Preludio. 10 años antes

—Naciste para este momento Abriel.

     El muchacho cerró los puños con fuerza, ocultando el temblor de sus manos. Sus ojos miraban fijamente a su maestra, quien tenía sus manos en sus hombros, enfrentando sus miradas. Pudo notar con claridad los tres fragmentos de alma en los ojos de su maestra, pequeñas porciones de distinto color en el iris.

     —Te entrené para este momento —agregó su maestra.

     Afuera en el coliseo, cientos de personas gritaban de emoción. Esperando el gran enfrentamiento. Golpeaban sus pies contra el piso, causando un ligero retumbar en las arenas. El joven rey observaba desde su palco, moviendo sus piernas con ansiedad.

     —Recuerda... eres el mas fuerte de todos —susurró ella, poniendo su frente contra la frente del joven Abriel—. Mi pequeño niño, es momento de que te conviertas en el nuevo campeón de la humanidad —Se alejó unos pasos, dándole espacio para que marchara—. Ve, y hazme sentir orgullosa.

     Abriel asintió con firmeza, caminando con paso decidido hacia la arena del coliseo.

     —Nací para este momento —susurró, deteniéndose frente a la puerta de barrotes que daba a la arena—. Soy el mas fuerte —Se acomodó su capa corta, las dos bolsas con monedas y el guantelete reforzado de su mano derecha —Y el camino del fuerte, es limpiarle el camino a los que vienen detrás —Sonrió con suficiencia, pero sus comilluras temblaron.

     Los tambores comenzaron a resonar con ritmo estrepitante, el retumbar aumentó, las paredes parecían temblar al ritmo de los golpes de los pies y los tambores, diminutas briznas de arenisca se desprendía de las paredes.

     —¡Hoy! —gritó el presentador—. ¡Seremos testigos de la historia! ¡Seremos testigos del destino!

     La audiencia rugió en respuesta, gritos ensordecedores llenos de emoción. El joven rey tomaba su cuarta copa de vino, el sudor bajaba de su frente y el tamborileo de sus dedos se aceleraba sobre el reposa brazos de su trono.

     —¡Peone, el campeón de la humanidad, se enfrenta a un nuevo retador! —el presentador hizo silencio, encantado con el rugir de emoción del público, los retos entre los campeones de las diferentes razas siempre causaba eso, pero esta vez era diferente a las demás—. ¡Un retador humano!

     El silencio se apoderó del coliseo, y este fue remplazado rápidamente por cientos de murmullos.

     —¡Acaso veremos el nacimiento de una nueva era! —rugió el presentador—. ¿¡Un nuevo campeón de la humanidad!? —Tomó aire con fuerza—. ¡Les presento a Abriel! ¡El retador con tres fragmentos de alma!

     Un rugido de asombro recorrió el coliseo. Los murmullos explotaron cuando vieron entrar al humano, un joven que no podía tener mas de diecisiete años. La indignación comenzó a apoderarse de parte de los espectadores, se preguntaban como un niño como él se atrevía a retar al campeón de la humanidad, al que merecía el mayor respeto entre todos, ya que los defendía de las diferentes razas no humanas. Pero lo que mas sorprendía a todos, los que los tenía verdaderamente asombrados, era lo último que había mencionado el presentador: tres fragmentos de alma. Era la segunda persona con tres fragmentos de alma en menos de un siglo... y los dos estaban bajo el mandato de Hurielo, el hombre más importante después del rey, quien sonreía con suficiencia desde su propio palco.

     —¡Y al otro lado de la arena! —rugió el presentador, interrumpiendo los pensamientos de todos —. ¡El campeón de la humanidad, invicto por casi una década, Peone!

     Los gritos de ovación se alzaron con fuerza mientras un hombre de aspecto imponente entraba a la arena. Portaba armadura sencilla junto con un escudo de madera, llevaba un anillo de roble en un collar de metal y la maza que lo había convertido en el campeón de la humanidad.

     Abriel había estudiado sobre Peone, sus dos fragmentos de alma eran sumamente útiles en batalla. El primer fragmento, el anillo de roble que le había regalado su difunta hija antes de morir, era capaz de re moldear y reforzar la madera, pero su personificación era lo mas preocupante, una niña de madera que podía transformarse en bestias hechas de roble. Su segundo fragmento, la maza hecha por su esposa herrera, podía romper cualquier cosa que golpeara con fuerza, un roce no era suficiente, pero un golpe bien conectado podía destruir incluso gruesos pilares de piedra; habían rumores sobre como consiguió ese fragmento de alma, pero nada claro, su personificación también era desconocido. Abriel suspiró con intranquilidad.

     —Nací para este momento —susurró, repitiendo su mantra—. Soy el mas fuerte... y el camino del fuerte es limpiarle el camino a los que vienen detrás —Sonrió con suficiencia, sacando el martillo que le habían proporcionado para participar.

     —¡Las reglas son simples! —gritó el presentador—. ¡Gana el primero en noquear o inutilizar a su oponente! ¡La rendición también cuenta! ¡Comiencen!

     Peone fue el primero en acercarse, su paso era confiado y su porte imponente, miraba al niño con una extraña mezcla de respeto y compasión. Abriel camino a su encuentro, con dos monedas en su mano derecha.

     —¿Sin armadura ni casco, niño?

     —Solo sin casco, es que me estorba en mi visión al pelear.

     Peone puso mayor atención y notó la armadura de cuero reforzado debajo de las prendas holgadas del niño. Eran resistentes, pero jamás podrían compararse con las de metal... a menos que el niño tuviera un fragmento de alma que le ayudara a reforzar el cuero, como él con la madera. Atacaría con eso en mente.

     —Además... —agregó Abriel—, no podrás darme ni una vez, así que no te preocupes.

     El campeón lo observó con asombro, y comenzó a reír de forma sincera.

     —¡Esta bien, niño! —Sostuvo su maza por la mitad del mango y trotó hacia Abriel—. ¡Sin piedad!

     Peone lanzó un golpe con el escudo seguido inmediatamente por su maza pero Abriel esquivó ambos ataques con facilidad. Peone sonrió y aceleró sus ataques, acercando peligrosamente sus armas al joven, solo necesitaba un golpe de su maza y con eso sería suficiente. Abriel  retrocedía esquivando siempre por un pelo, sin perder de vista esa extraña manera de sostener la maza. Peone lanzó otro golpe con su maza, pero esta vez dejó que el mango resbalara hasta el final, dándole un mayor alcance; Abriel ya se lo esperaba, así que dio un salto hacia atrás y Peone sonrió en respuesta, asestándole un golpe con el escudo que mandó al muchacho al suelo, dejando caer su martillo y una moneda.

     —¡Creí que no iba a alcanzar a darte! —gritó mientras la arena entera lo ovacionaba.

     Corrió hacia el muchacho y lanzó con fuerza su maza hacia él, pero antes de impactarlo, este desapareció de su vista y la maza golpeó el suelo, levantando polvo y arena. Peone se dio la vuelta, alzando el escudo por instinto y recibiendo el fuerte impacto del martillo, que astilló la madera del escudo y lo hizo trastabillar hasta caer al suelo. El publico sostuvo la respiración. Abriel saltó hacia él, dejando caer el martillo con todo su peso, los ojos de Peone brillaron ligeramente mientras re moldeaba y reforzaba la madera del escudo, el impacto causó un chirrido casi metálico y la fuerza restante causó que sus cuerpos vibraran. Peone no comprendía bien que había pasado con la ubicación del chico, pero supo que ese era uno de los fragmentos que tenía.

     El rey estaba al borde de su trono, cerrando sus puños con fuerza y mirando con odio a Hurielo, quien yacía sentado en un palco a una docena de metros de él. Los murmullos sorprendidos del público llenaban el coliseo, la brisa marina se colaba por los orificios de ventilación, dando un alivio al fuerte calor del medio día.

     La batalla continuó, Peone se había arrancado el anillo y lo había lanzado al suelo, sus ojos brillaron intensamente mientras recuerdos dolorosos inundaban su mente: su hija riendo, tallando animales de madera y regalándoselos a los demás niños del pueblo, su muerte por una extraña enfermedad y el último tallado de su hija, el anillo de roble. Estos recuerdos despertaron a la personificación del anillo y la vitalidad y energía de Peone le dio vida, brotando así la viva imagen en madera de su hija.

     El coliseo enteró se llenó de gritos de emoción y apoyo. El joven rey parecía más tranquilo, pero seguía incomodo con la serenidad que parecía desprender Hurielo. ¿Qué escondía? ¿Qué le daba tanta confianza en su retador?

     Abriel sonrió con nerviosismo, ahora venía la parte más tediosa de enfrentar, la personificación del fragmento de alma, Peone tendría los atributos físicos de una persona normal, pero sería un dos contra uno. La niña de madera se re moldeó rápidamente junto con un sonido de astillado, dando paso a una gran serpiente de casi tres metros de largo.

     —Soy el mas fuerte —susurró Abriel, corriendo contra Peone y continuando con el mantra en su mente.

     La serpiente de madera se deslizo rápidamente contra Abriel, su movimiento venía acompañado del constante sonido de astillado y tallado de madera. Peone corría detrás de ella, atento a los movimientos del niño. Abriel lanzó con fuerza dos monedas, la grande al aire y pequeña contra Peone, luego lanzó su martillo detrás de la moneda grande. Peone la siguió un instante con la vista, tiempo suficiente para perder al niño de vista, de reojo notó el cambio, la pequeña moneda que venía hacía él dio paso al puño acorazado del muchacho, golpeó con su maza en respuesta, pero Abriel volvió a desaparecer, dejando en su lugar una moneda grande. Abriel cayó del cielo, martillo en mano y golpeó el cráneo de la serpiente de madera, astillándola en decenas de partes, Peone temió por su hija de madera, pero antes de siquiera poder reaccionar, Abriel volvió a cambiar de lugar con la moneda grande, asestando un martillazo en la rodilla izquierda de Peone, que se dislocó al instante. Abriel se preparó para dar el puñetazo final, pero recibió el fuerte golpe de un monstruo de madera, que le arrancó el aire de los pulmones y lo mandó a rodar por la arena.

     El publico entero estaba de pie ante la sorpresa, rugidos de apoyo se alzaron para ambas partes, apagando el lejano sonido del oleaje. El joven rey estaba aterrado mientras Hurielo simplemente sonreía.

     Abriel se puso de pie, respirando el aire salado con dificultad, seguro de que se había quebrado un par de costillas. Vio como la personificación de madera agarraba el escudo y lo colocaba sobre la rodilla dislocada de Peone, esta crujió y rodeó la rodilla, reacomodándola y sirviendo de soporte. Peone se puso de pie y sonrió con malicia, entendiendo como funcionaba el fragmento de alma del niño, dos monedas, dos fragmentos, solo faltaba el ultimo.

     Abriel observó el coliseo, no quería mostrar todas sus cartas, pero debía ganar rápido, podía escuchar el crujir de sus costillas con cada inhalación que daba. Lanzó la moneda grande a su derecha y la moneda pequeña a su izquierda, sus iris comenzaron a brillar y dolorosos recuerdos fragmentados inundaron su mente: una noche de tormenta, aguas embravecidas, sus dos hermanas gemelas manteniéndolo a flote; estos recuerdos despertaron las personificaciones de las dos monedas, y su energía y vitalidad les dio vida. Abriel se sintió exhausto al instante.

     El coliseo entero guardó silencio, observando como un joven de diecisiete años había ya alcanzo el pináculo de los fragmentos de alma. Hurielo sonrió satisfecho mientras el joven rey cerraba sus puños con fuerza, hasta clavarse las uñas en sus palmas, podía ver como sus planes se desbarataban por culpa de ese anciano.

     Dos gemelas metálicas emergieron, Abriel le dio un saco de monedas a cada una y dagas que tenía escondidas en su espalda, estas comenzaron a correr en direcciones opuestas, rasgaron los sacos y llenaron la arena con decenas de monedas de baja denominación, comenzaron a reír con alegría y rápidamente comenzaron a aparecer y desaparecer con las monedas desperdigadas, la acción se volvió frenética, las monedas volaban alrededor del campeón de la humanidad. Peone se volteó hacia el muchacho, pero este ya no estaba, miró en todas direcciones pero no lo encontró, su personificación de madera lo envolvió rápidamente como una armadura justo antes de recibir varias apuñaladas en puntos vitales. Las monedas lo rodearon frenéticamente mientras risas y decenas de apuñaladas trataban de atravesar la madera reforzada, Peone golpeaba en todas direcciones con sus brazos acorazados y su maza que destrozaba al instante las monedas que golpeaba. Un torbellino de monedas se alzaba sobre el campeón de la humanidad, estorbando en su visión y movimientos.

     El coliseo estaba mudo, escuchando tan solo el retintineo de decenas de monedas, el chillido de metal chocando contra metal. El joven rey buscaba desenfrenadamente al joven retador en la arena sin alcanzar a localizarlo; su rostro hervía de la ira.

     Peone estaba teniendo problemas para respirar, la arena se le metía por las fosas nasales y la armadura de madera restringía en parte sus movimientos, sus golpes ya no eran certeros y se sentía agotado por mantener por tanto tiempo activa la personificación. Debía acertarle un golpe con la maza al niño, pero no lo alcanzaba a verlo entre tantas monedas y arena, además, las gemelas ya estaban astillando la armadura al punto de que no podía remoldearla.

     —¡Muéstrate! —gritó Peone—. ¡Muéstrate cobarde!

     —No permitiré que ganes —susurró Abriel desde el vació—. Sé del trato que hicieron tu y el rey con los espíritus brujos.

     —¿Qué? ¿De que hablas? —Peone entró en pánico, nadie podía saber sobre ese trato, su reputación se iría al traste.

     Un martillazo cruzó entre el torbellino de monedas y golpeó el peto de la armadura de madera con un estallido atronador, terminando de destrozar un área astillada. El cuerpo de  Peone vibró violentamente con el impacto, estuvo a punto de caer de espaldas, pero su armadura lo retuvo, tratando de rellenar el área destrozada. Otro martillazo salió de la nada, destrozando el yelmo, seguido por otro impacto en la greba izquierda. Peone gritó de dolor al sentir como una daga atravesaba uno de sus muslos. Estaba aturdido por el constante vibrar y rechinar de la armadura, no podía concentrarse.

     —Tu —rugió el aire—, se supone que eres el campeón de la humanidad —Otro martillazo al yelmo que apenas estaba regenerándose, destrozándolo de nuevo—. Se supone que luchas por protegernos —reclamó Abriel, martillando la rodillera izquierda, causando que Peone cayera de rodillas—. ¿Dónde está tu honor?

     Peone estaba aturdido, sin saber donde estaba Abriel, que lo golpeaba certeramente donde estaba astillado. Debía estar al alcance, viéndolo desde cerca, pero no lo detectaba, no alcanza a verlo. Un pensamiento cruzó por su mente... ¿era acaso... invisible?

     —No dejaré que entreguen cientos de huérfanos como esclavos a las demás razas —susurró Abriel, dando un martillazo al cráneo casi descubierto de Peone—. Puedes descansar en paz, ya que yo nací para ser el campeón de la humanidad —Dio un fuerte puñetazo con su guantelete derecho.

     Abriel se desenrolló la capa del cuello mientras Peone caía al suelo, este lo vio aparecer frente a sí mientras caía en la inconsciencia. La armadura de madera se deshizo lentamente, tomó la forma de la niña y se interpuso entre Abriel y Peone, su forma se reducía lentamente, y se notaba que luchaba desesperadamente por mantenerse activa, hasta que se hizo diminuta, volviendo a su antigua forma de anillo. Las gemelas de metal detuvieron su frenético ataque y las monedas que lanzaban cayeron al suelo, rieron infantilmente hasta que volvieron a ser monedas. Abriel las recogió con cariño y miró a la multitud. Alzó su puño en señal de victoria.

     —¡Les presento! —gritó el presentador—. ¡Al nuevo campeón de la humanidad!

     Cientos de ovaciones se alzaron al aire, gritos de apoyo y sorpresa ante el duelo que habían presenciado. El joven rey comenzó a lanzar copas y botellas en un arranque de ira y se adentró rápidamente al coliseo, planeando su venganza. Hurielo sonrió con suficiencia, la primera parte de su plan ya estaba completada. El coliseo comenzó a lanzar decenas de flores al nuevo campeón de la humanidad, que había ganado con clara superioridad.

     Abriel sonrió en respuesta, casi que llorando de alegría y al mismo tiempo sintiendo el aterrador peso que se posaba sobre sus hombros. Desde hoy sería el nuevo campeón de la humanidad, iría al frente de todos, siendo el pilar de la raza humana. No había espacio para fallar, no había espacio para mostrar debilidad.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top