What?

Habían llegado a el hogar de la casa agua porque Kaia estaba ocupada cuidando de sus hijos enfermos y no podía encargarse de alimentar a los suyos, además de que no quería que se contagiaran. Pensó, en su momento, en ir con Amaryltis, pero descartó la idea por una excusa tonta y barata que él mismo se había creado.

Leo y Escorpio estaban hablando mientras el primero observaba un escorpión negro que el menor traía en las manos. Sagitario rápidamente se había pegado poco después, preguntando mil y un cosas acerca del bichito. Cáncer y Piscis estaban saludando a Aries que, un poco acongojado, les respondió el gesto antes de iniciar una infantil conversación.

Él, en cambio, miró a Moses que los había recibido a la puerta de su casa y que volvía a su sitio en la cocina para continuar con sus labores.

Los menores, luego de unos instantes, se marcharon de ahí para no estorbar en lo que estaba la comida y para jugar un ratito más antes de tener que ir a lavarse las manos. Alcander vio las pequeñas cabecitas desaparecer por el umbral de la puerta y suspiró largamente, recargando su cuerpo contra la encimera de madera.

—¿Necesitas ayuda?— preguntó, cruzándose de brazos y sin mirar al pelinegro.

—No quiero que quemes la casa, pero gracias.

—Ugh. No, la verdad, gracias a ti. No quería tener que aguantar las quejas de los mocosos por mi comida. 

—¿No se supone que Kaia siempre te deja alimentos para toda la semana?— preguntó Moses, logrando que el pelirrojo girara para mirar su perfil en lo que lavaba unos vegetales.

—Leo y Sagitario están empezando a comer como si fueran cinco personas. Y Aries no se queda muy atrás.

—Tú también comes bastante.

—Sí... El punto es que podría racionar lo que me da, pero, ¿qué? ¿Dejo con hambre a los críos esos?

—Uhm...— musitó el más bajo, echándole un vistazo a la par que llevaba el cuenco de verduras a otra parte de la encimera—. Ya veo por qué estás más delgado últimamente.

—¿Ah?

—No estás comiendo, ¿verdad? Le estás dando tu parte a tus hijos.

—Y, ¿qué si es así?

Moses negó con la cabeza, cortando en pedacitos las verduras para mezclarlas con trozos de carne y hacer así una ensalada. Luego, volvió a inspeccionar al más alto, acercándose para tomar con sus dos manos la cintura de éste y ganándose una mirada llena de sorpresa y reproche que ignoró por completo. Volvió a menear la cabeza en negación.

—Siempre has sido más delgado que yo— dijo, dejando de mirar sus manos y fijándose en los ojos amarillos del otro—. Pero ahora casi hasta puedo tocar mis dedos entre sí.

—Estás exagerando, estrellita de mar— contestó Alcander, sonriendo cuando el aludido le hizo una mueca de enojo por el apodo a la par que lo soltaba.

—No me digas así. Y no exagero. De verdad estás muy flaco, Alcander.

—Ay, por los Dioses, estrellita...

—Que no me llames así— le reclamó, cruzando sus brazos, frunciendo el entrecejo y enrojeciendo sus mejillas por el enojo; ah, se veía encantador—. Hablo en serio, Alcander. Necesitas comer, aunque sea una fruta.

—Ya lo sé.

—¿Sí? Entonces, ¿qué has comido hoy antes de venir?

—Agua.

—Eres un cabrón— se jactó Moses, tallandose la frente para no enojarse aún más—. Entiendo tu deseo de velar por el bienestar de tus hijos, pero no seas indulgente contigo mismo.

—Lo dices cómo si te preocuparas por mí.

—Pues sí. Lo hago—sentenció, mirando nuevamente a los ojos amarillos del contrario—. ¿Algún problema?

Alcander soltó un par de risas, divertido de ver a Moses con cara de fastidio en esas facciones tan angelicales y taciturnas.

—¿De qué te ríes? — el más alto continuó, contagiando un poquito al pelinegro que, ya menos enojado, le empujó suavemente del hombro—. Estoy siendo serio, Al. Tienes que cuidarte.

—No soy un niño. Sé lo que hago— sonrió de lado el pelirrojo.

—Ah, pues no parece. Sigues actuando como uno.

—¿Qué no te gusta cuidar a los niños?

—Tú ya eres un viejo, inmaduro, pero viejo, así que no cuentas. ¿Yo por qué tendría que encargarme de ti, Al?

Alcander se encogió de hombros, sin saber bien qué responder, y se quitó el cabello que amenazaba con caerle en la cara.

—¿Has acabado con la comida?— preguntó, fijándose que en los cabellos negros y corales del contrario había atrapado un pedacito de lechuga, aunque desconocía como había llegado ahí, y se la quitó desganadamente.

—Mh. Sí. Espero que sea suficiente. A diferencia de tus hijos, los míos...

Observó cómo los ojitos profundos de Moses adquirían un brillo deslumbrante y una sonrisa enorme surcaba su rostro en cuanto comenzó a relatar cosas que se relacionaban con sus hijos. Se le veía claramente feliz y emocionado, y Alcander entendía que estar con su familia y cuidar de ella era lo que él amaba. Seguro que Moses era un buen padre, a lo mejor cometía algunos errores, pero era de entender pues la paternidad no venía con manual. El pelirrojo permaneció en silencio, escuchando todo lo que el otro tenía para decir, inclinando de vez en cuando su cabeza de un lado al otro y sonriendo en algunas ocasiones.

Le producía alegría ver la felicidad genuina de Moses.

—Ah, debería llamar a los niños— recordó el pelinegro, dándose media vuelta hacia la entrada de la cocina—. ¡Ya vengan a comer! ¡No olviden lavarse las manos!

Escuchó las voces en conjunto de los signos, seguido de pasos a la lejanía. Sonrió al pensar que la casa estaba muy animada con los infantes y se devolvió a Alcander para decirle algo al respecto, sorprendiendose en el acto cuando éste le besó apenas por unos instantes.

—¡Comida!— exclamó Sagitario en cuanto apareció por el umbral de la puerta, pocos segundos después de que su tutor rompiera el ósculo con el tutor de los agua—. ¡Tengo hambre!

—¿Ya te has lavado las manos?— indagó Alcander, acercándose al pelinegro que asintió con convicción—. Muéstrame.

—¡Ya no tengo seis años!

—Me importa un bledo, muéstrame las manos, Sagitario.

El menor bufó sonoramente, extendiendo sus manos frente a los ojos brillantes del mayor que las inspeccionó por arriba y abajo, confirmando lo que él decía. Al rato llegaron los demás signos; Aries y Leo igualmente fueron interrogados por Alcander mientras que los dos mayores de los signos agua se sentaron a la mesa y la menor se acercó a su tutor que, con ojos atentos, observaba al pelirrojo de irices amarillos.

—¿Hay postre?— preguntó Piscis.

—Sí— aseguró Moses, frunciendo las cejas con confusión un segundo antes de salir de su estupefacción y mirarla—. Sí. Pero primero lo sano, ya luego comerán la tarta que les hice.

—La volviste a esconder, ¿verdad?

—Era eso o dejar que se la acabaran antes de tiempo—sonrió, viendo que ella hacía un mohín—. Vamos, sabemos que no puedo dejar nada dulce a la vista porque los tres se lo terminan en un segundo. Anda, siéntate.

La pececita obedeció, acomodándose en su sitio predilecto en medio de Escorpio y Cáncer. Los fuego le imitaron a excepción del tutor que, luego de regañar a Sagitario por estar molestando a Leo, se acercó a la encimera donde la comida esperaba para ser servida. Con el plato en manos, cuando se dio la vuelta su mirada se encontró con la interesada de Moses, así que se detuvo por completo y arrugó las cejas con duda.

—¿Qué?— indagó, demasiado brusco.

—Nada— negó, con una voz sumamente suave y bajita, pronto yendo a una de las puertas superiores para tomar algunos platos.

Alcander le miró con una ceja alzada, de una manera que podría resultar seductora para muchos, y se encogió de hombros para acercarse a la mesa y dejar lo que llevaba en manos. Ignoró por completo el hecho de que había dejado pasmado a Moses y con el corazón palpitando a una velocidad alarmante.

¿Qué había sido eso?

Este, pues no es mucho (´-﹏-';) pero quise escribir algo así. Espero que les guste 😢 💙

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