Locura
Saliendo de su habitación al escuchar la discusión que se lleva a cabo en la recamara contigua, el mayor de la casa tierra cierra la puerta tras de él, mirando con ojos curiosos al menor de la casa aire que se encuentra tirado boca arriba sobre el suelo del pasillo, como una estrella de mar. Acuario observa atentamente el techo del lugar, meneando el pie derecho incesantemente.
—¿Qué haces?— Pregunta el toro con cautela, acercándose al contrario y mirando hacia arriba encontrando nada fuera de lo normal.
—Hay algunas estrellas en el techo.— Responde el de cabello plata, alzando la mano y señalando el lugar con el dedo índice, para luego dejar caer ésta simplonamente.— Son bonitas.
—Todas las estrellas son bonitas.
—Sí.— Los ojos turquesa de Acuario se encuentran con los chocolate del toro.— ¿Vas a ir a intermediar entre Sagi y Virgo?
—Sí.— Suspira, dirigiendo su atención a la puerta de la pieza de su hermana de donde proviene el griterío.— No quiero que la discusión suba de tono.
—Es entendible. No te entretengo, ve.
—Bien. Diviertete.
Acuario le despide con un movimiento de su mano para luego centrar su total atención a las estrellas que se despliegan frente a sus ojos en el cemento del techo color grisáceo. Tauro decide no interrumpir de nuevo y se dirige a la habitación de Virgo, temiendo que el silencio formado en ésta sea señal de mal augurio, más al entrar ve que ambos están tan tranquilos como pueden estarlo. Sagitario se encuentra sentado al borde de la cama con mantas color manzana verde, con las manos en la cara y los codos sobre los muslos en una pose que denota frustración. La chica, parada en sus dos pies a un palmo de él, se mantiene de brazos cruzados, molesta y mirando una pared lejana al azabache. Al menos ya no se gritan, piensa el toro para aliviarse un poco.
—¿Qué sucede?— Pregunta el peli-verde y los ojos esmeralda de su hermana le observan por el rabillo del ojo.
—Sagitario no entiende. No parece prestar atención a lo que le he dicho un millón de veces.
—¡Tengo TDAH! — Espeta el signo de fuego con exaspero, mirándole a ella y señalándose con ambas manos.—¿Qué esperas de mí?
—¡Quiero que entiendas que las cosas para mí son diferentes! ¡Espero que entiendas!, pero no lo haces.
Y de nuevo comienzan a discutir. ¿Quién ha pensado que una persona con TOC puede ser pareja de alguien con TDAH? Ellos dos lo han estado intentando y, a pesar de las continuas discusiones, logran mantener estable la relación. Tan estable como puede estar. El problema radica en que Sagitario siempre olvida el hecho de que Virgo tiene obsesiones y compulsiones. Ha habido veces en las que él ha interrumpido sus rituales para hacer cualquier cosa y ella debe iniciar todo de nuevo, algo que desespera al azabache por la extensa espera al hacer cosas tan cotidianas como vestirse. Esto solo los lleva a pelear, porque ambos tienen perspectivas diferentes de la vida y muchas veces chocan entre sí. No es una relación tóxica, pero tampoco es sana. Podría decirse que es un intermedio.
Tauro intenta hacer de intermediario entre ambos, como siempre, y, luego de largos minutos de discusión, logra que ambos se contenten uno con el otro y dejen de soltarse palabrerías agresivas. El mayor ve a Sagitario suspirar con pesadez, sin poder identificar muy bien que sentimiento hay en ese gesto, tomando la mano de Virgo para halarla de ésta hacía sí y tumbarse ambos en la cama. Él abajo y ella arriba, sobre el cómodo colchón de la pieza. Los ve rebotar ligeramente mientras Virgo reprocha al menor, acomodándose el largo cabello verde que estorba en todas partes. Sagitario suelta algunas risas y comienza a hacerle cosquillas a ella por todo el torso, logrando que pronto se le una. ¿Cómo es que primero han estado peleando y ahora ríen? Ni si quiera ellos mismos lo saben. Tauro se lleva las manos a las caderas y une los labios en una mueca de satisfacción al ver la escena. Otra batalla bien librada. No sabe como sentirse respecto a la relación que la única chica de su casa tiene con el menor de la casa fuego; a veces piensa que es problemática, como cuando discuten, se enojan, no se hablan, etc, pero otras veces piensa que es buena, como cuando Sagitario logra que Virgo olvide un segundo sus compulsiones y sus obsesiones que solo la estancan para tener una vida como la de cualquier persona "sana". Resulta un poco caótico para el pobre toro, quien indudablemente quiere lo mejor para su familia, pero, ¿qué es lo mejor? No lo sabe a ciencia cierta. Exhala con alivio, dispuesto a retirarse tranquilamente y dejar a los tortolitos haciendo tonterías. Al salir de la habitación, cerrando silenciosamente la puerta tras de sí y fijándose que Acuario sigue tirado en el piso, un rubio le intercepta al evacuar su propio cuarto. Su semblante es frívolo, serio y ligeramente molesto. Inmediatamente Tauro se da cuenta de que es Inis y no Gém, cosa un tanto problemática.
—¿Necesitas algo?— Pregunta el toro con amabilidad.
—¿Iras a algún lado?
—De hecho sí. Iré a comprar algo de comida. ¿Por qué?
—Quiero que compres mucho. Libra ha recaído de nuevo y la atascaré de comida si es necesario.
—Inis, no creo que eso sea necesario.
—Tauro. Este no es tu asunto. Yo sé cómo tratar con ella. Mejor ahorrate los comentarios y traeme lo que te he pedido.
El mayor suspira resignado y asiente a la petición del rubio, prefiero no meterse en problemas con éste. Así, baja las escaleras hasta llegar al piso que los signos agua y fuego comparten, encontrándose con su mejor amigo, que yace recargado contra el muro a un lado de la habitación que pertenece a Cáncer. Dudoso, el toro decide acercarse al pelirrojo que yace de brazos cruzados, mirando el suelo con las cejas fruncidas por el enojo.
—¿Aries?— pregunta el menor, logrando que los ojos negros del aludido se le claven encima.
—¿Qué?— espeta, claramente de mal humor.
—¿Qué haces?
—Espero a que el bastardo de Escorpio salga de la maldita habitación para que pueda ver cómo carajos se encuentra mi novia.
—Ah. ¿Entró en periodo de depresión?
—¿Qué no es obvio? Sí. La muy hija de perra lleva deprimida desde ayer, pero no quería verme, así que la dejé. Y hoy, que quiero saber cómo se encuentra, el imbécil de su antisocial hermano no me deja verla.
—Bueno. Es que él está preocupado por ella, no puedes culparlo. Es una de las pocas personas que realmente le importan.
—¿Y a mí que mierda me importa eso? ¡Quiero verla! No la veo desde ayer y no quiero ni saber qué es capaz de hacer ella si le quito los ojos de encima.
—Aries tranquilizate un...
—¡Estoy tranquilo! — espeta, alzando los brazos y poniéndose tan rojo como su cabello, saltándole la vena del cuello.
Tauro entonces aprieta los labios, guardando silencio y mirando con ojos empaticos a su mejor amigo, sabiendo que sea lo que sea que diga no servirá de nada, pues el chico vive sus emociones tan al límite que un segundo está relajado y al siguiente está hecho una furia. Sin más, le revuelve el cabello de forma cariñosa y opta por marcharse de ahí.
—Iré por comida. No mates a nadie, por favor— pide el más alto, bajando las escaleras y deseando que esas palabras sean escuchadas por el pelirrojo.
Aries, viendo como su mejor amigo se aleja, vuelve a recargar su espalda contra el muro, cruzándose nuevamente de brazos, comenzando a golpear el suelo con el pie ritmicamente para evitar impacientarse en un parpadeo. Luego de unos segundos, la puerta a su lado se abre y por ella sale el único varón de la casa agua, cuyos ojos se encontraron con los de él. Ambos se miran de manera fulminante, casi deseando matarse con la mirada, deseando hacer desaparecer al otro para no verlo nunca jamás. Sin decir nada entre sí, Escorpio se retira por el pasillo, adentrándose en su propia habitación y dejando que el carnero se meta al cuarto de la cangreja. Una vez dentro de la pieza, cierra la puerta tras de sí, ocasionando que el sitio sea menos iluminado, pues las cortinas se encuentran cerradas dejando que solo un hilo de luz se cuele entre éstas. El lugar es lúgubre y, como el estado de Cáncer, se encuentra sumido en un ambiente deprimente. El corazón del carnero se suaviza y se ablanda, viendo la figura de la chica que se encuentra en su cama, envuelta desde la cabeza hasta los pies con una manta de múltiples colores, dejando solo su rostro expuesto.
—¿Cómo te sientes?— pregunta él, acercándose lentamente a la cama para sentarse en ésta junto a la chica.
—Me siento una mierda— dice ella, con la piel más pálida de lo usual, con prominentes ojeras bajo los ojos y una mirada triste—. No deberías estar aquí.
—¿Por qué no?
—Porque soy un desastre. Me veo deplorable. No quiero que tengas que aguantarme en este estado.
—Cáncer— le llama y como ella no le mira, le toma de la barbilla, obligandola a cruzar sus ojos platas con los propios; le sonríe como un idiota enamorado —. No eres un desastre. Para mí estás perfecta tal y como eres, ¿sabes? Yo estoy muy bien estando a tu lado, en las buenas y las malas.
—Lo dices porque estás enamorado. Porque tu condición te hace idealizarme.
—Lo digo porque te amo.
Cáncer, con un notable sonrojo en las mejillas, recarga su frente contra el hombro del mayor. Y son momentos como estos en los que ella se siente feliz y no miserable.
—Lo siento— susurra la de ojos grises, por suerte la habitación está en completo silencio.
—¿Por qué?
— Por ser así.
— Entonces yo tambien lo siento. Lamento ser un explosivo.
—No puedes evitarlo, no tienes porque disculparte. No es algo que puedas controlar.
—Tú tampoco. Nuestras condiciones se deben a fallos hormonales en nuestros cerebros. No es algo que nosotros podamos decidir. No es como que tú hayas querido ser bipolar ni como que yo haya deseado tener trastorno límite de personalidad. Las cosas simplemente se dieron. Pero eso no importa.
—¿Tú crees?
—Sí. Ahora, deja de quejarte— suavemente, comienza a acariciar el cabello de la chica—. ¿Ya has tomado tus medicamentos?
—Escorpio me los hizo tomar. No quería que me diera una sobredosis por mis locuras.
—Vaya. Hasta que el idiota hizo algo bien.
—Aries.
—¿Qué? Sabes que nos odiamos.
Sin remedio, la cangreja rueda los ojos por la actitud de ambos chicos, pero no dice nada. Ambos se limitan a mirarse en silencio, acompasando sus respiraciones. Cáncer no puede evitar conmoverse por la mirada llena de cariño que el pelirrojo le dedica e, inconscientemente, sonríe.
—Eres una de las pocas cosas que me hace sentir viva en estos momentos en los que deseo morir.
—Entonces me quedare siempre para que veas que la vida no es mala.
***
Cansado de mirar las estrellas en el techo, Acuario se levanta del suelo y se decide a dar un paseo por la casa. Primero por ese pasillo, para luego bajar al anterior y, finalmente, llega a la planta baja donde se topa con Leo, quien yace sentado en uno de los sofás leyendo un libro. Emocionado y con una sonrisa infantil en el rostro, el menor salta el último peldaño y corre hacia el león.
—¡Leo!— exclama, alzando los brazos como chiquillo en feria, logrando que el aludido alce el rostro de su lectura y clave sus ojos amarillos en él.
Antes de que el de cabello naranja pueda decir algo, ya tiene a Acuario sentado en sus piernas, con sus brazos alrededor de su cuello, mirándole con los ojos brillantes y con el libro en manos que hace segundos ha arrebatado al mayor. Leo mira con enojo a los ojos turquesas del menor, pues él sabe lo incómodo que se encuentra ante cualquier contacto físico o con cualquier tipo de interacción con otras personas. Pero es que el signo aire lo hace a propósito, pues espera que pronto el signo fuego deje de lado su fobia social y pueda convivir con el resto de personas. Ya ha logrado que Leo se sienta cada vez más cómodo con su persona y, sorprendentemente, cuando se le confesó hace ya unos meses, éste aceptó sin dudar y desde entonces ambos son pareja, pero el mayor sigue siendo reacio a aceptar muestras de afecto. A penas si se pueden tomar de las manos, besarse es toda una batalla y Acuario se deprime porque nunca han llegado al acto sexual por la fobia del mayor. Y es que en serio intenta quitársela de encima, pero es más difícil de lo que había pensado. Sin embargo, no pierde la esperanza.
—Voy a perder la página, Acuario— reprocha el león.
— Nah. No te preocupes— dice el aludido, poniendo el libro sobre la mesa y colocando un pañuelo sobre la hoja en la que se encuentra leyendo el mayor—. Ya está. ¿Qué hay de nuevo?
—Nada. ¿Qué hay de nuevo contigo?
—Mh... Ayer vi un ciervo en el patio. Tenía la cabeza de un búho y el cuerpo de un venado. Lo llamé Paco.
—¿Cómo sabes que era un macho?
—Intuición. Por cierto. Deberías tener cuidado.
—¿Con qué?
—Trevor. ¿Te acuerdas de él?— el león asiente, sabiendo que era un chico creado por la imaginación de Acuario; no existía —. Últimamente ha estado muy raro.
—¿Y yo qué tengo que ver con él?
—Pues es que hablamos y me dijo que se debía a que está interesado en ti. Entonces, él planea seducirte y hacer que terminemos. Sabes lo malicioso que es, así que no quiero que haga nada.
—¿Estás preocupado?
—Sí. Duh. No quiero que te haga nada y no quiero que te fijes en él. Es un cabrón.
Sin más, Acuario ve una sonrisa de lado en el rostro del contrario que le parece fenomenal y encantadora. De imprevisto, el menor siente como las manos del mayor lo sujetan gentilmente de la cintura y el rostro de éste se acerca al suyo peligrosamente, plantándole un beso en los labios que lo deja anonadado. Cuando se separan, ve la vergüenza y el nerviosismo teñidos en el rostro de Leo, mientras él se queda pasmado, atacado por la sorpresa que tal acto le ha causado.
—Es la primera vez que tomas la iniciativa.
—Quería que se te quitara la angustia— dice el mayor, encogiéndose de hombros—. No me voy a fijar en nadie más, Acuario.
—Hazlo otra vez— insiste, como un niño pidiendo un juguete.
—No.
—¡Por favor!
—He dicho que no. ¿Quieres que me dé un ataque al corazón?
—¡Si eso implica que me beses de nuevo, sí!
—Vamo-
Antes de que pueda concluir su oración, Acuario ya se encuentra besándolo con fulgor, separándose milímetros para respirar. Haciendo oídos sordos a los pedidos de Leo de que pare, rogándole que se detenga antes de que le dé un ataque de pánico, el menor de la casa aire continúa propinando besos a sus labios, sujetándole por las mejillas con ambas manos para que no huya.
—S'agapo, León.
— Yo también, pero dejame respirar.
***
Luego de que Tauro llega a casa con montones de comida, como el rubio le ha pedido, éste mismo toma un monto de los alimentos y se marcha a la habitación de la única rubia de la casa, dejando al resto en la cocina mientras comen. Al estar frente a la puerta de la pieza de Libra, el mayor ni si quiera se molesta en tocar para pedir el pase y sin más abre y entra al interior, encontrándose con que la chica se halla sentada al borde de la cama, mirando el espejo de cuerpo completo que yace frente a ella, cubierto por una sabana como si no quisiera ver su reflejo en el vidrio.
—Te he traído comida— dice el muchacho con voz poco amigable, cerrando la puerta con una pierna.
—No tengo hambre.
—No te he preguntado si tienes o no. Te estoy diciendo que te he traído algo para que comas, Libra.
—No quiero comer, Inis.
—¿Y tú crees que voy a dejar que te mueras de inanición? — se acerca a la cama, dejando las cosas sobre la cama, justo al lado de ella—. Pues estás muy equivocada.
Inis toma una silla que se encuentra en la habitación, colocándola frente a la chica, donde se sienta para poder alimentar a la contraria. Toma un trozo de pizza que Tauro anteriormente ha comprado, y la acerca a la boca de Libra, mas ella vira el rostro, negándose a probar bocado. Irritado por tal conducta que a su parecer es infantil, el rubio sujeta a la chica con una mano por las mejillas, obligandola a estarse quieta y causando que abra la boca para replicar, causando que el mayor aproveche este momento para meterle la comida entre los labios. Libra, una vez liberada, se ve amenazada por la fulminante mirada azulada de su pareja que le ordena a engullir lo que tiene en la boca. Con una cara de asco, la rubia comienza a masticar el trozo de pizza, sintiendo ganas de regresar todo lo que se halla en su estómago.
—Me quedaré contigo para asegurarme que no vomitarás— dice Inis, autoritario.
Continúa alimentando a la chica que no puede evitar sentir asco cada vez más de si misma, porque la comida le parece deliciosa aunque desea detenerse, dejar de llenar su cuerpo de grasa que solo la hará empeorar su espantoso estado de gordura en el que cree encontrarse. Sin poder evitarlo, mientras mastica lo que el rubio le ha metido en la boca, no puede seguir conteniendo las lágrimas y éstas terminan escapando de sus claros ojos, recorriendo sus mejillas y cayendo desde su barbilla hasta la ropa. Entonces, un switch se activa en el interior del mayor y sus personalidades vuelven a cambiar. Ahora, con una mirada suave y llena de dolor, observa a su chica que llora desconsoladamente en silencio, tratando de tragarse el amargo llanto sin frutos algunos. Delicadamente, coloca sus manos en las pálidas mejillas de ella, limpiando las lágrimas que brotan con los pulgares, causando que sus ojos azules viajen hasta cruzarse con los propios.
—Por favor no te hagas esto— pide el mayor, mirando suplicante a la menor— No quiero que te hagas daño, Libra.
—Gém...— solloza la aludida, sintiendo la calidez del contrario en su piel—... No puedo evitarlo... Es solo que soy horrible...
—No. No lo eres. Eres preciosa. Eres hermosa, mi Libra— sin más, le deja un beso en la punta de la nariz—. Por favor come. Debes comer para estar sana. No puedes negarle a tu cuerpo lo que necesita.
—Pero no quiero estar gorda... Quiero ser tan linda como esas modelos de cuerpos perfectos...
—No estás gorda. Ellas quisieran tener tu cuerpo, ¿sabes? Estás espléndida tal y como estás. Si comes lo que debes no engordarás.
—No quiero que me dejes...
—¿Dejarte? Primero muerto. Nunca te dejaría.
—¿Ni aunque estuviera por arriba de mi peso?
—No— niega con la cabeza, sonriendole dulcemente—. Te amaría aunque fueses una bolita. Anda, come sin miedo.
La chica asiente temblorosamente y, con ayuda del mayor, comienza a engullir lo que éste le ha traído. El rubio sabe lo difícil que puede ser la situacion para Libra, pero no puede dejarla así como así. Nunca la dejaría caer. Incluso sus dos personalidades se preocupan inmensamente por ella.
***
Dormir parece ser algo utópico, inalcanzable. No puede evitarlo. Hace poco que se ha ido a la cama a dormir, pero un ataque de ansiedad le ha obligado a despertar a mitad de la madrugada.
Son las cuatro de la mañana y el corazón le palpita desbocado sin razón alguna mientras un sudor le cubre el cuerpo y el aliento se le agita irremediablemente. En este punto, el castaño se maldice a si mismo por no haber tomado sus ansiolíticos, pero es que ya era realmente tarde y si tomaba los medicamentos, al día siguiente estaría todo el rato con un horrible sueño que no le dejaría hacer un buen trabajo. En un intento de calmar el ataque, comienza a respirar pausadamente, tratando de tranquilizar los latidos de su corazón para poder estar en paz, pero poco le funciona. Entonces, piensa en levantarse de la cama para ir y darse una ducha, dando comienzo a otro día más en su ansiosa vida. Pero, ¿y si despierta a Piscis? ¿O se cae por caminar a oscuras? ¿O el agua está tan helada aun que le causa una fiebre que le evitara ir al trabajo durante semanas y que quizás se desarrolle y resulte ser una neumonía? El ataque empeora. Desesperado, se talla el rostro con ambas manos y se jala los cabellos antes de mirar nuevamente el techo. Sólo quiere dormir, descansar, relajarse, pero es imposible.
—¿Capri?— escucha una voz somnolienta a su lado, susurrante—. ¿Te está dando un ataque?
—Lo siento— dice atropelladamente, tratando de controlar sus palabras para evitar que jadeos escapen de entre sus labios—. ¿Te he despertado?
—No. Me iba a acomodar y noté que actuabas raro. No te angusties— dice, sentándose sobre el colchón, colocando su mano sobre el pecho alterado del castaño y mirándole de frente—. Respira. Tienes que respirar tranquilamente. No pienses en nada. Mira, mejor plática algo.
—¿Cómo qué?
—Uhm... Cuentame acerca de cuando eras pequeño. Eso siempre te calma.
—Ugh... No. No. Siempre te aburro con las mismas historias. Con los mismos problemas.
—Está bien, Capri. No pienses en eso, por favor. Sólo te estás alterando más. Yo te escucharía hablar de la misma historia un millón de veces. Sabes que por ti daría todo. Y si esto te ayuda a calmarte, por mi no hay problema.
La cabra no dice nada. En la habitación solo se escucha el agitado respirar de Capricornio, quien siente su corazón retumbar contra sus tímpanos y su cabeza llenándose de inseguridades que le dan dolor. ¿Y si Piscis se aburre de él y lo deja por su jocosa forma de ser? Bien sabe que eso es imposible, pues la menor solo tiene ojos para él y por el trastorno que ella sufre, primero se quitaría la vida antes de separarse de su persona. Pero está tan ansioso y agobiado que no puede pensar bien. ¿Qué tal que le da un ataque al corazón en estos momentos? El terror que sentirá la chica será indescriptible. ¿Y si se ahoga?
—Capri, por favor, deja de pensar en cualquier cosa— pide la de ojos aqua, mirando angustiosa al castaño que se hiperventila con las manos en el rostro—. Escuchame. Capri, escucha lo que te digo.
No viendo más alternativa, la menor le aparta las manos de la cara y le tapa la nariz usando el índice y pulgar, para luego besarle sin perder tiempo. Luego de unos segundos, se aparta, dejando que el chico exhale y tome aire como si estuviese largos minutos buceando, para nuevamente besarle. Repite este procedimiento varias veces, hasta que nota que la respiración del castaño se va normalizando y, finalmente luego de muchos besos, logra respirar adecuadamente.
—Perdón— susurra él, con los ojos cerrados y pasándose una mano por la frente mientras ella le acaricia el rostro gentilmente.
—Sh... No te disculpes. Está bien. Todo está bien, ¿sí?
—Muchas gracias...
—No agradezcas. Lo que sea por ti— sonríe.
Ya tranquilo, el castaño toma a la chica por los hombros y la obliga a acostarse en su pecho, dejando que ella escuche su agitado corazón que poco a poco va relajándose mientras le acaricia el cabello para distraerse con algo.
—Deberías volver a dormir— dice Capricornio.
—Mh... Tú también.
—Sabes que no puedo.
—Entonces me quedaré despierta contigo.
Y así, la cabra suspira lánguidamente, agradeciendo inmensamente que esa pequeña pez esté a su lado, no solo lo que queda de la noche, sino lo que queda de vida.
No saben cuanto me gusta el tema de los trastornos. La psiquiatría es interesante, aunque agobiante. Tratar con un enfermo mental es difícil. Ser uno también lo es. Ya saben, comentarios, dudas, quejas, sugerencias, son bienvenidas.
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