seis: asqueroso e insoportable.
La noche llegó y, con ella, incomodidad en aquellos compañeros de habitación.
Yoongi sentía sus nervios a flor de piel, veía con recelo la puerta – sin pestillo –, le daba la sensación que cualquier persona entraría en cualquier momento, algo predecible cuando una enfermera entró sin tocar la puerta para ver si ya estaban listos para dormir.
El pelinegro estaba de mal humor, demasiado. También, un poco asqueado al estar compartiendo habitación con el rubio, quien le miraba sin decir una palabra al no saber a qué se debía el ambiente tenso que les rodeaba.
—Buenas noches, descansen. — les indicó la mujer antes de irse y, casi de inmediato, la oscuridad les abrazó.
Cuando estuvo seguro de que no había nadie en los pasillos, fue con pasos descalzos hasta la estantería para tomar su linterna, misma que prendió rápidamente antes de que la noche le haga sentir mucho más vulnerable y temeroso que ahora. Por un momento, quiso gritar cuando pudo percibir que el rubio se removía en su cama, para después encerrarse en el baño.
Todos los sonidos se minimizaron, dejó de escuchar el aire acondicionado y su constante goteo, por simple inercia y terror, fue a esconderse entre las finas sábanas de hospital. Con ambas manos cubrió sus oídos para que un nuevo ruido chirriante no le atormente más.
Detrás de la puerta, y como si fueran un par de desgarradores gritos, pudo imaginar a Jimin metiéndose los dedos en su garganta para que le cante una melodía asquerosa de arcadas.
—Mierda, esto no está pasando... — murmuró con dificultad, su boca se llenaba de saliva, tanta que tuvo que sentarse en su puesto para ver cómo ésta caía en su almohada — Si llego a vomitar ese bastardo me las pagará.
Quiso gritar, pero eso sería llamar la atención y aquella palabra no estaba en su vocabulario.
Se mantuvo en esa posición un par de minutos en los que el menor hacía su deporte favorito. Respiró pausadamente, así como le habían aconsejado, mientras trataba de pensar en otras cosas. Susurraba sobre lo divertido que fue su paseo en el jardín, Hoseok le había prometido dejarlo caminar la próxima semana en el césped, sin esa maldita silla de ruedas.
Cuando pudo escuchar la manija de la puerta siendo tocada un poco, salió corriendo hasta el baño, donde el cuerpo del rubio impactó contra el suyo, impidiéndole su objetivo que era el retrete. Por un momento pensó que le vomitaría encima.
—¡Tú! — le señaló en el pecho mientras sus ojos se miraban con determinación y cansancio. No era tan alto y el contrario tampoco, incluso parece que él era el más pequeño de los dos, pero eso era porque su espalda estaba curvada — ¡¿Qué estabas haciendo?! — preguntó en voz baja.
Sin duda, Hoseok debería hacer el cambio de habitaciones lo más pronto posible. Sin embargo, pensó, ¿acaso pedir eso fue lo correcto? ¿Alguno tenía la culpa de que él tuviera una maldita fobia? ¿O sólo era el destino riéndose en su cara al mandarle una persona como Jimin?
—Uhm, p-purgándome — un leve sonrojo se hizo presente en las mejillas de Jimin, por la vergüenza y decepción que sentía de él mismo —. Me dieron una pastilla y ni si quiera sé de qué era, mi psicólogo mencionó nada de medicamentos mientas esté aquí.
—Ugh, eres asqueroso.
—No le digas a nadie, por favor — sus pequeñas manos atraparon las del pelinegro en modo de súplica, tenía miedo —. Haré lo que sea, pero no le–
—Déjame pasar antes de escupirte la cena.
Puede que esté sintiendo un poco de culpabilidad justo ahora, ¿cómo expresarla?
El mayor se deshizo del agarre con una mueca de desagrado rápidamente, ignoró su presencia y enjuagó su boca en el lavamanos, un amargo sabor no se iba de su paladar, haciéndole perder el sueño y la paciencia.
Su cuerpo dolía un poco, tal vez por el frío moderado o los nervios que sacudieron su piel por unos instantes, ver a su compañero en la puerta del baño, sin decir nada y a la espera de una respuesta, tampoco ayudó a que su corazón dejara de latir con fuerza.
—No le cuentes a nadie...
—Maldición, no lo haré — tras lo dicho pudo escuchar un fuerte suspiro, detrás de su espalda al haber vuelto a su cama —. A nadie le interesa los problemas de otros, es tu culpa si no quieres salir de eso.
—¡Sí quiero! — gritó, recibiendo un regaño casi de inmediato. Debería aprender a ser más silencio — Sí quiero, ¿no es lo que todos queremos aquí?
—Yo me quiero morir.
» Lo sé, me lo demostraste gráfica y explícitamente desde el primer instante que te vi «Pensó Jimin a la par que suspiraba. Imitando la acción del contrario, su cabeza volvió a descansar en la almohada.
—No digas eso, es triste — el pelinegro maldijo nuevamente como respuesta —. Sé que tú también podrás salir de aquí.
—Dios, es muy notorio que es tu primera vez en un lugar como este.
—Y si es así, ¿qué? — ignoró la risa burla de Yoongi por el bien de ambos, no tenía muchos ánimos de discutir — No debemos ser pesimistas ahora.
—No lo soy, sé aceptar mi realidad y esa es que saldré de aquí, para luego volver en unos meses hasta que muera por causas naturales o yo decida hacerlo — dijo con seguridad, con un poco de prisa —. Deberías hacer lo mismo.
—No moriré, no aún.
—¿Tienes alguna especie de meta de vida por cumplir o algo por el estilo? — preguntó, molestando al menor con la luz de su linterna. La conversación se estaba tornando divertida, por lo menos, para él — Yo también tuve una, pero murió a cuando tuve quince. Desde entonces, estoy improvisando mi día a día.
—¿Necesito tener una para no querer morir? — Yoon se alzó de hombros de manera desinteresada — Es decir, sí. Claro que quiero hacer un montón de cosas antes de que mi vida acabe, ¿tú no?
La pregunta ofendía, la repuesta era sí.
Cree que, absolutamente todas las personas, mantenían guardado un último deseo. Unos con más intensidad e importancia que otros, en su caso, él quería seguir jugando baloncesto. Tal vez, llegar hasta pertenecer a la selección de su país, ¿o era muy ambicioso para pensar así?
—Ya no, niño rubio.
A su corta vida ha comprendido un par de simples e necesarias lecciones que les ha facilitado la convivencia a todos, no sólo a él, sino a quienes le rodeaban también.
El conformismo y agradecimiento hipócrita siempre fueron de la mano, no debía reclamar alguna injusticia que se le presentara, ni en público, mucho menos en privado. Su boca tenía que permanecer cerrada, de no ser así, estaba muy seguro que sus padres coserían sus labios con hilos y agujas con tal de tener su silencio.
Lo mismo sucedía con sus hermanos, fueron criados para ser completas mascotas sumisas de su propia familia. Sin voz ni voto, simplemente existían para servir a los demás, en aquellas personas frustradas de no poder conseguir lo que quieren sin ayuda de terceros al ser tan incompetentes.
Claro, hasta que tuvo su primer colapso. Ya se cansó de ser una marioneta, aunque algunas veces no siempre tiene la razón. Pero las dudas de merecer lo que se le es dado o pedido le siguen acuchillando la cabeza con brutalidad.
—¡Yo quiero volver a subirme en un escenario! — exclamó el rubio con entusiasmo forzado al ver el semblante triste del contrario, uno muy preocupante y rápido — Necesito volver a sentir que todas esas personas me miran mientras bailo, para después escuchar sus aplausos. Era tan gratificante, me hacía sentir como si estuviera haciendo las cosas bien.
—Entonces eres de esas personas inseguras que requieren la aprobación de los demás para poder sentirse bien — el mayor bufó con diversión —. Patético.
—Mierda que te ríes de todo, payaso — murmuró lo suficientemente bajo para sólo ser escuchado por sí mismo —. ¿Tú no sientes satisfacción cuando alguien te felicita por hacer algo bien?
—No soy un maldito perro que puede mover su cola cada vez que eso pase.
—No te comparé con un perro, pero si te identificaste como uno... Ya es tu problema.
—Insoportable, eso es lo que eres — le mostró su dedo medio antes de girarse por completo, dándole la espalda, dio por terminada su extraña conversación —. Asqueroso e insoportable.
Perdón si es muy cortito, pero gracias por seguir leyendo.
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