2 de Noviembre
El reloj marcaba que era poco más de media noche, para ser exactos, las 00:03 am. Al ser esas horas en la madrugada, las calles estaban relativamente silenciosas, pues de vez en cuando pasaban autos y algunas personas.
Entró a la habitación del rubio. Éste se encontraba con el rostro sobre el escritorio pequeño y viejo de madera caoba, tenía los ojos cerrados y la boca entre abierta de donde salían ronquidos suavecitos. Debajo de él se encontraban algunos planos y dibujos mientras alrededor suyo se hallaban desperdigados lápices y herramientas similares de todos los tamaños y formas posibles. Se acercó y le miró en completo silencio a la par que una sonrisa dulce se dibujaba en su claro rostro.
Parecía cansado.
Le acarició el cabello y se lo retiró de la cara, pues amenazaba con metersele en la nariz. Miró alrededor, fijándose en un suéter gris que descansaba al borde de la cama. Lo tomó y lo dejó sobre los hombros del durmiente, asegurándose de que lo cubría del frío por completo. Decidida a dejarlo dormir, se retiró del cuarto y se encaminó a la cocina.
A eso de las 4 de la mañana despertó. Sus ojos cansados que dolían se clavaron en la taza de café que descansaba junto a su teléfono. Aún atontado, estiró la mano y tomó su taza favorita para dar un largo sorbo de aquel líquido oscuro; usualmente no tomaba café porque lo alteraba mucho, sin embargo, en esa situación necesitaba la energía para concluir con su trabajo escolar e ir a la universidad en dos horas más sin morir en el intento. Sabía dulce, al menos lo suficiente, y era ligeramente cálido, lo que estaba bien, pues a él no gustaba mucho que sus alimentos estuvieran hirviendo, en realidad.
La verdad es que no recordaba haberse preparado aquel café, pero estaba agotado y la cabeza le dolía por la falta de sueño, así que no pensó mucho en esa situación. No era la gran cosa, de todas formas. Se refregó las manos contra los párpados y bostezó largamente antes de regresar a su labor.
A las seis terminó la tarea y se metió a la ducha para darse un baño rápido con deliciosa agua fría. Finalmente, a las siete ya estaba fuera de su casa, vestido y con su mochila sobre sus hombros. No tenía ganas de tomar el bus, así que llamó a uno de esos conductores que te llevaban a dónde quisieras por un precio considerable y atención relativamente segura en comparación con los taxis normales. A él casi no le gustaba subirse en el asiento del acompañante, así que se acomodó en la zona trasera y saludó al hombre de 30 y pico años que estaba frente al volante.
Se recargó contra la ventana y suspiró sintiendo cierta frescura en su cuerpo; a lo mejor el baño había sido una idea esplendida.
Una voz llamándole le hizo despertar justo a una cuadra de la universidad. Se había quedado completamente dormido durante todo el viaje y aquello le dio algo de pena.
—Ah, ya despertaste— dijo el sujeto, de lentes y cabello ondulado mientras le daba un vistazo rápido por el retrovisor.
—Sí. Qué vergüenza— soltó una risita y acomodó todas sus pertenencias antes de llegar a su destino—. Disculpa, la universidad ha estado pesada y no he tenido mucho tiempo para dormir.
—No te preocupes. Tengo una hermana menor, debe ser como de tu edad, y también la cargan de montones de trabajo— el auto se detuvo de manera bastante gracil frente a la escuela—. Llegamos.
—Muchas gracias.
—No hay de qué. Ten un buen día.
Le pagó de manera digital a través del celular y se bajó para dirigirse a sus clases; agredeció que aquella persona fuera agradable y no le hubiera robado nada mientras dormía, porque sí, se había asegurado antes de marcharse, y sí, aquello le había pasado una vez antes.
Las clases transcurrieron sin mayor problema, aunque en una de ellas estaba dormitando, con la mano debajo del mentón y la otra sujetando el bolígrafo, sin embargo, había tomado notas sin problema, cosa extraña, pues él, cuando comenzaba a dormirse, garabateaba sin remedio en las hojas. No era como que fueran intentos de dibujos, no, eran intentos de palabras. Pero lo que había escrito en esa ocasión era legible, es más, su letra lucía tan bonita y delicada que por un momento pensó que no era la propia.
Eso no importaba. Uno hacia muchas cosas sin percatarse. Cómo cuando te emborrachas y empiezas a hablar con fluidez inglés o algo así, a pesar de que al estar sobrio ni siquiera podrías decir "Hello" de manera correcta. La mente humana era algo impresionante de verdad.
A la hora del almuerzo, se dirigió a la cafetería donde sus amigos ya lo esperaban. Se formó en la fila y compró un emparedado junto a un juguito de naranja. Cuando se encaminaba a la mesa, se tropezó ligeramente, ocasionando que se detuviera repentinamente para mirar sus pies y encontrarse que sus agujetas estaban desatadas. Se dobló sobre sí mismo a la vez que acomodaba todo debajo del brazo y se dispuso a hacer un doble nudo. Justo cuando se agachó, una pelota de fútbol americano surcó el aire por dónde él es encontraba y golpeó la cabeza del joven que estaba detrás suyo.
—¡Lo siento!— se escuchó la voz de alguien.
Gill se enderezó y miró con asombro al contrario para preguntarle si se hallaba bien, pensando en lo afortunado que era, pues, de haber sido él seguro estaría llorando y con la nariz sangrando. Por suerte el otro muchacho solo sentía un poco de dolor, pero nada grave. Quizás tenía una cabeza muy dura.
Finalmente, tras la jornada escolar y ya libre de trabajos por ese día, al menos, se dirigió a un parque que realmente le gustaba, porque se sentía con las ganas de dibujar un poco antes de volver a casa y dormir hasta nuevo aviso.
Aquel sitió era verde y agradable, incluso silencioso a pesar de estar en una zona muy concurrida de la ciudad. El aire se sentía fresco y el agua del pequeño estanque estaba bastante limpia en comparación con otras ocasiones. Se sentó en una sección abierta; había árboles, grandes y frondosos, pero a él le gustaba poder ver el extenso cielo azul sin las líneas de teléfono y demás perturbando la escena. Sacó su pequeña libreta de dibujo y un porta minas de Hello Kitty, que había sido un regalo de un amigo en forma de broma sin saber que era un artilugio bastante útil para él, y comenzó a dibujar contra sus muslos. Optó por enmarcar el paisaje frente a sus ojos, no solo las plantas y los inmuebles, sino también a las personas por ahí.
Usualmente, estando solo, se sumía en silenció cómodo para mayor concentración, pero en ese entonces estaba hablando consigo mismo, haciéndose preguntas y respondiendolas a su vez.
—Algo no se ve bien con esta fuente— comentó él, frunciendo los labios, y algo le hizo notar que se debía a qué no estaba derecha—. Oh. Es verdad, la hice muy inclinada.
Al hacerse las cinco de la tarde terminó su bosquejo a lápiz y optó por terminarlo en casa con acuarelas.
Se dirigió a su habitación en cuanto llegó a casa para cambiarse rápidamente por su pijama holgada y delgada, pues realmente quería dormir lo más pronto posible. Cuando se percató que debía comer aunque sea un pan con mermelada, fue a la cocina y abrió el refrigerador para ver qué podía prepararse, sin embargo, lo cerró sin extraer nada de él y algo, no sabía con exactitud qué, le hizo encaminarse hacia una cacerola que reposaba sobre las hornillas de la estufa. ¿La había olvidado allí desde la mañana? No recordaba que la hubiese utilizado para el desayuno.
Alzó la tapa que la cubría y miró dudoso el interior. Sus ojos se abrieron y se iluminaron cuando vio el σπανακόπιτα (spanakópita) dentro. Era pequeño, por supuesto, pues la cacerola no era amplia ni muy alta, pero el pastel de espinacas y queso se veía exquisito y el aroma aún cálido que emanaba de él era delicioso al punto que su estómago rugió ferozmente.
—¿Qué?— musitó, dejando la tapa sobre la encimera—. No... Ah.
—¿Te gusta?— Lucia preguntó, en vano, pues sabía que él no la oía—. No tienes mucho en la alacena o el refrigerador, pero esto es sencillo y sé que te gusta.
Le sonreía, parada junto a Gill que seguia estupefacto y melancólico.
—Huele muy bien— aseveró, sus labios subiendo suavemente y de manera nostálgica—. Lo hacías cuando empezamos a vivir juntos.
—Es muy fácil encontrar los ingredientes y no son tan caros.
Sin más, se sirvió una buena porción en un plato y se sentó a la mesa para disfrutarlo. Estuvo casi un minuto completo mirando aquel alimento, sintiendo la boca y los ojos haciéndose agua. Se rió para no llorar después del primer bocado.
—Es... —tragó con fuerza—. He estado muy raro hoy.
Inspeccionó el pedazo de pastel, notando las espinacas, el queso, etc. Y asintió un par de veces con la cabeza a la par que sorbía la nariz para evitar que el moco escurriera.
—Aún te hecho de menos— sintió un cosquilleo en la mano, sin saber que Lucia la estaba tomando con gentileza.
—Aquí estoy. Cada año vengo a verte, Gill, hasta que puedas irte conmigo, que espero no sea pronto— su risa era suave—. Aún tienes muchas cosas que hacer. Anda, come y ve a dormir, realmente te ves cansado.
Apretó los labios, se talló los ojos que ya comenzaban a enrojecer y a amenazar con lagrimear, y volvió a asentir, sin saber bien por qué. Quizás ya estaba loco. Así, satisfizo su estómago y, tras guardar todo en Toppers y en el refrigerador, se retiró a dormir a su habitación. Aunque vivía solo, no lo sentía así ese día y, gracias a todo lo bueno, no era en el mal sentido. Era un miedoso y si hubiera un ser maligno en su casa, como un demonio o un fantasma vengativo, ya estaría yendo a casa de sus padres o de algún amigo, pálido como un muerto, llorando y temblando. Había una presencia, sí, pero le resultaba familiar.
A lo mejor estaba muy sensible por el cansancio, por lo que se acomodó en su cama esponjosa como nubes. Lucia lo cobijó correctamente y besó su mejilla antes de decir con voz aterciopelada:
—Nos vemos el próximo año. Cuídate, Gill.
Hello there 🥺 este capítulo es más corto que el anterior, pero a su vez es porque es menos complejo y más agridulce. Esto, como ya saben, es por el día de muertos :3 y espero les haya gustado y que Mictlantecuhtli les haya traído algo xD En fin. La spanakópita es un pastel de queso y espinacas de Grecia, o al menos eso dice el internet :v la palabra con el alfabeto griego es como lo puse anteriormente σπανακόπιτα y se lee igual, spanakópita, con acento y to'
💙 CUIDENSE
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