44. La dulzura de Daniela
El sueño se desvaneció en cuanto llegaron al aeropuerto de Sevilla y encontraron a Elena y a su marido esperándolos. Durante todo el trayecto se mantuvo pensativa mientras Carlos acariciaba su mano. La primera en llegar a su casa fue Marina, por eso no pudieron despedirse como en realidad les habría gustado, aunque el beso que dejó él en el dorso de la mano la dejó sin aliento. Esa noche, por si fuera poco, apenas pudo dormir debido a todas las emociones que se acumulaban en su interior y no podía exteriorizar. Además estaba el pequeño interrogatorio de su madre durante la cena, que tampoco la dejó descansar como habría querido.
Al día siguiente, y aprovechando que sus padres estaban trabajando, contactó con Raquel para ponerla al día de todo lo que había pasado. Sin duda lo que más le urgía era contarle lo sucedido en el viaje, pero no estaba segura de qué era lo último que sabía. Hasta ese momento Patricia era la que más información poseía al respecto.
Se vieron tiempo después en el centro de la ciudad, en una cafetería.
―No sabes cuánto me alegro de ver que has vuelto a ser la misma ―comentó Marina al verla.
Raquel sonrió.
―Enfrentarme a Pablo me ha venido bien para recuperarme a mí misma. Era lo último que me quedaba para sentirme bien conmigo misma definitivamente ―explicó―. Pero dime, ¿todo va bien?
Marina inspiró hondo y luego expulsó el aire poco a poco. Cogió la taza caliente para llevársela a los labios.
―Después de tanto creo que no sé cómo me siento... Es decir, soy muy feliz ―aclaró con una sonrisa tras beber un poco―, pero me da la sensación de que esta felicidad que siento se desvanecerá cuando menos me lo espere. Estamos llevándolo en secreto porque yo se lo pedí y temo que mis padres no se lo tomen bien cuando lo sepan. Ni siquiera sé cómo sincerarme con mi madre sobre lo que siento.
―Entiendo que no debe ser fácil... No sois de la misma generación y por si fuera poco está el tema de tus padres. No me extrañaría que las cosas se complicaran cuando sepan lo que hay entre vosotros. No sé cómo cambiaron tanto las cosas entre vosotros ―alargó la mano sobre la mesa para tomar la de su amiga―, pero me alegro mucho. Te mereces ser feliz, dure lo que dure. Y no esperes para contárselo a tus padres o será peor. No eres una niña, ni una adolescente, pero siempre has confiado en ellos para todo. ¿Cómo piensas que van a reaccionar cuando sepan todo lo que has ocultado durante tantos años?
―Si tienes razón, eso lo sé, pero me da miedo la reacción que tengan cuando lo sepan. Yo no tengo problemas con el hecho de que me saque catorce años, otra cosa sería que su edad fuera aún mayor... ―comentó pensativa.
No dejaba de mirar el líquido que quedaba en la taza. «¿Seré capaz de hacerlo?», se cuestionó con el ceño fruncido. Raquel la miró y, como aún tenía cogida su mano, la apretó con suavidad. Marina levantó la mirada hacia ella.
―¿Qué te parece si cenamos los cuatro juntos algún día? Tú, Carlos, Julián y yo ―propuso para cambiar un poco de tema.
Era algo que debía pensar con tranquilidad y en soledad, no con ella en una cafetería. Marina lo agradeció.
―Me parece una buena idea, al fin y al cabo Julián y Carlos son amigos. Estaremos en confianza.
Las dos sonrieron y bebieron un poco más de sus tazas. Después continuaron poniéndose al día sobre otros asuntos.
···
Regresó a su casa horas más tarde y como estaba sola de nuevo decidió hablar un poco con su hermana. En cuanto la avisó de su disponibilidad, apretó el botón de videollamada y esperó a que su hermana apareciera en la pantalla.
―No sé cómo no se me había ocurrido antes, Marina ―dijo en cuanto las dos se vieron.
―Eso es porque no tenías tantas ganas de verme ¿eh? ―bromeó Marina y sacó la lengua.
―¡No seas boba! ―Posó el teléfono en la mesa y Marina vio los apuntes desperdigados por la superficie―. Me quedan solo dos exámenes y en cuanto los termine estaré de vuelta. No sabes las ganas que tengo de veros...
―Y nosotros a ti, pero sobre todo yo. ―Esbozó una amplia sonrisa.
Las dos se miraron unos instantes hasta que Daniela cortó el silencio.
―Bueno, ¿qué? ¿Cómo te va con Carlos?
Marina rio al verla subir y bajar las cejas varias veces.
―¿Recuerdas que te dije que íbamos de viaje a Lanzarote unos días? De esto no saben nada papá y mamá así que ni se te ocurra mencionarles nada...
―Tranquila, sabes que puedes confiar en mí. ―Guiñó el ojo derecho.
―Pues allí al fin pasó lo que llevaba tiempo deseando. ¡Madre mía, Dani! Te juro que jamás pensé que llegaría a ser mejor de lo que imaginaba... ―Resopló.
―¡Cuánto me alegro! Ya era hora ¿no? Me imagino que ahora debes estar subiéndote por las paredes cada vez que no estáis juntos...
―Un poco ―reconoció―, pero recuerda que tengo a mis inseparables amigos... ―Dejó el móvil un momento enfocando al techo y buscó en los cajones sus juguetes sexuales. Cuando los localizó, colocó la cámara en la mesita, apoyada en la lámpara lo mejor posible, y se los enseñó a su hermana―. Voy a tener que regalarte alguno ¿eh? No sé por qué no lo pensé antes...
―Yo encantada ―admitió con una sonrisa.
―No se me olvida que tienes algo que contarme aún... ¿Quién es ese chico? ―Fue directa al grano mientras guardaba de nuevo los aparatos.
―¡Ay, tata! Espero que no te enfades... ―Bajó la mirada.
―¡Venga ya! Ahora no estoy tan alterada como el día que me lo dijiste así que adelante.
―Es Andrés.
Marina abrió la boca en forma de o y permaneció callada unos instantes mientras procesaba la información.
―¿Andrés? ¿El mismo Andrés con el que bailaba antes de conocer a Álex? ―Daniela asintió con una sonrisa tímida―. ¡No me lo puedo creer! ¿Y cómo fue? ¿Desde cuándo? ¿Qué pasa entre vosotros?
Se calló en cuanto se percató de que estaba pasándose con las preguntas, pero sentía mucha curiosidad por saber cómo surgió todo. ¡Él era como su hermano!
―Me agregó sin querer y yo acepté al ver que te teníamos en común. Después empezamos a hablar y surgió cierta chispa entre nosotros.
Daniela se sonrojó, bajó la mirada y fingió que buscaba algo entre sus apuntes. Marina la contempló con una sonrisa.
―Te gusta mucho ¿no es así? ―Daniela alzó la cabeza para mirarla y asintió―. Pero ¿cómo? Si aún no os habéis visto en persona...
―Pero hemos hablado por teléfono y hemos hecho videollamadas... No sabes lo nerviosa que me pongo y lo fuerte que late mi corazón cuando lo veo.
―¿Qué es lo que más te gusta de él? ―indagó Marina.
No estaba segura de que Andrés sintiese lo mismo que su hermana, pero si era así no tenía nada que objetar. Otra cosa serían sus padres.
―Su sonrisa ―respondió sin pensarlo dos veces―. Cada vez que me sonríe...
Suspiró y Marina no necesitó que le dijera nada más.
―Estarás deseando verle también.
―Ya hemos quedado... ―Sonrió mientras volvía a bajar la cabeza.
―¿Puedo saber cuándo?
Vio que alzaba la mirada hacia ella de nuevo.
―Sí, hemos quedado el mismo día que regreso a Sevilla ―contestó sin dejar de sonreír―. Si supieras las ganas que tengo de terminar ya con los exámenes...
―Me lo imagino. ―Marina hizo una pequeña pausa―. Creo que es hora de que te deje seguir estudiando... Ya mismo vendrán papá y mamá y no me gustaría que nos escucharan. Es mejor que hables con ellos sobre esto cuando lo consideres oportuno.
―¿Crees que se lo tomarán bien?
―No tienen por qué tomárselo mal. Andrés es un buen chico y tampoco será tu primer novio...
―Ya, pero no quiero que piensen que puede distraerme.
―No tienen por qué hacerlo si regresas con buenas notas y sin que te queden asignaturas para septiembre.
Daniela la miró durante largo rato sin decir nada.
―Tienes razón ―asintió―. Entonces hablamos en otro momento. Te quiero mucho, Marina.
―Yo también te quiero, Dani.
Las dos se lanzaron besos antes de colgar la llamada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top