Disciplina
Cuando Sagitario cruzó la puerta principal, más bronceado y con su mochila de viaje colgando de sus hombros, Viridi estaba en la cocina robándose una barrita de cereal de la alacena mientras se preparaba y Virgo seguía descansando sobre el sofá de dos piezas, mirando una serie de criminología.
—Estoy de vuelta— anunció el pelinegro con emoción a la par que cerraba la puerta detrás suyo y caminaba hacia donde estaba su pareja.
—¿Qué tal? ¿Cómo te fue?
—¡Bien! Como siempre, traje algunos recuerdos.
Se retiró la mochila de la espalda y la colocó sobre el brazo del mueble para poder abrir el cierre y rebuscar en el interior de ésta. La peliverde, signo de tierra, no sabía bien qué decir con exactitud para apoyar a su hija con el favor que le solicitó. Pensó en silencio y tratando de apurarse hasta que se percató de que la menor continuaba en la cocina y ni un "Hola" había pronunciado al signo fuego, por lo que decidió tomar eso como una oportunidad para "llamarle la atención".
—Viridi, ven.
—¿Para qué? — respondió la adolescente con tono disgustado.
—Solo ven.
—No voy a ir— la menor estaba de espaldas a la encimera de la cocina y miraba a donde sus padres se encontraban, notando las cejas negras fruncirse con confusión aun si los ojos de su dueño seguían fijos en lo que llevaba en la mochila.
—Viridi.
—No me digas qué hacer— la joven alzaba un poco la voz para sonar fastidiada e irrespetuosa y se acercó a la barra para dejar la barrita que llevaba en una de las manos.
—Al menos saluda a tu padre— la más alta, aun sentada en el sillón, giró a ver a la contraria por encima del respaldo, girándose solo un poco y colocando el brazo sobre éste.
—Qué me salude él.
—Viridi, solo ven a saludarlo, acaba de llegar...
—¡Por los Dioses, mamá, cállate!
Virgo estaba demasiado conmocionada, aun sabiendo que solo era actuación, porque su hija jamás le había alzado la voz de esa forma ni a ella ni a su padre y tampoco los había mandado a callar de esa forma tan irreverente. Un sonido seco resonó en todo el sitio cuando el pelinegro dejó con suma fuerza la mochila sobre el suelo, a pesar de sus movimientos rápidos y agiles, y se acercó con la cabeza en alto y sacando el pecho a Viridi. Sus ojos púrpuras refulgían con enojo a tal punto de que ella, por primera vez en su vida, sintió miedo de ellos y de él.
—Aunque sea...
—¡No, te digo que te calles!
—Cállate tú— ordenó Sagitario, dando largas zancadas y con una voz tan severa que hasta alguno de sus hermanos se hubieran sorprendido.
—Pero...— Viridi extendió un brazo con fuerza y señaló a la peliverde mayor, sin embargo, el signo fuego pronto la silenció, tomándola de la muñeca y, en cambio, señalándola a ella con autoridad.
—¿Con quién crees que hablas? ¿Ah? — cuestionó, agitándola un poco como para hacerla comportarse.
—Es que ella...
—Es que nada— pasó su mano a sostener la parte superior de su brazo delgado para arrastrarla con él hasta la sala, junto al mueble en que Virgo aun yacía—. Pídele perdón a tu madre. ¿Me oíste? ¡¿Me oíste?!
Viridi se encogió en su sitio, atemorizada, y bajó la mirada hacia el suelo mientras sentía los dedos firmes de su padre apretando con ímpetu su piel y sus músculos, ocasionando que pensara, vagamente, que terminaría con un par de manchas rojas o hasta moretones.
—¿A quién crees que le hablas? — ambas estaban abrumadas por la actitud del pelinegro a tal grado que eran incapaces de notar el autocontrol de éste para no golpear a su hija como Alcander se encargaba de reprenderlo a él—. Es tu madre, no uno de tus jodidos amigos. ¿Qué te pasa?
—Yo no...
—Viridi— la voz del varón se escuchó una octava más grave y su mano pasó de sujetarle a darle un golpe en la espalda lo suficientemente fuerte como para ocasionar que se hiciera un paso hacia en frente, aunque no como para herirle—. No tengo paciencia, así que no tientes tu suerte.
—Sagitario.
—¿Acaso no hablo bien? —ignoró a Virgo quien le llamaba con algo de duda y agarró a la menor por la nuca—. Discúlpate. Ahora. Y no le vuelvas a hablar a tu madre así, ¿entendiste?
—Sagitario— la más alta le volvió a hablar, solo que con más fuerza, ocasionando que, finalmente, los ojos púrpuras del aludido se clavaran en ella—. Está jugando.
La comprensión surcó el rostro del bronceado, pronto cambiando de un gesto lleno de ira e indignación a uno de ira y confusión, notando levemente la preocupación en Virgo que se había puesto en pie, ansiosa de lo que él pudiera hacer después.
—¿Qué?
—Está actuando. Me pidió que le siguiera el juego.
Miró de regreso a su hija que estaba casi escondiendo su cabeza entre sus hombros, claramente espantada, y la soltó con poca facilidad, como si sus articulaciones no funcionaran bien.
—¿Es otra de tus bromas? — le cuestionó a la menor.
—Algo así.
Su mano permanecía a la altura de Viridi, aunque ya no se encontraba sujetándola o similar, y los orbes brillantes como amatistas del signo fuego se posaban en ella y en Virgo de manera consecutiva, aun meditando lo que acababa de pasar.
—Disculpa, ¿estás bien? — Sagitario preguntó a la más joven de los tres con culpa y algo de angustia mientras le tocaba con gentileza el hombro y le examinaba de pies a cabeza.
—Estoy bien. Solo me asustaste un poco. Es la primera vez que me regañas así.
—Es la primera vez que te comportas mal con tu madre.
—Realmente pensé que me ibas a pegar.
El rostro del pelinegro mostró algo similar a la tristeza al percatarse de que había puesto a su hija en una situación en la que se sentía insegura y temerosa de él, algo que nunca deseó.
Quien solía regañar a Viridi por hacer algo incorrecto, casi siempre por golpear a sus compañeros de clase incluso si era en defensa propia o de otra persona, era la signo tierra. No es que Sagitario la contradijera ni nada, aunque de vez en cuando le aseguraba que podría solaparle una que otra broma y/o travesura, pero tampoco iba gritándole y reprochándole violentamente sobre cómo debía comportarse o no, si acaso le hablaba un poco más fuerte y con un tono más serio, pero nada más.
—Lo siento— dijo, sintiéndose culpable y acomodando los cabellos cortos de la adolescente con el mayor cuidado posible—. Me dejé llevar.
—Nos dimos cuenta— Virgo respondió, acercándose y, por igual, revisando que la menor no tuviera algún mal físico.
—Fue raro verte enojado conmigo. No sabía que reaccionarías así solo por decirle a mamá que se callara.
—Es tu madre, y jamás te ha faltado el respeto, así que no deberías ser irrespetuosa con ella tampoco. Además, antes que nada, es mi esposa y no permitiré que nadie, ni siquiera tú, la trate mal.
—Agradezco que quieras defenderme— la más alta confesó, entre enternecida y avergonzada con las palabras ajenas—, pero no reacciones así, menos con Viridi.
—Tendré más cuidado en el futuro, pero solo con ella.
—Sagitario.
—Si alguien te falta el respeto en la calle sí le vengo soltando una cachetada como mínimo.
—Ojalá eso nunca pase.
—¿No estás enojado ya? — los ojos del signo fuego se encontraron con los de su hija que eran prácticamente iguales y que denotaban algo de nerviosismo.
—No, chaparra— aseveró, revolviéndole el cabello—. Se me subió un poco la adrenalina, pero enojado ya no estoy. Para este punto estoy acostumbrado a tus ideas.
—¿Puedes contarme cómo te fue entonces?
—Sí, pero después, creo que quiero ir a desempacar y dormir un poco. Como que me siento cansado.
—Probablemente porque se te bajó todo muy rápido— comentó Virgo mientras el contrario se doblaba para tomar la mochila.
—Probablemente. Pero les daré sus suvenires primero. Manos.
Las dos obedecieron, mostrando las palmas de sus apéndices al único varón de ellos que esculcó dentro de la mochila, removiendo entre la ropa tanto sucia como limpia como los objetos de higiene personal, entre otros, hasta sacar una caja de golosinas para Viridi y una de joyería artesanal a Virgo.
—Gracias— hablaron ambas al unísono, una más animada que la otra.
—No hay de qué. Me voy al cuarto de una vez.
—Descansa.
No tengo excusa para mi ausencia, pero entre todas las cosas de mi vida fuera de wttpd pude terminar este pequeño fragmento ^^
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