Clanes pt. 2
Qué su primogénito fuese un Omega lo cambiaba todo. Eso significaba que tendría grandes problemas con el consejo porque ya todo el Clan era consciente de la situación. Pero por el momento no podía hacer nada; Alex estaba en su habitación, soportando el celo y siendo custodiado por sus dos hermanos Alfas con la intención de no dejar a ningún otro entrar. Mientras tanto, Alcander yacía en su oficina, recargado contra el escritorio de caoba, de brazos cruzados y con la mirada amarilla fija en el grupo de Betas que acababan de llegar a sus territorios.
—¿Qué los ha traído aquí?— quiso saber, claramente con poca alegría.
—Verá— habló el mayor de los tres—. Nosotros no tenemos manada y hemos viajado muchas Lunas para encontrar algún Clan que pueda aceptarnos. Como debe saber, es más fácil sobrevivir en compañía.
—Es verdad, pero... ¿Qué le ha pasado a su familia?
Los dos menores se miraron con tristeza antes de fijar su atención en el rubio que, compungido y melancólico, comenzó a explicar su situación, aguantando el molesto nudo en su garganta y las lágrimas que picaban en sus orbes azules. Su voz era calmada y casi salía de sus labios como un susurro lastimero que al pelirrojo mantenía tranquilo e interesado.
—Ya veo— decía el jefe, examinando con la mirada a los tres jóvenes, reafirmando que no eran más que unos Betas tranquilos; no traerían problemas en su manada—. Pueden quedarse. Espero no tengan inconvenientes aquí, ya que la mayoría del Clan son Alfas y suelen ser difíciles de manejar.
—Trataremos de no causar algún conflicto. Se lo agradecemos de todo corazón.
El hombre echó parte de su largo cabello rojizo hacia su espalda, viendo a los menores que hicieron una ligera reverencia.
—Por el momento no tenemos cabañas disponibles— explicaba Alcander, colocando su mano sobre el mentón en un gesto pensativo—. Me temo que tendrán que quedarse en la casa principal durante un tiempo.
—Si eso le parece lo correcto, estamos de acuerdo.
—Bien. Vengan conmigo. Les enseñaré donde dormirán y les explicaré cómo funcionan las cosas por aquí.
...
Estaba cansado, sentado en su silla mientras revisaba miles de papeles con demasiada información; había dejado que un grupo de extraños se estableciera en sus terrenos y, aunque parecían personas decentes, no se fiaba mucho de ellos. También estaba el problema con el consejo que exigía, demandaba, una reunión urgente con él para hablar acerca de su hijo pelirrojo, seguramente para desestimarlo por su naturaleza y para revocarlo del puesto a heredero del mandato. Y, como si fuera poco, podía ver como este mismo muchacho era acosado por toda la población de Alfas en la manada, andando tras de él como perros falderos en busca de algo con que copular y preñar. Sabía que su hijo no era ningún inútil, que era uno de los más fuertes de todo el lugar y que se podía defender por sí mismo, pero eso no lo dejaba tranquilo al ver como prácticamente todo el Clan se le insinuaba de una manera asquerosa y vulgar. Temía que le atacaran de manera sexual o peor aún, por lo que prefería no dejarlo solo, sin embargo, él no podía estar todo el día con Alex y sus hermanos tampoco podían hacer de sus guardias cada hora de cada día; tenían sus responsabilidades. Además, debía hacer los preparativos para recibir a otros Clanes con los que tendría que actualizar sus tratados de paz, comercio y similares.
La verdad es que no sabía qué hacer. La cabeza le iba a explotar en cualquier segundo; necesitaba salir a tomar aire fresco y pasear un poco para relajarse aunque sea una centésima de segundo. Dejó todo sobre el escritorio y se retiró de la oficina para ir al exterior, caminando tranquilamente por el pasto verde del lugar, inhalando el aire agradable y viendo a los demás integrantes de su manada cumpliendo con sus deberes de manera efectiva.
Observó a su hijo mayor hablando con un grupo de jóvenes, apenas más grandes que él en edad, y podía apreciar como, la mayoría, trataba de acercarse a su persona en demasía e intentaba tocarlo de manera nada sutil; desplazando sus manos por su cintura, bajando notoriamente con intenciones de apreciar algo más, casi tomándolo de la cadera para pegarlo a sus cuerpos y sonriendole de manera coqueta. Por supuesto que Alex se los quitaba de encima y les entregaba una mirada fulminante y severa que, por desgracia, no tomaban en cuenta y continuaban con sus intentos de cortejo. Ni siquiera lucía que estuviesen escuchando lo que él tenía para decirles.
Ya cansado de eso, el de ojos obsidiana tomó a uno de los Alfas por la muñeca y la torció para provocarle dolor y que desistiera de sus actos, sin embargo, lo único que logró con eso fue molestar a todos los lobos a su alrededor. ¿Cómo un Omega osaba a comportarse de esa forma con alguien superior a él? Las cosas comenzaban a salirse de control y los Alfas no dudaron en acorralar al pelirrojo. Alcander era consciente que podía dejarlo a su propia cuenta, si es que el resto no se atrevía a usar sus feromonas para debilitar a su hijo, pero no podía quedarse ahí nada más, como observador. Se acercó a los jóvenes y con voz gutural ordenó a cada uno de ellos que se marcharan, con el pecho inflado en autoridad y la mirada afilada con seriedad. Los muchachos, de mala gana, se fueron, seguramente amenazando al pelirrojo entre dientes y afirmando que lograrían tomarlo de cualquier forma.
—Lo tenía bajo control— espetó el menor, cruzándose de brazos y mirando molesto a su padre.
—Quizás. Pero no voy a permitir que te traten como un objeto sexual.
—Pues, odio que sea así, pero tendré que normalizar que me acosen y evitar que se sobrepasen. No veo otra alternativa con mi maldito estado.
—Alex...
—Tengo cosas que hacer, viejo. No tengo tiempo para compadecerme de mí mismo.
El adulto entonces dejó que el muchacho se retirara a algún otro lado del territorio, pero no se sentía cómodo con la situación.
...
—Muy bien— decía el pelirrojo mayor, sentado tras el escritorio, con los codos sobre éste y las manos entrelazadas justo a su nariz—. Los he traído aquí para hablar de algo importante.
—¿Tan importante como para dejar solos a los cachorros? — indagó Louis.
— Están cuidados por Caleb y Vincent, no hay de que preocuparse. Hoy tenemos que hablar de Alex.
El mencionado frunció las cejas confundido mientras sus hermanos le miraban curiosos, preguntándose si es que había hecho algo malo o el por qué aquellos Betas estaban ahí en ese momento.
—Como sabrán— continuó hablando el adulto—. Alex sigue siendo el prospecto para tomar mi puesto, a pesar de ser un Omega, pero las cosas se han tornado complicadas.
—¿Ahora qué ha dicho el consejo?— gruñó el pelinaranja y el morocho únicamente rodó los ojos con fastidio al escuchar la mención de aquellos ancianos.
—Nada que deba decirles. Ese no es el punto de esta conversación. Obviamente, todos saben que Alex es un Omega y que será el nuevo jefe, lo que implica mucho poder y autoridad para alguien de ese género. Es claro que el ochenta por ciento de la manada, aproximadamente, son Alfas y suelen ser bastante impulsivos con sus deseos de reproducirse. Ustedes mejor que nadie deben entender que suelen aprovecharse de los Omegas y Betas para su beneficio personal.
—Está bien querer tener sexo— musitó Scott, suspirando con cansancio y asintiendo—, pero hasta yo sé que no es correcto usar a los demás como esclavos. Hay muchos Omegas y Betas que son mejores a muchos Alfas en este Clan.
—En efecto. No quiero minimizar a Alex, pero no puedo arriesgar su bienestar...
—No me gusta a dónde va ésto...
—Yo no puedo estar detrás de él todo el tiempo y ustedes tampoco, por ello me gustaría ver si sería posible que los nuevos integrantes aquí presentes se encarguen de eso.
—¿Me quieres poner unos jodidos guardias?
—¿Quieres dejar en custodia a Alex a un montón de desconocidos?
—Mejor dejarlo a cargo de un buen grupo de Alfas que puedan defenderlo. Estos chicos no lucen bastante fuertes como para encargarse de la tarea.
Alcander no se sorprendió ni un poco en cuanto sus hijos se exaltaron por la revelación; ya lo había esperado y eso no cambiaba su decisión.
—Nosotros podemos cuidarlo— sentenció Louis, colocando sus manos en las caderas.
—¡No necesito que me vigilen!— exclamó el más bajo, mirando furioso a su familia de manera consecutiva y amenazando con dar un puñetazo a algo o alguien—. Yo puedo procurar mi maldito bienestar por cuenta propia. No me quieras ver la cara de un Omega inútil y débil que solo sabe esconderse detrás de los Alfas para ser protegido. ¡Sabemos que yo no soy así!
—Y jamás te vería de esa forma— aseguró el de mayor edad—. Eres claramente más fuerte que muchos de aquí, pero quiero que pienses en la posición en que te encuentras. Eres blanco fácil.
—¡Es una mierda! Blanco fácil mis cojones. Dame un maldito cinturón de castidad y ya está, nadie me romperá el culo.
—Ese no es el problema.
—¿Ah, no? ¿No se supone que solo debo cuidar que no me dejen en cinta?
—Por supuesto que no. No estás entendiendo.
—¡Tú no estás comprendiendo nada! — se quejó, dando un golpe al escritorio e inclinándose amenazante al contrario—. ¿Quieres ponerme guarda espaldas? ¡Eso sólo hará que todos me consideren frágil y con mayor razón tratarán de aprovecharse de mí! Yo puedo solo. ¿Crees que quiero que cualquier soperutano me manosee? ¡Claro que no! Pero puedo cuidarme. No soy un niñito indefenso.
—Lo sé— respondió el mayor, levantándose de su asiento e imponiendo algo de respeto por su gran estatura—. ¿Pero qué acaso no entiendes la magnitud de que te violen y marquen?
—¡Exageras!
—¡No lo hago! — gruñó, mostrando sus afilados colmillos y tornando sus ojos amarillos ligeramente más oscuros—. Te guste o no soy el jefe y, sobre todo, soy tu padre, así que obedecerás mis órdenes. Tendrás guardias, punto final.
—Insisto— habló Scott, llamando la atención de ambos pelirrojos y alzando la mano como pidiendo permiso para expresarse—. Nosotros podemos cuidarlo. Después de él, Louis y yo somos los más fuertes. Podemos tomar turnos entre nuestros tiempos libres, ya sabes, no descuidamos los deberes ni a él.
—O pon a Caleb y Vincent a su disposición— acotó el pelinaranja—. Ellos son de fiar. A estos Betas solo llevamos conociéndolos un par de días y ya quieres dejar la salud y bienestar de Alex en ellos.
—Lo pensé, sí. Esos chicos son inteligentes y decentes, pero son Alfas. Ustedes claro que podrían cuidar de su hermano, sobre todo porque sus feromonas no les afectarán nunca, pero a ellos sí. ¿Y si Alex tiene un desfasamiento en su ciclo de celo y ellos le atacan? No suena razonable. Como estos jóvenes son Betas no son manejados por las hormonas de otros lobos, así que no hay riesgo alguno con ellos. Soy consciente de que no tienen mucho tiempo aquí, pero parecen personas agradables y, si se les ocurre hacer algo para dañar a cualquiera de este lugar, mandaré a que les arranquen el cuello.
—¿Y cómo sabes que están capacitados para defenderlo?
—Ya he visto qué pueden hacer. Lo he meditado mucho tiempo. Entiendo que tengan dudas e inseguridades, pero es mi última palabra.
...
—Alex realmente no parecía de acuerdo con la idea— comentaba la rubia, caminando junto a los otros caucásicos por los pasillos de la cabaña—. Pero quizás sea lo mejor.
—Sí. Los tres sabemos que es muy común el hostigamiento de Omegas, y es el hijo del jefe...— comentaba el de ojos azules.
— Cualquier idiota pensaría en marcarlo para ascender al mandato— corroboró el peliplateado, encogiéndose de hombros de manera simplona—. Debería agradecer que se preocupan por él.
—Debería, mas se nota que es bastante orgulloso.
—Tampoco lo culpo. Parece que aquí son bastante fieles a la jerarquía de géneros. Nadie tendría que sentirse superior a otros solo por ser Alfa o no. Y, aparte, no creo que Louis confíe mucho en nosotros, tendremos que tener cuidado de no molestarlo. Eso va para ti, Alec.
—¿Por qué me dices esto a mí? Yo no haré nada— dijo, casi indignado y ocasionando que el rubio le mirase con diversión y obviedad—. Está bien. Trataré de no joderle demasiado. Pero sabes que me cuesta mucho no molestar a los demás. Es divertido y él luce como el tipo de persona que se cabrea con facilidad.
—Alec, solo compórtate hasta que vean que no somos amenaza alguna, por favor. Al fin encontramos una manada.
—Daré lo mejor. Créeme.
...
—¡Buenos días!
Sin importar la sonrisa en el rostro de Alec y la voz amigable de éste, el Omega cerró la puerta de golpe frente a sus narices, totalmente molesto.
—Uy, no— musitó, haciendo un puchero con los labios—. ¿No tenías cosas que hacer?
—Sí, pero no deseo que me sigan ni tú ni tus hermanos, gracias.
—Pero tu padre nos pidió hacerlo.
—No me interesa. No necesito que me cuiden.
—Mira...— suspiró—. No te acompañaré como un guardaespaldas, si no como un amigo y ya. ¿Suena mejor no?
Ante el silencio, Alec se frotó la nuca con una mano y sopesó lo que podría decir para convencer al pelirrojo; entendía la angustia de Alcander por su hijo.
—¿No es a veces aburrido estar solo y tratar con las normas y deberes de la manada?— indagó el menor—. Solo te vamos a hacer compañía. Es todo. Puedes verlo de esa forma, para que te sientas más cómodo. Además, Gill y Luci son muy agradables, ¿sabes? Te la pasarás bien con ellos. Y yo también puedo sacarte plática y así. Comprendo que estés molesto por todo esto, pero trata de verle el lado bueno a las cosas.
La puerta fue abierta abruptamente y los ojos turquesas del peliplateado se encontraron con los oscuros del contrario.
—¿Qué hay de bueno en ser desheredado?
—Uhm... Qué ya no tendrás tantas cosas que hacer y podrás tener tiempo libre para ti. Ser Omega no es una incapacidad, Alex, no lo hagas ver de esa forma.
El pelirrojo suspiró de manera pesada, buscando liberar su frustración y enfado. Tal vez el otro joven tenía razón, aunque sea un poco.
— Eres mi acompañante, no mi guardia— sentenció Alex, señalando al contrario con un dedo de manera severa.
—Sí, señor.
...
Tenían que admitir que pasar tiempo juntos no estaba mal; Alex se había acostumbrado a la presencia de los Betas pululando alrededor suyo. Lucia era muy tranquila y le ayudaba a calmarse cuando estaba a punto de arrancarle las pestañas a alguien, y él le hacía sentir cómoda en el nuevo Clan. Gill le hablaba del arte y la música, sobre todo de los lugares que llegaron a visitar, y hasta a veces le hacía creer que en la vida había más cosas que solo violencia, y al pelirrojo le encantaba molestarlo y hacerlo rabiar como niño pequeño. Alec era algo ensimoso, parecía que no conocía lo que era el espacio personal porque siempre le abrazaba por los hombros, le tocaba los brazos o el abdomen, pero al menos sabía que no lo hacía con malas intenciones puesto que así era incluso con sus hermanos. Sí, los cuatro ya se habían amoldado entre sí y hasta Alex debía aceptar que le caían bastante bien, sobre todo Lucia que era con quién mejor congeniaba.
Scott también parecía llevarse bien con los Betas, cosa poco impresionante teniendo en cuenta que era un chico muy social e incluso podía hacerse amigo de una mosca. Así que era común verle a él y a los otros dos machos haciendo tonterías por ahí, molestando a otros jóvenes de la manada, cazando, jugando con los cachorros, etc. Pero Louis era quien aún no lograba aceptarlos; de los tres hermanos él era el más desconfiado. Nadie podía culparlo teniendo en cuenta que aquellos muchachos eran unos desconocidos; no sabían de dónde venían ni cual era su Clan anterior, bueno, solo su padre tenía conocimiento de esos datos, pero él no les había explicado nada, diciendo que no era necesario.
Por ello al pelinaranja no le agradaba mucho ver que Alex era protegido por ellos; temía por su hermano, claro que lo hacía. Él y Scott podían encargarse de eso, pero no, Alcander les había dicho que no y esa era su última palabra, como siempre.
—Hey—Alec apareció junto a él, al borde del campo de entrenamiento de los cachorros que por el momento descansaban—. Te he traído el almuerzo. Alex está muy ocupado para venir, así que me ha mandado a mi de recadero, ¿puedes creerlo?
—¿Y lo has dejado solo?— rechistó el pelinaranja, de brazos cruzados y observando la caja negra donde estaban los alimentos que el menor le extendía con una sonrisa.
—Duh. No. Está con Gill en la casa principal. Están bien, no te preocupes.
Los ojos amarillos miraron los turquesas del contrario que, de manera juguetona, alzó y bajó las cejas, acercando aún más el almuerzo.
—Lo ha hecho Scott— explicó, sabiendo que el Alfa desconfiaba de él al entregarle la comida—. Anda. Lo dejó antes de marcharse con Alcander.
Louis suspiró y, aún tenso, tomó el almuerzo.
—Gracias— musitó el mayor, entre dientes.
—No es nada— sonrió, mirando a los jóvenes exhaustos, hablando entre sí, sonrojados y cubiertos de una capa de sudor por el ejercicio—. Vaya. Debe ser un entrenamiento intenso, ¿no?
— Al principio. Al final se acostumbran. Tenemos que moldear a los cachorros. Queremos que todos sean fuertes por sí mismos, que puedan defenderse solos.
—Suena bien. Sobre todo si entrenan a todos por igual...
— Que sean Betas u Omegas no es excusa para no hacer fuerza corporal.
—Estoy de acuerdo— asintió Alec, embutiendo las manos en los bolsillos de su pantalón—. En mi Clan no solíamos enfocarnos tanto en el deporte... Pero procurabamos tener buena masa corporal de cualquier forma.
— Se nota.
—¿Qué cosa?
—Lo que dices. No parecen muy... Fuertes.
Una ceja clara del menor se alzó con inquisitiva, mirando al pelinaranja que le observaba con seriedad. El peliplateado sonrió divertido, ocasionando que Louis frunciera las cejas con confusión.
—¿Crees que soy débil?— cuestionó, inclinando la cabeza con interés.
—Sí.
—Mh... ¿Quién es el más fuerte del Clan, además de tu padre?
—Mis hermanos y yo.
—Excelente. ¿Qué tal si hacemos unas vencidas?
—¿Tú y yo?— el menor asintió, sacándole una risa al contrario—. ¿Me estás retando?
—Sí. El que pierda le deberá un favor al otro. ¿Estás de acuerdo?
— Por supuesto.
El pelinaranja entonces se encaminó junto al peliplateado a un tronco cortado que se encontraba próximo a ellos, sentándose alrededor de éste, sobre el pasto verde, y descansando sus codos sobre la madera. Sus manos se unieron y, sin que se dieran cuenta, los cachorros se les acercaron para observar lo que estaban por hacer.
—¿Estás seguro?— preguntó el de ojos amarillos, mirando petulante al contrario que sonrió con malicia.
—Oh, Louis, no seas piadoso de mí solo porque soy un Beta. Da lo mejor de ti.
—Bien. ¿Listo?— el menor asintió, seguro de sí mismo— Ya.
Y los dos empleaban su fuerza contra el brazo del adverso. El mayor pareció sorprenderse, al menos por dentro, por lo capaz que el otro parecía ser, pero no se dejó intimidar. Su brazo se tensó y una vena en su mano se hinchó por la tensión ejercida en sus músculos. Sus manos a penas si se movían unos centímetros pequeños de un lado al otro, denotando que ninguno deseaba ceder. Sin embargo, quizás fue la confianza en Louis o la fuerza en Alec, pero este último logró chocar el dorso de la mano del mayor contra la madera, dejando a todos los presentes con la boca abierta. El pelinaranja no podía creerlo y simplemente miraba su brazo descansando sobre el tronco a la mitad mientras el peliplateado le soltaba.
Alec se levantó de su sitio, se sacudió la tierra y pasto de la ropa, y dirigió una mirada coqueta al muchacho que aún se encontraba sobre el suelo, frunciendo las cejas y alzando sus ojos amarillos hacia él.
— ¿Sigo pareciendo débil?— preguntó el de piel nívea, tocando con sutileza la barbilla del adverso y guiñándole—. Me debes un favor.
Se dió la media vuelta para marcharse, dejando a los cachorros cuchicheando entre sí sobre la derrota de Louis que, casi indignado e interesado, lo vio alejarse con simploneria. No sabía por qué su corazón se alborotaba, si es que era enojo o algo más.
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