35. El concurso de baile
Por primera vez Marina se sentía nerviosa hasta el punto de que las piernas le temblaban. Sabía que todo le saldría bien porque siempre daba lo mejor de ella, pero su mente se empeñaba en recordarle en ese momento, cuando esperaba su turno, lo que pasó cuando ensayó con Carlos. Podría haber pasado algo más de no ser por la integridad del profesor, que parecía estar presente siempre que ella ansiaba dar un paso más con él. Por si fuera poco, estaba entre el público, junto a Alejandra y Alberto, esperando a que le tocara bailar y eso la ponía aún más histérica.
Desde uno de los extremos del escenario vio a Jimena y a Patricia colocarse en un buen lugar, situado en la zona media del gran salón. Las dos intentaban escapar de los padres de Marina, pero no pudieron hacerlo durante mucho tiempo porque los dos, junto a Carlos, se acercaron a ellas. El profesor permaneció en segundo plano porque apenas las conocía, pero Alejandro y Alberto conversaron con ellas antes de que la competición comenzara.
Carlos se escabulló entre el público con la excusa de ir al cuarto de baño antes de que fuera el turno de Marina, pero en lugar de ir hacia allí, la buscó entre bambalinas para desearle suerte. En su camino encontró a varias chicas ensayando algunos pasos o hablando entre ellas, pero no fue capaz de localizarla.
—¿Me buscabas? —preguntó ella a su espalda.
Él sonrió y se giró, quedándose con la boca abierta al verla vestida como la vez que ensayó en su casa. Además llevaba un maquillaje llamativo que realzaba sus rasgos, lo que provocó que quedara aún más embobado. Marina agitó su mano derecha en el aire, a la altura de sus ojos, al ver que no reaccionaba y él sacudió un poco la cabeza para espabilarse.
—Claro, ¿a quién iba a buscar entonces?
—Lo sé, tonto, solo lo dije para que me encontraras. —Sacó la lengua.
La mirada de Carlos se centró en su lengua y luego en sus labios pintados de rojo. Si la llevara a un lugar oculto para besarla, estaba seguro de que después tendría que retocarse la zona porque la gran mayoría de la pintura acabaría en su boca.
—He venido a desearte suerte y a darte ánimos. Lo vas a hacer muy bien, estoy seguro de ello —comentó en un intento por despejar su cabeza y no ceder a sus impulsos.
—Lo haré bien porque vas a estar en el público observándome —le aseguró sin levantar demasiado la voz, así solo él podría escucharla.
Al ver que bajaba la cabeza hacia ella, se tensó y esperó. Que se desviara hacia su oreja izquierda no calmó sus nervios.
—Si hubiera al menos un solo lugar aquí en el que pudiéramos estar solos un rato, te llevaría para hacerte de todo sin quitarte la ropa. No sabes lo mucho que me estoy controlando ahora para no tocarte...
Marina sonrió a medida que lo escuchó susurrar en su oído. De haber estado cerca de alguna pared, se habría sujetado a ella para no ceder al temblor de sus piernas, pero no lo estaba y tuvo que hacer acopio de todo su aplomo para no desfallecer con esas palabras tan sensuales.
—Si lo que acabas de decirme va en serio —respondió ella en su oído antes de que él se separara—, espero que estés preparado para esta noche porque vas a tener que cumplir con tu palabra...
Carlos se separó con una sonrisa y le guiñó el ojo, dándole a entender que así sería.
—En fin, me voy antes de que tus padres empiecen a preguntarse dónde me metí.
Los dos se despidieron y ella tuvo que recuperar el aliento perdido en cuanto desapareció de su vista.
···
Cuando todas las actuaciones terminaron, Marina se reunió con sus amigas y se sorprendió al ver que estaban con sus padres y con Carlos.
—¿Qué os ha parecido?
—Has sido la mejor de todas, cariño —dijo su madre con una sonrisa.
—Tampoco hay que exagerar. —Marina sacudió la mano—. Creo que he sido bastante buena, pero había otras mejores que yo. No creo que gane, pero sí quedaré en buen lugar.
—Como mínimo quedarás segunda porque no hay quien te llegue a la suela de los zapatos —aseguró Jimena.
—La verdad es que coincido con ellas —manifestó Carlos—, no ha habido una sola actuación que eclipsara la tuya. Más bien ha sido al revés, con la tuya seguro que se han olvidado del resto.
—¡Ah! —exclamó Jimena, recordando de pronto un asunto que tenía que hablar con su amiga—. Cuando todo termine tengo que hablarte de algo.
Marina frunció el ceño ligeramente.
—Está bien, espero acordarme...
—Si no es así, ya me encargaré yo de recordároslo —dijo Patricia con un guiño.
Marina iba a decir algo más, cuando alguien habló por encima del resto y se giró para observar el escenario.
—Al fin ha llegado el momento de conocer los tres primeros lugares de la competición. ¿Estáis preparados? —anunció la organizadora. Todos aplaudieron y silbaron mostrando las ganas que tenían de saber los resultados y Marina se acercó al escenario para no perderse nada por los murmullos de la gente—. Está bien, está bien. ¡Comencemos! En primer lugar me gustaría agradecer a todas las personas que han participado porque nos lo habéis puesto muy difícil. Que no ganéis no significa que no lo hayáis hecho bien, sino que ha habido alguien mejor que vosotros. No os rindáis nunca, simplemente mejorad para ganar la próxima vez. —Hizo una pequeña pausa antes de continuar con lo que todos estaban esperando—. En tercer lugar, obteniendo la medalla de bronce por su increíble actuación, tenemos a Gabriela Lagos. ¡Que suba al escenario!
Una chica con el pelo morado y vestida con un top y un pantalón de color blanco subió al escenario. Mientras lo hacía, otra chica aparecía de uno de los laterales del escenario con una bandeja donde descansaban las tres medallas. La mujer que presentaba cogió la de bronce y se la colocó a la chica antes de que esta se girara hacia el público con una sonrisa. Los flases se dispararon y cuando todo terminó, bajó con sus compañeras.
—En segundo lugar, con la medalla de plata, tenemos a Noemi García con su maravilloso baile a lo Britney Spears.
Se repitió la operación con una chica rubia vestida con un conjunto de chándal tan bonito que ni siquiera parecía uno. Marina observó todo con las expectativas por las nubes pues, aunque no creía que su nombre fuera el que acompañara a la medalla de oro, la esperanza estaba ahí.
—Y ahora lo que todos estabais esperando: ¡el primer lugar! La medalla de oro se la lleva, por su magnífica actuación a lo Christina Aguilera, ¡Marina López!
Sorprendida, buscó con la mirada a Carlos y este le dedicó una sonrisa que le otorgó la fuerza que necesitaba para que sus piernas respondieran y avanzaran hacia el escenario. Sus manos temblaban y las piernas iban por el mismo camino, pero consiguió tranquilizarse al pensar que se lo merecía tras todo lo que había ensayado para ese día.
—Enhorabuena —le dijo la mujer al ponerle la medalla en el cuello.
Ella se lo agradeció con una sonrisa y un asentimiento. Las dos posaron para las cámaras y después bajó del escenario sin creérselo aún. Mientras avanzaba hacia donde estaban sus amigas, sus padres y Carlos, la mujer siguió hablando, pero ella ya no escuchaba.
—Sabía que lo lograrías —dijo su madre antes de abrazarla.
Su padre hizo lo mismo después y así, poco a poco, todos la abrazaron mientras le daban la enhorabuena. El último en hacerlo fue Carlos y tuvo que aguantar las ganas de apretarse contra su cuerpo, como sí hubiera hecho en caso de estar los dos solos.
—Jamás dudé que serías la primera —susurró en su oído.
—Muchas gracias —dijo con un hilo de voz, emocionada.
Estuvo a punto de llorar, pero se contuvo al recordar que Jimena tenía que hablarle de algo.
—Mamá, papá, nos vamos que Jimena y yo tenemos que hablar.
—Está bien, nos vemos en casa, cariño. —Alejandra sonrió.
Tras despedirse las tres, se marcharon rumbo a la salida. En cuanto pisaron la calle, Marina habló.
—¿De qué tenemos que hablar?
—¡Oh, sí! Verás, ya sabes que tengo algunos contactos en la televisión, ¿verdad? Pues el otro día le hablé de ti a alguien de la televisión pública y me pidió tu currículum para echarle un vistazo. Yo le dije que tú misma se lo pasarías en caso de estar interesada. Me han prometido que si les gusta tu perfil, te harán una entrevista. Lo de la contratación no está asegurada, pero algo es algo.
—¿Lo dices en serio? —cuestionó, incrédula, mientras Patricia la miraba con una sonrisa que delataba lo feliz que se sentía por su amiga—. Pásame su contacto que en cuanto llegue a mi casa, le enviaré mi currículum encantada.
Jimena asintió y durante unos segundos las tres permanecieron calladas.
—Vamos a celebrarlo ¿no? —sugirió Patricia—. Tu medalla de oro y la próxima entrevista de trabajo.
Marina estuvo de acuerdo, pero Jimena tenía otros compromisos y tuvo que disculparse.
—Bueno, lo celebraremos tú y yo, así te pongo al día... —comentó Marina cuando Jimena se fue.
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