diecinueve: a(in)tención
Para Yoongi, siempre fue difícil sentirse merecedor de aquel sentimiento que condena y bendice a los humanos.
No hubo tantas personas que se lo demostraran, pero lo conocía, ya sea porque lo leyó en algún libro o lo vio en una película, sabía el concepto del amor.
Él ama a su familia.
Aún con todos los golpes. Aún con todas las maldiciones. Aún con todos los rechazos. Él los ama. Ama la suave voz de su madre cuando la escuchaba, a escondidas, hablar sobre lo orgullosa que está de sus otros hijos al seguir sus órdenes al pie de la letra. Ama la manera en la que su padre trabaja para darles un estilo de vida mucho mejor que la gran mayoría de personas. Ama a sus hermanos y las cualidades que tiene cada uno.
Y él no era estúpido, estaba consciente que el comportamiento de sus padres con su persona no era el más correcto. Pero, ¿qué más podía hacer? Siempre fue como un perro que se dedica a recoger migajas que dejan los demás.
Carente de amor, Yoongi solo quería sentirse amado.
Yoongi extraña sentirse amado.
Es extraño, porque el amor que anhela no es más que la simple e hipócrita idealización que él ha creado conforme pasan los años, donde la calidez de su hogar no ha sido más que una cortina de humo para que las personas que conforman el círculo social de sus padres no se den cuenta de cuán peligrosos pueden ser.
Recuerda su primer intento de suicidio, no aquel donde se hizo un daño evidente y por el cual lo ingresaron al hospital, sino a aquel atisbo de señal que dio para mostrar que no estaba bien, aquel que nadie le tomó importancia.
Incrédulamente, había pensado que ese hecho podría despertar la preocupación en sus padres.
No quería que doliera, siempre ha sido cobarde y muy débil ante el dolor físico. Tampoco deseaba algo que dejara marcas en su cuerpo porque fue un adolescente que creyó con ingenuidad que se recuperaría pronto, por lo que su opción más viable era lanzarse de un edificio de su instituto.
No era el edificio principal, pero sí uno donde la enfermería y demás oficinas referentes a diferentes clubs de la institución se encontraban. Entrar fue fácil, lo hizo con la excusa de hacer un mandado a petición de su maestro de deportes, debía de sacar provecho a su posición como capitán de equipo de baloncesto.
Además, no era extraño verlo por ahí, puesto a que muchos docentes tenían una vaga idea de lo que sucedía en su hogar, por lo que le daban ciertas libertades como dormir en la enfermería cuando lo veían decaído o invitarlo a tomar una taza de café con galletas de sal las veces que presentó síntomas de colapso general.
Ese día, saludó a quienes se encontró por los pasillos, sus maestras de inglés y música, siendo ésta última su favorita entre todo el instituto. La oficina de Park Jaebum se situaba en el cuarto piso, entrar a ella fue una tarea sencilla.
Las ventanas solían estar cerradas por los aires acondicionados que permanecían prendidos, pero fue tan fácil abrir una y sonreír ante el miedo que golpeó su rostro.
Asomarse a ella fue aún menos complicado, la altura no lo mataría, sin embargo, sí le daría una que otra lesión o fractura por la cual tomaría un descanso, pensó así que los golpes en su casa se detendrían.
Eran pasadas las tres de la tarde, el chófer que lo lleva a su infierno siempre debía estarlo esperando en la salida del instituto, poco le importó. Al cabo de unos diez minutos, atrajo la mirada de más de una persona cuando sacó sus piernas una por una y se sentó al filo de la ventana, un pequeño impulso y su cuerpo caería en el asfalto.
—¡Yoongi, no lo hagas! ¡Por favor! — exclamó su profesor de deportes, totalmente aterrado y una de las primeras personas que dejó todo lo que estaba haciendo para acudir a su ayuda — ¡Alguien llame a los bomberos!
Tenía muchos ojos en él, pero no los que quería ver.
Él miraba sin ninguna expresión en su rostro lo alterados que se veían los adultos y pocos de sus compañeros, pero la mayoría solo lo señalaba y hasta allí podía escuchar sus malditas voces, esas que quedaron grabadas cuando hablaban en susurros sobre cuán aprovechado y lastimero era, un asqueroso enfermo mental que ni siquiera debía de estar en los mismos salones que ellos.
La puerta de la oficina fue abierta, no esperaba que alguien vaya a buscarlo desde allí, aún así, no le puso picaporte y la figura del maestro Park se asomó con la respiración errática y otros adultos que lo veían desde el pasillo.
—Yoongi, p-por favor — pidió el hombre, acercándose con paso lento —. Ven conmigo, tenemos práctica de baloncesto, ¿sí? A-Aún no te has cambiado el uniforme, no... No podemos llegar t-tarde.
El pelinegro solo lo miró, dando aviso que no se le acerque más cuando dejó de sostenerse del marco de la ventana con su diestra. Aun así, usaba toda su fuerza en sus piernas para no caer.
Recuerda también, que desde ahí o mucho tiempo más, sus pensamientos se dividían en extremos donde vivir o morir eran sus únicas opciones.
Porque se siente tan jodido llegar a pensar que debes de hacer cosas como estas para despertar la preocupación y amor de quienes te importan. Es realmente triste tener que rogar por amor, por un amor que te daña más de lo que parece, dejando cicatrices en su joven corazón que lleva el nombre de cada persona que le ha lastimado.
—No me voy a morir.
Su voz fue suave y baja, la tensión se sentía en el aire y en el pasillo de ese piso. De no ser que todos estaban mordiendo su lengua por los nervios, su susurro no hubiese sido escuchado, uno que trataba de quitarle importancia a la situación.
—Lo sé, no lo voy a permitir — dijo su maestro, estirando su mano, aunque sin avanzar —. Ven conmigo, Yoongi. No tienes que hacer esto.
Él negó.
Tenía que hacerlo. Solo así, sus padres podrían verlo.
Sí, debían de abrir un espacio en su apretada agenda para poder ir a verlo al hospital.
—Lo siento, profesor Park.
—Yoongi, si caes y te rompes una pierna, no podrás volver a jugar baloncesto nunca más — lo sabía, pero el anhelo de ser merecedor del amor de sus padres era más grande que su amor a aquel deporte —. Y a-ahora se acercan los partidos finales entre institutos, necesito a mi capitán para que pueda guiarlos a la victoria.
—Podrá encontrar a alguien más.
Vio de nuevo hacia el suelo, muchos más estudiantes con actividades extracurriculares que están grabando el suceso, formando un semicírculo a un área donde caería aproximadamente, con varios conserjes haciendo una pared humana para que eviten acercarse más. Por un momento, se sintió un total egoísta al darles más trabajo del que debían hacer, pero sus ingenuos resultados valían la pena.
Jaebum dio suaves pasos mientras veía a su estudiante distraído, los bomberos ya habían sido llamados y esperaba que llegaran mientras hacía tiempo de conversar con el menor.
No pudo avanzar más cuando el celular de Yoongi sonó con un tono predeterminado de llamadas.
Con la intención de ignorarlo, el pelinegro sacó el susodicho de su bolsillo, sin embargo, su semblante cambió una vez la pantalla.
Papá.
Llamada entrante...
Sin poder evitarlo, una pizca de emoción se instaló en su rostro. Casi nunca recibía llamadas de sus padres, decían que preferían hablar con las personas cara a cara, aunque tenía la leve sospecha de que lo hacían porque no querían dar una mala imagen en su trabajo y frente a sus colegas.
Pero eso no importaba ya, lo ignoró y contestó.
—¿Dónde estás? — Después de unos segundos en silencio, una gruesa voz preguntó.
—En el instituto...
Su emoción creció más cuando escuchó la puerta de un carro abrirse y cerrarse, seguido a esto, lo que pareció ser un motor arrancando.
¡¿En serio iba a buscarlo?! ¡Qué ilusión!
—Sé más específico.
—Estoy en el edificio de oficinas de profesores. — respondió con rapidez, volviendo a aferrarse al vidrio.
Tal vez, lanzarse no sería necesario.
—¿Colgado de una ventana? ¿Por qué estás molestando a tus maestros? — Yoongi miró a su espalda, Park yaciendo mucho más cerca de él y con otros adultos asomándose desde la puerta — Bájate de ahí en este instante. La vergüenza que me estás haciendo pasar será muy dolorosa para ti.
—¿Vas a venir? — preguntó, ignorando la última amenaza — ¿Papá? Ven, p-por favor. No me tiraré, pero ven. Por favor, solo ven conmigo.
—Estoy ocupado, Min — sollozó —. Hablaremos en casa.
—No, quiero que vengas — volvió a quitar su mano del vidrio, un impulso y su cuerpo yacía en el suelo —. Golpéame si quieres, pero ven, te lo suplico. Ven a golpearme aquí.
—Min Yoongi, bájate de allí y-
—¡Solo quiero que vengas! — gritó en un susurro.
Todos a su alrededor se detuvieron al no entender lo que sucedía, pero el semblante nervioso del menor les ponían nerviosos también.
—Golpéame t-todo lo que quieras, solo ven... — el adulto al otro lado del celular suspiró.
Después de unos tensos segundos, Yoongi se quedó totalmente callado tras escuchar lo que el contrario dijo.
—Lánzate.
—¿P-Papá...?
—¿No estás haciendo todo este espectáculo porque quieres morir? Adelante, te concedo el permiso — al estar tan sumergido en las crueles palabras de su padre, el menor no se dio cuenta cuando su profesor empezó a acercarse más —. Procura morir esta vez porque, si vuelves a hacerme pasar una humillación como la que estoy teniendo al saber por parte de tus maestros y compañeros, la muerte llegará a ti y yo seré su mensajero.
Dejó de llorar, pero también dejó de sostenerse.
—Nos vemos en casa, hijo.
Le gustaba torturarlo.
La llamada terminó cuando Jaebum lo atrajo a sus brazos, cayendo ambos al suelo y dejando que un suspiro de alivio se escuchara por toda la institución.
Pero Yoongi sentía sus oídos tapados, no lograba diferenciar las voces preocupadas a su alrededor con las de su padre y las intenciones que venían detrás de las mismas. Cerró sus ojos cuando sintió manos posarse en su cabello, rememorando golpes pasados, pero solo era su maestro favorito intentando aferrarse a él para transmitirle una paz que, ni siquiera yendo a terapia toda la vida, podrá obtener.
Está demás decir que, una vez en casa, de sus ojos cayeron lágrimas y sangre.
Tras ello, admite que sus intentos de suicidio son para llamar la atención.
Es un grito desesperante que quiere decir: —¡Estoy aquí! ¡Ayúdenme, por favor! ¡No estoy bien! ¡Nunca he estado bien!
¡¿Por qué a nadie le importa?! ¡¿Por qué deben esperar a que esté sumergido en sangre de nuevo para evitar la paz en su vida?! ¡No entiende porqué debe de hacerse daño para que otros, ni siquiera sus padres, retomen su existencia en ese vil plano terrenal para luego desecharlo tan pronto como pueda.
¡Y está tan malditamente cansado! ¡Ya no puede más!
Quiere llorar, maldecir, escupir, ¡su estómago duele de tantos sentimientos amargos que está tragando! Porque, una de las principales críticas que ha recibido desde que sus síntomas de anorexia y depresión han estado presentes, es el hecho que todo eso lo ha provocado él por pura voluntad.
Necesita gritar.
Y le molesta en demasía todas aquellas palabras dirigidas hacia su persona como el único culpable de su desgracia, porque está claro que hablan desde una posición por la cual no han pasado por lo mismo que él.
¡Y es injusto que él esté sufriendo tanto mientras ve a sus agresores como si nada hubiese pasado!
Él conoce la imagen que tienen sus padres en el mundo laboral, reconocidos abogados y su propio buffet, está al tanto de ello, aunque no le han permitido involucrarse mucho para no arruinar su preciada reputación por ser un maldito enfermo mental.
No puede creer que sigan viviendo como si no existiera, es cruel.
Lo mínimo que esperaba era una disculpa, la cual nunca llegó.
Pero ya no, oh, claro que no. Quiere verles sufrir así como él lo está haciendo, ahogándose en sus propios pensamientos hasta ver sus cuerpos totalmente destruidos por consecuencia de años de manipulación y abuso, humillación y degradamiento.
Sin embargo, este tipo de ideas van y vienen de vez en cuando, quedando guardadas en lo más profundo de su ser para ser llenadas de polvo, sabiendo que necesita solo un pequeño incentivo más para ponerlas en marcha.
El cansancio lucha contra la sed de venganza, siendo que el primero siempre termina victorioso.
Por esto, empieza a planear su próximo intento, sintiendo un déjà vu cuando planea lo planea, donde se pregunta cómo hacerlo y cuándo será el momento.
Espera que sea el último movimiento, porque hay solo dos opciones viables si es que la sangre en el suelo no termina siendo suya.
Es él o sus padres, ya está harto.
La verdad es que capítulo es más importante de lo que parece, por fa dénse cuenta de ello kajsnkas.
Pan les tqm, besitos.
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