39. La exhibición de kizomba
La academia de Elena tenía un acuerdo con algunas discotecas de Sevilla para realizar exhibiciones de vez en cuando. No solo acudían ella y su marido a bailar de vez en cuando, también seleccionaban a los mejores para dar una muestra del nivel y, de paso, conseguir a algunos interesados que quisieran aprender.
Esa noche fue la primera que Marina se enfrentaba a algo así. En lugar de entrar y esperar allí a sus compañeros, decidió hacerlo fuera. Elena estaba dentro preparándolo todo junto a su marido, por eso tampoco la acompañaba a pesar de lo que disfrutaba echando una mano. A lo lejos vio venir a su antiguo compañero de baile y lo saludó con la mano, a lo que él respondió de la misma manera.
—¿Eres la primera en llegar? —preguntó en cuanto estuvo junto a ella.
Andrés era un chico alto, moreno y con tatuajes en los brazos y en el cuello. De todos los que conocía, solo sabía el significado de los que él reveló cuando aún bailaban juntos.
—Elena y David están dentro preparando todo. De los que vamos a bailar, sí, soy la primera aún. ¿Cómo te va con Gala? Me comentó tu hermana que os costó adaptaros...
Andrés miró hacia arriba y encogió los hombros; después regresó su mirada a Marina.
—Es difícil acostumbrarse a bailar con otra persona después de tanto tiempo con otra. ¿Para ti fue tan fácil con Álex? Por lo que tengo entendido, esa vez fue la primera vez que bailasteis juntos ¿no?
Marina suspiró. No podía evitar ese sentimiento de culpa que empezaba a arremolinarse en su interior.
—Supongo que he cambiado más de lo que pensaba... —murmuró, recordando a la Marina de antaño, la que era un poco más tímida.
Antes de que, de la noche a la mañana, decidiera hacer las cosas mal para enterrar sus sentimientos.
—Todos cambiamos. Yo lo hice para proteger a mi hermana y tú... Seguro que tú también tuviste tus motivos. De todas formas, Gala y yo parece que ya lo llevamos mejor. ¿Crees que de no ser así habríamos sido seleccionados?
—Tienes razón —respondió ella con una sonrisa.
Durante unos instantes, el único sonido que se escuchó fue el que provenía del interior de la discoteca cada vez que se abría la puerta. Andrés observó a Marina con la clara intención de confesarle algo que llevaba tiempo queriendo decirle, pero su indecisión no le permitió ser más rápido.
—Tengo algo que decirte... —dijo en un susurro.
Sin embargo, Álex ya estaba llegando y los saludó, interrumpiéndolo. «Tendré que contárselo en otro momento», pensó mientras miraba en todas direcciones. Cuando vio a Gala acercarse por detrás de Álex, la saludó con la mano. Ella se reunió con los demás y entraron en la discoteca para disfrutar del ambiente mientras esperaban.
···
Fuera sábado o domingo, ya no le importaba mientras pudiera verla bailar. Pero era sábado por la noche y estaba en aquella discoteca porque, de nuevo, Elena lo avisó. «Tendré que darle unos azotes», pensó con una sonrisa mientras se situaba entre el público. Encontró a Marina con sus compañeros de la academia y entre ellos identificó al chico que la acompañaba aquella noche en el bar. Y, fijándose mejor, también descubrió que era el mismo chico al que Marina besó en la discoteca. Recordó que se llamaba Álex y llegó a la conclusión de que no podrían haberle puesto un nombre mejor. «¿Cómo puede estar conmigo y no sentir la tentación de tener algo con él?», se descubrió reflexionando. Quizá la respuesta a esa pregunta la tenía más asimilada de lo que creía.
—Bienvenidos a todos los que habéis venido por la exhibición de kizomba —empezó a decir Elena con un micrófono, situada en el centro del círculo que se había formado para el baile—. Por lo general, somos mi marido —lo señaló; estaba situado junto al resto del público, pero en primera fila— y yo los que bailamos, pero esta vez hemos elegido a los mejores de la academia con los que también disfrutaréis de un bonito y sensual espectáculo. Esperamos que lo disfrutéis.
Se apartó del lugar y devolvió el micrófono al encargado de la música. Este presentó a la primera pareja que bailaría, Andrés y Gala, que se colocaron en el centro. Carlos los observó, aunque su mente estaba ocupada pensando en Marina, por eso desvió la mirada hacia el lugar donde Marina estaba con Álex. Gracias a eso, la exhibición realizada por los otros bailarines se le hizo corta. Vio a Marina situarse en el centro con Álex, no sin felicitar a sus otros compañeros antes de que se retiraran, y una punzada de dolor intenso se instaló en su abdomen. La pareja estaba demasiado cerca, aunque eso no le molestó, solo le hizo sentir envidia por no ser quien la acompañara. La música inició y observó con atención cada uno de los movimientos de ambos, notando como ese malestar se acrecentaba. Y a pesar de eso, era incapaz de retirar la mirada de los dos, embelesado con la forma de bailar de Marina.
—¿Qué te está pareciendo? —preguntó Elena a su lado.
Carlos, sobresaltado por la voz de su amiga, se volteó para mirarla y se acercó para hablarle al oído. Cuando volvió a su posición inicial, retirado de Elena, esta lo miró con una sonrisa antes de decir:
—Cuenta conmigo.
···
Minutos antes de empezar a bailar, Álex y Marina estaban a un lado, esperando su turno. El chico miró a todos lados por si alguno de sus conocidos o amigos estaba allí, pero al que vio fue al que reconoció como Carlos. No lo conocía y solo lo había visto una vez, pero le bastó para quedarse con su cara.
—Marina, tengo una idea —le dijo, hablando muy cerca de ella para que fuera la única que lo escuchara—. Creo que podría venirnos bien realizar algunos movimientos improvisados fuera de la coreografía, ¿qué te parece?
—No me parece mala idea, pero ¿por qué?
Álex esbozó media sonrisa y, tras comprobar que Carlos no miraba, señaló en su dirección con la cabeza.
—Porque hay un espectador al que seguro que le motivará vernos así.
Marina se dio cuenta entonces de que Carlos estaba allí, como el día de la otra exhibición, y recordó que, de nuevo, no le avisó de aquello.
—No puede ser... —Apoyó la cabeza en el hombro de Álex—. ¡Se me olvidó avisarle!
—Pues por alguna razón él está aquí y vamos a aprovecharlo. ¿Qué dices?
—Que me parece una idea estupenda —asintió y esbozó una sonrisa después.
···
Con la exhibición finalizada, Carlos se dirigió a la barra para tomar algo, pues notaba la garganta seca. En cuanto le sirvieron la bebida, no dudó un segundo y se bebió todo el líquido de varios tragos, sin parar. No se percató de que Marina estaba a su lado hasta que depositó el vaso en la superficie y el aroma de la chica invadió sus fosas nasales.
—Lo siento, se me olvidó avisarte —se disculpó, hablándole al oído.
Carlos cerró los ojos un instante antes de voltearse hacia ella.
—No te preocupes, Elena suele avisarme por si acaso.
A pesar de la respuesta, percibió la inquietud de Marina. Parecía muy arrepentida y, para tranquilizarla, la agarró de la cintura y la atrajo hacia él para hablarle al oído.
—Si quieres luego te doy unos cuantos azotes...
Marina se aferró a la nuca masculina y susurró en su oído:
—Por mí encantada.
Cuando los dos se separaron, las sonrisas de ambos delataron lo que ocultaban sus palabras. Y aunque las ganas aparecieron, tuvieron que controlarse para no besarse en aquel entorno hostil.
—¿Quieres que te presente a mis amigos? —indagó—. Álex es el único que sabe de ti.
—¿Y cómo planeas hacerlo?
—Somos amigos ¿no? —Le dedicó un guiño y después lo cogió de la mano para llevarlo hasta donde estaban los demás. Él se dejó guiar con una sonrisa, aunque al estar ante los demás bailarines se arrepintió un poco de la decisión impulsiva. No obstante, permaneció quieto y a la espera—. Chicos, quiero presentaros a alguien —dijo Marina, llamando la atención de Álex y Andrés, que hablaban en ausencia de Gala—. Él es Carlos, un amigo. —Marina podría haber dicho que era un «amigo de la familia», pero él estaba seguro de que habría quedado muy mal—. Carlos, ellos son Álex y Andrés.
Los dos chicos se inclinaron un poco hacia delante para extender el brazo hacia él y les dio un apretón a cada uno como saludo.
—Lo hacéis bastante bien —indicó con una sonrisa.
—Muchas gracias —respondieron ambos, con otra sonrisa.
Sin embargo, Álex se puso serio casi al instante y mantuvo su mirada fija sobre Carlos. Marina no se dio cuenta, el profesor fue consciente de eso, pero no supo cómo interpretar aquel gesto. «¿Acaso ese chico...?». Pero ni siquiera quiso poner nombre a lo que veía en la expresión de Álex.
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