12. El olor a azahar que lo impregna todo
Despertó con el aroma a azahar aún en sus fosas nasales. Inspiró hondo y retuvo el olor durante unos segundos antes de que desapareciera, pero, para su sorpresa, no lo hizo. Carlos se incorporó en el sofá y se percató de que todo a su alrededor olía a ella. «¿Me estoy volviendo loco? O ya lo estoy...». Pasó la mano por su cara, se levantó y fue al cuarto de baño para ducharse y terminar de espabilarse. Era temprano y esperaba no encontrar a Marina despierta. Apoyó la mano en el pomo de la puerta, pero antes de girar la muñeca escuchó que se abría la de su habitación. De nuevo su aroma impregnó el ambiente y él creyó enloquecer un poco más.
—Buenos días, Carlos.
Tragó saliva al notar la boca seca y recordó lo sucedido la noche anterior, primero en la calle y luego, durante la madrugada, en su sofá. Aún sentía la calidez de los labios de Marina y su entrega en el beso. Finalmente se giró hacia ella.
—Buenos...
Calló al verla con una camisa larga que apenas cubría sus muslos. Marina esbozó una sonrisa al ver a Carlos con la boca abierta.
—Buenos días.
Ella se acercó, dubitativa al principio pero con decisión después, y depositó un beso en cada una de sus mejillas.
—Que tengas un buen día —le deseó.
Giró sobre sus talones, entró de nuevo en el dormitorio y cerró. Carlos se quedó plantado en medio del pasillo, sorprendido por la actitud de la chica.
···
Le costó conciliar el sueño durante toda la noche, también tras desearle buenos días a Carlos horas atrás. No estaba segura de que lo sucedido en la madrugada fuera cierto, pero tampoco podía aguantar la emoción que amenazaba con salir en forma de grito, ni siquiera cuando estuvo segura de que él ya no estaba en casa. Pero las ilusiones empezaron a desvanecerse cuando su mente le dio un golpe de realidad. «Lo de anoche solo fue un acto reflejo, ni siquiera estaba despierto... Quizá hasta lo imaginé de tantas ganas que tenía». Sin embargo, la sensación de su boca contra la de él le parecía tan real que pronto se convenció de lo ridículo de su pensamiento.
A media mañana se levantó de la cama, se duchó y vistió antes de entrar en Showface para enviarle un mensaje a Raquel.
Marina López:
Guapa, necesito que nos veamos YA. Tengo algo que contarte y no puedo hacerlo por aquí...
Raquel Torres:
Si quieres podemos vernos esta tarde, que solo tengo una clase.
Marina López:
¡Claro! Tú solo dime la hora y el lugar y allí estaré. Quizá quede antes con alguien, ¿te importa si lo llevo?
Raquel Torres:
No, al contrario. Los amigos de Marina son mis amigos también ;)
Marina López:
No es quien piensas... Pero lo tendré en cuenta. Por cierto, pronto tenemos que hacer quedada de chicas, ¿eh? Ya verás cuando te cuente las últimas noticias je, je.
Raquel Torres:
Estoy deseándolo, si no fuera por las clases y el TFG estaría más puesta en los cotilleos...
Marina López:
No te preocupes, al menos hemos retomado la amistad tras lo de tu ex. Puedes volver a la normalidad con las demás en cuanto te sientas bien. Ya me encargaré de advertirles que ni se les ocurra hablarte del idiota ese.
Raquel Torres:
Gracias. ¿Qué te parece en el mismo sitio de la otra vez? Te avisaré cuando salga de mi casa...
Marina López:
Mejor no, guapa, esta semana no estoy en mi casa y no sé lo que tardaré en llegar desde Nervión.
Raquel Torres:
Uy, ¿qué harás tan lejos de tu barrio? ( ͠❛ ͜ʖ ͡❛)
Marina López:
Pues eso es lo que voy a contarte así que no me pidas adelantos que no te los daré :P
Raquel Torres:
Bueeno, me aguantaré hasta que te tenga delante. Espero que ese invitado que traes se pueda enterar...
Marina López:
¿Cómo sabes que es un hombre?
Raquel Torres:
No lo sabía, pero acabas de confirmarlo ;)
Marina López:
Bueno, te dejo que voy a hacer la comida. Hasta luego :)
Raquel Torres:
Hasta luego :)
Después de hablar con ella, se puso en contacto con Álex para saber si estaba libre para almorzar juntos.
···
A la hora acordada, Marina esperaba junto a Álex en el centro comercial de Plaza de Armas.
—¿Raquel es una de las chicas que quiere conocerme?
Ella no pudo evitar reírse.
—No y creo que no tienes ninguna posibilidad con ella. Me da la sensación de que ya tiene a alguien en el punto de mira...
—Entonces está prohibida para mí, como tú —comentó con una sonrisa.
—Así es, aunque si a ella le interesaras...
—No me negaría. Si es amiga tuya seguro que merece la pena.
Raquel apareció al otro lado de la avenida, en el primer semáforo que conectaba la estación de autobuses con el centro comercial. Marina la saludó con la mano y su amiga le devolvió el saludo con una sonrisa.
—¿Es esa de ahí? —quiso saber él.
—La misma.
Vio el asombro en el rostro de su Álex y soltó una carcajada. Sin embargo, prefirió no decir nada al respecto. Cuando Raquel llegó al lugar donde la esperaban, saludó con dos besos a Marina y luego dejó que ella hiciera las presentaciones.
—Un placer, Álex.
···
Elena Valverde:
A ver cuándo nos vemos que estás muy perdido.
Carlos Villanueva:
Pues cualquier fin de semana que quieras, ya sabes que en otro momento no puedo.
Elena Valverde:
Por supuesto, ¿este sábado estarás libre? Después de kizomba, ¿qué te parece?
Carlos Villanueva:
Quizá... Si me surge algún plan, te avisaré, pero de momento estoy disponible ;)
Elena Valverde:
¡Maravilloso! Estamos en contacto.
Carlos Villanueva:
Como siempre :)
Carlos dejó el móvil sobre la mesa y continuó con la corrección de los exámenes mientras escuchaba a Carlos Rivera. Cuando sonó la canción de aquella noche en el pub, su mente le llevó hasta el instante en el que la vio en la pista moverse. Esbozó una sonrisa inconsciente al recordar todo lo que sucedió y permaneció así cuando la imagen del beso apareció de repente en su cabeza. Apoyó el codo sobre la superficie de la mesa y se acarició el mentón mientras rememoraba las sensaciones experimentadas. El olor a azahar volvió a impregnar el ambiente y su corazón se revolucionó por unos instantes.
Sacudió la cabeza antes de volver a centrarse en los papeles que tenía sobre la mesa. «Ese beso no puede volver a ocurrir. No debo dejarme llevar de nuevo».
···
Los tres se sentaron en una de las mesas del bar de montaditos que había en el interior del centro comercial. Marina se sentó entre Álex y Raquel, que estaban frente a frente. Mientras esperaban a que estuviera listo el aperitivo que pidieron, ella los puso al día de las últimas noticias.
—Anoche me besó.
Raquel tuvo que controlarse para no escupir la bebida.
—¿Carlos?
Marina asintió.
—Pensé que lo había soñado, pero no, recuerdo perfectamente que me estaba costando dormir y me levanté de la cama. Además estaba lo que sucedió después de la cena... Me tiene muy confundida.
—¡Te lo dije o no! —exclamó Álex emocionado.
—Pero quizá fuera solo un acto reflejo, qué sé yo. —Marina puso los ojos en blanco.
—Piénsalo, ¿y si sucedió porque le remueves algo por dentro? —Esta vez habló su amiga—. Ninguna persona besa a otra si no tiene un motivo de peso detrás, salvo los aprovechados. Y por lo que me has contado dudo mucho que él sea uno.
Marina observó a ambos más confusa de lo que se había levantado esa mañana. Centró su atención en Raquel, a quien dirigió sus palabras.
—¿Entonces por qué no mencionó nada sobre el beso esta mañana? Yo creo que estaba soñando y que ni siquiera se dio cuenta de que estaba ahí.
Tanto Álex como Raquel rieron a carcajadas y ella se cruzó de brazos, molesta. «¿Soy la única realista aquí o qué?». En ese instante la llamaron y se acercó al mostrador de recogida para retirar lo que habían pedido para compartir. Entregó el ticket y regresó a la mesa con el plato en la mano. Lo depositó y volvió a sentarse para comer sin decir nada más. Los otros dos la siguieron y se miraron con cierta complicidad. Álex guiñó el ojo a Raquel antes de volver a hablar.
—Si yo fuera él tampoco haría alusión al tema si me hubiera hecho el dormido después de besarte.
Marina se atragantó con un trozo de patata y tosió varias veces antes de beber un poco de agua. Observó a su amigo con el ceño fruncido y escuchó de nuevo las risas.
—No te enfades, mujer. Álex tiene razón, quizá esté avergonzado por lo que pasó y por eso no te ha hablado del tema. Lo mejor que podrías hacer es preguntarle tú para no quedarte con la duda.
Marina ocultó su rostro tras las manos y pensó en las palabras de Raquel. «Como si fuera tan fácil...». Volvió a erguirse, alzó la barbilla y con una expresión más serena continuó comiendo.
—Quizá lo haga, pero cuando surja —comentó en cuanto terminó de masticar.
—No esperes demasiado o puede que llegues tarde —le recomendó Raquel.
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