Ex's
"¡Slap!"
El sonido resonó en el lugar cuando la mano de la muchacha impactó contra la mejilla de él, haciendo virar su rostro hacía el lado donde la fuerza había sido dirigida. Luego, la chica le lanzó té que había comprado y que segundos antes se encontraba en su vaso de plástico transparente. Terminó con el rostro oliendo a hiervas y mojado, al igual que el cabello. Ella se marchó furiosa de ahí, alejándose de la banca del parque en donde dejó al chico plantado.
Suspiró pensando que había salido mejor de lo que había pensado. Se limpió la cara con la playera que usaba, de todas formas estaba salpicada con el té, y se retiró el cabello de la cara. Miró a un costado y luego al otro, como sopesando el terreno, asegurándose de que nadie se había dado cuenta de la humillación que acababa de pasar. Dando unas sonoras palmadas en los muslos, se levantó de la banca de metal pintada de blanco y se decidió a volver a casa.
El viaje en camión fue molesto, ya que todos le miraban curiosos. Era el morbo de la gente de querer saber lo que había sucedido con el chico, aunque fuese un desconocido. Bajó molesto en su parada y con pasos entre pesados y derrotados, se dirigió al interior de su hogar; al cruzar la puerta de madera de la entrada, se topó con su mejor amigo en la sala sentado cómodamente sin hacer nada y éste, al captar el sonido de la entrada cerrándose, se giró a ver quien había llegado.
—¡Por Zeus, Aries!— Exclamó Tauro totalmente sorprendido y se levantó de su asiento para acercarse al mencionado. Aunque lo había visto en situaciones peores, se angustió.—¿Qué te pasó?
Las manos grandes del toro se elevaron con intenciones de tomar al más bajo del rostro, pero se detuvo, dudoso, porque no quería lastimarle la mejilla derecha que estaba roja como el cabello de éste. Casi tenía la mano marcada en la piel por la cachetada que su, ahora, ex novia le había asestado.
—Terminé con Carla.—Respondió con simpleza; para él el asunto no le molestaba tanto como hubiese querido.
Comprendiendo entonces la situación, Tauro suavizó su gesto, mirando compasivo al pelirrojo y soltando un suspiro casi lastimero. La cara de Aries, no demostraba dolor por la noticia, sino decepción, quizás culpa y enojo consigo mismo.
—¿Quieres bañarte y hablar, o...?
Aries se estiró como si estuviese cansado mientras caminaba hacia el sofá, donde se tiró como costal de papas en los cojines, rebotando un par de veces y después, Tauro se sentó junto suyo.
—¿Otra vez?— Cuestionó el más alto, viendo al contrario echar la cabeza hacia atrás, sobre el respaldo.
—Otra vez.
—¿Mismo resultado?
—Mhm...
Otra vez se sentía derrotado y sucio. Como un viejo saco de box flácido e inservible.
—Aries.—Los ojos del nombrado se clavaron en el dueño de esa voz por el rabillo del ojo, dejándolo continuar.— No deberías seguir con esto.
—Debe haber alguien más. Lo sé. —Dijo con convicción y se sentó derecho para girar su cuerpo en dirección al toro.— Tauro, dioses, debe haber alguien más allá afuera que me haga sentir lo mismo que ella, o más. Hay siete mil millones de personas en el planeta, una de esas tiene que tener el efecto que busco. No puede ser que yo... Que yo...
—¿Sigas enamorado de Cáncer aunque no te haga caso?
Los hombros de Aries cayeron rendidos, mirando de acuerdo al peli-verde que tenía razón. Se rascó la nuca con frustración, agachando la cara como arrepentido.
—No creo que esté bien.— Confesó Tauro. — Ellas se te confiesan, tú aceptas y empiezan a salir, pero no es justo. Ambos lo sabemos. No es justo que estés con ellas cuando no las quieres de la misma manera. Ellas te lo dan todo y aunque tú lo intentas, no lo logras.
—No es que no las quiera. Lo hago, pero como amigas, ¿entiendes? Casi tanto como quiero a Libra, mas no llega a otra cosa.
—Ese es el problema.— Le colocó ambas manos en los hombros.— No puedes ser romántico con alguien a quien ves como una amiga y ya. Así no funcionas. Como eres siempre honesto y directo, fingir y engañar no es lo tuyo. Es anti natura.
—Pero, quizás. ¡Quizás si lo dejo fluir y lo intento, podría realmente quererla!
Tauro suspiró contrariado y soltó al otro signo; negó con la cabeza, no concordando con su mejor amigo.
—Aries, se honesto conmigo. ¿Qué buscas en una chica?
Quizás si encontraba a alguien con las características que Aries anhelaba, podría ver una buena relación para su mejor amigo y olvidaría a la cangreja. El pelirrojo solo lo pensó unos segundos antes de decir:
—Que sea linda. No físicamente, es decir, sí, pero no es lo primordial. Me refiero a que su actitud sea... Agradable. Que sea divertida, que entienda que yo soy así y no me prive de las cosas que me gustan, que sea... No lo sé. No quiero que sea igual a mí, eso es aburrido. Quiero que sea... Sí, quiero que sea mi complemento. Que sea todo lo que no soy para tener un equilibro. Que aunque seamos pareja, sepa que somos personas separadas. Que aun teniendo años de pareja, siga siendo emocionante salir con ella, siempre enredados en cosas nuevas y... ¿Me doy a entender? No sé como explicarlo.
Parpadeó inseguro; era muy ambiguo lo que él quería, aunque a la vez era muy específico. No dijo si deseaba que fuera alta, baja, castaña, rubia, teñida. ¡Nada que le fuese realmente de ayuda! ¿Aries quería entonces una chica calmada, perezosa, que sintiera vergüenza a diferencia de él que era un desvergonzado, sensible y así? Porque dijo que quería alguien diferente a él.
—Bueno.— Dijo el toro recapitulando.— ¿Y como era Carla entonces?
—Muy similar a mí.— Hizo una mueca pensativa y conformista con la boca.— Era agradable estar con ella, sí, pero, ya sabes, no me sentía nervioso, ni torpe. Aunque fuera guapa, no pensaba que era preciosa cuando la miraba, ni sentía mi corazón apretujarse o casi derretirse. ¿Te ha pasado que quieres a alguien tanto que incluso te duele, pero no porque ella, o él en tu caso, te esté dañando sino porque tienes tanto cariño acumulado que sientes que tu cuerpo no es capaz de contenerlo todo?
Tauro sonrió enternecido por la explicación de Aries, quien igualmente sonreía como el idiota que era. Asintió entendiendo. Instantes después, el rostro del carnero se tornó serio y casi compunjido; el toro le miró angustiado por el repentino cambio de humor.
—Yo no sentía eso con ella.— Sentenció, mirando los cojines del sofá.— Hablabamos de videojuegos, hacíamos deportes juntos, ella hace ciclismo y acrobacias como yo patino. Era terca como una mula y se enojaba fácilmente. Sí, teníamos diferencias, pero eran escasas. Era divertido salir con ella pero porque era como salir con una amiga. Y, lo peor es, que aunque yo estuviese con ella, las veces que la traje antes de marcharnos a otro lado, yo solo esperaba que Cáncer hiciera algo o dijera algo. ¿Recuerdas la vez que comimos aquí?
—Sí. Sagitario se la hubiese ligado, de no ser porque era tu novia.
—No me extraña. —Rodó los ojos.— Ella quería conocerlos, así que la invite a comer aquí y eso. Obviamente, se arregló un poco para la ocasión.
—Sí. —El de ojos chocolate sonrió con ligereza al recordar a la muchacha bien vestida, con el pelo arreglado en rizos castaños y algo de maquillaje.—Ese vestido rosa le quedaba bien.
—Se veía guapa, claro que sí. Pocas veces la veía con atuendos así y era un cambio de aires extraño, pero no malo. Lo admito.
—Pero...
—La cuestión es... Aunque ella se veía atractiva, con su atuendo de señorita, toda arreglada como antes o después no lo hacía, yo solo podía pensar en que Cáncer... Cáncer luciría mejor ese atuendo, que se veía mejor incluso vistiendo con pants y sudadera holgada, con el cabello desordenado y desaliñada. No es solo Carla, son todas mis ex novias. Ninguna llega a ocasionar todos los sentimientos y reacciones que me causa Cáncer. No importa si salgo con media población femenina—Suspiró contrariado, dejando caer el rostro contra el respaldo esponjoso.—, no puedo dejar de quererla.
—¿Y si dejas de intentarlo?
—¿Y hacer qué?
—Conformarte. Entender que ella te trae perdido y ya. No te acomplejes y simplemente disfruta su presencia. Disfruta convivir con ella y ya. Sin importar qué.
Hubo un silencio y el toro dedujo que su amigo estaba comprendiendo lo dicho. Luego, el puño de Aries le golpeó el hombro suavemente, de manera amistosa.
—Lo siento.
Abrió los ojos sorprendido pues no se esperaba tal comentario brotar de los labios del carnero. Le miró empaticamente, como a un perro abandonado en la calle.
—Está bien.— Dijo sinceramente. — Y dime, ¿por qué te golpeó?
—Bueno. Tuvimos una cita. Todo normal. Nos detuvimos en un parque luego de comprar un té y café, simplemente íbamos a pasar el rato, nada grandioso y entonces me preguntó qué sentía por ella. Le dije que la quería, eso no era mentira, pero no como ella pensaba. Luego, me preguntó si la amaba; tú entiendes, las chicas y su dilema con el amor. Y no pude decir nada.
—Oh, no. Te quedaste callado. Eso no es bueno.
—No. Y ella lo sabía. Insistió y yo volví a decir nada. Me preguntó si había alguien más, si le estaba engañando, si todo era una farsa. Pregunta tras pregunta y yo decía nada. Nada de nada. Y lo entendió por su propia cuenta. Ni si quiera me disculpé porque no iba a servir de nada. Me cacheteó, me mojó con té y se fue. ¡Ah! Y me gritó maldiciones. Me tachó de todo; egoísta, idiota, hipócrita, bastardo, etc. Al menos no lloró.
Tauro se llevó una mano a sus verdes cabellos, como si apenas se diese cuenta que su mejor amigo era un caso perdido. ¿Podía hacer algo por él? Quizás en ese momento no, pero si se lo pedía, le ayudaría.
***
Se encontraba en la habitación de su mejor amigo jugando videojuegos tranquilamente como solían hacer seguido, cuando su celular comenzó a vibrar y reproducir una tonada pegajosa. Supo que alguien le llamaba y pensando que quizás fuese una emergencia, por si las dudas, debía contestar. Puso pausa al videojuego y, mientras el carnero se quejaba múltiples veces por su acción, tomó el celular, levantó la tapa del móvil y contesto.
—¿Sí?—Habló dudoso pues no se había molestado en ver de quien se trataba.
—Teo, hola.
—Nick.
La voz del mencionado le había atravesado el tímpano y llegado a su cerebro como si fuese música; el mejor arrullo y tono que hubiese oido jamás. Le fue inevitable; suavizo su voz por igual, una sonrisa diminuta apareció y Aries podía jurar que los ojos chocolate de él habían empezado a brillar.
—¿Ocurre algo?— Preguntó Tauro, acomodándose en el borde de la cama.
—Uhm. Sí. Llamaba para saber si estabas ocupado.
Sus ojos se clavaron en el carnero con duda y cierta inseguridad. Con los labios formuló el nombre del chico que le hablaba, sin producir ruido, y el mayor entendió. Rodó los ojos con fastidio fingido y asintió. Tauro contuvo un chillido de alivio y alegría.
—No.— Respondió el toro, ansioso.— Dime.
—Primero que nada, no te asustes.— Rió Nick y aunque Tauro se extrañó, le agradó el sonido que el otro muchacho produció. —Es solo que... ¿Podrías salir?
Sonrió confundido y parpadeó un par de veces.
—¿Qué?
—¿Podrías salir?
—¿Hablas... De salir... De mi casa?
—Sí.
Frunciendo el entrecejo y sin cortar la llamada, se levantó de un salto y salió de la habitación en dirección a la puerta como alma que lleva el diablo. Aries se limitó a mirar confundido al toro durante unos segundos hasta que decidió seguirlo. Abrió la puerta bruscamente con la mano que tenía libre y descubrió que fuera de su hogar, estaba estacionado un auto plata, en donde se recargaba de espaldas un chico guapo, de cabello castaño y corto con un poco de flequillo, y ojos verdes brillantes y amistosos; vestía muy bien, con jeans ajustados, una playera azul índigo y una chaqueta negra. Sonrió al ver al toro aparecer por la puerta.
—Hola.— Dijo y Tauro escuchó la voz dos veces: por el teléfono y por el chico en carne propia. Colgó el teléfono y lo guardó en su bolsillo más cercana.
—Hola. —Le devolvió el saludo un peli-verde sorprendido. Señaló el interior de la casa. —¿Quieres...?
—Si no es molestia.
Se corrió y dejó que Nick pasase al recinto. El muchacho observó interesado el lugar, pues era la primera vez que la veía. Aries estaba ahí y cuando Tauro cerró la puerta, cruzaron miradas. Notó que él no sabia que hacía Nick ahí, pero le emocionaba sin duda. Cuando el muchacho reparó en el carnero, se acercó gentilmente a saludarlo y presentarse.
—Mucho gusto, me llamo Nick.— Dijo y ambos se estrecharon las manos.
—Soy Alex.
—¡Ah! El mejor amigo de Teo. Al fin te conozco. Tu cabello es genial, por cierto.
Okay. Aries ya aprobaba al joven para que saliera con su mejor amigo. ¿Qué más daba si Tauro estaba enamorado de él? ¡No ofendió su cabello! Ese hombre tenía que casarse con el toro, sí o sí. De eso él se haría cargo incluso si eso significaba teñirse de rubio.
—Gracias.—Sonrió orgulloso el carnero.
—Ahm...—Interrumpió Tauro apenado.— No es que no me guste verte, Nick, pero, ¿qué haces aquí?
—Cierto.— Rió el nombrado con nervios, se frotó las manos entre ellas y luego señaló a Teo.— Vine a llevarte fuera.
—¿Fuera?
—Sí. A pasar el rato.
—Oh. Suena bien. Yo...— Se miró de arriba a abajo y se dio cuenta que estaba descalzo y en pijama. Alzó la cara ruborizado y moviéndose avergonzado; levantó las manos frente a él.— ¡Espera ahí! Iré a cambiarme.
Mientras subía a toda máquina por las escaleras, escuchó la risa de Nick, seguido de una pequeña conversación entre Aries y él. Era un alivio. Llegó hasta la planta alta donde su habitación estaba y por tal escándalo que causó, Capricornio y Virgo salieron de sus habitaciones con curiosidad. Le miraron entrar velozmente a su respectivo cuarto. Había sonado como una manada de rinocerontes subiendo al mismo tiempo. Se miraron de manera complice, para luego ir hasta la puerta del mayor y llamar a éste.
—¡¿Sí?!— Tauro sonaba alterado y después de lo que pareció ser el sonido de algo cayendo, se escuchó:— ¡Ah!
Virgo abrió la puerta de sopetón, preocupada por su hermano y su extraño comportamiento. Al otro lado, encontraron a Tauro sentado en el suelo, sacándose el pantalón de la pijama con mucha dificultad y con el torso desnudo. ¡Zeus! Había olvidado que no tenía nada puesto en la parte superior. Bah, Nick ya lo había visto, ya qué. El mayor no se detuvo, pero sí se sonrojó avergonzado de que ellos le vieran así, además de que se encogió un poco en su lugar.
—¿Qué sucede?— Preguntó la chica con ligero tono angustiado y observando el alrededor como buscando la causa de todo ello.
—¡Nick está abajo!— Chilló en voz bajita para que solo sus hermanos escucharan su desesperada explicación; se desprendió el pantalón de la pierna en la que se había atorado.—¡Me invitó a salir!
—¿El chico que te gusta?— Preguntó Capricornio incrédulo.
—¡Ajá!
Los menores volvieron a mirarse y sin decir nada más, Virgo cerró la puerta, dejando al mayor en su lío mientras ellos bajaban a conocer al tan mencionado Nick. Ya hasta parecía que el muchacho era un dios para el toro. Sí, conversaron con él en lo que Tauro se alistaba y sí, les agradó. Parecía que en serio apreciaba a su hermano, fuese de la manera que fuese, y lucía como un buen chico. Tenía la aprobación de los menores de la casa tierra. Nick iba bien. Ya solo faltaba que Acuario lo aceptara, porque el chico no dejaba que cualquiera se acercara a Tauro así como así, pues si alguien iba a destruir su ship inexistente, a menos que ambos estuviesen hartos de estar solos o similar, tenía que cumplir ciertos requisitos. Una vez estuvo listo, bajó rápidamente las escaleras para llegar a la sala y ahí seguían los demás, hablando tranquilamente con Nick.
—Ah...—Comentó dudoso, inseguro de interrumpir la cháchara.— Listo.
Los ojos verdes del muchacho se clavaron en su persona y con una ligera sonrisa, asintió. Después de despedirse de los menores de tierra y el carnero, asegurando el toro que llegaría en un par de horas, se encaminaron a la salida del recinto.
El día fue espléndido, o al menos Tauro pensaba eso pues no conocía los pensamientos de Nick, aunque por la sonrisa que él tenía deducía que tambien se había divertido. Puesto que en los años 90 no eran aun muy bien aceptados las personas de la comunidad LGTB, era obvio que tendrían que ahorrarse las cursilerías en lugares públicos. A Tauro le picaba la curiosidad por saber la razón por la que el castaño había organizado todo eso, hasta donde sabía él era bisexual, sí, pero siempre habían sido amigos y nada más.
Cuando volvían a casa ya empezaba a anochecer. Mientras sus ojos chocolate miraban por la ventana del auto, negó con la cabeza por la idea loca que había cruzado su mente.
—No lo es.— Se susurró a sí mismo.
—¿Qué cosa?— Mas Nick había escuchado.
—Ahm...— Sonrojado y nervioso, soltó una risita.— ¿Una cita?
—Pues sí. Era, o más bien es una cita. No se termina hasta que te deje sano y salvo en tu casa.
Tauro viró el rostro tan bruscamente hacia el castaño que por un momento había pensado que se lo rompería el cuello; le miró con asombro y parpadeó un par de veces de manera cómica, hasta el codo había resbalado de la puerta donde se estaba recargando.
"¡¿QUÉ?!" Le gritaba su voz interna, no creyendo lo que había escuchado.
Su mente se hizo un caos, con preguntas agolpándose una tras otra dentro de su cráneo. Su vista se había perdido en el camino el resto del viaje en auto y nadie dijo nada, hasta que se detuvieron frente a la casa donde Nick estacionó el auto y lo apagó; hablaron sobre la situación durante largos minutos que parecieron efímeros.
Después, se despidieron y Tauro descendió del vehículo para adentrarse a su hogar. Una vez en el interior, cerró la puerta y escuchó el auto del chico marcharse; colocó la frente contra la madera aun asombrado.
—¿Estás bien? — Le preguntó Aries desde uno de los banquillos de la cocina mientras bebía café, acompañado de Capricornio y Virgo que tomaban té.
—Ajá.— Asintió el de cabellos verdes.
—¿Cómo te fue? —Indagó Virgo.—¿Te hizo algo?
—Bien, bien. No hizo nada. Todo salió bien. — Resopló apenado a la par que se alejaba de la puerta, se acercaba a la mesa y se sentó en el banquillo junto a la cabra, colocando sus brazos sobre la barra y escondiendo su cara ahí.— Todo genial.
—¿Entonces?— Preguntó el menor con seriedad.
Vio a su hermano girar su rostro en su dirección; movió los labios pero había hablado tan bajito que Capricornio no escuchó. Se acercó más y él mayor repitió la oración, aunque de nuevo nada se entendió. Se acercó más y más hasta que por fin captó la voz del toro. Entendiendo sus palabras, volvio a erguirse en su asiento y miró con suavidad al peli-verde que volvía a esconder su cara entre sus brazos.
—Parece que Nick es ahora más que un amigo.— Dijo el menor para que el resto entendiera la situación.
***
La relación iba demasiado bien entre ambos y el de ojos chocolate se sentía ligeramente culpable. Sentía la necesidad y el deber de ser honesto con su pareja, aun si ellos no estuvieran juntos para siempre. Lo quería demasiado, le importaba mucho, y era una persona que había tenido gran impacto en su vida. Incluso si él se iba, quería conservar una bella amistad con él y estaban ambos de acuerdo, porque se apreciaban demasiado como para algún día cortar y ya no hablarse más. No. Las cosas no eran así. Pero por esa misma razón, Tauro decidió definitivamente que le diría.
Los dos se encontraban sentados en la sala de la casa; el toro no avisó que Nick estaría allí y eso significaba que los demás no se censurarían. Cosa que él había ocasionado a propósito. La conversación era amena como de costumbre y por unos instantes guardaron completo silencio. No era incómodo, sin embargo, Tauro comenzó a sentirse nervioso porque se llenó de valor y se dignó a hablar del asunto que tanto le acongojaba.
—Nick, hay algo que quiero contarte.
—Dime.
—Veras.— No sabía por dónde empezar y realmente no quería ver a los ojos al otro por miedo a echarse para atrás cuando estaba tan convencido de su decisión.— ¿Cómo lo digo? Es que, la verdad, yo...
—Tú...
—La verdad es que te he mentido.—Teniendo en cuenta cómo se escuchaba eso, se aterró porque no quería infundar ideas equivocadas en su pareja; alzó la cara y cruzó miradas con el castaño que lucia confundido ante el gesto compunjido del otro.— No de esa manera. No pienses eso. Me refiero a que te he mentido sobre mí.
—No estoy entendiendo, Teo.
—Pues eso mismo. Nick, yo no me llamo Teo.
—¿Cómo?
—Mi nombre no es Teo. Es falso. Lo uso para poder convivir con el resto de las personas.
La cara de Nick era de confusión total, miraba incrédulo al chico de cabellos verdes y realmente no sabía a donde se dirigía la conversación.
—¿Cómo te llamas entonces?
Tauro inhaló aire con fuerza, llenando sus pulmones y empujándose a sí mismo a seguir.
—Mi nombre— Empezó a decir y se llevó una mano al pecho, señalándose.—, es Tauro. Y ya que estamos, tampoco tengo veinte años, de hecho perdí la cuenta después de que pase los tres mil años, así que mi edad con exactitud no te la puedo decir.
—¿Qué? No puedes vivir tanto.— Soltó en un hilo de voz el contrario, frunciendo las cejas con fuerza.
—Sí puedo. Soy inmortal, Nick. — Le dedicó una mirada culpable y arrepentida, casi dolida cono si tuviese una herida profunda. — No puedo morir como ustedes, ni yo ni ninguno de los que aquí vivimos. No nacimos ni morimos.
—Pero... ¿Y si te ocurre algo?
—Si, por ejemplo, sucede un accidente podemos morir o por alguna enfermedad seria también, sin embargo, reaparecemos. Con un cuerpo distinto y luciendo como niños de nuevo.
—Espera. ¿Qué eres entonces?
—Bueno. Hace más de tres mil años, nosotros aparecimos en el mundo. Fuimos creados por los Dioses como los signos zodiacales en estos cuerpos para demostrar que ellos no eran tan ajenos a los humanos. Soy un humano, que es un signo del zodiaco e inmortal. ¡Pero de ahí en más no tengo nada diferente! B-bueno, quizás el cabello.
Acongojado, se encogió en su asiento y miró sus manos que descansaban sobre su rechazo, esperando una respuesta tanto positiva como negativa de parte del otro chico. De pronto, sintió unos dedos sujetarle delicadamente mechones de cabello y al girarse, vio que Nick le inspeccionaba la cabeza con curiosidad.
—¿Nick?
—Entonces, ¿es natural?
—Uhm, sí. Mi cabello es naturalmente verde. Sé que es un tanto extraño y...
—No. — Le calló el otro y dejó de "espulgarle" el cabello al toro para mirarle comprensivo.— Estás bien así.
—¿En serio? ¿No piensas que es una broma o que estoy loco?
—¿Hay alguna forma de que me lo pruebes? Es algo difícil de creer, dudo que me estés metiendo porque lo has dicho de manera muy sería, pero... Entiendeme.
El signo de tierra suspiró derrotado, encogiéndose de hombros. ¿Cómo podría probarlo? Le pidió que esperará ahí uno minutos y se marchó hacia su habitación. En ésta, buscó una caja enorme y vieja, en cuyo interior se encontraban recuerdos y objetos del pasado. Con ambas manos la tomó y bajó de regreso a la sala; se sentó en el sofá donde antes se encontraba y colocó la caja en medio de él y Nick, quien miraba el objeto con inmensa duda.
—Estos— Dijo golpeando la tapa de la caja.—, son los recuerdos de toda mi vida. Desde cuando existió la Grecia antigua, hasta hoy en día. Hay cosas de todas las épocas. Adelante.
Nick miró inseguro la caja, tentado a abrirla, pero asustado de lo que podría encontrarse ahí dentro. Con las manos rígidas, sujeto la tapa de madera y la quitó lentamente, como si fuese a romperla. Luego de dejarla sobre la mesa de madera, observó el contenido de la caja. Fotos, cosas de tela, cosas de madera, porcelana, metal, de todos los materiales posibles. Unos lucían más viejos que otros objetos. Sacó lo primero que llamó su atención: era un dibujo de una mujer, tan bien hecho que parecía una foto.
—¿Ella es?—Preguntó genuinamente interesado, mirando la hoja amarilla, vieja y con los colores destiñéndose y opacos en ella.
—Mi mamá. —Dijo nostálgico el toro, sonriendo ante el dibujo e ignorando la mirada del castaño.— Géminis lo hizo para mí cuando eramos jóvenes.
—Pensé que dijiste que no nacieron.
—No lo hicimos. Pero tuvimos tutores que se encargaron de nosotros cuando eramos... Menores, hasta que nos convertimos en adultos. Ellos eran como nuestros padres.
Volvió a meter el dibujo y poco después, de la caja sacó una pistola que lucía antigua, oxidada de algunas partes que eran de un metal dorado y de madera.
—Devuelve eso.— Pidió Tauro aterrado, pálido de los recuerdos, Nick le miró angustiado.— Por favor, ponla dentro de nuevo.
—Lo siento. —Respondió rápidamente y metió de nuevo el objeto.
Siguieron revisando las cosas, una a una y Tauro se extendía explicando los recuerdos que envolvían a cada pequeña foto, cada cosita diminuta y al castaño le gustaba escucharlo. Eran años y años de recuerdos empolvados que daba por muertos. Cuando se agoto de ello, cerró la caja y alzó la mirada hacia el chico de ojos verdes con timidez. ¿Qué le diría?
—Debe ser mucho que digerir.— Comentó en voz baja y vio que el otro asentía.— Te lo he dicho porque confio en ti, Nick y te quiero.
—Te creo. — Sonrió.— Te creo en serio.
El toro se sintió inmensamente aliviado y con una sonrisa demostrando ese sentimiento, dejó la caja sobre el suelo, justo a sus pies. Sintió el brazo de Nick acomodarse alrededor de sus hombros y se acercó a él en un medio abrazo. El chico de pelo verde viro su rostro en dirección al otro y súbitamente, éste le besó. Un resuello interrumpió el momento que el mayor calificaba como entrañable, cursi y vergonzoso. Se separaron con rapidez.
—¡Santo Olimpo!— Exclamó Acuario cuando entró por la puerta de entrada seguido de Sagitario. Tauro escondió su rostro en el hombro del castaño, completamente sonrojado.— ¡¿Qué está pasando aquí?!
—¡Calmate, Zeus!— Le reprendió Sagitario, señalando a la pareja en el sofá.— ¡¿Qué no ves que Teo anda de acaramelado?!
—¡La traición, hermano! Al menos presentalo.
Resopló y se sentó derecho para observar rojo a los recién llegados.
—Acuario, Sagitario— Señaló al peli-plata y luego al azabache para que su pareja supiera quien era quien.—, él es Nick.
—Hola. — Saludó el último mencionado, con la mirada de ambos chicos sobre él con asombro.
—Y ya le he explicado todo.
—¿Y aun así se quedó?— Preguntaron ambos al unísono y al ver que Tauro asintió, se relajaron.
—Más vale no decir nada.— Le amenaza Sagitario.
— Y más vale que no lastimes a Tauro. Te lo entrego con toda confianza, no me decepciones.— Sentenció Acuario dramáticamente y la pareja rió.
***
Mientras Tauro cocinaba, Virgo notó que algo había distinto en él y aunque no sabía qué, se arriesgó a preguntar.
—¿Ha pasado algo?
—No.— Respondió tranquilamente, sin mirarle ni detenerse.
—¿Ha sucedido algo con Nick?
—Uh... No, sí. Tal vez.
Se volteó y dejó sobre la barra un plato repleto de chimichangas para que todos tomaran de ahí sin problema. Algunos le miraron expectantes y otros no se interesaron mucho por el asunto, quizás no era nada.
—Terminamos.
Aries se atragantaba con el trozo de chimichanga que tenía en la boca por la enorme sorpresa que tal noticia le causó. Acuario soltó un chillido de horror, para luego fingir que se desmayaba sobre Sagitario, quien lo atrapó como ensimismado. Cáncer detuvo el viaje que hacía su alimento a su boca, para procesar lo que él estaba diciendo. Capricornio y Virgo intercambiaron miradas angustiadas por como reaccionaria Tauro al rompimiento, pero éste parecía estar bien.
Después de beber agua de su vaso y de golpearse el pecho brutamente para recuperar el aliento y bajar la comida, le lanzó una mirada seria al toro.
—¿Qué has dicho?— Preguntó Aries, viendo que Tauro se sentaba calmadamente en su sitio.
—Que terminamos.
—¡No!— Sentenció de pronto, asestando un manotazo a la mesa con tanta fuerza que los vasos temblaron, a la par que se levantaba de un salto.— ¡No, Tauro! No sabes lo que dices. ¡No puedes terminar con él!
—Aries.
—¡Llamale! Llamale y dile que cambias de opinión.
—No voy a llamarle...
—Yo lo haré entonces.
Y torpemente, Aries sacó su celular del bolsillo para buscar en su lista de contactos el número de Nick mientras Tauro le llamaba por su nombre para que se detuviera y como eso no pasó, se levantó de su asiento, se estiró sobre la mesa para alcanzar al carnero y le arrebato el aparato.
—¡Tauro! Él era el indicado, era un buen chico. ¡Tenías que casarte con él, no terminarlo!
—Aries.— Le habló el más alto con profundidad, serio.— Es algo que hemos decidido los dos.
—¡¿Por qué?! ¡Idiotas!
—Porque aun nos queremos, sí, pero ya no de la misma forma. Nos queremos como amigos y ya, y estamos bien con eso.
Al ver la convicción en la mirada del toro, el pelirrojo resopló molesto, tomó su chimichanga del plato y se largó del lugar furioso.
—¡Terminaron!— Se escuchaba al mayor quejándose mientras se dirigía hacia su cuarto, indignado.— ¿Qué mierdas se les pasa por la cabeza? ¡AGH!
***
Revisó que tuviese consigo las llaves de la casa y su móvil antes de dirigirse a la salida del recinto, mas alguien le detuvo subitamente al llamarle. Con la mano en el pomo de la puerta, miró por encima del hombro a Leo.
—¿A dónde vas?— Le cuestionó desde la sala, sentado cómodamente en el sofá.
—Saldré con...—Chasqueaba los dedos, buscando recordar el nombre de la chica.
—¿Irina?
—No, me dejó hace un mes.
—¿Susan?
—Tampoco. ¡Ya! Con Ana. Sí, saldré con ella.
Leo soltó un largo suspiro antes de hablar:
—No vayas a olvidar su nombre cuando estés con ella.
—Nah.— Le resto importancia con un movimiento desdeñoso de mano.—No soy tan idiota.
El mayor, decidiendo no decir nada al respecto, le hizo una seña para que se marchara de una vez y el menor obedeció rápidamente. El león estaba muy seguro de que Sagitario haría algo mal. Lo podía sentir, como si fuese unas nubes grises a la lejanía, acercándose lentamente y amenazando con soltar una llovizna al menos.
Y tal como lo supuso, el menor regresó a la casa bastante pronto. Le dedicó una mirada molesta y acusatoria al mayor, quien ni se inmutó.
—¿No recordaste su nombre?— Cuestionó desdeñoso el de ojos amarillos.
—No fue eso por lo que me mandó a la mierda. Le dije que no quería una relación seria, que ella no es mi novia y que quería simplemente... Ya sabes.
—Y ella había pensado que eran más que amigos con derechos.
—¡Sí! Y se enojó. ¡No entiendo por qué! Fui honesto. ¿Qué más quieren? No las entiendo.
—Ya. Porque ellas son el problema.— Aseguró Leo sarcástico, volviendo su atención a la revista que se encontraba leyendo. —¿Qué harás ahora?
—Saldré. Iré a empacar mis cosas.
Sagitario subió corriendo las escaleras y se adentró a su habitación para guardar todo lo necesario en una maleta. Una vez listo, bajó a la sala donde el mayor seguía allí, hojeando la revista desinteresadamente.
—No hagas nada estúpido.— Dijo el peli-naranja sin dirigirle la mirada.— Yo le digo a Aries.
—Un problema menos entonces.— Respondió Sagitario, olvidando su fracaso con la chica de hace rato y emocionándose por su viaje.— Iré a Brasil a ver que consigo. A ver si les traigo algo. ¡Adiós!
Y el menor se marchó. No le dolía que las chicas dieran por terminada la relación, sino que se molestaran porque él era honesto. Él no quería nada serio, no quería una relación que le tuviese atado y comprometido, porque esas chicas eran agradables, sí, pero sobre todo tenían un cuerpo espléndido que lograba hacerlo babear un poco, y es que siempre le han encantado las chicas. ¡Al menos él no les hacia creer que las amaba y esas tontas cursilerías solo para que al final fueran un juguete! Bah, ¡mujeres!
Luego subiré el resto. De paso, les agradezco por sus lecturas :D
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