nueve: cementerio de ilusiones.

El martes llegó con entusiasmo, temor, paranoia y Kim Taehyung.

Sin Min Yoongi.

Vería a sus padres, por lo que estaba feliz. Ni bien Hoseok le despertó, una sonrisa se posó en su rostro por encima de su preocupación y culpabilidad, se dio un baño rápido en presencia del enfermero, con la puerta del baño abierta – sin pestillo también, se lo habían quitado ayer – y el mayor de espaldas.

Algo bochornoso, pero no le dio mucha importancia, aunque fue inevitable no sentirse humillado por ello.

Tuvo su desayuno y almuerzo junto al castaño, quien no dejó de susurrar un sinfín de cosas. Supo que tenían la misma edad, pero que era menor por dos meses, también que le gustaba el arte explícito, aquel donde la sangre, tortura y exhibicionismo eran los protagonistas, algo por lo cual ha recibido muchas críticas.

Entre más cosas triviales como que su sabor favorito de helado es el chocolate con menta, suele ser muy distraído – pues, perdía el hilo de la conversación cada tanto, haciéndole difícil al rubio hablar con comodidad –, es su segunda vez en ese lugar y que no esperaba a nadie en ese día.

—¿De verdad? — volvió a preguntar, con un poco de temor a que su curiosidad se vea grosera.

—Hace un par de semanas que no recibo una visita — comentó Tae, toda su concentración estaba puesta en el juego de Jenga y a no perder —. La única persona que lo hacía está ocupada con su proceso de admisión a la universidad, más específicamente con el Suneung, tampoco quiero exigirle su presencia aquí cuando sé que le avergüenza estar conmigo.

Un asentamiento de cabeza y un bajo murmullo salió de los labios del mayor, junto al tic-tac del reloj en una pared, mismo que ha estado viendo como si eso fuera a acelerar sus manecillas hasta que la más pequeña se pose en el número cuatro.

—Uh, yo también debería estar ocupado con eso.

—Deberíamos, Jimin — el castaño sonrió victorioso cuando el contrario destruyó la torre en su turno, teniendo que volver a armarla —. ¿Qué quisieras estudiar?

—Desde muy pequeño me ha gustado la danza, así que algo relacionado. No he visto el catálogo de carreras en ese ámbito de ninguna universidad — y era verdad, desde que salió del instituto decidió no interesarse en eso, sólo le provocaría más dolores de cabeza de los que tiene ahora —. Aún me falta dar esa prueba.

—Examen del diablo, lo odio tanto. Pasé meses estudiando mientras se me quemaban las pestañas y ni así pude pasarlo.

Jimin pudo empatizar con el contrario, si bien nunca ha sido un estudiante tan sobresaliente como un excompañero suyo de apellido Lee, mismo quien afirmaba que una calificación excelente era el aire para vivir, siempre estuvo entre los cinco mejores de su curso.

Sí, era responsable, pero varias veces obtuvo notas pésimas o por debajo de lo que esperaba, lo cual hace algunos años le dio deseos de acabar con su vida tirándose por la ventana de su salón.

Las personas podrán pensar de él como un exagerado de primera, ¿quién alguna vez no ha fallado en la escuela? Es de humanos equivocarse, pero en su vocabulario, la palabra error no se halla ningún significado, a menos que sea una foto de él mismo.

Puede deducirlo puesto que, mucho antes, tampoco no entendía cómo aquellos niños de su edad, menores a quince años, entregaban sus tareas y exámenes con lágrimas de esfuerzo sobrehumano, queriendo tener una trayectoria académica impecable desde muy temprano, junto a una esperanza de seguir así toda su vida.

Claro que no podía hacerlo, sus padres jamás le exigieron aquello, los tres estuvieron más concentrados en su rendimiento en el baile.

Pero los años pasaron al igual que las influencias de los demás, comentarios como:» Además de inservible, idiota «» Me daría pena tener esas calificaciones «y más, todos aludiendo que debía ser más de lo que intentaba ser. Algo que sabía de antemano.

Allí comenzó su perfeccionismo.

Su psicólogo comentó que fue un afortunado al no haber desarrollado tanta obsesión con ser el mejor. Sí, hubo acontecimientos que se repitieron por un par de años, dañinos en todos los sentidos, como quedarse despierto toda la noche haciendo mil y un veces la misma tarea para asegurarse que todo estuviera en orden.

Su irracional miedo a cualquier actividad que le quitase tiempo valioso para estudiar. También, cuando pasaban aquellos días en los que se sumergía en un mar dulce de tristeza y sensación de vacío donde ni si quiera podía preocuparse por bañarse o estirar su cuerpo, semanas donde maldecía el viento, mar, tierra y a sí mismo, culpándose de todo al ver sus tareas acumuladas y un par de regaños de sus maestros.

—Me haces dar miedo.

A veces, quisiera volver a esos días en lo que vivía en paz. Es decir, a cuando era un completo niño ajeno a la maldad del mundo, uno que tiene como única preocupación divertirse y no ensuciar tanto su ropa al jugar con la tierra.

Ha pasado tanto tiempo en un estado de supervivencia que ya olvidó cómo era su día a día sin ningún peligro, aquella circunstancia era en la que una persona se comportaba tal animal con destino a ser una presa. Donde el temor era su comida y sus ojos debían permanecer abiertos de par en par incluso para dormir, para evitar ser atrapado por algún depredador.

Cuando la única amenaza estaba dentro de su cabeza.

Los recuerdos de vida antes de preocuparse por saber qué iba a ingerir siguen presentes, puesto a que sólo los sentimientos de esos momentos se fueron con una ráfaga de viento.

—Es lo lógico — el castaño sacó un bloque del juego y lo colocó encima de éste, comenzando así una nueva partida —. Yo no tuve temor de no pasarlo, aunque ahora me odie por ello. Sabía que eso sucedería, tampoco esperaba mucho de mí mismo.

El castaño, por su parte, sí fue aquel chiquillo que reprobaba varias materias.

Un adolescente que siempre se utilizó para ser una ejemplificación de lo que no deberían hacer, tachado como mala influencia por la gran mayoría de adultos a su alrededor, dejándolo casi sin amigos, a excepción de una persona, aunque quisiera sentirse orgulloso de ello, no podría al saber que era una vergüenza para él.

Era dejado de lado si alguien dudaba si tenían una relación juntos, pero se conformó con eso. Al final del día, un par de palabras agridulces se colaban por sus oídos para no estar completamente solo hasta el día de hoy.

—Aunque intenta no preocuparte mucho, no va a pasar nada malo si fallas. Mírame, mis tíos dijeron que mi vida acabaría, pero aquí estoy.

—Sinceramente, eso no es muy reconfortante. — Taehyung le dio la razón.

Iban a seguir con su conversación, pero el llamado por un par de altavoces, indicando que la hora de visitas empezó, les distrajo. Jimin estuvo tan ocupado idealizando el encuentro con sus padres que no se fijó muy bien en lo que debía hacer, por lo cual recibió ayuda del menor, haciéndole saber que tiene que ir a su habitación para ser llamado por algún enfermero.

Con el corazón en la mano y una sonrisa, fue a dicho lugar. Su alrededor seguía igual a como llegó, llantos y un par de gritos eran la música ambiental de la escena, llegando a acostumbrarse a estos, aunque sean un poco molestos, sobretodo en mitad de la noche, a veces se ha despertado por los mismos con un gran susto.

Su ansiedad le llevó a plantear una y otra vez lo que hablaría con sus padres, toda una conversación calmada ya estaba plasmada en su cabeza, donde se darían un gran abrazo a penas se vean, evitaría lo que pasó con Yoongi y, lo más importante, pedirá salir de allí.

—Mamá, papá — dijo en voz baja una vez en el ascensor —. Por favor, sáquenme de aquí.

¿Por qué? — se contestó a sí mismo en su mente, eso deberían responder sus padres.

—Porque no soy apto para soportar esto por más tiempo.

Sencillo y fácil.

Es cierto que nadie le obligó ir al hospital, si bien su psicólogo se lo recomendó, él fue quien aceptó quedarse allí por algo más que un mes entero – de lo cual restan veinticuatro días — con la esperanza de mejorar, pero ya se dio cuenta que ese lugar no es lo que necesita.

Lo único que ahora le hace falta, es volver a estar entre sus brazos para recibir el calor que emana su hogar lleno de amor, un sentimiento un poco escaso, pero suficiente al final del día.

Cuando estuvo en su piso, lo primero que vio fue a Hoseok entrando en una de las habitaciones, por un momento pensó que era la suya y dedujo que le estaba buscando, desilusionándose al darse cuenta que no era así.

Sus pisadas fueron lentas y silenciosas hasta la puerta vecina a la suya, aún con una sonrisa y esperó a que el enfermero saliera. E intentó preguntarle sobre su visita, pero el mayor fue más rápido en hablar.

—Hey, Jimin — correspondió al saludo de manera cortés y breve, con una sonrisa y asentamiento de cabeza —. Hablé con Namjoon – Sunbae, el castigo de Yoongi era hasta el otro sábado, pero mañana en la tarde lo dejarán salir.

Procuró hablar bajo, el hombre también se encontraba en el pasillo. Porque puede que su puesto de trabajo no haya sido tan beneficiado después de su conversación, pero al menos, el pelinegro ya estaría libre pronto.

—Sólo nos mantendrán vigilados por un par de meses. Min no debe de involucrarse en más escándalos o será peor.

—Está bien, Hyung. Gracias y disculpe las molestias.

Jung sonrió en respuesta, algo extrañado por el inesperado trato con honoríficos. Se dio media vuelta para seguir con su labor con otros pacientes, sin embargo, la voz del rubio le hizo detener.

—E-Espere — su brazo también fue tomado sin mucha fuerza —. Quiero preguntarle algo.

—Que sea rápido, estoy ocupado.

—¿Dónde podré ver a mis visitas?

—Hay una sala propia en el primer piso — contestó de manera inmediata, sin embargo, su ceño fruncido y ojos entrecerrados, mientras ve un par de papeles en sus manos, hicieron al menor temer —. Habías dicho que tus padres vendrían hoy. — murmuró.

—Así es. — fue lo único que supo decir, sin quererlo, un sinfín de necesarios desastrosos se empezaron a generar antes sus ojos.

Hoseok veía el listado de pacientes que recibirían su anhelada visita, muy corta a su parecer, buscando de arriba abajo y viceversa el nombre de Park Jimin. Una mueca triste se posó en él cuando volvió a revisar el documento por una rápida tercera vez, sabiendo de antemano que aquellos se hacían un día antes, como se tiene estipulado en el hospital.

Vio al rubio, un pequeño atisbo de miedo se asomaba por sus pupilas endulzadas de emoción y se odió en el momento en que le dio aquella noticia, esa que llenó su rostro de decepción.

—No hay orden de que seas llamado.

—¿Disculpe? — preguntó con una sonrisa forzada, no quería verse maleducado.

—Que tus padres no han hecho el proceso debido para poder estar aquí — Jimin tragó grueso, incluso si su garganta estaba seca —. Por la seguridad de todos, se debe llenar una especie de formulario y compromiso cada que entran al establecimiento a ver a nuestros pacientes, esto se hace un par de días antes de los martes y jueves — mismos donde sucede lo mismo —. Una vez aquí, se cita a estas personas a las tres de la tarde para revisarlas, al igual que sus pertenencias por acontecimientos anteriores que han puesto la vida de algunos en peligro.

No, eso no podía estar pasando.

—Déjeme revisar eso, por favor. Tiene que haber un error.

Él, realmente, no quería pensar en lo peor.

Sin que el mayor lo haya previsto, los papeles en sus manos fueron arrebatados bruscamente por el otro, quien intentaba secar un par de lágrimas acumuladas en sus ojos para poder ver bien el conjunto de nombres. Soltó un sollozo al no hallarse.

—P-Pero ellos me prometieron que vendrían... — entregó el documento, tratando de procesar la información — ¿A-Acaso no quieren verme?

Hoseok no supo qué decir, aunque conoce muy bien la negligencia de los tutores de sus pacientes, sobretodo porque no quería causar ninguna esperanza o decepción con cualquier palabra que se podría malinterpretar. Maldijo también en voz baja, esto no era parte de su trabajo y en la universidad no le dieron clases de cómo consolar a las personas en estos casos.

—Park, trata de no anhelar nada aquí — con su mano en la espalda contraria, dirigió al rubio a su habitación, más específicamente, a su cama —. Los hospitales son el cementerio de ilusiones.

Eso fue la gota que derramó el vaso de angustia en su estadía allí.

La acumulación de sentimientos espantosos, desde su punto de vista, le hizo derramar gruesas lágrimas como si estuviera formando un río en el que muy pronto se ahogaría. La soledad se pudo percibir en el aire y en su paladar, con un sabor picante que lastima su boca, uno que odia en demasía.

El enfermero suplica en murmullos que su llanto no se intensifique, no quería que le llamaran la atención a ninguno de los dos, lo cual funcionó al ver al menor morder su mano para no hacer ruido. Después de lo que pasó con Yoongi, lo menos que quería era tener la atención del personal en él.

—Lo digo por tu bien. De nada, mucho menos de nadie. Ni si quiera de mí — no obtuvo respuesta —. Puede que a tus padres se les haya olvidado o no estén al tanto de este proceso. El jueves tienen la posibilidad de venir también, pero tampoco esperes que lo hagan.

Él no será el primer paciente que se decepciona por no recibir acompañamiento en ese horrible tratamiento que cada uno recibía, ni tampoco será el último.

De cierta manera, eso logra hacer que su corazón se sienta pesado, pero no más cuando se trata de Yoongi, a quien le tiene un cariño fraternal, no cuando sus ojos aún seguían brillando esos días de visita, aun cuando declara en voz alta que no necesita nada eso. Sabe muy bien que también lo ha anhelado, como cualquier otro.

—Pero, ellos–. E-Ellos lo prometieron.

Existían un sinfín de posibilidades de la falta de sus presencias. Jimin descartó la idea de que ellos hayan muerto por algún motivo externo al pensar de manera tan dramática y exagerada, al igual que sus trabajos hayan sido impedimento al saber que, al menos, su madre labura desde casa y su padre, en una oficina cualquiera de un gran edificio, sin conocer mucho a lo que realmente se dedica.

Siguió así por un par de minutos, no se dio cuenta que ya estaba solo – aunque eso era lo que menos quería ahora – y con la puerta cerrada, en su garganta morían los sollozos bajos con dolor, físico y mental. Pero se obligó a sí mismo a parar, diciéndose cuán estúpido y patético se veía como un infante haciendo un berrinche, algo no digno de una persona de su edad.

—Mierda, deja de llorar — dijo en voz alta, como si estuviera teniendo una conversación normal con cualquier otra persona —. O me golpearé.

La tentación de volver enterrar sus cortas uñas en su piel apareció tal destello de luz por su mente, desechó la propuesta rápidamente al morder la punta de sus dedos para evitarlo. El dolor pudo amainar y disipar sus nocivos pensamientos, pero ahora consiguió que su atención vaya a sus lastimados dedos, arrepintiéndose al instante.

—Soy un asco — murmuró con vergüenza —. Perdón.

Sería una tarde larga tras no haber recibido una indicación de hacer alguna otra actividad, el jardín estaba cerrado y no tenía ánimos de volver a jugar con Taehyung, por lo que sólo se recostó en su cama a la espera de que las horas pasen.

¿Cómo están? Yo, la verdad, no muy bien.

Disculpen si hay algún error en el capítulo, quería subirlo lo más pronto posible por un intento de descanso que me daré esta semana, tal vez, y la otra también. Les quiero, gracias por leer.

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