Maquillaje

El maquillaje era una herramienta mágica, desde la perspectiva de muchas personas. Con los labiales, sombras, bases, y demás, uno podría cambiar a gusto propio su imagen. Esto, al menos en donde vivían, no era algo obligatorio de usar. Si una fémina no deseaba llenarse la cara con cosméticos, no tenía por qué hacerlo.

Usualmente, las mujeres usaban maquillaje para verse aun más bonitas, aun más lindas o sexis. Aunque los cosméticos ya no estuvieran restringidos únicamente a las féminas, los hombres aun parecían temer perder su masculinidad ante ellos; tampoco se les podía culpar. Un cambio tomaba mucho tiempo.

Libra despertaba temprano en la mañana, desayunaba junto a los demás signos, se aseaba, vestía y, antes de partir se maquillaba y peinaba. Aquello era en lo que más se demoraba.

Géminis, aun en pijama, estaba recostado en la cama, con los ojos cerrados y el cabello revuelto mientras descansaba un momento. Cuando abrió los parpados, no más por que sí, se fijó en el espejo que había frente a la cama, sobre el tocador. En aquella superficie reflejante podía apreciar a Libra que se miraba y se arreglaba con sus numerosos productos de belleza. Tenía su dorado cabello sujeto en una alta coleta de caballo y con un par de broches retirando las hebras de su rostro para que no se llenaran de aquellos químicos.

Hipnotizado, se quedó mirándole con interés; la signo aire se esparció, con una esponjita rosa con forma de gota, la base del mismo tono de su piel, cubriendo cualquier imperfección que Géminis era incapaz de notar. La vio adornar sus parpados con sombras de colores suaves, pero bonitos, para luego delinearse de manera precisa y rizar sus pestañas con una mascarilla tan oscura como los cabellos de Sagitario. Se perfiló con bronceador y se iluminó con un precioso iluminador de color rose gold.

Aquello le había tomado al menos 30 minutos. Libra no se veía exagerada ni se notaba realmente las múltiples capas de maquillaje. Lucía hermosa, sin duda, pero a veces Géminis no entendía por qué tanto esfuerzo si al natural ella ya era preciosa. Bueno, para él siempre era bonita, sin importar qué.

La fémina se arregló la coleta, soltando un par de mechones para enmarcar su rostro, quitándose los broches, y guardó todo lo que había usado en su respectivo sitio. Organizó sus cosas para el trabajo y estuvo lista para partir.

Se giró en dirección al mayor de la casa aire, que seguía mirándole de manera embelesada y que le obsequió una sonrisa.

—Ya debo irme— decía ella, aproximándose a él—. Irás después al trabajo, ¿verdad?

—Sí. Así que aun tengo rato para holgazanear. Ve con cuidado.

—Bien. Arreglate para salir. No vayas a ir con esas pintas, Géminis.

—Ah. Mh... Al menos me peinaré.

Libra sonrió con diversión a la par que negaba con un movimiento de cabeza. Se inclinó hacia el rubio, retirando los cabellos de la cara de éste, y dejó un beso en la frente nívea.

—Nos vemos en la tarde.

—Bye.

Libra se marchó y Géminis continuó con su día. Mató el rato con banalidades y, cuando la hora de irse se acercó, comenzó a prepararse. Se cambió de ropa por algo más decente, se aseó lo suficiente y se ató el cabello con una liga, porque no tenía muchas ganas de peinarlo realmente.

Seguro que llevaba consigo su móvil y llaves, además de dinero, bajó las escaleras y se dirigió a la salida de su hogar, pasando por la sala en donde Sagitario le detuvo.

—Ven— le dijo, haciendo una seña con su mano mientras reía.

El mayor le miró como un cachorrito dudoso y, cuando llegó a su altura, sintió la mano del pelinegro frotar una zona especifica de su frente.

—Traes marca de un beso— comentó el más alto, tallando la piel con sus dedos para quitar el labial rojizo—. Yo sé que te pone muy contento que Libra sea tu novia, pero tampoco salgas así, por Zeus.

—¿Se nota mucho? — las mejillas de Géminis se tornaron rosas y una sonrisa entre apenada y divertida surcó su rostro.

—Por supuesto. Mh... No se quita.

Golpeó sonoramente la piel adversa que pronto se tornó rojiza y oyó un quejido de dolor del otro.

—Mejor ve a limpiarte.

El rubio suspiró, pero aceptó la sugerencia y regresó a su habitación. Si lo pensaba bien, realmente no le molestaba salir con ese beso en su frente, a la vista de todos.

***

La menor de la casa fuego no gustaba mucho de maquillarse, no es que no se considerara femenina ni nada, pero para ella era más practico ir al natural. Le gustaban los colores de los productos y sus envases, además le resultaba algo útil cuando se usaban de manera inteligente, solo que no era del todo para ella. Siendo un espíritu libre que viajaba a los lugares más inhóspitos del planeta, lo que menos le preocupaba era llevar una mascara de pestañas o suficiente rubor. No, aquello suponía más un estorbo que otra cosa.

A veces, cuando estaba en casa dejaba que su hermana de brillante cabello naranja o el signo de la balanza le aplicaran cosméticos en su bronceada cara. Sagitario se consideraba guapa sin los productos de belleza, pero estos ayudaban a resaltar ese atractivo natural que tenía, y le gustaba.

Tenía un par de productos propios, nada grandioso comparado con la colección de otras signos, sin embargo, para ella eran suficientes. En ocasiones compraba cosas de manera impulsiva, sobre todo cuando iba a Corea y/o China, pues eran productores lideres en cosméticos, aunque algunas cosas no llegaban al rango de tonos que se asemejaba a su piel.

Había comprado un paquete de labiales de distintos colores que aseguraban ser a prueba de agua y "Kiss proof". Se preguntó si aquello sería cierto. Abrió el empaque y observó los labiales, leyendo los nombres designados a los diferentes tonos. Dejó todo desordenado sobre la cama y abrió uno de los productos. Se miró en la pantalla de su móvil y deslizó el bastoncillo sobre sus labios, pintándolos de un profundo color guinda. La formula era agradable contra su piel y no era seca, además, se le veía bastante bien. Unió y separó los labios repetidas veces, aguardando unos segundos antes de pasar su dedo por ellos; no vio cambio en su yema. Luego, fue al baño y se mojó la boca, viendo en el espejo que el color no se había corrido en lo absoluto. Se mostró fascinada.

Sagitario se encaminó hacia donde su novio se encontraba, aun con el labial liquido en mano.

—Virgo, mirame— exigió con voz juguetona.

Los ojos esmeraldas se clavaron en la pelinegra, inspeccionándola en silencio durante un segundo.

—¿Qué opinas? — Sagitario señaló su boca a la vez que se le acercaba.

—Se te ve bien.

—Gracias. Dice la caja que es a prueba de agua y kiss proof.

—¿Es verdad?

—Mhm. Me lo he tratado de quitar con la mano y agua, pero no ha pasado mucho. De todas formas, quiero hacer una ultima prueba.

Antes de que el signo tierra pudiera pronunciar cualquier cosa, Sagitario le sujetó el rostro y besó sus labios, sorprendiéndolo irremediablemente. Tras unos segundos, se separó para mirar el resultado de su experimento, notando que casi nada se había transferido a Virgo y, sabiendo que éste le recriminaría sus acciones, se aventuró a besarlo un par de beses más, con mayor emoción e ímpetu. A ver en qué punto el labial se corría.

De verdad no planeaba que algo más ocurriera, para ella besarlo era más que suficiente en ese momento.

A Virgo al principio le causaba pánico los movimientos de sus labios y la intensidad del ósculo, pero luego de un rato parecía acostumbrarse lo suficiente como para calmarse y seguir el ritmo; de todas formas, Sagitario siempre era quien llevaba la batuta. De cierta forma, eso era un alivio para el más alto.

Tras lo que parecieron minutos, la signo fuego se apartó del contrario, que tenía un subtono rosado en sus mejillas, y observó las manchas guinda que se habían impregnado en su piel; Virgo tenía rastros de labial en los labios, más allá de las comisuras, en el arco de Cupido y debajo del labio inferior. El color era tenue en comparación con anterioridad.

Sagitario también tenía una suave aura de guinda alrededor de los labios y algunas zonas habían perdido por completo el color.

—Bueno— dijo ella—. Es menos desastroso de lo que imaginé que sería. Lo apruebo. Funciona. Compré diferentes colores. ¿Quieres verlos?

—No, gracias.

Ignoró el puchero de la contraria y se pasó la mano por la boca en un intento de retirar los trazos de maquillaje que parecían aferrarse a su piel; no, lo que menos quería era tener eso ahí todo el día. Los demás lo verían y que vergüenza. 

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