Cuarentena

Sagitario llega luego de un largo viaje fuera de su ciudad. Al abrir la puerta lo primero que sucede es que Capricornio le indica que levante los brazos y, luego de obedecer, le rocía con un líquido que desprende un fuerte olor a sanitizante.

—¿Cómo te sientes?— le pregunta Tauro que se ha acercado hasta él mientras que el castaño le indica que se dé la vuelta para continuar con su labor luego de rociarle la cara.

—Bien. ¿Lo dices por lo del virus?— el mayor asiente—. Estoy bien. No traigo tos ni nada.

—Si sientes algo raro dinos.

—Seguro. Casi no me dejan irme en el aeropuerto. ¿Aquí qué han dicho?

—Haremos cuarentena— musita Capricornio, rociando con el atomizador la mochila de viaje del contrario.

—Nada de trabajo o escuela. Estaremos en casa durante cuarenta días. Solo podremos salir por lo necesario o por una emergencia. Eso a partir de mañana, me parece.

—Mh. Desde mañana hasta finales de abril.

—¿Nadie irá al trabajo? ¿Absolutamente nadie?— Sagitario mira al par, curioso y cruzándose de brazos.

—Solo Virgo y Cáncer. Virgo por trabajar en emergencias y Cáncer hará guardia en el acuario de vez en cuando.

—¿Irá al hospital? Eso es peligroso. No debería, podría contagiarse— Tauro le mira igual de preocupado, pero con un aire de resignación—. Es como meterse en la boca del lobo.

—Virgo dijo que lo sabe y no le importa— habla el castaño, reteniendo un suspiro de derrota—. No puedo culparla.

—Hay que encerrarla.

—No— los labios de Sagitario se fruncen con disconformidad y el mayor de todos solo atina a sonreír—. No podemos obligarla a algo que no quiere. Además, su trabajo es importante y hay gente allá afuera que la necesita más de lo que nosotros lo hacemos. Yo sé que lo entiendes.

—Sí. Sí, lo sé. Aunque la peste negra estuvo más fea. Mató a más gente. Ah, sí me acuerdo. La gente creyó que era por los gatos y los estuvieron matando, cuando en realidad fueron las ratas. Irónico. ¿Cuántas pandemias hemos vivido?

—Las suficientes— Capricornio dice, tajantemente, y se da media vuelta para dejar la botella de sanitizante en una esquina de la barra donde comen.

—Solo hay que ser precavidos. ¿Bien? No hay que salir a menos que sea estrictamente necesario y hay que mantener una buena higiene.

—Se hará lo que se pueda.

***

Sagitario no puede evitar emocionarse cuando Virgo cruza la puerta, apareciendo con su ropa blanca de hospital y oliendo a antiséptico. Es por ello que se levanta de un salto para correr hacia ella con los brazos abiertos en un amago de rodearla con ellos. Sin embargo, la peliverde se echa para atrás, pegándose a la puerta que se cierra estruendosamente y haciendo una seña con la mano para indicarle que no se acerque más.

—¡Alto ahí!

Al escuchar la orden seca de la contraria, el pelinegro solo es capaz de detenerse abruptamente, mirándole con cierta tristeza y bajando lentamente lo brazos.

—Pero no te he visto en dos días enteros— se queja Sagitario.

Le observa detenidamente, notando el cansancio en el rostro moreno de la signo tierra y lo desordenado que su cabello verde se encuentra a pesar de estar atado con una liga blanca. No es raro aquel aspecto de la fémina luego de turnos largos y agotadores en el hospital, donde los únicos descansos que ha tenido han sido para ir al baño o dormir cinco minutos en una silla o en una camilla o en una esquina recargada contra máquinas médicas que seguían haciendo su trabajo.

—Vengo del hospital, Sagitario. No. Te puedo pegar algo.

—Virgo.

—Espera que cambie mi ropa y me dé una ducha, por favor.

—Pero no tardes— dice, haciendo un ligero puchero—. ¿Cuanto tiempo tienes?

—Un par de horas. Lo suficiente para comer y dormir un rato.

—Bueno, ve, ve. Deja tu ropa fuera, yo la puedo lavar.

Virgo ya está por reclamar que lo que dice entra por un oído del signo fuego para salir del otro, sin siquiera ser procesadas sus palabras.

—Tranquila— Leo habla desde la cocina donde el resto se encuentra, comiendo con tranquilidad—. Es como un perro callejero. Tiene buenas defensas.

—Comía tierra cuando era niño— acota Aries y aquello provoca un par de risas de los demás—. Es en serio. Así de baboso es. Y se metía un montón de cosas en la nariz.

—Una vez le salió una lombriz de ahí. Fue raro.

—Qué asco— Libra se queja, haciendo una mueca de horror total.

—De algo le sirvió. Es más difícil acabar con él que con una cucaracha y esas mierdas pueden soportar una bomba nuclear.

Un suspiro escapa de Virgo y un ligero movimiento de su cabeza denota su derrota. Finalmente, acepta y sube las escaleras con velocidad, aunque tambaleando, pues las piernas le duelen y la cadera le arde como si tuviera metal caliente ahí mismo. Sagitario espera unos pocos minutos antes de seguirle, demorando solo un instante para descender con la ropa blanca entre sus manos para dirigirse al patio donde procede a lavarla en el fregadero.

Luego de colgar la prendas bajo los rayos de Sol para que se sequen, el pelinegro sube hasta la habitación de la signo tierra, llamando a la puerta con un par de golpes en ella sin recibir respuesta alguna del interior. Es por ello que la abre y asoma su cabeza para mirar dentro, encontrándose con que Virgo se halla completamente dormida sobre su cama, de una forma tan descuidada y en una posición tan poco común que Sagitario comprende lo exhausta que debe de sentirse. Lo más cuidadoso y silencioso posible, avanza hasta la cama luego de cerrar la puerta detrás suyo, viendo el bajar y subir del torso de ella con cada respiración calmada y superficial. La acomoda de mejor manera, para que no se le duerma alguna extremidad o le duela el cuello, por ejemplo; al menos se ha secado el cabello. Se sienta al borde de la cama, sonriendo de lado entre orgulloso y frustrado, riéndose poco después cuando ve que los labios de la mayor se separan y un rastro de baba amenaza con bajar hasta la almohada. Virgo hasta durmiendo suele ser elegante y recatada, pero debe estar sin fuerzas como para verse así. Sin más, el pelinegro se levanta de su sitio para marcharse de la habitación y evitar despertar a la morena por alguna razón o circunstancia.

***

¡Está harto! ¡Ya no puede continuar ahí en la casa sin hacer nada! Arregla lo primordial dentro de su usual mochila de viaje, a una velocidad impresionante. Se apresura a colgarsela sobre los hombros para abrir la puerta y correr por el pasillo en dirección a la salida. Sin embargo, no ha contado con que, justo en este instante, Libra y Tauro estarían descendiendo por las escaleras.

—¿Sagi?— habla la rubia y el aludido se congela solo un segundo en su sitio—. ¿Qué haces?

A penas terminar su pregunta, el pelinegro sale disparado, bajando las escaleras sonoramente con avidez, ocasionando que el peliverde, sin perder el tiempo y viendo la mochila en la espalda del menor, le siga veloz, saltando las últimas dos escalinatas y agarrándose del pasamanos para no estamparse contra un mueble o dar a parar hasta la cocina.

—No, no, no...— musita el mayor constantemente, estirando los brazos para atrapar los costados de la mochila.

Le jala con fuerza, haciendo que sus pertenencias le golpeen el pecho y que el cuerpo esbelto del contrario termine preso entre sus fornidos brazos.

Sagitario se remueve y se queja, logrando que el peliverde solo logre soltarlo unos escasos microsegundos antes de volverlo a abrazar, con mayor fuerza.

—¡Tauro! —chilla el pelinegro, jadeando y caminando, dificultosamente, hacia la entrada mientras el aludido se hace pesado en su sitio para evitar mayor movimiento, solo logrando que avancen un par de milímetros—. ¡Déjame salir!

—¡No!

—¡Por favor!

—¡Estamos en cuarentena!

—¡Esta cuarentena me enloquecerá! ¡¿Ya viste cómo está Aries?! ¡Leo hasta está invernando!

—¡Sé que no les gusta!— hace una pausa, soltando un bufido para hacer más fuerza y alzar un poco al contrario del suelo—. ¡Pero es por su bien!

Sagitario patalea de manera insistente, de vez en cuando golpeando un poco al moreno que ni se inmuta y le arrastra hasta la sala.

—Qué escándalo— Acuario aparece con cierto desgano, solo angustiandose cuando ve la escena—. ¡Ya es la segunda vez esta semana, Sagitario!

—¡Quiero salir!— se queja este mientras Tauro continua echándose para atrás—. ¡Ya me aburrí!

—¡Pareces chiquito!

Y en cuanto termina de hablar, el mayor se resbala con la alfombra al mismo tiempo que uno de los pies del signo fuego se enreda entre sus piernas. Tanto Acuario como Libra se apresuran hacia ellos en un intento de ayudar. La rubia solo consigue tomar de la muñeca a Sagitario, teniendo que soltarle poco después porque no ha tardado ni un segundo en volverse a remover como si fuera gusano al que le han echado sal.

Tauro busca inmovilizarlo, solo lograndolo largos minutos después, ya habiendo quitado su mochila de su espalda. Lo presiona boca abajo contra la suave alfombra, presionando sus piernas sobre las del pelinegro y sujetando, con una mano, ambos brazos en la espalda. Sagitario respira agitadamente y prueba el quitárselo de encima, sin resultados. Resoplando, el moreno se pasa la mano libre por el desordenado cabello verde, haciéndolo para atrás con un solo movimiento.

—Ay, no— se queja el peliplateado con suave acento afeminado.

—¡Tauro!

—Tauro nada— le corta él, indicándole con una mano a la rubia que tome la mochila—. Te lo he dicho mil veces, Sagitario. No puedes salir. No vas a salir.

—¡No me va a pasar nada!

—He dicho...

—¡Por favor!

—¡Sagitario! Me estás colmando la paciencia. No es no. Es mi última palabra. Mi última palabra, ¿entendiste?

Notando el tono impaciente y tajante del mayor, Sagitario suelta un pesado suspiro, totalmente derrotado, y deja caer su mejilla contra la tela suave de la alfombra, sintiendo cómo le pica en la nariz.

—Bien—suelta, resignado.

Un resoplo de aire aliviado escapa del peliverde, esperando un instante para poder soltarle y ponerse de pie. Le indica a Libra que le entregue las pertenencias del menor, obedeciendo inmediatamente.

Esto— señala ante los ojos púrpuras—, se queda confiscado hasta nuevo aviso. Puedes ir a llorarle a Aries si gustas, pero él tampoco puede hacer nada. Nos quedamos aquí hasta que se acabe el problema o amaine un poco. Y ni vayas a buscar la mochila que la esconderé tan bien como si fuera la piedra filosofal.

Dicho esto, Tauro se da la media vuelta y se retira escaleras arriba, haciendo una mueca casi imperceptible de dolor por los buenos golpes que ha recibido.

Libra niega con la cabeza, viendo la espalda del contrario desaparece al llegar al piso superior. Luego, se acuclilla junto al pelinegro, mirandole comprensiva y con ligera preocupación.

—¿Estás bien?— pregunta y él asiente suavemente—. Sabes que es lo mejor. Tauro solo lo hace por nuestro bien, lo sabes. Es difícil estar aquí encerrado, pero podemos matar el rato de una u otra forma. No te impacientes, cuando menos te des cuenta ya podremos salir.

—Ya qué...

Sonriendo, le acaricia un poco la cabellera oscura antes de darle un par de palmaditas, como si fuera un niñito.

—Podemos jugar algo.

—Mejor matenme.

—Ay, cállate— le dice Acuario, pateandole un pie—. Qué envidia te tengo. Tauro se te encimó.

—Iugh— procedió a reír—. Pensé que me iba a ahorcar...

—¡Insisto!

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