¡Tu culpa! pt.3

Luego de un largo y cansado día de trabajo, Acuario deseaba inmensamente, de forma casi irracional, ir a su cama y dormir. Abrió la puerta de la habitación y se acercó arrastrando los pies. Finalmente, se tumbó en el colchón como si fuese peso muerto y se cubrió con las mantas hasta el cuello. Acomodó su cuerpo y la almohada se moldeaba a la perfección contra su perfil. Aquello se sentía sumamente bien, tanto que, apenas cerrar los ojos, comenzó a caer en un sueño que parecía ser profundo. Poco a poco iba cediendo ante el cansancio y por puro milagro notó que Leo pasaba su brazo por su cintura para apegarse a su espalda.

Y de pronto, un llanto se escuchó. Acuario soltó sonoros quejidos infantiles y lamentos dignos de un pequeño cachorro. Estaba tan agotado que ni siquiera podía abrir un ojo para mirar el monitor de bebé que yacía sobre la mesa de noche.

—Leo...— pidió el menor con tono de súplica.

—Voy— gruñó el aludido, levantándose de la cama acogedora y haciendo que ésta rechinara por su peso.

Acuario suspiro medio aliviado. Leo fue a revisar a la niñita que era su hija y que no tenía más de un año. Tan pronto como salió del cuarto, regresó y al signo aire le pareció sumamente extraño por lo que, usando toda su fuerza de voluntad, abrió los ojos y lo miró entre la oscuridad.

—¿Qué pasó?— preguntó, viendo que el pelinaranja se acurrucaba a su lado.

—Fui a ver a Ally para calmarla, pero Lance ya se había encargado de todo— respondió, cerrando los ojos y abrazando al menor de nueva cuenta.

—¿Cómo?

—Se metió en la cuna con ella y le acarició la cabeza hasta que se volvió a dormir.

—¿Cómo pudo subirse a la cuna? Es aún muy pequeño para treparla.

—No sé. Supongo que lo sabremos mañana. Y él tendrá que dormirse con Ally por hoy. Anda, vamos a dormir— le pidió Leo al menor, sintiendo como su respiración se hacía cada vez más lenta.

Acuario no respondió nada y se limitó a hacer lo que su pareja le decía, a fin de cuentas, realmente necesitaba un descanso.

***

La mañana a penas empezaba; el Sol comenzaba a alzarse por el este e iluminaba todo poco a poco, terminando con el frio de la noche. Acuario se mantenía aferrado al signo fuego, abrazándolo por el abdomen y escondiendo su cara en la ancha espalda del otro; a mitad de la noche Leo había amenazado con levantarse de la cama, sonámbulo, pero Acuario fue lo suficientemente rápido como para detenerlo justo a tiempo. Menos mal que Leo no mostró resistencia alguna.

El silencio aún permanecía imperturbable y ambos yacían cómodos en sus sueños. Hasta que dos pequeñas criaturas decidieron despertarlos de una manera sorpresiva.

¡Morning!— canturreó el de cabellos plata y ojos amarillos, saltando sobre sus padres junto a su hermana menor.

Los signos se quejaron audiblemente, con dolor por sentir que sus hijos los aplastaban con sus cuerpos.

—Chamacos... Pesan— aseguró Acuario, frunciendo las cejas y apretujando a Leo.

—Despierten— decía el hijo, tumbandose sobre el brazo del signo fuego mientras su hermana se hacía un espacio entre los mayores—. No sean flojitos.

—Lance... Es fin de semana— gruñía Leo aún con los párpados cerrados y sintiendo como Acuario lo soltaba para permitirle a Ally que se recostara—. ¿Qué no deberían seguir durmiendo hasta la hora de la comida?

—Son las diez de la mañana. Ya es bastante tarde.

—No... Es muy temprano— chilló el signo aire—. ¿Qué clase de niños son? Yo no los eduqué así. Debe ser culpa de Aries o Sagitario.

—Auh. Y, ¿por qué me pegas a mí?

—Porque son tus hermanos, genio.

—Tengo hambre— musitó la pequeña de cinco años.

—¿Por qué no van y le dicen a Tauro que les prepare algo? Seguramente él ya está despierto.

—¿Podemos comer lo que sea?

—Sí. Es más, díganle que les prepare panqueques con batidos de helado.

—¡Uh! ¡Vamos, hermana!

Así, Lance se bajó y corrió hacia la salida de la habitación seguido de la pelinaranja, dejando solos, al fin, a sus padres.

—¿De dónde sacaron tanta energía?— preguntó Acuario y Leo le miró como si fuese una broma lo que acababa de decir.

—Me pregunto lo mismo...

***

Se despertó en medio de la oscuridad. Aún era tarde, tenían que ser al menos las una de la mañana y él se había levantado por un mal sueño que había tenido. Miró su habitación en silencio y pensó que quizás podría irse con su hermana para dormir más tranquilo, pero la verdad es que tenía ganas de irse con sus padres. Bajó de la cama y se dirigió al cuarto de los mayores.

Cómo era de esperar, la puerta no tenía el pestillo puesto así que simplemente la abrió. Planeaba colarse hasta la cama y se metería entre ellos para hacerse un espacio, sin embargo, se detuvo bajo el marco de la puerta.

—¿Están despiertos?— preguntó él y eso solo aumento el terror y el pánico de sus padres.

—Sí— se apresuró a decir Acuario, controlando difícilmente su tono de voz y empujando lejos a Leo que estaba encima suyo—. Quítate ya, coño.

—Pero...

—Nada, nada. No hay pero que valga. No puede ser que seas tan enfermo como para seguir.

—Acuario...

—Leo, o te alejas ahora o juro que no habrá próxima vez.

El aludido se limitó a gruñir con molestia y obedeció a la petición del contrario. Lance se fue acercando a la cama mientras que los signos se arreglaban como podían sin llamar mucho la atención.

—¿Qué pasó, rey?— le preguntó Acuario al niño, sentándose en la cama.

—Tuve una pesadilla. ¿Puedo dormir con ustedes?

—Claro que sí— dijo el signo aire para, posteriormente darle un leve golpe a Leo en la espalda—. Hazte un poco para allá.

—Tengamos hijos, dijiste. Será divertido, dijiste.

—Te pregunté si querías. Te dije que lo pensaras bien— le reprochaba Acuario mientras Lance se acomodaba en la cama junto a él—. Pero no. No es mi culpa que seas un impulsivo.

Leo comenzó a gruñir cual gato enfurruñado, acomodándose en la cama y dándole la espalda a sus acompañantes. El signo aire hizo oídos sordos a la actitud del mayor y cobijó a Lance con cuidado para volver a acostarse.

—¿Qué estaban haciendo?— preguntó el niño de no más de seis años.

—Nada. Tu papá quería que jugáramos.

—¿A qué?

—Al... Twister.

—¿La próxima vez puedo jugar?

—Quizás. Lance, deja de hablar y ponte a dormir. Es muy tarde y en unas horas tienes clases.

—Está bien. Buenas noches.

Y sin darle muchas vueltas al asunto, durmió tranquilamente.

Ante la epifanía que el muchacho de cabellos plata había tenido en ese momento, dejó caer la cuchara al bol con leche y cereal, espantando un poco a su hermana por el ruido y llamando la atención de Ciro que yacía sentado frente a él en la cocina.

—Esos bastardos me mintieron— dijo, llevándose las manos a la cabeza con horror e ignorando que su hermana y Ciro se preguntaban entre sí qué sucedía—. No estaban jugando twister.

—¿Qué? ¿Te sientes bien, hermano?— al no recibir respuesta, pidió ayuda—. ¡Papá, Lance está teniendo una crisis existencial!

Leo apareció y miró a sus dos hijos con inmensa duda. Alzó una ceja y optó por ver qué sucedía con el mayor.

—¿Qué le pasa? ¿Le volviste a preguntar si era gay?

—No. Aprendí mi lección con la primera vez que lo hice. Estuvo hecho piedra por horas. Simplemente se puso así. De la nada.

—Jum... — le puso una mano sobre el hombro del de cabellos plata y ojos amarillos, ocasionando que éste le mirase—. ¿Qué tienes? ¿Te sientes mal?

—Zeus, me engañaron— se quejó Lance, llevándose una mano a la frente con dramatismo—. Esa vez estaban teniendo sexo.

Géminis se atragantó con la comida y se apuró a tomar agua para descongestionar su garganta mientras Sagitario le pegaba en la espalda para ayudarlo.

—...— Leo no dijo nada y miró a Acuario que  bebía de su vaso como si no hubiese hecho nada y mirando inocentemente hacia el lado contrario—. Te dije que me dejaras asegurar la puerta.

—¡No fue mi culpa! ¡Tú empezaste!

—Me enferman— sentenció Capricornio, casi decepcionado. Casi.

***

—Leo, ¿no crees que estás exagerando?— le preguntó Sagitario.

—No. Ni siquiera sé a qué te refieres.

—Pues...— el pelinegro musitó, mirando a la bebé que se hallaba dormido contra el pecho del león, siendo acomodado en una mochila porta bebés de color azul mientras que Lance yacía colgado de la espalda del pelinaranja, también dormido y sujeto por un fular—. Ya sabes...

—Sagitario, escupelo ya.

—Bueno, es que no te has separado de Lance ni de Ally desde que ella nació. Creo que incluso los llevas al baño contigo.

—Eso no es verdad— afirmó el mayor, casi ofendido mientras continuaba con lo suyo.

—¿Ah, no?

—No.

—Entonces no te molestará que me los lleve un rato— decía el de ojos púrpuras, acercando lentamente las manos a la bebé—. ¿Verdad?

Leo le lanzó una mirada asesina en cuanto estuvo a escasos milímetros de Ally, listo para tomarla en manos. Sagitario pareció dudarlo un segundo. ¿Realmente era tan osado como para meterse de esa forma con su hermano mayor de ojos amarillos? La respuesta la sabía con claridad. Su mano derecha tomó a la bebé por debajo del brazo izquierdo y estiró su mano izquierda para poder cargarla adecuadamente, pero Leo no lo pensó más de una vez . Mordió la mano del pelinegro con bastante fuerza, ocasionando que éste se apartara.

—¿Qué mierda te pasa, animal? — se quejó el menor, mirándose la mano que tenía una moretón en el dorso.

—Eso te pasa por molestar.

—¡Le voy a decir a Acuario! —acusó Sagitario cual niño pequeño, corriendo para contarle al aludido.

Poco después el de pelo plateado apareció; tenía una sonrisa en el rostro aunque se cruzó de brazos para denotar algo de autoridad.

—Leo, no está bien que muerdas a cualquiera que quiera tratar con Ally o a Lance.

—¿Por qué no? Tengo que cuidarlos.

—Porque no. Los demás signos no les harán nada. Y si haces eso fuera de casa, podrías tener problemas con tu reputación, ¿no crees?

—¿Y?

—No tienes remedio.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top