Treinta y ocho

Me gusta todo
Todo de tí
Me gusta todo
Menos tú
(Menos tú – La Oreja de Van Gogh)

—¿Y qué vas a hacer? —pregunta Manny mientras saca las empanadas del horno y espera que se enfríen.

—Nada... Dejar que las cosas fluyan. Quizás es así porque lleva mucho tiempo solo, eso no lo sé. Nunca me habló de relaciones pasadas, y para ser sincera, tampoco me importa.

—Deberías... —señala mientras me apunta con la espátula—. ¿Y si es un loco? ¿O si tiene novia o mujer?

—No creo... Yo estuve en su casa, y definitivamente vive solo.

—Pero vamos a lo importante. ¿Te gusta o no? Sé sincera.

—Me gusta, sí. No te niego que está bueno, que tiene un cuerpazo, que es súper cariñoso, pero... ¡No sé! —suspiro frustrada mientras enredo los dedos en mi cabello—. Me gusta y no me gusta, sobre todo en la intimidad. No me des bola, ni yo sé lo que quiero o lo que necesito en este punto de mi vida.

—Con todo lo que te conozco, puedo decirte qué es lo que no necesitás —me señala, pero ahora con una empanada en la mano—. Y eso es un hombre que te demuestra una cosa, y después en la intimidad se comporta completamente distinto. Vos necesitás alguien que te ame en todos los ámbitos de la vida. En público, en la casa, en las sábanas... A todo el mundo podrás mostrarle la mujer fuerte, empoderada, pero yo sé lo que hay debajo de esa cáscara, Liz. Y es en la intimidad cuando debe ser más cariñoso.

Y lo hizo de nuevo. Logró desnudar mi alma con pocas palabras. Vuelvo a pensar en Manuel tocando la guitarra; no por nada dicen que una guitarra es como una mujer, y definitivamente, si Leroy fuera guitarrista, tocaría en una banda de Heavy Metal.

Ante mi silencio sepulcral por sus palabras, Manuel prende la televisión y nos enganchamos con un canal de reality shows. Nos limitamos a discutir sobre el programa, no hay nada más que hablar. Cada uno obtuvo su respuesta esperada.

Él sabe que Leroy no va a ir más allá de un par de revolcones.

Y yo sé que me va a costar hororres encontrar un hombre como él.

—¡Lisa! ¿Qué tal tu fin de semana? —Marilyn se levanta de su escritorio para saludarme con calidez.

—Bien... Supongo.

Se queda observándome, yo solo sonrío para sostener mis palabras.

—Alguien me está mintiendo —canturrea—. ¿Querés hablar de eso? Soy toda oídos. Además... Apenas nos estamos conociendo, quizás pueda darte un punto de vista más neutral.

Marilyn tiene razón, intuyo que puedo confiar en ella. Además, necesito una amiga porque últimamente Manuel está poniendo a prueba mis emociones, comienzo a sentirme obnubilada con sus actitudes hacia mí, sin contar con que todo el mundo nos shippea.

Suspiro y accedo a contarle todo, arrancando desde el momento que Tadeo murió. La relación que forjamos con Manuel, como llego a ser mi inquilino al mismo tiempo que Leroy llegó a mi vida... Y todo lo que pasó el fin de semana, sin omitir ningún detalle.

Y esos detalles incluyen el beso que nos dimos.

—Lisa... Yo no te vi nunca con tu amigo, pero por lo que me contás... Está enamorado de vos, no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas.

—¿Sabés qué? Te invito a un café. Podemos salir, ¿no?

—¡Claro, mujer! Esto no es una prisión, pero tenemos café en la máquina.

—Ya sé, me refiero a un café del Larry... De Manuel —especifico y su rostro se enciende—. Acompañame, es a un par de cuadras.

Ya quiero ver el veredicto final de Marilyn.

—Liz... Qué raro verte por acá a estás horas.

Manny sale de la barra cuando me ve entrar, me abraza como siempre, y se queda observando a Marilyn.

—Hola Manny. Te presento a Marilyn, es desarrolladora en Bitito, estamos trabajando juntas en las historias interactivas.

—Hola —mi nueva amiga lo saluda con la mano, parada detrás de mí.

—Manuel, un gusto.

Ambos se saludan con un beso en el cachete, observo que nuevamente Marilyn está con corazoncitos en los ojos, viendo a Manny observarme expectante.

—¿Te preparo tu mesa?

—No, queremos dos cafés para llevar, tenemos mucho trabajo atrasado, y el café de la máquina es agua sucia. ¿Qué vas a querer, Mar? —me giro para preguntarle.

—Café con leche está bien para mí.

—Ya les preparo.

Manuel se pierde detrás de la barra, y Marylin no se aguanta el comentario. Se acerca a mí para susurrar.

—¡Nena! Si fuera heterosexual te envidiaría por los muñequitos que te rodean. Este es más lindo que el otro.

—¡Mar! —la regaño—. No es momento, y menos después de lo que pasó el fin de semana.

—¡Ay, vamos! Yo también le hubiera comido la boca, Lisa. Además, este también te mira así idiotizado. Mirá el empeño que le pone a tu café, el mío por poco lo escupe, pero el tuyo... Le está haciendo el amor al vaso.

—No es para tanto... Manny siempre es así de meticuloso con el café, estás alucinando.

Hacemos silencio cuando Manuel se acerca con los cafés y una bolsita de papel.

—Listo, chicas. Esto va de mi parte, para que tengan algo dulce para picar mientras trabajan.

—No te hubieras molestado, Manny. ¿Cuánto te debo? —pregunto mientras abro mi billetera para pagar el café de Marilyn.

—¿Ya te olvidaste que tenés barra libre? —suelta entre risas.

—Sí, ya se. Yo tengo barra libre, Marilyn no. Y yo la invité, así que...

—«Así que...» nada —sentencia—. Me traés una amiga con un look tan cool como el de ella, ¿y pretendés que le cobre?

—¡Ay, gracias! Si no fuera lesbiana ya le estaría pidiendo tu número a Lisa.

Manuel suelta una carcajada sonora mientras yo me pongo morada, pero no puedo más que unirme a sus risas. Sabía que si esos dos se conocían se iban a llevar bien.

— No me deben nada, señoritas, vayan tranquilas. Te veo a la salida para llevarte a casa —se dirige a mí—, sino no vas a llegar a atender a esos pequeños demonios a los que llamás alumnitos.

—Paso a la salida entonces.

—Un gusto conocerte, Marilyn. Espero verte más seguido por acá.

—Oh, sí. No lo dudes —asegura, con una gran sonrisa.

Todos nos saludamos con un beso, y vuelvo a la oficina con Marilyn a paso lento, quien aún no emite palabra.

Y presiento que cuando lo haga, no me va a gustar su veredicto.

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