5. Como un libro abierto

Marina fue a ensayar a casa de Álex tal y como quedaron el día anterior. Ella vestía unos pantalones blancos y un jersey de color negro, ambos ajustados. La chaqueta blanca la dejó en una de las sillas en cuanto entró en el piso.

—Vaya, estás guapísima —reconoció él.

—Gracias. —Sonrió.

—Si vistes así cada vez que él vaya a tu casa estoy seguro de que no tardará en caer —bromeó, refiriéndose a Carlos.

Aunque hablaba en serio.

—¿Tú crees? —preguntó antes de soltar una risita.

—Por supuesto. —Le guiñó el ojo.

Álex se acercó a su portátil y buscó la canción que Elena les había asignado.

—¿Empezamos?

Ella asintió y él dio al botón de reproducción antes de situarse frente a su compañera. Terminaron de acortar la distancia y se colocaron en posición: Álex alzó la mano derecha y Marina le entregó la izquierda mientras colocaba la otra sobre la nuca del chico. La otra de él se situó sobre la zona baja de la espalda de ella y empezaron a moverse. Bailaron en silencio durante los minutos que duró la canción y se dirigieron miradas de vez en cuando con una sonrisa. Cuando terminó y volvió a sonar, ambos continuaron con el ensayo.

—Mis padres se van la semana que viene a una convención o algo así —comentó en un murmullo cerca del oído de Álex, que volteó la cabeza un poco para mirarla—. Quieren que me quede con Carlos durante su ausencia y yo no sé si sea buena idea...

Él detuvo sus pasos y se separó.

—Pero eso es fantástico ¿no?

Marina mordió su labio inferior.

—Supongo que sí.

—No te veo muy segura. —Hizo una mueca y se cruzó de brazos.

Después paró la música.

—Estoy segura de que él ha aceptado por compromiso, ¿por qué iba a hospedarme en su casa una semana? Que lo hiciera hace tiempo lo entiendo, ¿pero ahora? —Negó con la cabeza.

—¿En serio lo hacía? —preguntó con curiosidad—. Ven, cuéntame.

Cogió la mano de Marina y la llevó hasta el sofá para que se sentara a su lado. Cuando lo hicieron, ella empezó:

—Ya te dije ayer que Carlos es amigo de mis padres... Cuando ellos viajaban por motivos de trabajo, nos dejaban a su cargo porque confiaban mucho en él. De hecho, nunca les ha dado motivos para lo contrario, siempre nos ha tratado como si fuéramos sus sobrinas o ahijadas. De hecho, es padrino de mi hermana.

—Espera, espera... —la interrumpió Álex—. ¿Tu hermana es mayor que tú?

—No.

—¿Entonces por qué fue su padrino y no tuyo?

—La verdad es que no tengo ni idea, quizá cuando me bautizaron no pensaron en la posibilidad de que fuera mi padrino —respondió ella—. Fui adoptada, pero mi hermana sí que es hija biológica de ellos así que es posible que prefirieran que lo fuera por eso. O solo fue casualidad, no podría asegurar nada. Ellos no pensaban tener otra hija cuando mi madre quedó embarazada.

Álex permaneció callado y atento a sus palabras hasta que vio que no continuaba.

—Sé que sonará como una locura, pero... ¿Y si no quisieron que fuera tu padrino para que pudierais tener algo cuando fueras mayor?

Ella rio a carcajadas.

—Estás intentando ilusionarme, pero no hace falta. Yo sola me basto para eso. —Volvió a reírse.

—No, qué va, solo intento ofrecerte un punto de vista diferente —aseguró Álex, poniéndose serio—. No sabemos si es así o no, y en el primer caso tampoco conoceríamos el motivo que los mueve a ello, pero creo que deberías aprovechar la oportunidad que te está dando la vida, el destino y tus padres, aunque no lo hagan de manera consciente.

Marina suspiró y bajó la mirada unos segundos. Después levantó la vista de nuevo hacia él.

—Tienes razón, es una oportunidad que no puedo desaprovechar. —Sonrió.


···


Esa noche se mensajeó con su hermana a través de Showface.


Marina López:

¿Te han contado mamá y papá que se van de viaje la próxima semana? Y como siempre me dejan sola aquí...


Daniela López:

Sí, pero me han dicho que te quedarás con Carlos. ¿Es cierto? ¿A estas alturas siguen con esas?


Marina López:

Sí y no entiendo por qué lo hacen, aunque también es verdad que me han dado la opción. No es como si volvieran a dejarlo de niñero, ¿sabes?


Daniela López:

¿Y tú qué opinas? Es decir, ¿estás de acuerdo con quedarte con él? Que lo hiciéramos de pequeñas... Pero ahora tienes veinticuatro años y él tiene treinta y ocho. Aunque no lo parezca, no os lleváis tanta edad como para no intentar algo... No sé si me explico.


Marina López:

¿Y tú crees de verdad que él querría intentar algo conmigo? ¡Es de locos!


Y, sin embargo, era algo que deseaba desde hacía tiempo.


Daniela López:

Que conste que no te lo he querido decir antes para no hacerte sentir incómoda, y que no creo que nuestros padres lo sepan, pero yo sí... Sé lo que sientes por él.


Marina se llevó una mano a la boca al leer ese mensaje y cerró la aplicación con el corazón a mil por hora. La situación empeoró cuando vio que la estaba llamando.

—Lo siento, tata —se disculpó.

—Ahora resulta que soy un libro abierto y yo apenas era consciente de eso —respondió la chica con voz baja.

—¿Papá y mamá están durmiendo?

—Sí, ya sabes que los viernes son especiales...

—Es verdad, Carlos sigue yendo a cenar, ¿no? —indagó Daniela.

—Por supuesto, por aquí las cosas siguen igual. Pero dime, ¿cómo supiste lo que tanto me he empeñado en guardar?

—Porque somos hermanas y no hace falta que me digas algo con palabras para saber lo que te pasa o lo que tienes en la cabeza. Recuerdo tu cara cada vez que Carlos venía a cenar a casa y lo guapa que te ponías esos días. Más guapa de lo que sueles ser, quiero decir.

—Me siento tan estúpida... —Llevó la palma de su mano a la frente.

—No seas tonta, es lógico si estás enamorada. Y por lo que tengo entendido creo que llevas así desde hace años, ¿no?

Aún le sorprendía que su hermana hubiera sido capaz de leerla de esa forma.

—Debiste decírmelo en cuanto lo descubriste —la regañó Marina.

—Preferí guardarlo para otro momento. ¿Te has enfadado?

—No, tranquila —aseguró con una sonrisa, aunque su hermana pequeña no la pudiera ver.

—Me alegro. —Sonaba contenta—. Mañana hay cena...

Marina retiró la mano de su frente y tapó su boca para evitar que su risa se escuchara fuera de la habitación por la vocecita cantarina que puso Daniela.

—No me lo recuerdes...

—Quiero saber una cosa. —Y sin dejar que Marina hablara, continuó—: ¿Vas a hacer algo para que él te note? Debes aprovechar que podrás quedarte en su casa.

—No seas boba, él jamás se fijaría en mí. No porque no sea guapa o de su agrado, sino porque a lo mejor no le gustan menores que él. ¡Qué sé yo!

—No digas tonterías, tata. —Marina pudo imaginar que su hermana le sacaba la lengua—. Estoy segura de que él se fija en ti más de lo que crees, solo que te mantienes ciega quién sabe por qué.

—No estoy ciega, simplemente veo la realidad. Él no reacciona a mi cercanía como quiero, mientras yo me muero cada vez que me toca aunque sea de casualidad.

Al final fue capaz de confesarlo, aunque fuera a su hermana y no a él.

—Tú dale tiempo y verás.

—Ya te digo yo que no, pero si insistes...

—Tú hazme caso, si te lo propones estoy segura de que lo conseguirás.

Marina sonrió ante esa posibilidad. Su hermana podría tener razón, pero no se quería permitir estar más ilusionada de lo que ya se sentía cada vez que veía un mínimo gesto en él.

Despidió a su hermana en cuanto vio lo tarde que era y se fue a dormir.


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