Capítulo 19

Después de la discusión con Mateo, no volvió acercarse. Supongo que cualquier persona con dignidad haría lo mismo; mentiría si dijera que no había estado sufriendo por dentro su indiferencia. Todo era como antes, y me refiero al antes cuando éramos invisibles para el otro, que era aún peor. Hubiera preferido que al menos siguieran las peleas y disputas por demostrar quien era mejor y no está completa indiferencia como si no nos conociéramos.

Algunas veces lo observaba, pero el jamás se había volteado si quiera a mirarme. Supongo que era mejor así, sería más fácil superar todo esto que me estaba pasando con él.

— ¡Lucía! —me llamo Julio sacándome de mis pensamientos.

— ¿Por que gritas? —me queje.

— Tengo media hora intentando llamar tu atención, y tú solo miras hipnotizada a Mateo.

Era verdad, había tomado por costumbre a la hora de la comida perderme en mis pensamientos mientras veía a Mateo hablando felizmente con sus amigos.

"No parece haberle afectado para nada".

— Tienes que hacer algo —agregó Julio—, no puedes seguir así.

— ¿Cuál es el problema?

— Que siempre te ves depresiva. No te queda bien el mal de amor.

Miranda estaba sentada junto con nosotros comiendo tranquilamente sin prestar atención a nuestra conversación.

— ¿No le vas a decir nada? —le reclamó Julio. Ella solo se encogió de hombros— ¿Dejaras que se hunda en el abismo de un desamor?

— Si le doy un consejo me ignorara por completo, para que gastar mi aliento —dijo saboreando su comida sin mirarnos.

— Tienes que decirle algo —insistió Julio—, yo no sé cómo tratar esto del enamoramiento.

— Igual no hará nada de lo que le diga, nunca lo hace.

— Porque tus soluciones siempre son que termine en un cuarto oscuro con un chico —acoté.

— Y nunca me haces caso, por eso tú estás mal y yo estoy felizmente con mis dos novios.

— ¿Dos novios? —inquirió Julio—, creo que fue mala idea pedirle ayuda a Miranda.

— ¿Tienes algún problema, asexual? —respondió enfadada Miranda.

— No peleen otra vez —intervine rápidamente—, ambos tienen conceptos diferentes de amor, y ambas son válidas.

— Si fuera yo —agregó Miranda—, iría a la mesa de Mateo, lo tomaría del cuello de la camisa, me lo llevaría a rastas al armario de limpieza y lo besaría hasta que los labios se me agrietaran.

Julio y yo intercambiamos miradas preocupadas.

— Ven, por eso prefiero callarme con ustedes.

— Es solo que Julio y yo no somos tan carnales —aclaré.

— Mi punto es que estás perdiendo tu tiempo aquí sentada, te estás muriendo por ir y hablar con él ¿Por que no lo haces?

— ¿Para que? No funcionaría.

— ¿Y? Lo importante es vivir el momento. Crees que no se qué tal vez alguno de mis novios se enamore de otra chica con las que salen y no quieran seguir conmigo. Pero disfrutaré mientras tanto, de todas formas no es como que me vaya a casar mañana.

— Por primera vez estoy de acuerdo con Miranda. Que salgas con Mateo no quiere decir que tengas que casarte con él, puedes solo probar a ver que resulta.

— Pero Mateo me ignora por completo ahora.

— Por supuesto que lo hace —dijo Miranda como si fuera algo obvio—, él ya dio varios pasos y lo frenaste, ahora es tu turno de acercarte si quieres estar con él.

Miranda tenía razón, no podía esperar a que Mateo volviera a dar el paso, era mi turno.

— ¿Y que hago?

— Ya yo te dije lo que haría.

— Pero tú no harás eso —agrego Julio rápidamente—, solo ve y habla con él, dile que lamentas haber dicho lo que dijiste y que te gustaría intentar algo con él.

— O puedes simplemente invitarlo al baile —opino Miranda—, es este sábado y no tienes a nadie.

— ¿Yo invitarlo a él?

— ¿Algún problema? —dijo Miranda.

— Estamos en el siglo XXI, las mujeres pueden invitar a los hombres —apoyo Julio.

— Que ambos estén de acuerdo dos veces en el mismo día me da miedo.

— Mientras sigues hablando con nosotros otra chica se le lanza a Mateo —agrego Miranda.

Efectivamente en la mesa donde estaba Mateo una chica, que ya había visto antes, lo abrazaba por el cuello invadiendo su espacio. Mateo parecía indiferente a los cariños de la chica, pero tampoco la rechazaba.

Sentí una presión en el pecho fuerte y me vi obligada a desviar la vista.

— No voy a ir.

— No seas cobarde, es obvio que Mateo no está interesado, ve ahora antes de que sea tarde.

Antes las palabras de Miranda, Julio me dio un empujón que casi me hace caer de la mesa, obligándome a ponerme de pie.

Les lance una mirada de odio, pero camine con la cabeza en alto y respirando profundo hacia la mesa de Mateo. Caminé con la mirada fija en mi objetivo, aunque él mantenía la vista en sus amigos.

Ya estaba tan cerca que podía escuchar la conversación que tenían. La chica que abraza a Mateo se estrujaba aún más contra él y decía:

— Me encantaría ir al baile contigo.

Al escuchar eso gire rápidamente sobre mis talones y me aleje lo más rápido posible del lugar. Salí del comedor sintiendo un puñetazo en el estómago que me provoco náuseas.

"Se acabó."

— Lucía —me gire para ver a Mateo— ¿Ibas a decirme algo? —preguntó sin rodeos.

— ¿Yo? No, ¿Por? —dije con indiferencia.

— Me parecía ver qué te dirigías a mi mesa.

Me encogí de hombros como si no supiera de lo que hablaba.

— Ya veo —dijo cabizbajo, pero parecía más bien decepcionado.

Nos miramos varios segundos en silencio, esperando a que el otro dijera algo, pero ninguno tenía intenciones de dar el paso. Solo pensar en que ya había conseguido a una chica me enfurecía y entristecía.

Para completar una voz que ya había desaparecido de mi memoria me llamó, terminando la lucha de miradas entre el rubio y yo.

— Pablo...

En estos últimos meses ya ni recordaba que mi exnovio estaba en la misma escuela que yo, y mucho menos en mi misma clase; me había desligado por completo de él.

El chico se me acercó con incertidumbre, pero al final sonrió y me habló.

— Quería decirte que aunque sé que no terminamos de la mejor forma, aún siento algo por ti, y con todo lo que ha pasado he logrado entenderte mejor.

Abrí los ojos sorprendida de estar de nuevo envuelta en este problema, gire hacia donde estaba Mateo, pero ya se había ido.

— Me gustaría que me dieras una nueva oportunidad —prosiguió—, prometo que no te presionare y que no intentaré nada raro.

— Pablo, estoy muy halaga, de verdad, pero no estoy enamorada de ti.

— ¿Ya estás saliendo con alguien mas? —pregunto tenso y con el ceño fruncido.

— No —dije girando los ojos—, no necesito salir con nadie más para saber que ya no hay chispa entre nosotros. Te mereces a una chica mejor... no, te mereces a la chica mejor para ti, y esa no soy yo.

— No hace falta que lo endulces con palabras bonitas, ya entendí el rechazo.

Pablo se giró para irse.

— No estoy intentando endulzar nada, no es mi estilo, pero es la verdad.

Pablo reflexionó un rato, me miró y asintió.

— Suerte en la vida —dijo antes de irse.

— Igualmente.


El día del baile llegó, sin cita, sin vestido, solo me provocaba decir que estaba enferma y dormir toda la noche en mi cuarto. Pero por supuesto Miranda no me lo permitió, interrumpió en mi casa temprano para sacarme arrastras y llevarme a comprar un vestido. Dimos varias vueltas por todo el centro comercial sin encontrar nada que me gustará.

— Creo que mejor no voy al baile.

— Ni lo sueñes, encontraré un vestido provocativo para ti y haremos que Mateo se retuerza de arrepentimiento por ir al baile con otra chica.

Puse los ojos en blanco y comencé a caminar arrastrando los pies.

— Ya estoy cansada —me quejé como una niña pequeña.

— No seas infantil. Solo no quieres ir porque tienes miedo de ver a Mateo con otra chica.

— Si ¿Y?

— La Lucía que conozco enfrenta sus miedos.

Me quede pensando pero por fin respondí.

— Tienes razón, no voy a arruinar mi baile de graduación solo por no estar con el chico que me gusta.

— Así se habla.

Entre con más ánimo a la siguiente tienda y me probé todos los vestidos que llamaron mi atención. Al final me enamoré de un vestido amarillo unicolor largo, con la falda un poco holgada y las mangas dejaban al descubierto mis hombros.

— ¿Ese? —dudo Miranda cuando salí del mostrador.

— Si, este.

— No es muy... ¿Simple?

— Exacto.

Miranda no interfirió en mi decisión aunque era evidente el disgusto por el traje.

Salí de la tienda con mi nuevo vestido en una bolsa. Miranda entro en una joyería muy emocionada indecisa en que escoger, yo tenía una joyería en mi casa casi nueva, así que me limité a solo caminar y admirar las piedras preciosas que tenía la tienda.

— ¿Indecisa?

La voz de Mateo me alerto, girándome nerviosamente.

— Mateo, ¿Qué haces aquí?

— Estoy acompañando a Alejandro —dijo sin importancia—, quiere comprarle un colgante a su cita de esta noche.

— Oh, qué bueno —dije regresando mi vista a la vitrina.

En realidad no veía nada en específico, solo no quería mirar fijamente a Mateo.

— ¿Y tú no comprarás nada para tu cita? —no pude evitar preguntar.

— Si tuviera una, tal vez.

Voltee a mirarlo, él estaba serio y me miraba directo a los ojos, no parecía mentir.

— ¿No tienes pareja para el baile?

— No.

Pero que había de la chica del comedor, ¿Había entendido mal?

Mi corazón se aceleraba mientras pensaba con cautela mis próximas palabras.

— ¡Estoy lista! —apareció Miranda—, vámonos rápido si queremos que estés lista para tu cita de hoy.

— ¿Mi cita? —mire a Miranda con los ojos abierto.

— Si, vamos —negué con la cabeza, pero Miranda me jalo sacándome rápido de ahí.

— ¿Por que hicistes eso? —dije ya fuera de la tienda.

— Confía en mí, acabo de plantar en Mateo la última semilla que hacia falta.

— No creo que eso funcione con él.

— Confía en mí.

Me fui resignada del lugar, y nos reunimos en mi casa para pasar una tarde de chicas y prepararnos para el baile.

Miranda llevo al baile a sus dos novios, y si no era por lo que veían mis ojos no creería lo bien que se llevaban los dos chicos.

Al llegar a la escuela el gimnasio estaba completamente decorado, oscuro y al mismo tiempo lleno de luces parpadeantes y de colores que recorrían todo el lugar.

Las chicas que nos recibían en la puerta nos dieron un papelito donde se debía votar por el rey y la reina del baile. Había estado tan ocupada en estos días que ni me había postulado para esto. Observe las opciones y tampoco vi el nombre de Mateo.

"Bueno, al menos no tendré que verlo bailar con la reina."

Entre las opciones de la reina vi a "Carlos" y sonreí al imaginar al rey darse cuenta que tendría que bailar con él.

Mi voto fue por supuesto por él y el rey lo coloque al azar, e introduje mi voto en el cajón.

Miranda desapareció rápido en la pista de baile con sus dos chicos. Y yo me quedé caminando por el lugar evaluando todo.

La música sonaba bastante fuerte, y el lugar ya estaba lleno de estudiantes.

— ¿Quieres bailar? —dijo una voz masculina rodeándome por la espalda.

Me gire para ver a Julio con solo un jean y una camisa manga larga.

— Ni siquiera para tu graduación te pones un traje.

— Solo en mi funeral, es mi voluntad.

Julio me tomo de la mano y me llevo al medio de la pista de baile y comenzamos a bailar, saltando y moviéndonos al ritmo de la electrónica.

El baile ayudo a distraerme un poco pero no podía dejar de buscar a Mateo con la mirada, pero no lo veía por ningún lado.

Llegue a ver a Alejandro hablando con una chica y decidí acercarme.

— Ahora vuelvo —le dije a Julio.

— Se libre —dijo guiñándome un ojo.

Me acerqué a Alejandro que evidentemente se puso nervioso al ver que me dirigía hacia el.

— Hola, ¿Has visto a Mateo? —fui directo al grano.

— Tal vez no vino, al parecer no estaba muy convencido de venir —dijo más calmado.

— Oh, bueno, disfruten la noche —respondí sinceramente y me aleje.

Deambulé por unos segundos alrededor del gimnasio, pero pronto me aburrí.

"Deja de pensar en él, y disfruta el momento."

Regrese con Julio y pasamos toda la noche bailando y comiendo todos los dulces de la mesa. Pronto sentí nauseas de comer tanto.

— ¿Cómo la estas pasando? —preguntó mi querido amigo.

— Super bien ¿Y tu?

— Igual, aunque sinceramente ya me aburrió un poco la fiesta, estoy esperando a que Carlos gane el reinado para poder irme en paz.

Rei y asentí.

— Si, yo también, ¿Nos vamos juntos?

— Ehmm, tal vez tu deberías quedarte un rato mas.

Tan pronto como dijo las palabras Julio se alejo de mí con una sonrisa burlona.

— ¿A donde vas? —grite para que me escuchara, pero se había ido.

"¿Y a este que le pico?"

— La directora nos llama —dijo una voz detrás de mi sobresaltándome.

Me gire rápido para encontrarme con el rubio de mis sueños, mas apuesto que nunca con un traje azul. Trague grueso tratando de pronunciar correctamente las palabras.

— Ma-Mateo, no te había visto.

— Llegue hace poco, tenia la duda de venir o no —nos miramos unos segundos en silencio sin reaccionar—, la directora me llamo, nos espera en su oficina.

— Vamos.

Mateo me hizo una señal con el brazo dándome el paso primero, camine saliendo del gimnasio rumbo a la dirección con Mateo detrás de mí. Comencé a caminar lento con la intensión de que el trayecto fuera mas largo, dándonos la oportunidad de decir algo, pero mientras mas desaceleraba el paso, Mateo hacia lo mismo.

Llegamos a la oficina de la directora que nos esperaba con varios papeles en su escritorio.

— Buenas noches chicos, siéntense.

Ambos tomamos asiento en silencio.

— Lamento sacarlos de la fiesta, pero aprovechando que están aquí y es su ultima noche, quería aprovechar para que firmaran estos papeles.

La directora nos entrego unas cuantas hojas a cada uno, en donde el membrete resaltaba el nombre de la universidad que nos otorgaba la beca.

— Felicidades, ambos han ganado el 80% de la beca.

Solté un gritito de alegría y abrace instintivamente a Mateo. El rubio me regreso el abrazo y luego de unos segundos nos soltamos algo incomodos.

— Gracias señora directora —agradecimos.

— Se lo merecen —respondió la directora con una sonrisa—, muy bien no quiero arruinarles la noche, así que solo firmen estos papeles para entregarlo mañana mismo a la coordinación.

Leímos la respectiva documentación y luego de firmar salimos de la oficina. 

En el pasillo oscuro y desolado, Mateo y yo nos balanceábamos sobre nuestros propios ejes esperando a que el otro dijera algo.

— Felicidades —comencé.

— Igualmente —respondió rápido—, no te preocupes por el 20%, yo lo pagare.

— Oh, no te preocupes, de todas formas quería buscar un trabajo de medio tiempo con beca o sin beca.

— Descuida, mi padre esta comenzando a entrar en razón, no será un problema para mi correr con el gasto, después de todo arriesgaste tu beca por mí.

— Bueno, si lo pones asi... —sonreí nerviosa.

Nos miramos varios segundos en silencio, y sentía como si un imán me atrajera hacia él, lentamente me iba acercando, hasta que él por fin hablo.

— Feliz noche —dijo alejándose hacia la salida.

— ¿Te vas? —sentí como un balde de agua fría caía sobre mi.

— Si, no estoy de ánimos para fiestas.

Asentí mientras veía a Mateo alejarse cada vez mas, caminaba algo cabizbajo con las manos en los bolsillos.

Lo llame cuando no pude contener mas el nudo en la garganta.

— Mateo.

El rubio giro lentamente para mirarme de reojo.

— Perdón por ser idiota, idiota y muchas otras cosas —Mateo se giró por completo teniendo toda su atención—, fui arrogante, odiosa, y te culpe de todos mis males, cuando en realidad fuiste mi salvador: en los entrenamientos, con Alejandro, con la beca, en todo. Estaba preocupada de enamorarme de una persona como tu, pero no entendí que justamente eras lo que buscaba.

Mateo me miraba con cara seria escuchándome atentamente, mientras comenzaba a dar pequeños pasos hacia mí.

— Perdón por ser una cobarde y tratarte mal el otro día, tenia miedo de lo que sentía, pero ahora solo tengo miedo de haber perdido la oportunidad de intentarlo.

Mateo estaba a solo unos centímetros de mí, sin decir nada.

— ¿Quieres intentarlo? —pregunté y el sonrió.

— Gracias a Dios, no sabia por cuanto tiempo podría hacerme el indiferente.

Sonreí y al mismo tiempo borramos la distancia besándonos.

Mateo me llevo hasta la pared sin separar nuestros labios, a diferencia de la primera vez, eran mas apasiónales y exigentes, intentando descargar todos estos días de indiferencias y distanciamiento.

— Al principio también tenia mis dudas —dijo Mateo recobrando el aliento—, pero estar contigo me pone mas feliz que cualquier momento de placer.

Volví a besarlo tomándolo por el cuello, mientras el me apretaba contra la pared con mas fuerza.

— ¿Y si algún día quieres...?

— Lo hablaremos y llegaremos a un acuerdo, y si no logramos estar de acuerdo, estoy seguro que habré disfrutado tu compañía ¿Estas de acuerdo?

Asentí satisfecha.

Seguimos besándonos hasta que la directora salió de su oficina carraspeando la garganta. Nos separamos con unas sonrisas nerviosas, y luego de pedir disculpas Mateo me tomo de la mano y salimos de escuela.

— ¿Prefieres el baile o una carrera en el karting?

— ¿Con estos trajes?

— Por supuesto, una carrera con clase —rio—. Te queda hermoso, por cierto.

— Y tu pareces un príncipe azul.

— Soy tu príncipe azul —dijo, volviendo a ver después de varios días su sonrisa arrogante— Uff, casi lo olvidaba.

Mateo saco algo de su bolsillo y se coloco detrás de mi para ponerme un colgante que tenia forma de girasol.

— Te vi observándolo en la joyería, pensé que te gustaría.

Comencé a reír a carcajadas recordando que ni siquiera le había prestado atención a las cosas de la vitrina, solo estaba nerviosa por la presencia de Mateo.

— ¿Que? ¿No te gusta?

— Me encanta —dije volviéndolo a besar.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top