No lo digas.
Como a Shadow le encanta joder, tanto a su lectores como a los signos, se le ocurrió que sería bueno, o más bien, entretenido, mostrar algo así como ilusiones a los chicos, con una de las personas más importantes en su vida, diciéndoles lo peor que puedan llegar a escuchar. Lloren :D
Es extraño, si bien está en su cuarto, nunca, en sus miles de años de existencia, ha visto que haya fuego a su alrededor sin que las cosas se quemen, derritan y/o exploten, pero como todo lo irracional de este mundo, le viene importando un soberano cacahuate, así que simplemente ve como todo se desmorona.
Escucha unos pasos, que resuenan exageradamente por la habitación. Ahí donde escucha a la persona acercándose, ve el fuego apagándose y vapor saliendo. Ve a Cáncer, e inmediatamente, se pone en pie, pues estaba sentado en el suelo de la habitación. Tiene un gesto facial serio, sombrío se podría decir y sus ojos como lunas le miran de manera despectiva.
—¿Qué pasa?—Cuestiona el pelirrojo con cierta inseguridad.
Sus miradas conectan y ella frunce el ceño con total disgusto.
—Aries.
—¿Sí?
—Te odio.
Y aquí es cuando literalmente, su mundo se viene abajo. Siente su corazón detenerse abruptamente y la respiración se le corta, mirando anonadado a la chica. Sintiendo como el lugar comienza a caerse a pedazos, trozo por trozo y por primera vez en toda su existencia, no dice nada, no mueve ni un músculo, no reacciona, solo está ahí, sintiéndose miserable y vacío.
Mientras el chico batalla con su impotencia y aturdimiento, la chica se encuentra en un espacio lleno de agua, pero puede respirar. Mira los animales acuáticos pasar a su alrededor, yendo en todas las direcciones posibles y dejando un camino de burbujas.
Todo parece estar en paz y ella satisfecha, simplemente sigue la corriente, hasta que ve una figura a lo lejos. Curiosa, se acerca, quedando a menos de un metro y percatándose de quién es. El agua se siente casi al punto de hervir en un radio en torno a él.
—Aries, que bueno que estás aquí.— Dice ella con felicidad, pero él permanece estoico y con una mirada de prepotencia.
—Quería decirte algo.
—Uh, claro.
—Yo, te he estado engañando.
—¿Qué?—Su voz sale quebrada y un dolor punzante le cala sobre el pecho. Las lágrimas escocen en su ojos y un nudo enorme se asienta en su garganta, dificultándole tragar.—Aries...
Sin poder contenerse más, comienza a llorar sin consolación.
Se remueve en la cama, con las mantas llegándole hasta los hombros, sus ojos arden incluso al tenerlos cerrados, se confunde al escuchar sollozos lastimeros escapar de sus labios y la almohada mojada bajo su rostro.
Antes de que pueda reclamarle a la chica lo que ha dicho, todo desaparece y después de unos parpadeos somnolientos, sus ojos se abren por completo, en mitad de la noche. Su respiración agitada y su corazón yendo a mil por segundo. Ve a la chica recostada frente a él, aún dormida, pero parece sufrir, pues a pesar de la oscuridad, logra ver su rostro deformado por la tristeza y escucha sus sollozos dolidos. Luego, ve sus ojos brillantes y casi blancos por completo clavarse en su persona cosa que parece lastimarle aún más, pues eso solo incrementa su llanto.
—Fue una pesadilla.—Susurra y aunque trata de sonar calmo, él también se siente al borde de las lagrimas, notándose en el tono de su voz molesto.
—Uh... Se sintió real...—Jadea y rápidamente se limpia el rostro con las manos.
No pudiendo evitarlo, se apega a ella, con un brazo al rededor de su cintura y el otro bajo su cabeza, acariciando sus cabellos como el mar, a lo que esta corresponde llevando su brazo en torno a él. La deja llorar un rato y cuando por fin se calma, Aries deja escapar un jadeo irritado.
—Lo siento, ¿te desperté?
—No... Yo también tuve una pesadilla a decir verdad.
Un silencio se asienta entre los dos, medio queriendo ser cómodo, medio siendo incomodo.
—¿Aries?
—¿Mh?
—¿Alguna vez...? Soñé que tenías una aventura a mis espaldas.
—Fue un sueño. No fue verdad, Cáncer.
—Perdón, pero teniendo en cuenta que soy yo, podría ser posible que te canses de mí y...
—Más de dos mil años, más de dos mil malditos años me has traído como perro faldero. Eso ya hubiera pasado antes, ¿no crees? No podría cansarme.
—... Ya veo.— Sonríe. Piensa un segundo antes de volver a hablar.— ¿Y bien? Puedes decirme que soñaste.
—¿Qué sientes por mí? —Responde con una pregunta.
—Ah...Bueno.—Escondiendo su cara sonrojada contra el pecho de él, prosigue.— Te amo, te adoro...
—¿Me odias?
—No, ni un poco.
—¿Lo harías?
—Nunca.
Aries suspira aliviado.
—Eso está bien. Ugh, aún así, no creo que pueda seguir durmiendo.
—Pues ya somos dos.
***
Esta un tanto perdido en un laberinto de espejos, todos lo reflejan a él, a nadie más que él. Se gira en busca de una salida, un camino y comienza a desesperarse porque no lo halla. Un susto casi le saca el corazón del pecho cuando por sorpresa, el chico de aire aparece de la nada, en donde había antes un espejo.
—¡Mierda, Acuario!— Gruñe entre dientes el de fuego, pasándose la mano por su cabello naranja.—No aparezcas de pronto, casi me matas.
Le parece extraño que el contrario ni se inmuta, con una sonrisa cínica en su rostro que parece casi grabada en él, pues no importa que, esta no desaparece. Leo le mira confundido y sus instintos comienzan a alertarle que algo no va bien.
—¿Te ocurre algo?—Cuestiona el modelo.
—Oh, sí, digamos que sí.
—¿Qué?
—Bueno, la cosa es qué, no eres lo que busco.
—¿Dsculpa?— Ríe sin gracia.
—Quiero algo mejor.
"Mejor..." Repite en su mente, viendo incrédulo al chico de cabello plata. El sentimiento de menosprecio se abre paso por cada molécula de su ser y se siente insignificante, sin valor ante la mirada turquesa de Acuario. Siente necesidad de reclamar, pero nada sale de su boca, era como si su voz ya no existiese.
Acuario está en la sala, leyendo un libro en un idioma que nunca antes había visto, pero parece que entiende y le entretiene. Todo luce normal, como un día común y corriente en su vida. Le parece curioso que el silencio ni si quiera le incomoda, pero ya no puede sentirse más sorprendido pues sabe que este mundo es uno poco real, por lo menos por el momento piensa así.
Escucha unos pasos resonar, como si caminarán sobre madera con tacones altos, pero no puede despegar sus ojos de las letras desconocidas del libro extraño que se encuentra entre sus manos. Se limita a escuchar.
"Clack, clack, clack."
Hasta que esa persona se detiene justo frente a él, baja el libro y sus ojos suben hasta encontrarse con dos soles brillantes que parecen estar quemando con mayor intensidad de lo usual. Vuelve a escanear al chico, descubriendo su vestimenta costosa y elegante, suponiendo así, que este saldrá a algún evento.
—¿Necesitas algo, Leo?— Pregunta el chico aire con una mirada complaciente ante el chico de cara neutral.
—Saldré a...—No sabe bien que es lo que dice, pero ahora sabe que irá a algún lado. —Habían dicho que podría llevar compañía.
—Oh, entonces...
—No, no irás conmigo.
—De acuerdo...—No suena convencido, de hecho, suena más como una duda y no una afirmación.
—Estoy cansado de ti.
—Ah... Ya veo...—Su sonrisa es rota y sus manos tiemblan.—Entiendo...
"Sabías qué pasaría."
La tele comienza a escucharse de fondo, pero pronto es lo único que se escucha y él solo ve a Leo mover sus labios, vocalizando palabras que ya no llegan hasta sus oídos. Logra captar risas, sonidos pre-grabados y aplausos. Al despertar, con los ojos entre cerrados, ve el televisor encendido, pasando un programa de concursos o algo similar. Sus manos siguen temblando incesantemente, acomodadas sobre su regazo y trata de mejorar su posición, pues su cabeza está sobre el hombro de su pareja.
Cuando Leo regresa a la realidad, parpadea un par de veces, recordando que está en la sala de su hogar y captando la televisión frente a él. Siente a Acuario removerse a su lado y rápidamente dirige su atención a él. Sin perder el tiempo, le sujeta del brazo, pensando que este se marchara y lo dejara ahí solo. Ante esto, sus miradas se encuentran y el gesto facial de Acuario se transforma en uno de preocupación al ver el tono del león.
—¿Estás enfermo?—Cuestiona Acuario.—Leo, pareces un fantasma.
—Estoy...bien.
—Mentiroso. Luces más pálido que yo, claro que no estás bien.
—No descanse.—Confiesa el modelo, restregandose la mano contra el rostro.—No... Tuve una pesadilla.
—¿Qué...?
Leo no le permite terminar su duda, pues sin pensarlo dos veces, estampa sus labios con los de él, besándolo con un toque de ansiedad e inseguridad, cosa que no pasa desapercibida para el chico aire, quien solo le mira con ojos sorprendidos. Luego del largo beso, ambos se miran directamente a los ojos.
—Que tengas pesadillas no suena tan mal.—Bromea Acuario.
—No es gracioso.
—No, no lo es. —Dice y vuelve a besarle con rapidez.—Pero si esto ayuda, no veo problema.
—Entonces—Arquea una ceja. Hablan entre beso y beso.—, tampoco dormiste bien.
—No realmente...No quiero pensar en eso.
***
Está en un puente, en donde hay miles de candados de todo tipo, clavados en el material de hierro. Se supone que las parejas van y hacen eso, con la cursi idea de permanecer siempre juntos.
Se queda un segundo admirando la puesta de sol bellísima, hasta que luego sus ojos se clavan en los candados. Piensa que quizás a su pareja le gustaría hacerlo y planea llevarla con él en su próximo viaje a aquel sitio turístico.
Como por arte de magia, apenas girar sobre sus talones, dispuesto a irse, sus ojos se encuentran con unos orbes esmeraldas serios y frívolos.
—¿Virgo?—Habla curioso.—Genial, pensé que este lugar...
—Sagitario.—Le interrumpe, borrándole el gesto feliz de su cara.
—¿Sí?
—No quiero.
—¿Viajar? Sé que no te gusta, pero no es tan malo.
—No. En realidad, me arrepiento de salir contigo.
—Siempre has sido mala para las bromas.
—No estoy jugando. Ese es tu problema.
Le ve marcharse y aunque trata de alcanzarla, trata de correr a ella, parece que ni si quiera avanza. Solo se alejan más y más.
Sentada en un banco de madera, ve un festival desenvolverse alegremente frente a sus ojos y aunque piensa en unirse en este extraño evento colorido, prefiere descansar un momento.
Ve a gente ir de un lado a otro, música, risas y algunos cuhetes.
El cielo esta tenido de un extraño color morado y las nubes son rosas, de un suave tono pastel. Escucha murmullos femeninos y sus ojos se clavan en varias chicas, que rodean a un azabache de ojos brillantes y llamativos.
—¿Piensa quedarse ahí todo el día? —Cuestiona una de ellas, señalandole.
—Probablemente.—Le sonríe encantador, sonrisa que se borra cuando sus miradas se encuentran.— Es aburrida. Por eso quiero terminar.
Con eso dicho, lo ve desaparecer con ellas entre la multitud. Se queda ahí, mirando sin habla el festival y tratando de no romper en llanto.
Ella lo intenta, pero es que son tan distintos. Trata de ser perfecta, cosa imposible y eso no le importa. Por eso no quería enamorarse.
Despierta a un par de cuadras lejos de su casa, así que se dedica a mirar por la ventana del taxi y cansado, bosteza.
Al llegar a la entrada de su hogar, paga al conductor, toma su mochila y entra al recinto, escuchando los neumáticos rodar sonoramente detrás de él. La sala esta vacía, aunque se escucha a los demás signos en sus habitaciones. Sin importar nada más, lo primero que quiere hacer es ir donde la chica. Estuvo lejos dos semanas, sino es que más y es probable que así fue, por lo que quiere verla, más después de su sueño.
Siempre trata de ser directo y honesto, ¿acaso no es suficiente?, ¿qué más puede hacer?
Escucha la voz de alguien llamarle y una mano zarandearle por los hombros. Se despierta abruptamente, dando por terminado su mal sueño y mirando las cosas sobre su escritorio con cierto desconcierto.
—Oye.—Ve un rostro familiar asomarse por encima de ella, quedando de cabeza.—¿Todo bien?
Ella suspira con pesadez, recargando su frente contra la mesa de madera.
—¿No has dormido?—Cuestiona Sagitario. —¿Te presto mi regazo? Debiste decirle a Capri o Tauro.
—Por favor.
Asiente y hace lo pedido. Se sienta en la cama de la chica y da palmadas sobre sus piernas, diciéndole que se recueste. Ella se levanta y arrastrando los pies, con la cabeza gacha, se le acerca. Tomando por sorpresa al azabache, en vez de acostarse, se sienta en su regazo y su delgados brazos se enrollan en el cuello de él, escondiendo su rostro contra su cuello.
—Epale, epale. ¿Qué paso, mija?
—No preguntes...
—Está bien. —Acepta en una exhalación y sin darle más vueltas, la abraza.
—Sagitario.
—¿Qué se le ofrece?
—No te vayas. —Suplica ella avergonzada. —Perdón.
—Virgo. Acabo de llegar, no me iré. Estás muy extraña.
—Hablo en serio. No quiero... Que me dejes.
Con eso, Sagitario le abraza aun más fuerte, gustoso de oír aquello.
—Solo si tú no lo haces.
***
¿Desde cuando le gusta escuchar reggae? Nunca, pero por tal o cual razón, la musica suena en la radio de su auto mientras conduce a quien-sabe-donde. Lo peor, es que se sabe la letra.
Todo luce normal, los autos pasando, la gente caminando y los edificios a su lado, mientras la carretera sigue y sigue.
En un punto, llega a un semáforo con luz roja, por lo que se detiene y espera.
—Capri.
La voz de su novia le llama la atención y se gira hacia el asiento del copiloto, encontrándose con ella ahí. No dice nada, pero escucha.
—¿Sabes? —Habla con seriedad nunca antes vista.— Ya no puedo seguir.
—¿Por qué?—Cuestiona no queriendo sonar tan sorprendido. Escucha su corazón retumbar en sus tímpanos.
—No eres lo que quiero. Eres lo peor.
Y con nada más que decir, ella se baja del auto, dejando al castaño aturdido, mirando el asiento vacío y la musica siguiendo.
¿Tan mal novio es?¿No es suficiente? Maldice su falta de tacto y cariño.
Esta atareada, con montones de papeles en sus brazos y su cabello hecho un desastre. Trota presurosa por los pasillos de su instituto y finalmente, por culpa de sus tacones, cae al suelo, esparciendo las cosas por las baldosas ocre y marfil.
Rápidamente comienza a recogerlos, torpemente y con cierta preocupación. De pronto, ve unos zapatos negros, pulcros y formales plantarse frente a ella, frente a los papeles. Alza la vista y se encuentra con Capricornio en traje formal, mirándola con superioridad.
—Eres tan torpe.— Escupe fríamente las palabras.— Me fastidias.
Pasa de largo junto a ella, dejándola dolida y haciéndola sentir diminuta. Siente la garganta seca y los ojos le pican por las lágrimas que pronto caen a los papeles.
Por supuesto que lo fastidia. Siempre dependiente de él. Tan ridícula e incapaz de algo, lo que sea.
El techo esta a oscuras y le cuesta un segundo adaptarse a la falta de luz. Una sed inmensa la obliga a levantarse de la cama y a ir a la cocina. Se sorprende cuando ve la luz de esta encendida, calandole en las pupilas y causando que se cubra un segundo.
Camina lentamente hasta adentrarse y toparse con el castaño, quien le da la espalda.
Mientras bebe una taza de té de manzanilla, siente unos brazos pequeños rodearle hasta llegar a su pecho, un poco más abajo, por el diafragma. Ve sus manitas y siente su frente recargarse en su espalda.
—¿Qué haces despierta?—Pregunta con voz calma, muy calma.
—Sed, pesadillas.
—Ya. Aun es tarde, deberías tomar agua y volver a la cama. —Siente como ella niega con un movimiento de cabeza.—¿Por qué no?
Trata de girar para verla, pero como ella no le suelta, resulta difícil y un tanto molesto.
—Solo dilo.—Le anima a hablar, torpemente quedando frente a frente. —Piscis, tienes trabajo mañana y no quiero que estés adormilada.
—Lo siento.
—Está bien, solo regresa a la cama.
—Duerme conmigo.
—Son solo sueños, no te pueden hacer nada.
—Tengo miedo.—Murmura.
—Entiendo, pero no existen.
—No, no. Capri, tengo miedo de que me dejes.
—...¿Eso soñaste?—La ve asentir tímidamente y suspira, acongojado, pues es la razón por la qué él está despierto.—, eso no pasará, tranquila. Ahora, toma agua y vamos a la cama.
Y dicho y hecho, Piscis bebe agua con rapidez, dejando que Capricornio termine su té, luego de ello, ella se le vuelve a pegar, como un chicle a un zapato y así, él se ve obligado a subir con sumo cuidado la escaleras, evitando caer ambos.
Cuando llegan a la habitación, se acomodan en la cama se disponen a dormir, sin embargo, la peli-azul habla.
—¿Por qué estabas despierto?
—Insomnio.—Responde y le deposita un beso pequeño, pero muy cariñoso en la frente.—Duerme.
***
Hace un poco de viento, pero eso no le es problemático, al contrario, lo disfruta. Se mece hacia atrás y adelante en el largo columpio amarrado en una gruesa rama de un árbol prominente.
Su cabello se agita en todas las direcciones y desea haber sujetado este en una coleta; esta pronto aparece como si fuese magia.
Después de columpiarse, sale volando de este hacia el norte y antes de estampar su cara contra el suelo, se equilibra y sus pies se aferran para no caer.
Se relaja un segundo por la adrenalina del susto, pero poco le dura la calma, pues frente a sus ojos azules aparece su querida rubia.
—Géminis.—Habla con voz profunda y con matices de molestia.
—Dime.—Le parece extraño su tono, pero no dice nada. Prefiere escuchar.
—La verdad es que, yo nunca te ame.
—¿Qué?— Su cara forma una mueca de dolor. Siente que se encoge y ella crece de manera exuberante. —Libra... No digas eso.
Siente que su tamaño decrece con rapidez y todo a su alrededor se tiñe de negro, azul índigo y escarlata; manchas deformes y salpicaduras.
Siempre lo intenta, cree haber logrado cautivarla, o ¿no? Pero es que no es un adonis, ni culto, interesante, nada de eso y siente que ella merece más.
Esta en un estudio de fotografía, aunque la cámara es muy, muy antigua, mientras todo lo demás es moderno y digitalizado.
Se pone a admirar la cámara, pasando sus dedos por el material de metal viejo y un tanto oxidado, acomodado en el tripie.
Decide mirar a través de esta y del otro lado, se encuentra Géminis. Parado firmemente y con seguridad, mirando intensamente a la lente del aparato.
—¿Piensas posar?—Pregunta ella con diversión, irguiendose.
—Pienso hablar contigo.
—Bien, te escucho.
—No quiero volver a verte.
Sorprendida, sus cejas se alzan y sus manos se toman de sus brazos en un intento de reconfortarse. Abre y cierra su boca, como queriendo decir algo, pero nada se escucha.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Se despierta de golpe cuando escucha un golpe seco en una de las habitaciones de al lado y rápidamente se pone en pie. En medio de la oscuridad, avanza a de donde el ruido ha provenido y titubeante, entra.
Ve a Géminis sentado sobre el suelo, con las mantas acompañándolo y hechas un desastre, la almohada al pie de la cama y el chico está serio, pálido y aturdido.
Se acerca lentamente a él, acuclillada y ligeramente angustiada.
—¿Qué te ocurre?—Cuestiona ella en un murmullo, captando su mirada cían.
—Ah.—Vocaliza él y suspira.—Malos sueños, solo eso.
—Ya somos dos. —Libra dice, sentándose junto a él. Su mano encuentra la del contrario.—¿Me dirás?, o ¿qué necesitas?
—No quiero pensar en eso. Es que, sólo te quiero aquí, conmigo.
—Bien. —Sonríe enternecida y siente como él le da un apretón.—Géminis, no me iré.
***
No recuerda que pudiese tocar el piano, pero aquí esta, frente a uno de cola, negro de teclas marfil y pedales dorados.
La habitación es el largo pasillo de su viejo hogar, donde su familia vivió con su padre.
Mueve elegantemente los dedos por la teclas, produciendo musica apasionada. Presionando notas graves, su atención está clavada en ellas, hasta que escucha notas agudas y esta se desvía a la persona junto suyo.
Reconoce una cabellera como el mar y una piel como la luna. Ella le mira, pero sus ojos lucen vacíos.
—¿Cáncer?
—Escorpio.
Permanecen en silencio un largo segundo, silencio que rompe ella.
—Quiero que me dejes en paz. —Dice con seriedad a lo que el varón ríe irónico.—Me asfixias.
Su risa cesa de pronto al verla tan estoica. Molesto, se levanta de golpe, pegándole a las teclas y causando un ruido desafinado. Indignado y ofendido, se marcha.
Solo se preocupa por ella, quiere lo mejor y cuidarla como nadie más puede. ¿Qué parte de ello no entiende?
Al despertar, descubre que esta abrazando agresivamente su almohada. Exhala cansado y trata de dormido de nuevo, pero le parece una tarea imposible. Decide ir con la mayor. Entra a la habitación y se escabulle en la cama, recostándose al lado de Cáncer.
—Mocosa.—Murmura a sus espaldas y le pica el brazo.
Poco después, reacciona y se gira sobre el colchón para verle cara a cara, con ojos adormilados.
—¿Escorpio? ¿No puedes dormir?
—Por eso estoy aquí, mensa.
—Que hermano tan mimado.—Se burla y él le pellizca una mejilla. —Auh. Es broma, es broma.
—¿Podrías...?
—¿Cantar? Sabes que sí. —Bosteza adormilada.—No importa, Escorpio, sabes que siempre te ayudare.
—...Gracias...
***
Permanece sentado en una silla, lo curioso, es que es lo único que está de cabeza, apoyado en el techo de lo que parece ser la sala y se pregunta cómo es que llegó ahí.
Mientras piensa qué hacer, si bajar o quedarse ahí, admira todo a su alrededor. Se pasa la mano por el cabello que ni si quiera se ve afectado por la gravedad. Extraño.
No se siente mal, ni solo, pero cuando ve a su mejor amigo acercarse no le parece tan mala la compañía. Sin embargo con él, algo no luce estar bien.
—¿Te sientes mal? —Pregunta el peli-verde con angustia.
—Lo hago.
Tauro se levanta y da un par de pasos hasta quedar frente a él, estira un brazo para tocarle el rostro y asegurar que no tiene fiebre, sin embargo Aries se aleja con rapidez.
—Tauro.—Espeta irritado.—Me repugnas.
Las palabras son como una puñalada en el pecho del chico. Parpadea un par de veces y las lágrimas brotan como una fuente imparable, las piernas le timblan y vuelve a caer en la silla.
No dice nada, no puede, si lo hace romperá en llanto y no quiere eso.
—Ta...ro...¡Tau...! ¡Tauro!— Aries grita frente a él, sacudiendolo por los hombros y despertándolo. —¡Oye!, oye, estas aquí, ya estas bien.
—¿Eh?—Murmura confundido, hecho un ovillo en la cama de Aries.
—Tenias una pesadilla. Te quedaste dormido mientras leías, luego te empezaste a mover y pensé que estabas despierto.
—Lo siento. —Resopla.
—¡Geez! Pensé que te estaba dando algo. Me asustas, pendejo.
—Lamento preocuparte.
—Pues espero que así sea. ¿Qué haré si te ocurre algo?
—Ah...—Respira aliviado y se acomoda sobre la cama.—Estoy mejor, dormire otro rato.
—¡Hazlo en tu cuarto!
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