Obsesión pt.3

¿Cómo es que habian llegado a ese punto?

Acuario fue a recogerlo, sorpresivamente, al trabajo y justo vio el momento en el que él se encontraba hablando amenamente con la manager de otra agencia de modelos que, de manera extraña, era joven y atractiva, sin mencionar que era carismática. Él usualmente acostumbraba relacionarse con mujeres mayores u hombres también de gran edad, así que le pareció peculiar que ella, Amelia se llamaba, estuviese trabajando como agente de modelos pues no aparentaba tener más de treinta años.

Leo solía tratar a las personas a su alrededor con amabilidad, encanto y gentileza, porque le gustaba que la gente adulara su comportamiento y porque le parecía respetuoso y cordial tratarlos así, sin importar quién fuese. Sobre todo procuraba tener especial trato con los mánagers o cosas de ese estilo, ya que ponía en riesgo su carrera si les trataba con desdén o apatía.

Por eso no era raro ver que ambos charlaban tranquilamente sobre trabajo, de manera cercana, pero profesional. Claro que a Acuario no le parecía para nada agradable.

El peliplateado comenzó a sentir los celos que emanaban de lo profundo de su abdo, como si fuese bilis subiendo por su garganta. ¿Quién era esa suripanta y por qué estaba flirteando, ridículamente por cierto, con su hombre? Eso era inconcebible. Justo cuando empezaba a planear su táctica para llevarse de ahí a Leo, éste concluyó su conversación con Amelia y se viró hacia la puerta, ocasionando que sus miradas se encontraran.

Acuario se esforzó para sonreír dulcemente al signo de fuego que no demoró un segundo en ir hacia él. El menor explicó la razón por la que estaba ahí y, posteriormente, ambos salieron del edificio para ir directo a su hogar.

El viaje se llevó a cabo entre charlas y algunas risas, sobre todo de parte del signo aire. Sin embargo, Leo pudo darse cuenta de que el peliplateado estaba actuando ligeramente raro. Quizás se sentía mal.

Al llegar a casa, Leo dejó sus llaves en el cajón de la cocina designado para éstas, notando que las de Libra, con sus llaveros de animalitos, estaban ahí.

-Esa chica- decía Acuario, al otro lado de la barra para comer mientras que Leo se servía agua en un vaso-. ¿Quién era?

-Una manager.

-¿De verdad? No lo parecía. Realmente era guapa, ¿no?

-Uhm...- el pelinaranja se giró a mirarlo, dejando el vaso, ya sin el líquido traslucido, sobre la isla y miró a Acuario que yacía recostado en sus antebrazos-. Sí. Nada excepcional, pero sí lucía bien. Parece que realmente se cuida.

-¿Te gustó?

Las cejas anaranjadas se arrugaron con confusión y los ojos amarillos vieron que el menor se erguía frente suyo, estrujandose las manos y comenzando a cristalizarse sus orbes turquesas.

-¿Qué dices?

-Te estoy preguntando si es que te gustó aquella chica.

-Acuario, ¿de verdad? No deberías estar...

-¿Por qué evades mi pregunta?

-¡Porque no tiene sentido! - se jactó Leo, rápidamente alterándose, cómo era de esperar viniendo de alguien tan impaciente y de carácter fuerte como él.

-Sí que lo tiene- respondió el signo aire, arrugando el entrecejo-. ¿Crees que no vi cómo la mirabas o cómo ella te miraba?

-No nos estábamos viendo de alguna forma en particular. Estábamos hablando de trabajo.

-No soy tan idiota como para tragarme tus mentiras.

-¡¿Qué mentiras?! ¡Te estoy diciendo la verdad!

-¡Claro que no! ¡Quién sabe qué cosas estaras haciendo con un montón de fulanas y soperutanos!

-Acuario, yo no te estoy engañando. Nunca lo he hecho ni lo haré.

-Pero de seguro me vas a dejar por alguien de tus muchos pretendientes, ¿no? - Acuario sorbió su nariz y un par de lágrimas brotaron de sus ojos.

-¿Por qué lo haría? Mira, estás diciendo tonterías. Tranquilízate y deja que te explique.

-No quiero escuchar nada. Seguramente me quieres terminar...

-Acuario.

El signo fuego observó que el de aire salió corriendo del lugar y subió velozmente las escaleras, decidido completamente a no seguir hablando con él. Leo se pasó la mano por el cabello y gruñó para demostrar lo fastidiado que estaba con la situación. Miró los sofás de la sala, luego la barra de la cocina y finalmente el vaso de cristal vacío. Cuando menos se dió cuenta subió con rapidez los escalones y llegó hasta el último piso de la casa, dirigiéndose sin rodeos al cuarto de su novio a sabiendas de las cosas que pasaban por la mente de éste; no era la primera vez que Acuario le hacía una escenita como esa. Aún así, comenzó a alarmarse cuando estuvo frente a la puerta, sintiendo como la adrenalina fluía por su torrente sanguíneo.

Al entrar, su corazón latió sin control en su pecho en cuanto se topó con la imagen que, aún si ya la había visto antes, le causaba malestar físico y emocional.

Se apresuró a hincarse frente al peliplateado, viendo que la sangre carmesí de éste emergía de las heridas profusas que se había auto infligido en sus brazos. El líquido corría sin parar por su marfilada piel, llena de arañazos horizontales en los apéndices de Acuario que lloraba en silencio; las lágrimas fluían torrencialmente por sus mejillas, cayendo en la sangre y mezclándose con ésta. Los pantalones azules se mancharon sin remedio, al igual que la playera blanca. Leo le arrebató prontamente la navaja con la que se había lesionado y no dudó en ir a desecharla, teniendo cuidado con esto porque no quería que alguien más se lastimara con ella.

Volvió con el botiquín de emergencias y se hincó nuevamente frente a Acuario, comenzando a sacar un montón de cosas de la cajita para poder curarle temporalmente las heridas antes de llevárselo al hospital para que un profesional lo atendiese. Pero el menor rehuyó del contacto con el contrario cuando éste le tomó de las muñecas con sumo cuidado.

-No...- gimoteó el signo aire, encogiéndose en su sitio y llevándose las manos al pecho, pegándose los brazos al torso-. Déjame...

Leo poco caso le hizo y volvió a insistir, sujetándole con más fuerza los brazos, extendiendo primero el derecho y limpiándolo con un algodón remojado en alcohol. Acuario ni se inmutó por el contacto ardiente de ésto, pues no había sentido nada. El menor balbuceaba que le dejara en paz, que no lo curara, y de vez en cuando se removía para liberarse del agarre del signo fuego, no consiguiéndolo. Leo vendo los dos brazos del peliplateado, dejando las bolitas de algodón llenas de sangre. Acuario solloza y se talla la cara múltiples veces, encogido.

-Leo...- jadeó, y el aludido se acercó más a él-. No me dejes... No me dejes, por favor...

-No lo haré.

-No me dejes... Te amo... Sin ti yo me muero...- Leo tomó, gentilmente, las manos del menor y sus ojos amarillos se encontraron con los turquesa que se veían aún más brillantes-. Te amo... Te amo...

Un beso fue dejado en los nudillos blancos antes de besar la punta de la nariz redondita del menor que aún lloraba desconsolado.

-Te amo- aseveró el pelinaranja y recibió un sollozo de parte del contrario-. Y no quiero que sigas haciéndote esto. Nunca, nunca te voy a dejar. No vuelvas a pensar que eso pueda pasar.

Abrazó al signo aire contra su pecho y dejó que siguiera llorando, ensuciando aún más su ropa que ya tenía algunas manchas de sangre.

-Prometeme que siempre estaremos juntos- pidió Acuario, aferrándose a la camisa del signo fuego-. Prometemelo.

-Te lo prometo.

Aún con lágrimas desbordando sus ojos, el peliplateado sonrió, completamente satisfecho por la respuesta y feliz de saber que Leo solo era suyo.

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