Cincuenta y cinco
Hace años que no compartía una cena familiar en Nochebuena. La última Navidad recuerdo que me fui a dormir temprano con una botella de sidra y mis libros románticos, luego de hacer una corta videollamada con mi madre. Este año también hablamos, y aproveché para presentarle a Manuel. Extrañamente se comportó como una madre normal, suspiré aliviada, de verdad tenía terror de que Manny y mamá se conocieran.
Ya es medianoche, los fuegos artificiales retumban sobre el techo del patio, y Manuel lo corre para dejar a la vista el show de luces en el cielo, algo que molesta a Morcilla, quien salta la por ventana hacia mi cuarto.
Luego del brindis, cada uno va en busca de su regalo al pie del árbol. Elvira me regala un bonito cuaderno japonés tamaño carta para mis notas del próximo año, en sus palabras textuales. El de Sam es un fino juego de ropa interior de edición limitada de Undersweet, según ella todavía no salió al mercado, y son pocas unidades muy exclusivas.
—No me malinterpretes, pero eso también es de mi parte —acota Fernando señalando la caja, y todos reímos por su comentario.
—Hermano, ese regalo es más para mí que para ella, yo lo voy a disfrutar. Perdón, má —se disculpa ante la cara espantada de Elvira.
—¿Y vos? ¿Qué le regalaste a tu novia? —pregunta Fernando.
Ahí me doy cuenta que se me acabaron los regalos, y no veo ningún paquete de parte de Manuel.
—Mi regalo está ahí, en el centro del árbol.
Observo a donde apunta con su dedo, y no sé si reír o llorar.
Es una galleta de la fortuna.
—¿Es en serio, Navarro? Creí que era un adorno del árbol—protesto mientras me paro a recogerla, de seguro es una broma y mi regalo lo guarda para la intimidad—. Ya sé que sos medio rata, pero está tu familia hoy.
—Nunca más en serio, Escudero.
Me freno en seco, me dijo Escudero. No está mintiendo, mi regalo es ese y no habrá otro. Tomo la galleta y la saco del paquetito. Algo no anda bien, es un poco más grande que las convencionales. La parto al medio, y mis ojos se inundan al instante.
Hay un anillo de compromiso, y el típico papelito con la fortuna escrita.
Escudero: ¿Te querés casar conmigo?
No aguanto la emoción y lloro. Lloro como lloré aquella noche en que dejé ir a Tadeo, solo que esta vez al ponerme de cuclillas Manuel me levanta de las axilas y me abraza. Lloro a mares, pero esta vez es de felicidad.
—¿Esas lágrimas son un sí o un no?
—¡Sí! ¡Sí, Navarro! ¡Sí!
—Menos mal, porque ya pagué la mitad de la fiesta en el mismo salón en donde se casaron estos dos.
—¡¿Me estás jodiendo?! —Manuel niega con la cabeza—. ¿Y cuándo nos casamos?
—El día de tu cumpleaños, así que tenemos festejo doble.
—¡Manny! ¡Falta menos de un mes para el 15 de enero! ¿Y mi vestido? ¿Mi dieta?
—Hello... —Samantha levanta la mano mientras mueve sus dedos—. Tenés de cuñada a una IT girl que además es influencer, ya me ocupé de algunas cosas —le guiña un ojo a Manuel—. Solo falta que elijas tu vestido y del resto me encargo yo.
—Sam era la única que sabía que somos novios —explica Manny—, le pedí que no le diga a nadie, ni siquiera a Fer. Sé que es medio bocón, y no quería que me arruine la sorpresa de hoy.
—Entonces ahora sí no me queda otra que ser empática con vos, ya somos cuñadas oficialmente. —La cara de Samantha se endurece—. Es broma, tonta.
Samantha suspira aliviada, y se levanta a abrazarme, mientras Fernando protesta por no haberse enterado primero. Sobran las lágrimas, pero son de felicidad.
La velada continúa hasta las dos de la mañana, cuando la familia de Manuel decide irse, no lo dicen en voz alta, pero es evidente que quieren dejarnos a solas luego de la propuesta de matrimonio.
Y yo no pierdo el tiempo.
Apenas Manny cierra la puerta, me subo a horcajadas de él y lo beso. Me lleva como puede hasta nuestra habitación y me hace suya, como cada noche desde aquel sábado en que apostó su ficha de casino y ganó el pozo.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —deslizo cuando todo acabó, recostada en su pecho.
—Las que quieras.
—¿Cuándo reservaste el salón?
Manuel suspira con una amplia sonrisa, mientras acaricia mi cabeza. —El primer lunes que pasamos juntos, ese día primero fui a ver al abogado para arreglar la sociedad con José, y después agarré el auto y me fui a Olivos a reservar la fecha de tu cumpleaños.
—Por eso estabas cambiado de ropa... —recuerdo en voz alta—. Estás loco, Navarro. ¡Apenas teníamos un día juntos! Casi dos, pero...
—Pero yo sabía que me ibas a decir que sí, Escudero. Lo nuestro es hasta el final —acaricia mi rostro y cierro los ojos antes su contacto—. Yo sé cuánto te amo, y sé cuánto me amás. Juntos somos perfectos, y sé que si en algún momento nuestra relación comienza a tener problemas, pongo las manos al fuego de que nuestro amor es más fuerte que cualquier contratiempo. Que me perdone Tadeo, pero tu hilo rojo siempre estuvo conmigo, él solo fue un viaje en avión para traerte a mi vida.
—Sabés que yo siempre pensaba eso, desde que éramos amigos. Tadeo fue el primer amor de mi vida, lo recuerdo y lo voy a amar siempre, no te lo voy a negar. Y esa es una de las cosas que amo de vos, que me aceptás a sabiendas de que siempre estará su recuerdo en mí.
—Hablando de eso... Hay una sola cosa que no me gusta respecto a ese tema. —El semblante de Manuel se endurece, y comienzo a temer por sus palabras—. No me gustó que cuando me mudé definitivamente acá, hayas sacado del hogar de piedra la foto que tenías con él.
—Lo hice por una cuestión de respeto hacia vos, no me parecía justo que tengas que cargar con su fantasma, eso es algo que me corresponde a mí.
—Justamente por eso lo digo. Yo te amo a vos, con tu pasado, con tus recuerdos y tus fantasmas. Yo me enamoré de esa Elizabeth, la que él dejó en este mundo involuntariamente. No tuve el honor de conocerlo, pero... Quiero que él, desde donde esté, pueda ver que voy a cuidarte y amarte hasta el último de mis días.
Limpio la lágrima que rueda por mi mejilla, me levanto de la cama, y luego de ponerme la camisa que usaba Manuel en la cena, voy hasta donde guardé la foto de Tadeo, esa que nos sacamos el día de nuestra boda en la cabina de un avión comercial. Me pierdo en el rostro de Tadeo, ya había olvidado sus facciones, acaricio el vidrio que la cubre con mi dedo, mientras Manuel me sorprende abrazándome por la cintura.
—Hacelo.
Voy hasta el living, y vuelvo a colocar la foto en su lugar. Acomodo los portarretratos para que queden las fotos de los dos amores de mi vida en el centro del hogar de piedra, pronto reemplazaré la selfie con Manuel en el Larry por la foto de nuestra boda.
—A veces me preguntó qué hice para merecer un hombre con un corazón tan grande como el tuyo, a cualquier otro le hubiera molestado tener la foto de Tadeo en el living.
—Esa es la cuestión, yo no soy cualquiera, soy especialmente tuyo. Sé que Tadeo me puso en tu camino, pero ese es un secreto entre él y yo.
Manuel le guiña un ojo a la foto, y yo quiero hacer mil preguntas.
Pero les reservo los derechos, porque yo también pienso que esos dos tienen alguna especie de trato especial.
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