Capítulo I: "Fragmentos"

El amor es un sentimiento fugaz, distorsionado y perverso en su increíble sinceridad. Nubla la mente de los humanos y los lleva a cometer actos atroces o tomar decisiones de las que pueden arrepentirse en el curso de sus vidas.

Por eso, muchas personas intentaron no casarse, aunque el lugar o el período histórico en que vivían no les favoreciera: nacer, crecer, estudiar, procrear, trabajar, envejecer y morir. Siete palabras para describir una vida monótona, encerrada en un ciclo efímero y continuo que no se obstinaba en cambiar.

Fue triste no poder cambiar las riendas de ese destino. Casi doloroso, en cierto modo.

Michel de Nostredame, que tenía la capacidad de predecir el futuro, creía que las personas no se esfuerzan lo suficiente por cambiar el curso de las cosas. ¿Imponer límites podría considerarse algo malo? ¿Una decisión imperdonable?

Tal vez.

Porque tener expectativas en un mundo donde la gente muere de peste y pobreza, donde el hambre domina todas las tierras y las guerras están a la orden del día, va más allá de la racionalidad. Así que aquí se presentaba ese inevitable y aburrido ciclo de vida respetando una cita fija, y las personas venían a esconderse detrás de una felicidad efímera, negando toda la ambición y entregándose a la voluntad de alguna deidad de cuya existencia ni siquiera podían tener certeza.

Y mientras Michel de Nostredame escribía una carta a Catalina de Medici, su preciosa reina, el sabía que Nostradamus, premonitor de peligrosos y catastróficos acontecimientos, tenía otra tarea. Le esperaba algo grande que superaría sus expectativas.

Michel de Nostredame tenía que morir, Nostradamus renacería de sus cenizas.

Por eso, con una sonrisa infantil y las mejillas sonrojadas por la emoción, se había embarcado en un viaje que habría estimulado su curiosidad inmensa, escenificando una muerte anunciada. Porque en su visión aparentemente infantil del mundo, desperdiciar cualquier oportunidad sería peor que la muerte, una decisión imperdonable.

Y ser capaz de eludir los mecanismos que frenaban las diversas elecciones que los seres humanos podían hacer era un acontecimiento que no debía desperdiciarse.







-Michel de Nostredame fue expulsado de la universidad.-

-¿Y por qué?-

-Se dice que ha cometido algo grave, que se ha acercado a la magia negra.-

Mentiras y supersticiones. La ignorancia dominó la mente humana desde el primer momento en que el ser humano fue creado, pero el joven profeta no quiso culparla; aquellos que temían a lo desconocido jamás podrían aspirar al abierto conocimiento total.

-¿Cuánto tiempo más quieren hablar a mis espaldas?- se preguntó, dirigiéndose hacia su humilde casa con una mirada pensativa, con una actitud muy diferente a la habitual: -Entiendo que estén muy ansiosos por condenarme, pero eso es todo de lo que hablan!-

Las personas a su alrededor habían comenzado nuevamente a susurrar frases sobre él con cierta prisa, muy probablemente porque lo escuchaban hablar solo y lo consideraban un lunático de primera clase.

No es que estuvieran equivocados, sin embargo la locura jamás podría ser bienvenida por el ser humano.

-Cuanto antes termine mi próximo libro, antes podré descansar en paz.-

Casi saltando, se encaminó hacia las pequeñas y estrechas calles de Salon-de-Provence, ajeno a las miradas de asombro que una vez más le habían dirigido.

No estaba de buen humor, pero lo suficientemente aburrido como para pensar que era prudente no decidir caminar sin-

De acuerdo, tal vez se estaba volviendo loco. Pero no pudo evitar sonreír radiante ante ese descubrimiento inesperado.

-¡No sabía que existían cuervos tan extraños!-

Michel corrió hacia la pequeña silueta de un pájaro blanco que yacía en el suelo. El pájaro no se movió, pero por la débil respiración que se escuchaba con la mayor atención se podía decretar con extrema certeza que seguía vivo. Y por su apariencia sí, sin duda era un cuervo.

Un cuervo blanco. Debió ser un espécimen único en su tipo y, si estaba tirado en el suelo y herido en un ala, quizás había sucedido porque alguien, reconociendo su valor, había intentado capturarlo o al menos matarlo.

-No te ves bien, amigo mío.- mirando a su alrededor, se aseguró de que no lo vieran. Tomó suavemente a la pobre criatura en sus brazos y, contemplando su belleza por unos segundos, decidió tomar el atajo más cercano para llegar a su hogar.

El lugar donde vivía era tranquilo y agradable, como también lo era aquella casa que había decidido transformar a su vez en un eficaz estudio, donde podía anunciar profecías e inventar hierbas puestas a su disposición para la cura de cualquier mal.
Era pequeño pero acogedor y solitario.

Exactamente como él.

-Pequeño, ¿holaaa? ¿Estás vivo?- cerrando rápidamente la puerta detrás de él, Michel casi tropezó, pero se rió con ganas de su propia torpeza. Al entrar a su estudio, colocó al cuervo con mucho cuidado sobre el escritorio, notando que su ala derecha estaba ligeramente manchada de sangre.

-Tuviste suerte. Llegué a tiempo.-

Si hubiera llegado tarde unas decenas de minutos, lo habría encontrado muerto en la calle dadas sus precarias condiciones. El ala estaba muy dañada, pero la sangre perdida no era mucha. De hecho, el ala en sí no estaba muy manchada de sangre; el blanco puro de sus plumas había permanecido casi intacto.
Era extraño, esa anomalía tenía que tener una respuesta científica.

-Ahora yo me encargo de ti.-

Y así lo hizo. Había cumplido su promesa y lo había curado en un puñado de horas con remedios naturales creados por él mismo. Si algún supersticioso lo hubiera visto, seguramente habría sido condenado por herejía, pero la suerte quiso que hubiera establecido buenas relaciones con la Iglesia. No demasiado concreto, pero seguían siendo buenas relaciones.

-Qué...? ¿¡Qué lugar es este...!?- el cuervo blanco movió levemente sus alas, graznando: -...¿dónde estoy?-

Y a Michel se le cayó una medicina de las manos. Y no por miedo y desconcierto.

-¡Puedes hablar!-

Michel de Nostredame sonrió alegremente, acercándose al escritorio con ojos claros que aún brillaban con asombro, como estrellas en lo alto del cielo.

-...yo...- y el misterioso cuervo blanco se había dado cuenta de que acababa de cometer un error inaceptable.

El dios del engaño, que permaneció en las cercanías de esa morada en particular, apenas reprimió el instinto de destruir todo lo que lo rodeaba.

-Ese maldito pájaro está complicando las cosas.- pero a pesar de estar aburrido y molesto por la sucesión de hechos en su contra, Loki estuvo tentado de intervenir: -Y sin embargo me pregunto si ese microbio humano lo había profetizado.-

Poniendo más interés en lo que percibía, se habría reído con aire de suficiencia si no hubiera estado de mal humor: -La extensión de su poder, especialmente sus premoniciones, podría ser muy interesante por cierto.-

Quería observar toda la escena de cerca o intervenir de alguna manera, pero no se movió. El estúpido Zeus tenía pretensiones muy grandes, incluso arriesgadas, pero en el último período se había calmado y no había estado particularmente interesado en la raza humana. Lo mismo podría decirse de otras deidades como Shiva y Hades, que pusieron su atención en otra parte.

Pero su viejo...

No tenía idea de lo que él estaba haciendo, solo sabía que si lo atrapaba anhelando el caos en algún lugar sin su consentimiento, y había perdido uno de sus estúpidos pájaros en un descuido, los males de Helheim serían una caricia para él. Odín era realmente peligroso.

Sin embargo, esta pérdida temporal de tiempo podría haberle proporcionado una diversión inesperada y despertado una inmensa curiosidad. Porque era evidente que Michel de Nostredame era decididamente un ser humano particular.

Y el hecho de que acabara de rescatar a uno de los fieles cuervos de Odín sin asustarse después de verlo hablar fue un gesto notable por decir lo menos. Pero no podía permitirse distracciones, o Odín encontraría la excusa perfecta para atentar contra su existencia.

Tenía que recuperar a Munnin antes de que alguien notara su ausencia.

-Veremos a cuantos eventos nefastos serás capaz de enfrentar, mosquito.-

Michel de Nostredame estuvo vinculado a lo divino más de lo que uno podría imaginar, pero esto el cruel Loki aún no podía saberlo.








-¡Oye, no te escapes! Acércate y quédate quieto unos minutos, ¡vamos!~-

-¡Aléjate de mí, loco!- cuando Michel saltó para levantarlo, casi golpea la pila de libros esparcidos por el suelo.

-Mira, esas heridas no se curan solas. Si no consigues ayuda, será peor para ti.- estiró los brazos, fingiendo pensar: -Mmmh~. Yo también estoy un poco hambriento. Sería la oportunidad perfecta para cocinar un buen guiso...~-

-¿De qué estás hablando?- el cuervo blanco -y aún sin nombre- no hizo más que graznar quejas, despotricar contra él y volar por la casa buscando lugares donde esconderse, exigiendo que lo devolvieran a su amo. Lástima que el persistiera en no decirle quién era.

-Si no quieres ser medicado y me revelas la identidad de tu dueño, serás el plato principal de mi cena. ¡A esto me refiero!-

Cuatro horas luchando contra ese pájaro habrían hecho perder la paciencia a cualquiera y, sin embargo, Michel no había hecho más que disfrutar con el paso de las horas. Por supuesto, extraer información de ese animal parlante fue difícil, pero bastante factible. En muchas ocasiones el cuervo decía tonterías, pero era bastante terco en no contarle nada de su vida privada.

-No puedes hacer esto. ¡Odín nunca permitiría eso!-

-Ooooh, y quien es este "Odín"?~-

Ver al cuervo blanco comenzar a gritarle después de momentos de terror puro y silencioso fue nada menos que hilarante.

El cuervo exigió pero no hizo nada. Y Michel comenzaba a sospechar que nada habría cambiado si no hubiera sido por esa llegada inesperada.

Al contrario de lo que se podría pensar de él, Michel de Nostradame estaba acostumbrado a grabar en su mente acontecimientos que podrían haber cambiado significativamente su vida. Los mantuvo allí en alguna parte, escondidos en su subconsciente mientras esperaban ser escritos. Porque al final, no se trataba solo de hacer libros de profecía.

Grabó en papel recuerdos que se quedarían con él por el resto de su vida, esos recuerdos que quizás no lo hicieran captar preparados para su llegada instantánea. Lo que hizo que su corazón se acelerara y en realidad le hizo darse cuenta de lo afortunado que era.

Lo entendió cuando vio apagarse las velas encendidas en su sala, cuando sintió un viento frío acariciarlo y percibió una presencia fuerte y majestuosa detrás de él.

-¿Qué haces, humano?-

Al ver al cuervo interrumpir su vuelo desesperado por unos segundos, Michel aprovechó para tomarlo entre sus manos. Abrió la boca con asombro cuando se dio la vuelta y vio a un hombre alto con un parche en el ojo que lo miraba con superioridad.

No pasó mucho tiempo para darse cuenta de que no había nada humano en este intruso. La fuerza que emanaba, la presión que sentían... no, Michel nunca había conocido a nadie así antes.

-Yo debería decir esto.- sin ningún temor, el profeta se acercó unos pasos: -¿Nunca te dijeron que entrar en las casas de otras personas es de mala educación? En resumen, ¡primero hay que pedir permiso!-

Michel ignoró deliberadamente al cuervo blanco que temblaba ante las consecuencias de su insolencia, pero su curiosidad era demasiado grande para ser reprimida.

-Y también te arriesgaste a hacer que se me cayeran algunos objetos de valor con todo ese viento que trajiste. Dime, ¿eres de algún lugar frío? Porque hasta tu rostro parece haberse petrificado, y tu gélida mirada no-...-

-Deja de balbucear tonterías, cada minuto en este basurero es un tiempo precioso perdido. Dame lo que me pertenece.-

-¡Sí, será mejor que lo escuches, idiota!-

Michel desvió la mirada hacia el cuervo negro sobre los hombros de Odín, al que no le había dado especial importancia.

"Oh. ¡Así que son dos!"

Sus ojos brillaron, y por un solo instante, pareció como si estuvieran impresos con una miríada de estrellas brillantes. Se suponía que ese sería su día de suerte.

-No puedo devolvértelo, viejo.- sin darle importancia a la evidente molestia proveniente del otro, continuó hablando: -Ha sido herido, y por lo tanto debe ser sometido a mis cuidados. Podré devolvértelo en breve, pero no ahora. Sería peligroso para su salud.-

Fingir que no se había dado cuenta de que no era humano estaba fuera de discusión, considerando que se había dirigido a él literalmente como "humano", pero aún podía usar la situación a su favor con su típica terquedad.

No habría muerto, o lo habría previsto, por lo que correr otro riesgo no podía ni debería ser un problema real. Sabía que su corazón no había dejado de latir y que su sed de conocimiento lo atormentaba, y eso fue todo. El resto no importaba.

-Tienes la insolencia de esperar algo a cambio.- su frase no era una pregunta, sino una verdadera observación. Michel se rió divertido.

-Soy Michel de Nostredame, conocido como Nostradamus, llamado el gran charlatán por los ignorantes o el gran profeta por la buena gente. La libre elección es tuya. Debes ser Odín, ¿verdad?~-

La mirada asesina que Odín le dio a su cuervo blanco fue suficiente para hacerlo temblar una vez más. Michel decidió dejarlo ir y lo dejó volar hasta el aparador en el otro extremo de la habitación.

-¡Será un verdadero placer poder tratar con una persona maravillosa como tú!~-








-¿Y entonces tu eres un dios?- Michel trató de husmear en un libro que estaba leyendo Odín; páginas consumidas por el tiempo pero que inexplicablemente no se destruyeron entre sus dedos, una portada áspera y azul que parecía preciosa. Si el libro era tan inusual, lo mismo podría decirse fácilmente de quienes lo estaban leyendo, porque Odín era de pocas palabras pero muy interesante y aterrador.

-¿Quién me hace esta pregunta? ¿Michel el médico o Nostradamus el profeta?-

Nostradamus sonrió enigmáticamente: -Quién sabe.  Tal vez ambos, o tal vez ninguno de los dos. Tal vez en realidad soy un extraño.-

Sin pestañear, Odín no había quitado los ojos de su lectura.

Era un pobre humano, un lunático que insistía en extraer información de una deidad. Era ridículo, especialmente el acto insípido de ese mocoso que quería hacerle creer que lo consideraba una deidad solo para hacerlo feliz, como un médico se prepara para complacer las historias delirantes de una persona mentalmente inestable.

Pero Michel- no, Nostradamus sabía quién era. Él lo había visto.

Encontrar y promulgar un castigo ejemplar para Loki era el plan de Odín, pero mantener a raya a ese estúpido y pequeño profeta era igual de importante. Su fama en el Valhalla y entre los diversos panteones se había extendido, tal como sucedió muchos siglos y milenios antes con el progenitor de la humanidad, Adàn.

Porque un ser humano con los hilos del futuro en sus manos era un hecho inexplicable. El propio universo pudo haber decidido apoyarlo, sin embargo, las deidades se horrorizaron ante tanto poder encomendado a un ser vivo que en su vida cometió más errores que aciertos. Pero Loki había cruzado la línea.

-¡Vamos a visitarlo! Será muy divertido.~- le había dicho entre tantas propuestas, recibiendo como respuesta una fría disidencia. Luego desapareció y Munnin con él en circunstancias aún por entender.

Pero de cualquier manera, Loki había ganado. Odín estuvo dentro de la casa del niño entrometido en toda la historia humana y no se desharía de él muy pronto.

-Tu extravagante amigo debería recuperarse pronto. El otro cuervo se asegura de vigilarlo. ¡Hacía mucho tiempo que no veía el testimonio de una amistad tan importante!-

-La amistad es una ilusión. Es la conveniencia y la estrategia lo que nos lleva adelante a cada uno de nosotros.-

-¡No seas aburrido! ¡Estoy tratando de ser lo más discreto y sincero posible y me tratas así!- Nostradamus se cruzó de brazos: -Y pensar que también te había visto en una de mis últimas profecías...-

-¿Debería sentirme honrado?- Odín lo escrutó con orgullo, buscando alguna mentira. Nostradamus sonrió, sus ojos brillando con una luz sin bromas.

-Vi a un hermoso dios que comenzaría a llenar mis días. ¡Ciertamente, que me hubiera honrado con su presencia! Fue bastante confuso como premonición, pero wow... ¡todo esto superó mis expectativas!-

-Date prisa en curarlo, mi paciencia no es eterna.-

-Detestable cuando se alejó lo suficiente de él, ofendido, le sacó la lengua. Nostradamus sabía que el señor simpatía podría haber curado sin esfuerzo a su mascota por sí mismo, pero era evidente que prefería mirar. Alquien más realizó una acción que para él probablemente era más una molestia que cualquier otra cosa.

¿Quién quería ponerlo a prueba? Cualesquiera que fueran sus intenciones, Nostradamus haría todo lo posible para pasar un buen rato.

Habrìa sido especialmente difícil, porque a medida que pasaban las horas, Odín no hizo ningún esfuerzo por volverse más amigable.  Se sentó leyendo un libro diferente al anterior, como una estatua.  Independientemente de lo que estaba haciendo.

-Odìn afortunadamente lo había previsto. Así como tu mala costumbre de mirar a todos.-

Munnin dormitaba, y los pensamientos de Nostradamus se habían ido inmediatamente a sacar de un cajón una medicina natural que, a primera vista, daba la impresión de ser un brebaje de hierbas al azar.  Tomando una gota con cuidado, se aseguró de frotarla suavemente sobre el ala herida del cuervo, y finalmente captó su atención.

-¿Tú creaste esa basura?- el dios oscuro no tenía grandes palabras, pero al menos podía considerarse un comienzo.

Buena intuición!" Nostradamus se volvió hacia él después de usar la mitad de su medicina para curar a Munnin.

El cuervo negro - ¿Luggin? ¿Suggin? ¿O era Huginn? Odín no debe haber tenido mucha imaginación para la elección de los nombres - había volado en su dirección, sin gritarle. El primer milagro en un puñado de horas inusuales.

-¡No es basura! Y sí, es mi creación. ¿Te sorprende?-

Si el iba a enojarlo, estaba fallando. Pero no creía que una deidad tan arrogante pudiera siquiera insultarlo a él y a sus medicinas. Simplemente no...

-Tu cuestionable creatividad puede no ser del todo inútil.-

...tenía sentido?

-Ugh, maldito viejo, apestas hasta en los cumplidos.-

Pero si era realmente un cumplido, Nostradamus lo dudaba mucho. Cuando vio el ojo dorado posarse sobre él después de escuchar sus palabras, sintió que su corazón dio un vuelco.

¿Cuál fue ese sentimiento? Al contrario de lo que algunos podrían haber pensado, no, lo que sentía no era miedo. Ni siquiera la angustia.

"No deja de latir." Nostradamus rió con las mejillas rojas, mientras que Odín probablemente se preguntaba qué tipo de problemas plagaban.

Su corazón era un tambor enloquecido, resonaba en su caja torácica con un relato casi desconcertado que lo hacía rítmico.

Nostradamus se había enamorado. A primera vista no, pero después de menos de veinticuatro horas, y pensándolo bien, no había mucha diferencia.

Enamorarse de un dios habría sido una maldición, pero a Nostradamus siempre le habían gustado los desafío, desde que podía recordar, y no tenía intención de renunciar a algo tan preciado.







El sol había salido innumerables veces y se había puesto innumerables veces. Feliz de traer luz y esperanza al resto del mundo, de darle a la luna algo de su alegría.

Nostradamus quedó encantado por la variedad de colores que tanta sinceridad estaba dispuesta a dar. Porque el sol era bueno y humilde en todo su esplendor, se hundió en las aguas del mar, tiñéndolas de rojo y mientras tanto dando al cielo un color rosado y púrpura. Dio la bienvenida a la luna con la mejor de las actuaciones, para rendirle homenaje.

El sol sin la luna no podría existir, y la luna no podría existir sin el sol. Aunque nunca se habían conocido, dependían el uno del otro. Fue paradójico.

-¿La nostalgia te ha trastornado el corazón?- Kojiro Sasaki se tumbó a su lado, concentrándose en el paisaje que se le presentaba frente a él: -La humanidad no merece la extinción, pero algunas bellezas podrían permanecer inalterables si se conservaran adecuadamente.- Kojiro sonrió con tristeza: -Maldita sea, en cuanto a la destrucción del medio ambiente por nuestra culpa, los dioses tienen un punto a su favor.-

La presencia reconfortante y desinteresada de Kojiro se derramó por toda el área circundante. Vívido, enérgico, caótico.

-Cuando llegue el fin del mundo, esto será lo que nos encontraremos ante nosotros.-

Nostradamus no se molestó en obtener una respuesta o sonar espeluznante. Volvió a hacer su trabajo, a grabar en su memoria la belleza del sol.

Sin él todo era aburrido, sin sentido. Pero si era el Ragnarok que había ansiado durante mucho tiempo, independientemente de cualquier otra cosa, Nostradamus seguramente le daría el mejor de los escenarios.

Lo había dejado atrás para perseguir su objetivo final. Impulsado por el egoísmo, por el impulso bestial de los dioses, como siempre.

Juró que no lo perdonaría.

...


-¡El cielo hoy está más hermoso que de costumbre!-

Michel de Nostredame fue particularmente extravagante; Odín lo había visto correr embelesado por las calles del pequeño pueblo para llegar a ese claro solitario y admirar el mar de estrellas que lo iluminaba todo aún más.

Se volvió sonriente por las pequeñas cosas, cuando algo no salía de acuerdo a sus planes, o cuando algo inesperado amenazaba con arruinar su día. No le tenía miedo a nada, y en esa semana lo había demostrado pegándose a él cada minuto, con la más mínima excusa.

El había ignorado sus recomendaciones despiadadas y le había hecho innumerables preguntas. No se detuvo ni por un segundo. Michel estaba sediento de conocimiento y se le podía ver a una milla de distancia, y Odín sospechaba que llegaría a cualquier acuerdo para conseguirlo.

Era la naturaleza humana ser tan egoísta después de todo.

-Mis queridas amigas estrellas son preciosas.-

-¿Tus "queridas amigas estrellas"?- Odín se concentró en admirar la luna llena que, engorrosa, casi privaba a las estrellas de su belleza natural: -No pensé que estuvieras tan solo.-

Michel no había hablado más.

Había abierto y cerrado la boca varias veces, buscando algo que decir, una broma rápida o una provocación. Pero por primera vez en esa extraña semana, no pudo encontrar una respuesta lista. No sabía qué decir.

-No estoy solo.- le había oído murmurar, más que nada para convencerse de que no era así.

-No estás tan convencido de tu afirmación, humano.-

-¡Y te dije que no me llamaras "humano"! Tengo un nombre y un apodo, tú eliges el que prefieras, pero no hace falta que me recuerdes que no somos de la misma raza.-

Otra peculiaridad a tener en cuenta: Michel era a todos los efectos un niño, tanto por dentro como por fuera. Su estado de ánimo cambiaba abruptamente si algo no era de su agrado, y el ceño fruncido que aparecía después de unos segundos indicaba una aceptación inmadura.

-La mía fue una observación.-

-¡Entonces deja de "hacer observaciones"!- el joven doctor se giró hacia él, resoplando: -No es justo que tenga que responder a todas tus preguntas silenciosas mientras todavía no sé prácticamente nada de ti. Quiero decir, sé algo, ¡pero solo porque tus amigos cuervos hablan demasiado!-

-Y aprendiste más de lo que podría haber esperado.-

-Eran unas curiosidades muy originales. No creo que ninguna deidad esté dispuesta a sacarse un ojo para obtener la mayor cantidad de conocimiento posible. ¡Y ser tan frío y mezquino debe ser un verdadero regalo!- esta vez Michel se echó a reír, abandonando su puchero: -Y siempre quieres tener la razón.-

-Siempre estoy en lo correcto.-

Michel se puso las manos en las caderas, simulando una verdadera indignación: -¡Tu divino ego sin límites automáticamente te convierte en un caso perdido, pero no puedo negar que este comportamiento tuyo te da un encanto increíble!~-

-Deja de decir tonterías. Estás cruzando tu límite.-

-¿Qué límite me impusiste? ¿Y por qué? Si te contradigo no te conviene, y si lo intento contigo igual me rechazas! ¡Eres bastante difícil y siempre dices las mismas cosas! "No puedes hacer esto, no puedes hacer aquello, eres un insolente"... ¡es sufienteee! ¡Hazme una verdadera declaración de amor y terminémoslo!-

-Un humano y un dios iniciando una relación. Eres loco.-

-El amor es una locura, ¿nunca te dijeron eso? Y es también sed de saber.-

Odín se preguntó por qué, de todos los seres humanos, tenía que enfrentarse al más problemático. En personalidad era muy similar a Loki, tanto que compartía sus peores características, y su insolencia mezclada con terquedad le recordaba el carácter inapropiado de Zeus, quien como dios debería haber sido sabio y serio, no un mujeriego perdiendo su tiempo para crear estragos en su propio panteón.

En su opinión, Michel no era digno de estar cerca de él, de respirar el aire perfecto que le permitía vivir, y no entendía por qué, al contrario de lo que pensaba, todavía no lo ahuyentaba. Apretó la mandíbula ante tal error que estaba cometiendo y que aún no había pensado en rectificar.

-Algo tan importante como el conocimiento no se puede asociar con algo tan frívolo como el amor.-

Y Michel no tenía ganas de considerar insensible a Odín, no por esta vez. Porque era normal que las divinidades se vincularan con otro ser vivo por puro placer y entretenimiento carnal, sin tener intenciones serias. Eran divinidades egoístas y brutales, odiaban ser traicionados y contradichos pero eran muy libres para traicionar y contradecir.

De Odín sabía que era un dios viejo, frío y cascarrabias, y que tenía un hijo y tal vez no uno solo, pero dudaba que hubieran sido fruto de un amor sincero y interesante. Quién sabe, tal vez la desafortunada diosa había sido confinada en algún lugar, esperando ser castigada o-

-Tus delirios nublan tu mente. Para.-

"¿Él lee mi mente? ¿Mi alma? ¿O ambas?"

-Serías predecible incluso si no leyeras tu mente.-

Lleno de emoción, Michel sonrió satisfecho. Incluso el más efímero de los segundos pasados ​​junto a Odín poseía un valor que no podía desperdiciarse.

-Oooh, entonces, ¿puedes leer mi corazón ahora? O siente lo loco que se vuelve cuando estoy a tu lado. El dios nórdico que siente el amor de los demás. ¡Eso sería a la vez una tarea y una cualidad muy admirable!-

En última instancia, Michel de Nostredame era un sol demasiado caliente que había que rechazar.

Intrusivo y sofocante, lo mareaba, y esto era inconcebible. Un ser humano no podía permitirse el lujo de ejercer un poder tan grande sobre un ser superior.
Y cuando lo esquivó, el sol volvió a salir para atormentarlo.

Odín no toleraba el calor, prefería la escarcha y todo lo relacionado con la destrucción. Michel no toleraba las heladas, prefería el calor y la destrucción era contemplable para él. El único rasgo que los unía.

Y eso no podía ser algo bueno. Porque estar en contacto con esa sonrisa, para Odín significaba ser desgastado por la estrella más brillante de todas. Y no aceptar su importancia era la menos destructiva de las decisiones.







-¡Espera, no puedes irte!-

No recibió respuesta.

-Muy bien, Munnin está curado, ¡pero podrías quedarte aquí un rato más!-

-Este comportamiento es absurdo. Déjame ir o me veré obligado a ser cruel.-

Nostradamus corrió tras él, arrojándose como un peso muerto sobre Odín.
El lo apretó con todas las fuerzas que poseía, negándose a renunciar al motivo de su eterna serenidad; su alegría nunca se había desvanecido, pero si había estado solo antes de su llegada, en esas pocas semanas había aprendido a querer genuinamente a alguien, sin importar lo interesante que fuera.

La verdad es que no estaba listo para abrazar el aburrimiento que tanto odiaba.

Y se había enamorado. 

¿Puede una persona enamorarse en tres semanas?  Nostradamus no entendió estas cosas, no era un individuo común y corriente y no reflejaba exactamente los cánones de la sociedad. 

Se había enamorado perdidamente de un dios, predijo el futuro y recurrió al uso de hierbas naturales para crear medicinas efectivas. Si no hubiera sido por su favorable relación amistosa con la iglesia, habría sido declarado loco y quemado en la hoguera hace mucho tiempo.

Perder a alguien tan importante hubiera sido decididamente doloroso, y Nostradamus no era lo suficientemente maduro para poder afrontar semejante cambio.

-¡Me quedo contigo! ¡Mátame, haz lo que quieras, pero no me alejes!-

Melodramático y caprichoso. Odín no esperaba que Nostradamus estuviera verdaderamente... tan solo.  Lo había adivinado, había vislumbrado sus emociones en conflicto, pero esa confirmación era extraña de escuchar. 

Nostradamus era bueno para hablar, bueno para actuar, era un charlatán cuando quería, y ver sus emociones expuestas, algo extremadamente personal, era irreal.

-¡Chico, tienes que terminar esto! ¡No podemos quedarnos en este mundo todos los próximos años porque tú quieras!- Munnin, aparentemente molesto, escudriñó a Nostradamus con una emoción cercana a la lástima. El le había salvado la vida y no podía olvidarlo tan fácilmente.

-¡No! ¿Cuánto cuesta esperar, no sé, por lo menos cincuenta años? ¡Para ti y tu querido dueño el paso de los años no debería tener sentido!-

-Tú...-

Nostradamus se volvió completamente hacia Odín, sin separarse de él: -¿Y no sientes curiosidad por admirar la eficacia de mis profecías? Está bien, eres una deidad y tal vez fuiste tú también quien me regaló este poder en un minuto aburrido, pero déjame quedarme a tu lado y te dejaré en paz. Aunque-...-

-Michel.- llamándolo por su nombre, Odín había interrumpido aquel monólogo desesperado: -No te lo permitiré.-

-¿Y por qué no deberías?-

-Estás vivo, ligado a la Tierra.- Nostradamus esperaba que Odín lo mirara a los ojos, pero no lo hizo: -Y demasiadas cosas te son desconocidas. Un humano no puede estar al lado de un dios.-

-¿Porque eres tan persistente? Llévame contigo y enséñame algo, ¿no? Así que deja de recordarme lo inferior que soy a ti.-

-Cuando hablo se nota que tu oído no quiere trabajar.-

-No me trates como si fuera estúpido. ¡Deja de poner excusas e ignorarme, tienes que llevarme contigo!-

Nostradamus, el que todo lo ve, no pudo ver un brillo inusual en el ojo dorado de Odín.

Consternación, ira. 
Odín nunca había hecho suyas estas emociones con tanta intensidad y, sin embargo, sucedía sin motivo alguno.

Una razón que no quería aceptar. Porque ceder a los rayos abrasadores de esa estrella brillante no le daría la oportunidad de ser invencible. Un miserable ser humano estaba arriesgando lo impensable: hacerlo vulnerable a través de palabras y hechos genuinos.

Y Nostradamus, tan infantil y sabio, no se había dado cuenta. No necesariamente, al menos.

-Aunque quisiera, mi respuesta no cambiaría.-

-¿Y por qué?-

-Estás vivo. Creo que fui claro en este punto.-

-¿Y por qué?-

Odin solo lo escudriñó, dejando de apoyar esa estrategia furtiva.
Nostradamus estaba haciendo todo lo posible para que se quedara, y hacerle perder más tiempo era parte de su plan diabólico, no tan razonado.

-El por qué no importa. No tengo nada más que decirte.-

-Pero no-...!-

-Adiós.-

Y antes de que pudiera protestar de nuevo, vio desaparecer a Odín, como si se hubiera disipado en el aire. No era un humano, Nostradamus se había acostumbrado a esas rarezas, pero en lugar de mostrarse curioso como siempre, no se molestó en gritar algunos insultos con furia.

-¡Viejo idiota, no puedes dejarme así!-

Realmente se había ido. Lo había dejado atrás.

-No te librarás de mí tan fácilmente.-

Corrió hacia la casa, encerrándose apresuradamente dentro de su estudio, rebuscando entre sus cosas y encontrando una mochila de cuero. 
Un libro. Un par de manzanas. No necesitaba nada más; rápidamente alcanzaría a Odín y le haría arrepentirse de haber sido tan indiferente hacia él.

Solo tenía que esperar. Porque pronto ya no estaría solo.

-¿Qué pasa, pequeño humano? ¿Estás enojado?-

-Ah, por fin has llegado.- Nostradamus no se dio la vuelta. Como si un portal purpúreo que aparece a tus espaldas y materializa otra divinidad más estuviera a la orden del día.

-Predijiste mi llegada. Eres un ser pequeño y curioso, más interesante que los demás.- Loki puso los brazos detrás de la cabeza, sentándose en el escritorio lleno de libros y papeles.

-Sé que fuiste tú quien lastimó a Munnin, y sé que Odín te confinará en Niflheim al siguiente paso en falso. Todavía quiere hacerte mucho daño.  Si yo fuera tú, no me dejaría ver por aquí otra vez.-

Loki dejó de sonreír. Verlo molesto por unos segundos fue una gran victoria para Nostradamus, quien cerró su mochila con una sonrisa en los labios.

-Yo estoy aburrido, y tú estás aburrido. Debe tomarse en consideración.- Nostradamus comenzó a tararear divertido, articulando cuidadosamente las siguientes palabras: -Tenemos algo que nos iguala.-

-La diversión no es un hecho. En mi hermoso panteón no durarías ni un minuto~.-

-Por eso tendrás que ceder a mis propósitos.  Demostraré que puedo ser mucho más terco que los que me rodean. ¡Y me quedaré con él!-

-¿Y qué podría conseguir?-

Los ojos claros y límpidos de Nostradamus brillaban con una luz siniestra e inexplicable, la misma de los que anhelan el caos. Loki reconoció esos pequeños y significativos detalles que marcaron el surgimiento del pecado humano.

Nostradamus se rió, anticipando el cumplimiento de otra premonición codiciosa.

-El mejor caos que puedas desear.-








-¡Y así fue como llegué a tu hermosa casa! Es muy grande, lo admito, pero no pensé que incluso los dioses pudieran tener lazos familiares. Oh bueno, ¿no es genial?-

Ares dejó caer la taza de sus manos, rápidamente agarrada por Hermes antes de que el té pudiera ensuciar la tela roja y preciosa del sofá en el que estaba sentado.

Nostradamus continuó tarareando felizmente una melodía francesa, moviendo las piernas hacia adelante y hacia atrás. Mantenía la mirada fija en un plato de dulces que el dios de la guerra estaba consumiendo antes de su llegada, anticipando sus ojos brillantes la materialización de hechos de su inmenso interés.

Si a Hermes le divertía tanta indolencia y tanta curiosidad, a Ares le horrorizaba un poco.

-Hermes, esto es una locura. ¡Un humano no debería acercarse a ningún lugar cerca del Olimpo!-

-Y ahora está con nosotros.-

-¡Lo noté!- Ares ignoró a Nostradamus quien en tono de broma lo saludó con la mano: -Nuestro padre no estará feliz por eso.-

-No sé, es muy raro.-

-Eh?-

Hermes puso una mano bajo su barbilla, bajando la mirada reflexivamente y cerrándose en un silencio de apenas veinte segundos.

-Me pregunto cómo un ser humano vivo pudo llegar hasta aquí. Alguien debe haberlo acompañado. ¿O me equivoco?-

Nostradamus sonrió, manteniendo su mirada fija en la de Hermes. Ambos intentaron obtener información del otro en un enfrentamiento silencioso, pero el mensajero de los dioses rápidamente se dio cuenta de que ese humano no tenía nada normal.

Era como si...

-¿¡Qué!?- Ares chocó contra la mesa cerca de las patas y sobre la cual estaban colocados los dulces, causando que algunos cayeran, pero estaba demasiado sorprendido para notar la acción increíblemente humana y torpe que acababa de realizar.

-¿¡Me estás diciendo que este niño no está muerto!?-

-¡Mira, no soy un niño! Mi lindo aspecto puede ser engañoso, ¡pero no soy tan pequeño!-

-¡Esto es pura locura! ¡Violó una regla universal fundamental!-

-Oooh, ¿por qué hay "reglas universales"? ¿Cuáles son?-

Hermes suspiró, y entre la desesperación de Ares y la genuina curiosidad de Nostradamus fue difícil pensar con claridad. Sin duda era un negocio interesante, pero también arriesgado. Muchas divinidades ciertamente no habrían saltado de alegría ante esa inesperada llegada.

-Sabes demasiada información, niño. ¡No te diré nada más para satisfacer tus caprichos!-

-¡Ya te dije que no soy un niño! ¡Si sigues mira voy a llorar!- hilarante. Sí, ese dios todo músculos y poca columna vertebral era motivo de inmensa diversión para Nostradamus. Pero se habló de diversión a medias, casi insatisfactoria, porque quienquiera que estaba esperando se lo estaba tomando con mucha calma y persistía en no alcanzarlo.

-Nos explicaste tu aventura. Pero ¿por qué venir directo a nuestra casa?-

Nostradamus observó a Hermes desconcertado, como si nunca hubiera esperado tal pregunta de él: -Lo estoy esperando.-

-No seas tan vago. ¡Pero no, hagas lo que hagas, no te dejaré aquí!- Ares se acercó rápidamente a la puerta: -Tu estancia ha llegado a su fin, te llevaré de vuelta por donde viniste.-

-¡No, no quiero! ¿Tendrás que obligarme, o tienes miedo?~-

-Estas patéticas insinuaciones no me sirven.- pero Hermes había notado que su hermano cedía al nerviosismo y abría la puerta con fuerza: -¡Tienes que irte!-

-Ahuyentar a un invitado es de mala educación, los buenos modales no deben olvidarse.-

Ares se detuvo de repente, girando lentamente hacia la puerta que él mismo había abierto. Zeus los observó uno a uno con los brazos a la espalda y luego se concentró en el pequeño intruso.

Nostradamus permaneció indiferente. Luego, antes de que pudiera comentar sobre la extraña reunión familiar, sus ojos se iluminaron una vez más. Las estrellas parecían aparecer en lugar de las pupilas, y esto no escapó al Padre de los Dioses.

-¡Llegaste! Me hiciste esperar mucho tiempo. ¡Eres crueeeel!~-

-Tú.- Odín lo miró de arriba abajo, luchando por creer que el loco había logrado alcanzarlo.

Nostradamus no dijo más. Se rió y se rió, sus mejillas enrojecidas por la emoción y su corazón latiendo salvajemente.

Después de días de exploración total, finalmente podría considerarse feliz. Para poder brillar como nunca antes. Porque Nostradamus en el fondo, aunque exuberante y diferente a los demás, seguía siendo humano.

Y como en una noche oscura, habría estado ocupado emanando la luz más maravillosa para ganarse el interés del dios más misterioso e intrigante que había podido conocer en una noche de estrellas fugaces.












¡Por fin publiqué el primer capítulo!

Estoy muy contenta con el resultado, sobre todo porque esta historia está dedicada a una de mis parejas favoritas de RoR.

¡Nunca se conocieron, pero estoy feliz de que a tantas otras personas les encante verlos juntos! (si no se encuentran también en el manga durante una posible pelea, tal vez, estaré muy triste-)

Al principio quería hacer un solo capítulo, pero como me gusta complicarme la vida y prefiero escribir capítulos kilométricos, preferí hacer tres capítulos.

Estoy muy orgullosa de lo que he logrado, ¡y espero que a ustedes también les guste esta historia!

-LadyFraise💜

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