¿Pesadilla?

Caminaba por un bello bosque que le parecía muy conocido. Los sonidos de la naturaleza eran relajantes y le gustaba ese lugar. Conversaba un poco con un hombre que lucia maduro, sus ojos eran similares a los suyos, pero poseía una cabellera larga y roja como llamas de fuego.

Él era un niño de nuevo, su complexión y estatura pequeña era adorable. Se sentía animado, aunque no era como su hermano menor que saltaba y corría por todos lados.

Él caminaba en frente, así que en un momento se detuvo y giró para encontrarse con su tutor. Dejó la frase que estaba diciendo a medias cuando vio que estaba solo.

Absolutamente solo.

Solo y perdido.

Comenzó a buscarlo por todos lados, sus ojos mirando en todas direcciones sin dar con él.

-¡Al!-Gritó.-¡Alcander!

Se estaba sintiendo extrañamente ansioso, asustado y acomplejado. La noche comenzaba a hacer presencia y él desesperado buscaba al hombre.

-¡Viejo!-Trataba y trataba, con las manos en torno a su boca.-¡Alcander!

Sin desearlo, lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos brillantes, cayendo al suelo café y húmedo.

-¡Seré mejor! -Chilló.-¡Cambiare! ¡Seré mejor hijo, Alcander!

Se sentía un vacío enorme y solo él se escuchaba.

-Perdón. -Murmuró derrotado.-Perdón por no ser suficiente.

Repetía eso una y otra vez. Luego, escuchó otra voz, era como un eco que le llamaba. Todo comenzaba a borrarse.

-Leo...¡Leo!-La voz sonaba más clara.-¡Despierta!

Abrió los ojos aturdido. Aun era de madrugada y estaba parado frente a la puerta de Libra, quien le miraba angustiada, mientras Acuario le zangoloteaba y le pedía que reaccionará. Parpadeo un par de veces, percatándose de que se atoraban lágrimas entre sus pestañas y le ardían los ojos. Se quito a Acuario de encima y se limpio el rostro con el dorso del brazo.

-Ah, perdón-Dijo con voz queda.-, estaba teniendo un mal sueño.

-¿Quieres dormir aquí?-Le preguntó la rubia. -Parecía serio y sabes que a mi no me molesta.

-No, no. -Sonrió.-Estaré bien.

-Bien.-Suspiró y le miró autoritaria.-Me tendrás que decir después.

-Sí, sí. Como no.-Sus ojos se clavaron en los de Acuario, quien le miraba angustiado.-Estoy mejor. Vayan a dormir.

No acepto que resongaran y evitando que lo hicieran, se regresó a su piso. Miró el pasillo por un largo segundo. En vez de devolverse a su recamara, se fue donde el mayor. Abrió la puerta lentamente y se coló hasta la cama. El pelirrojo sintió el peso y se despertó confundido.

-¿Leo?-Habló somnoliento.

-Lo siento.-Murmuró y vio como Aries se giraba sobre si mismo para verle.

-Está bien. Solo pensé que estabas sonámbulo.

-Ya no.

-¿Pesadilla?

-Algo así.

-Son solo tu imaginación. No te harán nada, nena. -Le palmeo el hombro. -Duerme.

Y así, los dos se dejaron llevar por el sueño.

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