Clanes pt.3
Scott debía estar cuidando a los cachorros con ayuda de Caleb, dejándole un momento a él para descansar, sobre todo al saber que la confirmación del tratado de paz con los demás clanes estaba a la vuelta y los preparativos resultaban agotadores con el alboroto. Realmente necesitaba tomar un respiro.
Se decidió por caminar en los alrededores, disfrutando del ambiente cálido del bosque y el cantar de los pajaritos. Se hallaba tan lejos de la manada que resultaba extraño el silencio y la quietud cuando estaba acostumbrado al desastre y demás. Descuidado, se sentó en un tronco tirado de un roble, mirando un par de insectos voladores que iban de planta en planta como si buscasen algo en especial. Estiró los brazos hacia el frente y su espalda tronó de manera satisfactoria.
Durante varios instantes solo era él y la naturaleza que lo rodeaba, y era relajante, pero poco después escuchó ramas y hojas crujir al ser pisadas, además de arbustos meciendose por el paso de algo o alguien. Al principio pensó que podría ser un animal cualquiera, como un venado o algo así, sin embargo la idea se esfumó al oler en el aire un aroma peculiar a los de su especie.
No dijo nada cuando Alec se acercó y se sentó junto a él sobre el tronco, simplemente observó las copas de los árboles a gran altura que se mecían por la brisa suave que llegaba desde el este.
—¿Todo bien?— preguntó el menor, pasándose las manos por el cabello claro.
—Sí. Solo tomo un descanso.
Alec no dijo nada, pero profirió un sonidito de entendimiento mientras procedía a tomar el morral que colgaba de su hombro del cual extrajo un saco de piel. Louis simplemente le miró, enarcando una ceja pelinaranja con interés. El menor abrió el saquito y de éste tomó un par de moras azules que se llevó a la boca para saborearlas.
—Oh, genial— musitó el peliplateado con luces en sus ojos claros por lo delicioso que estaba la fruta—. Es muy bueno.
—¿Nunca las habías probado?— indagó el mayor y el menor negó, sonriendo con todos los dientes mientras miraba la morita entre sus dedos—. ¿Hablas en serio?
—Sí. ¿Qué? ¿Es algo raro?
—Es... ¿En tu región no había?
—Nop— contestó, llevándose otra mora a la boca—. El clima no favorecía a qué cosas así crecieran. Nuestra alimentación se basaba únicamente en carne, ya fuese de algún mamífero o de algún pez. Y cosas de origen animal, aunque incluso eso era raro de encontrar. La carne está bien, pero esto también es bueno.
El joven de ojos turquesas meneó alegre sus piernas a la par que seguía comiendo las bayas que yacían dentro del saco de piel. Casi parecía de que sus ojos saldrían brillitos de emoción y sus mejillas enrojecian por la enorme sonrisa que se dibujaba en sus pálidos labios.
—¿De que región vienes?— inquirió Louis, logrando que el contrario se girara a mirarlo.
—Es un secreto— guiñó Alec, tomando una baya esférica para acercarla a los labios del mayor—. Tendrás que quedarte con la duda.
El pelinaranja le observó con el entrecejo arrugado y de mala gana sujetó la mora con los dientes, procurando muy a su pesar no morder los dedos blancos del contrario.
—¿Realmente no me dirás?
—Nop. ¿Para qué quieres saber esas cosas?
—No sé de dónde han aparecido tú y tus hermanos.
—Tu padre sí. Es más que suficiente. Pero me alegra que muestres interés en mí.
Louis rodó los ojos con cierta diversión y Alec únicamente dejó escapar un par de risas. Por largos minutos no dijeron nada y comían las moras con parsimonia, mirando los alrededores con desinterés. El pelinaranja suspiró, masajeando la unión entre su hombro y cuello para destensar los músculos.
—El consejo está debatiendo si hablar con tu padre y Alex antes de que los demás clanes vengan o después.
—Mh... Deben estar muy disgustados por las nuevas.
—¿Qué crees que hagan?
—Probablemente exigirán que yo tome su lugar. Soy el que sigue.
—¿Y lo harás?
—Claro que no— gruñó, arrugando la nariz—. Puedo ayudar a Al con organizar a la manada y así, pero guiarla, liderarla, es otra cosa y no creo que sea capaz de algo así. Y si yo no lo hago, querrán darle la responsabilidad a Scott y, ja, él no está hecho para eso.
—Tienes razón. Él es un espíritu libre, nadie podría atarlo, menos el consejo. Aunque creo que tú sí harías un buen trabajo como jefe, ¿sabes?
—¿En serio?
—Mhm. Imagínate. Louis, el gran jefe Alfa del Clan Ka. Aquí es donde te paras todo imponente, sacando pecho— dijo, haciendo él mismo la pose que describía.
—Suena bien— rió—. Pero sigue siendo demasiado peso para mí.
—Entonces dejemos que Scott ponga el Clan a arder. Caos y destrucción.
Volvieron a guardar silencio. Una ves acabaron con las bayas, Alec guardó el saco en su morral y volvió a colgarse éste en el hombro. Entonces el peliplateado aguzó el oído al captar el ruido de algo acercándose; miró a Louis, pero éste parecía estar más concentrado en el cántico de los pájaros hasta que percibió su atención. El pelinaranja iba a hablar, pero el menor se apresuró a cubrirle la boca con una mano, acercándose demasiado al punto en que se detuvo a mirarle con detenimiento. Louis apreciaba la piel lechosa del contrario, las facciones suaves y masculinas del contrario, las pestañas brillantes y casi transparentes, junto a sus ojos grandes de color turquesas que miraban en todas las direcciones que eran tan claros como el agua del Caribe. El menor desprendía un olor bastante placentero como para ser un Beta y eso causaba que sus cejas se fruncieran con confusión; su aroma era muy bueno y ningún Omega había causado tal pensamiento.
—Es un oso— susurró Alec, alejándose lentamente del mayor y mirando por dónde venía aquel animal—. Oh, es negro.
El muchacho entonces se levantó de su sitio y se acercó a la gran bestia que caminaba con pasos lentos y pesados. El otro lobo se sorprendió de la tranquilidad que emanaba del oso negro que se dejó acariciar en el cuello.
—Ten cuidado.
—Tranquilo. Éste es manso. Mira.
Louis se puso en pie de golpe al ver que Alec se montaba en el lomo del gran animal como si fuese un caballo o algo así.
—¡Ahora tengo el poder absoluto y me la pelan!— exclamó el peliplateado, alzando los brazos —. Destronaré a Alex. Ven, Louis, toma mi mano.
—Alec. No inventes.
—Callate. ¿Confías en mí?
—No.
—¡¿Confías en mí?!
El pelinaranja soltó un largo suspiro, derrotado, y observó la mano que el contrario le ofrecía.
...
—¿Qué chingados hacen sobre un oso?
Scott no sabía si estaba asombrado, divertido o alarmado de ver a aquel animal de pelaje oscuro acercándose lentamente con su hermano y amigo en el lomo, como si fuese la cosa más normal del mundo cuando los lobos y osos a penas si interactuaban entre sí.
—Yo también me lo pregunto— comentó Louis, sujetándose de la cintura de Alec para no caer.
Alex estaba al lado del pelinegro, de brazos cruzados y mirando con ojos interrogantes a los recién llegados, mientras que los Betas no parecían impactados por la escena. Debía ser una actitud usual en el peliplateado.
—Baja de ahí, Alec— le ordenó el rubio—. Es tu turno de cuidar a Alex.
—¿Ah? ¿Pero me lo puedo quedar?
—No. Deja que se vaya.
—¡Gill, por favorcito!
—Que no, niño. Anda.
—Luci...
—Un oso no es una mascota, Alec.
El peliplateado hizo un mohín con los labios, pero obedeció. Ambos bajaron del animal que, poco después, se marchó por donde había llegado. Alec se despidió de la bestia con un movimiento de su mano antes de seguir al pelirrojo a terminar algunos preparativos para la renovación de los tratados.
—Le quito los ojos de encima un segundo y hace sus cosas— comentó Gill con diversión.
—Al menos no pasó nada malo— musitó la muchacha—. Ya sabemos cómo es. Y aún así nos va a sacar canas a los veinticinco.
El rubio hizo un gesto dramático al llevarse una mano a la frente, soltando un quejido digno de un anciano.
Louis y Scott cambiaron turnos por igual, dejando que el pelinegro se fuera con los Beta a comer algo antes de que su estómago comenzara a consumirse por sí mismo.
...
El pelirrojo estaba muy molesto mientras se vestía para la ocasión, enfundandose en la ropa más decente que tenía; una camisa de lino negra de mangas largas, joyería dorada alrededor de su cuello, pantalones crema y botas altas de cuero, con su cabello estúpidamente arreglado hacia atrás con demasiado gel para su gusto. Salió de su habitación, cerrando de un portazo a sus espaldas para después bajar hacia la sala donde sus acompañantes le esperaban.
Se encaminaron hacia donde se llevaría a cabo la celebración luego de renovar los tratados entre los líderes de los clanes y el consejo. Alcander ya estaba ahí, socializando con invitados que habían llegado de diferentes sitios.
Alex no podía despegarse de los Betas, incluso debía estar al menos con uno de ellos por seguridad, porque aquel sitio estaba repleto de Alfas y Alcander no quería arriesgar a su hijo por algún descuido. Mientras el pelirrojo Omega yacía junto a Gill que hablaba con Scott de cosas sin mucha importancia, los demás se habían perdido en la infinidad de las masas. Alex no quería estar ahí, se sentía fuera de lugar y, quizás era paranoia, pero podía percibir las numerosas miradas que se le clavaban encima de manera despectiva, sobre todo los del consejo de su Clan.
Mordisqueaba una uva verde, sin mucho interés, viendo al resto de los presentes aunque no les prestaba mucha atención. Una mano se posó en su hombro y sus ojos obsidiana se clavaron entonces en un Beta de ojos chocolate que le miraban con suma felicidad y cariño. Alex casi podía lanzarse a abrazar al peliverde cuando apareció junto suyo, sonriendo de manera dulce como lo acostumbraba a hacer.
—Hola.
El pelirrojo suspiró con alivio, totalmente agradecido con su mejor amigo que había casi llegado como un ángel.
—Teo, bendita Madre Tierra que estás aquí— comentó Alex, tendiéndole un plato con uvas de las cuales comía—. ¿Viniste con Kaia?
—No. Mamá se quedó a cuidar a Val. He tenido que venir yo en su representación. Lo ha usado de excusa para adentrarme más a estos asuntos. Pronto tendré que tomar su lugar.
—Es verdad. ¿Val está muy enferma?
—Uhm... Sí. Pero ya la están tratando, pronto se recuperara.
—Saludamela después.
—Seguro. Gracias por tu preocupación.
Alex se giró a mirar al menor de sus hermanos que parecía querer llevarse al rubio con él, pero éste se negaba, asegurando que debía cuidarle. El pelirrojo le comentó que podía marcharse sin problema, después de todo estaba con Teo y éste evitaría que algún Alfa inepto se sobrepasara con él; para ser un Beta era incluso más fuerte que los Alfas ahí presentes y quería mucho a Alex como para dejar que algo le pasase, ni siquiera se permitiría a sí mismo el causarle daño alguno. Así que Gill se fue con Scott, diciéndole al pelirrojo que si algo pasaba solo gritara, ganándose un gruñido de su parte.
—¿Guardaespaldas?— preguntó el menor, antes de beber cerveza de raíz de su vaso.
—Ni me lo recuerdes. El viejo está paranoico y me los ha puesto. Me siguen a todos lados. No puedo cagar en paz siquiera.
—Entiendelo. Se preocupa por ti.
—Puedo cuidarme solo, gracias.
—Nadie dice que no, pero así evitamos que alguien te marque sin consentimiento y te preñe. Además, los Alfas de tu Clan suelen ser poco amables con los Omegas. Sería problemático que se aprovechen de ti.
Alex no tenía evidencia para refutar lo que Teo decía. Él tenía razón. Gruñó antes de lanzar una uva a su boca para masticarla con fuerza mal contenida. Los Alfas en su Clan tenían su carácter.
—Odio esto.
—¿El saber que eres Omega?
—Por supuesto. El maldito consejo me provoca dolor de cabeza. La estúpida gente me acosa como perros cachondos. Tengo guardias como si fuera un inútil. Probablemente me deshereden. Y ahora para lo único que sirvo es para que alguien descargue sus deseos sexuales en mí y para criar, y eso me da asco.
—Sigues siendo tú, Omega, Alfa o Beta. Eso no importa.
—Dicelo a los ancianos.
—Puedo hacerlo.
—Es broma, Teo. No te metas en problemas por mi culpa.
El peliverde no dijo nada, no queriendo meterse en terreno hostil para sí mismo.
—Y más asco me da eso de tener que buscar un Alfa que sea mi pareja, como si lo necesitara. Sobre todo porque no hay nadie digno...
—Hey, Teo— una tercera voz se le unió, grave y animada.
Ambos miraron al joven que se acercó hasta ellos y que en ese momento saludaba con un abrazo al peliverde, como si se conocieran de siempre.
—Llevaba toda la asamblea esperando para saludarte cómo es debido— musitaba el que claramente era un Alfa—. Entiendo que es protocolo, pero suele ser tedioso, ¿no crees?
—Verdad. No deberían hacerlas tan largas. Comenzaba a dolerme todo de la cintura para abajo de tanto estar sentado.
—Deberiamos cambiar eso. Ya espero que asciendas al mandato.
Alex se aclaró la garganta, llamando la atención de los otros dos, aunque solo se fijó en su mejor amigo.
—Oh, Nick— hablaba el de cabellos verdes, señalando al pelirrojo a su lado—. Él es Alex, el primogénito de Alcander.
Entonces los ojos plateados del Alfa se clavaron en los obsidiana del contrario que se paralizó por completo. No sabía si eran las bobas feromonas del recién llegado, o esa sonrisa tierna, o esos orbes melancólicos, quizás era su cabello azulado, pero algo lo tenía pasmado. A penas logró tomar la mano que éste le ofrecía en forma de saludo formal; sintió una rara corriente eléctrica por toda su piel.
—Me llamo Nicolás— habló el de piel plateada—. Soy el jefe del Clan Mizu, un placer.
—Mucho gusto. Agradezco que haya venido.
—No me hables de usted. Si no estoy mal informado, tenemos la misma edad. Puedes tutearme. Dime Nick, si eso te parece mejor.
—Está bien.
—Ah, ¿ya te presentas como el jefe de tu Clan? Tu cumpleaños es hasta verano.
—Oh, sí— el menor de los tres se apenó, rascándose la nuca con la mano libre—. Tuvimos que adelantar mi ascenso.
—¿Por qué?— fue Alex quién quiso saber.
—Mi papá, Moses, tuvo algunos inconvenientes y... Hace unos meses...
—Oh— Teo le acarició los hombros como consuelo al ver la mirada triste del contrario y la sonrisita rota —. Lo lamento.
—Gracias. Es algo que iba a pasar, supongo... Cambiando de tema, ¿han visto a Alcander? Tengo que hablar con él sobre algunas cosas con respecto a eso... Pero entre tanta gente me cuesta encontrarlo.
—Creo que estaba con Dante por allá junto a la salida.
—Bueno, entonces me voy. Jace debe estar por ahí, siendo acosado por otros lobos, si es que te gustaría saludarlo. Ha sido bueno verte— decía el Alfa, chocando puños con el Beta antes de dirigirse personalmente al Omega—. Me alegra haberte conocido.
Hizo una reverencia sutil antes de dar la media vuelta y marcharse; Alex apenas había logrado responder a la despedida respetuosa del otro lobo de la misma manera, doblándose suavemente sobre sí mismo, mirando como la espalda de Nicolás se alejaba cada vez más, mezclándose con los demás presentes y perdiendose entre estos sin remedio. Teo se rió a su lado, viendo lo embobado que se encontraba por el Alfa, como si fuera un ser místico y maravilloso que había llegado de otro planeta.
—Entonces— interrogaba el peliverde—, ¿qué piensas de las parejas y las marcas ahora? ¿De los destinados?
—Cierra la boca— gruñó el pelirrojo, desquitandose con la uvas al masticarlas como si fueran las cabezas de sus enemigos y controlando olímpicamente el sonrojo que amenazaba con aparecer en sus mejillas.
El peliverde no dijo nada y volvió a reír.
...
Era usual que Gill pasara su tiempo libre con Nicolás, pues este último y su hermano se hospedarían en los terrenos del Clan Ka durante unos largos días, si no es que semanas porque su propio Clan se encontraba a varios días de viaje y deseaban descansar y turistear antes de embarcarse a la travesía de vuelta a su hogar. Así que ya era común ver al rubio con el peliazul mientras que Jace era más de hablar con Louis, aunque también charlaban de vez en cuando con el resto de los hermanos Trainor y los Betas.
Ese día el Beta mayor regresaba a la cabaña principal justo cuando todos, exceptuando Alcander, se hallaban alrededor de la mesa en la cocina para tomar el desayuno. Llevaba la misma ropa del día anterior y parecía que, literalmente, se acababa de despertar. Se sentó torpemente sobre la silla vacía luego de servirse su porción en un plato y se rascó la cabeza conforme bostezaba lleno de cansancio, parecía que no había dormido muy bien la noche pasada, por no suponer que no lo había hecho.
—¿Dónde estabas?— indagó la rubia, con preocupación.
—Uhm...— musitó, adormilado, y picó los huevos revueltos con el cubierto entre sus dedos—. Con Nick.
Alex no fue el único en tensarse ante la revelación, pero nadie comentó nada al respecto al no haber sido descubierto. Lucia alzó las cejas y parpadeó un par de veces, sin saber bien que decir al respecto; últimamente esos dos lobos estaban juntos la mayor parte del día y se veían ser muy cercanos para tener poco tiempo de hablarse. ¿Era eso química?
—¿De verdad?— preguntó Alec, recargando su barbilla en una de sus manos y mirando con inmensa curiosidad al otro Beta—. ¿Pasaste la noche con él?
—Sí... —bostezó el mayor, acomodándose la camisa de lino blanca que se le caía por los hombros al estar desordenada—. Jace también estaba ahí.
El peliplateado silbó de manera coqueta, ocasionando que los ojos azules de Gill se elevarán de su plato y por fin se fijaran en los demás presentes; Louis parecía inmutable ante la conversación y seguía engullendo sus alimentos, Alex estaba aplastando los huevos revueltos en su plato con el tenedor y sin llevarse bocado a probar, Lucia únicamente le miraba como buscando un explicación no sexual mientras que Scott y Alec le miraban con insinuación, como si lo acabaran de atrapar en plena travesura.
—¿Qué? — preguntó el rubio, confundido.
—Acabas de confesar que Nicolás, Jace y tú pasasteis la noche juntos— aclaró el pelinegro.
— Que envidia— acotó el menor de todos, mirando a la nada como si fantaseara con algo.
Le tomó un largo segundo entender a que se referían sus amigos y, cuando fue así, sus mejillas se encendieron a la par que entraba en pánico total.
—¡No, no! Me malentendieron. Sí, me quedé con ellos, estuvimos hablando y así, ¡pero no tuvimos sexo si eso es lo que creen! Estuvimos platicando hasta entrada la noche y nos quedamos dormidos sin querer en la sala. ¡Eso es todo!
—¿Seguro?— le molestó Scott, subiendo y bajando las cejas.
—Sí, sí. Jace no es mi tipo y yo tampoco soy su tipo. Hasta que crean que pudimos coger es impresionante. Y, ¿yo con dos Alfas a la vez? ¿Creen que tengo la estúpida condición física para eso? Si así fuera estaría medio muerto en una cama, gracias— Alec tuvo que sentir de acuerdo a la palabrería de su hermano, escuchándolo escupir palabra tras palabra con nerviosismo y un eterno sonrojo—. Solo tendría sexo con Nick, pero aún no terminamos de discutir ese tema.
—Claro, tiene senti- ¡¿Qué?!
—¡Ah, es que dice que es muy difícil ser Alfa y no tener pareja! — el rubio parecía al borde de las lágrimas por la vergüenza, encogiéndose en su asiento y cubriéndose la cara con ambas manos—. ¡Sobre todo en su celo, porque dice que no quiere tener sexo con cualquiera! Y, y... ¡AH, NO DIJE NADA!
Gill entonces se levantó de golpe de su silla y salió corriendo de la cocina para irse a su habitación donde se encerró. Scott se carcajeaba sin poder respirar, golpeando la mesa y con lagrimitas en sus púrpuras ojos, recordando como el rubio prácticamente sacaba humo de las orejas por el sonrojo y la vergüenza. Alec boqueaba como un pez fuera del agua, mirando a Louis como buscando una respuesta lógica a lo que su puro hermano había dicho y recibiendo únicamente un encogimiento de hombros.
—Ser Alfa en celo y no tener con quién copular sí es difícil— acotó el pelinaranja con desinterés—. Podría jalarsela, pero no es lo mismo y poco ayuda.
—Pero podría quedar en cinta— mencionó Lucia, por fin, como si acabara de salir de un tipo de trance.
—Es más raro que un Alfa preñe a un Beta, incluso en el celo. A veces es bueno tener relaciones sexuales con un Beta en esas ocasiones, porque el riesgo de embarazo es menor y tampoco hay peligro de que éste sea marcado. Nick es inteligente si me lo preguntas.
—Aunque podría ser mucho para el Beta— habló Scott, respirando profundamente luego de tanto reír y pasándose la mano por los ojos—. Con un Omega está bien porque las feromonas del Alfa lo mantienen con gran apetito sexual, pero con un Beta es más complicado, hay veces que, sin importar cuántas hormonas uno suelte, no les afecta en nada. Podría incluso desmayarse. Ya sabes, ocupas gran estamina para el sexo y las feromonas ayudan bastante con eso.
—Cierto. Sea como sea, creo que no es un asunto que nos competa.
—Bueno... Supongo que sí... Es nuestro hermano, pero... Él tiene derecho de hacer lo que quiera de su vida.
—¡¿Y si termina saliendo con Nick!— espetó Alec, golpeando la mesa con las palmas de las manos—. ¿Eso nos haría parte de la familia real de Mizu? Eso estaría bien, ¿no? Sobre todo porque por aquella región es más fresco el clima.
—Pues sí... Pero Nick es un Alfa, seguramente tiene una pareja destinada por ahí.
—No todos los Alfas la tienen. ¿Recuerdas a ese viejo lobo del sur que siempre estuvo emparejado con una Beta? Él era un Alfa y, aunque su esposa no era una Omega, siempre dijo que ella era su verdadero destino. Y tuvieron una larga y linda relación. ¡Cincuenta años de matrimonio!
La rubia no comentó nada al respecto a sabiendas que el peliplateado podría tener razón aún si eso no le agradaba; era poco común que existieran parejas duraderas entre un Beta y cualquiera de los otros dos subgéneros. Sin embargo, ellos podían ser la excepción, una que existía para todo quisieran o no. Alex se puso en pie, vació el plato en el basurero y lo dejó en el fregadero para, posteriormente, subir las escaleras a su habitación; la conversación le había cerrado el estómago y asentado un sabor amargo al final de la lengua.
...
Lucia estaba sentada sobre el pasto, donde era más corto sin llegar a causar picazón en su piel. Miraba un diente de león que sobresalía sobre el césped, junto a ella, y estaba tentada a tomarlo para soplarle y pedir un deseo, pero no quería dañar a la naturaleza. Se dió cuenta de que Louis se sentó a su costado izquierdo para luego tumbarse boca arriba en el suelo, mirando el cielo azul que había sobre ellos, cansado.
—¿Todo bien?— preguntó el pelinaranja, clavando su atención en ella—. Pareces apagada últimamente.
—No es nada— aseguró la rubia, mirando hacia el frente y encontrándose con que Gill paseaba junto a Nicolás a metros de distancia, sumidos en su conversación que parecía ser entretenida y animada—. Estoy bien.
El mayor observó la sonrisa que ella le ofrecía para calmar sus preocupaciones, no sabiendo si era falsa o no, pero no tenía argumentos con los que refutarle.
—Alex también parece estar de mal humor— comentó el de ojos amarillos, rascándose la barriga por encima de su chaqueta café—. ¿No te ha dicho nada?
—No. ¿A ti tampoco?— él negó y ella suspiró—. Quizás es por el consejo.
—Quizás...
Guardaron silencio durante unos instantes; era uno necesario, para nada incómodo, pero fue roto por el Alfa que fue nuevamente observado por los ojos azules de la Beta.
—¿Te puedo preguntar algo?
—¿Con respecto a qué?
—A tus hermanos y a ti. Hay muchas cosas que no sé de ustedes.
—Ya veo. Puedo contestar algunas de tus dudas, pero prefiero omitir ciertos detalles, si estás de acuerdo con eso.
—Uhm... Bueno. ¿Ustedes siempre fueron así de unidos?
—Sí. Desde que éramos niños. Gill estaba muy contento cuando Alec nació, lo cargaba a todos lados y siempre le besaba la carita. Era una cosa tan apachurrable. Los padres de Gill tenían problemas para separarlo de Alec; siempre se ponía a llorar cuando los alejaban, pero es que no podían separarlo de su familia.
—¿No son hermanos entonces?
—M-no. Los tres siempre hemos sido muy cercanos y nos consideramos hermanos aunque no lo seamos de verdad. Gill era hijo de unos Alfas cercanos al jefe de nuestro Clan, Alec era de una familia de médicos y yo tenía unos padres artistas que se habían unido al Clan hacía ya varios años. No estamos ligados por la sangre realmente. Somos familia de nombre, nada más.
El de ojos amarillos iba a preguntar algo más, pero ella se percató que ya era hora de cambiar lugares con Alec, así que se levantó de su sitio y se despidió del contrario de manera amigable antes de marcharse. Debía admitir que el menor de todos le causaba curiosidad e interés, después de todo los rubios sí le contaban algunas cosas sobre su vida antes del Clan Ka, pero él no, ni una mínima cosa sobre aquellos recuerdos lejanos y no entendía por qué. Realmente quería saber qué había ocurrido con Alec y las cosas que surcaban su cabeza, porque era un enigma con cabello brillante y sonrisa infantil. ¿Le estaba dando demasiada importancia a aquel lobo?
Poco después regresó la rubia, acompañada entonces del pelirrojo Omega, ambos sentándose junto al pelinaranja para disfrutar su descanso. El mayor había tenido una reunión esa mañana con el consejo y su padre, la cual de seguro no había salido bien teniendo en cuenta la mueca de disgusto en el rostro de éste.
—Alex— le habló el más grande y los ojos oscuros se clavaron en él—. ¿Te fue muy mal?
—Sí. Esos malditos ancianos estaban alegando que no podían dejarme el mando del clan. Decían que lo mejor era dejártelo a ti.
—Pero, seguro que Alcander les dijo que no.
—Por supuesto. El viejo parecía que quería romperles el cuello a todos y estaba defendiéndome a capa y espada. Y...— el mayor rugió con fastidio inmenso, arrancando el pasto bajo sus manos—. Llegaron a un acuerdo.
—¿Uno bueno?— quiso saber la rubia.
—Ya quisiera. No. Dijeron que aceptarían que yo ascendiera al trono, pero con la condición de que me una a un Alfa.
—¿Qué?— espetó Louis con indignación—. No me parece justo. Los Alfas no necesitamos un Omega para tener el liderazgo del clan, ¿pero tú sí necesitas un Alfa?
—¡Lo sé! Carajo. ¡También estoy molesto! Dicen que un Omega no puede ser útil sin un Alfa. ¡Y una mierda! En mis diecisiete años de vida no lo he necesitado para ser capaz por mí mismo, ¡y no lo necesito ahora!
—Bueno, pero al menos te están dando una oportunidad— comentó Lucia, tratando de verle el lado bueno al asunto para calmar la furia de los otros dos.
—¡A costa de mi independencia! El viejo no fue obligado a unirse con un Omega. Y solo usan de excusa que mi celo causará problemas y con un Alfa podré estar capacitado para manejar todo aún en esos días. ¡Puras blasfemias!
—Y... ¿Al menos podrás escoger a tu compañero?
—¡Eso es lo de menos! Ellos lo van a elegir, pero no me interesa. ¡No necesito a una pareja!
—Eso suena mal. ¿Qué hay de tu pareja destinada? Seguro que hay alguien allá fuera que es tu destino, no es justo que ni siquiera eso te permitan tener.
—¡Argh!— se quejó, dejándose caer de espaldas contra el suelo, cerrando los ojos y cubriéndose la cara con las manos en frustración—. ¡ESO NO ES LO IMPORTANTE! ¡ESTOY BIEN SOLO! ¡ESAS MIERDAS DE LAS PAREJAS DESTINADAS SON PURA BASURA QUE ME ENFERMAN!
Mientras Alex soltaba maldiciones e improperios, un par de lobos se acercaron con preocupación e interés. ¿Algo malo pasaba con el pelirrojo? ¿Necesitaba ayuda?
—¿Está bien?— preguntó Gill a la rubia, que solo pudo suspirar.
—No realmente.
Entonces, sin darle importancia a los demás a su alrededor, Alex se puso en pie de un salto y comenzó a caminar de un lado a otro con ira, soltando mil palabras groseras e indecentes, odiando a todos los bastardos del consejo y a su padre por aceptar el estúpido e infame acuerdo.
Gill vocalizó con comprensión al oír lo que aquejaba al Omega; entendía por qué estaba tan irritado.
—Yo también reaccionaría así— comentó Nicolás, haciendo una mueca de empatía y cruzándose de brazos, aún mirando al pelirrojo que andaba como una bestia enjaulada—. Pero debería tranquilizarse un poco, podría darle algo.
—Digas lo que digas, no te hará caso.
—Uhm... ¿Por qué no usas tus feromonas de Alfa para calmarlo, Louis?
—Me gustaría, pero yo también estoy molesto ahora mismo. No es buena idea.
Los ojos plateados observaron a los dos Betas; el varón negó con la cabeza y la fémina se encogió de hombros sin poder brindar algo de ayuda a la situación. Nicolás suspiró, rendido, y se acercó al Omega que seguía despotricando, colocándose frente a él para interrumpir su paso. De sus poros brotaban hormonas sutiles, las cuales ayudaban a relajar más que a iniciar el celo del pelirrojo, cuyos pies se detuvieron justo a un palmo de él y cuyos ojos oscuros se elevaron hasta encontrarse con los del adverso.
—Entiendo tu molestia, pero tienes que calmarte, ¿sí? — pidió el Alfa, con una suave sonrisa.
El corazón del más bajo se saltó un latido y su semblante se suavizó, comenzando a sentir que las feromonas del otro hacían su trabajo. Sus músculos se destensaban lentamente y su latir se iba haciendo pausado de a poco, pero aún seguía lo suficiente molesto como para seguir con su discurso de odio.
—Es que no comprendes— gruñó Alex.
—Puede que no. Sin embargo, una unión entre Alfa y Omega es algo que se debe apreciar. No lo veas como un castigo ni un impedimento. Puede que te emparejen con alguien que valga la pena.
—¡Por supuesto que no! La mayor parte de los Alfas aquí creen que los Omegas solo servimos para complacerlos sexualmente y tener crías. ¡Lo usan de excusa! Ellos no quieren que yo rija en el Clan, por eso me quieren conseguir un Alfa que lo haga por mí. ¡Por eso quieren unirme con alguno!
—Entonces... Escoge tú un Alfa que no sea así. Qué te quiera y te respete. Qué te dé el valor que mereces como jefe. Independientemente de si al consejo le agrada o no, porque es una decisión que tú, y solo tú, debes tomar. Tu compañero es algo muy importante— dijo, colocando ambas manos sobre los hombros del mayor, relajandolo aún más—. No todos los Alfas son malos. Louis, Scott y Alcander no lo son. Puedes encontrar a alguien como ellos.
—Asco. No quiero estar con alguien como mi familia.
—No me refería a eso...
—Es broma— suspiró antes de reír con poco ánimo—. Sé que no es eso lo que decías. Pero...
— Está bien— volvió a sonreír, con cierta tranquilidad; los ojos de Alex eran tan profundos que él quería perderse en ellos un buen rato, pero no lo sentía correcto—. Quizás hasta luego encuentres a tu pareja destinada.
—Aunque no todos los Alfas y Omegas tienen parejas destinadas— comentó Louis, llamando la atención del par—. ¿No?
—Eso es cierto— concordó Nicolás, acercándose al pelinaranja y acomodándose sobre el suelo junto a éste; Alex se irritó por ésto—. En mi Clan hay muchos Alfas y Omegas que están con otros Alfas, otros Omegas e incluso Betas. No es raro. El amor es amor. No veo problema alguno. Aunque la mayor parte de la población sí tiene a su destinado.
—¿Ustedes ya lo encontraron?— indagó curioso el rubio, trepandose con las manos al peliazul desde los hombros y descansando su barbilla sobre la coronilla de éste.
—Jace dice que no siente que exista su destinado. Ema lo sigue esperando; cree que es alguien de fuera del Clan y por eso aún no aparece. Y yo... — Nicolás dejó de mirar al rubio de cabeza y vislumbró al pelirrojo con discreción, aunque éste también le miró con atención; sonrió nervioso—. No lo sé. ¿Qué hay de Louis y Scott? ¿Ya encontraron al suyo?
— Scott alega aún que Val es su destinada— comenta el pelinaranja, sonriendo de lado y rodando los ojos—. Creo que es solo un capricho.
—Quien sabe. Val nunca me ha comentado nada al respecto, pero Scott sí parece estar muy clavado con ella. Yo creo que sí lo es. ¿Y tú?
—Pues nada— se encogió de hombros, viendo que Gill se desparramaba por el Alfa como un felino en busca de atención, cayéndole en la espalda, removiendose y casi tirándose en su regazo—. Yo no creo en esas cosas. Ningún Omega me ha atraído nunca. Ningún lobo, a decir verdad.
—Pero eso ni siquiera te preocupa, ¿verdad?— preguntó el Beta.
—Nah. Así estoy bien. Gill, deja de agobiar a Nick, por Dios, le romperás la espalda.
—Es que está fresquito y huele bien.
—¿Y qué? — gruñó Alex, de brazos cruzados y mirando mal al rubio, aunque éste poco caso le hizo y el Alfa solo rió—. Ya debes traerlo harto.
—Sí— concordó Lucia—, déjalo respirar.
—Es que, ven, mira, tocalo, está frío.
La rubia le miró, sopesando la petición del contrario y suspiró cuando aceptó hacerle caso. Se acercó al peliazul y le colocó la mano sobre el brazo desnudo, sintiendo su piel plateada y fresca bajo sus dedos, abriendo los ojos con sorpresa por la agradable sensación.
—Es verdad. Es un alivio algo así en un lugar tan caluroso como aquí— aseguró ella, acurrucandose contra el mayor.
—El clima es agradable, no entiendo por qué se quejan— dijo Alex.
—Para ustedes, que están hechos para este ambiente. En tus tierras es más frío, ¿no, Nick?
—Sí. Un poco. Como vivimos más para el norte y cerca de un río, suele llover más y esas cosas. Así que no solemos tener tantas épocas de calor, a diferencia de aquí.
—Con ganas de ir.
—Pueden visitarnos. A Ema le gustaría conocerlos.
—Te tomaré la palabra— dijo el Beta, picandole una mejilla—. Algún día pasaremos por ahí.
—Sí, claro— masculló el pelirrojo, pateando una piedrita antes de sentarse justo donde se encontraba—. Como Alec dice que te volverás la pareja de Nick...
—¡Eh!— chillo el rubio, mirando a cada uno de manera consecutiva—. No, no.
—Amigos con derecho, es todo— comentó el peliazul, ganándose un pellizco en el brazo de parte del rubio que se sonrojó y soltando un par de risas.
—¿También te quieren emparejar con un Omega?— indagó la Beta.
—No. No es eso. En mi Clan no nos preocupamos por esas cosas. De hecho, mi padre era un Beta. No creemos mucho en eso de la jerarquía de géneros, no le damos la misma importancia que aquí lo hacen. Yo puedo estar con quién quiera, incluso si fuese otro Alfa, es mi elección y nadie puede obligarme a nada. Gill me agrada, como un muy buen amigo y nada más— explicaba, viendo que la fémina asentía con la cabeza denotando que le escuchaba con claridad. Los ojos como Lunas miraron velozmente al Omega antes de seguir—. Y, de cualquier forma, independientemente de todo eso, a mí sí me gustaría encontrar a alguien para formar una familia. No por procrear y ya. Realmente me gustan los cachorros y me fascina la idea de encontrar a alguien que te acompañe incondicionalmente. Pero supongo que aún no es momento para eso.
—Suena lindo, ¿verdad?— sonrió Lucía y Nicolás asintió con un deje de vergüenza, sonrosado—. Algún día encontrarás a la persona indicada.
—Eso espero. No hay prisa tampoco.
Alex abrió la boca, con deseos de decir algo, pero no sabía el qué y solo atinó a cerrarla de nuevo. Por otro lado, Louis finalmente hizo la pregunta que le aquejaba desde hacía un rato; ¿Donde estaba Alec?
—Se quedó con Scott y Jace— comentó Lucia—. Seguramente está coqueteando con este último. Él es su tipo, demasiado.
—Mierda— musitó Nicolás, poniéndose de pie y ganándose un puchero de Gill que cayó al suelo—. Ya debe estar harto de ellos. Tendré que ir a salvarlo. Nos vemos luego.
...
Alec despertó a mitad de la noche por un ruido extraño que provenía del exterior de su habitación, así que se levantó de la cama con desgano y ojos entrecerrados, arrastrando los pies hacia la puerta que abrió sin dudar. Miró en el pasillo, parpadeando un par de veces antes de enfocar en el cuerpo del Alfa pelinaranja que se golpeaba contra una pared repetidas veces. Entonces el Beta se vio en la necesidad de acercársele para saber qué ocurría, sorprendiéndose cuando se dió cuenta que Louis tenía los ojos cerrados por completo, respirando tranquilamente.
—¿Es sonámbulo?— susurró, curioso y divertido.
Lo tomó suavemente de los brazos y lo guió a la habitación de éste, con sumo cuidado, para luego recostarlo en la ya desordenada cama, cubriéndolo con las mantas suaves. Se sentó al borde del colchón y, entre las penumbras, observó el rostro durmiente del otro. Sonriendo sosamente por lo calmado que se veía, a penas viendo los anaranjados cabellos y vellos de su rostro, sin contenerse, comenzó a pasar las yemas de sus dedos por las raíces y por la piel bronceada, acariciando con parsimonia.
Louis muchas veces podía ser un idiota testarudo, pero Alec lo admiraba en muchos aspectos y no porque fuese un Alfa en sí, si no por su actitud per se. Se preocupaba por todos de igual forma, sin importa que fuesen, sobre todo por Alex que sufría constante acoso por ser Omega. Se comportaba realmente como un hermano mayor respetable para Scott. Pero a veces también podía ser como un niño, berrinchudo, bobo y gracioso. Demonios, sí bien Jace era el tipo ideal de Alec, Louis había sobrepasado sus estándares y le interesaba sobre manera.
Pero seguro que él no sentía lo mismo y no lo sentiría. Lo más probable es que Louis se fijará en chicos, o chicas, tiernos y dulces, que lucieran como seres indefensos que merecían su protección. Y Alec era todo menos eso. Para ser un Beta, tenía la complexión de un Alfa y era demasiado renegado e independiente como para dejarse proteger por alguien más, que no fuera Gill o Lucia. Lo que sea que él deseara, no iba a funcionar. Ya estaba acostumbrado de todas formas.
Cuando la mañana hizo acto de presencia, Louis comenzó a removerse en su sitio, viendo la luz exterior colarse por la ventana y sientiendo un peso sobre su pecho. Abrió los ojos por completo y alzó la cabeza para admirar qué era lo que lo mantenía quieto; la cabeza de Alec descansaba sobre sus pectorales, junto a una de sus manos. El Beta se encontraba dormido por completo, con la boca ligeramente abierta y el cabello desparramado por todo su pecho. Dioses, se veía tan adorable, como si fuera un par de años más joven, y había provocado la sonrisa del Alfa que llevó una de sus manos a la mejilla del durmiente, acariciando la piel marfil que se sentía tan jodidamente suave y que le daba ganas de tocarla aún más. En vez de despertarlo o levantarse, Louis se quedó ahí, pasando su mano por el cabello y rostro del menor que no se inmutaba. Trató de acomodarlo sobre la cama, a su lado, sin querer despertarlo, y lo logró por milagro.
Su corazón se sentía de una manera peculiar y agradable que no deseaba que parara. Se cuestionó que era aquello, pero prefirió gozarlo antes de arruinarlo.
Y entonces la puerta fue abierta. Scott apenas fue capaz de ver la escena, causándole ganas de vomitar arcoiris y lanzando una mirada pícara e insinuante hacia su hermano que, medio avergonzado, le gruñó para que saliera del lugar, cosa que funcionó.
Pasados unos largos minutos en los que el pelinaranja se entretenía con las caricias que propinaba al menor, éste se movió en su sitio y lentamente comenzó a abrir los ojos, topándose con los amarillos del mayor.
—¿Qué pasó? — hablaba Alec, con voz ronca y pastosa mientras se frotaba los párpados con los nudillos aún con los dedos robustos de Louis acariciándole—. Oh, parece que me quedé dormido luego de dejarte en la cama. No sabía que eras sonámbulo, por cierto.
—Sí, desde que tengo memoria es así. ¿Te asusté?
—No. Me preocupaste en realidad.
—Lo siento. Y gracias.
—No hay de qué— suspiró, cerrando los ojos con satisfacción—. Tus manos son cálidas, se sienten bien...
—¿No preferías el frío?
—Sí, ¿y qué? Eso no quita que me agraden tus manos— el peliplateado gruñó, volviendo a mirar los ojos brillantes del adverso—. Realmente no quiero levantarme. Hay que quedarnos a dormir.
—Tenemos cosas que hacer. Si no cuidas de Alex, Al te romperá la cara.
—Es verdad...
El menor entonces inhaló profundamente, notando algo peculiar en el aire. Se acercó un poco más al Alfa y olisqueó su piel durante unos instantes, frunciendo el ceño. Las hormonas de Louis olían tan malditamente bien; como un café caliente y una fogata crepitando vivaz.
—Tu celo está por llegar— comentó, incorporándose y mirando los ojos filosos del otro—. Ve buscándote un Omega.
—Ugh, no, gracias.
—¿No? ¿Por qué? ¿Prefieres a los Betas, o a los Alfas?
—Ninguno. Nunca me ha interesado estar con alguien realmente.
—¿De verdad? ¿Ni siquiera en tu celo? Espera, espera. ¿Eres virgen?
—Sí a todo— rió al ver la cara estupefacta del adverso—. Nadie me ha atraído en toda mi vida. Y en los celos suelo quedarme aquí o limitar mi interacción con los Omegas. Nunca he tenido sexo.
—¿Nadie? ¿Absolutamente nadie?
—No. Nadie.
—Eso es raro— comentó, haciendo una mueca de confusión.
—Lo sé. Alcander pensaba que era porque no tenía olfato, pero luego me examinaron y dijeron que no había nada malo conmigo. Y, la verdad es que sí huelo las feromonas de los otros, aunque no tienen efecto en mí.
—Interesante... Bueno, ¿quién soy yo para juzgarte? Las personas somos complejas.
El peliplateado se levantó de la cama y la camisa de tirantes holgada dejaba en descubierto parte de su espalda alta, cerca de los omóplatos. Ahí, Louis alcanzó a distinguir una cicatriz horizontal que apenas se distinguía entre la demás piel clara. Se sentó en la cama y no pudo contener su curiosidad.
—¿Qué te pasó? — preguntó.
Alec miró por encima del hombro al mayor, percatándose qué era lo que había llamado la atención de éste y mirando la cicatriz sobre su epidermis muy difícilmente.
—Siempre fui un niño inquieto.
...
Acababa de salir de la cabaña principal luego de hablar con Alcander sobre ciertas cosas cuando miró a lo lejos que se encontraba Alex. Parecía sumido en los papeles que sostenía; debían contener cosas importantes. Por ello no se percató de que, a cierta distancia, se acercaba un Alfa en su forma de lobo, encogido y sigiloso como si cazara a una presa. De inmediato el peliazul se alarmó, sobre todo porque el pelirrojo seguía sin inmutarse, sumergido en su asuntos.
La verdad es que Alex no era consciente de su alrededor hasta que olió la amenaza aproximándose y solamente logró girarse, dispuesto a defenderse, cuando al Alfa de pelaje oscuro ya había aparecido frente a él. Su pelos se crisparon, haciéndole ver más grande de lo que de por sí ya era, y sus fauces se arrugaron para mostrar sus afilados colmillos como amenaza, gruñendo ferozmente. El otro Alfa solo dio un paso hacia atrás cuando el lobo negro hizo amago de tirarse encima suyo para, probablemente, morderle la garganta, y comenzó a encogerse cuando el adverso hinchaba el pecho y se estiraba cual largo era su cuello. Alex vio que el lobo castaño se acobardaba de a poco, bajando las orejas y cola, dejando de gruñir y encogiéndose en su sitio; se fue luego de un rato, manteniendo la escasa dignidad que le quedaba.
Nicolás resopló fuerte por la nariz, sacudió su pelaje oscuro y rodeó al pelirrojo, dejando sus feromonas sobre él, antes de dirigirse a dónde su ropa se hallaba tirada. Qué molestia que quisieran aprovecharse sexualmente del Omega, de solo pensarlo se enrabiaba, pero procuraba guardar la calma. Ya en dos pies, el Alfa tomó las prendas del suelo y se vistió nuevamente, con el pelirrojo detrás suyo, entre enojado y agradecido.
—Gracias...
—No es nada— respondió, mirando al mayor por encima del hombro con una sonrisa y colocándose la camisa de lino café—, pero, ¿por qué estás solo?
—Los Betas siguen en la cabaña, dormidos, y mis hermanos ya están en sus respectivos lugares de trabajo. No necesito guardias, puedo cuidarme.
—Yo no insinuo lo contrario, Alex, pero ese Alfa quería algo más que hablar o practicar deportes. ¿Por qué no usaste tu forma de lobo para atacarlo o correr?
—No sé convertirme. Hasta hace poco descubrí que soy un Omega. Nadie me ha enseñado cómo hacerlo, porque no ha habido tiempo.
—¿Y ahora estás libre?— aprovechó a preguntar el peliazul, sacudiéndose la mugre del cuerpo—. Puedo ayudarte con eso, si quieres.
—Sí— respondió veloz el mayor, aclarándose la garganta con cierta vergüenza por no dudar ni un segundo en aceptar—. Estaré ocupado después, pero ahora está bien. Suena bien. Sígueme, escogeré el lugar donde practicaremos. Me concentro mejor solo.
Así, ambos caminaron lejos de la manada hasta que llegaron a un claro dónde el viento era más frío y no había árboles que cubrieran el cielo azul. Solo iba a esos lares la familia del Omega, aunque era algo raro y casi solo por emergencias.
—Entonces— habló Alex, cruzándose de brazos y mirando a Nicolás que disfrutaba del sitio—, ¿cómo se hace?
Y el Alfa comenzó a darle los pasos que, supuestamente, debía seguir. El pelirrojo lo intentó por primera vez, cerrando los ojos con fuerza y obligándose a respirar con tranquilidad. Los segundos pasaron y ni un cambio en su cuerpo sintió, por lo que abrió los ojos, mirando al menor como si éste lo hubiese estafado, mas sonreía con diversión.
—¿Qué?— espetó el Omega, claramente de pocos ánimos.
—Para ser tu primera vez, lo haces bien.
—No te hagas el gracioso. No ha pasado nada.
Nicolás se le acercó y, por un segundo, su corazón enloqueció. La mano del menor tocó algo en su cabeza; tenía unas orejas puntiagudas de lobo que sobresalían. El Alfa lo rodeó con una mano y tomó algo que brotaba de su espalda baja, mostrándolo; era una cola tupida de color rojizo como la caoba, de pelaje suave y prominente.
—Tienes ya tu cola y orejas— decía el de ojos plata—. Yo en mi primer intento terminé con una jaqueca insoportable.
—Quizás tengo talento.
—Puede ser. Sigue intentando y pronto ya serás un lobo de pies a cabeza— el más bajo asintió hasta que las manos del contrario se posaron sobre sus hombros y una sonrisa en su rostro apareció—. Solo relájate. Tienes que sentir como cada parte de tu cuerpo cambia, por ahora con lentitud.
El pelirrojo entonces volvió a dejar caer sus párpados, inquietandose cuando el peliazul le soltó y solo manteniéndose tranquilo al oler las feromonas de éste a un palmo de distancia. Quería convertirse de una buena vez para impresionar al contrario y demostrarle, sobre todo, que era capaz de cualquier cosa. Quería que Nicolás le felicitara y le mirara con impresión, o quizás orgullo. Pasados unos instantes, abrió los ojos y miró alrededor, observando sus manos que ya eran un par de patas sobre el césped. El Alfa se acuclilló frente a él, regalándole un gesto lleno de alegría por su buen trabajo.
—Ya lo lograste. No fue tan difícil— comentó, sentándose con las piernas dobladas—. Tienes un bonito color... Pero, bueno... ¿Cómo te sientes?
Alex dio una vista sobre sí mismo, como queriendo verse por completo y corroborando lo que el menor decía. Le miró a los ojos, meneó un poco la cola y asintió suavemente. Y Nicolás se puso en pié al entender que estaba bien, tomó la ropa desperdigada del Omega para doblarla lo suficiente y luego dejarla sobre una roca plana, sacudiéndola antes de cualquier cosa.
—¿Ahora que quieres hacer?— le preguntó—. Puedes caminar y correr un poco para acostumbrarte.
Los ojos oscuros miraron el ancho claro lleno de verdor antes de volverse a fijar en el Alfa. Lucía inquieto, eso Nicolás lo notaba con claridad, pero le costó casi un minuto entero el saber por qué.
—De acuerdo. Hay que pasear un rato.
En un parpadeo, el Alfa ya estaba en sus cuatro patas, con su pelaje lleno de brillo, y su ropa había sido dejada junto a la del Omega, con cierta torpeza; después de todo, no podía ordenarlas. Entonces comenzaron a caminar con tranquilidad por ahí, sin rumbo alguno, viendo algunos animalitos pasar y escuchando el cántico de algunos pajaritos. Nicolás iba ligeramente por delante de Alex que estaba más interesado en éste que en el paisaje en sí; el menor era un lobo prominente y grande, con un pelaje que parecía ser extremadamente suave al tacto. Cualquiera que le viera se sentiría intimidado por lo imponente que era, pero Alex solo se sentía en una comodidad impresionante. Hasta tenía ganas de restregarse contra el cuello y debajo del hocico del contrario, mas eso lo haría ver cómo alguien sumiso y que horror.
Nicolás le enseñó cómo moverse con su nueva forma, siendo paciente y un buen maestro incluso sin palabras; aprendió a beber agua, a cazar algunos animales de pequeño tamaño, a evadir obstáculos y a correr a gran velocidad.
Cuando el Sol se hubo puesto en su cúspide, ambos volvieron a donde todo había iniciado, algo cansados, y se tumbaron sobre el pasto alto, rodeado de varias flores margaritas y de otro tipo. El Alfa entonces comenzó a limpiarse el rostro con ayuda de las patas a la par que meneaba la cola suavemente; sus ojos claros se fijaron en el lobo rojizo a su lado que miraba al horizonte con ensimismamiento. Al fin podía convertirse, pero, ¿eso de que le servía ya? De todas formas el consejo seguía despreciandole y tendría que, irremediablemente, unirse a un Alfa cualquiera que lo traería de sirviente.
El menor pudo ver el agobio que le aquejaba y, sin encontrar otra forma de calmarlo, le dio un par de toques en la cabeza con una de sus patas, de manera juguetona. Alex le miró con cara de pocos amigos, cerrando los ojos por acto reflejo cada que los colchoncitos de Nicolás chocaban contra su coronilla. Mostró ligeramente los colmillos, siguiéndole el juego, gruñendo y haciendo amago de tirarse encima del contrario que, asustado exageradamente, giró sobre sí mismo. Así, empezaron un juego infantil de lanzarse mordidas y cosas de ese estilo que los cachorros solían hacer cotidianamente. En un punto ya estaban rodando por el suelo, gruñendo tontamente y mordiéndose sin realmente herirse.
Alex había quedado con el lomo sobre el pasto y la barriga al cielo. Nicolás aprovechó esto y se tiró sobre él con todo su tremendo peso, impidiéndole moverse y ganándose ladridos de molestia por parte del Omega que se removía bajo suyo hasta que una de las patas del Alfa fue posicionada sobre su hocico como para callarlo.
—Pesas demasiado, joder— se quejó el pelirrojo una vez volvió a su forma humana, cubriendo sus ojos del Sol con una mano.
—Lo siento— respondió, riendo y encarando el rostro del adverso, tapando cualquier rayo UV que pudiese lastimar los orbes oscuros de éste y haciéndolo parecer que brillaba como un ángel—. ¿Así está mejor?
—Un poco.
—Bueno... ¿Ya has tenido suficiente por hoy? Para vestirnos y volver al Clan.
—Solo...— Alex hizo una mueca pensativa, observando la cara preciosa del contrario que me miraba atento y jugando con los cabellos azules que le caían cerca de su propio rostro. No quería moverse de aquella posición; la piel tersa del Alfa se sentía extrañamente bien, demasiado, contra la suya—. Deberíamos vestirnos, pero quiero quedarme aquí otro rato más. No me había sentido tan relajado desde hace... Uf, meses...
—Entiendo— asintió el menor, incorporándose para estirar su brazo y tomar las prendas de ambos—. Yo también he estado ocupado al punto de explotar en deberes. Más de una vez casi me da un ataque de ansiedad.
—Ni que lo digas. Ha habido semanas enteras en las que no puedo probar bocado del estrés— recibió su ropa—. Gracias.
—No hay de qué.
En silencio se vistieron, dándose la espalda y conteniendo las ganas de mirar el cuerpo del otro aún si era algo tentador. Una vez cubierto, Nicolás se recostó boca arriba sobre el suelo, apreciando el color cían del cielo sobre ellos y oyendo el pasto crujir a su lado cuándo Alex le imitó.
—Es tan tranquilo por acá— musitó el Alfa—, se siente raro. Por lo general estoy rodeado de gente y no suelo estar solo mucho tiempo.
—Lo sé. Yo tampoco estoy acostumbrado a la soledad y la quietud... Pero está bien... De vez en cuando no hace daño— hizo una pausa. El silencio no le pareció molesto, aunque quería hablar aún más con el peliazul—. Tú... Es la primera vez que nos conocemos... Pero parecías llevarte ya con Scott y Louis.
—Mi padre me traía con él varias veces, cuando tú, por lo general, estabas ocupado como para asistir a las reuniones y tus hermanos no, así que solíamos pasar el tiempo juntos... Alcander y padre siempre fueron buenos amigos y tú padre siempre me trató a mí y a mis hermanos como otros hijos... Me hubiera gustado conocerte antes... Pero al menos ya estamos aquí, ¿no?
Ambos se miraron directo a los ojos y una sonrisa apareció en el rostro del Omega luego de ver que el Alfa le ofrecía un gesto similar, pero más amable.
—Eres muy agradable— suspiro Alex—. Joder, me siento muy bien contigo...
—Oh... Me alegra oírlo...— Nicolás solo atinó a reír con pena, sonrojandose—. Yo también me siento cómodo a tu lado. Es extraño, me cuesta un poco estar en confianza con la gente así de rápido.
—Pero con Gill pareces llevarte muy bien— casi gruñó el mayor, girándose a mirar nuevamente el perfil del menor cuyo semblante se había apagado significativamente.
—Sí. Es... Supongo que porque nos entendemos en ciertos aspectos... No puedo decirte exactamente qué es lo que él tiene, no me corresponde, pero... Uhm... Yo, creo que es obvio, tengo depresión grave...
—¿Tú? — Nicolás asintió suavemente, con la mirada aún en el cielo, viendo una nube que apareció de la nada—. Eres un ángel, ¿cómo puede ser así? Quiero decir... Ah... ¿Quién te pudo herir tanto? Digo, solo quiero hablar con ellos y... Sí...
—No es psicológico— negó el menor, enternecido por lo que el otro soltó—. Es patológico. Más bien, tengo deficiencias hormonales. Desde que tengo memoria soy así y es una falla cerebral. Nadie tiene la culpa.
—Uh... Algún día dejarás de sentirte así.
—Quiero creer eso, pero gracias por decirlo— los ojos plata volvieron a encontrarse con los del mayor, melancólicos y dulces—. ¿Realmente no quieres unirte a algún Alfa?
—Ugh, claro que no. Yo nunca he creído en los predestinados ni nada similar. ¿De verdad me están diciendo que hay alguien único para mí y solo para mí? ¿Cómo puedes entregarte a alguien de esa manera por el resto de tu vida? Es difícil de creer, siendo honestos. Sobre todo por lo inútiles que suelen ser los Alfas de por aquí, o al menos la mayoría. Por eso odio que el consejo me quiera conseguir una pareja, carajo. Además, nunca he querido estar de esa forma con alguien.
—¿Y qué harás? Dejar que te unan a cualquiera no suena bien. Al menos deberías tener la oportunidad de estar con quién tú quieras, Alex.
El aludido se encogió de hombros, quitándole importancia al asunto. Debía estar loco por estar pensando que, si fuera Nicolás, aceptaría con gusto el ser marcado y unirse con él.
Viendo que ahí la charla se había estancado, decidieron hablar sobre otras cosas menos serías, como anécdotas de su infancia y cosas bobas que les causaban gracia. Así, durante horas estuvieron conversando, conociéndose y riendo como si fueran unos mocosos simples que hasta se divertían con el vuelo de una mosca. En un momento, riendo, Alex se enderezó y golpeó el pecho de Nicolás lo suficientemente fuerte como para que éste se riera y quejara a la vez; la verdad que se lo merecía porque había estado molestando al Omega con que su cabello era teñido.
—¡Teñida tu cola!
—Alex, ¡no hay nada de malo que lo admitas! Estamos en confianza.
—¡Qué no me tiño! El vello de mi cara también es rojo, ¡en serio! ¡Mira, mira!
Enfadado, el mayor acercó su rostro en demasía hacia el del menor, dejando que éste apreciara los pelitos finos de color brillante que tenía en sus cejas y pestañas. Sin poder evitarlo, sus pulgares acariciaron las cejas del mayor que atinó a cerrar un ojo como en reacción inmediata, y, convenciéndose que sin querer, comenzó a pasar las yemas de sus dedos por el resto de piel, embelesado. El pelirrojo se había tensado por un segundo, pero pronto se relajó y gozó los mimos del contrario, con sus abismos clavados en las Lunas del otro como si ambos estuviesen sumidos e hipnotizados en el otro. ¿Por qué se sentía así? Alex podía jurar que dentro de su estómago había una jauría de lobos enloquecidos y su corazón se agitaba sin remedio. Deseaba quedarse ahí por toda la vida, con el Alfa, compartiendo un momento así de cercano e íntimo.
Nicolás se moría de ganas de besarlo, aunque no sentía que podía hacer aquello porque el mayor se podría enojar y/o asustar, cosa que no deseaba. Las manos del Omega lo sacaron entonces de sus pensamientos; se posaron en la curvatura de su cuello a la par que el pelirrojo acortaba la distancia que separaba sus caras a tal punto que sentía su aliento contra las mejillas. El Alfa quería decirle que parara, porque creía que el Omega se arrepentiría después de sus decisiones, pero la verdad es que ambos deseaban eso, lo anhelaban tanto que Alex se enojaba consigo mismo.
Los cabellos rojos que caían en su frente le causaban cosquillas, pero eso dejó de ser importante en cuanto, finalmente, sus labios consumaron un beso lento que de a poco se fue intensificando y por el que se vio en la necesidad de tomar por la cintura al mayor. Y Nicolás en ese momento supo que había encontrado a su Omega.
Luego de varios minutos en los que, milagrosamente, no se asfixiaron, tomaron distancia y se miraron de nuevo a los ojos, en silencio. El pelirrojo parecía ofendido por sus propias acciones, ocasionando que su cejas se fruncieran en malestar y algo de duda.
Tenía que ser una puta broma.
Sus ojos oscuros se alzaron hacia el cielo, percatándose de que era ya bastante tarde y todos en el Clan debían estar vueltos locos por no encontrarlo en ningún lado. Así que se levantó, se sacudió y, con voz poco amistosa, indicó que era hora de marcharse. Nicolás obedeció y le siguió sin rechistar, avergonzado de sucumbir a sus instintos y arruinar la bonita amistad que hubiera podido tener con Alex, ignorando el destino de por medio, claro.
...
Estaba siendo demasiado fácil el evitar al Alfa peliazul. Claro, de vez en cuando se lo topaba por ahí, caminando con alguno de sus hermanos, los Betas o Jace, pero nunca intercambiaban más que una reverencia en forma de saludo. Eso le hacía tener sentimientos encontrados; le enojaba y le hacía sentir aliviado al mismo tiempo, porque quería estar lejos de él, aunque también quería pasar tiempo junto suyo. Ya no se entendía. Así habían pasado los días y cualquiera notaba su mal humor que empeoraba conforme avanzaban las horas, pero ninguno se atrevía a preguntar lo que le pasaba. No es como que fuera a decirles de todas formas.
Sin importar que pasaran días, Alex seguía recordando el cálido beso. Los labios suaves, firmes y cariñosos de Nicolás sobre los propios que por lo general estaban resecos. Las bestias que se removían en sus entrañas conforme sus bocas se acariciaban y encontraban durante largos instantes. Era como estar en el maldito cielo.
Su instinto le quería decir algo con respecto al menor, pero seguía callandolo como si fuera un mensajero de la muerte. Suficientes problemas tenía con el consejo, mas parecía que el destino tenía cosas peores planeadas para su persona, porque ese día, tranquilo y cálido, los dos Alfas del Clan Mizu llegaron a la cabaña principal y fueron recibidos por su padre con emoción y amabilidad; iban a comer todos juntos según entendió.
Alcander recibió al nuevo cabecilla del Clan Mizu y a su hermano como si fuesen parte de la familia, sin mencionar que ambos lucían comodisimos con el adulto y en aquel lugar. El Omega gruñó con fastidio, queriendo arrancarse las pestañas de a una si eso evitaba la temible comida; su padre lo había amenazado con que si huía él mismo le buscaría un Alfa con quién emparejarlo, sobre todo por qué era consciente que Jace y su hijo se llevaban del asco.
Desde la sala, podía ver que Nicolás se ofrecía para ayudar a poner la mesa, pero Alcander se había negado rotundamente por ser sus visitas, y porque ya había demasiada gente en la cocina y a penas se podían mover; entre él, Lucia y Scott preparaban los alimentos tan apetecibles como les era posible. Así, los Alfas del otro Clan se acomodaron en unos asientos vacíos, junto al rubio y el peliplateado que pronto comenzaron una conversación con ellos. A Alex no le quedó de otra más que unirse para ser él quien colocara la vajilla, y porque Alcander le había lanzado una mirada severa; solo su padre podría espantarlo a cierto grado.
Mientras extraía los platos y demás de sus sitios, para luego desplegarlas sobre la mesa de madera, Lucia y Scott culminaban su parte del trabajo con los alimentos y se sentaban junto al resto. Así, solo quedaron el par de pelirrojos en la cocina, ambos yendo y viniendo para cumplir su labor.
—Nick era un niño de papi— comentaba Jace, divertido y rememorando algunas cosas para hablar amenamente con los demás.
—¡Tú eras el niño de papá!
—No. Tú lo eras.
— Corrección, Ema era el niño de papi.
—Cierto. Siempre lo seguía como un parásito a todos lados— comentó, rindiéndose ante la verdad—. Yo era la decepción y deshonra de la familia.
—Claro que no. Papá...
—Ah, no. Tú eras la oveja negra, olvídalo.
El peliazul le miró con ofensa e indignación fingida y posteriormente le dió un golpe sonoro en el brazo, causando la risa petulante del menor que le devolvió el gesto. Se pegaron repetidas veces, como un par de mocosos, cada vez aumentando la fuerza que ejercían en su puños.
—Estense quietos— les ordenó Alcander, mirándoles severamente por unos segundos y calmando a ambos de inmediato.
—Perdón— musitó Nicolás cual cachorro regañado, encogiéndose en su sitio y viendo que su hermano solo recargaba la mejilla sobre su mano, asegurando en voz bajita que el mayor había comenzado.
Finalmente, el adulto estaba seguro de que había terminado con su elaboración de la comida y pidió ayuda a su hijo mayor, pues era el más cercano, a que le ayudase a servir a los presentes. Conforme ambos colocaban las fajas de carne de res sazonada, con algo de arroz y muy escasas verduras, el Omega pudo ver que Jace y su hermano eran demasiado cercanos, incluso físicamente. Como si no entendieran el concepto de espacio personal o algo así, ambos jugaban con sus dedos, se tocaban demasiado, Nicolás de vez en cuando se aferraba al brazo delgado del menor, o el contrario le pasaba las manos por el cabello desordenado cada que podía; a Alex le parecía extraño porque él nunca había tenido una relación similar con sus hermanos, que obviamente se querían entre sí, pero cuya interacción nunca abarcaba los mimos. ¿Así sería el peliazul con su otro hermano, Emanuel? ¿Así actuaría con él si fuera...? Dejó caer el arroz súbitamente sobre el plato de Scott, haciendo que granos de éste saltaran y salieran de la vajilla, ensuciando todo.
—Oye, tranquilo— bromeó el pelinegro—. Sé que soy el no planeado, pero de todas formas tengo que comer.
—No exageres— gruñó, siguiendo con su tarea y rodando los ojos al ver que el menor tomaba los granitos con los dedos y se los llevaba a la boca.
—Mi primera transformación fue algo gracioso— decía Jace, hablando con tranquilidad.
—Yo me acuerdo bien— corroboró su hermano—. Estaba en la escuela, y estornudo tan, pero tan fuerte, que se cayó de la silla, se golpeó con la mesa y su lobo, plop, salió.
—Uhm— comentó entonces Alcander—. La primera vez de Emanuel fue peor.
—Tardó demasiado— recordaba el de orejas perforadas a la par que el Alfa a su lado comenzaba a soltar un par de risitas —. Estuvo semanas enteras a la mitad, con una oreja de humano y otra de lobo, la cola y el hocico. Se veía muy raro. Me gustó burlarme de él en ese tiempo.
—Ah, pero cuándo tu confundiste a tu amante con un tronco y te atoraste— le dijo el Alfa pelirrojo, logrando que el contrario resoplara por la nariz con vergüenza y molestia; aún podía sentir el dolor en su ingle.
Y ahí fue cuando Nicolás estalló en carcajadas, acompañado de un par de risas del resto. En ese momento se había preocupado demasiado por su hermano, pero ya recordándolo le causaba mucha gracia al punto que dejó caer su cabeza contra el brazo de Jace, aún cagándose de risa y musitando que lo recordaba bien.
—Por Dioses, ¿cuántos años tenías?— preguntó Lucia con diversión.
—Catorce...
—Que experiencia— comentó Alec, viendo lo peculiar que era el Alfa apenado.
—Estaba oscuro, ¿bien?
—¡La chica llegó tan espantada!— contaba Nicolás, apenas pudiendo respirar—. ¡"Jace tiene su pene atorado"! Decía. Todos pensamos que ya... Listo, tendríamos que amputar.
—Sí, sí. Al menos yo me lo estaba tomando tranquilo.
—¡Porque el dolor te tenía inmóvil!
Carajo, la risa del menor era algo tan espléndido como cientos de arcángeles cantando a coro. Alex creía que podría escucharlo por un muy largo tiempo más, de ser posible, toda la vida. Le hacía sentir cosas... Muy bonitas y nuevas que le asustaban.
—Alex está meneando la cola— se burló Scott, ocasionando que los presentes se girarán a ver al aludido que en ese entonces dejaba la olla sobre la hornilla, dándoles la espalda.
Confundido, el Omega se giró sobre su torso y observó su cola rojiza que se agitaba con emoción de un lado al otro; que vergüenza.
— Aún no controlo esto, ¿sí? — rugió él, buscando hacer parar aquella sosa cosa que brotaba de su espalda—. Tú ya lo manejas desde los doce. Yo llevo menos de una semana.
—Es verdad— comentó Alcander, viendo a su primogénito acomodarse en la silla junto suyo antes de dirigirse al Alfa peliazul, ya todos listos para comer—. Gracias por ayudarlo. Hemos estado bastante ajetreados. Alex es un cabeza dura y te la debió poner difícil.
—Oh, no. No fue nada. Es un buen estudiante. Pudo cambiar a la primera. Yo...— respondió, encogiéndose de hombros con pena y evitando en todo momento el mirar al Omega por lo molesto que éste se encontraba con él; seguro era eso, si no no encontraba razón para que Álex lo evitara con tanta necesidad—. No hice nada especial.
Ya dispuestos a clavarle el diente a la comida, entre algunas palabras y pequeñas risas, escucharon la puerta abrir y cerrarse, seguido de pasos que se acercaban hasta donde estaban. Nadie se inmutó porque sabían que se trataba de Louis que iba llegando y continuaron con sus cosas. Sin embargo, el pelinaranja hizo acto de presencia y los numerosos pares de ojos se le clavaron encima, percatándose que tenía una escopeta en la mano. La mayoría de los presentes no mostró impresión alguna por la escena, como si fuera algo cotidiano. Sin embargo, Nicolás no dudó en girarse a mirar a los Betas, sobre todo al rubio que se encontraba en el asiento a su lado; Gill se había quedado petrificado en su sitio y la luz de sus claros ojos se apagó, con un semblante sombrío y frívolo en su agradable rostro.
—Llevate esa mierda de aquí— gruñó el rubio, llamando la atención de todos sobre él con clara sorpresa; se escuchaba diferente a lo usual.
—No te preocupes, no tiene balas.
—Me importa un carajo. No quiero ver una de esas cosas, menos cuando estoy comiendo.
—Para— le pidió el Alfa peliazul, tomando una de sus manos para calmarlo antes de que se lanzará a la yugular del otro lobo—. Vamos afuera, ¿sí? A qué tomes aire.
Los ojos celestes se clavaron en el menor que casi parecía suplicarle, y nuevamente miró el arma en manos del Alfa pelinaranja, haciendo una mueca de repudio absoluto hacia ésta. Se levantó de manera estruendosa y lanzó sus cubiertos contra la mesa antes de encaminarse hacia la puerta principal. El de ojos plateados no tardó en seguirle, aunque tranquilo en comparación, y poco después salieron de la cabaña sin decir más. Los otros Betas les imitaron, asegurando que podían continuar sin ellos, que volverían dentro de unos minutos, y el resto no preguntó nada ante la actitud de ellos. Alcander ya sabía qué acongojaba al rubio, pero se abstuvo de decir algo y simplemente ignoró las miradas curiosas de su hijo pelinegro y pelirrojo (aunque éste último lucía más bien celoso) y se dirigió a su cría de ojos amarillos.
—¿Qué sucedió?— preguntó el mayor, refiriéndose al arma de fuego que aún sostenía Louis.
—Bueno— suspiró, agarrando la escopeta con ambas manos, mirándola de arriba a abajo—. La encontramos tirada por ahí en el bosque. A unos diez kilómetros de la manada. No tiene moniciones y parece que ya no sirve. Quizás alguien que estaba cazando por aquí la dejó olvidada, pero me pareció prudente el traerla y guardarla, por si acaso. No podemos dejar que los cachorros jueguen con ella, en caso hipotético de que me equivoqué y siga siendo útil.
—Comprendo. Ya sabes dónde dejarla y no olvides ponerle llave. Luego te lavas las manos y vienes a comer, no queremos que tu comida se llene de partículas de pólvora, ¿bien? — Louis asintió—. Y mantente alerta si ves algo inusual.
El menor volvió a afirmar antes de retirarse de la cocina, directo al despacho de su padre, regresando a los pocos minutos; la escopeta ya estaba resguardada en el interior de una caja metálica a la que posteriormente cerró con candado y llave. Sus manos ya estaban limpias así que no demoró mucho en servir la comida en su plato y sentarse a devorarlo; era usual que tuviera un gran apetito por toda la energía gastada a lo largo del día, entre las clases que recibía e impartía, el ejercicio que llevaba a cabo y el tener que cuidar de un montón de cachorros desastrosos lo dejaba agotado por completo.
La puerta se abrió y la cabeza azulada de Nicolás se asomó por ahí, preguntando si ya habían desechado el arma, consiguiendo una respuesta afirmativa. Entonces él y los Betas regresaron a la mesa; Alec hacia un par de bromas para aminorar la tensión que sentía Gill mientras la rubia se le colgaba de un brazo y le acariciaba la espalda. Los cuatro se acomodaron donde antes se encontraban y prosiguieron con sus alimentos; el rubio no lucía estar con ánimos de hablar con alguien, parecía que incluso si respiraba alguien junto a él le desgarraria la nariz sin dudar.
...
—¡Alex!— el gritó de Lucia no evitó que éste se estampara contra un árbol de lleno.
El pelirrojo se llevó la mano a la nariz que no tardó en dolerle de una manera horrorosa, y gruñó fastidiado hacia la planta como si se hubiera puesto en su camino intencionalmente, aunque claramente no había sido así.
—¿Estás bien? — preguntó la fémina, mirándole con preocupación el rostro y tomándolo de los hombros—. ¿Qué pasa? Pareces perdido en tu mundo.
—Solo me distraje— aseguró, moviendo la nariz para desentumecer aquella zona y frunciendo las cejas con dolor.
—Alex, deja de mentirme. De mentirte. Algo te está inquietando desde hace semanas. Me preocupas y quiero ayudarte si me es posible. ¿Puedes decirme?
Los ojos oscuros del mayor observaron metódicamente a la Beta que genuinamente estaba interesada en él y lo que tuviera que decir; le recordaba a su madre. Bueno, era su culpa porque nunca había sido un mentiroso admirable y todos al final terminaban enterándose de lo que no debían.
—Es Nick— musitó Alex, cruzándose de brazos.
—¿Qué pasa con él? ¿Te hizo algo? Si es así deberíamos decirle a tu padre para que...
—No. Él no ha hecho nada. En realidad es... Una buena persona. Es...
Lucia no le presionó para que hablara, observando que de la espalda del Omega emergía su cola que se comenzó a mecer de un lado a otro con ansiedad. Pudo ver que Alex se sobaba la nuca con nerviosismo, claramente no sabiendo cómo expresar lo que pensaba con palabras coherentes y entendibles que surgieran de sus labios.
—Me siento raro con él. Siendo honestos, no odio a los Alfas, no a todos, pero jamás me había sentido así con nadie. Yo... No sé qué es esto y me asusta.
—Y, ¿qué es lo que sientes? ¿Es algo bueno?
—Quizás— suspiró de manera pesada— . Simplemente quiero tocarlo, besarlo y que él haga lo mismo. Me siento extremadamente cómodo con él. Para ser un Alfa es muy dulce y amable, pero claro que saca las garras cuando tiene que defender algo que le interesa. Es fastidioso verlo con otros Omegas y me siento con ganas de vomitar de solo pensar que Gill y él... Ya sabes, pueden llegar a tener sexo. Quiero ver cada faceta suya durante lo que me resta de vida... Es algo que no entiendo. ¿Qué crees que sea?
Las pestañas claras de ella subieron y bajaron a la par que parpadeaba con confusión y asombro, como si al pelirrojo le hubieran salido dos cabezas más o algo de ese estilo. Observó los ojos abismales del mayor, notando que era totalmente honesto con respecto a todas sus palabras; de verdad que no sabía todo lo que aquello significaba. Por todo lo bueno, Alex tenía casi dieciocho años, pero su inexperiencia en el amor le hacía ver cómo un niño puro e inocente, hasta le daba ternura.
—Y— Lucia le miró anonadada pues creía que era todo lo que el otro tenía para contar—. No sé qué piensa él respecto a mí. Desde que lo conozco me ha tratado con decencia... Lo besé y hasta había correspondido, pero ahora solo nos evitamos y no creo que él se sienta tan afectado por esto como yo. Y al mismo tiempo quiero tomar distancia porque, es tonto, muy tonto, tengo miedo...
—Alex— habló ella, acariciándole la mejilla y de paso el cabello con cariño entrañable—. ¿No te das cuenta?
—No. Es por ello que te pregunto. No siento que sea algo que se pueda discutir con mis hermanos o el viejo, nosotros, como verás, no estamos acostumbrados a hablar de nuestros sentimientos y cosas similares. Creí que tú podrías ayudarme al respecto.
—Ya veo. Gracias por confiar en mí— le sonrió y le tomó de un brazo con suavidad—. Aunque esto no te va a gustar. De verdad, pienso que se debe a una sola cosa.
—¿Hormonas? Digo, acabo de tener mi primer celo. Estoy algo desequilibrado en ese aspecto así que...
—No. No es eso. Alex, creo, no te enojes, pero creo que ya encontraste a tu Alfa.
...
No estaba enfadado con su amiga rubia, pero estaba tan... Exaltado de una forma indescriptible que hasta insomnio le había dado. Por las noches rodaba sobre su cama, pensando en lo que Lucia le había dicho tranquilamente hace unos días atrás. Tenía que ser una puta broma. Una muy, muy mala.
Lo peor es que ni en el día podía sentirse tranquilo, siempre encontrándose con el menor paseando por ahí, ayudando en la manada, y causando que su estómago diera un vuelco, ansioso de estar cerca de él, realmente deseoso de su compañía. Seguía negandoselo repetidas veces, cada vez con más ímpetu al perder de a poco la convicción. Le estaba costando demasiado el convencer a su cuerpo y mente que lo que sentía era una estúpida y horrible mentira.
No necesitaba un Alfa, pero, con un demonio, ya no soportaba la distancia entre ellos. Sentía la imperiosa necesidad de hablar con Nicolás sobre el beso, que era lo que había comenzado con el hecho de que se ignoraran como si tuviesen la peste. Era demasiado, sobre todo porque tendría que tomar pronto el puesto de su padre y sería un gran problema que se llevara mal con el jefe del Clan Mizu, ya que incluso con el hermano de éste se odiaba, incapaz de soportarlo respirando junto suyo.
Por eso ese día despertó, harto de todos y con un humor de perros peor al de días anteriores. Ya era más de medio día, así que salió de su hogar en dirección al de Nicolás, o al menos el que era por ese lapso de tiempo. No se molestó en avisar al resto puesto que se encontraban ocupados con otras cosas y solo iba con el Alfa, no iba a pasar nada, de eso estaba seguro. Solo iría a hablar, sí.
Cuando llegó, demoró un buen rato en llamar a la puerta, nervioso. Esperó unos segundos luego de que sus nudillos golpearon la madera, anunciando su llegada. Se preguntaba por qué sentía una calidez particular; quizás el clima era más caliente que los días anteriores, aunque no le dio importancia. Nicolás abrió, con el cabello despeinado como siempre y vestido de manera muy sencilla, descalzo. Sus ojos platas mostraban sorpresa por encontrarse con el mayor plantado frente a la cabaña que en ese momento le pertenecía.
—¿Puedo hablar contigo?— indagó Alex, cruzándose de brazos.
—Claro. Pasa.
El Alfa se hizo a un lado y el Omega ingresó al lugar con confianza, dirigiéndose sin problema a la sala, sentándose en uno de los sofás sin importarle mucho si el otro le seguía o no.
—¿Quieres algo de tomar o comer? —preguntó el menor con interés. Al ver que el otro negó, simplemente optó por sentarse junto a éste a una distancia muy prudente.
Nicolás no quería asustar al adverso, ya era un milagro que éste le dirigiera la palabra y que fuera a su cabaña. Sentía, sosamente, que había pasado una vida entera desde que veía bien al mayor y que lo oía a la perfección. Debía apreciar el momento como si fuera oro puro difícil de encontrar.
—Lo lamento— soltó Alex de pronto, rompiendo el silencio de manera abrupta; sus orbes obsidiana se encontraron con los claros de su acompañante que parecía no entender—. Por lo del beso y por ignorarte después de eso.
—Oh. Está bien, Alex. Probablemente no era tu intención lo del beso. Seguro que no sabías cómo actuar conmigo luego de éste.
—No y sí. Es...— gruñó antes de mascullar—. Realmente quería besarte. Aún quiero hacerlo de nuevo, pero... ¿Solo me seguiste el juego? Ya sabes, ¿solo porque soy un Omega?
—No, no. Eso me parece irrelevante. Te hubiera correspondido aún si fueras un Beta— aseguró el de ojos plata, sonrojandose significativamente y riendo—. Uhm... Cuando te conocí me llamaste la atención, aunque ya había escuchado de ti por tu padre. Siempre, aún si no te veía en persona, creí que eras una persona interesante. Ahora pude irte conociendo y sentía la química que era obvia entre nosotros no por el género, sino por nosotros, es decir, nuestras personalidades. Somos diferentes, pero siento que eso se complementa entre sí. Cuando nos besamos esa tarde yo me di cuenta de que eres mi pareja destinada... Solo que... Bueno, parecías asqueado con la idea y supuse que no íbamos a ir a ningún lado, sobre todo porque no quieres una pareja. Y yo respeto tus deseos, Alex, por eso te di el espacio que deseabas luego de eso.
Un silencio se apoderó de la situación, uno ligeramente incómodo. Nicolás miraba sus dedos que jugaban entre sí con nerviosismo, temiendo haberse equivocado con sus sentimientos, y oyendo el respirar de Alex que iba agitándose conforme los segundos pasaban.
—Siento— musitó el mayor, sin mirar al adverso que ya le prestaba atención absoluta—, que las cosas son así. Me refiero a que, mierda... ¡La puta madre! Argh, yo también pienso que eres el indicado. Al principio me quise negar, pero se me empezaba a hacer difícil y es la primera vez que siento amor de pareja, así que estaba jodidamente asustado. Yo queriendo mantener mi dignidad de Omega independiente y llegas tú, con tu cara tan malditamente preciosa y tu personalidad tan... ¡Ugh!
Quería golpear algo, más cuando miró al peliazul que estaba realmente alegre con sus palabras; sus ojos plateados brillaban aún más que la Luna y el sonrojo se le veía espléndido en su piel incolora. Lleno de impotencia y vergüenza, mordiéndose los labios, le soltó varios golpes y amenazas mientras que éste reía y se quejaba. Cuando se hubo calmado lo suficiente como para mantenerse quieto, importándole poco que ahora estaba a escasos milímetros del contrario, Alex se acomodó la ropa y gruñó.
—¿Qué mierdas haremos con el consejo?— masculló entre dientes, claramente angustiado por lo que iba a venir—. Me preocupa que no te vayan a aceptar.
—Entonces... ¿De verdad quieres...?
—Por Dios, Nicolás. No vine hasta aquí, no te dije todo eso, para terminar como amigos. Me costó mucho aceptarlo como para dejarlo así no más. ¿O acaso no quieres?
—¡Ah! No, sí. No es eso. ¡Yo...!
—Ya entendí, ya entendí. Tranquilízate— dijo y le pellizcó una mejilla para callarlo—. Creo que lo mejor es decirle al viejo primero. Él me ayudará a abogar por nosotros. Y espero que no se enoje... Mucho... También tendré que analizar qué haremos. Somos de distintos clanes y estamos a días de distancia...
El pelirrojo se silenció, pensativo, sumergido por completo en su mente al punto que no se fijó en que momento el Alfa se le había pegado al cuello como garrapata, abrazándolo por la cintura. Luego de besarle una mejilla y volverse a acomodar entre la piel bronceada de la curvatura entre su hombro y cuello, aspiró el aroma que de sus poros brotaba, alarmandose de inmediato.
—Alex— le llamó, enderezandose y viendo que el rostro del aludido se encontraba ya tan rojo como su cabellera; la preocupación afloró en él con velocidad—. Mierda, Alex. Estás entrando en celo.
El mayor se giró entonces para mirarle, respirando entre jadeos y percibiendo hasta entonces como aquella horrible sensación de vacío comenzaba a hacer presencia.
—¿No tomaste supresores?— preguntó ansioso Nicolás, siendo golpeado por más y más hormonas de Omega.
—No. Mi ciclo es irregular. No sé cuándo me llegará así qué...— suspiró, cerrando los ojos para evitar ver a los tentadores labios rosas del otro—. Tampoco traigo algunos conmigo.
—Carajo— gruñó el Alfa y eso solo ocasionó un escalofrío en el mayor—. ¿Puedes levantarte?
—Sí. Todavía puedo.
—Bien. Bueno. Sígueme.
Ayudó a Alex a levantarse de sofá y prácticamente lo arrastró escaleras arriba, en dónde estaban las habitaciones. Se detuvieron frente a una de las puertas y Nicolás sacó de sus bolsillos una llave que fue entregada al pelirrojo. El Omega parpadeó varias veces, enfocando el objeto entre sus palmas de las manos, sintiendo que las rodillas le temblaban y la piel le ardía como el mismo infierno. Deseaba de una forma insana que el contrario lo tocara por todas las zonas posibles y que le besara. Quería intimar de una forma poco inocente al punto que solo podía pensar en el Alfa y no exactamente porque éste fuera uno.
—Este es mi cuarto— decía con dificultad el menor, obteniendo la mirada del otro sobre él—. Te acabo de dar la llave para que cierres por dentro y yo no pueda entrar. No creo que sea buena idea sacarte en este estado para llevarte a casa. Así que quédate aquí, yo estaré fuera y esperaré a que Jace llegué para que busque a tus hermanos, ¿sí?
Los ojos oscuros se fijaron otra vez en la llave, sin decir nada e impacientando al menor que aguantaba las enormes ganas de seguir su instinto. ¿Acaso Alex no veía que era una tortura para él todo eso? El espacio en sus pantalones holgados se estaba reduciendo con rapidez, casi hasta quería llorar.
—No.
—¡¿No?! Ah, uh. ¡Alex, entra al cuarto!
—¡Te digo que no quiero!— replicó el Omega, sintiendo las manos grandes del otro empujarle por la espalda al interior de la pieza.
—¡No sabes qué carajos dices! ¡Entra y encierrate! Traeré pronto a tus hermanos para que te recojan, te den unos supresores y mañana estarás como nuevo. ¡Pero tienes que hacerme caso!
—¡Tú hazme caso!— decía Alex, girándose para mirar de frente al otro, aún siendo empujado hacia el cuarto; era fuerte para estar en celo—. ¡No quiero encerrarme!
—Sé que te puede desagradar la idea, es solo que no es seguro que estés así frente mío. ¡Podría violarte, preñarte o marcarte, y...!
—¡¿Y qué?! ¡Tal vez quiero que me tomes y me marques!
—¡Estás delirando! ¡Madre Luna! Es el celo hablando por ti.
—¡No lo es! Nicolás, en los pocos celos que he sufrido nunca he querido que un Alfa me parta el culo. ¡Esto no son las hormonas! O sea, sí. ¡Pero no deseo que sea cualquier inepto! ¡Yo...!
Y los labios del menor chocaron inevitablemente con los del mayor, uniéndose en un beso necesitado y apasionado. El peliazul ya no podía con las ansías y las palabras del pelirrojo no estaban ayudando en lo absoluto. Alguien suspiró, pero no supieron quién había sido, a lo mejor fueron los dos. En lo que Nicolás cerraba la puerta detrás suyo, manoseando el esbelto cuerpo caliente de Alex con sus palmas frescas, pudo escuchar que éste le amenazaba entre dientes:
—Si mañana no tengo una marca... Te romperé la hermosa cara que tienes...
...
Alcander estaba al borde de un colapso nervioso aún si parecía más bien un ataque de ira. ¿Por qué nadie sabía dónde coño estaba su primogénito? Ni sus otros hijos, ni los Betas, tampoco Jace y mucho menos los otros Alfas que trabajan con el Omega pelirrojo. El pánico lo saludaba a la vuelta de la esquina, fastidiandolo; le quitaba los ojos de encima a Alex por unos segundos y éste se desvanecía. ¡Que tenían reunión con el consejo esa mañana!
Y la puerta abriéndose lo hizo ponerse de pie, posteriormente corriendo hacia su hijo Omega que apenas llegaba luego de estar desaparecido toda la noche y la tarde anterior. ¡Lo peor es que llegaba campante como si solo se hubiera marchado por dos minutos!
—¿Se puede saber dónde demonios estabas?— preguntó Alcander, claramente irritado. Qué había puesto a todos a buscarlo por cada rincón.
—Por ahí, dando la vuelta.
El mayor rugió con desespero y ordenó al contrario que se largara a vestir con decencia antes de que le colmara la paciencia. Alex obedeció sin quejarse, recordando hasta entonces que debían ver los ancianos bastardos que lo odiaban y no podía presentarse así como estaba; la ropa la llevaba fuera de lugar, el cabello lo tenía enredado y pegajoso, además de que la piel le brillaba del sudor que le cubría. Peor aún, apestaba a sexo. Agradeció que su padre estaba tan enojado que no se había percatado de este último detalle. Había sido un milagro.
Se duchó con cuidado y algo de cansancio, fregandose los párpados con los nudillos de manera fuerte para espabilar. Deslizó ropa limpia por su cuerpo y se peinó las hebras rojizas. Al finalizar, se olisqueó un poco, notando su propio hedor a Omega en celo, a sexo (increíble por cierto) y al Alfa con el que estuvo (al maravilloso Alfa que lo traía embelesado), aunque ya había desaparecido parcialmente. Pensó que podría rociarse con loción, pero quizás eso empeoraría el aroma. Una vez listo, acompañó a su padre hacia la sala del consejo dónde les esperaba una mesa de media Luna donde se hallaban sentados un montón de viejos Alfas conservadores e idiotas, listos para arruinar otro día de su vida. Las formalidades acabaron en unos segundos y llegaron al punto importante de esa ocasión.
—Te alegrará saber que hemos conseguido un Alfa perfecto para ti— decía un viejo de cabello café repleto de canas y ojos ambarinos, sonriendo con sorna.
—Tuvimos muchos buenos prospectos— prosiguió otro, delgado y de facciones angulosas—. Deberías sentirte orgulloso y honrado. Pero solo escogimos a uno, por desgracia.
—Te hemos llamado hoy para agendar su primera cita para que se vayan familiarizando y discutan los deberes que cada quién atenderá. Pensábamos que él podría encargarse de las decisiones de...
—No voy a unirme con quién sea que hayan escogido— le calló Alex con brusquedad, causando la indignación de todos los presentes—. Menos cuando solo quieren tenerme de títere para el trono. Yo seré el jefe y yo regiré por mí mismo.
—Nuestro trato era que te dejarías unir por un Alfa de nuestra elección y te permitiríamos ser el nuevo cabecilla del Clan Ka.
—Pues la cosa cambia. Un Omega solo puede ser marcado por un único Alfa— recordaba, ya no solo alegre por el día anterior, disfrutando con Nicolás, si no porque parecía que al fin las cosas se alineaban a su favor—. Solo un Alfa para un Omega, aunque varios Omegas para un Alfa.
—Sí. Y tú no estás marcado, es por ello que...
La sonrisa de Alex los hizo sumirse en silencio; era prepotente y maliciosa. Alcander sabía qué estupidez había hecho su hijo con solo darle un vistazo. Creía que era broma, esperaba que lo fuera, de verdad, pero se dio cuenta de la realidad cuando revisó la nuca del Omega, bajando un poco el cuello de la camisa, y viendo la mordida en su piel; aunque eran varías, repetidas en sus hombros y en la unión de éstos con el cuello, y también había chupetones. El adulto se talló las sienes con fastidio antes de gruñirle a su hijo que le pidiera a los Alfas que los acompañaban y que esperaban afuera que trajeran inmediatamente al lobo idiota que osaba abusar de esa forma de su primogénito. Alex obedeció, asegurando que aguardaría fuera junto con Caleb, seguro que el consejo necesitaba tiempo para digerir la bomba. Pasaron minutos largos, larguísimos, hasta que la puerta nuevamente se abrió; el pelirrojo menor fue el primero en ingresar y esperó unos segundos a que su acompañante le siguiera, haciendo que el resto se ahogara con un vaso de agua y curiosidad.
—Lamento la interrupción— habló Nicolás, haciendo una reverencia mientras el mayor cerraba la puerta y se colocaba a su lado—. Alex dijo que requerían de mi presencia.
—Debe ser coña— masculló Alcander entre dientes, ganándose una mirada confundida de parte del menor.
—¡¿El hijo de Moses es quien te ha marcado?!— exclamó un anciano, asestándole un golpe a la mesa—. ¡¿Nos quieres ver la cara de idiotas?!
—¿Qué...? Alex...— el peliazul miró entonces al pelirrojo Omega—. ¿Realmente les dijiste? Pensé...
—Se me acumularon las cosas. No recordé que teníamos que venir hoy— se encogió de hombros el aludido—. Quería llegar a casa por ropa limpia y volver a tu cabaña, pero de solo ver al viejo me volvió a la mente la reunión. Perdón. No quería hacerlo así...
—¡Inaceptable!— chilló otro anciano—. ¡Qué Omega tan promiscuo! ¡Dejándose marcar por el primer Alfa que se le acerque!
—Sin duda los Omegas macho son más fáciles que las hembras. Decepcionante...
—Con todo respeto— oh, no, los ojos plata oscurecieron significativamente y Alex sabía que eso no traería buenas nuevas—. No puedo permitirles que hablen así de MI pareja. Les recuerdo que eran ustedes quiénes deseaban unir a Alex con un Alfa cualquiera sin importar lo que él deseara o su poca experiencia en el ámbito romántico y sexual. Ustedes querían que el primer Alfa que se le acercara lo marcara para poder tener su nuevo jefe y que éste no fuera un Omega. Yo no quiero el trono del Clan ni tampoco quiero usar a Alex como un esclavo sexual o una máquina de cachorros. Yo— lo iba decir, el pelirrojo lo presentía—, lo— demonios, realmente estaba pasando; las mejillas del Omega enrojecian de pronto—, amo. Y él es, sin duda alguna, mi pareja destinada. Les guste o no.
—¿Y bajo con que consentimiento osas marcarlo? — reprochó el más viejo de todos.
—Bajo el de Alex. Qué es el único que me importa.
—Increible — masculló otro, decepcionado con la situación—. Esto no es lo que acordamos.
—Acordamos que me aceptarían como jefe si me unía a un Alfa. Y ya lo hice.
—¡Te has dejado marcar por el jefe de otro Clan! Él no podrá con la responsabilidad de ambas manadas.
—No tiene por qué. Yo me encargaré de MI Clan y él del suyo.
— ¿Al menos has considerado los pros y contras de tu infantil acto?
—¿Qué mierda? Esto no se trata de eso. Yo estoy con él porque quiero y puedo. Es mi decisión, independientemente de sus caprichos. ¡Cómo si me fuera a unir con el primer Alfa idiota que se me insinúe! Por Dios. Nicolás es lo único que quiero y necesito. ¡Y me trata con decencia! No como un Omega que solo está para complacerlo, si no como una persona que merece respeto. Él sabe que yo soy capaz de guiar a la manada y seguro que me permitirá hacerlo por cuenta propia.
—¡Irrelevante!
Los lobos mayores comenzaron entonces a soltar acusaciones a la pareja, negando los argumentos que éstos les habían presentado, claramente molestos por la "niñerías" del Omega. Discutían entre ellos, alegando que no podían aceptar tal situación, hasta que finalmente fueron silenciados por Alcander cuya voz profunda y rasposa resonó en toda la habitación. Los múltiples pares de ojos se clavaron en el pelirrojo adulto que parecía tan irritado como ellos.
—Un trato es un trato— sentenció el jefe, con severidad—. Mi hijo ha cumplido con su parte del acuerdo y yo espero, exijo, que ustedes lo hagan por igual.
—¡Pero...!
—Pero nada. Qué poco honor como para no mantener su palabra.
—¡Necesita un Alfa adecuado!
— Nicolás lo es— vio que el resto hacia amago de replicar, pero él prosiguió elevando un poco la voz—. Su padre era un jefe espléndido y un gran amigo de la familia, sobre todo mío. A este muchacho lo conozco desde que era un cachorro que no podía ni caminar y puedo asegurarles con toda confianza que es una persona admirable y digna de ser el compañero de Alex. Es un Alfa adecuado para él, e incluso creo que sobrepasa los requisitos con los que ustedes buscaron una pareja para mi hijo. Aún si ustedes no están de acuerdo, me temo que yo no cambiaré de opinión. Alex es mi heredero indiscutible y será el jefe de la manada.
...
Alcander estaba molesto y sorprendido, casi ofendido por las acciones de su hijo mayor y el de su mejor amigo. Luego de la reunión en la que muy a su pesar los ancianos aceptaron a Alex como su futuro cabecilla del Clan, los tres se dirigieron a la cabaña principal en un silencio espeluznante y terriblemente incómodo. Nicolás quería que la tierra se lo comiera de una vez porque temía haber decepcionado al Alfa mayor.
Cuando entraron al recinto, el resto de los que se alojaban ahí se encontraban en la cocina que conectaba con la sala. Ellos no demoraron en notar el aire sombrío y lleno de irritación que brotaba de los recién llegados, pero eso no importó tanto como el haber descubierto que Alex estaba bien y había aparecido luego de horas lejos.
—Ustedes, jovencitos, y yo, tenemos que hablar seriamente— musitó Alcander, con voz de ultra tumba y girándose a mirar al par que venía detrás suyo una vez se detuvo—. Siéntense.
Los dos obedecieron sin rechistar, acomodándose en el sofá de dos plazas de la sala y procurando estar cada uno en un extremo para no empeorar la situación. El adulto se talló la frente y se pasó las manos por el cabello, pensando cómo comenzar el regaño o lo que fuera que iba a hacer con la pareja. Y entonces sus ojos amarillos se fijaron en el otro hijo de Moses que se hallaba recargado contra el umbral de la cocina, mirando atento a los recién llegado y esperando que su hermano no hubiese hecho algo demasiado estúpido.
—Jace, ¿sabías dónde estaba Alex?— preguntó el pelirrojo mayor.
—No. Ayudé a Luci a buscarlo por los alrededores, pero no lo encontramos.
—Pero sabías dónde estaba Nicolás.
—Sí. Luego de regresar junto a Scott de la caza, fui a la cabaña que nos prestó para hospedarnos y apenas abrí la puerta me di cuenta que el promiscuo de mi hermano estaba ocupado— explicaba el tatuado, con tranquilidad, pero confusión; el aludido estaba encogiéndose en su sitio con vergüenza absoluta—. Toda la casa olía a coito y Omega, así que me fui para darle privacidad y llegué aquí.
Hubo una pausa. Jace se cruzó de brazos y miró con severidad al peliazul que estaba más rojo que una fresa, al punto que sus orejas y cuello poseían el mismo color.
—¿Ahora que pendejada pendeja hiciste? — inquirió el menor, casi gruñendo.
—No es una pendejada— masculló Nicolás, sin mirarle y enrojeciendo más, de ser posible.
Alcander se acercó a pasos veloces al Omega y retiró pronto el cabello y la ropa de su cuello, exponiendo la marca al resto de los presentes que a penas podían verle desde ahí.
—Con un carajo, Nicolás— se quejó el de ojos vino, arrugando las cejas en desacuerdo y casi gruñendole a su hermano al unir los puntos y caer en cuenta de lo que pasaba—. Dime qué no es cierto.
El mayor abrió la boca por unos segundos antes de volverla a cerrar, sin poder decirle a su hermano lo que quería escuchar; no le gustaba mucho mentir y menos cuando era algo por lo cual no debía hacerlo. No sé arrepentía, de verdad que no, pero todos lo estaban mirando casi como si hubiese matado a alguien.
Los pasos pesados de Jace se escucharon por el lugar conforme avanzaba y se sentaba en el sofá que había justo frente a la pareja, cruzado de brazos y con sus ojos refulgiendo como el infierno mismo.
—Dame tus excusas antes de que te castre— exigió el perforado, claramente irritado.
— Sí— corroboró Alcander, caminando hasta plantarse frente al Alfa y el Omega—. Yo también quiero que me expliquen en qué estaban pensando. Agh. Ese es el problema, ¡ni siquiera estaban pensando! ¡¿No se dan cuenta del gran significado que tiene la marca?! ¿Como pudieron ser tan irresponsables?
—No exageres— replicó Alex, insolente hacia su padre como siempre—. No somos unos niños estúpidos.
—Pues parece. ¿Por qué crees que te puse guardias? ¡Para evitar esto desde un principio! Dios. Sé que Nicolás no es un mal muchacho ni nada de eso, pero... ¡¿En qué momento creyeron que era necesario el unirse?! Esto es irreversible.
—Lo sabemos.
—¿Entonces por qué lo hicieron?
—Porque queríamos— susurró Nicolás, con la mirada clavada al suelo, sumiso, mientras Alex parecía a la defensiva en todo momento.
— Es... ¡Agh! Bien, maldición. Expliquenme cómo sucedió esto. Y si me entero que me están engañando, yo mismo romperé su cuello. Pero rápido que me colman la paciencia.
— Ayer fui a hablar con Nick...
—No me quieras ver la cara, Alex.
—No lo hago— espetó, arrugando la nariz—. Te estoy diciendo la verdad. Así que déjame hablar, joder. Fui a su cabaña para hablar con él sobre un beso...
—¿Lo besaste?— inquirió curioso Scott desde la cocina, disfrutando todo como si fuera una telenovela y ganándose una mirada fulminante de Alex.
—Sí. Cuándo me enseñó a convertirme. Luego de eso lo estuve evitando y él tampoco parecía querer hablarme. Yo estaba asustado— aquello era algo tan incapaz de suceder que la mayor parte de los presentes le miró con extrañeza y sorpresa; el Omega no solía admitir su miedo frente a otros—. No sabía que estaba empezando a sentir. Es muy raro todo cuando estoy con Nick a cuando estoy con algún otro Alfa. Se siente tan natural y correcto. Y simplemente lo besé. Durante semanas quise negarme a lo que pasaba, pero no funcionaba.
—Y...— Nicolás suspiró tembloroso—. Yo lo acepté de inmediato. Entendía lo que todo eso significaba, desde que usted me hablaba de Alex conforme pasaban los años, cuando lo conocí en persona y hasta ahora, pero sabía que él no iba a estar de acuerdo. No creí que quisiera atarse a un Alfa ni por necesidad, así que tomé distancia, le di su espacio. Entonces ayer apareció frente a mi puerta y dijo que quería hablar conmigo.
—Le pedí disculpas por lo que había pasado. No quería tener problemas con el jefe de otro Clan y me molestaba demasiado el seguir ignorandonos. Además de que le pregunté si había sido solo por mis hormonas de Omega que había correspondido. Quizás me estaba imaginando cosas yo solo. Pero dijo que no era por eso. Y lo discutimos como personas maduras.
—Uy, sí— musitó el pelinegro, ganándose un sape de parte del pelinaranja a su lado para que dejara de interrumpir.
—Estaba pensando qué hacer con respecto a nosotros— decía Alex, ignorando la molesta voz de su hermano menor en esos momentos—. Sobre cómo lo hablaríamos con el consejo y tal.
—Y le llegó el celo— agregó el peliazul, atemorizado en cuánto los ojos amarillos se clavaron en él con intensidad—. ¡Pregunté si llevaba supresores y dijo que no! Decidí llevarlo a mi cuarto, sé que suena mal, pero solo lo llevé ahí para evitarnos problemas. Mi plan era que él se quedará en la habitación, encerrado, y yo esperaría fuera a que Jace llegara para ir por Louis o Scott. Le juro por mi padre que yo no quería hacerle nada. Temía lastimarlo o que se arrepintiera después de sus acciones. No estabamos en un estado decente y traté, de verdad que sí, de no sucumbir. ¡Pero no me estaba ayudando! Casi le suplicaba que se encerrara y él solo negaba una y otra vez.
— Nicolás. Si abusaste de Alex...
— De eso nada— le calló el último mencionado—. Yo le dejé hacerlo. Yo le di permiso.
— Es mi culpa— decía el Alfa, apesumbrado—. Debí tener mejor autocontrol. Yo creía que Alex estaba mal, que ya estaba delirando por el celo. Decía cosas muy vergonzosas. Le advertí que podría hacerle daño, o que quedara en cinta. ¡Peor, podría marcarlo! Y él simplemente decía que estaba bien.
—E insistí hasta que cedió, al menos a tener sexo, porque seguía negándose a marcarme aún si se lo pedía.
—Yo pensaba que sería mejor hablar con usted antes de hacerlo. Sonaba como lo más prudente y sensato.
—Pero luego de que se lo pedí varias veces— la realidad es que Alex literalmente le había rogado como si lo hiciera por su vida—, volvió a doblegarse. Y me marcó.
— ¿Eso sólo fue una visita para hablar?— preguntó burlón el de ojos púrpuras, tan sorprendido como el resto—. No quiero saber cómo es cuando quedan para coger.
—Eso es lo de menos, idiota— le aseguró el pelinaranja—. ¿No te das cuenta de las cosas?
—¿Qué? Alex solo se dejó llevar por las hormonas del celo y porque había un Alfa con él.
—Por supuesto que no—refutó el Omega, mirándole casi ofendido—. No es el primer celo que tengo. Incluso tú me llevaste Alfas para desahogarme un poco durante esos momentos y a todos los rechacé.
—Alex no reaccionó solo a las hormonas— dijo el rubio, con entendimiento—. Es algo más que eso, Scott.
—¿Qué podría ser?
— Déjenme ver si entendí — rugió Alcander, tallandose otra vez las sienes con agotamiento y mirando con gran severidad al par—. ¿Me están diciendo lo que creo que es?
Los ojos oscuros del primogénito miraron al otro lobo a su lado, notando que éste asentía con extrema suavidad, pasando de los demás que estaban expectantes y finalmente fijando sus ojos en el único adulto.
— Nicolás es mí Alfa destinado.
Alec escupió toda el agua que en algún punto había estado bebiendo, ensuciando la mesa y recibiendo muecas de asco en su dirección. Scott casi se cae de la silla en la que se encontraba, de espaldas, con ojos muy abiertos y la quijada caída. Alcander estaba tan anonadado como el resto, inspeccionando el rostro de su hijo que le sostenía la mirada; podía ver que Alex estaba siendo honesto, sobre todo porque era fácil saber cuándo mentía descaradamente y ese no era el momento. Él siempre perjuró que nunca se dejaría atar por un Alfa, que estaría solo y que no necesitaba a una tonta pareja. No creía en el destino ni en las parejas, además de que odiaba la idea de ser marcado por alguien como si fuera propiedad. Más de un Alfa trató de someterlo, pero nunca se doblegaba ante ellos. Parecía ni inmutarse ante los del otro género. ¡Era impresionante que entonces ya había caído redondito a los pies de Nicolás! Parecía incluso disfrutar el hecho de estar unido a aquel Alfa.
—¿Nicolás?— le llamó el adulto, de brazos cruzados—. ¿Qué tienes para decir?
—Yo— hizo una reverencia, con el puño encima del corazón, durante el tiempo en el que habló—. Lamento que las cosas se hayan dado en este orden y si causé problemas con el consejo. Pero le prometo, en nombre de Madre Luna, que yo me dedicaré a amar, respetar y cuidar de Alex.
—No me arrepiento— intervino el Omega, bajando la cabeza con cierto deje de respeto y petición—. Aún si te molesta, acepta nuestra decisión.
El pelirrojo Alfa resopló por la nariz, observando a cada uno de los menores sentados frente suyo, aún reverenciandose a su manera y guardando un absoluto silencio.
— Maldita sea— gruñía, pasándose las manos por el cabello—. Me van a matar de un jodido coraje y me sacarán canas pronto con todas sus ideas. ¡Ya dejen de reverenciarse! Dios... Yo sé cómo son los dos y es cierto que se ajustan bien con el otro. Estoy seguro que no están mintiendo al respecto. Si Alex no hubiera querido ya le habría reventado los huevos a Nicolás desde un principio. El consejo puede no estar del todo de acuerdo, pero yo sí. Acepto que estén juntos y que se hayan enlazado. Ya están grandes, supongo, así que espero que sean responsables con su relación y sepan cómo llevarla, ¿entendido? O yo mismo romperé su maldita conexión.
—Muchas gracias— casi chillaba Nicolás, a punto de lanzarse a abrazar con emoción al adulto, con sus ojos brillantes de alegría.
Alcander resopló, restándole importancia al asunto con un ademán de mano. Un suspiro escapó de los labios de Jace aún en el otro sofá, luciendo anonadado y fingiendo estar decepcionado.
—Tantas personas en nuestro Clan — decía, negando con la cabeza—. Y te unes con un Omega que está a días de viaje. Tienes unas decisiones tan... Tuyas.
—Upsis.
—Vamos a tener que hablar bien de esto cuando regresemos. Tiene que estar Ema.
Nicolás asintió totalmente de acuerdo, aunque primero tendría que arreglar todo con Alex; había tantas cosas que atender y solucionar con lo que harían a partir de ese momento, pero al Alfa realmente le preocupaba poco con saber que había encontrado al amor de su vida y todos lo aceptaban. Una sonrisa ligeramente melancólica se abrió paso en su rostro al imaginar cómo hubiera sido si su padre siguiera vivo. Seguramente Moses se sentiría feliz y le daría el hora buena, para luego abrazarlo fuertemente y llorar desconsolado porque su pequeñito ya era todo un hombre y un Omega ya lo había alejado de su lado.
— Él era un emocional— musitó Jace de repente, sabiendo lo que su hermano pensaba con facilidad, poniéndose de pie y regresando a la cocina, muerto de hambre.
Nicolás rió suavemente, asintiendo un par de veces mientras bajaba la mirada, agotado de todas las emociones vividas en las últimas 24 horas, sin mencionar que no había tenido ni un minuto de sueño y solo podía pensar en comer para luego irse a dormir por un muy buen rato, toda la tarde y noche, si era posible. El perforado le pidió ayuda a la rubia para cocinar a la par que todos entonces comenzaban a hacer sus respectivas cosas con naturalidad, todos menos el pelinegro que simplemente veía al resto como si estuvieran dementes.
—¿Acaso escuché bien?— decía, totalmente impresionado, mirando entonces a su hermano de ojos amarillos que le observaba como si fuera un estúpido—. ¿Alex, el señor independiente, el "no creo en el destino", mi hermano mayor casto y puro que se queja con el sexo, acaba de decir que se dejó marcar por su Alfa predestinado?
— ¿Qué chingados no entendiste todo lo que dije?— le reclamó el mencionado, cruzado de brazos y dejando de ordenar la mesa.
—Sí, pero... ¡Es que no puedo creerlo! ¡¿Cómo es posible?!
—El destino— musitó Leo, más como una duda que como afirmación.
—Sí, pero... — se les unió su padre, limpiando una estúpida mancha en la madera que no se iba sin importar cuanto tallara—. Es algo más profundo que eso. Es...
—Alex pudo mandar a la verga a Nick si hubiese querido— comentó Alec, divertido por la confusión de los otros dos—. Destinados o no. Simplemente se aman más allá de cómo se han planeado las cosas, ¿no creen? Porque sí han pasado mucho tiempo juntos desde que se conocieron, creí que se darían cuenta de la química y tensión entre ellos, pero veo que no.
—Es verdad— corroboró el Omega mientras se dedicaba, de nuevo, a acomodar con desinterés los cubiertos frente cada asiento—. Es increíble cuanto lo amo por lo idiota que es.
Y el de ojos púrpuras comenzó a ahogarse con su propia saliva por el asombro. Alex lo había dicho con tanta naturalidad. Gill y Alec, por otro lado, observaban enternecidos al pelirrojo menor que alzó su oscura mirada hacia el resto, sin entender su estupefacción. Cayó en cuenta de sus palabras cuando recapituló lo sucedido, escuchando a su hermano menor toser con vehemencia en busca de desobstruir su tráquea, y se fijó en el peliazul que, sonrojado, le obsequiaba una sonrisa cariñosa y divertida.
—Ni te atrevas a decir algo— amenazó el mayor, apuntando con el filo de un cuchillo al otro.
—Ni siquiera he hablado.
—Pero sé en qué mierdas estás pensando—sentenció, clavando el cubierto con facilidad en la mesa—. Así que, calladito te ves más bonito.
El Alfa no dijo nada, se limitó a besar su mejilla y a tomar el mango del cuchillo que aún estaba incrustado en la mesa, asegurando que lo necesitaba para cortar algunas verduras que freiria. Alex gruñó, sobre todo cuando vio la mirada reprobatoria de su padre por haber dañado la mesa donde comían.
—Ah— suspiró burlón el peliplateado—. El amor. Cambia a las personas.
—Para bien y para mal— comentó Gill.
...
Podía oír como su Alfa hablaba por su móvil con alguien, pero no sabía quién ni de qué se trataba, solo era consciente de que había tensado al muchacho de ojos plateados y, por ende, también a él. Poco después, le vio marcharse con Jace por el camino que daba a la cabaña principal, haciéndole suponer que iba a hablar con su padre, pero desconocía el tema.
Aguantando la curiosidad, continuó con sus deberes, ayudando a sus hermanos a entrenar a los cachorros que, a esas horas, ya se trataban de jóvenes adolescentes que se acercaban mucho a su edad. Esto representaba un ligero problema para el pelirrojo, porque los muchachitos Alfas se regodeaban en sus habilidades y su "superioridad" para llamar su atención, a veces comenzando a coquetear con él de una manera tan ridícula que, más que molestarlo, le provocaban ganas de carcajearse.
Para ese entonces, les habían indicado que hicieran parejas para una actividad así que, mientras el grupo de al menos treinta personas se arreglaban entre sí, los tres hijos de Alcander hablaban tranquilamente sobre otras cosas, dándoles como mucho cinco minutos para que se pusieran de acuerdo con respecto a sus compañeros de trabajo.
—¿Por qué no traes la venda?— preguntaba Louis—. Al se va a enojar cuando se entere.
—Qué me importa— se jactó el mayor, sobandose el cuello por debajo del mentón—. No me gusta usarla y la herida está casi cicatrizada.
—¿No se te ha infectado? — indagó el pelinegro.
—Nah. Nick no deja que eso pase.
—Uhm...— el menor de los tres asintió, para luego ser atacado por una especie de escalofrío que le recorrió la espalda, tensandose sus hombros un segundo—. Aún no me acostumbro.
—Y no creo que eso vaya a pasar pronto. Ni siquiera yo me he hecho a la idea.
—Y. ¿Al menos ya arreglaron todo? Ya ves, son de Clanes distintos.
—Sí. Lo hemos estado discutiendo bastante. Para los celos él dice que puede venir, que puede dejar a Jace o Emanuel a cargo durante el tiempo que esté ausente. Le dije que yo también podía ir, pero me lo negó de inmediato; no quiere que viaje solo con mi celo esperando a la vuelta, tiene miedo de que me pase algo.
—Suena razonable— aceptó el más alto—. Ahora, la verdadera pregunta...
—¿Qué van a hacer con los cachorros? Recuerda que ambos necesitan descendencia y sabemos, vaya que sabemos, que no tienes ganas de tener hijos.
—Pues... Aún no tocamos ese tema... No tengo muchos ánimos de hablar sobre ello...
Ninguno agregó nada más a la charla.
Al ver que los demás jóvenes se encontraban ya listos, Louis les indicó las instrucciones de manera explícita y, cuando culminó, Alex comenzó a anotar a las parejas para poder hacer comentarios escritos acerca de cómo trabajan con alguien más y por si debían dar algún tipo de castigo. El lugar se encontraba sumido en murmullos de los muchachos que hablaban entre sí para entretenerse en lo que el pelirrojo terminaba con su labor y antes de ponerse manos a la obra.
—Alto— dijo el de ojos oscuros, deteniéndose frente a un par de Alfas a quienes señaló con el lápiz de manera severa—. Ustedes no van a estar juntos.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Son un desastre cuando están los dos. Siempre se emparejan así y nunca trae nada bueno. Necesitamos sacarlos de su burbuja.
Louis y Scott estaban de acuerdo con su hermano, por lo que no demoraron ni un segundo en mirar al resto de los presentes, fijándose sin remedio en un par de Omegas que yacían juntos; eran de los jóvenes que tenían más carácter y las mejores notas, sobresaliendo tanto como los mejores Alfas del grupo.
—Emparejalos con Iván y Natalia— musitó Scott, viendo como los nombrados hacían muecas de disgusto con la idea, a punto de reclamar.
—Sí. Mejor— la mano de Alex se apresuró a escribir las dos nuevas parejas—. Iván con Mark y Natalia con Brandon.
—¡Nos van a retrasar! — se quejó uno de los Alfas, señalando con enojo a los dos Omegas.
—Lo dice el que está en último de la lista— se defendió la joven—. Nosotros estamos en los primeros mejores.
—¡Son Omegas! Deberían estar cuidando a las crías o aseando por ahí.
—Callate, impotente.
—¡Suficiente! Van a trabajar como les he indicado o los castigaré. ¿Entendido? Me importa una reverenda mierda si son Alfas, Betas u Omegas. Tienen que aprender a trabajar entre sí.
Callaron, y Alex prosiguió con la anotaciones veloces, con la horrible caligrafía que solo su familia y Lucia eran capaces de entender.
—Que Omega— bufó el joven que se llamaba Brandon, bajito, pero lo suficientemente alto como para que le escucharan; el pelirrojo se volvió a detener para mirarle con severidad—. Necesitas un Alfa que te controle. Y quizás que te coja para que dejes de ser tan amargado.
Scott no demoró en alertarse y miró con cierta preocupación al pelinaranja que aún se encontraba a su lado, el cual se sobaba las sienes con cansancio y sabiendo la tormenta que se avecinaba.
—¿Ah, sí?— indagó el mayor, cruzándose de brazos y acercándose al jovencito, de cabello negro y ojos ámbar, quién era menor que él por solo un par de años y aún así era centímetros más alto.
—Sí. Ya sabes, un buen Alfa.
—Uhm. ¿Cómo quién? —el más joven sonreía prepotente—. ¿Un Alfa como tú?
—Claro.
Las cejas rojizas de Alex se alzaron con inquisitiva y asombro, que pronto se volvió diversión. Para cuándo se dieron cuenta, el pelirrojo ya se estaba carcajeando como si le acabaran de contar el mejor chiste que alguna vez hubiese oído.
—Eres un niño— sentenció el mayor, aún riendo suavemente luego de largos segundos perdiendo el aliento—. Primero aprende a limpiarte la cola, por Padre Sol, y luego tratas de coquetearme. Sí, sí. Necesito un Alfa hecho y derecho, decente, pero no me va a mangonear ni a controlar. Tienes muchas cosas que aprender.
—¡Soy un Alfa de verdad! No puedes rechazarme.
—No lo eres. Y ya lo hice. Lamento romperte tu estúpido ego inservible y de niño berrinchudo, pero no cumples mis expectativas.
—Además— la voz de un Alfa recién llegado resonó justo detrás de Alex que hasta ese momento se percataba de su presencia—, ya lo marqué.
La cara del adolescente se había teñido de un rojo casi tan intenso como el cabello del Omega mayor, por la vergüenza de la humillación y la rabia que esto le causaba. Nicolás le miró con rostro estoico, inclinado ligeramente por encima del hombro de su pareja que ni se inmutaba y se limitaba a seguir riendo por lo acontecido.
—Creí que estabas con Jace— dijo Alex, girándose ligeramente para mirar al peliazul que le dirigió toda su atención.
—Oh, vine por Scott— sonrió apenado—. ¿Puedo llevármelo?
—Por favor— le respondió Louis, ganándose un golpe del pelinegro que había soltado un resuello lleno de ofensa fingida.
—Vamonos, Nick, aquí no nos aprecian.
Así, Scott tomó al mayor de la muñeca y se lo llevó por donde había llegado, dejando que él apenas pudiera despedirse del pelinaranja y el pelirrojo con un meneo de su mano.
—Bueno, vamos a continuar con el entrenamiento.
...
—¡¿Cómo qué Jace y Nicolás se van a su rancho?!— chilló Alec, manoteando a Gill que se encontraba sentado junto a él en el sofá—. ¡Nooo!
—Ya tienen que irse— decía la rubia, metiendo las manos para evitar que el Beta mayor siguiera siendo abusado de esa manera, quejándose cual niñito por los golpes bastante pesados del peliplateado—. Se han quedado mucho tiempo aquí, y tienen que volver. Además, oí que tienen problemas que resolver allá.
—¡¿Y cuando se van los desgraciados?!
—En un rato. Cuando Scott esté listo.
—¡¿Se va a ir con ellos?!
—Solo por un tiempo.
Entonces, Alex bajó las escaleras e ignoró los llantos fingidos y exagerados del Beta menor que se abrazaba dramáticamente al rubio, fue directamente a la cocina a comer una manzana o algo por el estilo. Alec le gritó algo inentendible desde la sala, ocasionando que el pelirrojo se le acercara, pelando una naranja con sus manos brutas.
—¡Se van a su rancho!
—¿Eh?
—¡Diles que no!
—¿Está delirando o de qué está hablando?
En el momento en que Lucia estaba dispuesta a explicar lo que sucedía, dando palmaditas en la espalda al peliplateado que parecía drama Queen, la puerta principal se abrió y por ella entraron los dos hermanos del Clan Mizu, llevando consigo sacos de lino que contenían las pertenencias con las que habían llegado.
—¿Scott aún no está listo?— gruñó el de múltiples perforaciones, dejando caer su bolso sobre la madera y encaminándose a las escaleras—. ¡Precoz, baja de una vez o te traeré arrastrado de las greñas!
—¡Ya voy!
Ruidos de cosas moviéndose y golpeándose provenían del piso superior. A los segundos se oyeron pasos corriendo por el pasillo y Scott emergió por las escaleras con un bolso relativamente pequeño sobre su hombro derecho; Louis bajaba tras de él, calmado y extrañado en comparación del menor que hasta parecía emocionado.
—¡No!— chilló Alec nuevamente.
—¿Ya se van? — indagó el pelinaranja, clavando sus ojos amarillos en el tatuado.
—Sí. Ya estuvimos mucho tiempo aquí. Debemos volver. Ema está al borde de un colapso nervioso.
—¿Se devuelven? — Alex se cruzó de brazos y miró al peliazul que asintió acongojado, luego admiró a su hermano de ojos púrpuras—. ¿Tú irás?
—Necesitan ayuda con unas cosas. Al piensa que es lo mejor que sea yo quien vaya con ellos.
—¿Al menos ya estás listo?
—¡Síp!
—Estupendo. Vámonos de una vez, que el viaje es largo. Tres días en forma humana y caminando.
—Al menos despidanse— señaló Nicolás.
Así fue como Scott aseguró que volvería en un par de días, a lo mucho semanas, abrazándose, como despedida, a los Betas; Alec se negaba a soltarlo, pero al final Gill logró despegarselo de encima. Con sus hermanos se limitó a chocar los cinco, recibiendo súplicas de ellos para que no hiciera nada demasiado estúpido.
Jace, por otro lado, fue muy sencillo y nada físico en despedirse del resto; con Alex apenas si había intercambiado más de dos sílabas. Y Nicolás se despidió de abrazo, solo besando la mejilla de Lucia para ocasionar su risa durante unos instantes, tornándose tímido cuando se plantó frente al pelirrojo para decirle que ya se marchaba.
—Me tengo que ir— decía suavemente el Alfa, jugando con sus dedos nerviosamente y sin mirar al Omega que se mantenía con las manos embutidas en las bolsas de su pantalón.
—Llama cuando llegues, ¿quieres?
—Sí.
—Ve con cuidado.
—Lo haré. Lamento no haberte dicho antes...
—Está bien. En cualquier momento ibas a tener que regresar a tu Clan. Eso ya lo sabíamos— decía, mientras los brazos del Alfa se enrollaban en su cuello y su mentón descansaba sobre la coronilla de su Omega—. Te llamaré a diario.
—Por favor— pedía el menor, sintiendo las manos del bajo contra su espalda, justo en su cintura—. No me quiero ir y tampoco te puedo llevar. Te voy a extrañar.
—Yo también... Te amaré a diario...
Nicolás afianzó su abrazo, ganándose un quejidito del mayor, y buscando esconder su rostro en los cabellos brillantes del otro. Alex se permitió fruncir el entrecejo, empujando suavemente al otro muchacho para, al menos, despedirse de frente, mas se sorprendió al ver lagrimitas que bajaban por las mejillas de éste y un brillo singular se vislumbraba en sus ojos del color de la Luna.
—¿Por qué estás llorando?— graznó el pelirrojo, entre angustiado y molesto.
— Perdón...— masculló, con los dedos toscos del Omega limpiandole las gotitas de agua salada—. Estoy muy feliz... Lo siento...
—No pidas perdón, tonto.
Alex suspiró con derrota, viendo como el menor se esforzaba en contener las lágrimas con poca efectividad. El pelirrojo obligó a Nicolás a inclinarse a la vez que se estiraba lo suficiente para besarlo en los labios, más de una vez y sumiéndose de lleno en su burbujita de pareja, llena de corazoncitos y brillos cursis. Sin embargo, no era momento de hacer eso y Jace se comenzaba a impacientar, por lo que se acercó a su hermano y, sin medir su fuerza, lo golpeó en la curvatura de la espalda, causando el dolor inmediato en esa zona y que el mayor se separara del Omega para mirarlo con cierto resentimiento.
—Lamento echarles a perder su Luna de Miel, pero tenemos que irnos ya— sentenció él, dirigiéndose de una vez a la puerta y tomando su equipaje en el camino.
—Es verdad— Nicolás se sonrojó y, finalmente, fue detrás de su hermano—. Hasta luego. Scott regresará sano y salvo, no se preocupen.
Y los tres salieron por la puerta principal.
...
Estaba a nada de tener un ataque de pánico, podía sentirlo avecinandose de una manera horrorosa e inenarrable. Lo peor es que su hogar se sentía tan solo sin sus hermanos, siendo él la única persona presente y oyendo solamente el viento silbante.
Se encontraba tumbado sobre el sofá, boca abajo y claramente con pocos ánimos de mover si quiera un músculo, limitándose a suspirar con inmensa derrota. Quería algo de ayuda con los problemas que estaban sucediendo en ese momento con el Clan; Nicolás ya debía estar en camino, pero iba a tardar un buen tiempo de todas formas.
La puerta se abrió, ocasionando que el muchacho en la sala se incorporara, observando a un Beta, que era de los que vigilaba una de las fronteras del Clan, acompañado de un joven apenas unos centímetros más bajos que él. El de ojos turquesas se levantó de un salto de su sitio, peinándose los cabellos, acomodándose la ropa y posicionando los lentes sobre su puente de la nariz para ir rápidamente hacia los recién llegados.
—¿Estabas durmiendo?— preguntó el muchacho Beta, alto y de cabellos tan oscuros como la noche.
—No. Pero estaba descansando, eso es todo. ¿Ocurre algo?
—Uhmhm— los ojos turquesa del joven al mano en ese entonces, se clavaron en el castaño en cuanto el vigía le señaló —. Es Carlos, del Clan Ki. Ha dicho que Teo, su hermano, le ha pedido que venga personalmente a ayudar con los inconvenientes.
—Oh...— miró los ojos verdes del Beta y luego a los avellanas del recién conocido—. ¡Oh! Uhm. Ah. Mucho gusto. Soy Emanuel, el hijo menor de Moses y el que está a cargo por el momento del Clan. Agradezco mucho que se haya tomado las molestias de venir. Ahm... Puedes retirarte, Shin, yo me encargo a partir de aquí. Gracias por traerlo.
—No hay de qué.
El Beta no tardó en marcharse con una sonrisa, dejando a un Emanuel sumamente nervioso, con las mejillas aún más rosadas que de costumbre, y a un Carlos que miraba estoico el lugar.
Empujando los lentes que se resbalaban por su nariz, el de pelo índigo se hizo a un lado y le permitió al otro lobo que pasara al interior de su hogar, cerrando la puerta después e invitándolo a tomar asiento en el sofá. El castaño aceptó sin decir nada, acomodándose gracilmente sobre los cojines el mueble y viendo interesado, con sus orbes avellanas metódicos y frívolos, como el menor corría a la cocina, balbuceando preguntas a su persona; ¿Quiere beber algo? ¿Le puedo ofrecer cualquier cosa?
Carlos aceptó una taza de té de menta, escuchando como el contrario inmediatamente comenzaba a mover cosas en la alacena y en las gavetas, encendiendo poco después el fogón donde calentó a gran temperatura el agua que, posteriormente, sirvió en un par de tazas junto a las hojitas de menta. Para cuándo regresó, tembloroso como se encontraba, indagó si deseaba algo más con su bebida, como dulces o miel para endulzar el líquido traslucido, pero el moreno negó suavemente. Sentados ambos en el sofá, con sus tazas en manos y con sus respectivas miradas fijas en cosas distintas, se sumieron en un silencio que al menor le causaba incomodidad.
—Teo me informó que estaban teniendo ciertos problemas con los cultivos— habló el castaño, por fin, viendo que el adverso elevaba sus ojos a su persona—. Él no puede venir. Val y yo llegamos hace poco, y nos quedaremos hasta que sea necesario.
Emanuel abrió la boca para decir algo, mas el contrario le calló con rapidez al levantar únicamente una mano.
—No me trates tan formal. Mis hermanos pueden ser más grandes que tú, pero yo no y no hay necesidad de hablarnos así. De cualquier forma, sé que ni a ellos les tratas así.
—Es... Lo siento. Entro en pánico cuando conozco a alguien nuevo y no sabía si eras mayor o algo parecido. En parte... Es la costumbre. Perdón si eso te ha hecho incomodar.
—Fue raro, es todo. Solo los adultos y niños me tratan de usted, al menos así es de donde vengo.
El peliazul asintió y llevó la taza a sus labios para tomar de ella un sorbito, sintiendo como lentamente se relajaba por la familiaridad que Carlos implementaba para hablarle, pero aún temeroso de éste ante la cara inexpresiva y madura que portaba, aunque, siendo hermano de Valentina, podía esperarse una actitud similar.
—Mi hermana se ha quedado en la cabaña que suele usar cuando viene— explicó el moreno al ver la duda escrita en los ojos del menor—. No es de viajar mucho y se ha cansado demasiado. Se durmió en cuanto tocó la cama.
—Uhm... Es verdad. Val está hecha para estar en su hogar, no para explorar. ¿Tú no estás cansado? No es una distancia muy larga de tu Clan al mío, pero de todas formas...
—Estoy fatigado, debo admitir, pero me pareció prudente anunciar nuestra llegada y presentarme. Espero no haber sido inoportuno.
—Oh, no, no. No ha sido así— el peliazul se encogió de hombros y sonrió tímidamente—. No estaba haciendo nada urgente.
—Es un alivio, entonces.
Los ojos del contrario parecían sonreírle con compasión. Lucían como si se dirigieran hacia su persona con una mirada cálida y extrañamente familiar, pero eso no le inquieto ni le molestó, al contrario.
En un silencio tranquilo, Carlos bebió rápidamente su té y dejó la vajilla sobre la mesa de centro. Emanuel podía notar lo cansado que el otro se encontraba y estaba a punto de decir algo al respecto.
—Será mejor que me vaya— musitó el castaño e inmediatamente se puso en pié; el peliazul le imitó, aún con la taza en las manos y casi derramando su contenido—. Me disculpo, pero realmente debería ir a dormir un poco.
—Sí. No. Tienes razón. No luces muy... vivaz en estos momentos— concordó, dejando sonoramente la taza sobre la mesa, junto a la que ya estaba vacía, y se encaminó a la puerta para despedir al contrario—. Muchas gracias por venir a presentarte y avisar que ya han llegado, aunque no es razón para descuidarte, ¿bien? Ve a descansar, podremos hablar de todo después. Oh, ¿podrás volver solo? Puedo acompañarte si lo necesitas.
—No. Estaré bien— aseguró y Emanuel asintió sin más, con la manilla de la puerta entre sus dedos y dejando que el aire de fuera se colara a la casa—. Parece que tú también necesitas algunas horas de sueño. Nos veremos después, entonces.
Le vio marcharse y cuando estuvo lo suficientemente lejos, cerró la puerta de su hogar, llevándose los dedos a la zona inferior de los ojos, por debajo de las pestañas pequeñas y tocando la piel de ahí como si fuese capaz de sentir las ojeras. ¿Se veía tan mal acaso? Qué vergüenza, teniendo en cuenta que el otro parecía igual de cansado que él y aún así mantenía la elegancia en todo momento. Hizo un pequeño mohín con el labio, esperando que sus hermanos llegaran pronto porque eso de encargarse del Clan no era cosa fácil y menos sin ayuda alguna.
Esto aún no termina, perdón. Pero es que son tantas palabras que se está comenzando a trabar el editor de texto de Wattpad, así que continuaré en otra parte de la historia. Gracias por su comprensión.
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