Capítulo 2. Primera parte

El chamán pudo notar como los tres jóvenes quedaron perplejos. Casi que podía notar como sus cerebros trabajaban a máxima velocidad, tratando de encontrarle un sentido a lo que les estaba sucediendo. Los exiliados nunca creían, por lo menos no en un inicio... ya se acostumbrarían.

—Mierda... —susurró Liam, cayendo de rodillas, pasando sus manos por su rubio cabello rizado y con su mirada fija en el gigante gaseoso que estaban orbitando—, mierda, mierda, mierda.

—¿Estamos muertos? —preguntó Osamu.

El chamán observaba con intriga a Vale, parecía como si una extraña sonrisa quisiera asomarse en su rostro, ¿locura o felicidad? Todos reaccionaban distinto, según lo que le habían contado. Era la segunda vez que se topaba con exiliados, así que no tenía tanta experiencia con ellos. Un fuerte viento frío sopló desde el mar, trayendo consigo su característico olor salado.

—No están muertos —contestó el chamán—. Solo fueron exiliados de su mundo.

—¿¡Y exiliados por qué!?

El chamán sintió un extraño remordimiento en su corazón. Podía ver el sufrimiento y terror en el rostro de Liam, incluso se le había quebrado la voz al preguntarle el por qué. El joven alegre que le pareció ver en un inicio había desaparecido.

—Como les dije, según nuestras leyendas, fueron exiliados por haber cometido algún crimen imperdonable... aunque la verdad yo ya no creo que sea por eso.

—¿Crimen? ¿Yo? —preguntó Liam, con claro odio impregnado en su voz y lágrimas bajando por su rostro—. Perdón, pero necesito mi espacio —Se levantó y se marchó, devolviéndose por el camino que habían seguido.

—Entonces no estamos muertos —agregó Osamu, siguiendo con la mirada a Liam... decidido a que luego hablaría con él—. ¿Hay manera de volver a nuestro mundo?

—¿Tu quieres volver? —interrumpió Vale, claramente intrigada—. Pensé que a los de tu cultura les gustaban este tipo de cosas —Expandió sus brazos, señalando todo a su alrededor.

Osamu le dedicó una mirada hostil y silenciosa, luego devolvió su mirada hacia el chamán, que los observaba en silencio, casi parecía que los estaba estudiando. Este notó que el chico esperaba su respuesta.

—No que yo sepa —respondió el chamán—. Aunque no soy experto en el tema, pero ya mandé a llamar a las personas indicadas.

—¿Personas indicadas? —preguntó Vale, desconfiada—. ¿No nos vamos a quedar acá?

—No, aquí rechazan a los exiliados... puede que incluso los lleguen a matar.

La mirada de Vale se llenó de sombras, mirando de reojo a Osamu, este hizo contacto visual con ella e hizo una seña con su mirada en dirección al pueblo.

—Entonces tenemos que ir por Liam —Le dijo Osamu al chamán, dándose la vuelta y marchándose.

Liam estaba sentado en un peñasco, viendo el pueblo a lo lejos. Se sonaba la nariz mientras enrollaba una liana entre sus dedos. La bioluminiscencia roja de la liana se había comenzado a apagar desde que la arrancó del árbol, había sido un proceso lento, casi que le había parecido doloroso. Se sonó de nuevo la nariz, observando seriamente el pueblo que se extendía hacia el este hasta dar con un pequeño puerto que conectaba con el mar. Eran casi tres docenas de pequeños edificios, y la taberna donde habían despertado estaba al oeste, era casi el final del pueblo... luego selva y más selva. El sol rojizo de este mundo iluminaba el amanecer con una paleta más cálida que el sol de la tierra, aunque era muy similar. Sonrió con amargura.

Unas ramas quebrandose detrás de él lo alertaron, volteó a ver y vio a Osamu, observando el pueblo, arrecostado contra un árbol con Vale al lado. El chamán estaba a lo lejos, dándoles su espacio.

—Con que aquí estabas —susurró Vale— es una bonita vista la verdad.

Osamu se separó del árbol y se sentó a su lado en silencio, quedando contra el sol. Vale hizo lo mismo, dejando a Liam en medio de ambos. Sus pies colgaban del peñasco, aunque los de Liam quedaban a centímetros del piso. No era una caída peligrosa.

—Vamos cuéntanos —continuó Vale—. ¿Qué sucedió allá atrás?

—Sin presiones, obvio —agregó Osamu, regañando a Vale con la mirada.

Un silencio los rodeó mientras esperaban la respuesta de Liam. El sol comenzaba a calentar suavemente, aunque ya se podía notar el bochorno producto de la humedad. Liam inspiró fuertemente, dejando salir el aire lentamente.

—Vengo de una familia de cuatro, soy el hermano mayor... y mi madre está hospitalizada, dependen económicamente de mí —guardó silencio unos segundos más—. Mi padre nos abandonó, está obligado por ley a darnos manutención, pero no es suficiente para pagar el tratamiento de mi madre, aunque eso ya no importa, porque lo último que me dijeron los doctores en mi última visita es que a mi madre solo le quedan cuatro meses de vida... —Guardó silencio durante unos instantes—. Tengo que volver —Cerró su mandíbula con fuerza, reteniendo las lágrimas que luchaban por salir—. Debo volver a como dé lugar, debo pasar sus últimos tiempos de vida a su lado.

—Vamos a volver —susurró Osamu, poniendo su mano sobre el hombro de Liam.

—Aunque primero tenemos que ver cómo sobrevivir en este mundo —agregó Vale.

Osamu negó con la cabeza. No podía negar que estaba emocionado con la idea de vivir en este mundo... pero se había esforzado tanto en sus estudios en japón, que sentía pesar y nostalgia de dejar todo atrás. Le debía todo a su patria y a sus abuelos, así que volvería. Observó a Vale, con la luz del sol dando directamente en su rostro, iluminando sus extraños ojos; ella sí que parecía feliz con la idea de vivir en este nuevo mundo.

—¡Hey! —susurró Osamu, sorprendido— ¡Que bonitas manchas en los ojos! —Le dijo a Vale, observándola con atención—. Se parecen a las manchas de Liam... —Guardó silencio, atando clavos en su mente—, y a las del chamán.

—Se llaman fragmentos de alma —agregó el chamán desde lejos, caminando hacia ellos, pero mirando al pueblo—. Son las bendiciones de nuestros dioses, magia, única para cada uno, con un significado que solo su portador debería conocer... aunque pocos respetan eso.

—¿¡Tenemos magias!? —preguntó Liam, sonriendo levemente—. Eso vuelve más fácil mi camino de vuelta, ¿no?

—¿Yo también lo tengo? —preguntó Osamu en un susurro, mirando a Liam.

Este lo observó directamente a los ojos, notando la mancha naranja en el iris. Era como un triángulo en el iris, parecido al corte de un pedazo de pizza. Sonrió con satisfacción, asintiendo con orgullo.

—¿Tengo super poderes? —susurró Vale, mirando sus manos y cerrando sus puños varias veces con fuerza, sonriendo ampliamente.

El chamán los observó intrigado. No era la reacción que esperaba, ya que tenía entendido que en ese mundo de donde venían no existían cosas como los fragmentos de alma. Lo habían aceptado como si fuera de lo más común... a menos que sí lo fuera.

—¿En su mundo hay magia? —preguntó el chamán con cautela.

—Obvio no —respondió Vale al instante.

—Sí y no —agregó Liam—, depende de que llames magia.

Osamu iba a contradecirlo, pero luego entendió a qué se refería.

—Cierto —dijo Osamu, bajo la incrédula mirada de Vale—, tenemos algo parecido, aunque le llamamos tecnología.

—¿Tecnología? ¿Y qué habilidades les da la tecnología?

—Muchas cosas diferentes de hecho —respondió Liam, poniéndose de pie, sacándole una cabeza de altura al chaman—. Por ejemplo: podemos hablar inmediatamente con personas que están al otro lado del mundo, como si estuvieran al lado.

El rostro del chamán demostraba clara sorpresa, pensando en lo útil que era esa magia llamada tecnología.

—Podemos volar por los cielos —continuó Liam, apuntando al planeta gaseoso—, cientos de personas al mismo tiempo. Navegar por los fondos de los océanos sin tener que aguantar la respiración, viajar a las estrellas sin morir.

—O destruir ciudades enteras con solo dar una orden —interrumpió Vale—, en cuestión de un parpadeo, incinerar y destruirlo todo a cientos de kilómetros a la redonda.

La mirada del chamán se llenó de sombras. Ningún fragmento de alma tenía ese nivel de poder, solo los iluminados o los caídos serían capaces de algo como eso. Tecnología, esa magia era peligrosa.

—¿Y vinieron con esa magia?

—De echo veníamos en una —continuó Vale—, ese objeto masivo de allá atrás en el que nos encontraste, eso era parte de un avión.

—Si, pero ese tema no interesa ahora —interrumpió Osamu—. ¿Cómo funcionan estos fragmentos de alma? —Se señaló los ojos.

El chamán parpadeó varias veces, confundido con el brusco cambio de tema... tenía que averiguar más sobre esa peligrosa magia llamada tecnología. Su mundo entero estaría en peligro si era verdad que podían destruir ciudades enteras con solo una orden... magia como esa debía tener grandes costes y limitaciones, pero eso no le quitaba lo peligroso. Decidió dejar el tema para después.

—Es diferente para cada persona en este mundo, no hay dos magias iguales —respondió el chamán, mirando con ternura hacia el pueblo—, hay parecidas, pero no iguales, así que no sé cómo funcionaran sus magias con exactitud... pero tengo una idea. Los fragmentos de alma se vinculan con un objeto, otorgándole un significado, lo que les da todo el poder. Ustedes recibieron la bendición de parte de nuestros dioses, pero sin objeto vinculado, así que la magia de ustedes está técnicamente incompleta.

—¿Incompleta? —reclamó Vale—. ¿Cómo conseguimos el objeto?

Unas campanadas se escucharon en el pueblo e inmediatamente varios niños salieron de sus casas, corriendo en dirección al puerto, riendo y jugando. El chamán se acercó a Liam y lo observó a los ojos, repitió el proceso con Osamu y Vale, el chamán quedó sorprendido al ver a esta última, a quien le sonrió con compasión.

—No estoy seguro si podrán conseguir sus objetos o no, pero si puedo decirles algo, Osamu y Liam tienen un fragmento de alma, o sea, una magia... y Vale tiene dos fragmentos de alma, es algo que pocas personas tienen. No sé qué magias les fue otorgada, pero si alguien puede ayudarles con eso, es el hombre que viene en aquel barco —Señaló al horizonte, donde se divisaba las pequeñas figuras de dos barcos—. El héroe de la humanidad, Abriel.

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