Yo te cuido
Él no se percata de la puerta que se abre lentamente, tampoco escucha los pasos que se arrastran hasta la cama, hacia donde se encuentra tumbado de costado mientras se deja llevar por el mundo de sus sueños entre las penumbras de la noche.
—Aries— el susurro del pelinegro es demasiado bajito para que le escuché el mencionado que solo se remueve en su sitio—. Aries.
El pelirrojo se queja y suspira a la vez, tallandose los párpados conforme despierta lentamente. Cuando está por preguntar a la sombra, que indudablemente es Sagitario, éste se encoge sutilmente en su sitio como niño pequeño.
—Me gomite.
La luz de noche es encendida cuando el mayor estira la mano para alcanzar el interruptor que cuelga de la cómoda. Sus ojos entrecerrados, doliendo horriblemente por el cambio de iluminación, observan al menor que yace parado frente a su cama, descalzo, en ropa interior y con el torso claramente sucio de algo viscoso, granulado y de color desagradable. Medio dormido y molesto, claramente ocultando su angustia, el carnero se levanta de la cama a la par que se friega los nudillos contra los párpados.
—Ve a lavarte al baño— ordena el mayor con voz cansina y lenta.
Sagitario obedece y él se retira del cuarto para dirigirse al del primero, encontrando la sábana superior sucia con vómito maloliente cuando enciende las luces. Suspirando y bostezando, Aries toma lo manchado y lo lleva consigo hasta el patio trasero, erizandose sus vellos cuando siente el frío de la madrugada golpear contra su cuerpo. Extiende la manta sobre el fregadero y vierte agua en donde se ha quedado la plasta de bilis y comida mal digerida, logrando que ésta se disperse y se vaya por el desagüe. Aries coloca la sábana en una cubeta que llena con jabón de ropa y agua hasta el tope, esperando que eso ayude a quitar la mancha después, cuando use la lavadora.
Luego de dejar remojando la tela, se devuelve al interior de la casa y sube las escaleras hasta su cuarto donde Sagitario se encuentra esperándolo, sentado en el borde de la cama. El mayor, rascándose la cabeza con agotamiento, se dirige al baño de dónde extrae un botiquín con medicamentos y del cual toma algo para el malestar del menor.
—Ten— le indica una vez se planta frente a Sagitario—. Te dio indigestión, ¿verdad?
—Sí...
—Sé más cuidadoso— el menor traga la pastilla con facilidad—. Anda, acuéstate.
Sagitario rápidamente rueda sobre el colchón hasta quedar en el lado menos preferido de Aries, cubriéndose con las suaves y calentitas mantas hasta el cuello. El pelirrojo se recuesta como estaba anteriormente, apagando la luz poco después y esperando paciente que los Dioses sean piadosos y le dejen caer dormido con rapidez.
...
Le duele demasiado. Anteriormente lo ha logrado ignorar, pero el malestar es tanto que ya no puede tolerarlo, siendo así que se llena de desesperación y frustración.
Mueve la cabeza en todas las direcciones posibles y se soba suavemente para tratar de mejorar la situación, cosa que no pasa. Lleno de dolor y preocupación, se levanta de su asiento frente al escritorio que se halla repleto de papales y demás, y se dirige prontamente al cuarto del mayor. Al abrir la puerta se topa con que el peliverde yace sentado en la cama, leyendo un manga que seguramente Piscis le ha prestado y que deja de lado en cuanto lo escucha entrar. No pasa ni un segundo para que Tauro note el malestar impreso en las facciones de Capricornio que se le acerca cual niño tímido y acomplejado.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien?— pregunta de inmediato el mayor, sentando al castaño junto a él.
—Me duele...— musita Capricornio, señalándose el cuello y con los ojos brillando por lágrimas—. No puedo moverlo.
Suspirando con preocupación, Tauro le pide que espere ahí antes de dirigirse al baño y volver con una pastillita en manos. El castaño rápidamente la identifica como un calmante y un analgésico antes de llevárselo a la boca y tragarlo. Luego, siente las manos grandes y gentiles del toro posarse sobre su cuello y hombros para comenzar a masajear los músculos tensos que solo causan molestias.
—¿Cuánto has dormido?— pregunta el más grande.
—Dos horas.
—¿Desde hace cuántos días?
—Desde el Lunes.
Tauro vuelve a suspirar con angustia pues ya es jueves y sabe que el menor no puede seguir así, a merced del estrés y el insomnio que le aquejan usualmente.
—Por el Olimpo, Capri— dice con voz suave sin detener los masajes—. Tienes que descansar. Ve cómo estás.
El menor se friega los párpados con las manos de manera cansina, ahuyentando las lagrimitas que escocen en sus retinas. Siente los dolorosos movimientos que el toro hace sobre sus músculos que se quejan y se resienten por la falta de descanso y exceso de estrés. El masaje comienza siendo casi insoportable, hasta que el malestar poco a poco desaparece para dejar paso al alivio.
—¿Tienes mucho trabajo?— pregunta el signo de ojos chocolate.
—Ya no...
—Bien. Entonces toma una siesta.
—No puedo.
Tauro suelta un largo suspiro para, posteriormente, colocarle una mano sobre el pecho, encima de dónde se supone se encuentra el corazón, notando como éste late de manera desbocada y enloquecida. Además, ve lo rápido que el menor está respirando para ir a la par de la exigencia de oxígeno.
—Vas a dormir conmigo.
En otra ocasión el castaño se habría negado, pero ahora no. De verdad necesita relajarse y si eso implica que deba comportarse como un niñito mimado, pues que así sea.
Luego de unos minutos, Tauro se sienta en la cama, acomodándose, antes de indicarle al menor que se recueste en su regazo como suele ser costumbre. Capricornio acurruca su cuerpo y descansa su perfil contra los muslos robustos del mayor, sintiendo como éste le pasa una manta aterciopelada sobre su cuerpo para evitar que pase frío a pesar de la agradable temperatura que hace.
El mayor le pasa los dedos por sus cabellos castaños, acariciandolos lentamente y con cariño, sumiendolo en un sueño agradable que hasta hace unos instantes le parecía una idea imposible
En algún punto se despierta y se remueve, dándose cuenta de que Tauro se concentra en leer de manera pacífica el manga prestado. Sin embargo, los ojos chocolate se clavan en los propios y le sonríe de manera fraternal antes de darle unas palmaditas suaves en el hombro, viendo que el menor opta por volver a dormir.
Aún con la mueca de cariño en el rostro, Tauro observa el dormitar tranquilo del menor, viéndolo, a pesar de todo, como su fuese un crío, como la pequeña cabrita que iba a resguardarse con él cuando tenía una pesadilla o no soportaba la espantosa oscuridad de su habitación durante la noche. Obviamente ya no es un niñito, sino que es un adulto decente, de altura al menos del promedio, de facciones maduras y serias, de razonamiento impresionante y profundo, pero el toro no puede evitar percibirlo como una criatura indefensa y chiquita.
Quizás simplemente tiene un amor fraternal descomunal hacia sus hermanitos.
...
Estaban paseando alrededor del claro dónde su casa se encontraba. Su madre se los había permitido, pidiéndoles estrictamente que no se alejaran demasiado. No querían hacerla enfadar así que se apagaron a la regla y vagaron por el bordesillo del bosque en busca de algo que satisfaciera su curiosidad.
Acuario no demoró en tomar un caracolillo que se deslizaba por una roca lentamente como si tuviera todo el tiempo del mundo y lo observó, haciendo un puchero cuando el bichito se escondió en su caparazón. Libra iba junto a él y se asqueó de inmediato cuando éste le mostró aquella cosa babeante. Géminis apareció para parar al menor de los tres en cuanto escuchó los chillidos de la niña y las risitas del peliplateado.
—No la molestes— pidió el rubio con una sonrisa pequeña mientras el menor reía todavía y se giraba a ver al caracolillo.
—Pero no hacen nada.
—¡Son feos y sucios!
—Son chistosos— defendió el menor, dejando al animal donde lo había encontrado y tomando la manita de su hermano para retomar su marcha.
Libra se apresuró y rodeó el brazo contrario del rubio para ir los tres a la par; en ese entonces Géminis era el más alto de los tres por unos poquitos centímetros.
En su viajecito encontraron un hormiguero que evitaron a toda costa porque eran bichitos rojos y Amaryltis les había dicho que no los molestarán si no querían que los mordieran. También se toparon con un par de avecitas que caminaban de manera curiosa y que se escondieron debajo de un tronco. Libra se asombraba más por las flores o similar, anhelando quizás toparse con un conejito o ardilla. A medio día sus estómagos empezaron a sentirse molestos y los tres entendieron que tenían hambre.
Se separaron y buscaron un arbusto con frutos rojos, o algunas manzanas colgando de árboles o incluso naranjas, pero ahí en el borde no había mucho que ver.
Géminis pateó una piña seca que rodó por el suelo justo cuando escuchó la vocecita de Acuario llamarle. Fue pronto al encuentro de sus hermanos que estaban debajo de un árbol; la rubia miraba como el menor de los tres se estiraba tanto como podía y trataba de picar una cosa extraña que colgaba con una rama que había encontrado por el piso.
—¿Podemos comerlo?— preguntó la única fémina, girándose al rubio que se acercó hasta ella.
—Parece una fruta— comentó Acuario en un quejido, parándose de puntitas—. Pero nunca vi una así.
—¡Parece una piña!
—¿Una piña?
—Bueno... No tanto... Quizás es como una patata. ¡Ah, me gustan las patatas dulces! ¡Mamá podría hornearla para nosotros!
—Si puedo alcanzarla...
Géminis entrecerró los ojos y enfocó mejor aquel objeto desconocido. Ya lo había visto antes, probablemente en un libro, pero no recordaba qué era exactamente. ¿Las patatas crecían en los árboles? Miró alrededor. ¿Por qué solo había una en todo el árbol? Volvió a enfocarse en aquella papa extraña y notó una abertura peculiar; definitivamente no era una mancha.
Entonces recordó que Capricornio le había explicado lo que era aquello. Corrió hacia Acuario, pidiéndole que parara, pero éste ya había logrado golpear la patata con el palo que sostenía, demasiado fuerte al punto de que se escuchó como una sonaja.
El menor miró extrañado un segundo a su hermano hasta que un zumbido llamó la atención de los tres que miraron emerger de aquel bulto un montón de abejas. Libra no demoró en chillar con horror cuando vio que aquel mar de insectos se acercaban.
—¡Vámonos, vámonos!— les indicó el rubio, empujando al par para que empezaran a correr hacia la casa donde estarían a salvo.
Acuario no entendía del todo qué pasaba, pero con ver la reacción de Géminis fue suficiente para tomar de la mano a Libra y marcharse veloz. Ninguno era muy bueno corriendo, sin embargo, en esa ocasión el rubio había sacado un talento para escapar que desconocía; iba detrás del par, empujándolo por la espalda para que no se detuvieran y mantuvieran el paso apresurado. Esperaba que pudieran llegar a su casa porque el número de abejas que les perseguían era impresionante.
Podía escuchar las alas de los insectos moverse a solo centímetros de él y eso solo ocasionaba que se desespera aún más. Llegaron a la puerta que Acuario se encargó de abrir y tanto él como la rubia entraron a la cocina, girándose para ver cómo Géminis se metía de último, quejándose de dolor por los aguijones de algunas abejas que lograron clavarse en su suave piel. Cerró la puerta pronto, escuchando a los animalitos fuera que zumbaban con enojo. Amaryltis apareció al notar el escándalo y se angustió al ver que sus hijos se habían quedado sin aire de repente.
Libra se acercó a su madre y le abrazó por la cadera mientras que Acuario le señalaba al rubio y le decía que había sido pinchado por abejas. Géminis siseaba viendo el aguijón que traía clavado en un brazo, muy cerca del codo, y que empezaba a hincharse.
—Me duele— se quejó cuando la mujer se acuclilló frente a él.
—Por supuesto que lo hace. Te sanaré y estarás bien, ¿de acuerdo?— Géminis asintió y Amaryltis miró a los otros dos con cuidado—. ¿Ustedes están bien? ¿Les duele algo? ¿Les picaron?
—Estamos bien— dijo Libra y el peliplateado afirmó con un sonidito curioso mientras se aferraba a la mano de ella—. Lo sentimos.
—¿Géminis se va a morir?— preguntó el chiquito con ojos llorosos.
—No— sonrió su madre, tomando en brazos al aludido que seguía quejándose por las picaduras—. Estará como nuevo luego de que me encargue de todo. No se preocupen.
El rubio se acurrucó contra su madre que se dirigió a uno de los cuartos, pasando junto a la rubia y el peliplateado a quienes les brindó un par de caricias en sus suaves melenas.
...
Estaba detrás del mostrador arreglando unos papeles cuando una joven de cabello largo y de todas las tonalidades de azul apareció frente a éste, claramente angustiada y con la respiración entrecortada. Ella procedió a llevar a cabo su protocolo de trabajo e indagó en qué podía servirle.
—Mi hermana se me ha perdido— decía ella, tratando de no alterarse demasiado—. ¿Podría anunciarla por favor?
La trabajadora aceptó sin dudar; tomó el micrófono que se conectaba a los altavoces de la enorme tienda departamental y preguntó a la chica de ojos claros las características de su hermana, además de su nombre. Sexo femenino, estatura baja, cabello índigo y ojos aquamarina, vestida con unos pantalones blancos y una blusa rosa, de nombre Emma.
Repitió el anuncio dos veces y a los pocos segundos apareció el encargado de departamento de carnes frías con una muchacha que cumplía todas las características. De inmediato, en cuanto ambas se vieron, se lanzaron contra la otra y se abrazaron con fuerza; la verdad es que la trabajadora había esperado a una niña, pero quién era ella para juzgar.
—Te voy a comprar una correa de niño — le decía Cáncer a Piscis, ocasionando que ambas rieran en medio del abrazo.
—Lo siento.
—Está bien. Pero no te distraigas cuando estemos fuera y no te separes de mí. Tienes un muy mal sentido de la orientación.
—Está bien. Es que quería ir a ver los dulces.
—Me hubieras dicho e íbamos las dos.
—No volverá a pasar.
—Eso espero.
Agradeció a la trabajadora su servicio y se disculpó con el joven que llevó a Piscis hasta allá. Finalmente, entrelazaron sus brazos y se marcharon de ahí mientras Cáncer seguía reprendiendo a la menor. Que se le sale el corazón cada vez que Piscis desaparece en algún sitio y no es que suceda muy pocas veces.
Hola~ qué tal sus fiestas? Espero que bien uvu 💙 pues nada, muchas gracias por otro año más apoyando esta cochinada, se aprecia de verdad. Y, ¿qué más? Ah, sí. Dado a ciertos problemas con la plataforma me hice unas cuentas más en otros sitio como FanFiction y Ao3 y Sweek, no voy a dejar de subir aquí, pero por si acaso en Sweek voy a subir todos los trabajos de por acá. Y, eso, para avisarles.
Espero tengan un buen año 💙
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