༺Géminis༻
Kirishima corrió rápido, tenía que sacar de aprietos de nuevo a Katsuki. Esa escuela era la última que lo aceptaba con todo el historial detrás de él, ahora era vital estar ahí.
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Hace meses que cruzaron con un hospital de enfermedades mentales, la curiosidad los llevó y terminaron dentro de un programa de adaptación, donde técnicamente eran capacitados para tratar con personas con todo tipo de enfermedad mental, básicamente se rentan como acompañantes.
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E
sa escuela era la última que lo aceptaba con todo el historial detrás de él, ahora era vital estar ahí;
Es vital estar ahí, Ochako está ahí.
Empujó a uno de los sujetos ganándose un puño en la mejilla. Bakugou había buscado riña con un grupo de imbéciles aledaños de por ahí, ni siquiera eran estudiantes. Había dejado a Ochako esperando en la salida de la escuela.
—¡Bastardos de mierda! —boziferó Katsuki lanzándose sobre uno de los hombres.
—¡Hey, se han llevado por la fuerza a Sho-chan! —chilló Ochako llegando por detrás. —Su padre es aterrador ¡Es un sol enorme! —se detuvo ante la escena.
Estaban golpeando a Kirishima y Bakugou, les pagaban.
¿Por qué? Bakugou ya no había escapado de clases como había prometido, Kirishima era amable y atento. No merecían tales palizas, una vez había presenciado algo así, lo recuerda bien;
La sangre salía de su nariz, su estómago ardía, ese día en aquella escuela empujó sin querer a una chica y sus amigos terminaron arrastrandola por el suelo, Shinso había ido en su rescate y con su magia había hecho que dejaran de agredirla, ese día aquellos chicos habían subido a lo alto de la resbaladilla y se tiraron desde ahí, rompiendo parte de sus cuerpos al impactar el suelo, días después no volvió a ver a Shinso.
—¿Mañana ustedes ya no estarán? —masculló entre los gritos e insultos de la riña.
Las lágrimas se asomaron por sus ojos, soltó la crepa que le había dejado Shoto y tocó el suelo.
—¡Odio a los meteoritos! —chilló levantando las manos y juntando los dedos.
El hormigueo subió por sus piernas, el sol pareció esconderse y las voces comenzaron a susurrar suavemente al compás del viento.
—Van a gritarme —masculló mirando a todos en el aire. —¡Van a gritarme! ¡Van a gritarme! —estaba perdiendo la calma. Llevó sus manos a sus oídos. —¡No! ¡No me griten! ¡No, no, no! ¡Silencio! —se puso de cuclillas escondiendo su cabeza entre sus rodillas. Ellos gritaban, reían y le decían cosas horribles. El mundo se aislaba y sólo escuchaba voces desconocidas.
Comenzaba a doler su cabeza.
—Me quieren matar —susurró. La gravedad regresó.
Kirishima cayó al suelo junto a Katsuki y los demás.
Los buenos para nada salieron corriendo del lugar.
—¡No, no! ¡No! —comenzó a gritar sacudiendo su cabeza. —¡Salgan, déjenme! —se tiró hacia atrás y comenzó a patalear como si algo quisiera arrastrarla.
Bakugou se levantó para acercarse.
—Cara de ángel —la llamó suave, ignorando el dolor en su ceja rota. —Tranquila.
—¡No! ¡Ayuda, quiere matarme! ¡Ayúdame, me está matando! ¡Me está matando! —chilló tiñendo su mirada de terror.
Katsuki se quedó en blanco cuando Uraraka echó su cuerpo para atrás, tirándose al suelo del parque y llevando sus manos a su cuello.
Kirishima corrió a intentar que dejara de asfixiarse. La tomó de un brazo.
—¡No! ¡Me quemas! ¡Me quemas! ¡No! —pataleaba, ensuciando su uniforme con tierra, rasgando sus medias negras por el roce contra el suelo de manera fuerte.
—¡Ochako, no Ochako! ¡Está bien, nadie intenta matarte, estás bien! —tomó las manos de la castaña jalándola a su pecho.
—No soy Ochako —chilló llorando. —Soy Cáncer.
El comentario desconcertó a ambos, Bakugou la tomó de la espalda –pegandola a su pecho– y Kirishima logró quitar las manos de Uraraka de su cuello. Miró las uñas de la chica, tenían piel dentro.
Ochako respiraba rápido y miraba fijamente a una dimensión lejana. La escena les estaba regalando vistas raras por parte de la gente que pasaba por ahí, incluso los niños que jugaban por ahí se habían ido a abrazar a sus madres.
—Ochako —llamó Bakugou, esperaba no recibir la respuesta de que era cáncer.
Ella intentó quitar las manos de Eijiro de sobre las suyas.
—¡Por favor, mátame! ¡Mátame! No me gusta, no me gusta —comenzó a mover bruscamente el cuerpo. —Me quieren matar.
—¿Quién? —preguntó desesperado.
—Géminis —susurró. —Quiere llevarse las pocas estrellas que me quedan, se ha llevado mis galaxias, mis planetas y cometas —. Dejó de moverse y ahora lloraba amargamente. —Tengo miedo.
Y ahí su respuesta, Katsuki miró algo molesto desde arriba a Ochako.
—¿Estás loca, mujer? No dejaremos que el bastardo de Géminis te quite a tus estrellas, les patearemos el culo.
Ochako comenzó a llorar más.
—Tu eres un meteorito, tus destruyes todo a tu paso. —chilló.
—Vamos, cree en Blasty, ambos no dejaremos que te roben tus estrellas —dijo lo más amable que pudo. —Nadie se llevará nada de ti.
Las mejillas ese Ochako se pusieron rojas y de nuevo lloró, pero ahora escondiendo el rostro en el pecho de Bakugou.
—Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo mucho miedo.
Katsuki suspiró rendido, abrazó a la castaña de mala gana. Kirishima acarició su cabello castaño.
Es tan frágil aquella estrella.
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