Clanes pt.6
Era temprano en la mañana. Valentina comenzaba a despertar lentamente, oyendo a las personas que se empezaban a mover fuera de la cabaña y sintiendo su estómago rugir suavemente.
Por otro lado, Carlos no tuvo necesidad de espabilar en lo absoluto pues en toda la noche le fue imposible dormir realmente. Su celo hizo acto de presencia la noche anterior, cuando estaba cayendo en la inconsciencia, y se vio en la jocosa necesidad de tomar un supresor. Aquella droga no hizo efecto hasta pasada la media noche, pero, aún si el calor en su cuerpo había disminuido y la incomodidad en su ingle amainó, la ansiedad e inquietud en general no desapareció. Se removió constantemente sobre la cama, revolviendo las mantas, su ropa y cabello. Había llegado a sudar un poco, así que su piel estaba pegajosa y fue la excusa perfecta para meterse, al alba, a la bañera.
Cuando se topó con su hermana en la cocina no hizo falta que explicara en palabras su situación, pues ella, con solo verle, sabía sobre ésta. Valentina le sugirió que se quedara y descansara, pues era preferible eso a que algo pasara por un descuido o que se exigiera demasiado en el trabajo, pero él negó. Estaba bien, algo cansado por la falta de sueño e inquieto como un niño de seis años que no podía estar en un solo lugar por mucho tiempo, pero nada realmente grave de lo que tuviera que preocuparse.
Resignada a la decisión de su hermano menor, Valentina únicamente le pidió que fuera cauteloso aún si sabía que no necesitaba pedírselo realmente. Ambos salieron de la cabaña luego de desayunar lo suficiente y se dirigieron a la principal para continuar con sus deberes.
Jace y Scott estaban en la sala discutiendo sobre algunos asuntos pormenores del Clan cuando llegaron. El pelinegro no demoró nada en percatarse de un aroma sutil y dulce, pero pensó que se trataba de Valentina y lo dejó ahí; quizás estaba a punto de iniciar su celo y sus feromonas comenzaban a hacerse cada vez más fuertes.
Jace no le dio mucha importancia al asunto, solo creyó que sería prudente mantenerse atento por si alguno de los Omegas colapsaba en cualquier momento. Bueno, tampoco debía angustiarse demasiado, pues en su Clan no había muchos Alfas que osaran atacar a un compatriota en mal estado.
El par de recién llegados se aproximaron. De manera inconsciente, el castaño se sentó junto al tatuado y se pegó a él de la manera más sutil posible; Jace era su mejor amigo, así que, aunque no lo expresara muy bien, confiaba plenamente en él y estaba acostumbrado a la escasa distancia entre ambos. No sentía interés físico ni sexual hacia él, pero debía admitir que sentía cierta tranquilidad junto suyo cuando estaba en celo, porque sus instintos profundos y desagradables se calmaban lo suficiente al tener un Alfa consigo. El más alto tampoco lo deseaba como algo más que un amigo, así que jamás había intentado sobrepasar esa línea entre ellos y procuraba solo ayudarle en la capacidad de sus habilidades y limitaciones.
Preguntó nada acerca del tema a Carlos, porque sabía que no hacía falta. Él ya debía haberse tomado sus supresores. Siempre fue muy responsable al respecto y meticuloso en demasía. Las feromonas que del moreno brotaban eran muy suaves y tenues, solo se notaban si alguien olisqueaba con suma atención el aire alrededor suyo, pero un Alfa distraído no se daría cuenta en lo absoluto y, por lo tanto, no se vería afectado al punto de provocar su propio celo.
Estuvieron discutiendo un largo rato. Tanto tiempo había pasado que incluso Scott ya se había levantado de su sitio para comenzar a dar vueltas por toda la sala como animal enjaulado. Sin embargo, se detuvo de golpe cuando el aroma dulzón había adquirido mayor fuerza y, tentado y curioso, buscó la fuente de aquello. Sus orbes púrpuras se posaron en Valentina, pero de ella no provenía nada y solo notó que su mirada esmeralda estaba fija, con angustia, en el moreno en el sofá contrario.
Jace también parecía algo desconcertado y tocó con el dorso de una mano la frente del otro; su temperatura estaba aumentando lentamente así como las hormonas que brotaban cada vez en mayor cantidad.
—¿Qué no tomaste un supresor?— indagó el más alto.
—Sí— fue Valentina quién respondió—. Tomó uno antes de que saliéramos. Aún no es tiempo para que ingiera otro.
—¿Y por qué mierda se ha puesto así?
—Quizás porque no dormí— Carlos se encorvó y colocó sus codos sobre las rodillas para dejar caer su rostro en ambas manos—. Mi cuerpo debe estar agotado.
—Puede ser. ¿Quieres otro supresor?
El moreno asintió suavemente con la cabeza y su hermana comenzó a rebuscar entre los bolsillos de su pantalón la cajita con medicamentos que llevaba por precaución. Scott tragó con fuerza, estático en su sitio mientras unía los puntos y descifraba el misterio. El ambiente comenzaba a ser denso por el aroma que empeoraba velozmente.
Pareció llegar a su pico más alto cuando Emanuel cruzó la puerta principal. Los ojos aquamarina barrieron a todos los presentes hasta que se detuvieron en Carlos que batallaba para respirar correctamente. Las feromonas golpearon brutalmente sus fosas nasales y sus mejillas adquirieron un tono rojizo de repente al sentir su temperatura corporal elevarse de golpe.
—¿Qué sucede?— atinó a decir y todos, incluido él, se sorprendieron del tono grave y espeso con el que había hablado.
—Nada muy serio— Valentina explicaba mientras movía las diversas pastillas en la cajita para tomar una de éstas—. Carlos está en celo.
—¿No tomó algo?
—Sí. Es lo más extraño. Usualmente se calma luego de un supresor, pero de repente se ha puesto peor— colocó el medicamento en la mano de su hermano y esté no dudó ni un segundo en tragarlo—. Hubieras esperado a que te trajera agua.
—No hace falta.
Carlos se pasó la palma de una mano por la frente, suspirando de manera exhausta, y dejó reposar su cabeza contra el brazo del sofá. Su respiración no parecía estar empeorando, pero tampoco mejoraba; jadeos suaves se escapaban de entre sus labios sin importar cuanto tratara de retenerlos.
Mizu era un sitio de clima frío a comparación con otros Clanes, incluso en verano no subía la temperatura ambiente a más de 21 grados centígrados. En ese entonces era inicios de primavera, así que resultaba muy raro sentir calor en esa temporada, sin embargo el moreno lo estaba experimentando. El cabello castaño caía desordenadamente sobre el brazo del mueble y la tela de éste se calentaba por su temperatura elevada, mojándose un poco por su sudor que apenas volvía a brotar. Se encogió en su sitio y soltó un tenue quejido.
—Está empeorando— logró decir el pelinegro, abanicandose con una mano de manera inquieta y nerviosa—. Debería volver a su cabaña.
—Mh— Jace concordó con él, sobándose las sienes cansadamente porque las hormonas estaban haciendo efecto incluso en él, y miró al castaño—. ¿Puedes levantarte?
—No realmente...— Carlos confesó tembloroso.
—Tus piernas no responden, ¿cierto?
—Ni siquiera las siento...
Se levantó del sofá y se encaminó rápidamente a la oficina de Nicolás que estaba ocupado en sus propios asuntos hasta la interrupción. No dudó en actuar cuando el tatuado apareció agitado y, quisiera admitirlo o no, preocupado mientras explicaba lo acontecido. Salió de la habitación velozmente hasta llegar a la sala donde todos permanecían en el sitio donde Jace los había dejado; estaban demasiado hipnotizados por el aroma agradable como para moverse, a excepción de Valentina que sostenía fuertemente la mano libre de su hermano.
—Madre Luna— musitó en voz baja el mayor de todos, aproximándose a Carlos—. Te voy a llevar a la cabaña, ¿de acuerdo?
—Mhm...
—¿Te llevo en mi espalda o al estilo nupcial?— el moreno le miró serio, aunque sabía que en parte el otro bromeaba, y se encogió de hombros pues en ese punto le daba igual—. Bueno, no te quejes después.
Encorvandose, Nicolás pasó un brazo por debajo de las rodillas y con el otro sujetó cuidadosamente la cintura de Carlos que, en un acto instintivo, se acurrucó contra él ante el tenue aroma de Alfa.
—Puedo llevarlo yo— Emanuel se apresuró a decir.
—¿Así cómo estás?— los ojos grises le miraron de abajo a arriba, fijándose en como golpeaba incesantemente su pie contra el suelo, el color rojizo en sus mejillas y el brillo particular que había en sus orbes aquamarina—. No, por supuesto que no. Yo me encargaré de esto. Después de todo, ya no me afectan las feromonas de otros Omegas. Quédate aquí con Jace y Scott, y traten de calmarse, ¿bien?
No parecía muy satisfecho con lo que su hermano le decía, pero su lado racional le hacía creer que era lo mejor. Sabía que era lo mejor.
El mayor de todos no lucía afectado en lo absoluto a pesar de que tenía a un Omega en celo justo entre sus brazos. Era verdad que estaba preocupado, pero de ahí en más no había algún sentimiento diferente. En cambio él no podía dejar de pensar en el aire lleno de olor exquisito y la sensación cosquilleante que eso causaba y que incitaba a tocar la piel morena de Carlos. Además, le resultaba molesto solo ver aquella escena de éste y su hermano.
—Sí. Está bien— respondió el menor con resignación.
Nicolás le obsequió una sonrisa antes de encaminarse a la salida de la cabaña. Valentina le abrió la puerta y ambos se retiraron del recinto.
Jace entonces abrió cada ventana del lugar y encendió algo de incienso para que opacara las feromonas del castaño. Scott se hizo un ovillo en uno de los sofás pues la incomodidad en su ingle era tal que resultaba doloroso. Por otro lado, Emanuel fue a la cocina en donde abrió el grifo y se mojó la cara, agradeciendo la frescura que aquello le proporcionó. Luego, extrajo tres vasos que llenó con jugo de naranja y procedió a entregarlos a su hermano de ojos vino y al pelinegro, quedándose él igualmente con uno; esperaba que eso ayudara con su problema.
Después de beber la mitad del líquido anaranjado de un solo trago, Scott dejó el vaso sobre el suelo y al pie del sofá, volviendo a quedarse tumbado en posición fetal. Un largo suspiro fue proferido por él.
—Lo veo y no lo creo— confesó él antes de aclararse la garganta—. Carlos un Omega y Ema un Alfa.
—¿No te habías dado cuenta? — Jace le miró, recargado en el alféizar de la ventana por donde entraba aire fresco y limpio.
—No. Qué fracaso. Pensé que Ema era un Omega y Carlos un Beta. Lo siento.
—Está bien— El peliazul negó con un movimiento de cabeza y sonrió debilmente—. No es la primera vez que me confunden.
Debía admitir que aquello, aún pasados los años y habiéndose acostumbrado lo mejor posible, seguía siendo agotador. Sinceramente no le agradaba del todo que siempre lo mirarán como un Omega solo basándose en los estereotipos. A pesar de todo, había mucha gente que seguía creyendo que los Omegas debían ser amorosos, con un fuerte sentimiento paternal, dulces, gentiles, frágiles y sensibles. En cambio los Alfas tendrían que ser fuertes, fríos de pensamientos, metódicos y hábiles para la actividad física, como cazar y demás.
Emanuel no era excepcional en el deporte, pero tampoco era malo de manera vergonzosa. Gustaba de pasar el rato cuidando de los cachorros, jugando con ellos, pintando, cantandoles u oyendo sus historias de aventuras infantiles. Lloraba con facilidad, cuando se sentía completamente conmovido, y era una cosita llena de amor para dar. Nunca gustó de cazar, ya fuese en manada o solo, animales terrestres o marinos, pues no tenía el estómago suficiente para arrebatarle la vida a alguien o a algo. Era por ello que las personas solían confundir su género. Por lo general trataba de ignorarlo, pero era muy difícil cuando algún Alfa trataba de seducirlo ingenuamente.
Scott de pronto soltó un resuello que provocó una mueca de dolor en Jace. El peliazul alzó la mirada de su vaso que de a poco se vaciaba y se fijó en el muchacho tumbado.
—¡Esto es peor!— soltó, llevándose una mano a la frente con dramatismo—. ¡Val y Ema se llevan bien! ¿Acaso estás tratando de seducir a mi Omega?
El aludido pestañeó con incredulidad, más cuando el contrario le señaló acusatoriamente con un dedo.
—¿Eh? No. Claro que no— una suave risa emergió del menor—. Val es solo mi amiga. Jamás la he visto como algo más. Además, Scott, no deberías decir que es tu Omega cuando ella no está de acuerdo.
—¡Uh! ¡Pero si es obvio que lo es!
Guardó silencio y rodó, con diversión, los ojos aquamarina.
...
Colocó cuidadosamente a Carlos sobre la cama y le indicó que se quedara ahí hasta que se pasara su celo. El castaño gruñó, pero aceptó y se aplastó contra la almohada. El calor en su cuerpo estaba disminuyendo significativamente desde que salió de la cabaña principal, siendo así que el sudor ya había dejado de brotar. Los dos supresores al fin estaban haciendo efecto y, en consecuente, comenzaba a sentirse adormecido y cansado, sonandole tentador el dormir un muy buen rato.
Nicolás y Valentina salieron del cuarto, dejándolo solo, tranquilo y en silencio. El par bajó las escaleras y salió al pórtico de la cabaña donde se dispusieron a hablar. Incluso al mayor le parecía raro que ni con dos supresores Carlos fuera capaz de calmarse hasta entonces. El castaño no tenía problemas hormonales ni irregularidades en su ciclo, así que la reacción era preocupante.
—¿Por qué no le hicieron efecto hasta ahora? — preguntó el mayor a la joven de largo cabello verde.
—No lo sé. Esta mañana parecía ligeramente agitado, pero no mal. Se tomó un supresor antes de ir a la cabaña principal y estuvimos discutiendo un par de horas con Jace y Scott sin inconveniente alguno. No ha hecho nada fuera de lo usual. No ha comido ni bebido nada raro tampoco.
—Pero algo tuvo que desencadenar esta reacción.
Guardaron silencio unos instantes largos mientras pensaban profundamente en todas las posibilidades. Nicolás recordó a Emanuel y su aspecto de hace unos segundos. Se veía afectado por el celo de Carlos, igual que Jace y Scott, pero, a su vez se veía diferente en cierto sentido.
—¿Ema hizo algo?— preguntó y Valentina frunció las cejas.
—No. Para nada. Solo llegó a la cabaña. Carlos seguía poniéndose mal.
Nicolás posó una mano bajo su barbilla, dándose un aire de estar meditando profundamente.
—¿En qué punto Carlos se puso mal, muy mal? ¿Antes, cuando o después de que Ema apareció?
—¿Uhm?— Valentina no entendía la relación de ambos sucesos, pero optó por rememorar correctamente lo acontecido hace unos minutos—. Creo que... Ema entró y Carlos parecía sentirse peor.
—¿Es así?
—Creo. No estoy muy segura. Estaba buscando un supresor así que no presté mucha atención. ¿Por qué?
El mayor se cruzó de brazos y se palmeó desinteresadamente el codo, arrugando los labios.
—Mh... Es sólo una suposición. Casi una corazonada. Pero... Creo que el celo de Carlos se agravó por Ema.
—¿Por qué empeoraría por él?
—Pues... — se encogió de hombros—. Dices que cuando mi hermano llegó fue el peor momento de Carlos con su celo. Además, Ema se veía peculiar.
—¿Peculiar? Bueno, estaba siendo afectado por las feromonas.
—Sí, pero no estaba muy... ¿Cómo decirlo? —Valentina se cruzó de brazos e inclinó la cabeza con interes—. Estaba entrando en celo también, pero no se veía como Jace o Scott. Se veía incluso más... Uhm... ¿Eufórico? ¿Extasiado? ¿A la defensiva? Realmente no sé cómo describirlo...
—Oh. ¿De verdad? No me he percatado de ello...—pasó una mano por su suave cabellera—. Creo que estoy comprendiendo lo que dices... Aún si son solo hipótesis, tiene sentido para mí. Lamentablemente sigue siendo una hipótesis y éstas se tienen que confirmar o rechazar.
—Pero eso no sería buena idea. Incluso si la hipótesis no fuera cierta, no es un buen plan colocar a un Alfa con un Omega en celo. Independientemente de quienes sean— ella asintió de acuerdo, pues no iba a arriesgar de esa forma a su hermano ni aunque el Alfa involucrado fuera Emanuel, además, ella no tenía por qué meterse en cosas que solo concernían al moreno; era su vida y sus decisiones—. Esperemos a ver qué dirán ellos.
—Sí. Tratándose de ese par, no se darán cuenta de esto muy pronto.
—Mhm— Nicolás se carcajeó suavemente—. Sobre todo Ema, es distraído en demasía.
Valentina sonrió sutilmente, divertida porque era muy consciente de este hecho.
—De cualquier forma. Quédate con Carlos hasta que termine su celo. No te preocupes por el resto. Si necesitan algo puedes pedírmelo.
—No queremos ser una molestia. Debes estar ocupado. Y nosotros venimos para ayudar.
—Val, no es nada. Puedo dejar las cosas a cargo de alguno de mis hermanos, sin problema. Es preferible que venga yo a ayudarlos por cualquier cosa a que vengan alguno de ellos o Scott. Prefiero ahorrarnos riesgos. Además, solo son tres días. Todo estará bien.
—Gracias entonces.
...
—Mh...— Alec alzó la mirada hacia el pelirrojo de ojos obsidiana que se hallaba al otro lado de la mesa, sentado desganadamente mientras sostenía el teléfono contra su oreja derecha; no parecía contento—. Ugh... Lo sé...
Se talló el entrecejo que se hallaba fruncido y procedió a golpetear la madera con los dedos, como cuando uno se comienza a desesperar y trata de contenerse para no golpear algo o a alguien.
—Lo siento... Mh... Mhm... Sí...
El peliplateado le observó sin decir nada, notando que estaba, más que nada, discutiendo consigo mismo, porque tenía una cara que reflejaba algo como tristeza y enojo al mismo tiempo. Total, estaba de mal humor. Así que el menor se levantó de su sitio y, procurando no hacer mucho desastre, comenzó a preparar café. Podía oír la voz de Alex hablando entre pausas, pero no se molestó realmente en prestar atención a lo que decía, al contexto.
Sobre una taza colocó un filtro de metal ornamentado con joyas y tal. Dentro de éste puso café molido y tostado previamente, y, con una tetera llena, vacío lentamente agua hirviendo sobre estos. Lo hizo moviendo en círculos el contenedor, viendo cómo salía humo que danzaba hasta el techo y sintiendo el aroma cálido del café; esperaba que aquello animara mínimamente al contrario.
El sonido de pasos acercándose llegó a sus oídos y, cuando se dio cuenta, Louis ya estaba detrás suyo, inclinándose y mirando sobre su hombro con interés como un niño pequeño. Sonrió divertido, sin detener su labor y sin girarse a mirarle.
—¿No debes cuidar a los cachorros?— comentó el menor.
—Mh. Me iré en un minuto. Me entró un antojo y quise ver qué podía agarrar de la cocina.
—¿Tienes antojo y no sabes de qué?
—Básicamente, sí.
Alec asintió sin agregar más a la conversación. Pasados unos instantes, la taza se llenó a solo un dedo de desbordarla. Retiró el filtro y lo dejó junto a la tetera sobre la encimera para empujar suavemente la taza de café hasta dejarla frente a Louis. Sin esperar que éste le dijera algo al respecto, extrajo otra taza y más café molido, repitiendo el proceso una vez más.
—Si no te lo vas a tomar se lo daré a Alcander.
—Vaya, que considerado.
—¿Yo?— habló con tono diva, girando su rostro para enfrentarlo con el del otro—. Siempre. Soy un amor de persona, lo sé.
Una ceja anaranjada se elevó a la par que media sonrisa aparecía en el rostro de Louis, de manera socarrona.
—Que autoestima.
—Mira quién habla— Alec alzó ambas cejas y las comisuras de sus labios subieron con diversión—. ¿Eh? Deberías agradecerme, ¿sabes?
El Alfa fingió sopesar la idea, haciendo muecas pensativas. Procedió entonces a besar, de manera muy inconsciente y natural, los labios del pálido. Una vez se separó, notando como el Beta no sentía repulsión al gesto ni desagrado, tomó la taza, de la cual comenzó a beber, y se devolvió por donde había aparecido.
—¡De nada!
...
Sentía la suavidad de la almohada contra su mejilla mientras su orbes color avellana apreciaban el armario de la habitación que no tenía nada de extraordinario, pero era lo más interesante que podía ver en su momento, pues su hermana le tenía rotundamente prohibido salir del cuarto más que para ir al baño y comer. Escuchó que la puerta principal de la cabaña se abría y una voz masculina empezó a hablar.
Olió hormonas de Alfa en el aire, pero no eran de Nicolás que había estado yendo a verle por preocupación, eran de Scott por lo que podía notar. Agradeció que había tomado los supresores, porque, de lo contrario, incluso iba a reaccionar al pelinegro y, de solo pensarlo, le daban arcadas. Al oír aún a Scott, supuso que éste estaba hablando con su hermana y, sin darle mucha importancia, se dio la vuelta sobre la cama y fijo su atención en el techo de la habitación antes de dejar caer sus párpados.
Valentina, en el piso inferior, abrió la puerta cuando alguien la golpeó para llamar su atención. El pelinegro saludó, le sonrió ampliamente y le extendió una caja relativamente pequeña con cosas que creyó que podrían ser útiles y necesarias para ella y para el castaño.
—¿Cómo estás?— preguntó él a la vez que Valentina examinaba, superficialmente, el contenido del obsequio.
—Bien. ¿Qué hay de ti?
—Bien, bien. Sigo un poco impresionado por lo de Carlos siendo un Omega. Nunca me di cuenta y yo soy muy bueno notando esas cosas.
—Carlos tiene feromonas muy débiles que normalmente nadie logra captar. Solo en sus días de celo.
—Mh— Scott asintió, comprendiendo, y se cruzó de brazos a falta de saber dónde ponerlos—. ¿Cómo está él ahora? Se veía mal antier. Si no hubiese sido por lo sorprendido que estaba...
—Está mejor— el menor logró aliviarse por ello—. Ha estado tomando los supresores regularmente y como debe de ser. Aunque sigue un poco inquieto.
—Raro sería que no.
—Supongo que tienes razón. La incomodidad no desaparece por completo. Es prácticamente imposible— en silencio, Valentina pasó su miraba, imperceptible, por el joven postrado frente suyo—. Creí que era Nick. ¿Te dejó venir?
—Pues... Sí. Algo así...
—No le dijiste.
—No. Si le decía sabía que me iba a negar el venir. Qué porque no soy inmune a las feromonas y podría hacer algo estúpido.
—Estoy de acuerdo con él. Eres muy impulsivo y me imagino que bajo los efectos del celo lo debes ser más.
—Boludeces— Scott meneó su mano en el aire para restarle importancia, como si estuviera espantando un insecto—. ¿Acaso he marcado a alguien? No. Mi punto ha sido mostrado. Además, aunque Carlos me odie...
—No creo que lo haga.
—A mí me cae bien y me preocupo por él como por cualquier amigo. Y también me preocupo por ti. Pensé que, incluso si gustas de estar en casa, cuidar de alguien en celo debe ser algo cansado.
—Mh. No realmente— sonrió delicadamente —. Pero es agradable de tu parte que te muestres así.
—Mh. Debería irme ya, se preguntarán donde estoy y no quiero inquietar aún más a Carlos, si es que lo hice en un principio. Si necesitas algo dime.
—Seguro, gracias— el pelinegro entonces comenzó a retirarse sin dejar de ver a la peliverde, alzando la mano en forma de despedida—. Adiós.
—Bye.
Finalmente, Scott se fijó por donde iba y Valentina, luego de un segundo mirando la espalda de éste, entró a la cabaña y cerró la puerta como pudo, aún sosteniendo la caja entre ambos que fue a dejar sobre la mesa de la cocina para mayor facilidad a la hora de extraer su contenido.
Dentro habían objetos de cuidado personal dirigidos exclusivamente a Omegas, además de algunos bocadillos, medicamentos y hierbas para té, aromáticas y medicinales. La peliverde acomodó todo cuidadosamente, pensando que era un gesto bastante dulce de parte del Alfa; debía admitir que tenía puntos buenos y carisma, pero su deseo de estar sexualmente con todas las chicas Omegas que pudiese, o qué eso era lo que dejaba ver, era un lado bastante desagradable para Valentina.
Ella entendía que uno a lo largo de su vida conocía a muchas personas y se envolvía en todo tipo de relaciones, pero era verdad que, al final de todo, la gente solo buscaba a la pareja con la que pasaría el resto de su vida, con quién sentarían cabeza. Qué Scott se tomara a la ligera estas cosas y, sobre todo, los sentimientos de las muchachas que buscaban eso, era algo triste y de mal gusto.
—Si no fuera así...— musitó suavemente mientras su voz se iba perdiendo y colocaba una planta en agua hirviendo para hacerse un té.
Por dios 😭😢 este AU está siendo muy largo. Ayudaaaa
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