Familia pt.2
Los ojos azules observaban al chiquillo rubio que, pequeño, yacía sentado en el regazo de su pareja que le alimentaba con una sonrisa llena de alegría y amor.
Tenía los cabellos dorados como él, un poco rizados sobre su cabecita; a penas le estaban saliendo. Sus ojos eran encantadores como los del varón, aunque tenían el color azul cían de los propios, adornados por unas pestañas curvas y largas. Su nariz era un brotecito lindo y respingado. Ah, sí, su hijo era precioso, de eso no tenía duda, pero...
— Increíble— musitó ella, cruzándose de brazos—. Lo llevé nueve meses en mi vientre, todo para que se parezca a él.
Sagitario rió con diversión por el comentario de Géminis, pero tenía que darle la razón. Gerard y Libra tenían un parecido impresionante a diferencia de la mayor de la casa aire y él que solo compartían algunas pequeñas características.
—A lo mejor no es tu hijo— comentó la azabache.
— Cállate. Sí lo es. No estuve con vómitos por meses para que no sea mío.
—Ni ha estado aguantando la depresión posparto— acotó la signo de cabello plateado.
—Ni haber aumentado veinte kilos para luego empezar a usar fajas y hacer ejercicio con ayuda de Tauro.
—Ugh, no es bonito— comentó Géminis, sobándose los brazos con pena.
Usar la faja era bastante molesto, pero le ayudaba a moldear su cuerpo a la forma en la que anteriormente se encontraba, antes del embarazo. No le gustaba tener piel extra colgándose en su abdomen, ya suficiente había tenido pesando demás, pareciendo una pelota inmensa e hinchada que ni siquiera podía abrocharse los zapatos.
—Pues querías hijos— dijo Sagitario para luego darle una mordida a su trozo de pizza.
—Oíla, que tú ya tienes un mes de embarazo.
La muchacha de ojos púrpuras lanzó su rebanada sobre su plato con frustración antes de llevarse una mano al pecho en forma dramática.
—Eso me pasa por comprar condones baratos. Debí inyectarme hormonas.
—Aun puedes...
—Cierra el hocico, puta. Ni siquiera lo menciones. Voy a ser la mejor mamá del mundo, cómo vergas no.
—Pobre criatura— bromeó la rubia—. Lo bueno es que Virgo es su papá, si no...
—¡Voy a ser la mejor mamá del mundo! — sentenció, dándole un manotazo a la mesa antes de tomar la pizza y morderla con furia para mirar al signo de largo cabello verde—. ¡¿Verdad?!
Virgo le observó en completo silencio, se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja y continuó masticando su porción, sin saber del todo qué decir.
—¿Vas a aguantar los ocho meses que faltan sin tomar alcohol?— indagó con voz ronca como siempre.
—¿Me queda otra opción?
—A menos que quieras que nazca con alguna malformidad o qué ni siquiera nazca, no. No tienes opción.
—No sé cómo le voy a hacer— se quejó de manera exagerada, chillando.
Acuario le dio un par de palmadas en la espalda para animarla con el reto que se le venía por delante. Sí, había sido un accidente, pero Sagitario nunca se arrepentía por las cosas que llegaban a sucederle, jamás. No había planeado quedar embarazada, sin embargo, ya se veía feliz jugando con aquel pequeño ser, enseñándole todo lo que sabía y mostrándole el mundo que tenía a su alcance. A lo mejor no sería muy buena con la parte de educarle, pero no estaba sola, después de todo Virgo le ayudaría con la crianza, con decirle qué podía o no podía hacer.
Sinceramente, le daba algo de ternura imaginarse al serio signo tierra tan embelesado con el bebé que estaría con ellos en un futuro. Adorable.
Géminis miró de nuevo a su pequeño angelito de dos años, todavía rechonchito y que sonreía divertido cuando Libra le acercaba su cucharilla llena para comer. Veía el gesto espléndido del pequeño y el de su pareja, como si fueran dos seres radiantes y maravillosos. Dejó caer su mejilla contra su mano derecha y con la otra tomó una papa frita que se llevó a la boca.
...
Cerró el botón y el zipper de su pantalón de mezclilla. Luego tomó la faja color crema que descansaba sobre su colcha de color verde y la miró como si fuera una cosa espantosa. Deshizo el agarre de las correas y de los velcros para extenderla por completo. Se la pasó por la espalda con muchísimo cuidado, por debajo del sostén, y comenzó a acomodarla en su abdomen, viendo su abdomen flácido que lentamente recuperaba su estado original.
Libra entró a la habitación con Gerard en brazos y se encaminó hasta el colchón para dejar al pequeño a la mitad de éste, rodeado de peluches y juguetes. Posteriormente, se acercó a la rubia que batallaba con la estúpida faja y con la cual le ayudó.
—Odio esta cosa— confesó ella, viendo las manos ágiles y agraciadas del menor que abrochaban las correas.
—El médico dijo que la tenías que usar.
Géminis lanzó un largo suspiro cansado.
—Lo sé... El embarazo es súper complicado.
—¿Quieres...?— preguntó él con voz titubeante—. ¿Quieres olvidarte de tener más hijos?
—No, no. Solo quiero esperar un poco más. Esto me ha estado costando más tiempo de lo que creí.
—Bueno. Es que has estado yendo muy despacio con el ejercicio. Pero no es nada malo. Cada quien va a su tiempo.
Géminis asintió de acuerdo al tiempo en que Libra terminaba con la faja.
—¿Así está bien?— preguntó él.
—Sí, gracias.
Sonriendo hacia el menor, sintió como los labios de éste se posaban sobre los propios en un beso cariñoso y veloz.
—Al menos ya no soy una obesa— indicó ella, inflando las mejillas con diversión.
—Te veías adorable— rió Libra mientras le pellizcaba los mofletes—. Y pues estabas cuidando a Gerard, no era como si tu pudieses hacer algo al respecto con tu peso.
—¿Aún así me querías?
—Por supuesto—aseguró, viendo que ella sonreía mientras jugaba tontamente con sus dedos—. Yo no podría aguantar.
—Oye, bien que me has soportado con mis berrinches durante el embarazo.
—Tampoco fue para tanto.
Géminis soltó un par de risas y se deslizó la blusa por su torso con cierta dificultad gracias a la tela dura y gruesa de la maldita faja. Luego, la rubia se estiró para tomar en brazos a su pequeño hijo que le sonrió dulcemente a la vez que jugaba con su cabello que le caía sobre el hombro, amenazando con llevárselo a la boca.
—¿Y todo para qué? Para que Gerry se parezca más a ti que a mí. La traición.
Libra se carcajeó, quitándole el mechón de cabello al bebé de sus manitas para que no lastimara a su pareja.
—Quizás los que vengan luzcan como tú.
—Tal vez. Tampoco me quejo. Mientras sean tan hermosos como tú, por mí está bien.
Las claras y tersas mejillas del menor tomaron un suave color rosa por el comentario, aún no acostumbrándose a las bonitas palabras de la mayor.
...
Era de madrugada cuando se despertó sintiendo su estómago rugir de manera horrorosa, siendo claro que tenía hambre y debía consumir algo de manera inmediata. Se sentó en la cama con dificultad gracias a su vientre que cada vez se le comenzaba a abultar más, y se dispuso a levantarse para ir a la cocina, siendo detenida cuando su acompañante se removió a su lado hasta incorporarse para verle entre las penumbras de la oscuridad.
—¿Qué pasa?— preguntó la voz pastosa y aún más ronca del peliverde.
—Tengo hambre.
Virgo suspiró largamente y pasó sus manos por su cabello de manera perezosa, aún dormido.
—¿Qué es lo que quieres?
—Uhm... Cereal con jugo de naranja.
—Pero no hay leche.
—Dije cereal con jugo de naranja. El jugo en un bol y el cereal en el jugo.
—Creo que es lo menos raro que se te ha antojado— se quejó el signo tierra cuando se puso en pie para arrastrar los pies hacia fuera del cuarto—. Ahora vengo.
—Puedo ir yo— aseguró ella, pero Virgo ya se había marchado—. Oh que la...
Pasados los minutos, escuchó que el peliverde volvió con mucho cuidado para no despertar a nadie y tampoco para tirar las cosas que llevaba en manos. Los ojos púrpuras dejaron de observar las cortinas, que eran lo único interesante en su momento, y se clavaron en el varón que se acercó y le entregó un plato hondo con lo que había pedido junto a una cuchara. Quizás era una combinación rara, pero a Sagitario le gustaba su sabor y le saciaba el hambre.
—¿Quieres algo más?— preguntó el peliverde, oyendo lo rápido que Sagitario comía, como si no lo hubiera hecho durante días.
—Mhm, no, gracias. Por ahora no. Lamento haberte despertado.
—No es nada— comentó él, sentándose a su lado y tallandose los párpados con cansancio.
—Esto de comer por dos está... Agh. Y los antojos son muy raros.
Virgo asintió, entendiendo perfectamente lo que pasaba, después de todo él había estudiado al respecto y sabía que el cuerpo humano necesitaba más nutrientes en el embarazo que terminaba consiguiendo de dónde fuera. Incluso había casos en que llegaban a comer cosas no aptas para consumo humano, como jabón o similar. Todo estaría bien mientras Sagitario no quisiera comer madera o algo por el estilo. Debería comprarle ácido fólico.
Oyó como la pelinegra soltó un grito muy raro y ahogado que claramente contuvo para no despertar al resto de los signos. La miró con preocupación y, antes de interrogarla, ella habló:
—Se mueve.
—Ah. Pues es obvio.
—Yo sé. Pero se siente muy raro— dijo Sagitario, dejando la cuchara en el plato y colocando su mano sobre su vientre para notar los movimientos que hacia la criatura—. Me da ansias. O sea, toca.
Virgo obedeció con lentitud, poniendo su larga y delgada mano sobre la piel bronceada de la menor, junto a la propia de ella. Percibió como el no-nato hacia de las suyas dentro del abdomen de Sagitario, haciéndole pensar que era un ser muy enérgico y que seguro iba a heredar la personalidad tan alocada de ella.
—¡Es tan extraño!— se rió ella con cierto aire de pánico—. Me hace pensar en una tenia gigante.
Rodó los ojos esmeraldas con diversión y resignación. Sabía que ella no lo decía de mala forma, no era para ofender ni nada de eso, si no que era un tipo de humor algo ácido para que pudiera sobrellevar la idea de ser madre primeriza. Además, de cierta forma un feto podría considerarse, desde el punto de vista biólogico, como un parásito que no necesariamente era malo, pues así como existían seres malignos de ese tipo también habían benignos o neutrales. A él no le molestaba, pero quizás no era lo mejor que se refiriera a la criatura de esa forma.
—Filomeno, no deberías menearte tanto— comentó la signo fuego, dando un par de palmaditas en su barriga.
—No se va a llamar así.
—¿No? ¿Qué tal Pancracio?
—¿Tú quieres que lo molesten en la escuela?
—Eso hará que forme carácter, ¿sabes?
Virgo miró directo a los ojos púrpuras de Sagitario que, en silencio, volvió a tomar la cuchara para continuar con su bocadillo nocturno.
—No se te ha ocurrido ningún otro nombre, ¿verdad?
—No. Ni uno solo. Pero no importa, aún nos quedan cuatro meses más para pensar cómo lo llamaremos— hizo una queja de incomodidad al sentir como el feto se movía de nuevo—. Qué la jodida. Gracias por aplastarme la vejiga, Filomeno, se aprecia, la verdad.
Con un enorme bocado de hojuelas en forma de galletitas de chispas de chocolate en su boca, haciendo que sus mejillas lucieran esponjosas, picoteó muy poquito y de manera suave su panza, a ver si así la criatura dentro se detenía, pero lo único que logró fue que ésta le respondiera de la misma forma.
Entre las penumbras de la habitación, muy difícilmente, Virgo apreció la imagen en completo silencio, oyendo los escasos autos que empezaban a circular a altas horas de la madrugada y las hojuelas siendo molidas por Sagitario.
Era algo muy extraño ver a la signo fuego en ese estado, con un abdomen grande gracias al ser que crecía dentro de sí cuando siempre había sido una persona muy atlética y con cuerpo bien moldeado. Él no podía creer que eso estuviera pasando, de verdad, en todos los años de vida que había experimentado nunca se le cruzó por la cabeza la idea de que Sagitario, la signo fuego amante de la libertad, de las relaciones interpersonales sin compromisos, la que sentía pavor por las responsabilidades, aceptaría tener un hijo.
Claro que se había espantado inmensamente cuando se enteró de que estaba en cinta. Aún podía oír claramente como, la confiada azabache, se le acercaba temblando, con la cara pálida de manera enfermiza, un objeto entre las manos y voz titubeante. Él le había mirado con clara preocupación porque aquel aspecto solo podía significar algo malo en toda la extensión de la palabra. Sagitario le entregó la prueba de embarazo, balbuceando un montón de cosas mientras él parpadeaba con las pupilas clavadas en las dos rayas rosas del aparatito. La bronceada decía algo con respecto a que no le había llegado la menstruación y ya habían pasado más de dos semanas desde su fecha designada para ello, además de que tenía la hipótesis de que era culpa de aquellos estúpidos condones de menor precio que los que compraba usualmente y que sólo había adquirido para ver qué tan buenos eran; conclusión: eran pésimos al punto que se rompían inmediatamente.
Oyó lo lento y pausado que ella comenzaba a hablar de pronto, ocasionando que Virgo alzara la vista de la prueba para notar como la contraria se tambaleaba de un lado al otro hasta desplomarse. Tiró la prueba al piso y sujetó como pudo a la pelinegra antes de que azotara contra el frío suelo. Él también se había asustado por la reacción tan poco común de Sagitario, pero se mantuvo en calma para tomarle los signos vitales y determinar que no había sido nada más que estrés. La había recostado en la cama con sumo cuidado y esperó a que recobrara la consciencia. Cuando aquello pasó, hablaron largamente sobre lo que harían después; Virgo aclaró que entendía si ella no deseaba tener un hijo, o hija, porque era un trabajo muy difícil y extenso, lleno de responsabilidades y podía comprender el terror de Sagitario hacia éstas. La signo fuego negó torpemente y confesó que la idea de tener crías le parecía algo agradable, complicado, pero interesante. Así que optaron, ambos, por ser padres.
Sabía que su pareja era una persona de pocas palabras, pero el silencio le parecía algo peculiar y no pudo evitar mirarle con completa curiosidad.
—¿Qué?— preguntó ella, alzando la ceja izquierda porque era incapaz de elevar la derecha—. ¿Se me está saliendo el jugo de la boca?
Virgo sonrió mientras ella se pasaba el dorso de la mano por los labios como si fuera una niña de seis años, mirándose la piel para ver si quedaban restos de comida o similar.
—No. Pensaba en nombres.
—¿Uh? ¿De verdad no podemos ponerle Filomeno?
—Sagitario, no.
—Está bien— soltó un par de risitas—. ¿Qué tal Vincent? Suena bien, ¿no?
—¿Vincent?
—Sí. Me gusta. Sería complicado si lo llamamos Víctor como tú. Y luego me dirías que no sea ridícula por querer que tenga tu nombre. Pero Filomeno me sigue gustando más.
—Tendrá mi apellido de todas formas, ponle el nombre que gustes mientras no sea uno con el que puedan molestarlo.
—Nah. El único bullying que sufrirá nuestro hijo es por lo bella que es su madre, o sea yo. Todos le van a decir, ay, qué guapa tu hermana, y que soy yo. No, sí, sería muy divertido. Pero no te preocupes, Virgo, solo tengo ojos para ti.
...
Era un día relativamente calmado cuando Ally yacía en el sofá, jugando en el celular con una aplicación que Arac le había descargado anteriormente. La casa estaba parcialmente vacía porque muchos habían salido a hacer sus respectivos asuntos a distintos lugares, dejando que ella aprovechase el silencio del lugar.
El sonidito que emergía del celular era lo único que llegaba a los oídos de la pelinaranja, no percatándose cuando la puerta principal fue abierta por un recién llegado.
Viridi estaba cansada por el viaje que había hecho, así que se apresuró a su habitación para dejar todas sus pertenencias e ir al baño antes de volver a la sala donde estaba la menor de los hijos de Leo y Acuario, demasiado concentrada en el jueguito ese. Se sentó a su lado para mirar la pantalla del aparato y, después, el perfil de ella que ni se inmutó hasta que terminó el nivel y percibió, al fin, la presencia de alguien más. Parpadeó un par de veces antes de alzar su mirada turquesa hacia la morena de cabellos verdes que le sonrió con todos los dientes en forma de saludo.
—¿Cómo te fue?— preguntó la menor, bloqueando pronto su móvil para dejarlo quieto sobre su regazo.
—Bien. La República Dominicana es bonita. Tenía paisajes espectaculares.
—Mh... Creí que te quedarías más días.
—No— dijo, encogiéndose de hombros y acomodando cabellos naranjas traviesos detrás de la oreja de su dueña, con movimientos elegantes—. Sabes que me gusta viajar, pero no tengo el aguante de mi papá para esas cosas. Él volverá la próxima semana si acaso.
—¿Ya le dijiste a tía Virgo que volviste?
—Le llamé cuando bajé en el aeropuerto. Dice que tendrá turno corrido hoy. Y sabe que papá se quedará más días— hizo una mueca de inconformidad al tiempo que se levantó y se dirigió a la cocina—. Me muero de hambre. La comida de avión no es exactamente buena.
—Tío Tauro debió dejar algo de la comida en el refrigerador. Puedes recalentar un poco en el microondas. O puedo decirle que te prepare algo.
—No, no. No lo molestes.
Rebuscó entre los numerosos tuppers que llenaban el electrodoméstico cromado, tomando un par donde se resguardaba pasta a la boloñesa y papas horneadas con queso. Como todo lo que hacía el toro, se veía exquisito y seguro que así sabría. Colocó las porciones en un plato ancho mientras Ally se sentaba en una de las sillas frente a la barra, dejando el celular lejos de su alcance para no distraerse. Viridi puso los tuppers vacíos en el fregadero, asegurando que los lavaría después, oyendo el horno trabajando hasta soltar un pitido que anunciaba el término del tiempo. Suspiró profundamente cuando abrió la puerta del aparato y el vapor de la comida golpeó deliciosamente sus fosas nasales, haciendo que su estómago rugiera vorazmente y ganándose una risa de la menor que había comenzado a jugar sosamente con las puntas de sus cabellos brillantes.
—¿Qué tal la escuela?— preguntó la de ojos purpuras, acomodándose en el asiento frente a la pelinaranja y colocando sus alimentos y cubiertos sobre la mesa.
—Más o menos. Estoy algo nerviosa por mis exámenes finales y los resultados que aún no me dan de las universidades.
—Te van a aceptar. Estarían idiotas si no lo hacen. Y vas a pasar tus materias. ¿Necesitas ayuda con alguna? Me puedes decir. Sobre todo si es química.
—¿Ah, sí?— preguntó divertida Ally, alzando ambas cejas y viendo que la contraria asentía con seguridad—. No se te da ligar, Viri. Eso déjamelo a mí.
—Creí que funcionaría— rió la morena antes de llevarse un trozo de papa a la boca—. Ojalá hubiera heredado los dotes de casanova de papá. Pero, bueno, ¿algo más que te preocupe?
La muchacha de aire y fuego descansó su barbilla contra una de sus manos, tamborileó sus dedos en la barra de material firme y desvió su mirada con seriedad hacia sus uñas bien cuidadas y sin rastro de esmalte alguno. Viridi le observó metódicamente, comiendo con velocidad porque su estómago aún exigía alimento. Pero se detuvo cuando cayó en cuenta de que eso solo significaba que algo estaba pasando con la menor porque, así como Leo, no era muy buena mintiendo.
—¿Qué pasó?— preguntó la peliverde, dejando los cubiertos sobre el plato medio vacío.
—No quiero preocuparte. No es nada.
—Ya lo estás haciendo. Si no fuera nada no te pondrías así. ¿Te están molestando otra vez?
—Sí... Pero no...
—¿Pretendiente nuevo? Tiene que ser eso.
Ally soltó un pesado suspiro y asintió con la cabeza.
—Aún no lo rechazo— explicaba—. Es que ni siquiera se me declara todavía.
—Entiendo. No puedes responderle una pregunta que no te hace aún.
—Sí. Pero le diré que ya estoy con alguien.
—Está bien— sonrió la mayor a la par que le pellizcaba con cariño una mejilla para quitarle el puchero de los labios—. No estoy molesta, mi reina. De verdad. Pero no te pongas así, que me asustas. Ya iba a decirle a Lance y Arac para ir a desfigurarlos.
—Tremenda golpiza que les darían. Son peor que la mafia ustedes tres.
—Claro. Aunque tendríamos que hacerlo a escondidas. Si Gemma llegaba a enterarse se enfadaría mucho con Lance y que flojera aguantarlo deprimido por ella.
—Eso es verdad.
Se sumieron de pronto en un silencio cómodo que solo era llenado por los ruidos que hacía la morena al tomar comida con el tenedor para llevársela a la boca. Ally, por otro lado, posicionó ambas palmas de sus manos debajo de su mentón y miró a la otra joven de la misma forma que hacía Acuario cuando quería llamar la atención de Leo para ponerse de cursis o solo para exigir mimos.
—¿Me extrañaste?— preguntó, fingiendo una voz aniñada y mimada.
—Uf, solo pensaba en ti cuando estaba con alguna dominicana.
—¡Viridi! — le chilló, dándole un manotazo en el brazo que, más que dolerle, le causó gracia.
—Reina, sabes que juego. Por supuesto que te extrañé. Te traje un regalo, además.
—Más te vale. Te fuiste muchos días, ¿sabes?
—Una semana no es tanto.
—Para mi lo fue— dijo, volviendo a hacer un mohín de berrinche.
La moreno negó divertida con un movimiento de cabeza, se levantó de su asiento y llevó su vajilla ya usada al fregadero donde la lavó con velocidad y precisión. Cuando iba a marcharse de la cocina, Ally le siguió aún con aire infantil y se le abrazó desde la espalda mientras depositaba su cabeza en el hombro de ella. Le dejó un beso en sus mejillas infladas y, con dificultad, subieron las escaleras hacia su pieza.
...
Libra estaba nerviosa de cómo reaccionaria Gemma al ver a su nueva hermanita, pues ella durante mucho tiempo siempre fue hija única y por ende toda la atención de ambos se centraba en ella. Qué la rubiecita tuviera ya siete años no significaba que se tomara la noticia de buena forma, después de todo seguía siendo una niñita que adoraba el cariño de sus padres.
Era un momento muy tenso para ella. Géminis se sentó junto suyo en la cama, con Gemma en su regazo que miraba curiosa e impaciente el bulto de mantas que tenía en los brazos.
—¿Quieres ver qué es?— preguntó la signo aire.
La niña asintió con efusividad. Cuidadosamente, Libra descubrió el pequeño rostro de Lily que seguía durmiendo plácidamente. Gemma lo observó con los ojos bien abiertos antes de mirar a sus padres en busca de una respuesta.
—Es tu hermana— dijo el signo aire, sonriendo—. Se llama Lily.
Volvió a mirar a la criatura que se acurrucaba contra su madre. Su piel estaba aún rojiza, pero se notaba fácilmente por lo clara que era. Sus ojos estaban hinchados, su boquita era un corazón chiquito que se escondía entre sus abultadas mejillas y tenía una nariz diminuta. Gemma bajó de su padre y se acercó aún más a su madre, asomándose con inmenso interés para ver aún mejor a su hermanita dormitando.
—¿Quieres cargarla?— indagó Libra, ocasionando que ella le mirase antes de volver a asentir con energía.
Géminis le indicó que se sentara bien y, una vez hecho eso, la mayor le pasó con mucho cuidado a la bebé, diciéndole la forma adecuada en que debía sujetarla y cuidando que su cabecita no se fuera hacia atrás.
La niña miraba en completo silencio a la pequeña que tenía en brazos, acomodando las mantas junto a su carita para poder admirarla como se debía y dejando al borde de un ataque de ansiedad a sus padres. Géminis y Libra deseaban que dijera algo, sobre todo si era un comentario bueno con respecto a la nueva integrante de la familia, porque de lo contrario no sabrían qué hacer.
Sin avisar, Gemma soltó en llanto, un llanto relativamente tranquilo, mientras seguía con los ojos azules clavados en su hermana menor y acariciando la mejilla de ésta con extremo cuidado.
—¿Qué pasa?— Libra no sabía si quitarle a la bebé de encima y Géminis solo atinó a quitarle el cabello de la cara.
—¡Es muy bonita!— chilló Gemma, con los mocos amenazando con salir de sus fosas nasales.
—¿Eh?
El único varón del cuarto soltó un par de risas, enternecido al ver la reacción de su primogénita que se abrazaba, no tan fuerte, de su hermana menor y que le miraba como si fuera una cosa preciosa.
—¿Estás feliz?— preguntó él y la niña asintió aún sollozando.
—La voy a cuidar muchísimo. Y, y, y jugaremos juntas. Y, y, y la peinare... — sorbió sonoramente su nariz—. La quiero mucho.
Sollozó un rato más, dándole mimos un tanto torpes a Lily que se removió muy poquito de vez en cuando. Los dos signos de aire intercambiaron una mirada tranquila y contenta al ver que las cosas salieron muchísimo mejor de lo que esperaban. De verdad temían que Gemma hiciera un tremenda rabieta al saber que tenía una hermana y que ya no sería el centro exclusivo de atención de sus padres. A saber cómo le hubiesen explicado que no significaba que había favoritos, ni que la querían menos que a Lily o algo parecido, así que era un inmenso alivio que las cosas no tomaran ese mal camino.
Su problema entonces era otro; no podían despegar a Gemma de su nueva hermana.
...
Odiaba que la mayoría de su salón hubiese votado por hacer un baile de graduación como los que se montaban en las películas Hollywoodenses. Es decir, sí, toda su familia estaría ahí, desde Aries hasta Luke, pero los alumnos tendrían que ir acompañados de una cita. Ella había preferido algo más sencillo como un desayuno y la entrega de papeles, pero era minoría
Durante semanas vio como los jóvenes, y algunas señoritas, se arriesgaban para pedirle a la persona de su interés que fueran su cita para el baile. Algunos corrían con la suerte de ser aceptados y otros, como sus pretendientes, no. Todos se cuestionaban quién sería digno de acompañar a la muchacha de cabellos naranjas, o si acaso ella planeaba ir en grupo con sus amigas en contra de las reglas del baile. Era un misterio que solo un muchacho se atrevió a cuestionar, no por él, pues ya tenía una cita, sino por su amigo que se moría de ganas de invitar a Ally. Ella aclaró que ya tenía pareja, pero no más, haciendo entonces que buena parte de su escuela se pusiera a armar teorías de quién hablaba, nunca llegando a concretar nada.
El tiempo pasó y el día del baile llegó. El salón estaba decorado con meticulosidad y era lo suficientemente grande como para almacenar a tanta gente. La mayoría de los que habían arribado ya al sitio se encontraban sentados en las numerosas mesas adornadas con manteles color blanco y dorado, con un adorno floral en el centro lleno de color. Muchos eran acompañados por sus padres y hermanos, así que el sitio estaba bastante animado por las diversas charlas que se desenvolvían en cada sector.
La gente siguió llegando hasta casi atiborrar el salón de fiestas; Ally y el resto hicieron acto de presencia unos minutos después de la hora acordada. Tauro y Leo buscaron con la mirada las mesas que les habían sido designadas, acercándose a ellas cuando las divisaron y comenzando a discutir entre ellos cómo se repartirían en ambas. Capricornio iba detrás suyo, ayudando a la pececita que se aferraba a su brazo y se giraba a todas las direcciones posibles por el ruido; él opinó que los menores se sentaran en una mesa y los mayores en otra, siendo una decisión apoyada por el resto que no demoró mucho en acomodarse en sus asientos.
Ally había llegado agarrada del brazo de Lance para evitar caerse de cara por los tacones que usaba, sobre todo porque había un espantoso camino de grava que guiaba desde el estacionamiento hasta el salón. Capaz y en un paso se le atoraba el calzado y se rompía un tobillo o algo así. Su hermano le venía hablando de mil cosas que ella respondía con mil y un cosas más, ambos riendo y bromeando, arreglándose alguna parte del atuendo cuando se salía de lugar o incluso cuando se despeinaban.
Aquello había alarmado a todos los rechazados por la muchacha, solo calmandose cuando preguntaron a sus amigas de quién se trataba aquel joven de cabellos plateados pues éstas respondieron, embelesadas y suspirando, que era su hermano. Entonces creyeron que Ally había decidido ir con su pariente al baile, quizás porque no deseaba tener problemas con algún compañero de su salón que pudiese malinterpretar la situación o algo parecido, aunque no tuviese mucho sentido la teoría, pero les reconfortaba.
Ya todos en sus asientos solo hacia falta Viridi que había escapado veloz al baño porque se había acabado ella sola dos litros de jugo de lichi y su vejiga estaba a nada de reventar. Cuando apareció se sentó junto a Gemma, siendo así que ambas empezaron una animada conversación sobre cosas sin mayor trascendencia.
La cena se basó en una entrada, dos tipos de platos fuertes y el postre. Ciro y Lance estaban peleando porque el mayor quería cambiar el platillo que le había tocado, pero el menor negaba porque no le gustaban los champiñones, que eran parte clave de los alimentos del primero, así que Arac se tuvo que meter, arrebatándole el plato al pelinaranja para darle el suyo que era el mismo que el del gemelo, logrando así que ambos se callaran y comieran en paz.
Luke amenazaba con probar el vino que habían dejado en las copas de su mesa, pero Lily y Carina fueron más rápidas y pronto cambiaron la vajilla por una que contenía agua cristalina. Luego, se dispusieron a distraerse entre sí con juegos sencillos que se iban inventando o que vieron de algún lado, después de todo el rubio ni siquiera llegaba a la primer década y seguro que se moriría de aburrimiento pasada una hora, y Carina tampoco mostraba mucho entusiasmo por una fiesta de preparatoria cuando seguía en secundaria.
Finalmente, terminada toda la cena, el DJ anunció que se abriría la pista de baile y que eran libres de disfrutar en ella al ritmo de la música que él pusiera. Lance no demoró mucho en tomar a Carina, porque no quería que se quedara toda la noche pegada a la silla, y se la llevó a bailar mientras Lily hizo lo mismo con Ciro y Gemma con el menor de todos que no rechistó ni un poquito, sonriendo divertido por estar pasándola bien con su hermana.
Acuario, Géminis y Sagitario se unieron a la pista por igual, haciendo pasos un poco raros al compás de la música latina que retumbaba en las bocinas. Libra y Cáncer bailaban poquito junto a la mesa porque les daba algo de pena meterse con todos esos adolescentes; seguro las verían mal.
Ally había quedado rezagada hablando con su grupo de amigos y algunos compañeros; ellos seguían sorprendidos de lo numerosa que era su familia, pero la muchacha más que sentir vergüenza sentía orgullo. Se giró a mirar a su hermano que ya en ese punto estaba bailando con Arac; odiaba admitirlo, pero ambos eran muy buenos y se movían increíble, no como Ciro y Carina que estaban tiesos como piedras sin importar lo mucho que sus parejas de baile los movieran de aquí para allá.
—Nos hubieras dicho que vendrías con tu hermano como tu cita— le dijo una joven, haciéndola mirar en su dirección.
—¿Lance? No, nada que ver.
—¿No?
—Qué va. Se sentiría mal con Gemma si venía como mi pareja. Ella no le diría nada, pero... Él es tonto.
—Un tonto enamorado— acotó Viridi de la nada que se recargó con un brazo alrededor de los hombros de Ally mientras con la mano libre sujetaba un vaso de contenido desconocido—. Muy, muy enamorado.
—Sí. Parece que Gemma es el aire que respira— Ally olfateó con precisión y se giró a mirar a la muchacha de cabellos verdes que llevaba bien peinados con gel—. ¿Cuanto llevas?
—Es mi primer vaso. ¿Quieres? Ya eres mayor de edad, ya puedes. Y mis tíos no creo que te digan nada.
—No. No tengo buena tolerancia, gracias. ¿Cómo está mi papi, en todo caso?
Ambas se giraron a mirar a Acuario que había sacado a bailar a Piscis que tenía las mejillas y orejas rojas de vergüenza, pero una sonrisa enorme de diversión.
—Bien. No luce borracho todavía. Tu papá ya se lo habría llevado a sentar si fuera así. Lance también está sobrio. No te preocupes.
La muchacha más alta le sonrió y ella estaba por comentarle algo más, seguramente quería presentarla a sus amigos, sin embargo, una canción de reggaeton de la vieja escuela comenzó a sonar desde los altavoces y Viridi reaccionó como si estuviesen cantando el himno nacional. Se giró a mirar a Lance que a su vez le dirigió su atención y ambos, cual locos, gritaron que era su canción.
La peliverde corrió hacia la pista de baile donde comenzó a hacer movimientos medio en burla medio en serio, procurando no derramar ni una sola gota de su vaso mientras maldecía al peliplateado y al pelirrojo que movían las caderas mejor que ella. Ciro y Carina buscaban escaparse del par de rubias que los obligaban a bailar, siendo claramente ayudadas por el menor de todos que, aunque no sabía cómo se danzaba aquella música, se meneaba de un lado a otro con energía.
—Menos mal que siguen sobrios— comentó ella más para sí misma que para sus acompañantes que poco después recibieron toda su atención—. Ella es mi cita.
El grupo de jóvenes pareció pasmarse por la noticia, mirando a la chica de camisa blanca y pantalones de vestir que danzaba muy animada y luego a la pelinaranja que tenían frente a ellos.
—Viridi es mi novia.
—Oh...— vociferaron a coro.
—Se ve simpática— comentó una de sus amigas para llenar el silencio que había quedado durante segundos.
—Sí, sí. Y guapa.
Ally no pudo evitar reír por la estupefacción del resto, aunque era algo que ya se esperaba venir. Casi podía ver a todos los muchachos ahí presentes llorando desconsolados por la noticia, pero ella no podía hacer nada al respecto. Quería a Viridi, la amaba, y estaría con ella.
—¡Ally!— la vocecita infantil de Luke hizo acto de presencia a la vez que éste aparecía para tomar a la aludida de la mano—. ¡Vamos a bailar!
La pelinaranja aceptó, siguiendo veloz al menor con mucho cuidado de no tropezar con el vestido largo que llevaba de color rojo escarlata o con el pequeño que parecía un saltamontes de lo mucho que brincaba de un lado a otro, lleno de emoción.
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