Chicos

Los chicos permanecen alrededor de la barra donde desayunan aun adormilados y en pijama, algunos cabecean y otros bostezan.

De pronto, ven unas luces raras en la sala y todos se ven obligados a prestar su completa atención a nada más que eso. Están confundidos, extrañados, sin saber que pasa.

Dejan de lado la comida, se levantan y caminan a su alrededor, inspeccionándolo con curiosidad y temor, hasta quedar frente a esta.

Luego comienza a tomar una figura corpórea, aunque por un largo minuto no se sabe quien es.

—Seguimos siendo doce.—Habla Géminis viendo a los demás.—Nadie a muerto, ¿entonces?

—No lo sé. —Declara Piscis.—Sabes que no veo lo que sucede.

Unos minutos después, aparece una persona familiar.

—Mierda.—Gruñe el hombre moviendo el cuello con mueca de molestia.

Su cabello rojizo, sus ojos como soles, su piel bronceada, su estatura alta y delgada, su ropa vieja de la época griega antigua.

—¿Al-Alcander?—Balbucea Aries asombrado, mirando de arriba a abajo al tutor. No es el único.

—Ese es mi nombre, mocoso.—Sonríe egocéntrico con una mano en la cadera.—No lo desperdicies.

Poco después, Sagitario se le tira encima, abrazándolo y colgándose como un koala, haciéndolo trastabillar de reversa.

—¡Oye! No eres ligero, Sagitario, ya no eres un niño. —Le reclama Alcander, pero no lo baja y solo le da palmadas torpes en la espalda. —Deja de lloriquear. ¡¿Ustedes no me van a saludar o qué?!

—¿Alcander?—Vuelve a cuestionar el ariano, acercándose junto con Leo. Recibe un zape de parte del tutor.—¡Hey!

—Sigues siendo un torpe, Aries. Sí, soy yo.

—Pero...tú... —Habla Leo consternado.— Ya... No...

—Se los explicaré en un segundo. Ahora, bajenme a su hermano de encima o me romperá la puta espalda.

Y con esa orden dada, Leo separa a Sagitario del hombre. El azabache le mira con ojos brillantes de alegría y melancolía. Sorprendentemente, no pronuncia palabra alguna.

Antes de más preguntas, otra luz aparece junto al padre de los fuego y nuevamente, con lentitud, esta comienza a transformarse en un ente.

—Debe ser broma.—Jadea Acuario con sorpresa.

Una mujer de tez pálida, cabello rubio y ojos como el cielo claro de un día despejado. Su sonrisa divertida, pero su mirada tristona.

—¡Mis chicos!—Chilla abriendo los brazos, esperando que ellos se acerquen.

—¡Mamá!—Exclama Libra extasiada, con la voz quebrada de la emoción y corre a su encuentro.

Acuario se queda aturdido un segundo, al contrario del rubio quien sin pensarlo mucho, va a abrazarla con las lágrimas acumulándose en sus ojos.

—¿Qué sucede lechucita?—Ella se contiene de llorar al igual que Géminis.

Y para sorpresa de muchos, Acuario desata su llanto. Chillando como un niño de seis años que pierde a su madre en el centro comercial y desesperado, pide a gritos por ella. Arrastrando los pies, se acerca y se une al abrazo.

—Ya, ya.—Repite ella, ya que los chicos no dejan de llorar y llamarle.—Estoy aquí, estoy aquí.

Mamá, que bueno verte.—Declara Géminis acurrucandose.

—Lo es, lo es.—Les separa gentilmente y no ve caso en que les limpie el rostro, pues las lágrimas seguirán un rato.

Después, pasando de sus lágrimas, nuevamente, aquel espectáculo reluciente se presenta y otra persona hace su entrada triunfal. Cáncer le toma la mano a la pez con fuerza.

—¿Qué pasa?—Pregunta ante el temblor de la chica.

Unos bellos ojos azules profundos como el oceano, un cabello azabache y coral, en una piel nívea de cuerpo fornido.

—Hola.—La voz resuena en sus oídos con claridad y mientras les mira dolido, ellos lucen asombrados.
—Dime que no es un sueño.—Musita Piscis incrédula.

—No lo es, pequeña.—Rie el hombre.

A la mayor le tiemblan las piernas y no le es posible seguir en pie, por lo que simplemente cae al suelo, aturdida por ver a Moses frente suyo. Escorpio permanece en silencio y viendo con ojos abiertos a tope al recién llegado, sin darle crédito a los sucesos, siente que su cuerpo se paraliza.

—¿Niños?—Cuestiona preocupado y se encamina a donde ellos. —¿Hola?

—¿Papá?—Inquiere Piscis con un hilo de voz.

—Sí, pequeña.

Le busca con sus manos y estas paran en sus costados. Le rodea con los brazos y comienza gimotear contra su pecho.

—Al menos tu reaccionas.—Bromea su padre correspondiendo sin problema al gesto.

Le acaricia un segundo la cabeza, luego le suelta y se hinca frente a la canceriana. Le mira con ojos ligeramente perdidos y una mueca de sorpresa, las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas.

Papá—Le llama y temerosa le toma la mano.—Eres tú. Estás aquí, en verdad.

—Ya, mi niña.—Le retira las lágrimas con una mano, mientras la otra acaricia la de ella con cariño.

Escorpio, dile algo.

El varón permanece con la mirada clavada en el suelo, aun procesando su aparición y se ve obligado a mirar a esos orbes profundos frente a él.

No sé que decir.—Suspira hasta quedarse sin aliento.

—No me sorprende.—Su sonrisa es dulce y empatica.

Lleva su mano al rostro y comienza a respirar pausadamente, tratando de no desmoronarse y ante esto, su padre no puede hacer nada más que abrazarle. Intenta separarse de él, ya que siente que con eso se romperá más y no quiere que suceda, mas no logra apartarse, así que de queda quieto.

Luego de calmarse, se separan.

La ultima figura se muestra y los tierra saben lo que se avecina. Virgo tiene que agarrarse al respaldo del sofá y a Tauro se le corta la respiración.

Un bello cabello castaño con trazos de diversos colores, enmarcando un cuerpo delgado y alto de piel morena y ojos esmeralda brillantes. No dice nada, con cierta pena les mira, como si esperase un reclamo.

—Madre.—Exhala Capricornio y con lentitud se le acerca, viendo sus ojos y tomándola de los brazos, asegurándose de que sea real.—Por Zeus.

—Capricornio, estás tan grande.—Le sonríe ligeramente y le acaricia unos cabellos que caen por su rostro. Mira a los otros dos.—¿Están bien?

—Sí.—Asegura Virgo con torpeza y va donde los dos. Kaia le pasa la mano por el brazo.—Sorprendida, es todo.

—Pero que guapa te ves, Virgo.

—Gracias, madre.

—Tauro.

—Dame un minuto.—Resopla el mencionado.

Comienza a pasearse de un lado al otro por la sala, con los dedos índice y pulgar en sus párpados, con el rostro dando al techo, evitando con toda su alma dejar libres sus lágrimas. Es imposible. Deteniéndose de golpe, agacha la cara y se cubre con ambas manos, luego su cuerpo se mueve por los espasmos causados por el llanto y gimoteos. Nada se escucha, solo se ven sus hombros subir y bajar abruptamente.

—Estoy bien. Estoy bien.—Asegura tembloroso, pero su madre no se lo cree. Se acerca y le descubre el rostro; ambos se miran. —No estoy bien.

Tauro le abraza con fuerza. Con ella ahí, poco le importa verse dolido.

—Sigues igual que siempre, Tauro. Solo llora.

Después de un rato, los signos están de un lado, paralelos a sus padres y les miran expectantes.

—¿Qué sucede?—Habla Capricornio.—Se supone que ya no estaban aquí.

—No, pero nos permitieron venir a verlos durante este día.—Explica Moses. —¿No es bueno?

—Es estupendo—Al fin habla el azabache.—, genial. ¡Esto es increíble!, tengo tantas cosas que decirle a Alcander. ¡Como cuando fui a India o...!

—Tranquilizate, negro.—Habla Acuario para luego sorber su nariz. —Necesitas respirar.

El azabache hace lo que dice, mientras Acuario trata de limpiarse la nariz con la manga de su ropa, pero Leo se le acerca, busca un segundo y da con una servilleta limpia.

—Eres un desastre.—Dice limpiándole la cara y finalmente dándole el papel para que se suene, cosa que hace.

—Aw, que linda pareja.—Musita Amaryltis con ternura.

—Tu mamá sí sabe.—Le dice Cáncer a Géminis, con Virgo asintiendo de acuerdo con ella.

El rubio solo rueda los ojos con diversión y su madre ríe ante el comentario.

—Hablando de parejas.—Habla el padre agua.

—Ay no, ya va a empezar.—Se quejan los demás tutores.

—Moses...—Le habla Kaia, pero este le mira pidiendo que no diga nada. —Ay.

—Capricornio, Aries, vengan para acá.

Los nombrados se miran confundidos, sin embargo hacen lo que les piden y se plantan frente al de ojos azules. El tutor pronto les mira con enojo y se cruza de brazos con aire autoritario y amenazante. Ambos tragan en seco.

—Cáncer.—Le llama el pelirrojo, buscando su ayuda.

—Ah, no. —Responde escondiéndose tras de su hermano.—Con mi papá yo no me meto. Aprecio mi vida.

Ven como el hombre quiere saltar contra su yugular, sin embargo, Alcander lo atrapa por los brazos. Ambos empiezan a batallar con el otro, golpeándose y soltándose improperios.

—Tranquilizate, imbécil.—Espeta el pelirrojo mayor golpeándole la cabeza al contrario, quien le da un codazo en el abdomen.—No se te ocurra matarlos.

—¡Pero...!

—Pero nada. Tus hijas son las que los ponen así. Mira.—El mayor toma la cara de su hijo entre su mano, mostrándosela a su amigo.—Ve esta cara de pendejo, pero nada más mira a tu hija, se pone peor.

Y para probar su teoría, obliga al menor a girarse y encarar un segundo a la chica, luego vuelve a girarlo contra Moses. Sí, su cara se ve distinta después de eso.

—¿Lo ves?—Refuta Alcander soltándole y señala a Capricornio.—A él también lo trae igual Piscis.

El castaño no puede evitar sonrojarse hasta la orejas.

—¡Ahí está!

—Ademas—Agrega la madre tierra.—, tus hijas no son unas santas.

—¡Ah!—Exclama ofendido, pero finalmente asiente de acuerdo.—Tienes razón.

—¡Papá!

—Digo. No, mis niñas son unos ángeles. —Suelta algunas risas y nuevamente mira a los chicos.—¿Tienen algo que decir?

—Ah... Uhm...

—Yo sí.—Interrumpe el tutor de los fuego.—Mira, se que Aries puede ser un torpe, iracundo, grosero, hiperactivo...

—Ve al grano, viejo. —Gruñe su hijo.

—Pero está perdido por tu hija y estoy muy seguro que no le hará nada. —Ante la mirada de su amigo pidiéndole más explicación, continua.—Mira, a este chico le gusta tu hija desde que estaba más enano que ahora.

—Alcander.

—Sí y no digas que no. Porque aun recuerdo que ese día llegaste con cara de embobado y cuando te pregunte que te paso en la mano, me dijiste que te cortaste y que una de las chicas agua te curo.

—Alcander...

—Cuando te pregunte quien fue, todo pendejo me dijiste que Cáncer y todo el día estuviste hablando de ella sin parar.

—Viejo...

—Y después de eso cada que podías ibas al río por agua sin rechistar, solo porque querías verla.

—¡Callate, ya! —Grita el ariano tan rojo como su cabello. No saben bien si por la vergüenza o el enojo. Se pasa la mano por la nuca y apenado mira a su padre.—No tenias porque decir tanto.

—Madre.—Le mira Capricornio a la mujer. —Por favor, no digas nada.

—Está bien.—Sonríe ella con diversión.

—Ouh...—Se queja Piscis.—Yo quería oír.

—Bueno, bueno.—Prosigue Moses mirando a Aries y al castaño de manera consecutiva.—Ustedes le hacen algo a mis hijas y no me hago responsable de lo que haré.

Ambos chicos asienten con rapidez. Luego el hombre mira a sus hijas.

—Ustedes, son muy chicas para tener novio.—Asegura.

—Ya valieron.—Murmura Escorpio.

—¡Apoyanos!—Le reclama la mayor.

—¿Ya te gustaría?

—¡Escorpio!, por una vez en tu jodida vida, apoyanos con esto. No te mueres, idiota.

—Cierra la boca, estúpida. Yo estoy de acuerdo con nuestro padre.

—¡Eres un imbécil!

—¡Imbécil tu novio! No me pongas en el mismo saco.

—¡Basta!—Les reprende su padre e inmediatamente, los dos se callan y miran cabizbajos el suelo. —No tienen cinco años. Dejen de ser infantiles.

—Perdón.

—A la madre.—Comenta Acuario sorprendido.—Esa si no me la esperaba.

—Nunca nadie los había detenido en media discusión. —Agrega Tauro.

—Es que no todos son papá. —Sonríe la pececita.

—Si nosotros peleamos—Habla Leo.—, Alcander solo ve como nos matamos.

—Típico.—Suspira Kaia.—Este hombre no es nada delicado.

—Yo sabré como educarlos. Más bien, sabía como educarlos.

—Uhm, así fue como termino con un hijo diva, un promiscuo y un teñido.—Bromea Amaryltis.

—Y tú con un llorón, un pseudo violador y... Libra.

—Deja a mis niños, Géminis solo es sensible y Acuario... Bueno, sí es un poco atrevido, pero ya solo con Leo.

Y mientras ambos discuten, Kaia y Moses solo les miran con cierto aire reprobatorio. La mujer siente algo jalarle el vestido y cuando se gira a ver, se encuentra con Hades. No pudiendo resistirse, lo carga como si fuese un bebé. Su vista viaja por el lugar, inspeccionando cada rincón, hasta que repara en la barra de la cocina, donde están los platos con aun alimento.

—Deberían seguir comiendo.—Habla ella y los signos le miran. —No pensamos que era un mal momento.

—Para nada es un mal momento.—Se apresura a decir Libra. —Aunque la comida se enfrió, podemos recalentarla.

—Pues haganlo, luego se quedan con hambre y no está bien.

Así, los chicos se acomodan en sus banquillos, mientras los tutores se pasean un segundo por el lugar. Luego de terminar, sienten que algo falta. La madre de los tierra les mira un segundo, piensa un poco y finalmente, deja al cachorro en el suelo para lo que hará. Se lava las manos y rebusca en el refrigerador.

—Ya los vas a engordar.—Bromea Alcander.

—Por mi no hay problema.—Dice la rubia mayor.—Mejor para Libra y para Géminis de paso.

—¡Mamá!

—No es mi culpa que estés muy delgado, niño, deberías comer más.

—No todos tenemos cuerpo grande como Acuario, disculpa.

—Eres un blandengue.—Ríe el otro varón de aire.

—Ya güey.

—No te creas, hippie. Sabes que te jamo.

—Puras mentiras.

Kaia mira un segundo la cocina. Está un poco perdida, pues no sabe donde esta cada cosa, así que el mayor de sus hijos se levanta para ayudarla y pronto los dos ya están yendo de un lado al otro en la cocina. Tauro mira como su madre cocina y la sigue en silencio a todos lados por el cuarto, como cuando era menor. Sus hermanos les miran nostálgicos. Tauro no puede quitar la sonrisa de alegría inmensa que tiene en el rostro.

Luego de varios minutos, meten algo al horno. Los demás se dedican a recoger la mesa y se dignan a ir a sus habitaciones para vestirse. Piscis se ve en la necesidad de un poco de ayuda y su padre es quien se ofrece. Con mucho cuidado le ayuda a ponerse unos pantalones de mezclilla y una blusa holgada de color coral.

—Estoy muy feliz de que estés aquí, papá.

—Yo también. Hacia mucho tiempo que no los tenia tan cerca.—Una sonrisa pesarosa se dibuja en su rostro al tiempo en que le mira los ojos y acaricia su cabello.—Quisiera que no te hubiera pasado esto, Piscis.

—Yo también, pero todos me cuidan bien, en especial Cáncer, Escorpio y Capri. No te preocupes.

Luego de un par de minutos largos, regresan a la cocina. Todos se acomodan en la barra, incluso los tutores, ya que ellos adoran la comida de Kaia, a pesar que no requieren comer.

—¿Ya?—Preguntan los tres, viendo como la madre tierra saca el postre del horno.

—No.

—¿Ya?

—No.

—¿Ya?

—Ni mis hijos son tan impacientes. —Asegura ella divertida. Al fin, les deja un plato a cada quien con un pedazo de tarta de frambuesas.—Ahí está.

—¡Yey!

Sin más, todos degustan la tarta. Algunos parecen asombrados por el sabor y otros nostálgicos.

—No recordaba que tía Kaia cocinara así de bien.—Habla Sagitario.

—Mi madre cocina mejor que nadie.—Habla Tauro.

—Tú no cocinas mal.—Asegura Libra. —Esto es muy bueno.

—Se nota, mira nada más a Acuario y Géminis.—Comenta Aries.

Todos observan a los dos varones, quienes tienen la cara sucia con jalea y migajas. Amaryltis se lleva la mano a la cara con aire de decepción, sus hijos pueden ser muy torpes.

—¿Qué?—Cuestionan.

—Nada, nada, ustedes coman.—Les dice su madre.

Y apenas ambos terminan, la mujer les limpia el rostro.

Capricornio y Virgo se toman su tiempo para degustar la tarta. Tantos sentimientos revoloteando en su interior. Tauro les mira compasivo, les revuelve el cabello como un gesto de cariño y les abraza un segundo por los hombros.
Kaia se percata de que el chico no ha probado bocado de la tarta, así que le tiene un trozo y con una mirada seria, le ordena comer. Se queda un largo segundo admirando la rebanada y aunque se debate en su interior si comer o no, toma el tenedor, corta un pedazo y lo engulle. El sabor danzando en sus papilas gustativas le remonta a antaño, cuando era pequeño. Extrañaba mucho a esa mujer. La lágrimas se escapan de sus ojos una vez más, como un río imparable, con su atención clavada en el plato.

—Tauro.

—Estoy bien, Virgo. —Asegura con una sonrisa pequeña y un tanto forzada. Sigue comiendo. —Es muy bueno. Demasiado.

—Eres todo un caso.—Afirma Aries antes de llevarse otro trozo a la boca.

Sagitario ya ha terminado con su porción, así que sigilosamente, toma el plato del pelirrojo, a quien sólo le toma unos segundos darse cuenta y molesto, le propina un manotazo. Ambos comienzan a batallar con el otro, sobre el suelo del lugar y por accidente, golpean el banco de Leo, causando que el pedazo de tarta en su cubierto caiga y le manche la ropa.

—¡Cabrones!— Suelta molesto y al final, se les une.

Alcander les mira pelearse, luego ve sus platos y opta por comerse esas porciones. Ya sus hijos se cansaran en algún punto. Moses le lanza un mirada reprobatoria.

—Tú a lo tuyo.—Reclama el pelirrojo.— Estrellita de mar.

—¡Deja de llamarme así!

—¡Nunca! Muajaja.

—¡Kaia!

—Alcander, deja de molestarlo.

—Ya sabemos que te gusta.—Bromea la rubia, logrando que ambos se calmen.

—Estas enferma.—Espeta el de fuego con repulsión.—¿Yo y él? Primero calvo.

—Que asco.—Concuerda Moses con un escalofrío poco agradable.

—Oh no, es un shipp que quiere nacer en mi. —Se queja Cáncer.

—¿Verdad?—Habla la rubia con diversión. —No estaría nada mal.

—¡Amaryltis! No le metas ideas a mis hijas.

Kaia tose con cierto aire incomodo y culpable.

—¿Estaría demás decir que yo creo lo mismo?

—¡No jodas!—Exclama Alcander.

—Ahora usa tu excusa tipica.—Pronto la madre aire finge la voz del contrario con mucho éxito.—"El agua y el fuego no van juntos"

—¡Así es!

—No es verdad.—Habla Virgo de pronto.—Cáncer y Aries están juntos y todo va excelente con ellos. Puedo decir, que seria razonable y factible que ambos estén juntos. Sin importar que sean varones ambos.

—Eso es lo de menos.—Asegura el padre agua.—Es porque es... Él.

Ambos se miran y finalmente hacen expresiones de asco total. Medio siendo sinceros, medio mintiendo. Dejando que ellos sigan creyendo eso, continúan con su postre. Después de una discusión entre los fuego, deciden ir a pasearse con la compañía de sus tutores.

—Pero no pueden salir así.—Indica Libra señalándoles de pies a cabeza.

—No tenemos otra cosa.—Habla Kaia con pena.

—Mi ropa le queda a Amaryltis.—Interviene Cáncer.—Le puedo prestar algo.

—Yo le puedo dar algo a Alcander.—Agrega el azabache de los fuego.

—Yo te prestare, madre.—Sonríe la peli-verde.—Aunque le quedará un poco larga.

—Tengo un chándal que podría quedarle a Moses. —Dice Aries e intercambia una mirada con Capricornio.

—Yo puedo darle una playera.

—When quieres quedar bien con tu suegro. —Ríe Acuario, recibiendo miradas asesinas por parte de los otros dos chicos. —Ajá, se maman.

—Entonces, ¿por qué no le prestas algo a Alcander?

—Nel, le quedaría holgado. Es delgado como Aries pero alto como Sagitario, le quedará mejor su ropa. Además, yo no soy un lamebotas.

—Ya, vale.—Interrumpe la castaña de ojos esmeralda.—Dejemos de perder el tiempo y alistemonos.

Alcander termina vistiendo unos vaqueros negros, unas botas de trabajo pesado de color café y una playera blanca ceñida ligeramente a su cuerpo, se ve obligado a sujetar su cabellera en una coleta alta; todo prestado de su hijo menor.

Amaryltis usa unos pantalones blancos y una blusa de manga larga color rosáceo, con unos botines negros de tacones. La ropa le queda a penas.

Kaia porta un vestido de mezclilla azul, con unas mallas negras y zapatos del mismo tono que el vestido, el cual le llega más abajo de las rodillas por varios dedos a diferencia de Virgo.

Moses no tiene de otra que usar un chándal azul marino un tanto flojo de las piernas, con una playera negra con cuello en v que le queda un poco pequeña y finalmente unos zapatos deportivos.

Cualquiera que los ve por la calle los considera, a lo mucho, como personas que apenas cursan los treinta años. Primero visitan el centro de la ciudad, luego van a diferentes sitios donde trabajo sus hijos: Acuario y el planetario, Cáncer y el acuario, Tauro y su restaurante, etc. Los signos parecen chiquillos, yendo de un lado al otro con emoción genuina.

—¿Aquí puedes ver las estrellas?—Pregunta la madre de los aire siguiendo a su hijo menor por el establecimiento donde trabaja.

—¡Por su puesto!

Aprecian algunas exhibiciones, caminando lentamente. Luego, un compañero del peli-plateado le reconoce y se le acerca curioso.

—Alec, se supone que hoy no tienes turno.

—Lo sé, es que vengo con mi familia.

—¡Hola!—Saluda la mujer rubia antes de seguir a los demás signos a otra exhibición.

—¿Y ella?—Cuestiona el chico.

—Mi mamá. —Sonríe, dejando un tanto confundido al contrario.—Deja voy. Nos vemos después.

Luego de eso, van al parque de diversiones. Todo un caos, pies deben procurar no perderse entre la multitud.

—¡Vamos a ese!—Exclama Amaryltis con emoción, apuntando a una atracción.

—¡Vamos!—Le sigue Alcander.

Ya en fila frente a la atracción, Moses cuenta las cabezas que le siguen.

—Once...—Termina y de pronto, se altera.—¡Me falta uno! ¿Val?

—Acá.—Habla la chica a espaldas de azabache de agua, junto a su madre. —Recuerde que no tolero las alturas.

—Los esperaremos aquí.—Agrega Kaia pues a ella igualmente le aterran. Sagitario les mira. —Anda, siempre te han gustado estas cosas y no es que no podamos cuidarnos solas.

—Si les sucede algo—Habla Moses.—, solo griten.

Kaia le dedica una ligera sonrisa para afirmar. Se divierten tanto como pueden hasta quedar totalmente agotados. Con dificultad todos regresan a casa y se desparran todos por la sala. Los signos aprovechan la oportunidad, para ponerse al corriente de múltiples cosas con sus tutores. Simplemente, no les para la boca. Poco después, la noche cae y un silencio sumamente cómodo hace aparición. Los tutores miran a los signos.

—¿Les parece si decimos algo? —Cuestiona Amaryltis.

Nadie se niega.

—¿Me harías los honores, Al?

Todos clavan sus ojos en el hombre. Este se pasa la mano por el cabello y mira a sus hijos. Sera directo.

—Aries.—Comienza.—Siempre has sido muy torpe y malo para entablar una conversación tranquila. Eres muy irascible, por eso me alegra que estés con Cáncer. Aunque yo apostaba a que terminarías con Libra, pero bueno, por eso perdí varias pesetas con Kaia. Pero nada de hijos, no ahora.

—¡¿Apostaste?!—Chilla el chico. Libra hace una cara de horror ante la idea.—Viejo, eres un dolor en el culo.

—Esa debería ser mi frase, mocoso. —Sonrie cínico y sus orbes amarillos se encuentran con los similares del león.—Leo, no dejes que nadie te opaque, siempre has sido así. Solo sigue adelante y manda a la mierda a todos los que se te opongan o traten de tirarte.

—Dalo por hecho, Alcander.—Responde con altanería.—Yo jamas me rindo y lo sabes.

—Sagitario.—El menor le observa atentamente.—Cuidado con los tierra.

—¡Alcander!

—No, ya, hablando en serio. No dejes que la curiosidad que tienes se acabe nunca.

—Eso es imposible.—Ríe el azabache y el mayor asiente de acuerdo.

—Ahora.—Se aclara la garganta y se acomoda en el sofá.—No sean tan duros entre ustedes. Todos aportan a su manera.

—¿A que te refieres?

—Recuerdas todas las veces que estuviste en el hospital, ¿no? Aunque no lo crean Aries se preocupa mucho por ustedes. Cuando tú eras hospitalizado, él no podía comer de lo angustiado que estaba y perdía bastante peso en poco tiempo. Tauro no me dejará mentir.

La atención se centra en el chico de tierra, quien les mira condescendiente y sonríe pesaroso. A pesar de las señas que le hace su mejor amigo, opta por ser honesto.

—Más de una vez tuve que comprarle medicamentos.—Dice.—Los mismos que toma Libra cuando recae.

—Traidor.—Gruñe Aries. Se rasca la nuca con pena y mira a los demás.—No era la gran cosa.

—Todo te daba asco y por eso no podías comer, bajaste cinco kilos en un mes. Eso se llama ansiedad, Aries. Aunque fuese por un momento.

—Tambien—Prosigue el tutor.—, cuando ustedes enferman, él no duerme ni un poco por estar al pendiente de ustedes.

—¡Lo dicen como si fuera la gran cosa!

—Lo es.—Alcander habla con calma.—Leo siempre está al pendiente de Sagitario, por eso siempre que se marcha, le pide que le mande mensajes cada tanto para saber que está bien, aunque tú pienses que eso sea molesto para ti, mocoso. Además, siempre da lo mejor en su trabajo, para que igualmente ustedes se sientan orgullosos de él.

—Bueno, pero es culpa de él.—Señala Leo al azabache.—Nunca sabemos que tontería pueda hacer y nos ahorramos el hecho de que lo metan a la cárcel. Otra vez. O que mate a alguien.

—¡Vamos!—Declara el menor.—No he matado a nadie desde el cuarenta y cinco. Y fue en la guerra, así que no fue exactamente mi culpa.

—Evitemos ese tema. Por favor.

—Como decia.—Alcander ignora aquella conversación para no irse por caminos espinosos y peligrosos.—Sagitario duerme con Leo cuando este se pone a pseudo-invernar, así se asegura que no le pase nada y vigila su sonambulismo. Cuando Aries se metía en peleas, Sagitario se asustaba de lo que pudiera pasar y lo mejor que se le ocurría era meterse él también para ayudar. Cada uno muestra su aprecio y preocupación a su manera. Así que no sean tan jodidos entre todos.

—Bien.—Acepta el azabache.—Tampoco es que nos tratemos tan mal.

—Meh.—Aries larga.—Ahí nos llevamos.

—De hecho.—Habla Libra y de momento esta seria.—No sabia eso.

—Nadie lo sabia.—Asegura Alcander.

—Tampoco lo de Aries.

—Soló le dije a Tauro y eso porque se dio cuenta de que adelgazaba.

—Alcander también se preocupa por ellos.—Sonrie Kaia.—¿Puedo hablar yo?

—Adelante, mujer.—Le anima el tutor de agua, haciendo una seña de mano en dirección a los signos.— Todos tuyos.

Se acomoda un mechón de cabello tras la oreja, suelta un suspiro para calmarse y mira a sus hijos, primero al menor.

—Capricornio.—Le llama con voz aterciopelada y una mirada que nunca antes había usado desde que se marcharon, un gesto de amor maternal.— Deberías dejar de angustiarte por ser perfecto. Hijo, Piscis te amara sin importar qué. A veces no es necesario usar la cabeza, solo sigue a tus emociones. De vez en cuando no está mal. No te preocupes por no causarle problemas a Tauro, sabes que él no tiene problema contigo y Virgo tampoco. Aunque digas que ya no eres un niño, para ellos lo sigues siendo, eres el menor de los tres así que eso es obvio. Tranquilo.

—No puedo evitarlo.—Acepta el castaño en un murmullo.

—Lo sé. Si yo te conozco desde que eras pequeño. —Dicho eso, hace una seña con la mano, como si midiese la estatura de cuando él era pequeño. Luego, sus ojos se clavan en la chica y esta incomoda, comienza a jugar con su cabello.—Virgo, se lo ansiosa y obsesiva que puedes ser con ciertas cosas, además de que sé que eres bastante conservadora y no digo que no esté bien, pero arriesgarse de vez en cuando no es malo. Hacer cosas nuevas cada tanto no es malo, aunque tampoco te digo que te metas en la boca del lobo, pero creo que me doy a entender.

—No soy una aventurera, madre. Ese tipo de cosas, no es lo mío, pero puedo hacer lo que me pides, aunque sea muy pequeño.

—Incluso los detalles pequeños son importantes, hija.

Ella asiente ligeramente y su madre, quien sentada junto a ella se encuentra, le acaricia un poco el cabello, antes de dirigirse al mayor.

—Tauro.

—Madre.

—¿Acaso estás solo?

—No.—Responde con una mueca de duda.

—Entonces, ¿por qué cargas todo por tu cuenta? —Sus ojos se abren al igual que su boca, en busca de refutar ese hecho, pero ella no le deja.—No trates de mentir. Siempre estás al pendiente de los demás y te dejas de lado. Tienes que pensar en ti también, aunque sea un poco. Tauro, si algo te duele, llora; si algo te molesta puedes gritar, si algo no va bien en tu vida, solo debes pedir ayuda. No hay necesidad de ponerse siempre esa sonrisa para no preocupar a nadie. Sé que siempre pones por delante a otros, lo sé y lo entiendo, pero no quiero que termines descuidandote.

—Pero...

—Virgo y Capricornio se preocupan por ti, pero como saben cómo eres, nunca te lo dicen. Las veces que tú enfermabas, ella cocinaba para ti. Si de por sí, ella es ansiosa, en esos momentos se tensaba más y al final ella también terminaba en cama de lo angustiada que estaba por ti. Capricornio nunca te pide ayuda en nada porque no quiere ser un peso muerto para ti y aunque no lo diga, él siempre te ha idolatrado y espera que pueda ayudarte de una u otra forma.

Tauro mira a sus hermanos. La chica juega con su cabello y el menor truena sus dedos evitando hacer contacto visual con el peli-verde, mirando el televisor.

—No era necesario que dijera tanto, madre.—Se queja el castaño y la mujer sonríe ampliamente.

Su madre le mira y nota como sus ojos chocolate comienzan a acumular lágrimas. Abre los brazos y con solo ese gesto, él entiende. Se acerca donde su madre y con cada paso, es como si el chico volviese de reversa en el tiempo, a cuando su cuerpo no era más que el de un niño de seis años. Se acomoda en las piernas de la mujer y se deja mimar por ella mientras lagrimea como todo un crío. Kaia le abraza y le mece, murmurandole que todo está bien.

—Brujería.—Musita Acuario con asombro ante la imagen.

Unos instantes pasan y cuando el chico se calma, quedando en brazos de su madre, los tutores prosiguen. Moses y Amaryltis se miran.

—¿Damas primero?—Cuestiona el hombre de ojos azules.

—Oh, qué caballeroso, gracias.—Responde burlona la rubia y el contrario solo suelta una risita. Hace movimientos con las manos para que los signos de aire se acerquen y eso hacen; se sientan en el suelo frente a ella.—Muy bien, pónganse listos.

—Escúpelo.—Sonríe Acuario.

—Libra. Sé lo difícil que puede se para ti y que probablemente, diga lo que diga, no cambiará nada, pero no puedo quedarme sin hacer nada sabiendo que te haces eso a ti misma. Eres bella aún si tú no lo crees, todos aquí te queremos, en especial tus hermanos y en especial Géminis. Deja de compararte y date un trato justo, te lo mereces.

—Mamá, es solo que...

—Eh, nada de excusas, niña. Déjate querer, ¿sí?

—Bien, bien.—Suspira.— Tratare.

—Esa es mi chica. —Le anima y ella rie.—Géminis, sé que puede ser un tanto complicado encargarte de estos dos, pero sé que tú eres capaz de muchas cosas incluso si tú no piensas eso. Eres un buen chico y aunque no muchas personas te tomen en serio porque eres sensible, no importa, no tienes que preocuparte por eso. Yo confío en ti.

Y solo esas palabras, provenientes de ella, son suficientes para hacerlo llorar. Contiene sus sollozos y asiente con seguridad, luego sorbe su nariz de manera sonora. Libra le acaricia la espalda en un intento de reconfortarlo.

—Mi querido Acuario. —Sigue la mayor.—A ti, solo quiero decirte, que sigas siendo tal y como eres. No te creas poca cosa para Leo y con toda seguridad, haz lo que quieras, con la frente en alto. Aunque a veces sientes que eres molesto y no ayudas a estos dos rubiecitos, no es así. Cuando están en un mal momento, tú puedes sacarles una sonrisa y animarlos. Si necesitan un empujón, tú se los das sin problema y eso es bueno. ¿Sí?

—A sus ordenes.— Responde este con una sonrisa melancolía, haciendo un saludo militar.—No podría dejar a estos dos bobos solos.

—Más bien, nosotros no podemos dejarte solo a ti.—Se burla Libra.— Géminis y yo siempre te cuidamos cuando te pones súper borracho y luego te llega la cruda. A parte de cuando te metes en problemas por razones burdas.

—Como cuando te perdiste en el parque, estabas ebrio y cuando te encontré estabas ligando con una banca.— Rememora el rubio soltando una risita. —Incluso tome fotos.

—Lo dice quien se pone en modo suicida cuando aparece el otro Géminis.— Rechista el peli-plateado. —Me pones tan angustiado en esos momentos que hasta yo aplaco mi pedo.

—¿Quién te quiere hermanichi?— Le abraza el mayor aplastando su mejilla con la del otro.

—Pos yo güe, no mames.—Asegura correspondiendo al gesto.

—Vas mi negro.—Le dice la madre de los airé al tutor de agua.

—Voy por pañuelos.—Se levanta Alcander de su asiento en busca de tal objeto.

—¿Para Piscis?—Cuestiona Sagitario.

—Para Moses.

—Lo dices como si fuese un llorón.—Se queja el mencionado de brazos cruzados.—No lo soy.

—Pues...—Larga regresando con un par de servilletas de la cocina; se las entrega.— Sin comentarios.

—Cállate y siéntate.—Resopla y se cruza de brazos. Sus orbes azules se clavan en sus hijos y los dos mayores no saben si temer o no a lo que dirá. —Cáncer, me gustaría poder estar contigo para cuidarte en los días de Luna llena, pero Aries parece estarte cuidando bien, eh... Deja de ser insegura, de esconderte de todo lo que piensas es peligroso, sé que eres lista y podrás cuidarte, pero no tienes que llegar a ese límite. Está bien tener miedo y está bien pedir ayuda a tus hermanos.

—Lo lamento.—Responde inquieta y con una mirada llena de pena.

—No.— Agita la cabeza en forma de negación.— No te debes disculpar por todo, no haces nada mal. Aunque no me agrada que mis niñas tengan novio, agh... Debo admitir que es bueno que estés con el hijo de Al, te ayuda a hacer más confiada. Ademas, Escorpio y Piscis siempre quieren apoyarte tanto como puedan.

—Lo sé. Estoy muy agradecida de tenerlos.—Gimotea y se limpia el rostro.— Siempre trato de devolverles todo lo que me dan, pero sé que no es suficiente, perdón.

Le tiende un trozo de papel y ella se seca las lágrimas que comienzan a resbalar en sus mejillas.

—Escorpio. —El mencionado solo atina a mirarle de reojo.—Es obvio que te preocupas por tus hermanas y estoy muy orgulloso de lo bien que las cuidas. No te angusties, no tienes que ser como yo, ¿sabes?

—No lo hago.

—Claro.—Sonríe divertido.— Deberías ser más honesto. No está nada mal decir lo que piensas o sientes. Solo lo haces cuando escribes música. Solo dilo.

—Padre, no hay nada que decir. —Dice. Suelta un bufido cuando el hombre le pasa un brazo por los hombros, pero en realidad no le molesta.—Nunca cambias.

—Tú tampoco.—Sonríe pesaroso en dirección a Piscis.—Mi niña, es bueno ver que sigues adelante y que lo que te ha pasado no te ha hecho caer. De alguna forma, es como si hubieras madurado, aunque fuese un poco. Piscis, no hay nada de malo en depender de los demás, así que no te acomplejes.

La chica atina a sonreír, con lágrimas rodando por sus mejillas y sus manos entrelazadas sobre sus rodillas. Capricornio le mira y posa su mano sobre las de ella.

—Es bueno ver que se cuidan muy bien entre ustedes.—Continua el hombre con una sonrisa de orgullo y lágrimas acumulándose en sus ojos.—Recuerden, son hermanos, deben apoyarse unos a otros, son lo mas importante que tienen, ¿sí?

—Sí.—Acepta la menor.—Po ejemplo. Incluso cuando Escorpio se queja, siempre nos ayuda, a mí con cosas tan pequeñas como vestirme y con Cáncer le ayuda en la luna llena.

—Es muy buen hermano.—Concuerda la mayor.—Piscis también. Es muy buena escuchando, dando consejos y cosas así. Ella sabe como consolarnos a mi y a Escorpio. Además, es muy buena tolerando nuestras peleas.

—Date algo de crédito.—Interviene el varón. —Tú la ayudas con todo, literal. A mí tambien. Con mi música, mis problemas tontos, a veces eres como una Mini mamá.

—No es así.

—Bueno.—Interrumpe la madre de los aire.—Ya deberíamos partir.

—No quiero.—Se queja Moses.

—¿Y tú crees que yo sí? Si por mi fuera, me quedaría toda la eternidad, pero no se puede.

—No podemos. No debemos.—Habla la mujer de ojos esmeralda. Su hijo aun en brazos. —Ya hemos estado mucho tiempo aquí.

—Pero...

—No hay excusas que valgan.—Detiene  a Acuario de hablar.

—Hagamoslo de una vez por todas.—Dice Alcander poniendose de pie.—Mientras más rápido mejor.

—¿Tanto nos odias?—Dramatiza el azabache aventurero.

—Lo dice porque si se queda más tiempo, será difícil para él despedirse.—Explica Amaryltis divertida.

—Callate, rubia.

—Él tiene razón. —Concuerda el de agua.—Vamonos.

Los cuatro se levantan y sus hijos le siguen. Comienzan a despedirse, no queriendo separarse, no de nuevo. Alcander despeina al pelirrojo, causando que este se peine con los dedos y le mire con enfado exagerado. Choca los puños con el león esbozando una sonrisa arrogante y por ultimo, recibe un fuerte abrazo de parte del menor.

Amaryltis abraza a sus hijos como puede; sus brazos son cortos y no alxana a cubrirlos a los tres, pero quiere tenerlos entre ellos una ultima vez. Evitando llorar, se cuentan bromas y demás soltando risas lastimeras y nostálgicas.

Contrarios a ellos, los agua no pueden controlar las lágrimas. Las chicas gimotean y su padre lloriquea con ellas, mientras el varón trata de calmar a los tres, reteniendo el llanto que le escoce la garganta.

Kaia abraza a cada uno de sus hijos, les acaricia el cabello y les planta un suave beso en la frente. Todos notan que se quiebran pero ellos no quieren que sea demasiado obvio. Tauro ya lloró demasiado, Virgo ya ha estado demasiado ansiosa y Capricornio ya no tiene palabras.

—Los amo, chicos.

Luego de todo eso, los tutores se desvanecen en una explosión de colores y bruma blanca.

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