Sesenta

—¡Lisa! ¿Por qué no me llamaste y te iba a buscar? ¿Y por qué tenés la mochila en la espalda? ¿Para qué te compré una mochila carrito?

«Y vamos de nuevo...»

—Manny, no exageres, estoy bien. Estoy embarazada, ni estoy lisiada ni discapacitada. Además, ya te dije que no me gusta arrastrar la mochila como si fuera un escolar.

Manuel me quita con cuidado la mochila de la espalda, toma mi rostro para besarme, y luego se coloca de cuclillas para besar mi abultado vientre.

—Hola Sakura... ¿Cómo te portaste hoy? ¿La pateaste mucho a mami?

—Mami dice que quiere un frappé de frutos rojos... —simulo la voz de una niña.

Automáticamente, Manuel se pone de pie al escucharme.

—Ya te traigo, ¿almorzaste algo? ¿Qué hacés acá tan temprano? ¿Te sentís bien?

—Navarro, ¿podés dejar de ser tan sobreprotector? —protesto conteniendo una risa, mientras lo sigo detrás de la barra—. Como hoy era mi último día, y es viernes, en Bitito me mandaron para casa. Dicen que ya no soportan verme trabajando tan panzona.

—Te dije que te tomes 45 y 45, y no me hiciste caso. Preferiste hacer 30 y 60 —protesta, en referencia a la licencia por maternidad que elegí.

—Es que quiero tener más tiempo para estar con Sakura y con vos. Además, tampoco me siento tan mal.

Manuel prepara mi frappé, la nueva estrella del verano en el L'arrière-plan. Algo que comenzó en invierno como un antojo del embarazo, y hoy es una de las bebidas más vendidas del Larry. Termina de servirlo con el esmero de siempre, y me lo entrega mientras deja un tierno beso en mi cachete. Después de repetirle mil veces que estoy bien, y que puede seguir atendiendo, Manny accede a seguir trabajando un rato más. Es diciembre, y el Larry explota de oficinistas que vienen a cerrar negocios, reencuentros previos a las fiestas, y hasta algún que otro pequeño evento corporativo.

Mientras tomo mi frappé tras un rincón de la barra, veo que una chica entra a las apuradas, casi a los tumbos. Se sienta en la que siempre fue mi mesa reservada, y digo fue, porque ese cartel desapareció hace rato. Mal o bien, como esposa de Manuel ya soy dueña de este lugar, y nuestra mesa reservada ahora está en el depósito, lejos de todos y de todo.

Me recuerda mucho a mí el día que entré por primera vez a este lugar, y sonrío por el recuerdo.

Veo que Manuel se acerca a tomarle el pedido mientras la chica revisa su teléfono, puedo ver como ambos sonríen, pero ella lo hace más. De pronto, Manny voltea y me señala con su lapicera, la chica corre la cabeza y me observa, suspira resignada. Segundos después, Manuel vuelve con el pedido a la barra.

Dejavú —suelta al aire.

—No entiendo...

—¿Ves la chica de tu vieja mesa? —asiento con la cabeza mientras muerdo el sorbete de mi frappé—. Me acaba de tirar los perros, y mirá su pedido.

Tomo la libreta de Manuel y leo la comanda. Capuchino, y una dona de chocolate amargo y frutos rojos.

—Yo recién la vi entrar, y fue como verme a mí misma el primer día que pisé este lugar. Mierda... Ahora me da más impresión, es mi yo del pasado viniendo a visitarte.

—Si no fuera porque es morocha y porque no me atrae en absoluto... —puntualiza Manny—. Pero sí, me hizo gracia porque a mí también me recordó el día en que nos conocimos.

—A veces me pregunto qué hubiera sido de nosotros si yo hubiese hecho lo mismo que ella. Porque no te lo voy a negar, se me caía la baba mientras me estabas atendiendo.

—Quizás no hubiéramos ido más allá de un par de revolcones, era lo que hacía en aquel momento con las que me daban su número. Agradezco que las cosas se hayan dado así entre nosotros, eso fue lo que me enamoró de vos, Lisa. Que no eras una más de las que te regalan su teléfono solo porque estás bueno, me acuerdo lo que me costó sacarte el número, desgraciada.

Suelto una risa y tomo su rostro para besarlo como puedo, como me lo permite mi vientre de ocho meses. Me tomaría todo mi tiempo para saborear sus labios, pero estamos en público, y una mesa aguarda por su pedido.

—Llevale el pedido, que ya te está mirando mal.

—A vos te está mirando mal —remarca—. Le dije que le agradecía, pero que ya había llegado tarde. Cuatro años tarde.

—Cuarto años tarde y una hija en camino. No te vas a librar de mí tan fácilmente, Navarro.

—Porque quiero hacerlo, ¿no? —suelta con ironía—. Con todo lo que sufrí por tenerte, el dolor que pasé cuando empezaste a salir con Leroy... Creo que la que no se va a librar de mí tan fácilmente sos vos, Escudero. Y esta pequeña cosita que llevas en la panza tampoco —apoya sus dos manos en mi vientre—. Ya estoy sufriendo, otra capricorniana en casa... Y seguro va a salir hermosa como vos, ni siquiera nació y ya estoy celoso.

—La que debería estar celosa soy yo, seguro ya no vas a prestarme tanta atención.

—Eso nunca... —se pone de costado y me roba un beso—. Siempre vas a ser importante para mí, Sakura será mi hija pero vos sos su madre, l'amour de ma vie.

Me giro un poco y me cuelgo de su cuello, intensifico el beso, pero Manuel me detiene.

—Le sirvo el pedido a la falsa Lisa y nos vamos a casa, te llevaría al depósito como hicimos tantas veces, pero hay que cuidar a Sakura. El obstetra dijo que podemos seguir haciendo maldades a pesar de la panzota, así que dejame disfrutarte antes de la cuarentena.

Manuel toma la bandeja con el pedido mientras, como ya es costumbre en él, muerde la barra de su piercing y me envía una mirada irresistiblemente perversa.

Sakura patea en mi vientre al instante.

—Perdón, hija. Pero así es tu padre políticamente incorrecto. Y me encanta que sea así.

¡Pero no se me vayan todavía! Que a diferencia de Onírico, Fortuna tiene un extra.

Terminar el 2020 en el mismo momento que Fortuna es especial para mí. Les deseo de todo corazón que el 2021 traiga solo cosas buenas, y que sigamos más unidos que nunca a pesar de la distancia, resilientes, y preparados con en cuchillo entre los dientes a lo Rambo.

¡Feliz año nuevo!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top