Par de rosas
Ligeramente tranquila al saber que sus hijos estaban bien en casa, Kaia se paseó por el bosque y miró los arbustos alrededor suyo en busca de algo en específico.
Poco rato demoró en dar con las plantas de las cuales crecían bayas silvestres. Aquellas redondas frutitas lucían brillantes, dulces y jugosas puesto que ya era primavera, y la morena no dudó ni un segundo que los postres hechos con éstas serían deliciosos. Se acercó y, con parsimonia, comenzó a inspeccionar el arbusto del cual tomaba las mejores bayas para depositaras en una pequeña canasta que llevaba.
El día era cálido y tranquilo. Estando en las profundidades del bosque el silencio era casi total; los pajarillos cantaban armoniosamente y con una suavidad que conmovía a Kaia.
Su mente estaba en blanco por completo, concentrada en su actividad y disfrutando de un momento de soledad. A pesar de que sus hijos no eran un manojo de chicos revoltosos y enérgicos, que le causaban problemas en exceso, de vez en cuando requería un momento para ella.
Algo de sorpresa se mostró en el rostro de Kaia cuando encontró una telaraña con su respectivo arácnido en ella entre las ramas. Se disculpó en voz muy bajita e hizo amago de continuar en otra parte del arbusto cuando sintió algo posarse en su cintura de manera desprevenida. Dio un brinco pequeño por el susto y se dio media vuelta para posar sus ojos verdes en la cara de porcelana de Amaryltis.
—¡Buh!— dijo la rubia antes de sonreír ampliamente y abrazar por el abdomen a la contraria.
—No hagas eso.
—¿Realmente te asusté?
—Un poco— aceptó la morena antes de devolverse a lo suyo.
—Lo siento.
—Está bien.
—¿Qué haces?— Amaryltis golpeó suave y rítmicamente el abdomen de Kaia a la vez que posaba su mentón contra su espalda.
—Recolecto bayas. ¿Qué haces tú?
—Ah, vengo de dejar a los niños con Alcander. Seguro ya lo han desquiciado y solo llevan ahí unos minutos.
La rubia se rió y soltó a la más alta para proceder a caminar por ahí, meneando las manos de manera infantil y mirando alrededor hasta encontrarse con algunas flores de color blanco; Dianthus superbus o Clavelito. Se agachó frente a las plantas y tomó una por una para formar una corona.
—Me sorprende que no tenga problemas del corazón— Kaia se refería a Alcander.
—Tienes razón. Debería relajarse un poco. Además, le van a salir canas— tarareó una canción sin darse cuenta de ello durante unos segundos—. ¿Cómo están tus hijos? ¿Están enfermos de nuevo?
—No. Solo se han quedado en casa. Han estado bien, gracias por preguntar. ¿Los tuyos?
—Eh, igual. Libra con sus complejos por el cambio de su cuerpo, Géminis una bolita sensible y Acuario que últimamente parece estar babeando por éste.
—Oh.
—Mhm. Es el despertar de su sexualidad, supongo. Hablaré con él después, aún no sé qué decirle.
Kaia asintió de acuerdo, pero no respondió nada durante un buen rato.
—Libra sigue ansiosa por su apariencia, me imagino.
—Sí. Preferiría que no fuera así— Amaryltis soltó un suspiro con cierta angustia mientras sus dedos seguían formando la corona—. Es una chica preciosa y aún no termina de desarrollarse. Quisiera que viera que, también, tiene una belleza interna única, pero parece algo imposible. Está empecinada con ser un ser físicamente perfecto.
—No suena como algo sano. Mh... Espero que pronto deje de lado esos pensamientos, pero entiendo ese sentimiento de ser insuficiente.
—Ah, ¿te pasa?— no recibió contestación —. Kaia, no. Eres hermosa por dentro y fuera. Una amiga y madre increíble.
—Gracias.
Amaryltis sonrió sin girarse a mirarle y escuchó los pasos de la contraria acercarse, aplastando las hojas secas debajo de sus pies. Veía las flores enredándose entre sí para crear un círculo a la par que Kaia se acuclillaba junto a ella.
—¿Qué estás haciendo?— indagó la morena.
—Un obsequio para ti.
Parpadeó con sorpresa sin poder reaccionar de otra forma cuando la corona es colocada alrededor de su cabeza.
—¡Oh!— exclamó con orgullo la rubia, aplaudiendo—. ¡Qué te ves de maravilla!
Las mejillas de la contraria se tornaron rosadas de manera notoria, más cuando la mano porcelana acomodó un par de mechones coloridos y castaños detrás de su oreja.
—Gracias— Amaryltis ensanchó su sonrisa y depositó su barbilla sobre las palmas de sus manos—. He terminado. ¿Quieres ir a casa a comer?
—¡Por supuesto! Quién sería capaz de negar una invitación así, con lo rico que cocinas.
Kaia esbozó una diminuta sonrisa. Después, se puso en pie y, casi de inmediato, la rubia le imitó; la más baja se agarró del brazo de la adversa, sin importar nada, y se aventuró a entrelazar su mano con la propia. A Amaryltis le causaba cierta diversión lo diferente que se veía su piel en contraste con la de la castaña, pues la propia era blanca y la de la adversa era morena.
—¿Quieres algo en especial?
—Lo que sea que me prepares.
—Mh. A veces eres muy simple de complacer— la rubia rió, pasando sobre una pequeña roca.
—¿Tú crees? Mh... Quizás. ¿Debería pedirte un pastel de doce pisos?
—¿De qué el pastel?
Kaia oyó las carcajadas que Amaryltis soltó ante la respuesta inesperada de ella; no le molestaba escucharla por encima de los pájaros del bosque, pues saberle alegre le causaba calidez en su corazón.
—¿De verdad me lo harías?— indagó la de ojos azules y la más alta asintió—. Suena a mucho trabajo, Kaia. No lo hagas. Era solo una broma.
—No me cuesta nada.
—¿No?
—Mh. No.
Después de todo, cocinar, para la morena, era una forma no verbal de expresar su amor, por ello disfrutaba mantener bien alimentados a sus hijos y, obviamente, a la ojiazul. Estómago lleno, corazón contento podía ser su lema sin ningún problema.
—Quizás es que tú eres muy complaciente— comentó Amaryltis, comenzando a columpiar sus manos unidas con algo de infantilismo.
Tal vez, pero, sinceramente, la rubia no se quejaba al respecto, al contrario, le gustaba la atención de la castaña sin que rozara la co-dependencia. Le gustaba mantener su individualismo en su relación de pareja; se querían, por supuesto, y se apoyaban, pero nunca sentían que la otra fuera su pilar, su soporte. Eran compañeras de vida.
Caminaron aún tomadas de la mano hasta la casa de los tierra; Amaryltis charlaba y charlaba, parlanchina y alegre, a diferencia de Kaia que de vez en cuando acotaba algo muy escueto y sencillo, más que nada escuchando a la contraria.
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