Variedades
Eran alrededor de las tres de la mañana cuando escuchó la puerta de la habitación abrirse. Aquel ruido fue suficiente para despertar; entre la penumbra de la noche alzó poquito los párpados y alcanzó a vislumbrar una figura esbelta y tambaleante bajo el umbral de la puerta que comenzó a acercarse con pesadez hasta la cama. Oyó la puerta cerrarse con demasiada fuerza para ser esas horas, pero estaba aún muy dormida aún como para preocuparse por eso.
La figura se trepó a la cama con torpeza y Acuario, inconscientemente, levantó las mantas a la vez que dejaba un espacio libre. A su nariz llegó el olor de alcohol que le provocó cierto asco. Leo no se acomodó junto a la signo aire, sino que lo hizo sobre ella, cayendo encima de su cuerpo sin mucho cuidado y abrazándose prontamente a su cintura.
La menor se quejó suavemente y colocó una mano sobre los cabellos rizados y naranjas que acarició sin mucha precaución. Descubrió el rostro de la mayor y trató de mirarla, sin mucho éxito por la oscuridad de la noche y porque ésta había escondido el rostro en la curva de su cuello.
—Acuario...— la voz de la signo fuego sonaba espesa y arrastraba la lengua con cada palabra.
—¿Mh?
—Acuario.
—Dime.
La pelinaranja se movió a la par que soltaba un suspiro largo y tranquilo. Balbuceó algo que Acuario no logró entender. Al pensar que era la posición, la chica de platinos cabellos trató de enfrentar su rostro con el de la contraria.
—¿Leo? ¿Qué pasa?
—Uhm...— masculló algo entre dientes—. Solo... Ah... Mi cabeza... Solo me gusta decir tu nombre...
Carcajeó por lo bajo, sintiendo el calor corporal de Leo que parecía un gatito acurrucado.
—Por Zeus, estás ebria— Acuario afirmó—. ¿Fue una fiesta movida?
—Mh. Mucha gente...
Acuario volvió a reír y, poco después, se dio cuenta de que la mayor aún tenía puesta la ropa con la que se había ido.
—Tienes que quitarte el vestido— dijo la signo aire, apartándose de la contraria para ponerse en pie; Leo se incorporó torpemente sobre la cama—. Es muy incómodo dormir con algo tan elegante.
Con los ojos entrecerrados, aún brillando a pesar de la oscuridad de la noche, la signo fuego alzó los brazos en dirección a su novia como si se tratara de una niña pequeña. Luego de soltar un suspiro, Acuario la ayudó a ponerse de pie y colocó los brazos bronceados alrededor de sus hombros para que se sostuviera de éstos. A tientas, tomó el cierre del vestido negro y ajustado, y lo bajó desde los omóplatos hasta la espalda bajo para proceder a deslizar la prenda por el las piernas de la mayor. Dejó a Leo sobre la cama y fue al armario donde tomó un gancho de ropa que uso para colgar el vestido y evitar así que éste se arrugara; su novia la mataría si eso pasara.
Tras eso, Acuario extrajo un poco de algodón y desmaquillante de su tocador. Alzó el rostro de la pelinaranja con cuidado y limpió gentilmente el maquillaje que había en éste, depositando, después, lo usado en el cesto de basura. Finalmente, recostó a Leo y se acomodó junto a ella que, inmediatamente, se abrazó a su abdomen y resguardó su rostro contra sus blancas clavículas a la par que enredaba sus piernas contra las de la adversa. La signo aire sonrió, sintiendo la piel aún más caliente de la mayor, y comenzó a acariciar distraídamente la espalda bronceada de manera vertical mientras esperaba a que alguna de las dos cayera dormida.
***
Tauro había avisado al resto de los signos que esa noche la pasaría en casa de una buena amiga suya. Llevó consigo todo lo necesario, ropa para dormir, cepillo de dientes, peine para el cabello, ropa extra por si las dudas, etc. Eso se debía a que la chica vivía con una compañera de piso que se había marchado durante el fin de semana a su ciudad de origen por problemas familiares y no quería quedarse sola. Por supuesto, su primera opción fue decirle a su novio, pero rechazó la idea puesto que sabía que las cosas entre ambos se intensificarían y le parecía una falta de respeto para el piso que compartía con su amiga, decidió entonces que Tauro era el mejor candidato de entre sus demás amigos.
El signo tierra era dulce, cuidadoso y para nada le haría algo en contra de su voluntad. Por supuesto que el peliverde aceptó ayudarle, sobre todo si eso significaba que ella se sentiría segura y cómoda. No quería sonar paranoico, pero es que existe gente en este mundo con malas intenciones y que se aprovechan de quienes consideran más débiles y frágiles. A lo mejor no era la mejor protección, aunque haría lo posible por serlo.
Llegó y la muchacha lo recibió con una sonrisa, una disculpa y un agradecimiento. Lo dejó pasar y le aseguró que podía sentirse como en su casa. Depositó sus pertenencias junto al sofá de la sala y, tras hablar un rato de nimiedades, acordaron pedir algo de comida rápida para pasar una noche agradable viendo películas y haciendo cosas similares al skin care. Incluso podían ponerse al corriente con algunos chismes.
Cuando la comida llegó en sus paquetes coloridos y despidiendo un aroma delicioso, descansando sobre la mesa de centro de la sala mientras Tauro buscaba algo que ver en el televisor que mostraba una plataforma de series y películas, la chica tomó una foto de todo y, luego de poner una descripción sencilla, la publicó en sus redes sociales. Poco demoraron en elegir una película de comedia romántica, y se sentaron en el sofá donde se dispusieron a comenzar a llenar sus estómagos con la comida alta en grasas.
Luego de unos 15 o 20 minutos, el timbre de la puerta sonó repetidas veces, con una insistencia que alarmó y molestó un poco a la joven quién se levantó a atender. Al otro lado de la puerta estaba un joven, debía medir uno o dos centímetros más que Tauro, aunque era bastante delgado.
—¿Qué pasa?— preguntó ella al ver la cara de pocos amigos que tenía el muchacho.
El peliverde se alzó del sofá y se aproximó lentamente hasta ellos.
—¿Qué pasa aquí?— reformuló la pregunta el recién llegado; Tauro inmediatamente supo que era de esos chicos celosos en demasía—. Explícame rápido.
Se introdujo al recinto y la muchacha no hizo más que arrugar el cejó, cerrar la puerta y mirar a su novio que estaba realmente enojado y a la defensiva. El sujeto, entonces, comenzó a reclamar la presencia del signo tierra y la chica, obviamente, no se quedó sin decir nada. Así fue como Tauro vio a ambos discutir cada vez con mayor ímpetu al punto de que empezaron a gritarse. No sabía si intervenir y ayudar a esclarecer las cosas por su amiga, o si debía continuar callado. Ah, mierda, ¿qué haría si el chico quería golpearlo?
—Ahm— musitó y ambos le miraron—. Si sirve de algo, la verdad es que soy gay.
El muchacho se mostró asombrado y quedó enmudecido durante un rato en el que la chica le recriminó su actitud.
—¡Pero nunca dejas que te explique nada! Es solo un amigo, le pedí de favor que se quedara y claramente no te puedo engañar con él. ¡Porque es gay!
—¿Ah, sí? Podría estarte mintiendo.
—¿Teo? ¡Por favor! No sabes qué tonterías dices.
Discutieron un poco más, ya entonces bajando el volumen de la pelea hasta que, finalmente, el chico se disculpó con ambos. Tauro trató de restarle importancia y buscó calmar con palabras bonitas a la chica que parecía agotada por la confrontación. La joven se frotó la frente y se marchó a la cocina por un vaso con agua, aprovechando de tomar un momento para ella y respirar.
Conteniendo un suspiro, el de orbes chocolate miró al contrario que parecía examinarlo de pies a cabeza con los brazos cruzados, e hizo amago de hablar solo por cortesía y amainar aún más el aire hostil que entre ellos se había quedado, pero el contrario se le adelantó.
—Así que... ¿Gay?
—Mh, sí— sonrió tímidamente—. Así es.
—¿Desde cuándo?
—Bueno. Desde siempre.
—Entonces, ¿nunca has tenido novia?— Tauro negó—. ¿Novios?
—Oh, solo uno. Hace mucho tiempo ya.
No sabía porqué, pero las preguntas y la forma en que eran hechas le hacían sentir cierta incomodidad y desconfianza al otro, por supuesto que no quería ser grosero ni nada así que optó por ver si solo era una paranoia suya sin fundamentos.
—Mh— alargó el contrario, pensativo, y procedió a sonreír de un lado—. Eres guapo. Creí que serías más popular.
—Gracias, pero creo que soy bastante simplón.
—Qué humilde y modesto—exhaló—. Ahora que estás soltero, ¿no buscas alguna relación?
—No, yo...
—Podrías conseguir una informal. Ya sabes. Solo para matar el rato—Tauro parpadeó y sus instintos le indicaban cuál era el camino que la conversación estaba tomando; tenía que calmarse, a lo mejor no era nada, era el novio de su amiga después de todo—. Puedo ayudarte con eso.
—A... ¿A conseguir pareja o un amigo con derechos?
El otro muchacho rió con algo de sorna.
—A matar el rato— el peliverde estaba impactado y su rostro expresaba completa incredulidad—. Talía no se tiene que enterar.
Por dentro, Tauro estaba en pánico total. ¿Qué iba a hacer? ¡¿Qué iba a hacer?! Justo en ese momento, la joven volvió más tranquila y habló con su novio de cosas que no fueron escuchadas por el signo tierra que estaba en una espiral de nerviosismo e inseguridad. De pronto se fijó que el muchacho se había marchado, supuso que al baño o algo así, y tomó a su amiga de ambas manos, temblando y con el estómago hecho un nudo. La joven le miró con duda y preocupación pues no parecía estar en un buen estado.
—Es...— ¿Cómo podía decírselo sin ser tan insensible? Se sentía culpable—. Lo siento mucho, de verdad lo siento. No debería meterme en su relación, pero...
Era muy difícil, de verdad, pero no le parecía correcto quedarse callado y dejar que el petulante impotente que tenía por novio le viera la cara de idiota, porque ella era agradable y virtuosa; no se merecía algo así. Le explicó la situación, mirándole directo a los ojos en todo momento y sintiendo ganas de llorar cuando vio que la chica palideció y su corazón se rompió.
—¿De verdad?— preguntó ella y él asintió.
Sabía que él no mentiría con cosas así de importantes y al ver lo tembloroso que estaba sabía también que era una situación incómoda y desagradable que hubiera preferido ahorrarse.
Lo que pasó después fue que, al salir el chico del baño, ambos se pusieron a pelear nuevamente y Tauro tuvo que aguantarse todo sin replicar, porque sentía que era lo menos que podía hacer al ocasionar todo eso. Su amiga mandó al carajo a su, ya entonces, ex novio y lo sacó de la casa a empujones, diciéndole que no quería volver a verlo jamás. Cuando la puerta se cerró con estrépito, la joven, jadeando y temblando, se echó a llorar de manera inconsolable y Tauro, dudoso, se le acercó y la abrazó con fuerza y protección, guardando completo silencio porque sabía que lo que dijera era inservible e innecesario. La acurrucó contra él incluso cuando se devolvieron al sofá, cuando se calmó y dejó de llorar, cuando terminaron con toda la comida y se pusieron a ver películas animadas para mejorar el ánimo, incluso cuando ella se quedó dormida entrada la noche, aún aferrada a él. Porque Tauro es un amigo que te apoya sin dudar y que vela por tu felicidad.
Imaginen que Tauro te dé un abrazo así de oso. Uf, the dream. Podría morir en paz 😍
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