Capítulo 1
¿Qué puede ser peor que ir un sábado a la escuela? Pues, encontrarte con la competencia.
A solo unos meses de la graduación, todos los alumnos, incluyéndome, hacemos un esfuerzo sobrehumano para hacer lo que no logramos hacer en todas nuestras vidas. Algunos hacen todo lo posible por pasar todas las materias, algunos intentan subir su promedio, otros tienen como objetivo conseguir pareja para el baile de graduación, y en mi caso, obtener una beca para una de las universidades mas prestigiosas y COSTOSAS del estado.
Para mala suerte no era la única interesada en la beca. Hoy había una conferencia en la escuela sobre los requisitos para conseguir las reliquias de la muerte...digo, la beca, y no era la única interesada. Había unos quince alumnos, pero si soy sincera, ninguno de ellos era competencia para mi.
Presidente de la escuela, mejor promedio del salón, capitana del equipo de voleibol y próximamente reina del baile. Yo, Lucía Mignonette Thermopólis Renaldi, princesa de Genovia, ok no, lamento la introducción algo narcisista, pero eso me ayuda a calmar mis nervios.
Pero todo lo que dije es cierto, (Excepto lo de princesa de Genovia, claro esta); tenia un currículum escolar excepcional, que nadie podría igualar, excepto él.
El gran obstáculo que debía rebasar media 1.80, era rubio, fornido y se llamaba Mateo. Era el capitán de fútbol, tenia un gran promedio y lo mas difícil era que tenia la simpatía de toda la escuela. Y si, definitivamente seria el rey del baile.
No hubiera imaginado que lo vería aquí, buscando una beca, ya que sus padres tenían bastante dinero. Era uno de los mas ricachones de la escuela, el mas popular y el mas mujeriego, por supuesto. Siendo sincera, siempre había intentado mantener la distancia debido a todos los rumores que se escuchaban de él con respecto a las mujeres, pero si quería ganarle la beca, debía conocer un poco mas sobre sus puntos débiles.
El gran problema estaba en que la beca solo era para una persona y se escogería al estudiante que cumpliera con la mayoria de los requisitos impuestos: presidente de la escuela, calificación mas alta en todas sus materias, pertenecer a un equipo deportivo y haber obtenido campeonatos. Y era precisamente en ese último requisito donde mis nervios habían florecido, ya que aunque era presidente de la escuela y capitana del equipo de voleibol, jamás habíamos estado ni cerca de ganar ningún campeonato. A diferencia de Mateo que desde que era capitán del equipo, jamás habían perdido y tenían dos campeonatos consecutivos ganados.
Sentada en el oscuro auditorio de la escuela, mi mente divagaba en cómo haría para que mi equipo ganara el campeonato de este año, mientras la directora aun hablaba sobre otras reglas de la beca a las cuales no le presté mucha atención.
Cuando la conferencia termino, me apresure a salir ya que había quedado en una cita con mi novio, y ya debía estar esperándome.
Al pasar por las puertas del auditorio, me encontré de frente al prototipo perfecto de rubia de hollywood; ya saben, rubia, porrista, fresa, algo estúpida, rubia, perra; pero sobre todo, rubia.
— Lucía, ¿Qué haces aquí? —Ofelia se interpuso en mi camino, evitando que pudiera simplemente ignorarla.
— Pregunto lo mismo —respondí sin ánimos de hablar—. ¿No me digas que estas pensando en postularte para la beca?
— ¿Algún problema?
"Digamos que tu único mérito ha sido ser la chica con mas novios en la escuela"
— No, ninguno, pero si eres realista, no estas ni siquiera entre los mejores promedios.
— Pues ya verás —dijo meneando su cabeza golpeándome con su coleta—. ¡Mateo!
Me paso por un lado y se lanzo al cuello del chico que iba saliendo también del auditorio detrás de mi.
Suspire aliviada de que la conversación no había durado mucho. La verdad Ofelia y yo éramos de mundos distintos, y por la misma razón nunca habíamos cruzado palabras; hasta que Pablo me pidió ser su novia y desde entonces Ofelia había hecho lo posible en crear rencillas entre nosotros y coquetear con él cada vez que podía, aunque eso lo hacia con todos, como justamente estaba haciendo ahora con Mateo.
Recordé que era tarde, así que fui directamente a la cafetería donde había quedado con Pablo, con media hora de retraso.
Como siempre, él nunca se enojaba conmigo, o por lo menos nunca me lo decía. Siempre me recibía con una sonrisa y un beso. La verdad nunca decía mucho, era un buen chico, responsable, amigable. También era atractivo, pero a la vez era muy reservado, así que casi siempre yo era la que hablaba, lo cual no me molestaba en lo absoluto, pero cada vez se volvía un poco mas aburrido estar juntos.
— ¿Y bien? ¿Cómo te fue? —preguntó
— Muy bien, cumplo con casi todos los requisitos, solo tengo que ganar el campeonato de este año y esa beca será mía.
El sonríe con satisfacción y me tomó la mano.
— Estoy seguro de que así será.
Pedimos unas donas y unos batidos y comimos prácticamente en silencio. Luego de subir nuestros niveles de azúcar, Pablo me invito ir a su casa a ver una película, y acepte a regañadientes.
Durante todo el camino al auto se instalo un silencio incomodo. En Pablo era normal, pero la verdad yo estaba bastante incomoda con el hecho de ir a su casa; ya que cada vez que estábamos en su cuarto, solos y en privado, las manos de Pablo parecían pequeños animalitos tratando de encontrar una pequeña cueva en donde refugiarse. Si saben a qué cueva me refiero ¿No?
Llegamos a su casa y convenientemente estaba sola, así que subimos directamente a su habitación. Era un cuarto pequeño y simple, lo único característico era la predominancia del color azul y un poster de un videojuego que le gustaba en la pared.
Sin perder tiempo encendió el televisor en la pared y puso en Netflix una película romántica.
"Buena jugada" reí para mis adentros.
El sabia que me encantaban los romances, que creía en las almas gemelas y que me fascinaba la idea de un príncipe azul. Pero había un problema que el aun no había logrado descifrar, ni él, ni ningún chico antes de él. No era solo cómo abrir mi corazón, si no también mis piernas.
Las películas románticas eran una forma de suavizarme un poco, pero nunca lo suficiente. Nos sentamos en cama y disfrutamos de la película en silencio. Cuando venia la parte mas hot en la película, sentí una mano deslizándose por mi muslo.
"Aquí vamos otra vez"
En un segundo, su boca ya estaba intentando comerse la mía. Seguí el juego de su lengua, mientras sus manos recorrían todo mi cuerpo con prisa. Masajeó mis hombros, deslizándose por mis pechos, luego bajando por la cintura y llegando hasta la cadera. Me tomo con fuerza, obligándome a sentarme encima de él, sintiendo inmediatamente al pequeño Pablito.
— Pablo... —dije separando nuestras bocas—, aun no es el momento...
Me calló besándome con mas pasión y aferrándose a mis caderas con mas fuerza, acercándome aún mas a él. Por un momento, me deje llevar hasta que comenzó a subir mi blusa intentando desnudarme.
— No —dije separándome bruscamente.
— ¿Por qué no? —dijo con mirada confundida.
— No me mires así, te he dicho varias veces que no estoy lista.
Me senté en el otro extremo de la cama y su rostro cambio inmediatamente de confusión a enojo.
— ¿Y cuando será el momento? —dijo comenzando a subir el tono de voz.
— Cuando lo sienta así.
Su mirada mostraba una verdadera indignación, como si fuera mi obligación tener sexo con él. Ya podía sentir como la sangre subía a mi cabeza calentándome de rabia.
— Ya tenemos cinco meses saliendo —dijo en tono acusatorio
— ¡Ja! —lo interrumpí antes de que dijera algo más— Lo dices como si fuera toda una vida, ¡Cinco meses no son nada!
— Olivia y Alex tuvieron...
— ¡No me importan Olivia y Alex! Cada relación tiene su ritmo y sus tiempos —dije levantándome de la cama con rapidez— ¡Yo no quiero, ni voy a querer!
— ¡Por que no simplemente me dices que no te gusto! —respondió comenzando a alterarse también.
— ¿Crees que una cosa tiene que ver con la otra?
— ¡Por supuesto que si!
— Ushh, eres un imbécil.
Temblando de la rabia salí de su cuarto dando un fuerte portazo sin siquiera planearlo.
Salí de su casa dando una última mirada hacia atrás. Mi lado romántico aun esperaba que saliera corriendo detrás de mí, pero dentro de mí sabía que Pablo no era el príncipe azul que estaba esperando.
Tome un taxi y me fui directo a mi casa.
Al entrar, lo primero que vieron mis lindos ojos fue a mis padres en el sofá, una encima del otro. Al menos aún conservaban su ropa.
— Diosito, ¿Por qué me haces vivir esto? —dije con la intención de que me escucharan.
— Cielo —dijeron mis padres al mismo tiempo, recobrando la compostura.
— Pensé que llegarías mas tarde —dijo mi madre, aún acomodándose la ropa.
— Uju, que mala costumbre tienen.
Dije ignorándolos y subiendo directamente a mi habitación; desde las escaleras pude escuchar la risita de mis padres y cómo seguían besuqueándose.
Era todo un dilema para mí entender cómo había nacido yo de ese par de sexópatas.
Entré en mi cuarto y cerré la puerta para no escuchar nada que pudiera dejarme un trauma permanente.
Como amante del aire libre, tenía un papel tapiz de flores amarillas, según mis amigas, algo anticuado, pero a mí me encantaba. Y todo en mi habitación hacía juego con las paredes, desde las sábanas, hasta los peluches en la cama y el escritorio donde estaba mi computadora. Me acosté en mi cama y lo primero que hice fue llamar a Miranda, mi mejor amiga, para contarle lo que había sucedido con Pablo.
Luego del primer repique, contestó.
— ¿En qué hospital estás? —dijo con voz dramática.
— ¿De qué estás hablando?
— Debes estar muriendo para que me llames.
— Que exagerada, sabes que te llamo cuando hay buenos chismes.
— ¿Y qué estás esperando? ¡Suéltalo!
Para hacerla sufrir, le conté desde los mas aburridos detalles con respecto a la beca, hasta la pelea con Pablo.
— Creo que Pablo tiene razón.
— ¿¡Qué!? Eres mi mejor amiga, ¿Cómo se te ocurre ponerte de su parte?
— Estaré de tu lado cuando pierdas el miedo a tu primera vez.
— Yo no tengo miedo.
— Claro que sí, ¿Si no por qué no te has atrevido?
— Ya te lo he dicho, simplemente no me llama la atención, no me provoca.
— Bueno, Pablo es lindo, pero a mi tampoco me provocaría. Tal vez deberíamos intentar algo con Mateo, a él no se le negó nada —dijo con su voz sádica desde el otro lado del teléfono.
— ¿Es en serio? ¿Mateo? ¿De verdad crees que me puede gustar un tipo así?
— A mi no me hables de sentimientos, ese chico esta como Dios quiere, además, puedes aprovechar el clímax de la competencia por la beca —volvió a usar su tonito morboso.
— Lo mío no tiene nada que ver con atracción física.
— ¿Todavía sigues con esa tontería de que eres Asexual? Deja que le agarres el gusto.
Puse los ojos en blanco aunque sabia que ella no me vería. Para ser mejores amigas, teníamos una perspectiva muy diferente en cuanto al amor. Mientras yo medía cada aspecto de la personalidad intentando encontrar mi príncipe azul, Miranda solo medía la talla de los zapatos.
— Bueno, es todo tuyo —dije.
— Tienes razón, no se por que no he intentando seducirlo.
— Porque está muy ocupado con otras chicas.
— Posiblemente, aunque tengo entendido que justo ahora está soltero. ¡Es mi momento!
— Suerte.
Hablamos un rato más sobre los chicos que tenía en la mirada hasta que colgamos.
La verdad, jamás había tenido interés en tener sexo con ningún chico, lo cual me ocasionaba bastantes dudas sobre mis gustos o preferencias, o si solo era miedo como decía Miranda; o tal vez aún no había conocido el príncipe azul que me haría temblar el piso.
El sonido de una notificación me sacó de mis pensamientos profundos. Al abrir el chat, tenia un nuevo mensaje de un número desconocido, lo cual me causó bastante intriga. Abrí la foto de perfil para saber de quién se trataba y me sorprendió ver a un rubio en una piscina sin camiseta con sus cuadritos de chocolate bien definidos.
"¿Mateo?"
Abrí el mensaje y me encontré con simplemente dos palabras: "Hola, hermosa".
"Jaja, buen intento Miranda. No sé a quién le pedirías un número prestado, pero no voy a caer".
Luego la suave melodía de "Perfect" sonó por mi habitación, era una llamada de un numero desconocido. Mirando con sospecha el numero contesté.
— ¿Aló?
— ¿Lucía García? —sonó una voz masculina bastante sensual del otro lado del celular
— Si, ¿Quién habla?
— Soy Mateo Jensen, estamos en la misma clase.
— Jajaja muy gracioso, dile a Miranda que no debió esforzarse tanto, no voy a caer.
Tranqué la llamada sin esperar otra respuesta. Simplemente cerré el chat y abrí Netflix para ver la última seria K-drama que me había enganchado y ya había tenido varios sueños fantasiosos con el protagonista.
"Ven a mí, Ri Jung-hyuk"
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