¡Tu culpa!
Se sentía mal, demasiado mal. Siempre tenía el estómago revuelto y se sentía hinchada. Hace más de un mes que no menstruaba y eso le estaba comenzando a preocupar, porque era regular en su ciclo, así que eso significaba que algo no estaba nada bien.
—Me duele la maldita cabeza— se quejó, con una mano en el lugar mencionado y con la otra sosteniendo su taza llena de café.
—¿Ya has tomado algo?— le preguntó el signo de larga cabellera verde mientras acomodaba los trastes limpios en sus respectivos lugares luego de desayunar.
—Me tomé dos jodidas aspirinas, pero no ha funcionado. Dioses, me siento de la mierda.
—¿Quieres que te haga un chequeo? — le miró Virgo.
La chica pareció dudarlo unos segundos mientras bebía un sorbo de su café. ¿Qué podía perder? Además, si él podía quitarle el malestar, entonces no había problema alguno.
—Seguro.
***
Se preguntaba si había sido buena idea, después de todo, odiaba los hospitales a pesar de que pocas veces recurría a ellos. Siempre se las arreglaba sola, no necesitaba ayuda de alguien más.
Luego de que Virgo hiciera un papeleo al cual no le prestó atención, se dirigieron a una pequeña habitación donde había diversos artefactos médicos y una camilla donde la signo se sentó.
—Bien. Dime qué es lo que te ha estado sucediendo— decía el signo tierra, mirando unos documentos que tenía en las manos junto a un bolígrafo.
—Me siento muy mareada. Me duele la cabeza como no tienes idea. Además de que ahora tengo más hambre que antes y me fatigo con rapidez. Ugh, y ni hablar de la incomodidad.
—¿Dónde sientes las molestias?
—Aquí— señaló ella, colocándose una mano en el vientre que se sentía voluminoso y voluptuoso cuando siempre fue de cuerpo esbelto y delgado.
—Acuestate, por favor.
La fémina obedeció y se tendió en la camilla mientras que él dejaba todo en una mesa y se acercaba a ella.
—Voy a quitar un poco la ropa, ¿de acuerdo?
Al ver que ella asintió, Virgo prosiguió. Levantó la blusa hasta el final del busto y abrió la bragueta del short que usaba ella, dejando al descubierto su abdomen. Comenzó a hacer presión y a palpar el vientre de la signo, manteniéndose al tanto de si ella llegaba a sentir dolor, pero solo aseguraba que era irritante porque se sentía como un globo.
—Puede que sea colitis— decía el de pelo verde, acomodándose el estetoscopio en los oídos y colocando el disco sobre la piel de ella—. ¿Alguna vez te ha dado?
—No que yo recuerde.
—Eres explosiva, pero no ansiosa...— guardó silencio durante unos instantes, moviendo el frío metal por su vientre y escuchando con atención —. ¿Problemas al excretar?
—Nop. Todo normal.
—Que extraño— dijo, preocupando a la chica que se le quedó mirando al rostro cuando él colocó el estetoscopio en su pecho—. Respira tranquila. ¿Alguna otra cosa? ¿Problemas hormonales?
—Ahm. No me ha bajado.
—¿Desde cuándo?
—Hace un mes, quizás poco más.
Virgo no dijo nada durante unos instantes mientras se apartaba y acomodaba él estetoscopio alrededor de su cuello, mirando con cejas fruncidas a la chica que se enderezaba.
—No te muevas— le ordenó y ella se volvió a tumbar en la camilla—. Ahora vuelvo.
Vio como se marchaba y la dejaba sola, confundida. Miró el techo, pensando. ¿Qué podría tener? Al rato, el signo tierra reapareció, arrastrando una máquina que ella no supo identificar. Ni idea para que servía. Dejó todo al lado de la camilla y, posteriormente, tomo un envase y de éste surgió un espeso gel de color azul que esparció por el abdomen de ella.
—Está frío. ¿Qué es todo esto?
—Quiero hacerte un ultrasonido.
—¿Para?
—Para confirmar algunas cosas. Necesito que me digas si tuviste sexo hace un mes.
***
Ayudaba a Libra a poner la mesa para la comida; la mayoría de los signos ya se encontraban fuera de sus trabajos, pero aun faltaban algunos en la casa. No le dio importancia cuando escuchó la puerta abrirse, aunque sí le pareció curioso la fuerza con la que esto había sido hecho. Tampoco se inmutó ante los pasos pesados y apresurados que se escuchaban acercarse desde la entrada. Pero fue detenido cuando se encontraba colocando las servilletas en su respectivo sitio.
Los trozos de papel se desparramaron por la barra de la cocina mientras él era empujado y se giraba a mirar al causante de aquello. Sus ojos se enfocaron en su pareja y sus cejas se fruncieron cuando notó lo molesta que ella estaba, más de lo normal.
—¡Eres un...! — decía ella, picándole el pecho con un dedo.
—Espera, oye. ¿Qué pasa? ¿Qué sucede? —quiso saber él mientras los demás presentes observaban curiosos y silenciosos.
—¡¿Todavia lo preguntas?! ¡Eres un jarioso!— sentenció ella, ocasionando que él se sonrojara sutilmente —. ¡Te dije que usaras condón aquel día, pero no! ¡No! El niño andaba de calenturiento y lo olvidó. ¡Y yo de pendeja que voy y te hago caso!
—Uy, huele a drama— le susurró la de pelo negro a la rubia que se encontraba a su lado que asintió de acuerdo.
—¡Y lo peor es que ni siquiera nos molestamos por ir al menos a comprar una pastilla del día después!
—¡Tranquilizate! ¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué estás tan exaltada?
—¡Por esto, imbécil! — le espetó ella, aventándole un sobre amarillo de tamaño oficio.
Él lo tomó torpemente y, dudoso, lo abrió para sacar su contenido. Había un par de hojas con datos que no terminaba de entender y, al fondo de todo, habían dos fotos en blanco y negro. Al principio no les encontró forma a las imagenes, pero cuando lo hizo, se dio cuenta de la situación.
—¿Qué tontería le contagiaste?— preguntó Libra, cruzado de brazos.
—No... No... Yo...— el joven estaba pasmado, incapaz de hablar. Miró lo que tenía en las manos y se giró a ver al resto—. Ella no tiene nada.
—¡¿Nada?! — exclamó ella, roja de furia—. ¡Estoy embarazada, Cáncer!
Todos parecían tener la boca abierta por la sorpresa mientras miraban a la pareja en silencio. El de cabellos azulados volvió a mirar las imágenes de la ecografía, con rostro inexpresivo durante unos segundos hasta que la alegría inmensa le iluminó el rostro. Aún con los papeles en las manos, se abalanzó contra Aries y la abrazó fuertemente, levantándola unos centímetros del suelo mientras la estrujaba entre sus fornidos brazos. La chica lo intentaba apartar de ella con ambas manos, empujándolo por el pecho y dándole manotazos al menor que ni se inmutaba. Cuando volvió a colocar a la carnero sobre el piso, le dio un beso en la frente antes de volverse a observar los documentos médicos con una sonrisa enorme.
—¡Felicidades!— exclaman las dos chicas de aire cuando logran reaccionar por la noticia.
—¡Nada de felicidades!— espetó la pelirroja, golpeando la barra de la cocina con la palma de la mano, ocasionando que la vajilla vibrase.
—¿Por qué no?— indagó la rubia.
—Yo no quiero a esa... Bola— dijo, señalando torpemente a los papeles que su novio sostenía.
El lugar se sumió en un silencio sumamente incómodo y lleno de pesar. A Cáncer se le desdibujó la sonrisa y miró sorprendido a la pelirroja, como si no creyera lo que acababa de escuchar.
—Aries, no digas eso— pidió el cangrejo, tratando de colocar suavemente su mano contra el brazo de ella, pero ésta se alejó un paso.
—¡Pero es así!— sentenció, tomándose el vientre con ambas manos—. Yo no quiero hijos. No quiero esto. Yo...
—Aries, ni siquiera pienses en eso, por favor.
—No. Lo siento, pero no lo voy a tener.
Y sin más que agregar, se dió media vuelta y se marchó del lugar, saliendo del establecimiento y dejando al resto de los signos ahí, estupefactos. Cuándo Cáncer por fin reaccionó, corrió hacia la puerta principal y la abrió, pero Aries ya se había ido a quién-sabe-dónde.
...
Ya habían pasado al menos dos semanas desde que se enteró de su embarazo y durante ese lapso de tiempo se había distanciado de Cáncer; no quería hablarle ni nada. Lo ignoraba a pesar de que él se esforzaba por tener su atención.
Sí, había dicho que abortaría, lo había dejado claro como el agua, pero, por alguna extraña razón, no podía hacerlo. Estaba muy, muy, molesta.
Viajaba en taxi, de regreso a su casa, puesto que realmente ya se cansaba con rapidez. ¿Es que a caso se estaba volviendo vieja?
Recargó su codo contra la puerta del vehículo mientras miraba por la ventana y se pasaba la mano por la nuca. Soltó un suspiro largo y agotado, justo cuando su estómago rugía de una manera feroz. Maldijo entre dientes y le pidió al conductor que se detuviera en un mini- súper dónde compró un montón de comida diversa, desde chocolates hasta frituras. Es que tenía un hambre atroz y unos antojos extrañisimos. Minutos después, llegó al edificio donde vivía con los demás signos. Se sentó a la barra de la cocina y comenzó a engullir todo hasta saciar su estómago.
Miró la pizza con gomitas, salami y kisses encima, junto con la salsa de tomate y el queso. Era algo raro, pero se le antojaba como una exquisitez.
—Maldita sea— gruñó, desviando sus ojos oscuros a su vientre—. Eres un bulto muy molesto.
Aún seguía preguntándose por qué no podía deshacerse de él, o ella, simplemente le resultaba imposible aún si lo pensaba mucho. Más de una vez se plantó frente al hospital general de la ciudad, decidida a terminar con ello, mas se daba la vuelta y se iba sin siquiera entrar al local médico. ¿Era por Cáncer? Aún tenía un plazo de dos meses más para poder abortar, pero el tiempo se pasaba muy rápido y temía que se le viniera encima. ¿Qué estaba haciendo?
Cuando terminó con la mitad de todo lo que había comprado, guardó el resto en el refrigerador y limpió los trastes sucios en el fregadero antes de subir las escaleras y encerrarse en su habitación. Se tumbó en la cama, boca arriba y cerró los ojos, tomándose un momento para descansar.
Mientras tanto, la puerta principal se abrió y por ella pasó Cáncer; tenía unas ansias enormes de ir a su cuarto a dormir durante largas horas porque no se sentía con ánimos para nada. La decisión de Aries le había resultado tan dolorosa como miles de navajas clavándose en todo su cuerpo, pero era su cuerpo y ella hacía lo que quería con éste. Él no tenía por qué meterse, aunque no le agradaba el cómo se estaba llevando a cabo la situación. Cáncer sí quería al bebé que crecía en el vientre de la pelirroja, sí quería una familia, pero ella no y no podía hacer nada.
No sabía nada. No tenía conocimiento de si Aries ya había ido a abortar o no, y la verdad es que tenía miedo de preguntar. No quería saber. ¿Y si le decía que ya estaba hecho? Seguramente se desmoronaría. Sería algo que no podría tolerar.
...
Ya solo le quedaba una semana para tomar una decisión, pero no podía.
Mientras se cambiaba la pijama por ropa de calle, se observó un segundo en el espejo que tenía en su tocador. Evitó mirarse el abdomen como si su vida dependiese de ello y continuó con lo suyo; pasó una pierna por el pantalón de mezclilla y luego la otra, lo subió por sus caderas y cerró la cremallera con los ojos clavados en otro punto de su habitación. Tomó la playera entre sus manos y comenzó a voltearla porque estaba al reverso. Y la puerta se abrió.
Se giró a mirar y sus ojos abismales se encontraron con los brillantes del cangrejo. Cáncer desvió su atención al torso descubierto de ella y, casi hipnotizado, cerró la puerta a sus espaldas y se acercó con paso lento. Aries se limitó a mirarlo, aún con la playera entre sus dedos, preguntándose por qué él la veía de esa forma; no era como cuando le entraba el calentón y se le subían las hormonas, era una mirada distinta.
Sintió su mano áspera contra la piel de su abdomen y vio que el signo agua se mantenía con la mirada fija en aquella zona, pero ella no hizo ningún movimiento ni dijo nada. Se preguntó mentalmente qué hacía Cáncer allí.
—Pensé que te habrías desecho de él— musitó el signo agua en voz baja, gruesa, áspera como sus manos que acariciaban cuidadosamente el vientre de la carnero.
—Aun no sé por qué no lo he hecho.
Los ojos plata de Cáncer se alzaron y se clavaron en el rostro de la muchacha con un gesto pesaroso y el ceño fruncido.
—Aries, por favor, no lo hagas.
—Tú no eres el que decide.
—Mira, aún estás a tiempo de cambiar de opinión. El límite de tiempo para abortar son tres meses y...
—Lo sé. Después de eso no hay marcha atrás. Es por eso que no entiendo por qué no voy de una vez al hospital.
—Porque lo quieres.
—¡No! — se separó de él y se olvidó por completo de terminar de vestirse—. ¡Tú lo quieres! ¡Yo no!
—¿Estás segura? — el signo agua volvió a acercarse mientras que ella se cruzaba de brazos con gesto desesperado—. Aries, es nuestro hijo. ¿No lo sientes?
Le tomó las muñecas e intentó acercar las manos de ella a su vientre, pero se rehusó a obedecerle.
—Aries.
—No quiero— negó ella, cerrando los ojos con fuerza—. No quiero ver, no quiero tocar.
—¿Nunca lo has visto? — Aries meneó la cabeza en respuesta. Entonces, Cáncer la obligó a pararse frente al espejo; fue una tarea difícil, pero lo logró —. Mira. Abre los ojos.
La pelirroja negó, cubriéndose la cara con ambas manos mientras que el de pelo azulado le miraba compasivo; comenzaba a comprender qué era lo que sucedía.
—Anda. Solo velo. Al final, tienes la última palabra.
—Solo un vistazo, ¿no?
—Sí.
Las manos de la signo fuego comenzaron a apartarse de su rostro y, lentamente, se pusieron sobre las del signo agua que se hallaban en su cintura. Apretó los párpados con fuerza unos segundos antes de abrirlos con temor. Y entonces, pudo ver su reflejo en el espejo; su vientre, que era plano, comenzaba a formar un bulto más notorio. Aries podía notar la diferencia de su cuerpo antes del embarazo y durante éste. Le resultaba extraño, pero no le disgustaba. Dubitativa, comenzó a tocar su panza como si temiera romperla cual cristal, y Cáncer únicamente sonrió al ver los ojos oscuros brillar con emoción.
—Aun es pequeño— comentó ella.
—Sí. Es porque solo tienes tres meses— el signo agua observaba las reacciones de ella mientras acariciaba sus costados para mantenerla calmada—. ¿Entonces?
—No quiero... No quiero perderlo.
—Tengamoslo.
—Pero tengo miedo— confesó, ignorando las lágrimas silenciosas que brotaban de sus ojos y rodaban por sus bronceadas mejillas hasta caer por su barbilla—. Es por eso que no quería tenerlo. Tengo miedo de cambiar mi rutina, pues un hijo consume todo tu tiempo, tu dinero. ¿Y si no soy una buena madre? ¿Y si tengo que dejar todo de lado para concentrarme solo en ella o él? No quiero eso. No quiero ser solo una ama de casa y madre. Yo no estoy hecha para estas cosas. Y esto es tan extraño. Jamás pensé que querría a alguien de esta manera, mucho menos cuando ni siquiera lo he visto. Es algo que no puedo describir. Porque es... Es algo mío y tuyo. Es nuestro.
—Yo también tengo miedo. Pero estoy muy emocionado— la abrazó por la espalda, pasando sus brazos por su cintura y reposando su barbilla contra el hombro desnudo de Aries—. Y no vas a estar sola. Estoy aquí contigo. Podremos educar a nuestro niño, o niña, y también mantendremos nuestros trabajos, nuestros sueños, todo lo que queramos. Piénsalo como si fuese una aventura. Un nuevo reto que enfrentar. ¿Qué dices?
Aries pareció meditarlo unos instantes mientras aún tocaba su abdomen, inmersa en el momento.
—¿Qué crees que sea?— preguntó, clavando sus ojos en los de su pareja a través del espejo, obteniendo una sonrisa de parte de él.
—No me importa si es niño o niña— dijo, plantando un beso en la mejilla de la signo fuego—. Solo quiero que esté sano. ¿Podemos tener más?
—Oye, no te emociones— le detuvo ella, volteandose para encararlo con una ceja en alto de manera desafiante—. Solo quiero uno. No más.
—¿Por favor?— pidió él, haciendo una cara de súplica.
—No. Uno y ya. Es más que suficiente.
—Está bien. Yo pensé que te gustaría formar tu propio equipo de fútbol.
—¿Ah, sí? — preguntó ella mientras él le limpiaba las lágrimas con los pulgares—. Cómo tú no los vas a parir. ¿Me estás manipulando?
—No... ¿Funciona?
—Ni de coña.
El menor hizo un puchero, pero no refutó nada al respecto y decidió cambiar un poco de tema para no molestar al carnero.
—Si es niña, yo quiero ponerle el nombre— decía el signo agua y la pelirroja asintió para luego sonreír de manera amplia—. Ni se te ocurra ponerle Cloud o una cosa de ese estilo.
—¿Ike? ¿Snake? ¿Leon? ¿Ninguno?
—Nop. A menos que sea uno normal. Leon no suena tan mal.
—¡Entonces Leon será!
Esperen la siguiente parte :v es que no sé de quiénes hacerla. Sale bye ❤(ӦvӦ。)
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