¿Por qué no? ╮(─▽─)╭

Llegaron a casa antes de lo previsto, pues por tal o cual razón de parte de los maestros, no tuvieron las últimas clases. Al entrar por la puerta, se encontraron con el pelirrojo menor en la sala, sentado cómodamente en uno de los sofás frente al televisor y revisando un libro con sumo interés.

—Ya volvimos.—Anunció el gemelo; su tono de voz era amable y alegría en comparación con su hermana.

El pelirrojo alzó la mirada de su lectura y la clavó en los recién llegados. Probablemente si Cáncer fuese un chico, se vería así, como su hijo, a excepción de que él no era muy alto y su semblante siempre era decidido y quizás más rudo, como el de Aries.

—Ah. —Expresó él, bajando los pies de la mesa de centro.— Llegan temprano.

—Sí.— Responde el peli-azul, acercándose y sentándose junto al mayor, dejando su mochila negra a sus pies.— Suspendieron las últimas clases. Así que tomamos el autobús y henos aquí.

—Si me hubiesen llamado, hubiera ido por ustedes.

—Pensamos que estarías en clases.—Comentó la chica, acomodándose en el sofá de una pieza, justo a un costado.

Arac rodó los ojos, sabiendo que esos dos no habían recurrido a él para ahorrarle molestias. ¡Como si ellos lo fuesen! ¿Qué acaso no había cuidado de ellos desde que eran unos bebés en pañales?

Comenzaron a conversas, mientras sacaban sus deberes de sus respectivas mochilas y se dedicaban a realizarlos con ayuda del mayor. Arac y Ciro eran los que conversaban más, a diferencia de Carina que solo estaba ahí de escucha, a penas y les comentaba frases cortas y monosílabas. Pero aunque no lo pareciese, estaba atenta a la conversación, mirando de vez en cuando al pelirrojo y a su hermano.

—¿Todo bien?—Cuestionó el pelirrojo, dirigiéndose a la gemela, quien le clavó sus ojos aquas en él.

—Sí. Es calculo integral. Es fácil.

Arac frunció el ceño, pero ella ya no pudo verlo, pues devolvió su atención a sus hojas de la libreta. Miró al gemelo, que estaba escribiendo una extraña nomenclatura de Química en su libreta como si nada. Y creer que hace poco, le contaba cuentos a esos mellizos y les ayudaba a contar con manzanas. Habían crecido demasiado en un parpadeo. Ciro ya no era pequeño, sino un jovencito con gran porte y cuerpo similar al de su padre, quizás un poco más menudo gracias a su madre. Carina, por su parte, era una espléndida jovencita, con atributos notables que podían atraer la atención de cualquiera.

Se pasó una mano por el cabello, justo en el momento en el que su celular sonaba dentro de sus pantalones. Al sacarlo, contestó una llamada y colocó el aparato contra su oreja, a la par que se ponía en pie y se alejaba de ahí para no interrumpir a los mellizos. La castaña le miró con disimuló, para luego cruzar sus ojos con los de su hermano, a quien había atrapado viendo al chico por igual.

Contuvo un suspiro.

Poco después, Arac terminó la llamada y se devolvió a la sala, donde los gemelos habían continuado con sus deberes como si nada. Tomó sus llaves de encima de la mesa central y guardó el móvil donde antes.

—Era la idiota de Ally.—Gruñó él.— Volveré en un rato.

Su celular volvió a sonar y, molesto, contestó.

—¡Sí! —Reprochó a la chica que se encontraba al otro lado, haciéndole un drama para que fuese inmediatamente a donde ella. Se despidió de los menores con un movimiento de mano y se encaminó a la salida.— ¡Ya oí! Estoy saliendo de casa. ¡Zeus! No te vas a morir si no estoy ahí. No... No... ¡Ally, ni se te ocurra lanzarte de un puente o juro que...!

Escucharon la voz de Arac aun quejándose al teléfono, al otro lado de la puerta principal. Instantes después, captaron el sonido de un auto alejándose. Carina dejó de escribir y comenzó a mover el lapicero entre sus dedo, sintiéndose incapaz de seguir. ¿Qué era tan importante como para que Arac se fuera de ahí tras Ally con tanta urgencia? Era obvio que él iría sin dudar, pues esa chica era muy importante para su persona como para dejarla de lado. Dejó de pensar en ella un segundo y clavó sus ojos en su hermano, notando que éste veía desinteresado sus notas. Debía estar pensando lo mismo que ella.

—Sabes lo dramática que es Ally.—Comentó y el chico le miró.

—Tienes razón.—Sonrió él de una manera bastante forzada ante los animos que parecía querer darle su hermana.— Y Arac es así. Se preocupa por sus amigos demasiado. Sobre todo de Ally... ¿Necesitas ayuda con la tarea?

Ella negó, sabiendo que Ciro deseaba cambiar rápido de tema. Hablar de Arac y Ally entre líneas era una cuestión delicada, y eso lo entendía Carina a la perfección. Y sabia que eso no tenía nada que ver con que a veces les ocultarán cosas por ser aun jóvenes en comparación de ellos. No era eso. Porque ya estaban acostumbrados a ese trato, pues eran unos de los chicos más jóvenes de todos; el más joven era Luke.

***

—¡Chicos!— Exclamó Arac al entrar sin permiso al cuarto de los mellizos, sosteniendo un mando de X-box en la mano derecha.

Los dos se giraron a verle con inmensa duda por la repentina aparición. Carina le dedicó un gesto molesto a la par que se terminaba de abotonar una camisa de tela sedosa color rosa, mientras Ciro se limitaba a inclinar con ligereza la cabeza.

—Lo sé.— Dice el mayor con fastidio.— Olvidé tocar antes de entrar. Pero eso no me importa ahorita. Alguno de los dos tiene que jugar conmigo.

Los mellizos intercambiaron una larga mirada; Ciro se encogió de hombros sin saber por qué su amigo sonaba tan desesperado.

—¡Por favor!—Suplicó Arac, uniendo las manos aun con el mando en el medio. —Aposté con papá y no quiero perder.

—¿Qué hay de Lance?—Preguntó el gemelo sentado desde su cama individual.

—¡No sé dónde esté ese idiota! A Ally no le gustan los videojuegos. Viridi no está en el país y Gema es un asco en ellos. Por favor, mi papá va a tener a tío Tauro de equipo, necesito que alguno de ustedes me apoye.

—Ciro.—Le llamó su hermana y ambos le miraron. Se acomodo el cabello tras las orejas y estiró su falda de color negro.— Juega con él y ya.

—Supongo que no hay de otra. — Sonrió el chico de cabello azul, como un gesto de comparecencia. Se levantó sutilmente de la cama y se dirigió al mayor.— Vamos. Diviertete con tus amigas, hermana y ten cuidado.

—Adiós.

El mayor le sonrió con sinceridad para desearle buen día, para luego retirarse de la habitación junto a Ciro. La castaña espero unos segundos más y finalmente salió, dirigiéndose escaleras abajo donde suponía se encontraba su padre. Efectivamente, Capricornio se encontraba en la sala, sentado en el sofá junto a Escorpio; ambos rebuscaban en los canales de la televisión, esperando encontrar algo de su interés. Al ver a la chica bajar, se pusieron de pie.

—Supongo que ya debemos llevarte.— Comentó Escorpio, lanzando el control al cómodo mueble; la chica asintió. —Bien.

Así, los tres se montaron en el auto del signo varón de agua; Escorpio conducía, Capricornio se encontraba en el asiento del conductor y Carina estaba en la parte trasera, justo detrás de su tío.

Escorpio echaba miradas por el espejo retrovisor a su sobrina, notando que ésta miraba por la ventana con aire serio y meditabundo, quizás angustiado. La mirada que ella poseía le preocupaba, pues era una que él ya antes había visto y no específicamente en ella. Luego de largos minutos en donde el radio era el único que producía sonido, se detuvieron frente a la plaza central de la ciudad. Carina acomodó su bolsa cruzada con intensiones de bajarse, pero uno de los signos le detuvo.

—Chiquilla.—Escorpio le mantenía fija la mirada desde el retrovisor.— No deberías pensar en esas cosas.

Pudo ver que la sorpresa y el complejo se asomó en el rostro de ella, pero solo por un segundo, antes de que bajara rápidamente del auto con un quedo agradecimiento que salió de entre sus labios. Capricornio vio extrañado al contrario, quien comenzó a avanzar por las calles en dirección a la casa.

—¿Qué?—Espetó el signo agua, con una mano en el volante y otra en el cambio de velocidades. —¿Acaso nunca habías visto a alguien con piercings?

—Sí. No es eso por lo que te miro así. ¿Por qué le has dicho eso?

—Vaya, parece que puedo leer mejor a Carina que tú mismo. Quizás es porque ambos son idénticos en ciertas cosas.

—Escorpio. Deja de lado tus tontos rodeos y dime de una vez.

El mencionado hizo alto en un semáforo que se encontraba con luz roja. Recargó su codo en la ventanilla a su costado izquierdo, colocando la mano contra su sien y sujetando el volante con la otra mano.

—Tiene que ver con Ciro.—Soltó sin más.—Si quieres saber, deberías preguntarle a ella. Yo solo estoy haciendo mis suposiciones después de unir los puntos.

Capricornio le dedicó una mirada de ligera angustia y sorpresa, mas no agregó nada verbal. ¿Acaso había pasado algo malo y el no se percató? ¿Eso significaba que era un mal padre o algo similar? Considerando que Carina solía ser reservada como él, no parecía imposible el hecho de que estuviera escondiendo cosas de su persona. Eso comenzó a inquietarlo.

***

Bajaba las escaleras hacia la sala, dispuesto a ir a la cocina para comer un bocadillo antes de la cena que su tío Tauro se dedicaría a preparar con tanto interés. Al descender la última escalinata notó que en el largo sillón de tres piezas, se encontraban dos personas disfrutando de una charla y la compañía del otro.

Ally estaba recargada en el brazo izquierdo del mueble, revisando su celular. Por otro lado, Arac descansaba su espalda contra el brazo contrario del mueble y jugaba entretenidamente con un GameBoy tan viejo, que solo podía ser de su padre. Las piernas de ambos se encontraban enredadas entre sí, desperdigadas por el sofá y el suelo.

—Vas a perder.—Le dijo la chica de hermosos ojos turquesas, recibiendo una patada en el abdomen.— ¡Auch!

—¡Oye!—Se quejó el pelirrojo cuando ella le devolvió el golpe con otro. —¡Violencia de genero!

—Eres un dramático.

—Lo dice la chica que me hace un drama cada cinco minutos.

—¿Yo?—Sentenció indignada, llevandose una mano al pecho y mirando incrédula al contrario.— ¡Claro! Tachame de loca. ¡Adelante! Al cabo solo para eso me quieres.

Arac entre cerró los ojos en su dirección, fastidiado por aquella actitud usual en la leona.

—Sigue de dramática y me voy.

—No, Arac de mi vida. Era broma.

Ciro les miró un largo rato, viendo como intercambiaban palabras y reían amenamente. Siguió su camino en cuanto decidió que eso no le estaba haciendo ningún bien. Llegó a la cocina y esculco el refrigerador, encontrando una paleta helada de la cual no sabia si alguien era su dueño. Saboreó la dulzura antes de soltar un suspiro quedo. Arac y Ally, aunque se pelearan constantemente, se llevaban de maravilla. Eran casi tan unidos como lo era él con su hermana, porque nadie puede superar ese lazo entre mellizos. Eso solo lo hacia ahogarse en celos y no con la razón de que el pelirrojo fuese como un hermano. No. Cuando se había dado cuenta, ya tenía sentimientos por él que no debían existir entre familia y aunque por un segundo, en realidad días, le espantó aquel descubrimiento, Carina le consoló diciendo que gustar de un chico era normal, que Arac no era su hermano en realidad y que era de esperar que desarrollara tales emociones por alguien que, literalmente, estaba gran parte del tiempo con él. Y así, Ciro había descubierto que era bisexual, porque claro que había sentido atracción por chicas antes pero nada serio.

Carina era una espléndida hermana, pensaba el chico de cabello azulado mientras salia de la cocina y se redirigía hacia su cuarto. Ahí, su hermana estaba leyendo algo en su computador desde su cama. Se sentó junto a ella y recargó su cabeza contra su hombro; Carina se arrejunto al contrario para poder entrar en el reducido espacio de la cama individual, a la par que se acomodaba unos lentes de vista cansada en el puente de su nariz.

—¿Qué haces?—Cuestionó él.

—Revisando un documento para mañana. Deberías hacer tarea, Ciro.

—Lo sé.

—Concentrate en otra cosa. Tienes que ser proactivo.

—Lo sé.

Carina rodó los ojos, pero no agregó nada más. Sabia que su hermano había visto algo que lo tenía decaído. Aunque fuese un poco. Cerró la laptop y la acomodó en su mesita de noche, para pasar el brazo por los hombros del chico y acariciar su cabello como su madre solía hacer.

—Estoy bien.— Aseguró él, pero por su tono suave y desganado era obvio que mentía.— Él de todos modos se interesa por nosotros, ¿no?

—Por supuesto. Ya has escuchado a ese cabeza hueca, le importamos.

—Sí. Es sólo que... Bueno, no de la manera en que quisiera que fuera.

Carina quería decirle que era entendible, que para el pelirrojo eran como sus hermanitos. Unos niñitos delicados que aun requerían de sus cuidados a pesar de tener ya 17 años. Porque para él seguirían siendo unos infantes incluso cuando tuviesen mil años. Además, quería aclarar el hecho de que Arac no era gay ni bisexual. No quería que su hermano se acomplejara por algo a lo que no le veía futuro por ningún lado.

—¿Esa no era la paleta de Lance?—Preguntó ella, no pudiendo decir todo lo que se amontonaba en su cabeza, porque no quería lastimar a su mellizo y él, sobre todo, le pedía apoyo.— Hará un drama si no lo encuentra.

—Supongo. Si me dice algo, le compraré otra. —Rió, mirando el dulce helado.— Es obvio que son hijos de tío Acuario.

—Sin duda.

***

Bajó las escaleras con el celular contra la oreja, escuchando lo que su mejor amiga tenía para comentar, mas termino cansándose de sostener el aparato entre su oreja y su hombro mientras tomaba una manzana y la lavaba, así que colocó el llamado en altavoz.

—Oh, vamos.—Decía la voz cantarina de la otra chica.— Será divertido. Y yo estaré en la fiesta.

—Realmente no quisiera ir, Lana.

—¿Por qué no? Tus padres te permitirían ir sin problema, ya me conocen y hasta tú me has dicho que me tienen gran estigma.

—Yo no lo digo por ellos y lo sabes.— Comentó, mordiendo la manzana a penas un poco.— Preferiría quedarme aquí, no soy buena socializando.

—¡Lo dice quien vive con aproximadamente veinticuatro personas en una sola casa!

—Son mi familia, no me queda de otra.

—¡Vamos, habrá comida!

—No.

—¡Podrás bailar!

—No me interesa.

—¡Quizás conozcas a un chico!

Carina guardó silencio un segundo, mirando el celular donde aparecía el tiempo pasado en la llamada y desviando su atención hacia la manzana a medio comer.

—¿Y?—Dijo con desinterés.

—¿Y? ¿Cómo que y? Somos jóvenes, es momento perfecto para disfrutar y tener algún romance. ¡Necesitas un romance, Carina! No quiero que seas la tía quedada, quiero ir a tu boda, ¡¿me oíste?!

—No necesito un romance. No es como si me urgiera por el momento.

—Aish. ¿O es que acaso te interesa alguien? Dime, dime.

Decidió no decir nada por un segundo, usando de excusa el hecho de que tenía un bocado de la manzana dentro de su boca y por ello debía dedicarse a masticar con una lentitud exasperante. Lana cuestionó una segunda vez con mayor insistencia.

—Por supuesto que no.— Aseguró la castaña, haciendo que su tono sonara lleno de confianza.

Agradeció que su mejor amiga se encontrase lejos, al otro lado del teléfono, pues así ella no veía el rostro de vergüenza que tenía en ese momento y el sonrojo que se acomodaba en sus mejillas de piel ligeramente rosácea. Se irguió de golpe cuando vio a su hermano en la entrada de la cocina, mirándole con inmensa sorpresa y duda. Era obvio que éste no había pasado por alto los gestos de la contraria y ésta maldijo internamente. Había pensado que se encontraba sola en ese sitio, que la mayoría se encontraba en sus cuartos y otros pocos fuera de casa. No contaba, en lo absoluto, que Ciro bajase en ese preciso momento.

—Lana.—Le llamó, sin despegar sus ojos aqua de los avellana que poseía su hermano.— Te llamaré después.

Y colgó, antes de que la otra chica replicará algo. Se guardó el móvil en el bolsillo de sus pantalones y se decidió a marcharse de ahí, esperando que él no le detuviese y le interrogase algo. Pero sus esperanzas se vieron aplastadas. Ciro le tomó de la muñeca antes de que se marchara hacia las escaleras. La obligó a girarse hacia él, ambos parados atrás del respaldo de un sofá y frente a la puerta principal, sin realmente importar algo más.

—Cari.—Le llamó él, viendo que ella no se arriesgaba a cruzar miradas con su persona.— Hermana, hay algo que no me has dicho, ¿cierto?

—No, Ciro. No tengo nada que decir.

—Entonces, admitelo de nuevo, pero mirame a los ojos.

La chica no se movió y el contrario sintió que su cuerpo se tensaba de manera casi imperceptible. No podía hacer lo que pedía.

—Carina. Soy tu hermano, tu mellizo, puedes decirme lo que quieras. Lo que sea.

—Lo sé, pero no tengo nada que contarte, Ciro.

—No soy tan ingenuo. Es claro que me estás mintiendo.—Le soltó la muñeca y sujeto con ambas manos sus brazos, esperando que así ella le mirara, pero no fue así.— Por favor.

—Ciro, basta.

Se sentía acomplejada, atrapada y sin salida. Su hermano estaba ahí, seguramente mirándole con ojos dolidos y suplicantes por una respuesta. Por supuesto que él insistirá, se sentía totalmente responsable por ella y por todo lo que ocurriera alrededor suyo. Pero ella era tan reservada.

—Dime, por favor.—Pidió otra vez, encorvándose y acercándose a su rostro, esperando que hiciera contacto visual con ella, pero solo consiguió que se encogiera en su lugar.— Carina, me preocupas. Sabes que no le diré a nadie.

—No insistas.

—Voy a insistir hasta que me digas. Todos dicen que soy tan terco como papá, así que hazte a la idea.

—Ciro.— Replicó ella, empujando al chico con las dos manos mientras la manzana rodaba por el suelo, pero no cedió y esto solo causó que se comenzará a enfadar. —Basta.

—No. Vamos. Te escucho.

—Te he dicho que pares.

—Carina. —Soltó con voz autoritaria y claramente irritada.— ¿Por qué yo tengo que contarte mis cosas, pero no confías en mí ni para esto? Es molesto. ¡Dime!

—¡No!

—¡Carina!

—¡Basta, Ciro! ¿Qué esperas que haga?— Al fin, la chica le clavó los ojos encima a su hermano, frunciendo el ceño con enfado y los labios.— ¿Qué harás si te digo que me gusta Arac? ¿Eh?

Hasta ese momento se percataron que ya no eran los únicos en el recinto. La puerta de entrada se cerró sonoramente y de una endemoniada forma lenta. Ciro miró con los ojos abiertos como platos a su hermana, quien rápidamente agachó el rostro para evitar que alguien le viese así, con la mejillas ardiendo del sonrojo. El pobre gemelo no podía creer lo que ella había pronunciado, pero no se permitió, o más bien no le permitieron, decir otra cosa.

—Por. Todo. El. Olimpo.—Musitó Acuario, totalmente pasmado por presenciar tal escena entre los gemelos tranquilos y serenos.

Ciro volteó la cabeza y palideció en cuanto vio, no solo a Acuario, sino que también a Lance, su padre y, por milagro, Arac. Los cuatro llevaban bolsas pesadas de las múltiples compras que habían hecho para reabastecer los objetos de comida e higiene de la casa y por poco se les caían de las manos de tal sorpresa. Capricornio intercambio una seria mirada con el signo de aire, quien asintió lentamente a su petición silenciosa y así, dejó las compras en el suelo.

—Ustedes.—Señaló a los mellizos con el dedo índice y luego al patio.— Ahora.

Carina no necesitó que se lo repitieran dos veces, se sacó a su hermano de encima y con rapidez salió de la casa, manteniendo la cabeza gacha y abrazándose a sí misma. Ciro le dirigió una mirada a su padre y luego al pelirrojo menor, quien estaba más que impresionado. Parecía estar en un estado de shock total. Volvió a clavar su atención en el signo de tierra, quien tenía cruzados los brazos y alzó las cejas de manera inquisitiva. No pudiendo negarse, el menor se retiró en total silencio.

Capricornio se pasó la mano por el cabello, cerrando los ojos y soltando un suspiro.

—¡Piscis!—Exclamó. Necesitaría su ayuda, sin duda alguna.

Se escuchó el abrir y cerrar de una puerta, seguido de pasos cuidadosos y poco después, la mencionada apareció. Bajó las escaleras con cautela, sosteniéndose de la baranda hasta que Capricornio le sujetó la mano para guiarla. Incluso estando ciega, sabia que había algo extraño. El ambiente era lúgubre y tenso.

—¿Qué sucede?—Indagó ella con claro gesto de duda en su rostro; siguió a la cabra sin dudar.

—Tenemos que hablar. Los cuatro.

Los vieron salir por la puerta corrediza de vidrio. Acuario le dio un codazo a su hijo, quien al instante le clavó la vista encima y al ver que el primero le señalaba a Arac con la mirada, posó su atención en éste. Igualmente, le propinó un ligero golpe, haciéndolo reaccionar. Arac sentía que hubiese despertado de un sueño extraño y confuso, totalmente asombrado. Miró a Lance y éste le indicó que debían dejar las cosas en la cocina, cosa que hicieron poco después. Mientras sacaban las compras de sus bolsas y las acomodaban en su sitio, Acuario se fastidió del silencio abrumador entre los tres y comprendía que el pelirrojo requería un momento para procesarlo o ignorarlo.

—Chicos.— Les llamó, con su voz divertida como de costumbre.— Vayan a la tienda y compren un refresco, por favor.

—Claro.— Aceptó Lance, entendiendo las intenciones de su padre.— Yo tengo dinero, no te preocupes. Vamos, Arac.

Le sonrió al mencionado, pero éste no le respondió al gesto y solamente se limitó a seguir al mayor hacia la salida de la casa. Cerrando la puerta tras de sí, Arac siguió al peli-plateado menor a un costado, mirando el suelo con aire meditabundo y embutiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta. Lance le miró con seriedad y empatia, suspirando largamente. Comprendía que había sido un balde de agua fría para el chico. Había sido como arrancarle una muela sin avisar ni usar anestesia. Ciro y Carina eran como hermanos para él, hasta donde todos veían, y debió ser una sensación incomprensible el enterarse que la melliza tenía sentimientos románticos hacia éste.

—¿Quieres hablar? —Cuestionó el más alto con un ligero tono de duda.

—No sé.— Musitó en una voz perdida.— Dioses, no sé. No sé que haré, que diré.

—Lo que sientes. Di lo que sientes, Arac. Aunque pienses que es cruel, será lo mejor, tanto para ella como para ti.

Pasando del asombro a la frustración, frunciendo el ceño con fuerza, golpeó una pared a su costado con una patada y se arrepintió inmediatamente cuando un dolor hormigueo desde sus dedos hasta la cadera. Lance soltó una carcajada al ver como el menor soltaba mil y un maldiciones.

***

Cruzado de brazos, Capricornio miraba a sus dos hijos mientras Piscis se encontraba a su lado, preguntándose qué sucedía. Carina permanecía mirando el suelo, con los brazos en torno a si misma, no queriendo ver ni a sus padres ni a su hermano, quien se encontraba a su costado derecho y le observaba con culpa.

—Expliquense.—Ordenó el mayor.

—Yo...— Comenzó el gemelo, meneando la cabeza como negando y fijando su atención en el mayor.—Bajé a beber algo y Carina estaba hablando con Lana.

—Escuchó mi conversación.— Agregó ella, sin tono de voz en específico.

—Solo una parte. Lana le preguntaba si es que ella estaba interesada sentimentalmente con algún chico y aunque lo negó, bueno, su rostro la delataba por completo. —Resopló fuertemente a la vez que movía las manos para relajarse. — Así que le pedí que si tenía algo que decir, lo dijera. Pero, ¡ya saben cómo es! No quería decirme y tuve que insistir.

—Ciro, tu hermana es reservada con sus cosas.— Comentó Piscis con voz apacible, pero la situación siguió igual.

—Lo sé y aunque por lo general lo entiendo, eso no quita el hecho de que soy su hermano. ¡Quiero que confíe en mí! Yo le cuento todo y ella no me dice nada. Como si le molestará, como si no creyera en mí y yo solo me angustio por ella.

—No es eso.— Replicó ella sin moverse, pero sintió como su hermano se giraba a verla con intensidad.

—¿Entonces qué es?—Casi gruñó el chico, con la voz débil y amenazante.

—¿Qué es? ¡¿Qué es?!—Carina alzó la cara y cruzó sus ojos con los oscuros de su hermano, ambos mantenían el ceño fruncido, mas él tenía lágrimas acumulándose en sus ojos. —¡¿Cómo esperas que te diga que me gusta Arac?! ¡Arac, por Zeus! ¿Cómo puedo decírtelo cuando tú sientes lo mismo?

Piscis se llevó las manos a la boca con sorpresa y dejando escapar un resuello de su garganta. Capricornio miró a los gemelos de manera consecutiva, impresionándose por tantas revelaciones en menos de una hora y aflojó los hombros.

—¡Simplemente dilo!—Pidió él en un grito, dejando caer los brazos de manera brusca y viendo borroso por las lágrimas.— ¡Dimelo!

—¡¿Y qué hubiese pasado si te lo decía?!

—¡No sé! Pero al menos no hubiese pedido tu ayuda, no te hubiese hecho pasar un mal momento, obligándote a apoyarme con alguien que te gusta por igual. ¿Qué clase de mal hermano soy?

—¡Por eso mismo no te lo dije! —Le picó el pecho varias veces con el dedo índice.— ¡Sabía que te sentirías culpable, que el remordimiento no te dejaría en paz! Yo sé que nada pasará entre Arac y yo, y no necesitaba que te acomplejaras por mí cuando tú tienes tus propios sentimientos.

—¡No es así!

—¿Qué? ¡Anda, sigue negándome el hecho de que no sientes culpa! Pero así como me conoces perfectamente, yo te conozco mejor que nadie.

La cara del gemelo se deformó en un gesto de inmenso dolor, culpa y arrepentimiento. Sentía que había traicionado a su hermana, que no servía para cuidarla ni nada similar. Que todo el tiempo que pensó que la había estado cuidando, era él mismo quien le había estado haciendo daño sin remedio. La lágrimas fluyeron de sus ojos con rapidez, a la par que sus ojos y nariz enrojecían.

—No es verdad.— Sollozó él, pasándose el dorso de la mano por las mejillas.— No...

Carina igualmente se sintió mal, porque jamás le había gustado que su hermano llorase por nada. Pero ahí estaba, llorando por el mal sabor de boca que la situación y la revelación le había dejado. Su semblante se suavizó drásticamente y cuando se dio cuenta, ya estaba irremediablemente huyendo de la situación, directo a su cuarto. Todo eso le estaba dando un horrible dolor de cabeza.

—¡Carina!— Le llamó su padre, pero no funcionó para que ella volviese. Suspiró masajeandose la frente y miró a su hijo, quien seguía llorando sin consuelo. —Ciro...

—¡Perdón! —Chilló él como si tuviese seis años de nuevo, limpiandose una y otra vez las lágrimas con las manos.

Piscis no perdió el tiempo y rápidamente abrazó al gemelo, dándole palmadas en la espalda y susurrando que todo se arreglaría, que saldría bien. Ciro permanecía encorvado contra su madre, pues era más baja, acurrucandose en busca de refugio y consuelo maternal. Se sentía como la mierda. Capricornio se tronó los dedos con nerviosismo, no sabiendo que hacer y quedándose quieto, observando la escena de su pareja con el gemelo. ¿Debía ir a hablar con Carina?

Le dio un suave toque a Piscis en la espalda, dándole a entender que la dejaría a cargo del chico mientras él intentaría hablar con la chica. Entró a la casa y se dirigió a la habitación de los gemelos. Al estar frente a la puerta, trató de abrirla pero la chapa no cedió y eso se debía a que su hija había colocado el seguro.

—Carina.— Le llamó con autoridad, aunque pensaba que debía hablar con suavidad; golpeteó con los nudillos.— Soy yo nada más. Abreme. 

Durante unos segundo no escuchó ni presenció nada, hasta que su hija obedeció y con timidez, abrió la puerta, haciendo un raro sonido cuando quitó el seguro. Lo dejó pasar al interior y volvió a cerrar la puerta. Capricornio le miró, dudando si cruzar los brazos o no. La castaña no le miraba, tenía la cara dando al suelo y el cabello le cubría sus rasgos. Escuchó que su padre tronaba sus dedos y solo con eso dedujo que estaba nervioso.

—Carina.

La voz del signo tierra salió más tranquila, como si tuviese miedo de hablar, de proferir aunque fuese el más mínimo ruido. Se plantó a menos de un paso frente a ella, tomándole dulcemente de los brazos y logrando que sus ojos se clavaran en los propios. Quiso sonreirle para hacerle saber que estaba ahí para ella, pero no tuvo oportunidad; Carina comenzó a lagrimear. Le abrazó, pasándole los brazos por ambos hombros y dándole palmaditas en la nuca con la mano derecha, sin decir nada. Como era más baja que él, su mejilla estaba siendo aplastada por el pecho de éste, cuya tela de la playera comenzó a ensuciarse con las lagrimillas saladas que brotaban de sus ojos sin su consentimiento. Ahí, siendo resguardada por esas cuatro paredes y los brazos de su padre que no permitían que alguien se atreviese a acercarse, siguió llorando de manera silenciosa durante varios instantes. Se había contenido, pero la situación se le fue de las manos y ya no pudo controlarse.

Después de unos minutos que parecieron largos, se calmó por completo y por ello, se alejó de su padre para romper el abrazo y así limpiarse el rostro con las mangas de su suéter.

—Deben hablar.— Aseguró el mayor mientras le entregaba un pañuelo que había sacado de su pantalón.

—Lo sé. Pero no quiero hacerlo ahora, papá.

Hizo un amago de querer decir algo más, pero unos golpes en la madera de la puerta le interrumpió. Capricornio miró aquel sitio y se sorprendió cuando sintió que la gemela se escondía detrás de él, sujetándole la camisa con ambas manos y arrugando la tela entre sus dedos. Parecía suplicarle que no abriese. No quería enfrentarse a su hermano por el momento. ¿Qué diría?

—¿Carina?—La voz al otro lado no era de su mellizo, ni de su madre. Se espantó con sólo pensar quien era.— ¿Podemos hablar?

Se ciñó con más fuerza a su padre, quien le dirigió una mirada rápida antes de clavarla nuevamente a la puerta. Podía jurar que su hija había palidecido tanto que parecía un fantasma; debía sentirse aterrada.

—Carina.— Le llamó su padre con un susurro.— Tienes que aclarar las cosas.

—No.

Suspiró con resignación e ignorando la petición de su nerviosa hija, avanzó y sin más, abrió la puerta. Arac miró con ligera sorpresa al mayor, quien aseguraba sentir a Carina temblar detrás de él, evitando hacer contacto visual con el recién llegado.

—Puedo venir después.— Dijo el pelirrojo señalando detrás de él para dejar en claro que se marcharía.

—No.— Le cortó la cabra, invitándolo a pasar. Arac entró a la pieza con cierta cautela. — Yo me iré, así que conversen.

Casi tuvo que arrancarse a la chica de encima y aventarla al interior del sitio, para luego salir con rapidez, cerrando sonoramente la puerta para evitar que alguno de los dos tratase de huir. ¿Cómo se desarrollaría la situación? No lo sabia, pero no quería que su hija huyera de los problemas. Tenía que hacerles frente, tomar responsabilidad de sus acciones, mas había obtenido esa ligera inseguridad de parte de Piscis y a veces resultaba un problema.

Nerviosa, cerró los ojos con tanta fuerzas que sus párpados consiguieron arrugas. No quería ver el rostro del mayor. ¿Estaría decepcionado? ¿Se sentiría asqueado? ¿Ella le provocaría un sentimiento de repulsión? Las posibilidades eran muchas y ninguna parecía buena para ella.

—Carina.

—Olvidalo.— Sentenció de pronto, sorprendiendo al pelirrojo.— Solo olvidalo, Arac.

—No creo que eso sea una opción. —Dijo y por largos segundos no obtuvo respuesta, así que continuó.— ¿No quieres escuchar lo que tengo para decir?

Dudó. No sabia que decir. Por un lado quería saber lo que él pensaba al respecto, fuese cual fuese su decisión. Pero temía mucho que la respuesta fuese negativa, y aunque estaría preparada para ello, el dolor que esto le haría sentir era inevitable y estaba consciente de ello. ¿Podría tolerarlo? Esa era una pregunta que le aterraba inmensamente. Inconsciente, se cubrió las orejas con ambas manos, de una manera tan infantil que se sentía ridícula.

—Carina.— Pidió el mayor, acercándose y retirándole las manos con facilidad.— Escucha.

Arac exhaló con fuerza, viendo que la chica se sonrojaba tanto como una manzana y no se dignaba a abrir los ojos. Sin mucho que hacer, decidió proseguir incluso si ella no lo quería así.

—Ciro y tú siempre han sido como mis hermanos menores.— Explicaba.— He cuidado de ustedes desde que eran tan pequeños que apenas si podían hablar. Les preparaba su comida, les leía cuentos, jugaba con ustedes, entre otras cosas, pero ustedes fueron creciendo.

—Es lo normal.— Susurró ella, no moviéndose ni un solo centímetro.

—Sí. Lo sé. Lo sé. Pero me refiero, a que a penas les quité la vista de encima y ustedes ya eran unos jovencitos. Ciro ya hasta es más alto que tía Piscis. Es un chico notable. Y tú, en un parpadeo, te habías vuelto una señorita. —En ese punto, Arac consiguió que la gemela bajara los brazos y los acomodara en sus costados.— Una señorita que con cada día se ha vuelto más hermosa.

Carina sintió un cálido cosquilleo recorrerle desde el estómago hasta el pecho y solo consiguió tragar seco. ¿Había sido la frase en sí, o el tono añorante del mayor lo que causo tal reacción?

—Arac...

—Deja que siga.—Pidió, buscando que más decir. Dio una larga bocanada de aire para proseguir.— Siempre me sentí orgulloso, ¿entiendes? Estaban creciendo de la mejor manera. Pero, luego me di cuenta que lo que sentía con Ciro no era lo mismo que contigo. Eran totalmente diferentes. En ese punto, quise parar, aunque no funcionó. Quería que conocieras a alguien de tu edad, a alguien que encajara contigo porque siempre había pensado que tú me veías como un hermano mayor, como a Ciro. No quería asustarte y a veces me sentía enfermo. Quiero decir, la diferencia de edad entre nosotros es bastante.

—Siete años, para ser exacta.

—Sí. Entonces, ¿comprendes lo que quiero decir?

Carina respiró profundamente, evitando que su cuerpo temblase de pura tensión y obligándose a abrir los ojos con lentitud. Sus ojos aquamarinas se cruzaron con los plata del chico, que le observaban con completa atención y sinceridad. Arac estaba ligeramente encorvado hacia la chica, que tenía que alzar un poco el rostro para mirarle con propiedad.

—¿Qué hay de Ally?—Preguntó ella con un fruncimiento de ceño.

—¿Qué hay con ella?

—Pensé que te gustaría.

—No.— Negó casi horrorizado por tal loca idea.— Ella en serio que es como mi hermana. Jamás la he visto de esa forma y no creo que la pueda ver así nunca. Además, Ally está con Viridi.

—¿Viridi?

—Sí. Creí que ya lo sabían. Después de todo, ella es bisexual.

—No.— Negó ella con una mirada llena de obviedad y agregó con tono sarcástico:— Cosas de adultos.

Arac hizo una mueca de fastidio que pronto se convirtió en una de seriedad e inquietud.

—Sí has comprendido, ¿verdad? —Cuestionó una segunda vez.

—Creo que sí.— Asintió lentamente, desviando la mirada al suelo.— No estoy...

—¿Y yo soy el denso?— Gruñó Arac, interrumpiendo a la chica. — Bien. Bien. Escucha: me gustas. También me gustas.

Sintió que el aire se le escapaba de la sorpresa. Había entendido, pero era distinto escuchar esa frase tan directa provenir de los labios del pelirrojo menor. Era extraño y emocionante. Sin poder evitarlo, una sonrisa pequeña se abrió en su rostro con alivio y alegría. Arac apenas si notó el gesto antes de que desapareciera y le pareció adorable que a veces ella fuese tan reservada.

—Eres un idiota.— Dijo ella y el pelirrojo le dedicó una mirada de molestia, mas luego sonrió. 

—Callate, enana.

***

Se miraron en total silencio, cada uno sentado en su respectiva cama y con los nervios a flor de piel. Carina permanecía hincada en la colcha azul cían de su cama, robusta y cómoda, mientras Ciro estaba sentado en posición de loto, removiéndose incómodamente de vez en cuando. El gemelo tenía el rostro hinchado con ligereza y secos caminos de lágrimas enmarcaban sus mejillas de piel suavemente morena. La chica miró sus manos con culpa y sus mejillas enrojecieron.

—Lo siento.— Musitó con arrepentimiento. — Hermano, lo siento.

—Hermana...

—No es que no confíe en ti.— Prosiguió, con la mirada atenta del contrario sobre ella; volvió a mirarle.— No podría confiar en cualquiera y tú, no eres cualquier persona. Nos conocemos perfectamente, pero yo no quería decirte lo que sentía porque no deseaba lastimarte ni nada así. Y ahora, solo he conseguido herirte...

—Cari.—Le detuvo, otorgándole una amable sonrisa y levantándose de su sitio para acercarse a la mencionada.— Está bien. Está bien, hermana.

—Pero...

Ciro le colocó una mano sobre la rodilla y le dio un leve apretón para reconfrotarla, cosa que a penas y funcionó.

—Lo de Arac no me importa.— Aseguró y era verdad. — No importa si tú y él tienen algo. Me dolió más saber que hay cosas que no me dices, porque soy tu gemelo y quiero que te apoyes en mí. Que puedas decirme todo lo que quieras sin problemas porque quiero cuidarte. Soy el mayor después de todo.

—Solo por un par de minutos.— Comentó ella con un dejé de diversión.

—Es igual. ¿Y bien?

Carina suspiró aliviada pues parecía que su hermano no se encontraba realmente molesto.

—Lo siento. Ya no te ocultaré nada, ¿sí?

—Eso es lo que quería oír.— Sonrió tanto que sus ojos se achicaron. Le abrazó con cariño por los hombros y le hizo ligeras cosquillas.— Hermana.

Carina se dejó llevar por haber liberado las tensiones y le empujó levemente por un hombro, causando que Ciro solo se apegará más a ella. El lazo de gemelos nadie podía tocarlo ni romperlo, quizás arrugarlo y enredarlo, pero jamás quebrantarlo.

***

—¡Vinieron!— Exclamó alegre Lana, casi saltando sobre los dos gemelos que entraron por la puerta principal de la casa donde se llevaba a cabo la fiesta. —Los esperaba.

La música sonaba estruendosa desde bocinas enormes de color negro conectadas a un estero. La gente se encontraba aquí y allá, bailando, hablando y conviviendo como si su vida dependiese de ello.

—Con tu insistencia y la de Ciro, no hubo otra opción.— Respondió la castaña en un encogimiento de hombros.

—Sí.— Rió el peli-azul.— Y, bueno, tenemos permitido estar fuera hasta las dos, más o menos. Así que, vamos a divertirnos.

—¡Así se habla!

Lana se mezcló entre los cuerpo bailantes con suma facilidad, siendo su cabellera rubia lo único que la ubicaba. Carina alzó una ceja y clavó su atención es su hermano, quien ya estaba bailando al compás y lanzándole miradas, instándola a acompañarle. Resopló, tomó su mano que éste le ofrecía y se perdieron entre la multitud, acompañados de la rubia.

Las horas pasaron con rapidez gracias a que se divertían bastante en aquella fiesta. Amena sorpresa que resultó ser esto para la castaña. Su hermano había bebido tan poco como ella, es decir, el sabor era bueno, pero no querían emborracharse hasta perder el conocimiento. A diferencia de otros chicos que se encontraban ahí. Suerte que Lana igualmente sabia controlarse o podría haber sido problemático. Los tres se encontraban sentados en los numerosos sillones del recinto, entre más jóvenes que formaban una media luna llena de conversaciones y risas, además de tragos. De pronto, apareció una chica que venia prácticamente colgada del brazo de otra persona, un varón para ser específicos.

—Vamos, vamos. Sientate y convive.— Le dijo la chica y todos se giraron a verle.

—¡Que solo vengo a recoger a alguien! —Se quejó él con fastidio, por milésima vez.

—¡Arac!— Exclamó Ciro con alegría, alzando los brazos y llamando la atención. —¡Hola!

—¿Qué haces aquí?— Cuestionó Carina, deteniendo el viaje que su vaso hacia hacía sus labios mientras el pelirrojo saludó a su hermano.

—Lance convenció o qué se yo, a sus padres para que yo pasará por ustedes. Ese idiota puede ser un dolor de cabeza.

La castaña frunció el ceño con confusión y sacó su móvil de su bolsa, revisando la hora y percatándose de que ya era de madrugada. Eso tenía sentido. Ciro observó por encima del hombro de la chica, extrañándose porque el tiempo había pasado en un parpadeo.

—Hora de irnos, ¿no?—Comentó el gemelo al ponerse de pie.

—¿Eh?— Expresó Lana con dudas.—Alto ahí. ¿Ese quién es? No puedo dejarlos irse con cualquiera.

—Oh, él es familia.

La chica inspeccionó al recién llegado de pies a cabeza, asegurándose que no fuese alguien sospechoso ni peligroso y al percatarse de que él parecía decente, aceptó.

—Bien.— Dijo y le señaló el cabello.— Lindo tinte por cierto.

Si Arac ya estaba irritado, con ese simple comentario ya estaba realmente molesto. Ciro casi podía asegurar que una vena palpitaba notoramiente en la frente del mayor. Lo vio tomar un banquillo con ambas manos, levantándolo en un amago de lanzarlo a la chica que en ese momento se había girado a hablar con otra chica. El gemelo se puso en pie de golpe y le sujetó los brazos, intentando calmarlo y que así bajase el banquillo.

Yo no me tiño.

—Tranquilizate.— Rió el de ojos avellana con nerviosismo. —Cari, vámonos.

La chica suspiró con languidez y obedeció. Se puso de pie y se acercó a los dos chicos con intenciones de ayudar a su hermano con el pelirrojo impulsivo que no era Aries.

—Arac.— Dijo ella.— Baja eso.

Sin mirarle y aun frunciendo el ceño, lanzó el banquillo al suelo con un estrépito, causando un alivio en Ciro que no quería ver al chico en ese estado.  El mayor le tomó la mano a cada uno de los gemelos, como si fuesen niños que podrían perderse en esa multitud. Los gemelos se despidieron con un gesto de su mano libre y siguieron al pelirrojo que los arrastraba hasta la salida. Llegaron hasta el auto de Arac y se montaron en éste; el dueño de conductor, Ciro en el asiento del copiloto y Carina en los sitios traseros. Se habían sumido en un silencio y cuando Arac tuvo oportunidad de ver el por qué, descubrió que los dos gemelos se habían quedado dormidos en sus asientos. El gemelo parecía querer hacerse un ovillo sobre el sitio donde estaba, mientras la chica lucia como un maniquí, quieta y rígida. No dijo nada durante el camino, quizás estaban demasiado cansados y es que ellos no estaban acostumbrados a las avivadas fiestas. Cuando estacionó el auto frente a la casa, escuchó un quejidito en la parte trasera y al girarse, vio que Carina comenzaba a despertar.

—¿Llegamos?—Cuestionó ella, tallandose los párpados con ambas manos.

—Sí. Hubieras seguido durmiendo, yo te bajaba.

—No. Tengo que llevarme a Ciro, seguro está dormido.

—¿Qué comes que adivinas?

No dijo nada más y bajó; poco después le siguió Arac. Entre los dos se llevaron a Ciro, quien estaba tan agotado que nada podía despertarlo y eso era casi como un milagro. Ninguno de los gemelos tenía buen sueño. Carina abría y cerraba las puertas, o prendía las luces, facilitándole las cosas al pelirrojo que cargaba al gemelo como si nada. Al entrar a la habitación, lo acomodó cuidadosamente sobre la cama, como si temiese que éste despertase y comenzará a llorar como un bebé. Sí, Ciro era como su hermanito. Le cubrió con una manta y lo dejó dormir.

—Gracias.— Bostezó la gemela con sueño.

—No hay problema.—Dijo acercándose y le dejó un suave beso en la mejilla.— Ve a dormir, yo haré lo mismo. Buenas noches, Cari.

Y así, el mayor salió de la habitación. La castaña miró la puerta cerrada con el ceño fruncido y un sonrojo en los pómulos.

—Idiota.

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