Capítulo 11

Por fin nos habíamos reunido en la casa de Julio para avanzar con el proyecto de ciencias. Su cuarto era pequeño, o al menos el desorden lo hacia ver así, si pudiéramos definir a una persona por su cuarto, seria imposible hacerlo en este caso. Al lado de la cama, en el suelo, habían varios libros amontonados, en una esquina había una guitarra, había posters de anime por las paredes e incluso unas pesas en el suelo, y entre el desorden logro colocar una mesa junto a la cama donde estábamos trabajando.

José y Daniela estaban sentados en la computadora buscando toda la información pertinente, Julio y yo dábamos los primeros toques técnicos a la futura maqueta, mientras Miranda "supervisaba".

— Creo que ya conseguimos todo lo que necesitamos —dijo Daniela desde la computadora.

— Daniela y yo podemos ir haciendo la presentación —agregó José.

— Excelente —comenté— la próxima vez que nos reunamos continuaremos con la maqueta de la casa, si TODOS —dije mirando a Miranda— aportamos, seguramente lo terminaremos muy pronto.

— De todas formas yo hablé con mi padre y me dijo que me ayudaría con la parte eléctrica, que es lo más difícil.

— Perfecto, ¿Ya nos podemos ir? —preguntó Miranda.

Todos nos lanzamos miradas, pero estuvimos de acuerdo en irnos y continuar otro día. Miranda fue la primera en irse, algo me decía que tenia una cita, luego Daniela y José, quedándome a solas con Julio.

— ¿Qué no te piensas ir?

— ¿Me estas echando?

— Conociéndote como te conozco, eres capaz de amanecer aquí adelantando lo más posible.

Sonrei por que si era capaz.

— Pues te salvas de que mañana tenemos examen de historia y quiero irme temprano para poder estudiar.

— Oh, si es verdad, ¿Por que no estudiamos juntos?

— Oh no, soy pésima estudiando en equipo, se me da mejor sola.

— Vamoos... —dije haciendo una pataleta— no seas aguafiestas.

Arquee una ceja tratando de no reír.

— ¿Por que no vamos a la biblioteca? Me encanta estudiar ahi —continuo Julio.

— Sinceramente, jamás he ido a estudiar a la biblioteca, ahora está todo en internet.

— Créeme, cuando se trata de historia, es mucho mejor ir a la biblioteca, además te encantará el aura del lugar, es como si los conocimientos entraran solos a tu cerebro.

— Jajaja, bueno, me convenciste.

— Que estamos esperando.

Sin darme chance a terminar lo que estaba haciendo Julio casi me lanza por la puerta para irnos.

Al llegar a la biblioteca, un silencio tan omnipotente como su estructura nos acaparó. Me deje guiar por Julio mientras avanzamos por los estantes pulidos y los pisos brillantes. Julio cruzó entre una de las estanterías y comenzó a tomar varios libros de historia.

— ¿Todo eso? —susurre.

— Apenas son seis.

Mire el grosor de cada libro con espanto, y ya comenzaba a arrepentirme.

Luego de tomar los libros que Julio considero necesarios, nos dirigimos a una habitación donde solo había escritorios y algunas pocas personas en ellos, estudiando o leyendo.

Nos sentamos uno frente al otro y deje que Julio tomara el mando de la situación.

— ¿Por dónde comenzamos? —pregunté.

— Aquí, la guerra de 1870. Toma nota.

Julio comenzó a narrar como si fuera una novela ambientada en la época colonial y no un aburrido libro de historia. La verdad con su lectura y el ambiente de la biblioteca era bastante fácil sentirse concentrado e inmerso en lo que leíamos.

Estuvimos así un poco más de una hora hasta que decidimos tomar un descanso.

— Iré a dar una vuelta para conocer la biblioteca —le informe a Julio.

El pelinegro asintió y se acostó sobre la mesa a descansar.

Camine por los estantes leyendo las categorías. Al lado derecho había un cartel que decía "Área infantil" y desde afuera se podia ver que había mucho color en aquella parte.

Entre y estaba igual de silencioso que el resto del lugar, había pequeñas sillas de colores, mesas con juegos de mesa y rompecabezas, había estantes con todo tipo de cuentos y libros.

Me acerque a uno y comencé a leer por encima los títulos. Cuando leí "Harry Potter" solté un chillido de emoción. 

— Me encanta —susurre en un leve gritico.

La portada aún se veía brillante, abrí el libro por la mitad y lo lleve a mi rostro oliéndolo.

— Sniiff, ah, divino —adoraba el olor a libro nuevo, aunque no tuviera mucho tiempo para leer.

Coloque el libro en su lugar y cuando gire para retirarme de la sala, había una persona sentada en el piso justo detrás de la puerta, donde nadie lo vería al entrar.

Él bajo el libro que estaba leyendo y me miró con su sonrisa socarrona.

— Si estabas buscando libros para ti, llegaste al lugar perfecto —dijo Mateo.

— Solo entre por curiosidad —me defendí—, además, que cara dura, tu estas ahí sentado leyendo un libro infantil.

— Sí —dijo cerrando el libro en sus manos.

Fue cuando detalle el nombre "El principito".

— Ojalá los adultos lo leyeran un poco más —agregó

— ¿Viniste a la biblioteca a leer el principito?

— Vine a estudiar, pero siempre me gusta pasar un rato por aquí y leer algunas páginas.

Me quedé en silencio sin saber que responder, la verdad me tomó por sorpresa encontrarme a Mateo y sobre todo en esta situación, no tenía ninguna respuesta para esto.

— ¿Impresionada? —inquirió con su sonrisa arrogante.

— Si, nunca imaginaria que debajo de ese cuerpo... robusto, se ocultaba un niñito.

Mateo rio mientras se acercaba cada vez más a mi. Yo me quede congelada mientras el estaba cada vez más cerca, solo sonriendo, hasta quedar apenas unos centímetros separados.

— ¿Qué crees que estás haciendo?

Sentí como la sangre se acumulaba en mis pómulos.

— Voy a dejar el libro en su lugar —dijo con su odiosa sonrisa.

Me gire para ver como ponía el libro el estante y luego se alejaba de mi.

— ¿Que? ¿Te emocionaste?

— Pss, ¿Que? No se de que estas hablando.

Seguí de largo para irme de esa habitación, pero Mateo cerró la puerta impidiéndome salir, encerrándonos a los dos en la sala infantil.

— ¿Qué haces?

— Nada.

— ¿Y por qué cerraste la puerta?

Mateo simplemente se encogió de hombros, aun con su sonrisa de oreja a oreja.

— Quedó una conversación pendiente el día del juego.

— ¿Qué conversación? No recuerdo que quedará algo pendiente por hablar.

— Yo creo que si, estábamos hablando de cómo bajaste corriendo de las gradas preocupada por mí.

— Pss, yo no estaba preocupada por ti, estaba preocupada por el juego.

El comenzó a avanzar en silencio hacia mí, y yo solo retrocedía intentando no chocar con los muebles que nos rodeaban.

— Un juego que te convenía que perdiéramos.

— Es para que veas que no soy una egoísta como tú —Mateo soltó una risa irónica—. Además dónde está la gracia de competir cuando el enemigo es descalificado antes de ganarle.

— Me encanta tu espíritu competitivo.

Hubo un punto en que me acorralo contra la pared y ya no tenía a donde ir.

— ¿Q-Que haces?

— Domestícame.

— ¿Que? —respondí completamente confundida, era lo que menos esperaba escuchar en ese momento.

— Domestícame.

Abrí los ojos cayendo en cuenta a lo que se refería.

— Jaja, muy gracioso —dije escapando por un lado alejándome de él— ¿Así que el zorro quiere que lo domestique?

— No soy para ti más que un hombre parecido a otros cien mil hombres. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí única en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo.

No entendí lo que estaba sucediendo, solo sentía mi corazón comenzando acelerarse.

— ¿A qué viene esa cita del principito?

— ¿No te cansas de hacerte la dura todo el tiempo? —me respondió con otra pregunta.

— Yo no me hago la dura, así soy.

— Y me gusta como eres.

A donde fuera que me moviera, Mateo me seguía con paso cauteloso como un depredador acechando su presa.

— ¿Qué te pasa hoy?

— Creo que ya estoy domesticado, últimamente te encuentro en todas partes, y mi corazón se acelera con solo verte.

— Creo que tomaste una droga muy fuerte.

— Cuando leo me pongo romántico.

Mateo estaba nuevamente a centímetros de mi, y en un ágil movimiento volví a alejarme.

— Que suerte que casi no lees.

— Cuando me siento enamorado leo con más regularidad.

Fingí una risa sarcástica.

— ¿Tu enamorado? Ahh, ya sé, la chica bonita con la que te fuiste el día del juego ¿No? Pobre chica.

— ¿Celosa?

— ¿Yo? ¿Por qué lo estaría? —dije colocando mis manos en la cintura tratando de parecer desafiante.

— Porque te gusto.

— ¡JA! —exagere más de lo que esperaba esa risa— ¿De un casanova como tu? No, gracias.

— Tal vez justamente sea eso lo que te encanta, por eso no has sentido nada con otro hombre.

Al escuchar esas palabras las mariposas en mi estómago desaparecieron y mis piernas dejaron de temblar.

— ¿De qué estás hablando? —dijo encarándolo seriamente.

Mateo se dio cuenta, pues dejó a un lado su actitud seductora para recobrar un poco su postura.

— Se que nunca has estado con otros hombres.

— ¿Y? ¿Eres tan narcisista que piensas que estoy esperando por ti?

— No espeficicamente yo, pero si el chico indicado, que posiblemente sea yo —dijo otra vez con su sonrisa arrogante—. Yo me ofrezco como sacrificio.

Mateo cada vez estaba más cerca, como si fuera a darme un beso. Instintivamente reaccioné dándole una abofeteada. No fue muy dura, pero definitivamente tomó por sorpresa a Mateo, que me miró aturdido.

Por un segundo sentí el deseo de disculparme, pero mi rabia me decía que no se lo merecía.

— Ni se te ocurra volverme a tratar como sueles hacer con las demás chicas, tal vez ellas caigan a tus pies, pero yo no —dije mirándolo directamente a los ojos—. Y muchos menos me trates como si fuera una necesitada de afecto, pues no quiero, ni preciso, el amor de nadie, tengo todo el amor que necesito y por el sexo no te preocupes, jamás me había sentido tan feliz de ser asexual.

Antes de que pudiera decir algo camine decida hacia la puerta pero cuando justo estaba abriéndola, Mateo golpeo con la mano volviéndola a cerrar.

— ¿Asexual? —dijo mirándome confundido.

— Puedes meterte en google y buscar —dije tajante, intentando abrir la puerta, pero Mateo seguía impidiéndolo.

Ni siquiera parecía ejercer mucha fuerza sobre la puerta, más bien parecía ido en sus pensamientos, miraba al piso sin mirar a nada en específico.

En un fuerte jalón logre abrir la puerta sacando a Mateo de sus pensamientos.

— Lucía, espera —dijo intentando tomar mi muñeca, pero no lo permití.

— Déjame en paz —dije alzando la voz más de lo que debería—, ¿Es parte de tu plan mortificarme para ganar la beca?

— No tengo ningún plan, Lucía —dijo serio—. Tu eres la que ha complicado todo desde un principio.

— ¿¡Yo!?

— Shh —dijo mirando a los lados consciente de que las personas nos estaban escuchando— ¿Me dejaras explicarte por primera vez? —dijo susurrando.

— Lo tengo todo muy claro, Mateo.

Antes de que alguno pudiera decir otra cosa Julio apareció a mi lado intercambiando miradas tensas con Mateo.

— ¿Todo bien aquí?

— Todo bárbaro —escupió el rubio—. Estas perdiendo tu tiempo —le dijo directamente a Julio—, espero que no te guste hablar, porque ella nunca escucha.

— Gracias por el consejo, pero estar con Lucía jamás será perder tiempo.

Julio me abrazó por los hombros sin quitarle la vista a Mateo, quien se marchó luego de lanzarle una mirada cargada de odio.











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