Escondido
—¿Eh?— la mayor se detuvo, con la pajilla de su bebida a medio camino hacia su boca, y miró asombrada a la contraria.
Lucia sonrió muy sutilmente ante la cara de Gina pues era graciosa y, a su vez, causaba cierto sabor amargo al fondo de su boca. Con un movimiento gentil y elegante, extendió la servilleta que estaba usando contra la mesa y procedió a dejar sus manos sobre el regazo.
—¿Tan pronto has conseguido otro novio?— prosiguió Gina, con la pajilla robusta junto a la comisura de sus labios—. Pero, ¿cuánto pasó desde que terminaste con el otro? ¿Una semana?
—Dos, en realidad.
Ninguna dijo algo. La menor oía como su acompañante sorbía su bebida marrón mientras miraba, a su vez, la madera de la mesa con completo desinterés sin saber que en realidad era tristeza. Otra oportunidad que se le había ido. Siendo honesta, Gina sabía que no importaba que Lucia estuviera soltera, no se atrevería a decirle lo que sentía ni a invitarla a una cita y no a una salida de amigas como siempre hacia, porque tenía miedo de que la rechazara y las cosas se tornaran incómodas.
—Mh. ¿Quién es o cómo fue? — indagó, encorvada en su sitio y alzando sus ojos color cían a los de la adversa.
—Es un chico del departamento de mecánica. Simplemente se acercó a hacerme plática en una hora del almuerzo, salimos una o dos veces esa misma semana. Cuando se me confesó le dije que estaba bien.
—Oh, ¿te gusta?
Lucia suspiró con ligera derrota, bebió de su vaso con cuidado de que el labial rosa mate no se corriera y se encogió de hombros.
—Es amable y simpático.
—Pero no te gusta.
—Tal vez... Aún nos falta tiempo.
Gina dijo nada al respecto, pues era siempre lo mismo. Su amiga solía salir con un chico solo porque éste se le confesaba y no necesariamente porque correspondía a sus sentimientos. Cómo era bastante popular, cuando terminaba con su novio otro muchacho ya estaba listo para declararse. Así que era normal que saliera de una relación e inmediatamente entrara en otra. Le había dicho un par de veces, anteriormente, que no era justo para ella ni para el chico en turno que forzara el noviazgo, pero Lucia no era tonta y lo sabía, le confesó que lo sabía, aunque quería intentarlo. Gina se cansó, eventualmente, de regañarle, pues ya era una mujer adulta y sabía, o creía saber, qué era lo que hacía. Además, no era su vida y no tenía por qué meterse en ella.
—Ya veo...— comentó en voz baja antes de tragar el líquido marrón que sabía dulce y habló con mayor seguridad—. Espero que todo salga bien con él.
Le sonrió tan sincera como le fue posible. No le gustaba ese modus operandi que tenía su amiga con el amor por muchas razones, pero sobre todo porque se sentía un cosita diminuta e insignificante al darse cuenta que todo aquel que la pretendía podía tener su oportunidad menos ella. De cualquier forma, si así Lucia conseguía su felicidad ella no se iba a entrometer, porque eso era lo más importante.
—Gracias— la menor le regresó el gesto y procedió a disfrutar de su propia bebida.
...
La rubia llegó a la biblioteca de la universidad donde se encontraba Emma usando las computadoras disponibles en el sitio porque la propia había explotado. Se sentó al lado de ella tras dejar la mochila en los casilleros y depositó su cabeza contra su pequeño hombro, soltando un largo suspiro lleno de decepción y melancolía.
—¿Qué ocurrió?— preguntó la peliazul mientras tecleaba en el aparato enorme y viejo—. ¿Te sientes mal?
—Es que... — un chillido emergió de Gina—. Luci...
Dejó de mirar la pantalla y se giró un poco hacia su amiga para brindarle toda su atención; al menos el trabajo que estaba haciendo no era hasta la próxima semana.
—¿Sucedió algo con ella?
—Otra vez tiene novio.
—¿Eh? ¿Tan rápido?
—Sí— se pasó la mano por los párpados.
—Oh, Gina— Emma se removió y pasó un brazo por los hombros de la aludida, abrazándola —. ¿Quieres hablar de eso? Deja que guarde mi documento y vamos a otro sitio más cómodo. ¿Bien?
—No, no te preocupes— los ojos azules miraron el cursor que aparecía y desaparecía de manera consecutiva, al final de la oración escrita—. Solo necesito un poco de compañía.
—¿Segura?
—Mhm.
—Bueno— le acarició un poco los rubios cabellos y procedió a acomodarse para continuar con sus deberes—. Puedes pedirme lo que sea.
—Gracias.
Permanecieron ahí, en silencio. Emma continuó con su documento mientras que Gina miraba a la nada y sentía la presencia cómoda de la contraria; para ella eso era suficiente. Tras una hora de hacer nada, comenzó a garabatear en la última página del cuaderno de su amiga, algo que a ésta no le molestaba pues la rubia era muy talentosa y su arte era increíble.
Los ojos aqua miraron por el rabillo al lápiz que la contraria movía con fluidez; era un retrato de Lucia. Ante esto, sonrió con compasión y le palmeó un poco la mejilla en un intento de brindarle confort antes de proseguir con lo suyo.
—Está bien si quieres llorar, ¿sí?
—Mhm— la rubia asintió suavemente, inflando un poco las mejillas.
Emma era una chica muy dulce y amable. Realmente agradecía que ella la soportara, porque no sabría que hacer sin tener alguien a quien confiarle esos sentimientos que muchas veces la consumían. Emma era su mejor amiga desde hacía años, desde que eran niñas pequeñas, en realidad, así que habían compartido muchos momentos juntas y tenían una relación muy estrecha. Ella nunca había tratado mal a nadie sin razones y, usualmente, se hacía amiga de los amigos y amigas de Gina, pero no entendía porque a Lucia parecía no agradarle mucho.
...
Su celular vibró cuando una llamada entraba a éste. Se levantó de su banquillo frente a su restirador y tomó el aparato que estaba cargándose en su mesita de noche. Contestó, pasándose una mano por los cabellos que caían desordenados sobre su frente, manchandose la piel del rostro con tinta negra.
—Lo siento— la voz de Lucia se oía desde el auricular—. ¿Estás ocupada?
—Oh, no. ¿Por?
—Mh. Terminé con mi novio— Gina abrió suavemente la boca por la sorpresa—. Estoy... Frente a tu casa. ¿Podría pasar?
—¡Ah! ¡Sí!
Tropezó con sus zapatillas deportivas, se golpeó la pantorrilla con la para de madera de su bastidor y se resbaló mientras se colocaba las pantuflas y continuaba sosteniendo el celular contra su oreja.
—¡Ay!— se quejó de dolor y se comenzó a sobar la zona dañada a la par que llegaba a la puerta—. ¡Voy, voy!
Colgó la llamada cuando abrió a Lucia que le miró con una sonrisa divertida por el escándalo que había logrado oír a través del teléfono.
—¿Estás bien?
—Sí, sí. Entra.
La más alta ingresó al recinto y la contraria guardó su celular en uno de sus bolsillos. Tras cerrar la puerta la llevó al pequeño sofá que tenía en la sala.
—¿Quieres algo?— le preguntó, arreglando un poco su cabello claro.
—No, gracias.
—Bueno— Gina se sentó en un puf negro que comenzaba a romperse por el uso—. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Necesitas cualquier cosa?
—Yo... No. Estoy bien.
—¿No conseguiste gustar de él?— Lucía apretó los labios y negó con la cabeza.
—Supongo que no era el indicado.
—Puede ser. Pero tampoco te tienes que esforzar tanto en encontrarlo. Eventualmente llegará, creo. Al menos eso dice Emma.
Lucia no contestó y jugó un poco con el celular entre sus manos.
—¡Hablando de Emma!— comentó y se puso de pie prontamente, yendo a la cocina de dónde tomó una caja de galletas pequeñas y lindas—. El otro día encontramos una nueva confitería y compramos estas galletas. Son muy ricas. Espero Emma no tenga un coma diabético o algo, se compró muchas cajas y ella no tiene autocontrol.
Se sentó sobre el brazo del sillón, abriendo la caja frente a Lucia para ofrecerle una de esas galletitas que se veían apetecibles.
—Toma las que quieras.
—Gracias— la rubia se forzó a sonreír y observó los postres antes de tomar uno con elegancia y duda.
—A ver si te anima un poco. Creo que no deberías obligarte a salir con más chicos.
—Tal vez tengas razón...
Gina le miró durante largos instantes, tomando una galleta y comiéndose ésta con lentitud, y luego fijo sus ojos brillantes en el suelo desordenado. La piel de sus manos comenzó picarle y sintió la necesidad imperiosa de morderse las uñas por el nerviosismo. Estaba juntando valor, valor que no sabía de dónde había salido. Quizás estaba enloqueciendo.
—Luci— la aludida le dirigió su atención, atenta y masticando con gracilidad—. ¿Quieres ser mi novia?
Hubo un momento de silencio total. Era tenso y muy incómodo. Tenía miedo. Estaba cometiendo una tontería. Sus mejillas estaban tan rojas que parecía irreal y un pequeño temblor apareció en sus hombros y manos. Quería desaparecer.
—Qué digo— Gina se levantó, riendo de manera boba por los nervios y caminó un poco por ahí—. No me hagas caso...
—Está bien— le interrumpió la menor, ocasionando que la contraria se girara abruptamente hacia ella; Lucia estaba tan avergonzada que todo su rostro era del color de las manzanas.
—¿Qué?
—Dije— exhaló—. Que sí. Quiero ser tu novia.
Hizo amago de hablar, pero su boca solo se abría y se cerraba sin ser capaz de proferir alguna palabra. La galleta estaba a nada de caerse de su mano.
—Yo no lo digo por experimentar— sentenció tajantemente, aunque la voz le vibraba—. No quiero ser otra prueba para...
—Yo tampoco— Lucia se puso de pie y se acercó a la mayor de manera titubeante—. La verdad... Es que me gustas.
Los ojos azules como el cielo se abrieron por la sorpresa hasta que de estos emergieron pequeñas lágrimas que caían sin cuidado.
—¿Por qué lloras?— la menor se espantó y se apresuró a limpiar sus mejillas con un pañuelo que había extraído de su bolsa.
—Porque a mí me gustas mucho desde hace un tiempo y...— sorbió su nariz de manera sonora—. Pero no quería decirte y pensé...
Lucia le miró con dulzura y procedió a guiar a Gina hacia el sofá para que se sentara aún llorando.
—Ya, ya— decía, retirando el cabello desordenado de su cara y fijándose en la mancha de tinta en ella—. No tienes por qué llorar, Gina.
—¿No?
—No— dejó un suave beso en su coronilla—. Lamento que hayas tenido que pasar por estas cosas, pero ya ha terminado. ¿Mh? A partir de ahora seremos pareja, ¿sí? Seré solo tuya.
Gina le miró directo a los ojos y notó la sinceridad en ella. Sin poder contener la emoción, se abrazó fuertemente a su cintura, escondiendo su rostro contra Lucia y llorando un poco más.
—Si me dejas me convulsiono.
—Gina, no— chilló la más alta, acariciándole el cabello rubio—. No digas eso.
—Es broma. Pero no me dejes.
—No lo haré.
Satisfecha con la respuesta, con gran esfuerzo arrastró a Lucia hasta sentarla en su regazo y se enrolló a ella como si fuera un gatito necesitado de atención. Esto no le molestó, al contrario, le causó ternura y simplemente se dedicó a hacerle piojito mientras sus respiraciones se acompasaban lentamente; si lo pensaba bien, Gina estaba llenando su ropa de lágrimas, moco y migajas de galleta, pero a ese punto no parecía como algo muy relevante, prefería concentrarse en la agradable sensación de compartir ese tranquilo momento con su, entonces, novia. Era algo que no se comparaba un poco con lo que había vivido con sus ex parejas, eso era mucho mejor y era algo que de verdad había anhelado desde hace tanto.
—Te quiero.
Buenas 👀 un cortito chiquito y gei de Libra y Géminis. He estado un poco ocupada con la escuela y no muy inspirada, pero bueno, que se le va a hacer. Este tipo de rants los tengo en Twitter pa que se burlen de mí. En fin. Se me cuidan 💙
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