Capítulo 8

Theo aún dormía cuando Lucy despertó y se dio cuenta de que habían pasado la noche juntos. Estaban durmiendo en su cama. Él, tenía la cabeza levemente inclinada hacia a un lado, apoyada en un hombro de Lucy. Estaba segura de que, si se movía tan solo un centímetro, lo iba a despertar. Ella estaba bien en ese espacio pequeño de la cama, cabía a la perfección. Él, en cambio, ocupaba el resto del colchón, aunque eso a Lucy le resultó adorable. Del mismo modo que le resultaban adorables sus ojos cerrados, las pestañas curvas, el cabello que moría por acariciar y la manera en la que respiraba, transmitiendo tanta calma.

No recordaba en qué momento de la madrugada se dejaron caer en los brazos de morfeo. Habían tenido una larga conversación, interrumpida por risas o largos silencios que no eran incómodos, más bien, reconfortantes. En un momento, Theo la había observado con los ojos repletos de culpa <<De verdad, siento haber dicho que era tu novio. Nunca te pregunté si estabas en pareja o quizá saliendo con alguien>>. Lucy jugueteó con sus manos, nerviosa. Bajó la mirada y divagó en sus pensamientos durante unos largos segundos, preguntándose si debía mentir sobre su estado civil o tan solo ser sincera, como lo fue siempre con él. Para algunas personas, su soledad atinaba a ser <<rara>> en particular porque era realmente cierto que estaba sola. No coqueteaba ni hablaba por mensaje de texto con ninguna persona. Hacía años que no tenía una cita, de hecho, podía contar las que tuvo con los dedos de una mano. Respetaba, pero no podía entender a la clase de personas que tenían citas y lo intentaban con alguien nuevo todo el tiempo. Ella simplemente nunca podría jugar ese rol, no le surgía, no estaba en su naturaleza. Era selectiva con las personas que dejaba entrar a su vida, por la sencilla razón de que le costaba establecer un vínculo con alguien. <<No. No estoy saliendo con nadie>> contestó, sin máscaras. Theo nunca la juzgaría. <<¿Y tú?>>

Ya sabía lo de esa tal Jessica, pero quería oírlo de su boca. Confirmarlo.

<<Sí. Estoy viendo a alguien. Nada serio>>. Las primeras cinco palabras, dolieron. Las otras dos, trajeron un poco de alivio. ¿Por qué? Tan solo eran amigos. Él nunca le había dado indicios o esperanzas de algo más, aunque Lucy soñara con aquello de vez en cuando.

Ahí lo tenía, durmiendo a su lado. ¿Realmente los amigos compartían cama? ¿Se trataban así? Era confuso. Aunque lo conocía, ser atento y caballero formaba parte de la personalidad de Theo, no eran gestos <<especiales>>, más bien su manera de ser. No podía confundirse con aquellas actitudes. Aún así, Lucy se atrevió y le acarició el cabello, una, dos, tres veces. Entonces, él se removió atinando a abrir los ojos y ella, enseguida deshizo el contacto.

—No puede ser —pronunció Theo, incorporándose. Todavía adormilado—. ¿Cuánto dormí?

—Dormimos —corrigió Lucy, sonrojada—. Son las ocho de la mañana. ¿Te traigo un café? —ofreció, saliendo de la cama.

Le gustaba estar cerca de él, pero a la vez, la inquietaba. Tenía la sensación de que esa clase de momentos, tan cotidianos y simples, eran realmente íntimos.

—Así que desayuno en la cama ¿eh? Empezaré a quedarme a dormir más seguido —bromeó, disparando los sentidos de la chica. El corazón le latió rápido, afectado por la sonrisa encantadora del contrario que, en lugar de levantarse, volvió a hundirse en la cama.

Lucy sonrió para sí misma, pensando que su cama quedaría impregnada por su aroma masculino.


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Antes de ir de compras, decidieron pasar por el apartamento de Theo, que entró a darse una ducha mientras Lucy contemplaba el sitio. A diferencia de su piso, tenía varias habitaciones y un patio trasero, que contenía algunas plantas y un sillón. No pudo evitar curiosear cada rincón, ilusionada por descubrir otra parte de la vida de Theo, su hogar. Todo estaba ordenado, aunque no de un modo <<obsesivo>>, si no como lo haría alguien que apenas tiene tiempo de estar en casa. Presentable. Siguió comprobando lo mucho que a Theo le importaba su familia, había portarretratos con fotografías en varios sectores y además, la puerta de su nevera estaba cubierta por dibujos firmados con los nombres de sus sobrinas. Sin embargo, el corazón le dio un vuelco cuando descubrió uno que estaba firmado por <<Mía>>. Tragó saliva, conteniendo las ganas de correr a abrazarlo.

El timbre sonó y, como Theo aún estaba ocupado, Lucy corrió a atender. Despreocupada, abrió la puerta. Su expresión se llenó de tensión al ver a Jessica de pie, con una sonrisa que se difuminó poco a poco, como en cámara lenta.

—Hola —saludó. La había reconocido de inmediato.

—¿Theo está aquí? —preguntó, moviendo su cabello rubio hacia un costado. Era una chica preciosa. De verdad lo era.

Lucy asintió, tenía la boca seca y no sabía bien qué decir.

—Um, sí. Viene en un momento. Quieres... ¿Quieres pasar?

La contraria asintió y dio un paso hacia adelante, ingresando con naturalidad. Seguro había hecho eso cientos de veces.

—Jessica —le tendió una mano—. ¿Tú eres su hermana? —indagó, echándole un vistazo rápido.

—Lucy —respondió, aceptando el gesto—. Una amiga.

—Ah, sí. Claro —sonrió, relajada. Aún así, Jessica recordó los mensajes que había visto en el celular de Theo. De pronto, se sintió desplazada, como si estuvieran ocupando su lugar.

Caminó hacia el salón con seguridad, parecía que la casa le pertenecía. Lucy fue por detrás, sigilosa. <<¿Debería marcharme? ¿Estaré causando problemas? Seguro quieren tener un momento juntos y quedé en el medio>>, pensó. Indecisa.

—Lucy, ¿has visto dónde dejé las llaves de la motocicleta? —Theo surgió del pasillo, vistiendo un vaquero y acomodándose una camiseta negra manga corta. Su pelo aún estaba húmedo, incluso un par de gotitas de agua resbalaban a los costados de su cuello. El aroma a shampoo invadió la sala por completo—. Hey, Jess —se sorprendió al verla—. ¿Qué haces por aquí?

Lucy se sintió invisible.

—Se suponía que era una visita sorpresa, pero no sabía que estabas ocupado —le dirigió una mirada rápida a Lucy—. Tendría que haber llamado antes.

—Está bien. De todas formas, ya me iba. Hablamos mañana ¿si? —colocó una pequeña sonrisa forzada y dio media vuelta, atravesando la salida. Tenía un molesto nudo justo en medio de la garganta, los ojos se le humedecieron y se sintió estúpida por tener ganas de llorar.

Caminó poco menos de dos cuadras, hasta que Theo la alcanzó y la sostuvo ligeramente del codo, pidiéndole que se detenga. Ella giró, lo vio entre preocupado y agitado, por la manera en que debió correr para alcanzarla. Los ojos claros le brillaban, cubiertos de inquietud y culpabilidad. Sabía que Lucy percibía el mundo con mayor sensibilidad, por eso siempre tendía a protegerla.

—Theo... —suspiró, rendida—. Deberías volver con ella.

—¿Por qué? No quiero. No quiero cancelar los planes que hicimos juntos.

Lucy se encogió de hombros. Se había dejado llevar por las emociones.

—Es que no quiero quedar en el medio. Ella vino a verte y yo justo estaba ahí... Ya sabes. Lo arruiné.

—No estás en el medio de nada —aseguró—. Lucy, solo... Solo deja de actuar como si fueras una molestia para mí —pidió, exasperado—. No lo eres ni lo serás, nunca. Me gusta pasar tiempo contigo ¿si? Desde que nos reencontramos supe que jamás debimos haber perdido contacto, porque a pesar de que pasaron diez años es como... Como si en realidad el tiempo no hubiera pasado entre nosotros. ¿No lo sientes? —ella asintió—. Eso no sucede a menudo, Lucy. No pasa con cualquier persona.

—Tienes razón, Theo. Lo sé —de inmediato, se sintió especial. Eso tampoco sucedía a menudo—. Y lo siento por toda esa... Escena— elevó las manos para cubrirse la cara, avergonzada—. Ya sabes que siempre he sido un desastre para lidiar con estas cosas.

Él se acercó y, con delicadeza, le descubrió el rostro.

—No pasa nada. ¿Podemos volver y retomar el plan que teníamos? —propuso, decidido a dejar el pequeño inconveniente atrás—. Además, todavía me debes la canción. No lo olvido, Lucy — murmuró Theo, que sin más, la atrajo hasta su pecho para darle un abrazo.

Ella respiró y pensó que viviría en ese instante eternamente, si pudiera. 


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