Capítulo 13
La cancha estaba vacía, todavía faltaban dos horas antes del juego, pero prefería venir de una vez a estar dando vueltas como esquizofrénica en mi casa. Hoy se jugaba la semifinal, nunca habíamos ni siquiera pensado en llegar tan lejos. Y si ganamos hoy, iríamos a la final con la dos veces campeonas leonas del oeste; pero si perdíamos seriamos descalificadas inmediatamente, era una única oportunidad que no podia desaprovechar. Todo o nada.
Deje mi bolso en una de las gradas y comencé a trotar alrededor de la cancha, tal vez algunos me aconsejarían que no lo hiciera, que eso me cansaría para el juego, pero prefería estar cansada a sentir los nervios horribles que me daban dolor de barriga.
A medida que iba trotando y controlando el ritmo de la respiración comencé a sentirme mejor, además el silencio que producía eco por todo el gimnasio era relajante, era lo que necesitaba para enfriar mí mente.
Cuando me sentí mas calmada me senté en el suelo e hice algunos estiramientos; me senté con las piernas rectas y lleve mi cabeza hacia las rodillas, dejando caer todo mi cuerpo, cerré los ojos y disfrute el momento de paz. Me quede así por unos segundos, el estiramiento lograba relajarme por completo.
Cuando sentí que era suficiente, subí mi cabeza y abrí los ojos, para encontrarme con una cabellera dorada y una sonrisa arrogante de frente.
— Que susto —dije sobresaltada.
— ¿Tan feo soy? —preguntó Mateo divertido en cuclillas delante de mi.
— ¿Qué haces aquí? —respondí evitando su pregunta.
— Vine a ver el juego.
— ¿Tan temprano?
Se encogió de hombros.
— Algo me decía que te encontraría aquí.
Ambos guardamos silencio mirándonos por unos segundos.
— En fin, te vi trotar y deberías descansar, te podrías fatigar antes del juego.
— ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Mateo se levantó carraspeando la garganta, me tendió la mano, la cual acepte.
— Deberías ir a los vestuarios e irte cambiando, parece mentira pero el gimnasio suele llenarse mas rápido de lo que crees.
Simplemente asentí, y tome mis cosas.
— Hey.
Mateo me llamó y yo gire hacia él con incertidumbre.
— Espero que ganes, de verdad lo deseo.
Su voz se escucho tan sincera y tan dulce que tuve que tragar grueso.
— Gracias.
El me dio una leve sonrisa la cual le respondí, y fui a los vestuarios mas alterada de lo que había llegado.
Mis compañeras fueron llegando y nos fuimos preparando, la espera se hizo eterna, pero llegó el momento.
— Llegó la hora chicas —comencé— estoy muy orgullosa de todas nosotras, hemos llegado muy lejos y solo tenga que decirles, gracias por todo.
— No nos pongamos con sentimentalismos —intervino Paula.
— Si, solo vamos a partirle el trasero a esas chicas —agrego Jazmín.
Todas unimos las manos al frente y a la cuenta de tres gritamos.
Salimos a la cancha y quedamos sorprendidas al ver las gradas repletas de estudiantes de nuestra escuela apoyando. Jamás habían venido tantas personas.
Mis padres me saludaron desde las gradas, y junto a ellos estaba Miranda y ahora también Julio. Les respondí con una sonrisa y me coloque en mi posición.
El silbato sonó y el partido comenzó muy tranquilo, casi no hubo remates peligrosos, ni bloqueos. Hicimos los primeros puntos con mucha facilidad, tan fácil que había algo que no me gustaba. Las personas en las gradas gritaban con energía por cada punto que hacíamos, pero el equipo contrario parecía darle muy igual todo.
Ganamos el primer set mas rápido de lo que esperamos y mientras hicimos el cambio de cancha Mateo se acerco a nosotras disimuladamente.
— Están jugando con ustedes —susurró.
Lo mire confundida pero regreso a su lugar como si no hubiera pasado nada.
El segundo set comenzó igual que el anterior, y todavía había algo que no me terminaba de cuadrar. Cuando llevábamos la mitad de los puntos el equipo contrario hizo un cambio de posición que nos desconcertó. De la nada una de las chicas que ni habíamos visto hizo un rápido remate que no pudimos ver.
De pronto comenzaron hacer puntos y remates que nos tomaban por sorpresa y nos hizo perder el segundo set.
— ¿Qué sucedió aquí? —dijo Paula durante el descanso.
— Estuvieron jugando con nosotras —susurre al recordar las palabras de Mateo.
— Es obvio que se estaban controlando en el primer set —dijo Jazmín.
— Tenemos que cambiar la táctica —agregue—, juguemos como ellas, observemos en este set cual es su estrategia y luego contraatacamos.
Las chicas asintieron y nos colocamos en posición preparadas.
El tercer set comenzó igual que los demás, pero al poco tiempo el otro equipo comenzó a atacarnos tomándonos por sorpresa. Mientras mis chicas hacían lo posible por hacer los puntos y bloquear las pelotas, yo estaba concentrada en adivinar los movimientos del enemigo. Estaba tan ensimismada en la estrategia que un remate del enemigo me dio en todo el rostro agachándome del dolor.
Sentí una fuerte punzada en la nariz que pedí tiempo para revisión.
Sali de la cancha hacia los enfermeros que me comenzaron a revisar, Mateo aprovecho el momento para acercarse.
— ¿Estas bien?
— Todo esta bien —respondieron los enfermeros por mí.
— Bien —continuo Mateo—, ellas saben que las piezas fuertes son tu y Paula, por eso los puntos siempre los hacen lejos de ustedes dos, tienes que hacerles creer que tienen la posibilidad de un hueco cuando no es así. Siempre atacan después del sexto pase, cuando creen que ya saben en que posición se quedara cada una.
Mateo dijo todo lo mas rápido que pudo, en los términos que el medio conocía. Antes de que yo regresara al juego, lo mire y el asintió, seguro de lo que decía, pero ¿Por que me ayudaría?
El juego siguió y pensé en lo que dijo Mateo, descubriendo que tenia algo de razón. Perdimos el tercer set, pero aun teníamos el cuarto set para remontar.
Aproveche el cambio de cancha para reunirme con las chicas y darles las nuevas directrices, las chicas asintieron algo dudosas, pero había que continuar el juego.
El cuarto set comenzó, Paula y yo nos concentramos en un mismo lugar, dejando prácticamente un hueco del otro lado, cuando vi las intenciones de atacar, corrí hacia al otro extremo llegando justo a la pelota, evitando el punto.
Así hicimos durante los primeros minutos, obligando al otro equipo a pensar un poco mas en su ofensiva, lo cual hacia que se tardaran mas en hacer ataques contundentes, y aprovechamos para hacerlos nosotras. Terminamos ganando este set por poco.
Al sonar el silbato comenzamos a jugar nuestra ultima esperanza, prácticamente el juego iba a la par realizando un punto cada equipo. Íbamos empatados veinticuatro a veinticuatro, los próximos puntos eran decisivos y mi equipo estaba evidentemente cansado, incluyéndome.
La cancha estaba llena de ruido y energía mientras me preparaba para el saque. Los estudiantes de mi escuela gritaban nuestros nombres y nos daban palabras de aliento, así como la otra escuela apoyaba a su equipo.
No sabia si eran los nervios, el cansancio, el ruido, o la combinación de todo, pero me sentía aturdida y veía borroso. Sacudí mi cabeza para sentir algún alivio, y trate de enfocar mi vista en un punto a lo lejos.
Mateo, ese maldito punto rubio a lo lejos me miraba, pero fue bueno, me hizo recordar que no podia permitirme perder, no después de haber llegado tan lejos.
Al sonar el silbato, respire profundo y deposite todas mis fuerzas, y angustias, en ese saque, llevando la pelota fuera de la cancha. Grave error.
El arbitro pito la falta dándole un punto al equipo contrario y además ahora tendrían que sacar ellos. Si hacían el siguiente punto, perderíamos.
Maldije en voz baja, liberándome de todos los pensamientos y manteniendo solo la vista en el balón.
El equipo contrario hizo que la pelota volara hacia nosotros. Las chicas recibieron la pelota con eficacia, pasando la pelota de un lado a otro. Ambos equipos dábamos todo por hacer el siguiente punto que podría significar nuestra derrota o ultima esperanza.
Una chica del equipo contrario remato lanzando el balón a un punto lejos y descuidado; la pelota voló a través de la red y las chicas saltaron para bloquearla. Hubo un momento de silencio, en lo que todo parecía pasar en cámara lenta. La pelota sobrepaso el bloqueo, corrí tras la pelota, deslizándome por el suelo para golpearla antes de que tocara el piso.
Un rugido de éxtasis anuncio el final del partido; la pelota rebotaba en el piso, burlándose de que había llegado demasiado tarde.
El equipo contrario se abrazaba y felicitaba desde su lado de la cancha, mientras en las gradas los vitoreaban.
Me quede tumbada en el piso sin fuerzas, analizando lo que sucedía: acabábamos de ser descalificadas del torneo.
Las chicas se me acercaron para ayudar a levantarme.
— Lo sentimos —dijo Jazmín afligida.
— No —intervine rápido—, jugaron increíble, fue culpa mía.
— No fue culpa de nadie —intervino Paula—, todas somos un equipo.
— Gracias chicas.
Nos dimos un abrazo con pocos ánimos y nos fuimos directamente los vestuarios cabizbajas, sin querer mirar al publico que había ido a apoyarnos.
En los vestuarios nos cambiamos en absoluto silencio, nadie decía nada, y por un lado me gustaba mas así. Al terminar de alistarnos, las chicas esperaban por mi, pero les dije que podían ir saliendo, que aun no estaba lista. Aunque ellas sabían que era mentira, me complacieron y me dejaron sola.
Cuando por fin sentí que estaba sola, las lagrimas que tanto había controlado comenzaron a salir disfrutando de su libertad. Me senté en la banca sollozando, intentando controlarme, aun preocupada de que alguien pudiera verme.
Sin poder retenerme comencé a llorar tapando mi rostro, avergonzada conmigo misma por ser tan débil y sentirme de esta manera.
Unos brazos me rodearon pero no era capaz de alzar la cara y ver quien era. Preferí seguir ocultándome entre mis manos, mientras la otra persona me acariciaba la espalda intentando reconfortarme.
— Solo era un juego —dijo la persona reconociendo la voz de Mateo.
Me limpie rápidamente la cara con las mangas antes de mirar a Mateo.
— No era un juego, era un campeonato —dije firme—, tampoco era un campeonato, es una beca, mi dignidad.
— ¿Tu dignidad depende de una beca?
— No, por supuesto que no —dije retractándome.
— ¿Entonces? No llores.
Mateo acomodaba mis cabellos y limpiaba mi rostro con aparente preocupación, y lo peor era que yo lo dejaba, y peor aun era que no me molestaba.
— Para ti es fácil decirlo, no has perdido nunca.
— A veces también pierdo , y eso esta bien.
— Porque si pierdes, en realidad no pierdes nada, eres popular, tus padres tienen dinero, eres guapo.
Ups, eso ultimo no lo tuve que decir, aunque Mateo no pareció prestarle atención.
— ¿Quieres dejar de martirizarte? —dijo fuerte— ¿Crees que eres la única con problemas? Eres inteligente, fuerte, independiente, además de hermosa y una así te quejas.
— ¡Si! De que me sirve ser inteligente, si las personas no valoran eso. Me canso de ser fuerte, y también me gustaría tener a alguien al lado que sin importar que no pueda sola, estará ahí apoyándome.
— Por lo menos tienes padres que vienen a todos tus juegos, y "amigos" que también están ahí.
— Pero yo no hablo de familia o amigos —dije sin pensar.
Me callé la boca, pero Mateo me incitó a que continuara.
— ¿Hablas de una pareja?
Dude en responder, pero lo hice colocándome firme y erguida.
— Si, ¿Pero que hombre soportaría estar con una chica asexual? Solo me queda depender de mi misma, ser fuerte e independiente, por eso me esfuerzo tanto por hacer todo bien, porque al fin y al cabo solo me tengo a mí, y mis capacidades.
— Y eso esta muy bien, pero Lucía... —dijo volviendo a su voz dulce—, si te abres, te darás cuenta que hay personas que están ahí apoyándote.
Mateo tomo mis manos acariciándolas.
— ¿Tu? —susurre.
El asintió levemente, como si tuviera miedo de mi reacción.
— Tu eres mi competencia —dije.
Mateo exhalo con frustración.
— Tu y tu maldita beca. ¿Quieres dejar eso a un lado por una vez?
— Para ti es fácil decirlo. Tus padres tienen dinero, a veces pienso que solo quieres molestarme.
— A veces me provoca... —Mateo respiro profundo y su rostro se relajo.
— ¿Matarme?
— Si —respondió rápido—, eres tan insoportable y engreída.
Quite mis manos con rapidez de las suyas mostrando mi molestia.
— Y aun así cuando te veo —continuo él—, no dejo de pensar en la mujer increíble que eres.
Trague grueso.
— ¿Para que me dices todo esto?
Mateo se tardo unos segundos en responder.
— Porque...
— Lucía.
Julio entro con preocupación al vestuario, avanzo hacia mi sin vacilar y me dio un fuerte abrazo.
— ¿Estas bien? —dijo observando mi rostro.
— Estoy triste, obviamente, pero estaré bien.
Cuando me di cuenta Mateo se había ido. Y yo me había quedado con un sin sabor en la boca.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top