45. Una mentira intolerable

El miércoles por la noche, tras la cena, Alejandra se debatía entre hablar con su hija o seguir esperando a que acudiera a ella. Tras elegir la primera opción, llamó tres veces y abrió un poco la puerta.

―¿Estás ocupada? ―preguntó al ver la luz encendida.

―No, pasa.

Entró y cerró para tener una conversación tranquila con Marina, que estaba sentada en la cama con el móvil en las manos. La vio apagar la pantalla y soltarlo a su lado.

―¿Qué pasa, mamá?

―Solo quería que habláramos un rato, has estado un fin de semana fuera y por lo general tampoco solemos pasar tiempo juntas ―comentó con una sonrisa.

Marina intuyó cuáles eran sus intenciones incluso antes de que las manifestara.

―Os eché mucho de menos...

Alejandra le dedicó una mirada significativa que Marina entendió sin necesidad de palabras.

―Cuando tu padre y yo tengamos vacaciones, y tu hermana vuelva, viajaremos a algún lugar los cuatro. Os estáis haciendo mayores y no quiero arrepentirme de no haber disfrutado más de vosotras. ―Sus ojos brillaron, pero hizo lo posible por no derramar una sola lágrima―. Ya no me cuentas tus cosas como antes...

Y ahí estaba la táctica de su madre. Intentó no reírse al recordar que lo de Carlos jamás se lo mencionó a su madre, por lo que antes tampoco le contaba demasiado.

―Lo que tengo que contar ya lo sabéis ―rebatió.

―Pero no me refiero a lo profesional, cariño... ¿No hay alguien que te guste? ¿Has salido con algún chico últimamente? ¿O acaso te gustan las chicas y no me lo has dicho?

―¿Pasa algo si prefiero enfocarme en mi vida profesional? ―cuestionó Marina―. Aún estoy esperando a que me llamen de la tele, estoy con los concursos de baile y tú quieres encima que salga con alguien.

Su madre suspiró y la tomó de las manos.

―Quiero preguntarte algo y me gustaría que fueras sincera... ―El corazón de Marina estuvo a punto de salirse del pecho con esas palabras―. ¿Sigues enamorada de Carlos?

―¿Qué? ¡No! ¿De dónde has sacado eso?

―Aunque en su momento no me lo dijeras, yo no soy tonta, Marina ―respondió mientras acariciaba su mejilla―. Tu actitud con él siempre te ha delatado a mis ojos, aunque él no se diera cuenta ni siquiera de cómo lo mirabas. Por ese motivo rechazamos la mayoría de las invitaciones a conferencias cuando no podíamos llevaros con nosotros, porque no veía adecuado que os quedarais con él... No cuando ambas erais adolescentes.

―¿Entonces por qué me dijiste que me quedara con él hace meses? ―la interrumpió Marina―. ¿Por qué si no lo veías adecuado? Me quedé con él para que estuvieras tranquila ―musitó.

―No quería que te sintieras sola, pero en el fondo habría preferido que no lo hicieras. Ya no eres una niña y Carlos... ―No fue capaz de seguir.

―¿Carlos qué, mamá?

El corazón de Marina latía a gran velocidad.

―¿Pasó algo esa semana? Últimamente te he notado más... ilusionada de lo normal.

―¿Crees que yo me dejaría? ―«Ojalá hubiera pasado mucho más esa semana», pensó mientras esperaba la respuesta de su madre.

Qué poco le gustaba mentir.

―Por supuesto que no, pero quiero saberlo. Que sea nuestro amigo no le da derecho a nada que tenga que ver contigo.

La mirada de Alejandra se tornó sombría.

―No pasó nada, mamá ―la tranquilizó aunque no fuera sincera―. ¿Quieres saber por qué estoy ilusionada? Porque estoy saliendo con alguien... y no es Carlos. ―Suspiró―. Es Álex, mi pareja de baile.

Los ojos de su madre se agrandaron al escuchar esa confesión tan inesperada. Esbozó una gran sonrisa antes de abrazarla unos instantes.

―¿Y por qué no me lo habías dicho? ¡Cuánto me alegro! Deberías traerlo a cenar este viernes y así tu padre y yo lo conocemos... Me gustaría darle el visto bueno.

Marina desvió la mirada hacia su móvil y vio que tenía unas cuantas notificaciones que en ese momento no podía ver. De nuevo posó los ojos sobre el rostro de Alejandra.

―Lo hablaré con él, pero no prometo nada.

―Está bien, ya me avisas con antelación para organizarlo todo ―dijo mientras se alejaba con una sonrisa.

Cuando Marina volvió a quedarse sola en su habitación, cogió su teléfono móvil y vio que tenía varios mensajes de Carlos. Después de todo lo que su madre le dijo, ¿cómo podía sincerarse y contarle que estaba teniendo algo con él? Tras leer todo lo que le envió, ella se limitó a enviarle un único mensaje: «He mentido a mi madre y ahora quiere invitar a Álex a cenar el viernes por la noche... En otro momento hablamos y te cuento todo, pero, por favor, no te sientas mal ni saques conclusiones precipitadas». Se sintió mal por la mentira y por el daño que eso pudiera causarle a Carlos.


···


Al día siguiente Álex recibió en su casa a Marina. La había echado de menos y verla fue como un bálsamo mejor que pasar tiempo con Jimena. Tras cerrar la puerta, la siguió mientras observaba su forma de gesticular con los brazos; hablaba demasiado rápido.

―Frena un poco que no estoy entendiendo nada.

Ella se detuvo en medio del salón e inspiró hondo antes de girarse.

―Tengo un problema muy gordo, Álex. ―Fue directa al grano―. Anoche mentí a mi madre y te he involucrado, lo siento mucho... ―Mordió su labio inferior y restregó sus manos. Álex no dijo nada mientras esperaba a que terminara―. Después de dejarme claro que esperaba que no ocurriera nada entre Carlos y yo, ¿cómo iba a decirle que estamos saliendo a escondidas? Así que le dije que estoy saliendo contigo y quiere que vengas mañana a cenar, ¿te lo puedes creer?

Él se acercó y posó las manos sobre los hombros de Marina.

―Si necesitas que vaya y finja ser tu novio, lo haré.

―No quisiera ponerte en ese aprieto.

―Somos amigos ¿no? Los amigos están en las buenas y en las malas. ―No apartó su mirada de los ojos de Marina―. Deja que sea yo quien tome la decisión de ayudarte, a no ser que prefieras retractarte. Lo entendería si lo hicieras, al fin y al cabo no creo que te guste mentir a tu madre...

Entretanto la contemplaba, se resistía a sus labios tentadores. Aunque necesitaran ensayar para un concurso que se avecinaba, era incapaz de hacerlo sin que su fuerza de voluntad fallara en el intento de contenerse. Además era más importante el asunto de Marina que el propio baile.

―No me gusta ―reconoció ella después de un rato en silencio―, pero no sé si sea buena idea... Dudo mucho que la cena sea en familia, también estará Carlos, y creo que mi madre aprovechará para saber si es cierto lo que le dije o si ella tenía razón y ha pasado algo entre él y yo. ―Se alejó de Álex para darle la espalda―. No quiero hacerle daño ¿sabes? No quiero lastimar a nadie.

Durante unos minutos pensó en si acercarse de nuevo o dejarle su espacio; decidió lo segundo, aunque luego pudiera arrepentirse.

―Carlos sabe que no hay nada entre nosotros así que no deberías preocuparte por él ―la animó.

Era él quien se arriesgaba a que su corazón saliese lastimado en el proceso, pero no le importaba si así ayudaba a su amiga.


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