¡Tu culpa! pt.2

Degustaba su helado de vainilla con cubierta de chocolate parsimoniosamente mientras caminaba junto a su pareja por los pasillos del centro comercial. De su brazo colgaban numerosas bolsas plásticas de diversas tiendas pues había ido a comprar ropa, ya que la que tenía estaba hecha un asco, y su novio había insistido que la acompañaría.

Se detuvo a mirar un pequeño puesto de objetos varios; vendían desde joyería hasta productos que facilitaban tareas como cocinar. No había demorado ni un segundo ahí, interesada en los artículos peculiares y coloridos, cuando giró y descubrió que estaba sola. Miró a todos lados en busca de su novio, pero no lo hallaba.

—¿Lucas?— preguntó ella, confundida.

¿Acaso se había desmaterializado?

Vio una cabeza rubia asomarse de una tienda y el muchacho le hizo una seña de mano para que se acercara. Ella no se lo cuestionó más de una vez y fue hasta donde el contrario; sus ojos azules lo miraron tranquilamente hasta que reparó en la mercancía del local. No dijo nada, mas se había extrañado por aquello. El rubio comenzó a mirar cada producto con inmenso interés mientras que ella permanecía en la entrada, observándolo a la distancia porque tenía prohibido el paso al local con alimentos. De vez en cuando él se giraba para mirarle y enseñarle alguna ropita o juguetitos. Ella simplemente comentaba una o dos cosas al respecto con una sonrisa torcida y veía como el otro signo volvía a lo suyo.

Oh, Zeus. Estaba en un apuro.

***

La signo de cabello plateado se encontraba en su habitación, recostada en su cama y leyendo un artículo de astronomía que acababa de salir hacia poco y que halló por fortuna en internet. Tenía una caja de jugo sabor manzana descansando en su mesa de noche y una enorme almohada en su espalda; afuera el cielo estaba cubierto de densas y espesas nubes grises que daban un tono misterioso al lugar, y que a ella le parecía un clima perfecto para disfrutar. Tomó la cajita con la diestra y se llevó la pajilla a los labios para darle un buen sorbo a la bebida, justo cuando la puerta se abrió de imprevisto. Su tarde tranquila de sábado se había ido a la basura.

Vio a su hermana rubia entrar y cerrar la puerta. Arrastrando los pies, se acercó hasta la cama y se tumbó boca abajo en el colchón, quedándose inerte por completo.

—¿Qué pasó? — preguntó la menor, dejando el jugo en el mueble y cerrando su laptop.

—Egque aegtado muygraro.

—¿Quién ha estado muy raro?

—Libra.

—¿Por? No me digas que ha recaído.

—No. No egego.

—A ver. Levántate que así no te puedo hablar bien, chinga.

La rubia obedeció y se sentó en la cama. El cabello lo traía alborotado y se abrazó a una almohada que tenía Acuario en forma de estrella.

—Ahora sí. Cuéntame.

—No sé. Es que, ha estado actuando extraño últimamente.

—¿Por qué lo dices?

—Es...— se encogió de hombros y dudó cual era su inquietud al respecto—. Creo que es una mala señal...

—¿De? No me digas que es gay. Lo sabía. Lo shippeo con Cáncer.

—No— negó la rubia con rapidez y soltando un par de risas—. Estos días... Parece que está interesado en los niños...

—¿Dices que es un pedófilo?

—No en el sentido romántico o sexual, sino en el sentido de que se le ha empezado a notar su sentido paternal.

—Ah...— dijo la menor, como si fuese algo tan absurdo como la tabla de multiplicar del 0, hasta que cayó en cuenta de la situación y su cara reflejó asombro y consternación—. Oh...  Pero, ya sabes que Libra es amable y así con todos.

—Acuario, me llevó a una tienda de cosas... Para bebés...

—Demonios, eso ya es mala señal.

—Lo sé— lloriqueó Géminis, derrotada y pasándose las manos por el cabello—. Solo espero que sea cosa de un rato y ya. Es decir... Agh... Al menos aún no ha venido a hablarme de que tengamos hijos o algo.

—¿Y si eso pasa?

—Le diré que soy estéril.

—Pero no lo eres.

—Eso él no lo sabe.

—¿Realmente no quieres hijos?

La mayor abrió la boca con intensiones de responder, pero rápidamente la cerró y su mirada se posó en la almohada que estrujaba. Acuario entendió aquello como que no quería tocar el tema, así que no insistió y se limitó a ofrecerle jugo para levantarle el ánimo.

—Me persigue la desgracia— se quejó Géminis antes de beber de la cajita de jugo.

***

—Y entonces...

—Géminis— Libra interrumpió la charla que la aludida estaba manteniendo con Sagitario; ambas se giraron para mirarle y él parecía algo inquieto—. ¿Podemos hablar?

—Seguro— sonrió ella.

Sagitario le aseguró que terminaría de contarle acerca de su viaje a Montevideo y la rubia aceptó contenta antes de que se marchara.

Libra guió a la mayor hasta su habitación en donde se acomodaron en la cama y un silencio incómodo se asentó. Géminis no sabía qué ocurría y esperaba que no fuese algo malo, pero por la inmensa seriedad que emanaba del menor, dudaba que fuesen buenas noticias.

—Estaba pensando en algo desde hace un tiempo— comenzó a explicar el rubio y sonaba tan nervioso que ella se contagió y empezó a morderse las uñas de las manos.

—¿Quieres terminar?

—No— se apresuró a decir Libra y la mayor se relajó un poco—. Todo lo contrario.

—¿Quieres casarte entonces?— indagó Géminis, inclinando la cabeza como un animalito que no entiende lo que le dicen.

—Tampoco es eso. Es decir. No veo la necesidad de hacerlo. A fin de cuentas, pasaré el resto de la eternidad contigo. Y no somos católicos ni cristianos ni nada de eso. Y casarnos por lo civil tampoco me agrada mucho.

—Entonces, ¿qué sucede?

—Géminis... Quisiera que tuviésemos hijos.

En ese momento, la aludida pareció desconectarse de la realidad. Dentro de su mente, sus dos personalidades enloquecían por la revelación, como si le acabasen de confirmar que hay vida en otros planetas o que la tercera guerra mundial estaba a punto de estallar.

—Oh, no— decía Inis, mirando la cara de Libra y luego la de Gém—. Lo dijo.

—¡¿Qué vamos a hacer?! — chilló la más animada, llevándose las manos al cabello en un gesto de clara desesperación.

—Decirle que no queremos.

—¿Acaso puedes decirle que no a esa carita?

Gém señaló a la imagen que ambas obtenían del rubio. Su cara denotaba lo ilusionado que estaba y que, si recibía un no por respuesta, haría pucheros cual perro apaleado. Las dos personalidades volvieron a mirarse e Inis se encogió de hombros.

—Seguro— respondió la más frívola—. ¿Quieres que me encargue?

—Pe-pero... No seas brusca ni nada. Sé gentil. No quiero romperle el corazón. Míralo. Se ve tan ilusionado con la idea.

—Seré dulce. ¿Bien?

—Está bien. Ve.

—¿Géminis?— la voz del rubio se oía con eco al principio, pero se fue aclarando con el paso del tiempo y, finalmente, la rubia salió de su ensimismamiento—. ¿Te sientes mal?

—No— aseguró ella, acomodándose en el cuerpo y buscando la forma de expresarse verbalmente de manera correcta—. Libra, lo siento. Yo no quiero hijos.

—Oh— la decepción fue perceptible en el rostro del aludido, y su mirada bajó tristemente hacia sus manos—. Entiendo. Perdón por ponerte en esta situación incómoda.

— No has hecho nada malo. No te disculpes. Zanjemos el tema y ya.

***

—Libra ha estado bastante apagado últimamente— decía Piscis junto a ella, ambos sentados en el sofá de la sala mientras esperaban que unos comerciales concluyeran y pudiesen continuar su película—. ¿Sabes qué le pasa? No me gusta verlo así.

—Yo... No sé— mintió ella, encogiéndose de hombros y llevándose un puñado de Doritos a la boca.

Los ojos aquas miraron a la rubia con suspicacia, ocasionando que ésta se sintiera incómoda. Aún si no podía verla, claro.

—¿No quieres que hablemos de lo que sucede? ¿Acaso se pelearon?

— No. No pasó nada entre nosotros.

—Ya veo.

El silencio se asentó entre ambos y se limitaron a mirar la televisión frente a sus ojos. Géminis seguía comiendo las frituras sin decir nada, pero sentía que una presión le dificultaba el respirar y un peso descomunal se acomodaba sobre sus hombros. Le estaba comenzando a molestar.

—Piscis.

—Dime.

—¿Sabes que hay veinte por ciento de probabilidad de que una persona con trastornos mentales le herede su padecimiento a sus hijos? — el chico de cabellos índigos parecía entender un poco de lo que sucedía—. Si ambos padres son enfermos mentales, la probabilidad aumenta.  

—Creo que había escuchado algo de eso. ¿Eso es lo que te preocupa?

Géminis no respondió por un largo periodo de tiempo, luego, soltó un suspiro y prosiguió con su explicación.

—Libra y yo no somos las personas más estables mentalmente— aseguró, acomodándose en el sofá y olvidándose por completo de la película que al fin volvía a pantalla—. Seamos honestos. No puedes negarmelo. Libra con sus problemas alimenticios y yo con mi trastorno de personalidad disociativa no seríamos buenos padres. La verdad es que me da mucho terror pensar que mi hijo o hija pueda heredar algo de eso, porque no quiero que pase por algo tan difícil.

—Pero para eso estarán ustedes. Eso son los padres. Son guías que nos ayudan a sobrevivir en este mundo, que nos dan las herramientas necesarias para valernos por nosotros mismos.

—Piscis, lo sé. Sin embargo, ponte en mi posición...— la signo aire no pudo contenerse y se mordió las uñas, sintiendo que un nudo se asentaba en su garganta—. No tienes idea del miedo y la ansiedad que ser un enfermo mental te provoca. Lo peor es estar consciente de que estás mal, que tú cerebro no funciona como debería y que padeces de algo bastante... Tenebroso. Es como si sintieras que eres un bicho raro el cual no encaja en la sociedad. Todos tratan de entenderte, pero solo es molesto. Algunos te tratan como si fuese algo que puedes controlar a complaciencia, cuando no es así.

Piscis escuchó que ella soltaba un jadeo pesado y dispuso que ya las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas, así que buscó un pañuelo entre los bolsillos de su ropa para  entregárselo a la signo.

—No quiero que mi hija o hijo sufra algo tan horrible como lo que Libra y yo tenemos, Piscis—decía la rubia, limpiándose la cara con el pañuelo.

—Entonces...— musitó él, con su típica voz dulce y buscando a tientas alguna parte del cuerpo de la contraria, como su mano, para poder darle una palmada de apoyo o algo por el estilo—. ¿Tú no quieres hijos?

—Te lo acabo de...

—Ignoremos todo acerca de la genética, de la psicología y neurología, ¿bien?  Yo quiero saber qué es lo que tú deseas a pesar de todo.

Los ojos cían de la signo aire miraron su diestra siendo agarrada por las manos rosáceas del contrario mientras tragaba con fuerza y estrujaba el trozo de papel con la otra mano.

—Realmente me parece una buena idea. Sí, me gustaría.

—Eso es bueno. Ahora, en vez de pensar de forma negativa, mejor piensa que hay un sesenta por ciento de probabilidad de que tu bebé sea sano mentalmente, de que no tenga ni anorexia ni bulimia ni nada. ¿No sería estupendo? — la chica soltó un pequeño sonido de afirmación—. Y digamos que hereda algo de eso, no hay tanto problema porque va a estar en una familia que la o lo apoyará con todo. Le brindarán amor, atención, le ayudarán a sobrellevar el problema y, si es necesario, le llevarán con un médico para terapia. Siempre hay una salida. Y, si alguna vez, ustedes están de incapacidad para encargarse de él o ella, nosotros estaremos ahí, ¿sí? A fin de cuentas, somos familia. No creo que deberías limitar tu felicidad por algo que se puede tratar y solucionar. No estoy diciendo que sea fácil, pero imposible no es.

Guardaron silencio un segundo. El signo de la casa agua sabía que la rubia estaba meditando sus palabras y se limitó a esperar pacientemente por una resolución a la situación, sin soltarle la mano y oyendo como ella comenzaba a relajarse a comparación con instantes anteriores.

—Realmente eres un buen psicólogo— soltó ella, sorbiendo la nariz.

—Gracias— sonrió él, apenandose un poco por el halago—. Ya que lo has resuelto, quizás no estaría demás que hables con Libra. Él merece saber qué está pasando.

—Sí, tienes razón.

***

—Libra— la cabeza de la chica rubia se asomó por la puerta; los ojos del aludido dejaron de mirar la pantalla de su computador para prestarle atención a su novia—. ¿Estás ocupado?

—A decir verdad, no. ¿Por? ¿Te volviste a meter en problemas?— comentó él divertido, relajando un poco a Géminis que se animó a entrar en la habitación.

—No. Esta vez no— dijo, y el chico soltó una risita que a cualquiera le parecería encantadora—. Simplemente hay algo que quiero decirte.

—Por supuesto— aceptó él, girándose por completo en su asiento para darle a entender a la mayor que tenía toda su atención.

Libra vio como ella se llevaba la mano a la boca y comenzaba a morderse las uñas, por lo que rápidamente la tomó de las manos y entrelazó sus dedos, evitando que siguiera con eso porque era una manera en que ella canalizaba su ansiedad, lo cual en parte estaba bien, hasta que se comía las uñas hasta la cutícula y se arrancaba los pellejos de los dedos, y solo paraba cuando comenzaba a sangrar profusamente.

—¿Te ha pasado algo malo?— preguntó él, realmente preocupado y pensando ya que debía llamar a Cáncer o Escorpio para ir y golpear a quien sea que le hubiese lastimado.

—Es... Yo...— sin previo aviso, las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de la mayor y caían por sus mejillas como una lluvia torrencial. Entonces el rubio la sentó en su regazo y la acurrucó contra su pecho en un gesto de protección—. Lo siento. Te mentí.

—¿Acerca de qué?

—De que no quiero tener hijos— jadeó ella, pensando muy en el fondo que estaba ensuciando la ropa de Libra con su llanto—. Sí quiero. Pero estoy tan, tan asustada.

—Hey. Está bien. No tienes que forzarte a hacerlo.

—No. Para nada. Pero es que yo no sé si seré una buena madre, con todos los cambios de personalidad y eso. Y no quiero transmitirle esto a mis hijos. Tampoco quiero ser una madre negligente o que me vean mal. Qué todos juzguen cómo debo criarlos. O que digan que estoy loca como para cuidar de alguien. Estoy enferma pero no soy incapaz de hacer algo por mi cuenta. Tampoco quiero que, si la gente se entera, desprecien a mis niños por algo así.

—Géminis, no dejaría que nadie les hiciera daño a ti o mis hijos. Primero les aviento a Escorpio o a Aries— dijo y ella rió entre lágrimas—. Es normal que te sientas así, y lo entiendo. Yo me siento igual, pero eso no quita que tenga mucha ilusión de que podamos criar a alguien, y no hablo de Acuario.

—Ah... Fue una chica difícil de cuidar en su momento...

—Sí— rieron y ella se deleitó con el subir y bajar del pecho de su novio—. Y tú siempre te le unías. Al menos si hacia una locura, tú estabas ahí para acompañarla o para procurar que no se lastimase.

—Hice lo mejor que pude...

—Lo sé. No es tan distinto si tenemos hijos, ¿no? Yo pienso que podríamos hacer un buen trabajo.

Géminis no respondió y Libra no agregó nada más. La mayor sentía como él acariciaba su cabello y escuchaba su corazón latir suavemente dentro de su pecho.

—¿Cuántos quieres?— preguntó ella, rompiendo el silencio y fijándose que la ropa de su pareja estaba húmeda ahí donde se recargaba.

—¿Tres te parece bien? Si no es mucha molestia.

—¿Para que sean los tres mosqueteros?

—No veo por qué no. Pero creo que lo más apto es que, si tenemos más de uno, haya un lapso de años entre ellos. Ya sabes, para darle su debida atención a cada uno por un buen tiempo.

—Suena razonable... Yo había pensado en otra cosa...

—¿Quieres tener menos?

—Queria tener más.

—Oh, Zeus. Géminis, te amo y todo, pero más de tres me parece demasiado. Podríamos formar nuestro propio ejército.

—Estaría bien, ¿no?

Géminis no es una chillona. Change my mind. Y recuerden, niños. La más dura es la verdura. Mentira, si alguien comienza a tener algún tipo de problema psicológico mental, no duden en acudir con un psiquiatra, psicólogo o psicoterapeuta. Sale, bye.

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