Capítulo 9
Era viernes en la noche, y era nuestro primer partido de voleibol del campeonato. Como lo esperaba las gradas apenas y estaban llenas a la mitad. Nuestro equipo no era tan popular.
Nuestro primer partido era con una escuela que, aunque no eran las mejores, solían llegar a las semifinales, así que no había grandes expectativas en mi grupo.
Una vez en los vestidores, esperando para jugar, todas nos veíamos muy nerviosas, y ninguna hablaba conmigo pues estaban algo resentidas por lo dura que había sido en los entrenamientos de esta semana.
— Jum, chicas —dije carraspeando la garganta— quiero darles las gracias.
Las chicas giraron hacia mi algo sorprendidas.
— Se que comenzamos este equipo como hobby, algo para distraernos y ejercitarnos, pero esta última semana fui bastante tediosa.
— Ni que lo digas —susurró Jazmín.
— Por eso quiero darles gracias y pedirles disculpas —dije tomando aire—. Me siento muy honrado de estar aquí hoy con este increíble equipo de mujeres, y quiero decirles que realmente admiro su dedicación y compromiso con el deporte. Sé que no estamos acostumbradas a ganar, pero eso no importa, el hecho de que me hayan apoyado, porque saben lo importante que es para mí, significa mucho. Eso es lo que hace que este equipo sea especial. No importa si perdemos este partido, deben sentirse orgullosas del gran esfuerzo que han hecho.
— ¿En serio no importa? —inquieró Paula con algo de sarcasmo.
— Obviamente será mucho mejor si ganamos —continúe—, pero siempre habrá momentos en los que las cosas no salgan como esperamos, pero lo que importa es lo que hacemos después de eso. Si perdemos, tenemos que aprender de nuestros errores y seguir adelante. Si ganamos, debemos recordar que nuestra dedicación y trabajo duro nos llevaron allí. Cada entrenamiento, cada juego, es una oportunidad para mejorar y crecer. Y no importa lo que pase, siempre pueden estar orgullosas de lo que han logrado. Estoy segura de que harán un gran trabajo.
— Ohh —me abrazo Jazmín—, jamás nos habías dado una charla motivacional.
— ¿Funciono?
— Ñee, fue muy común y rayada, pero lo importante fue que lo intentaste —dije Jazmín poniendo un brazo al frente —, así como nosotros también daremos lo mejor para ganar y tu ganes esa beca.
Todas colocamos una mano arriba de la otra y a la cuenta de 3 gritamos, jamás habíamos hecho eso, siempre habíamos salido resignadas a los juegos, pero hoy sería diferente.
Cuando salimos a jugar nuestros amigos y familiares mas cercanos estaban sentados en las gradas apoyándome, Mama y papa jamás se perdían un partido, era afortunada de tenerlos, y Miranda siempre se sentaba con ellos. Esta vez me sorprendió ver a un agregado mas saludarme desde las gradas, Julio.
Comenzamos el partido muy reñido, prácticamente hacíamos un punto y un punto cada equipo; cada vez que terminaba un set, los fans del equipo contrario aprovechaban para cantar canciones.
Ese era justo el momento en que siempre comenzábamos a jugar peor; nadie creería lo que el hecho de no tener un grupo de personas cantando y bailando para animarte podría influenciar en un partido.
Antes de comenzar el 4to set, mientras hacíamos el cambio de chanca, unos tambores y un grupo de chicos de 1er año aparecieron de repente en una marcha. Solo con el ritmo de la percusión, a la velocidad de nuestros corazones agitados por el juego, era suficiente para sentir una energía renovada en nuestro equipos.
Las chicas nos miramos entre si, sorprendidas por el giro inesperado. De repente Julio apareció liderando la marcha también con un tambor.
— Denme una "L" —gritó Julio.
— ¡L! —gritaba el resto de los chicos.
— Denme una "O".
— ¡O!
— Denme una "B".
— ¡B!
— Denme una "A".
— ¡A!
— Denme una "S".
— ¡S!
— ¡Arriba Lobas! —dijeron todos al mismo tiempo.
Todos rieron por la simple y vergonzosa animación. Mire a las chicas que por primera vez las veía sonreír aunque tuvieran algo de vergüenza.
Aproveche el fuera de tiempo para acercarme a las gradas.
— ¿Qué es esto? —le pregunté a Julio.
— Me daban algo de pena, así que cobre un favor que me debían estos rufianes.
Sonreí regresando a la cancha, era mi turno de sacar, las chicas me miraban mientras iba a mi posición con un nuevo aura, todas sonreían y asentían en un auto reflejo de aprobación.
"Este partido es nuestro".
Apenas el silbato sonó hice un saque por encima con salto que cayó directamente en el suelo del equipo contrario haciendo un punto a nuestro favor.
Mis padres y las pocas personas que habían ido a apoyarnos nos gritaron con emoción.
Volví a sacar y aunque esta vez el equipo contrario había logrado responder, un remate de Paula volvió a darnos un punto. Emocionas y jugando con mas energía que nunca, logramos ganar el set con una diferencia de 25 a 10.
Era la hora de la verdad, era el momento de jugar el quinto y último set, eran raras las veces que llegábamos a este punto, ya que siempre perdíamos antes.
Mientras intercambiamos cancha una chica del equipo contrario me puso el pie disimuladamente y casi me hace caer.
— ¡Hey! —me quejé.
— Fíjate por donde vas, enana.
Odiaba esa palabra, aunque sabia que tenia una estatura promedio. Para jugar voleibol era considerada pequeña, pero nunca había dejado que mi estatura me impidiera jugar e incluso hacer bloqueos, pues había practicado bastante mis saltos; y me hacía hervir la sangre que alguien me juzgaran por mi estatura de buenas a primeras.
También sabía que muchos jugadores usaban las burlas como técnicas para desconcentrar al oponente, así que no debía dejar que este tipo de cosas me afectaran.
Comenzó el último set más reñido que el anterior; el equipo contrario evidentemente enojado y cansado, no esperaban a que llegáramos tan lejos, así que nos daban con todo lo que tenían. Lo cual era una ventaja ya que cada vez se les veía más cansadas, mientras nosotras guardamos las últimas gotas de energía.
La chica alta que me había ofendido se preparaba para un bloqueo pero tocó la pelota en el lado de nuestra cancha haciendo una invasión sobre la red. Pero el árbitro indicó el punto a favor de ellos.
— ¿¡Que!? —reclame.
En las gradas también se escucharon varias quejas, pero por la cara del árbitro supe que sería mejor que me quedara callada. Lo cual me era bastante difícil.
— ¡Arbitro vendido! —se quejó una voz masculina en las gradas.
Para mi sorpresa Mateo también estaba ahi, no sabia si desde el principio, pero como alguien que había tenido varias peleas con él, sabía que estaba haciendo un gran esfuerzo por no maldecir al árbitro.
— ¡Muestrales quien manda! —gritó, y por alguna razón sentí que era para mi.
Solo necesitamos hacer dos puntos seguidos y ganábamos.
El pito volvió a sonar y me coloque en posición con la mirada fija en la pelota. Luego de varios pases vi la intención del equipo contrario rematar a un hueco que había en nuestro equipo. El remate pasó la barrera de la línea del frente como temía, me deslice por el suelo hasta llegar al punto perfecto para tocar la pelota y elevarla, Jazmín en un rápido reflejo se la posiciono a Paula quien remató dándonos un punto.
— ¡Si! —se escuchaba en las gradas, aunque sobresalía la voz de Mateo.
— Bien hecho —les dije a las chicas—, ellas se confiaron y pensaron que tenían el punto ganado. Solo necesitamos un punto más y ganaremos.
Todas asentimos y volvimos a nuestras posiciones.
Los pases parecían eternos, no veía la hora de lograr el último punto. Jazmín recibió la pelota centrándola; normalmente yo se la colocaría a Paula para que rematara, pero eso era justo lo que el otro equipo esperaba. Tome impulso y remate llevando la pelota casi al límite de la cancha donde no había ningún jugador, anotando.
— ¡SI!
Las chicas corrieron hacia mi abrazándome.
En las gradas las pocas personas que nos apoyaban saltaban en sus asientos de felicidad, y fue cuando entendí que si había sucedido.
— ¡Ganamos! —grite.
— ¡Si!
Abrazándonos en círculo, gritamos y reímos de felicidad.
Cuando termine de celebrar con mis compañeras corrí hacia las gradas para abrazar a mis padres y a Miranda.
— ¡Lo lograste por fin! ¡No lo puedo creer! —dijo Miranda abrazándome.
— Oye...
— Bueno, no tenían muy buena reputación —se excusó.
— Yo si sabia que ganarían —se acercó Julio.
Abrace al chico llamando la atención de mis padres.
— Pero si es el chico que te dejo el otro día en la casa —dijo mi madre con su tono persuasivo.
— Ehm si, mamá, papá, el es Julio, un AMIGO —hice encampéis.
Mientras Julio saludaba a mis padres con su carisma que había comenzando a acostumbrarme, busque a Mateo entre la gente.
Lo encontré apunto de salir de la cancha.
— Ya vengo —dije alejándome con prisa—. ¡Mateo!
El rubio se giro alcanzándolo en la entrada.
— Así que viniste a ver el juego —dije.
Él asintió colocándose las manos en el bolsillos, como si tratara de ocultar su verdaderas emociones.
— ¿Y que tal? —pregunté.
— Nada mal —dijo con su sonrisa irónica—, pero si quieres ganar el campeonato tendrán que jugar mucho mejor que eso, casi pierden.
— Pero ganamos —dije sonriendo.
Ni siquiera él iba a quitarme la felicidad en este momento.
— Si, fe-felicidades —dijo lo ultimo con algo de dificultad.
— Admite que lo disfrutaste, te vi muy agitado en las gradas.
— Bueno... cuando eres amante del deporte siempre te emocionas, aunque el equipo sea muy malo.
— Si, claro —dije aun feliz.
— No te emociones, vine a apoyar a la escuela, no a ti —agregó en su típico tono de burla.
— No esperaba mas de ti —dije sacando la lengua, pero como dije, ni siquiera él me iba a quitar la felicidad—. Te veo mañana en el primer partido del campeonato de fútbol, obviamente ire a apoyar a la ESCUELA —dije con énfasis en la última palabra.
— De acuerdo —dijo dándose la vuelta para irse.
— ¡Rómpete una pierna!
Mateo que ya estaba a unos dos metros de distancia se giro para responderme.
— Eso solo da suerte en el teatro.
— ¿Y quien dijo que te estoy deseando suerte?
Ambos reímos y nos miramos en silencio por unos segundos, luego el se terminó de despedir con un movimiento de cabeza y siguió su camino.
***
Mateo
Ya tenía alrededor de una hora viendo el juego detrás de las gradas, no me apetecía la idea de que Lucía supiera que había venido a ver uno de sus juegos. Me había controlado varias veces por no gritar cuando anotaban un punto o alterarme cuando el otro equipo lo hacía; sobre todo cuando esa bandita vergonzosa apareció para animar a las chicas. Y desde cuando Lucía es tan "amiga" de... agh, ya ni me acuerdo como se llama, solo se que esta en nuestra clase.
Al fin iba a comenzar el último set y había cambio de cancha. De repente Lucía tropieza y casi cae al suelo. Instintivamente di unos pasos hacia adelante, pero por suerte no fue nada grave.
"Esa jirafa del equipo contrario las va a pagar."
Cuando me di cuenta ya había salido detrás de las gradas y estaba sentado en ellas como una persona normal. Después de todo Lucía me estaba dando la espalda, así que no me vería, por el contrario, yo tenía una buena vista.
El último set estuvo mucho más entretenido, hasta que una falta bastante obvia del equipo contrario hizo que mi estado zen terminara.
— ¿¡Que!? —se quejó Lucía
— ¡Arbitro vendido! —grite instintivamente.
Cuando logré calmarme ya era tarde, Lucía me había visto, pero ya eso me daba igual, quería que les pateara el trasero a la otra escuela.
— ¡Muestrales quien manda!
Y lo hizo.
Cuando el remate del equipo contrario casi anota, Lucia se lanzó sin miedo al suelo y logró justo a tiempo tocar la pelota logrando el punto.
Solté un grito de emoción que no sabia que había estado aguantando todo este tiempo. Y cuando anotaron el último punto que les dio la victoria sentí el impulso de correr a la cancha a celebrar con las chicas, pero por suerte recobre la compostura justo a tiempo.
"¿Que demonios me pasa?"
Lucía corrió a celebrar con sus padres, como era lógico, y me di cuenta que ya no tenía nada que hacer en ese lugar.
Mientras caminaba hacia la salida escuche que alguien gritaba mi nombre.
Sin querer una sonrisa se dibujó en mi rostro, pero inmediatamente me giré colocando las manos en los bolsillos tratando de ponerme lo más serio posible.
— Así que viniste a ver el juego —dijo radiante de felicidad, e hice lo posible de no sentirme feliz por ella.
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