos de recuerdos llenos de odio y profundo aislamiento lo atacarían, y eso no era lo que quería.

-Sólo tú me diste la mano en momentos de desánimo total.- la seriedad hizo que su rostro fuera menos cándido y angelical: - No te lo muestro a menudo, y si lo hago es en mi camino, ¡lo juro!, pero te respeto mucho, incluso cuando realmente das miedo y te vuelves más orgulloso que una musa.-

-¿Musa?-

-¡Si, mi musa!- Michel se rió entre dientes, juntando sus manos: -Y el aura poderosa resalta tu mal carácter. Me encanta la calidez que desprende, es muy reconfortante.-

Sólo a Michel de Nostredame se le habría ocurrido considerar reconfortante un aura mágica y destructiva.

-Otro ser humano habría muerto en ese mismo momento. Luego llegas, apreciando la devastación que causa.-

-Bueno, te hace más encantador. Yo diría que mis opiniones están bien justificadas, de hecho. Y es por mi adorable cáracter que esperas tenerme a tu lado. ¡Te gusto mucho y no lo puedes negar!~-

-No te emociones demasiado. Podría decidir cambiar de opinión y encerrarte en algún lugar.-

-¡Si es tu habitación, incluso ahora! Tu cama es realmente cómoda y podríamos-...-

-Estarías solo.-

Odín rápidamente se preguntó cómo podía haber tanta perversión en un pequeño humano.

-¡No, esto no está bien!- y aquí Michel volvía a montar una parte melodramática: -Me moriría de frío. ¡Necesito que alguien me caliente un poco! No te dejes suplicar, tú también lo quieres, ¡estoy muy seguro! ¡Lo predije!-

-Probablemente tus premoniciones no sean tan acertadas como crees. Te aconsejaría que lo intentes de nuevo.-

Michel se habría mostrado ofendido o habría respondido del mismo modo, guiado por el instinto que normalmente le metía en asuntos no deseados. Pero nada de esto sucedió.

La llegada de Muninn lo sacó de sus rabietas.
Después de entrar por la ventana, el cuervo blanco aterrizó en el hombro derecho de Odín, mirando a Michel y sin parecer hostil hacia él.
Él y Muninn habían formado una extraña amistad a lo largo de esos muchos siglos, y sus frecuentes discusiones se habían convertido en algo menos que disputas hostiles.

-Todo está preparado hasta el más mínimo detalle, Supremo Odín. La ceremonia comenzará esta tarde.-

-Bien.-

-¿Una ceremonia? No sabía que teníamos que celebrar algo.- Michel se mostró curioso y asombrado. Odín era importante, era el líder de los nórdicos y bla, bla, bla, pero las veces que lo había visto realizar una ceremonia eran muy raras. Sin demasiados preámbulos, además.

-Consagraremos nuestra unión. No peques de pereza y prepárate.-

Michel no entendió.
Parpadeó un par de veces y luego se dio cuenta, rápidamente.

-¡Cuestiones tan importantes no deberían anunciarse con tan poca antelación!- Michel empezó a caminar, agitado: -¡Tengo que arreglarme el pelo, pensar en otros preparativos, qué ropa ponerme, qué comida comer! ¿Te das cuenta de lo importante que es la comida? ¡Y las decoraciones! Sí, deberíamos ver si están bien. ¿Crees que hacer los muebles completamente negros es excesivo? Y si...-

Michel había ignorado por completo la frase "Todo está preparado hasta el más mínimo detalle", pero estaba bien.

Odín no lo admitiría fácilmente, pero verlo feliz le provocó un dolor agradable en el corazón.
Y se permitió otra sonrisa, una de las que reservaba únicamente para él.

-Michel.- solo decir su nombre lo trajo de vuelta a la realidad.

-Si?-

-La ceremonia no es un juego. Con su conclusión, oficialmente me serás fiel. Cada uno de mis seguidores ha dejado una huella en el mundo y tú no eres diferente. Tendrás que hacer lo mismo.-

Dejar una huella: eso era típico de los dioses, después de todo.

Sus profecías y sus intervenciones en la batalla no fueron suficientes, habría demostrado su valía con otros métodos y Michel era consciente de ello. Odin no otorgaba honores al azar, eso era de esperarse.

-Tendrás que brillar. Como mi humano deificado, exijo un compromiso diligente.-

Deificación de un ser humano.
En los últimos milenios, tal vez algún dios había intentado hacer lo inesperado, pero Odín se había superado a sí mismo.
Michel no supo qué decir.

-Es un honor otorgado exclusivamente a ti. ¡Asegúrate de no desperdiciarlo!- Muninn movió sus alas varias veces, invitándolo a ponerse a trabajar de inmediato.

"Entonces Odín ya se lo dijo a alguien."

O se lo había dejado claro a todos de inmediato.

¿Fue por eso que Zeus se abalanzó para interrumpir su paz? No se podía descartar. Debió haber anticipado las intenciones del dios nórdico.

¿Y Loki? A Michel le resultó extraño que no le hubiera contado todo. O lo habían silenciado, o... no, eso seguramente debió haber sucedido.

-Tú... realmente me tomaste por sorpresa.-

Quería hacer oficial su relación y sólo pensar en ello lo desorientaba.
Sintió que recaía sobre él una responsabilidad considerable.

-¿Aceptas?-

"Como si realmente estuvieras dispuesto a aceptar un no por respuesta."

-¡Por supuesto que sí! ¡Nunca podría dejar pasar la oportunidad de molestarte por la eternidad!-

Michel inhaló con demasiado énfasis, se llevó la mano al corazón y se inclinó.

-Yo, Michel de Nostredame, conocido como Nostradamus por los fans y los envidiosos, juro solemnemente no dejarte solo ni un segundo de tu existencia, y anteponer mi lealtad hacia ti.-

Odín lo miró divertido y complacido.

-Debería ser suficiente.-

Esa fue la noche en que Michel de Nostredame se convirtió a su culto. La noche en que sus almas volvieron a ser una.










Beelzebub dejó de observar, aburrido, el resultado de la sexta batalla.

Buddha había ganado y su experimento se había desmoronado junto con la necesidad de ver su existencia desintegrarse.
Tomó los documentos restantes del malvado crimen cometido y los arrojó a las llamas de la chimenea encendida, las páginas llenas de tinta que rápidamente se convirtieron en cenizas.

Si hubiera estado allí en lugar de esos documentos, habría estado en paz. En cambio, se vio obligado a continuar con esa maldita vida que lo estaba desgastando.

-Entonces fue obra tuya, Beelzebub.-

Odín, de rostro impasible y flanqueado por Huginn y Muninn, se elevaba sobre él con su figura.
El ojo dorado estaba lleno de ira, aunque la apariencia sugería lo contrario.

Beelzebub sonrió, una insolencia que no agradó al cruel dios.

-No se de que estas hablando. Pero como sucedieron las cosas, apuesto a que en lugar de Buddha te hubiera gustado ver a tu pequeño y famoso traidor.-

Huginn graznó de miedo, Muninn corrió el riesgo de perder el equilibrio.
Odín estaba francamente furioso; su sonrisa era escalofriante y malvada, y la habitación en la que se encontraban amenazaba con derrumbarse sobre sus cabezas.

-Mataré a Nostradamus durante el Ragnarok. No dejaré que nadie se interponga en mis planes.-

-¿Es por tu sed de sangre y venganza que has esperado tanto al Ragnarok, o hay algo más?

Beelzebub había plasmado sus deseos con brillante claridad.
Odín había curvado sus labios hacia abajo, apretó los dientes para controlar el gruñido que confirmaría aún más sus objetivos.

-Esta traición te debe haber hecho sufrir mucho si tu reacción es la siguiente.-

Y los cristales rotos y los jarrones, junto con la ruidosa caída de los estantes, dejaron claro que Beelzebub había ido demasiado lejos.

Nostradamus habría muerto de la forma más atroz, y nadie habría impedido que Odín le destrozara el alma.








¡Después de meses, logré publicar el tercer capítulo!✨

Me sentí muy inspirada y me hubiera gustado publicar en agosto pero debido a la universidad - como siempre - no pude hacerlo.

Lamentablemente el próximo será el último capítulo y la historia terminará definitivamente. Pero precisamente por ser el capítulo más importante, será muy largo. Ser consciente de esto me reconforta.

De este capítulo precisamente me gustaría decir algo:

1) Heimdall y otros soldados no vieron a Nostradamus matar a los gigantes porque es tan pequeño en comparación que realmente parecía que alguien invisible los estaba eliminando XD

2) Quería referirme, en parte, a la idea que tenía del pasado de Nostradamus. No sabemos prácticamente nada sobre él, pero lo imagino como una persona que durante su vida se sintió extremadamente sola - no es que estuviera completamente solo, pero ser juzgado constantemente por los demás ciertamente no le ayudó a sentirse comprendido.
Esta idea se ve reforzada por el capítulo extra publicado hace más de un año sobre él, "La melancolía de Nostradamus". Cuando vi que quería estar con alguien a toda costa (Brunhilde, Jack, Okita, etc...) y al final se quedó solo para ver la séptima batalla, no sé, lo sentí mucho.
Tal vez su pasado sea completamente opuesto a mi teoría pero, sin embargo, ¡me encantaría escuchar otras opiniones diferentes a la mía!

3) Se da a entender que Nostradamus y Odín consumaron su relación varias veces, pero si no es problema, en el próximo capítulo podría escribir una escena un poco más detallada, sin llegar a ser vulgar.

Dicho esto, si tienes alguna otra duda o curiosidad, ¡no dudes en preguntar!

Hasta la proxima,

- LadyFraise💜

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top