"Odio"

La verdad es que no sabían en qué momento habían llegado a ese punto; Escorpio y Aries se gritaban llenos de enojo, peleando como un perro y un gato, ocasionando que Piscis se cubriera las orejas con incomodidad, cual niña pequeña buscando no oír al par.

Acuario se veía en la penosa necesidad de estar en medio de los contrincantes que estaban a nada de tirarse encima del otro para golpearse. El peliplateado tenía un rostro de neutralidad total, empujando a cada uno para alejarlos cada que alguno recortaba la distancia entre ellos, casi mostrando los dientes cuales bestias. Tauro estaba más ocupado en procurar que el fuego de la estufa no consumiera el sartén ni la comida, de otra forma ya habría estado en escena, agarrando a su mejor amigo pelirrojo para que no le rompiera la cara al perforado; aún si el signo agua fuese más alto y tuviese más aspecto de malandro que el signo fuego, este último era más irascible, capaz de dejar sangrando a alguien en el suelo y ya acostumbrado a pelearse en las calles con gente que incluso, a veces, le triplicaba el tamaño.

Sí. Leo se acordaba de una ocasión en la que habían ido a un antro, de esos fresones que tenían mastodontes haciendo guardia en cada entrada. Aries se había encendido como pólvora en cuanto vio que un muchacho, de esos niños ricos de papi, estaba molestando a una jovencita que claramente lo había rechazado al menos tres veces. Y el pelirrojo no dudó en ir, por supuesto, a reclamarle, causando una disputa en menos de un minuto y ganándose la expulsión del antro. Al parecer ese estúpido riquillo era algún tipo de cliente especial del bar, por lo que, pronto, los guardias llegaron para separarlos, sacando del recinto a Aries, junto a Leo y Sagitario de paso; el pelinaranja estaba tratando de calmar todo, porque la verdad es que le gustaba aquel sitio, mientras que el pelinegro había ayudado a la chica a irse con sus amigas antes de tratar de unirse al pleito con el mayor.

Ya estaban fuera, siendo empujados por un par de hombres robustos, apenas un poco más grandes que Leo, llamando la atención de todos y siendo maldecidos por el mayor del signo fuego. Éste se trataba de quitar de encima al guardia, diciéndole que era un bastardo y que no se atreviera a tocarle ni un maldito pelo a sus hermanos, que aquel soperutano estaba siendo un imbécil indecente y que no merecía ser defendido por el acoso a esa señorita, pero el guardia seguía empujándolo y, harto, ya en la entrada frontal del antro, se zafó, se giró y golpeó al hombre musculoso, con cara de pocos amigos y de inmenso tamaño, en el estómago, sofocandolo, y soltandole, después, un puñetazo en todo el rostro, haciéndole sangrar la nariz y el labio.

Leo se apresuró a tomarlo del brazo, intentando llevárselo con él lejos de ahí y evitando, a su vez, que Sagitario le imitara. Si bien él tampoco estaba de acuerdo con todo lo que sucedía, quería evitarse problemas con la policía o similar, porque las cosas habían ido cambiando con el paso de los años.

El otro guardia, moreno y más atlético que el que arrastraba a Aries fuera del bar, amenazó con acercarse a éste para detenerlo o similar, mas el pelirrojo le lanzó una mirada severa y amenazante, asegurándole que podía dejarlo peor que a su compañero que en ese entonces ya estaba en el suelo aún recuperando el aliento. Literalmente eran mastodontes en comparación del signo del carnero, pero él era tan capaz de dejarlos sangrando e inmovilizados.

Sí, el de ojos amarillos miraba desinteresado la discusión entre el signo agua y el pelirrojo, esperando que Acuario fuese capaz de seguir con su cometido de intermediario o el carnero podría casi noquear al adverso.

—A ver, a ver— decía Tauro, acercándose y dejando a Cáncer a cargo de la cocina—. Tranquilicense. Parecen un matrimonio disfuncional...

—¡Una mierda!— gruñó el carnero, rojo del rostro, mirando molesto al toro una vez que Acuario huyó hacia Géminis—. ¡Jamás estaría con este bastardo! ¡Es un imbécil!

—Mira quién lo dice, tú eres el idiota aquí— aseguró Escorpio.

—Silencio los dos— pidió el signo tierra, no tanto como una exigencia, en cuanto vio que su mejor amigo estaba a punto de replicar—. Si van a seguir discutiendo será mejor que se tomen un tiempo para calmarse lo suficiente para que hablen como un par de adultos racionales. ¿Bien?

Los ojos vino y los obsidiana se encontraron en silencio, aún llenos de irritación. Escorpio pasó de largo junto a Tauro y se acomodó en el asiento adyacente al de Capricornio que le miraba con decepción usual, terminando la discusión.

...

—Oye— hablaba Leo, acomodando sus cosas para salir a pasear con Acuario a una cita, dándole ambos la espalda a la sala en donde Aries y Escorpio se encontraban—. Aries, Sagitario dijo que te iba a llamar para no sé qué tontería.

—Está bien— respondió el aludido, jugueteando con su celular—. Estaré al pendiente. Tú vete a tu cita de una vez.

—Ya voy, joder.

Hubo un momento de silencio entre todos. Leo se arreglaba por última vez, pensando que el día estaba demasiado frío como en momentos anteriores, siendo preocupante para él y el mayor de la casa fuego. Se pasó las manos por la melena rizada de color naranja que se perdía con la bufanda gris alrededor de su cuello.

—Hey— cuando se giraba a mirar hacia el sofá donde reposaban el carnero y el escorpión, notó que el primero se acomodaba en su asiento y el segundo tenía ya el brazo sobre el respaldo del mueble—. Cubrete bien. No tengo las ganas de cuidarte si te da un resfriado.

—No eres el viejo. Yo sé cuidarme. Siempre traigo mi manta conmigo así que no molestes. Acuario, ya llevatelo, por Zeus.

—Sí, Aries tiene razón. Ya vámonos, chamaco— decía el peliplateado, tomando al león de la mano y llevándolo con él—. Nos vemos luego.

—Usen condón.

...

—Estoy segura que Escorpio no es tan bueno en todo— comentaba Libra, tumbada en su cama con Aries a su lado, ambos mirando el techo—. Sabe cocinar y es muy bueno en la música, pero debe haber algo en lo que es malo.

—¿Cómo qué?

—Uhm...— musitó ella, haciendo una mueca de meditación—. Quizás no es tan bueno besando como todos pensamos. Quizás es malo.

—Nop

—¿Qué?— preguntó Libra con sorpresa, mirando el rostro del pelirrojo que se hacía el desentendido.

—¿Qué? De seguro es malo en el deporte.

—Eso no fue...

—¿No? Hasta Tauro es mejor haciendo ejercicio. Tiene buena condición.

—Aries, acabas de...

—A lo mejor vale verga para las matemáticas.

...

Hacía un viento gélido aquel día, la temperatura iba descendiendo cada vez más conforme las horas pasaban y el Sol comenzaba caer. Los fuego se empezaban a sentir cada vez más y más incómodos, con los músculos enfriándose y deseando estar calentitos en su hogar, enrollados en cientos de mantas y, en su defecto, arrejuntados entre sí para conservar calor corporal, hibernando, no a mitad de la calle, yendo hacia un restaurante para convivir entre los doce signos.

Al menos Leo y Sagitario llevaban ropa suficiente como para mantenerse cálidos y evitar hipotermia, pero Aries no había pensado muy bien en el clima aquel día ni en qué debía cobijarse correctamente. La sudadera que llevaba encima no era nada para evitar que el frío se le colara por debajo de la ropa o por el lado de la capucha, además de que las manos las tenía congeladas, casi tiesas y azules, pero no comentaba nada al respecto, se limitaba a gruñir por lo bajo.

Acuario estaba comenzando a preocuparse por la apariencia del pelirrojo que temblaba levemente para mantener la temperatura adecuada en su cuerpo, y había decidido darle la ropa extra que llevaba consigo por si Leo la requería, pero viendo que su novio estaba bien y el carnero no, decidió ayudar a éste. Sacó la muda del interior de su morral y, cuando estaba dispuesto a entregársela a Aries, se percató que él ya estaba cubierto mejor; llevaba entonces una bufanda negra y unos guantes que le quedaban un par de centímetros más grandes, de piel y acolchonados. Sus ojos turquesa se fijaron en el signo lleno de tatuajes que para ese momento ya no estaba tan cubierto como en un principio. ¿Qué no llevaba más ropa encima? Ya solo traía un gorro de lana tan oscuro como su alma. Los miró con suspicacia, aunque no dijo nada.

...

Sagitario entró a la habitación del carnero sin llamar antes a la puerta, escuchando pasos apresurados que se movían por la habitación, golpes y que el armario se cerraba. Miró a Aries que se encontraba con la mano recargada en el clóset mientras la adversa la mantenía aferrada al boxer naranja que parecía que acababa de ponerse y que, de manera extraña, le quedaba lo suficientemente grande como para que se le resbalara hasta la "v" de la cadera. Los ojos púrpuras del menor le observaron llenos de duda y curiosidad.

—¿Qué haces?

—Nada. ¿Qué quieres?

—A mí no me traes como pendejo— aseguró el pelinegro, negando repetidas veces con el dedo índice—. ¿Qué travesuras haces?

—¿Qué mierda te importa?—gruñó el carnero a punto de sacar a palos al menor—. ¿A qué has venido?

—¿Qué escondes en el armario?

—Me iba a cambiar.

—Puras mentiras— dijo mientras se acercaba al pelirrojo con los ojos entrecerrados—. Ese boxer te queda grande... No te lo había visto.

—Tauro me lo regaló porque le sentó pequeño y me lo acabo de poner.

—Uhm...

Y de la nada, el pelinegro corrió hacia el armario, empujando lejos al mayor y apresurándose a abrir la puerta; Aries se mantuvo de pie con mucho esfuerzo, aún sujetando la ropa interior para no quedarse totalmente desnudo, y lanzándose detrás de Sagitario para evitar las consecuencias de sus actos. Sin embargo ya era muy tarde. El menor borró su sonrisa divertida y maliciosa de su rostro para dejar paso a una mueca de asombro absoluto antes de gritar con horror, totalmente asqueado y sin poder creer lo que veía.

—Cierra la maldita boca— amenazó Escorpio, emergiendo del clóset y tomando al pelinegro por el cuello de su ropa, pero éste siguió chillando con terror, no sabiendo si quitarse al perforado de encima o si cubrirse los ojos por verle desnudo—. Qué te calles, Sagitario, o te arranco la lengua.

Pasos llenos de angustia se oyeron por el pasillo hasta que el resto de los signos apareció en la puerta, alarmados por el grito de susto que provenía aún de Sagitario que solo guardó silencio cuando el perforado cubrió su boca con la mano libre.

—¿Qué pasa?— preguntó Capricornio con interés, esperando que fuese algo de vida o muerte, de lo contrario se enfadaría con el pelinegro por hacerlo preocupar.

Sagitario se quitó a Escorpio de encima y, cubriéndose con las manos los ojos, corrió hacia Leo cómo si le estuviesen atacando y necesitara la protección de su hermano mayor.

—¿Me pueden explicar con sensatez qué sucede?— exigió el castaño, comenzando a enojarse y pensando por dónde iba la situación— Y...

—¡Ponte algo encima! — le espetó el carnero al escorpión, lanzándole un zapato que esquivó con facilidad e ignorando las dudas de la cabra.

—¿Qué esperas que use? —señaló el menor, colocándose el pantalón de franela que llevaba antes encima viendo que era la única opción—. Traes mi ropa interior. Y la tuya no me queda, animal.

—¡La hubieras usado aunque te apriete!

—Y que me reviente un huevo. Seguro.

Capricornio se tallaba la sienes con irritación, cansado de las tonterías de su familia. Sagitario parecía estar en trauma mientras trataba de relatarle a Géminis y Libra lo que sucedía, a la par que el menor de la casa aire se encontraba pasmado y casi indignado por encontrar en esa situación a Escorpio, porque, Apolo bendito, que era su Crush número dos, ya que el primero era Leo, por supuesto.

—¡¿Qué está pasando, Doctor Gracia?!— chilló Sagitario, sujetándose la cabeza y dejándose consolar por la rubia.

El peliplateado soltó un resuello y señaló al par como si fuesen una cosa espantosa.

—¡Son amigos con derechos!

—No— negó el castaño, suspirando—. No es eso.

—¡¿Cómo voy a ser fuck friends con este bestia?! ¡Es mi novio, babosos!

Y cada uno de los presentes dejó relucir una mueca de asombro total en su rostro, exceptuando a Capricornio, que ya sabía todo acerca de eso, y a Escorpio, que le tiró los boxers de Aries a éste mismo en la cara y, de paso, le dio una nalgada, exaltando al mayor que le soltó un puñetazo en el abdomen, sin dudar, como reprimenda. A pesar del dolor, el signo agua rió ligeramente por la vergüenza ocasionada en el pelirrojo.

—¿Ustedes son...?

—¿Pareja?— Sagitario concluyó la oración de Libra.

—Sí. Y, si me disculpan, iré mi habitación a bañarme y vestirme bien— los ojos vino miraron neutrales al pelirrojo—. Ese boxer te queda grande, deberías arreglarlo.

—Vete a la mierda, bastardo.

Antes de marcharse, depósito un besito en los labios del carnero, dejando aún más anonadado al resto que parecían a punto de colapsar.

—¡¿En qué momento?!— chilló Acuario, llevándose una mano a la frente con dramatismo mientras Géminis abanicaba a Sagitario entre sus brazos que parecía listo para desmayarse.

—Pero... Ustedes... —Piscis se encontraba tan confundida como el resto, tratando de dilucidar cuándo fue que todo comenzó—. ¿Eh?

—¡No sé! ¿Bien? ¡No sé cómo ni cuándo ni por qué, simplemente pasó! ¡Ya está! ¡No me pregunten!

En lo que Aries recogía toda la ropa desperdigada frente al clóset, enfurecido y avergonzado, cerrando la puerta de éste y aún sujetando la ropa interior del perforado. Cáncer había quedado sin habla y miraba a Virgo, esperando que ella le explicara lo que ocurría porque no estaba entendiendo en lo absoluto. ¿Su hermano estaba saliendo con quién proclamaba su odio?

—Parece que los enemigos se volvieron amantes, Cáncer— le había dicho la peliverde, con calma.

La cangreja parpadeaba reiteradas veces, cruzando su mirada plateada con la aguamarina de la pececita que, poco después, observó a su novio castaño que era el único que ni se inmutó al respecto.

—¿Lo sabías? — preguntó ella, no como reclamo.

—Sí— suspiró la cabra, cruzándose de brazos—. Escorpio había llegado conmigo en pánico luego de darse cuenta que sentía más que odio hacia Aries y tuve que hacer de consejero del amor. Le dije que fuera con ustedes, pero dijo que no quería hacer un alboroto de algo que no estaba seguro aún. De la nada, confesó que empezaron a salir unos días después. O unas semanas, no recuerdo bien ni me importa.

—¡¿Cómo no dijeron nada?! — chilló Acuario.

—La pregunta aquí es... ¡¿Cómo no nos dimos cuenta?! —proclamó Sagitario— ¡Aries no sabe mentir!

—Eso es verdad— fue lo primero que logró decir Tauro luego de su estupefacción.

—Escorpio es un genio para ocultar cosas— recordó la cabra, con obviedad.

—Eso es cierto. Él, no sé cómo, lograba no decir ni pío al respecto y, además, conseguía que yo no dijera nada. Cada que estaba a punto de decir algo sobre esto, lograba callarme.

—Los caminos de la vida, no son como yo pensaba— cantaba Géminis, sin saber a ciencia cierta si así era como iba la letra.

—¡Estoy en shock!

—Todos estamos en shock.

— No sabíamos si era algo serio o no, así que pensamos que por ahora no diríamos nada— confesó el pelirrojo, mirando las prendas que tenía en las manos, dudando que debería hacer con las cosas del perforado.

—Puedes tirarlas con la ropa sucia— le comentó Piscis, leyéndolo cual libro abierto—. No creo que él te diga nada.

Aries asintió, adentrándose al baño de su pieza y dejando toda la ropa en el cubo de mimbre, tomando el boxer del elástico y subiéndolo hasta el ombligo por si se volvía a resbalar. Al regresar, se cruzó de brazos y miró con las cejas arqueadas al resto que seguía impactados por las nuevas.

—¿Se van a quedar ahí o qué? Quiero darme una ducha, ¿saben?

—¡Esta es una casa religiosa y casta, Aries! — señalaba Sagitario con total indignación—. ¡Aquí no hacemos estas cochinadas!

— Oilo. Si eres el primero en...

—¡Blasfemo! Iré a purificar mi mente y a leer la Biblia.

—Pero no eres católico...— murmuró Piscis, pero el pelinegro ya se había marchado del lugar—. Oh...

— Vamonos— ordenó Capricornio al resto de los signos—. Esto no nos incumbe y de nada sirve que estemos aquí. Aries y Escorpio tienen derecho a su intimidad y privacidad de cualquier forma. Además, de verdad tiene que arreglar el cuarto y ducharse, porque apesta a sexo.

—¡Gracias!

—Sí, sí. No hay nada que ver aquí.

Así, cada uno de los presentes se retiró; Acuario lloriqueaba contra el hombro de Géminis con exageración puesto que el tatuado ya había sido tomado por alguien más, y el rubio solo atinaba a  reírse por lo bajo y a darle palmaditas en el brazo mientras que Leo no parecía contento por la actitud de su novio. La cabra fue la última en salir, cerrando la puerta y dirigiéndole una mirada sería al carnero antes de desaparecer.

Aries, en soledad, miró la habitación y decidió abrir las ventanas para ventilar el lugar. Con las manos en las caderas observó su desarreglada cama y, cansado, se tumbó en ella sin importar nada.

Despertó a los pocos minutos, sin saber en qué momento se había dejado llevar por el sueño, y sintiendo que el aire que se colaba por la abertura de su cuarto le provocaba un frío espantoso, haciendo que su cuerpo se encogiera sistemáticamente en su sitio y que comenzará a tener ligeros temblores. Quería volver a dormir, pero el viento se lo impedía y estaba a punto de cerrar la ventana o de enrollarse con las mantas de su cama cuando escuchó que la abertura se cerraba y el frío cesaba un poco. Sintió una tela suave cubrirle desde los pies hasta el cuello, aplacando el temblor de sus músculos y relajando su cuerpo de nuevo. Sus párpados continuaban cerrados, percibiendo que la cama se hundía a su lado y que una mano delgada le peinaba los rojizos cabellos con lentitud y cariño, de una manera elegante y fluida que solo conocía por el signo agua.

—¿Qué te costaba cobijarte, imbécil?— murmuró Escorpio, con su voz sonando una octava más grave y sin esperar respuesta del durmiente.

Aries se limitó a suspirar, medio dormido, y se acurrucó contra el cuerpo del de ojos vino, sintiendo que éste continuaba con las caricias en su melena. Le gustaba como le tocaba, porque lo hacía con una gentileza peculiar que solo usaba cuando practicaba con sus instrumentos; el signo agua amaba la música y siempre trató a sus guitarras y demás como si fueran personas que merecían todo su aprecio y respeto por encima de cualquiera, por ello resultaba especial que él recibiera el mismo trato de su parte.

Durmió otro rato más, aproximadamente media hora, y sus ojos oscuros se encontraron con los infiernos del menor que ya no le acariciaba y que se limitaba únicamente a mirarle.

—Pareces un maldito acosador— gruñó Aries con voz pastosa y tallandose la nariz con los nudillos.

—Creí que era obvio que lo soy. Pensé que te habrías metido a la ducha, no creí que te quedarías dormido.

—Solo quise descansar un momento, no había planeado esto. ¿Qué más da?

—Es que hueles horrible.

—Y eso es culpa tuya— espetó el pelirrojo, dándole un manotazo en el pecho—. Estoy todo sudado y algo adolorido, maldita bestia.

El signo agua atinó a encogerse de hombros sin importarle sus palabras; él debía saber a lo que se atenia cuando empezó a andar con su persona, además de que no parecía que esto realmente fuese una molestia para el signo fuego. Aries se levantó lentamente y, somnoliento, se dirigió al baño, rascándose la espalda que era adornada por hematomas, al igual que su abdomen, y en sus tobillos y muñecas había marcas de que había sido sujetado con fuerza. Agradecía que el resto no se hubiese dado cuenta, demasiado impresionados como para pensar en otra cosa que no fuera en Escorpio desnudo saliendo de su clóset.

Cerró con seguro la puerta y se metió bajo la ducha, dejando el boxer con el resto de la ropa sucia. El agua caliente cayendo era lo único que se escuchaba, hasta que el sonido de la manija siendo movida le llamó la atención.

—¡Jodete, tiene seguro!

Pudo imaginarse al tatuado soltando un rugido de molestia antes de desistir de sus intentos por entrar y él se permitió reírse con maldad.

...

Entró por la puerta principal de la casa, irradiando un aura de enojo y odio inmenso a la humanidad en general. Parecía tener ganas de matar a alguien, eso se notaba a leguas. Sus ojos profundos miraron al resto de los signos que se hallaban alrededor de la mesa y otros cuántos en la cocina; ninguno le dijo nada por mantener su bienestar. Y se acercó con pasos pesados hasta donde estaban, deteniéndose a las espaldas del pelirrojo que miraba desinteresado como Tauro cortaba la carne que posteriormente cocinaría, y  mientras masticaba un dulce de regaliz rojo. Ni se inmutó cuando sintió que Escorpio se abrazaba a su cuello y brazos con fuerza, dejando caer su cabeza contra la suya con desgano.

—¿Te fue mal en el trabajo?— preguntó el carnero, dándole unas palmadas en el brazo sin dejar de mordisquear el dulce.

El menor gruñó cual perro.

—¿Tu odio al mundo aumentó?

Un sonido similar volvió a emerger de Escorpio.

—¿Quieres que haga algo?

—Solo deja que esté así un rato. Aunque me jodere la espalda por lo enano que estás.

Aries se limitó a fruncir las cejas con molestia; enano Géminis, el carnero media lo que un joven promedio, no era su culpa que Escorpio fuese alto.

El resto se sentía ligeramente fuera de lugar porque aún no se acostumbraban al hecho de que esos dos fuesen pareja. Resultaba tan raro como ver dos Soles en un mismo cielo.

Mientras los demás hablaban, procurando no hacer molestar al único varón de la casa agua, éste se aferraba al mayor de todos como si realmente se estuviera recargando cual batería. Aries difícilmente le mostró el regaliz que comía, en ofrecimiento, y él no dudó mucho en darle una mordida, sintiéndose solo un poquito mejor.

...

Acuario dejó una caja de Pockys sobre la barra de la cocina, llamando la atención de los que se hallaban con él en ese momento.

—¿Y si jugamos el juego del pocky?— preguntó, ocurrente como siempre—. La pareja que lo haga bien se gana unos tickets.

—¿A dónde?— indagó Piscis.

—Es una sorpresa.

—Tauro será el juez— acotó Leo, sorprendiendo al aludido que dio un brinco en su asiento.

—Oh... Bueno...

—Y yo grabaré— aseguró la cangreja, con su móvil listo en manos.

Acuario entonces entregó un palito de galleta con cubierta de chocolate a uno de los integrantes de cada pareja. Señaló que Capricornio y Piscis serían los primeros en intentarlo, ocasionando que ella se pusiera nerviosa como si fuera a hacer un tipo de cirugía o algo similar.

—Si no quieres está bien— le aseguró el castaño, con suavidad en su mirada escondida por su neutralidad.

La menor entonces pensó que así era la vida, obligándola a enfrentarse a cosas pequeñas que le causaban pavor o vergüenza y que debía superar porque nada de malo tenían. Negó con la cabeza, convencida de sí misma y con una seguridad que no flaqueó incluso cuando se puso el pocky en la boca. Pero empezó a enrojecer en cuanto el signo tierra colocó el otro extremo del dulce entre sus labios. Y tembló en el momento en el que su novio dio la primera mordida con un rostro estoico y con los ojos avellana clavados en los propios. Ella intentó seguirle el paso, pero él ya iba por la tercer mordida cuándo la pena le ganó; rompió la galleta y se cubrió el rostro con ambas manos mientras comía el trocito que se había quedado en su boca.

—Lo siento— susurró ella, temblando.

—No te disculpes. Está bien— le consolaba él, pasando la mano por su espalda y quitándose el pocky de los labios para dejarlo en la mesa.

—Bu... Ya me había emocionado— comentó el peliplateado, ganándose una mirada de regaño por parte del castaño—. Bueno, qué se le va a hacer. Vas, enorgulleceme, hermanito.

Géminis miró al menor de su casa antes de observar la galleta entre sus dedos y finalmente fijándose en la rubia a su lado que le miraba expectante con una sonrisa. Y en vez de cumplir con las reglas del juego, le depositó un beso rápido en los labios a Libra, enrojeciendo ambos al instante como dos cerezas.

—¡Así no se juega, baboso! —le reprendió Acuario, manoteando la mesa mientras el resto reía.

—¡No necesito tu tonto juego para besar a Libra! ¡¿Verdad?!

—No. Somos novios, puedes besarme cuando quieras.

—Ay, qué bonito se oyó eso— comentó el rubio cual colegiala enamorada, llevándose las manos a las mejillas enrojecidas y descansando su cabeza sobre el hombro de ella—. Love you.

Libra entonces le dejó un beso en su frente, riendo entre divertida y nerviosa, acariciando su melena rubia mientras él parecía estar disfrutando los mimos como si estuviera en el cielo y casi haciendo carita de "uwu".

Decepcionado, el de ojos turquesa miró a la chica de la casa tierra y a su mejor amigo pelinegro, quién ya tenía el pocky posicionado entre sus labios.

—Yo no quiero jugar— sentenció la peliverde, de brazos cruzados y ocultando espectacularmente su vergüenza.

—¿Por favor?— pidió Sagitario, con ojos de cachorro, pero ella se mantuvo firme, como siempre.

—No. Es un juego tonto. No tiene sentido. Gane quien gane, se terminaran besando las dos personas.

—Ese es el punto, Virgo.

—Pues es muy estúpido. Solo besense y ya.

—¿Por favor? Solo es un jueguito inofensivo.

—No.

—Quiero intentarlo.

—Que no.

Derrotado, Sagitario decidió comerse la galleta, casi llorando de manera cómica y solo consolandose cuando Virgo le palmeó la cabeza y le acarició la barbilla. No era lo que quería, pero estaba satisfecho. A fin de cuentas, ella no era de dar cariños y menos en público.

—Afrodita, ayúdame que yo no puedo con ellos— rogó Acuario de manera dramática, mirando al techo antes de sostenerse de la barra como si estuviera decepcionado con todo mundo. Finalmente, observó a Aries—. ¿Lo van a hacer o no?

—Escorpio se comió el pocky.

El aludido miró con desgano al signo aire que le miraba con cara de pocos amigos, y siguió masticando la galletita con chocolate como si nada.

—Pensé que no lo haríamos, por ello me lo comí— explicó el tatuado mientras Acuario buscaba casi con furia otro pocky dentro de la caja y se lo entregaba.

—¿Y por qué no lo íbamos a hacer?

—Creí que te echarías para atrás. Ya ves...

—¿Disculpa?

—No te preocupes, te perdono.

—¡Hey! ¡Lo dices cómo si fuera un cobarde!

Escorpio sonrió con petulancia, llevándose el pocky a la boca con intensiones de volverselo a comer y ganándose el enojo de Aries en un parpadeo. Era un plan malévolo de parte del menor, todos lo sabían, incluso el carnero, pero eso poco le importó. Había ofendido su orgullo y eso no se podía quedar así. Claro que no.

Lo tomó de las solapas de su chaqueta y se acercó lo suficiente como para tomar con sus dientes el otro extremo del pocky. Comenzó a morder con velocidad, comiéndose la galleta y el chocolate oscuro con una rapidez impresionante hasta que sus labios se estamparon, con poca gentileza, contra los del más alto quién no demoró ni una milésima de segundo en profundizar el gesto.

Cáncer estaba que chillaba de emoción, aún grabando y jalando el brazo de Acuario que estaba teniendo un gay panic ajeno por ver la escena, al igual que Sagitario.

Para incomodidad del resto, la cosa parecía volverse más intensa y estaba durando demasiado como para que fuese posible o sano. Leo atinó a hacer una mueca de desagrado total y escuchó que Sagitario gritaba de horror, de nuevo, al ver que las manos del tatuado comenzaban a moverse en la espalda del carnero.

—¡Oigan!— les llamó la atención Capricornio, golpeando la mesa con la mano—. ¡Paren ya, hormonales! ¡No están solos! ¡Tengan algo de decencia!

Leo tuvo que jalar a su hermano mayor de la ropa, alejándolo bruscamente del escorpión que le dirigió una mirada fulminante por interrumpir, pero al pelinaranja poco le importó. Si quería comerse al pelirrojo estaba bien, solo que no lo hiciera frente a él. La sensación era la misma de ver a tus padres teniendo sexo.

—Mierda, te está sangrando el labio— comentó el león, viento la gotita de sangre que emergía de la piel del mayor.

—¡Escorpio, no seas tan bruto!— le regañó Cáncer.

—Leo me movió, no es mi culpa.

Aries se llevó la mano a los labios y tocó en donde supuso que aquel líquido carmesí emergía, pasándose la lengua por ahí poco después.

—¿Estás bien?— preguntó el toro con preocupación.

—Sí. No es la gran cosa.

—Bu-bueno— trataba de hablar el peliplateado, buscando aminorar la tensión del sitio e ignorando el hecho de que Tauro le presionaba una servilleta en la herida al pelirrojo para parar el sangrado—. Supongo que ellos ganan, ¿no? Aquí están los tickets.

—Genial— musitó Escorpio, viendo los papeles rectangulares que le habían sido entregados—. Dos pases para un spa. ¿Donde los consiguieron? Parecen caros.

—Se los regalaron a Leo, pero no tiene ganas de usarlos y caducan la próxima semana. Yo tampoco quiero ir. No lo necesito.

—¡Yo no tengo las malditas ganas de ir a un tonto spa!— se quejó Aries, antes de dirigirse a calmar al peliverde que seguía angustiado por la sangre.

—Bueno. Yo sí iré. ¿Virgen, quieres el otro?

—¿Yo por qué?

—Has estado muy estresado este último mes, no me quieras ver la cara de estúpido.

—Eso es verdad— concuerda Tauro, con dulzura—. El otro día llegaste a mi cuarto llorando porque tenías tieso el cuello y no podías moverlo. Tuve que darte un calmante y masajearte para mejorarlo.

—¡Eso no tenías que decirlo!

—Capri, deberías ir— le comenta Piscis con preocupación, empeorando el tinte rosado que emerge en las mejillas del mencionado—. Sí has estado tenso últimamente.

— Está bien. Dame el pase, satánico.

El signo agua literalmente le aventó el trozo de papel.

...

Aries se encontraba tumbado boca abajo sobre su cama, abrazado a una de sus mullidas almohadas mientras jugaba con su PSP, demasiado concentrado y apenas percatándose de que el escorpión se acostaba sobre él, acomodando su rostro en la curvatura de su cuello y abrazándose a su cintura, como un felino mimado.

—¿Qué no ibas a salir?— preguntó el mayor, tranquilo porque el contrario no pesaba más que una pluma.

—El virgen está ocupado aún. Al rato nos vamos.

—Mh...

El pelirrojo se removió en su sitio, claramente inquieto y eso el tatuado lo notó. ¿Celos? Quizás.

—Tú dijiste que no querías ir al spa. No podemos desperdiciar los tickets y Capricornio realmente necesita relajarse.

—Uhum. Lo sé. No te he dicho nada.

—Es verdad. Solo recalcaba las cosas.

— Sí...

—Qué malo eres fingiendo.

— ¿Qué dices? ¿Te he reclamado algo? Estoy jugando, no jodas.

—Me doy cuenta con facilidad cuando estás celoso.

—No lo estoy. Deja de inventar babosadas.

—¿De verdad? —Aries asintió, moviendo sus dedos sobre los botones—. Mírame los ojos y dime qué no sientes celos.

—¡Estoy jugando, Escorpio! ¡Carajo!

El mencionado escuchó el sonido que el aparato hacía cuando el personaje del pelirrojo moría, viendo a la par que éste lanzaba la consola portátil hacia otro lado del colchón.

—Como chingas— se quejó el de ojos negros, empujando un poco al perforado para girarse sobre sí y mirarle a la cara—. ¿Qué quieres?

—Si no estás celoso, dilo— sonrió egocéntrico el escorpión mientras que el otro se encogía en su sitio, apretando la quijada y frunciendo las cejas—. Dilo.

—¿Y qué si lo estoy? Tú también te pones así. ¿O qué no recuerdas como reaccionaste cuando Tauro se cayó en la ducha y tuve que ayudarlo?

—¿Y cómo querías que actuara? Cuando entré lo estabas ayudando a vestirse.

— Ahí tienes un punto. Pero Tauro se había lesionado el brazo, hasta tuvieron que inmovilizarlo un mes. La verdad que sí me asusté por él. Es que no oíste el trancazo que se metió, se movió el piso y todo. Ay, pobrecito— Escorpio le fulminó con la mirada, ligeramente molesto por recordar aquella vez—. Y tú también me das razones. A veces te duermes con Capricornio, ¡en la misma cama! ¡No me puedes culpar! ¿Sabes cómo es un spa? Tienen que quitarse la ropa.

—Sí, pero es Capricornio. Por Zeus. Es como mi hermano.

Una ceja rojiza se alzó con incredulidad.

—Me ofendes, Aries. Qué me creas que puedo ser infiel. El único promiscuo aquí es Sagitario.

—Eso es cierto, pero aún así... —el menor le mordió suavemente la nariz, para callarle, ganándose un quejidito del mayor—. Hey.

—Tranquilizate, ¿quieres? Solo tendremos una tarde de amigos en el spa. Algo de todo los días, ¿no? De a compas.

—¿No homo?

—No homo.

—Si algo pasa, olvídate de mí por el resto de la eternidad, ¿entendido?

—Ajá, sí— dijo y se dejó caer, ocultando nuevamente su rostro contra el cuello del pelirrojo que jugaba distraídamente con los piercings.

Poco después, perturbando la quietud y el silencio del cuarto, se oyó la voz de Capricornio llamando al tatuado con poca paciencia. Escorpio gruñó, se levantó de mala gana, asegurando que volvería después, y se retiró del cuarto.

Aries miró el techo de su habitación, sin moverse durante un rato hasta que profirió un "Woah" de asombro por todo. Ni él se creía que estuviera saliendo con el signo agua, no por obligación ni amenaza, sino por deseo y convicción propia, porque realmente le quería. Tal vez había enloquecido al final.

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