Enojo
Entra azotando la puerta detrás de sí, llamando la atención de todos los presentes hacia su persona. Se acerca con pasos pesados, cargados de enojo, hacia la sala, donde se encuentra una mesita de centro, en la cual yacen cosas como un florerillo de cerámica. Sin más, lo tira de un manotazo, causando que caiga en la alfombra sonoramente, pero no se rompe. Luego se cruza de brazos, resoplando por la nariz y apretando la mandíbula con fuerza.
-¿Qué mosca le pico?-Pregunta Géminis a Sagitario, quien se encoge de hombros sin saber que decir.
Todos, sentados en la barra de la cocina, observan curiosos la actitud de irritado que porta Acuario. Leo, preguntándose el por qué de su actitud, se levanta de su asiento y se acerca a su pareja, plantándose frente a ésta con una ceja enarcada. Acuario permanece con el ceño fruncido, aplastando su pecho con los brazos y mirando con semblante sombrío al león.
-¿Qué sucede?-Interroga el mayor.
-¡Soy gay!
-Ajá. Eso lo sé. Lo que no sé es por qué estás así.
-Es... ¡Agh! Llegó un gilipollas al planetario y...
-Te está molestando.
-¡Me trata como si tuviese la peste! Ni si quiera puede estar en la misma habitación que yo. ¡Ni que con sólo verlo lo fuese a violar! -Acuario se pasa la mano por la frente, masajeando la piel y tratando de relajar la expresión.
-Acuario...
Leo, con intenciones de calmar al otro chico, hace una amago de tocar su hombro con una mano, pero Acuario se encoge en su lugar como si ésta estuviese sucia de lo peor en este mundo.
-No me toques. Estoy... ¡Estoy furioso!
-Uy. Está de mirame y no me toques. -Comenta Sagitario, sintiendo la tensión. -Valió.
-Tranquilizate, Acuario.-Pide el mayor, ignorando al pelinegro.-Ven.
El pelinaranja le hace una seña para que lo siga, a la par que camina hacia la salida del recinto. El menor le mira fastidiado y suelta un sonoro quejido.
-¿Ir a dónde? Leo, te juro que si veo a un solo güey mirarme a los ojos, le arrancaré la verga.
-Sí. Sí. Camina.
El de ojos turquesa le sigue a regañadientes, aun con los brazos cruzados. Sale por la puerta después de que su pareja se la abre. Treinta minutos después, Leo y Acuario se encuentran sentados en su auto, con vasos de helado en sus respectivas manos, pues acaban de salir de una heladería. Leo lleva de nueva cuenta, la cucharilla plástica a su boca, mirando al peli-plateado, quien solo observa su helado de menta en su vaso de plástico con cara de pocos amigos.
-Se va a derretir.
-Cierra la boca, Leo. -Escupe con voz molesta, tomando con furia la cucharilla y llevándosela a la boca con algo de helado. -Los odio a todos.
El chico continua con su postre, soltando palabras altisonantes en cada lapso de tiempo y maldiciendo a la población en general. Está molesto. Conforme va engullendo el helado, su actitud irritada se va enfriando, hasta que ya no dice nada más. Leo no le ha quitado la vista de encima en ningún momento, como anticipándose a algo.
-Acuario.
El mencionado frunce aun más el entrecejo, botando la cucharilla dentro del envase vacío y lanzando éste encima de la guantera, para luego frotarse las sienes con ambas manos de una manera exagerada.
-Estoy harto. -Ruge el menor, con voz ronca y temblorosa. -No estoy enfermo. Simplemente soy gay. Deberían dejar de vernos de manera despectiva. No tengo más de mil años para soportar tal actitud. Extraño la Grecia antigua. Extraño que esto no fuese anormal, como la peste o un transtorno mental. Solo estoy... Cansado.
El león deja su propio helado en el espacio libre del porta vasos, mirando con un gesto suavizado hacia su pareja y sosteniendo la nuca de ésta con un mano, acercando soi cabeza hacia su hombro en busca de consolarlo. Se acomoda en el espacio angosto del auto, en dirección al menor, pasándole el brazo por los hombros y acariciándole el cabello, mientras éste esconde el rostro en la curvatura de su cuello, deseando matar a medio mundo y llorar de pura frustración.
-¿Quieres que vaya y lo golpee?
-¿Y arruinar tu reputación? No, gracias. Esperaré a que un negro le de por el culo.
Leo ríe ligeramente divertido, esperando a que el signo de aire se tranquilice, algo que tardara un tiempo, pues aunque sus enfados no son comunes, sí son largos.
***
Fastidiada, deja caer su bolso al pie de la silla alta de la cocina donde se ha sentado. Moviendo la pierna de manera incesante y recargando la mejilla en su mano con una mueca facial de disgusto o enojo.
-¿Piscis, qué ocurre?-Comienza a cuestionar Sagitario, quien a deshoras, se sienta frente a ella con un plato de comida, sabiendo que ella no le ve y no puede ver su sonrisa desdeñosa.- ¿Por qué la cara larga?
Extrañado, ve a la chica fruncir severamente el entrecejo y respirando profundamente.
-No quiero hablar del tema.-Sentencia ella con tono agotado.
-Oh, vamos, pececita. Somos familia.
-Sagitario, no quiero hablar de ello.
-Bien, bien. ¿Quieres un dulce o a Capri para que te calmes?
-No soy una niña como para que me ofrezcas dulces.-Le corta. Su voz puede ser tan venenosa como la de Escorpio.
Sagitario, reafirma así que son hermanos sin duda alguna.
-Tranquila, no lo digo por eso. Sólo...
-Zeus. ¡Callate, Sagitario! Maldición.
Ante el grito lleno de molestia poco usual de parte de la chica, el pelinegro aprieta fuertemente los labios y le mira con sorpresa. Piscis se cubre la cara con ambas manos, bufando, y recarga ambos codos sobre la barra donde comen. En total silencio, Sagitario engulle un poco de sus alimentos, no sabiendo qué decir o si debería esperar a que ella hable primero. Antes de cualquier cosa, Capricornio baja las escaleras, teniendo un mal presentimiento que se acentúa cuando ve a la menor en ese extraño estado. Con pasos rápidos, se acerca a las espaldas de ella, mirándole con confusión y angustia, dudando si tocarla o no. Luego, sus ojos avellanas viajan hasta el pelinegro que ha estado acompañando a Piscis.
Ante la mirada acusatoria de la cabra, Sagitario alza las manos con rendición.
-Yo no hice nada.-Asegura él con total sinceridad.
Capricornio sabe que no miente y aún más confundido, coloca una mano en la espalda de la chica con suma delicadeza, inclinándose hacia las propias que siguen ocultando su rostro.
-Piscis.-Musita él con preocupación, empleando un tono seguro y tan tranquilo como el de Virgo. -Dime qué sucede.
-Es tonto.
-¿Crees qué eso me importa? Si te tiene así, dudo que lo sea.
-¡Por favor! -Espeta, bajando las manos de golpe y girándose a donde supone se encuentra el contrario, quien se sorprende de esto, incrédulo ante el tono sarcástico.- ¡Soy como una niña, por supuesto que es tonto!
-¿Quien te dijo eso?-Concluyó el castaño, entrecerrando los ojos hacia ella. -Eso no es verdad.
-Es... ¡Estoy harta de que todos me traten como una niña estúpida e ingenua! Soy distraída, pero no idiota.
-Te he preguntado algo. ¿Quién te dijo eso?
Sagitario, contrariado por la situación tan jocosamente extraña, se queda totalmente metido en la discusión que se lleva a cabo entre la chica agua y el signo tierra. Un espectáculo no antes visto.
-¿Qué sucedió en el trabajo?
Sintiéndose imposibilitada a mentir o ignorar la interrogante de su pareja por el tono decidido y lleno de convicción que sólo su lengua materna le proporciona.
-Yo... Como la psicóloga de la escuela, tengo que asegurarme que los estudiantes que van conmigo y tienen serios problemas, lo discutan con sus padres. ¡Es lo normal! Y... Y hoy fueron unos padres con su hijo y...-La cara de Piscis enrojece de la rabia al recordar todo ello y pronto las lágrimas se acumulan en su ojos aquamarinas. - ¡Me trataron como si no fuese más que una maldita colegiala que soltaba disparates! Cualquier cosa que decía la desechaban y comenzaban a cuestionar el hecho de que en serio estuviese titulada y fuese mayor. ¡Como si fuese un chiste!
El castaño observa las cristalinas gotas que resbalan de las mejillas de la chica. Lágrimas de coraje, porque Piscis, estando al borde del enojo, no hace nada más que llorar, sintiendo que el cuerpo le explotara de tanto coraje acumulado en tan pequeño cuerpo.
-Tengo más de tres mil años. ¡Ellos son las malditas crías! Yo soy lo suficientemente madura. ¡Que me vea como una niñita no significa que lo sea!
-Escuchame bien.-Le interrumpió Capricornio, colocando una mano frente a ella como si sirviese para detenerla. -Escucha. Tú no eres tonta, ni infantil. Simplemente, ves las cosas de una manera distinta, positiva y sí, eres muy distraída. Eso nadie lo niega. Ellos son los idiotas e inmaduros por no ver más allá de la apariencia. No escuches lo que esos tipos de personas tengan que decir.
Piscis sorbe la nariz con fuerza, evitando que los mocos escurran de su nariz y con las largas mangas de su blusa, se limpia el rostro. Sin decir nada, Capricornio sabe que ella sigue enojada, aunque aprecia las, quizás, ambiguas palabras de él. Le acaricia el cabello por un segundo.
-Iré a llenar tu bañera.-Anuncia el castaño, tomando la bolsa de la chica y empezando a andar hacia el cuarto de ésta.
Así, espera que la chica se calme a su tiempo. Con un espléndido baño frío con espuma, que siempre le han encantado a Piscis. Quizás necesita estar sola un rato, pues nunca se enoja tanto como ahora.
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