Tiempo de descanso, Parte 2

En la casa de la playa...

Amanecía el tercer día desde que llegaron a la isla. Fuutarou se levantó temprano ya que según el horario asignado a él le tocaba limpiar hoy en la sala y la cocina en la mañana, así que salió tratando de no hacer ruido para no despertar a su primo o a alguno de los otros.

A pesar de que desde que llegó no había ido a la playa, después de la cena del primer día los chicos lo convencieron de ir a la sala de juegos en el sótano. Había incluso mesas de casino con todo y fichas para jugar, y siendo sincero no pudo resistirse. Pasaron un par de horas jugando con las cartas, y le fue tan bien que casi lamentó no haber apostado con dinero real. Por otra parte, si sus padres llegaban a enterarse podrían enfadarse con él, y tampoco quería dejar arruinados a sus amigos y a su primo.

Pero durante el resto del día, se la pasaba enfrascado estudiando, aunque fuese sólo para mantener su mente ocupada, y lejos de... otros pensamientos.

– ¿Hmm? – Cuando bajó, se percató que ya había alguien limpiando. Una figura correteaba de un lado al otro con un trapeador mientras tarareaba una canción que él no conocía, y con una pañoleta verde en la cabeza. – ¿Yotsuba?

– Ah, buenos días, Uesugi-san. – lo saludó. – Ten cuidado al pisar, todavía está resbaloso.

– ¿Qué haces limpiando? – preguntó el chico. – ¿No se supone que hoy me tocaba a mí?

– Jeje, pensé que si lo hacía por ti tendrías más tiempo para estudiar, y con eso terminabas antes. – dijo ella con su típica sonrisa dentuda.

Fuutarou la miró extrañado. Aun así, sonrió con gratitud. Se dirigió al refrigerador, se sirvió un poco de leche y tras tomar algunos de los sándwiches que sobraron de la cena de anoche, los metió en el microondas para calentarlos. Fue a sentarse en el sillón para empezar a comer y vio como Yotsuba continuaba limpiando alrededor alegremente.

Si era sincero, se sentía un poco culpable de dejar que ella hiciera el trabajo que se suponía que era para él. Aunque en parte también se debía a que él quería mantenerse ocupado pensando en otras cosas, y si terminaba antes con sus deberes de la escuela, tal vez luego se le haría más difícil distraer su mente.

Como los demás todavía estaban dormidos, Fuutarou de pronto tomó conciencia de que, técnicamente, él y Yotsuba se encontraban solos en esa sala. En teoría, parecía un escenario perfecto para un acercamiento entre los dos. Podría decirle que hicieran algo, ponerse a conversar o cualquier cosa, pero no sabía si era lo correcto.

– "Dije que le daría tiempo." – pensó. – "Hasta que estuviera lista para intentarlo."

A pesar de que en las últimas semanas Yotsuba parecía estar volviendo a ser la de siempre, y que no había secuelas aparentes luego de lo que sucedió en el viaje de Kioto, Fuutarou no podía evitar preguntarse si realmente se encontraba bien por dentro. La chica era bastante buena ocultando su dolor detrás de una sonrisa, y no quería hacer ningún movimiento si ella todavía no estaba preparada.

Buscando algo más en que distraerse, cogió su teléfono y lo encendió (lo había tenido apagado ayer todo el día para evitar interrupciones), y se llevó una sorpresa al darse cuenta que tenía un montón de mensajes de Raiha, que ya había empezado su campamento de verano. Le había enviado varias fotos donde salía con sus amigos haciendo distintas actividades. El chico sonrió al ver que su pequeña hermana no estaba desperdiciando su tiempo.

– Oh, ¿mensajes de Raiha-chan? – Yotsuba se le había acercado a mirar por encima del hombro. El chico dio un respingo al tenerla tan cerca, pero mantuvo la compostura y sólo se alejó un poco para cubrir apariencias.

– Parece estarse divirtiendo mucho en su campamento. – dijo Fuutarou.

– Jeje, qué pena que no pudiera venir. Pero me alegra que también la esté pasando bien con sus amigos.

En la mayoría de las fotos que le envió Raiha estaba acompañada por sus dos amigos más cercanos, Yuuta y Naoko. Fuutarou los conocía de pasada ya que ocasionalmente venían de visita para jugar, o a veces Raiha iba a casa de ellos. También los veía regularmente en la panadería. Los dos eran buenos chicos, así que le alegraba ver que Raiha se estuviera divirtiendo con ellos.

– Tal vez tú también deberías enviarle algunas fotos, ¿no lo crees? – sugirió Yotsuba. – Se va a decepcionar mucho si se entera que sólo estás estudiando.

– Lo haré, cuando haya terminado las tareas. – dijo él. – De todos modos ya me falta poco, entre hoy y mañana ya debería haber terminado.

– Eso espero. – replicó la chica del lazo. – En serio, no entiendo cómo no te aburres quedándote todo el día aquí dentro. Los días han estado preciosos, perfectos para salir afuera.

– Aquí dentro también hay cosas divertidas para hacer. – respondió él.

– ¿Ah sí?

– Sí, la sala de juegos del sótano, por ejemplo. – dijo Fuutarou con cierto deje de orgullo. – Debiste verme limpiar la mesa de póker con los demás la otra noche.

Yotsuba estuvo a punto de decir algo, pero se detuvo. Por lo visto había logrado atraparla con eso y no fue capaz de dar un argumento en contra. Y admitiéndolo, sí fue divertido jugar a las cartas con los otros chicos, incluso sin apostar dinero real, sólo por ver sus caras derrotadas que no tenían precio.

– En ese caso, ¿qué tal si luego jugamos una partida tú y yo?

– ¿Estás retándome? – replicó él.

Yotsuba no le respondió, pero la sonrisa de confianza que le dio parecía ser una afirmativa. Y siendo sincero, él se sentía muy tentado a tomar su desafío, aunque fuese sólo por pasar un rato con ella. Los dos se quedaron viéndose fijamente por un momento, y era casi como si pudiese ver chispas volando entre los dos.

– Aaaahhh, buenos días... – Un largo bostezo y un saludo los interrumpió a ambos, y al voltear a ver Kintarou también había bajado. – Oh, disculpen, ¿interrumpo algo?

– No, claro que no. – dijo Fuutarou. – Qué raro verte despierto tan temprano, ¿no?

– Hasta yo tengo mis días, primo. – dijo el rubio encogiéndose de hombros. – ¿Quién querría dormir cuando hay tanto para divertirse aquí? Y oye, ¿no se supone que hoy te tocaba limpiar? ¿Por qué pones a Yotsuba a que lo haga por ti?

– Yo no le pedí que lo hiciera. – replicó secamente Fuutarou. Inmediatamente miró a la chica de pelo naranja y agregó: – No es que no lo aprecie, por si acaso. Después te compensaré, ¿de acuerdo?

– Shishishi, lo esperaré con ansias. – respondió Yotsuba antes de reasumir la limpieza.

Dejando que Yotsuba se fuera por su lado, Fuutarou terminó de comerse su sándwich, y como habían dejado los libros sobre la mesa ayer, recogió su libreta para ver qué le faltaba por terminar. Mientras leía, vio por la esquina del ojo cómo su primo se dejaba caer en el sillón de al lado, con su propio sándwich en la mano antes de coger el control remoto para encender la televisión.

Y justo lo encendió en un canal donde estaba pasando el opening de un anime bastante ruidoso, rock pesado con robots gigantes cuyas articulaciones parecían tan oxidadas que rechinaban como uñas en un pizarrón, lo que le perforó los oídos.

– ¿Te importaría bajarle un poco? – protestó Fuutarou. – Intento concentrarme aquí.

– No seas aguafiestas, primo. – replicó Kintarou encogiéndose de hombros. – Es muy temprano todavía para ponerte a estudiar, ¿no?

– Prefiero no procrastinar hasta el último segundo, como alguien que conozco.

– Tch, como quieras, cerebrito. – Kintarou se reclinó en el sillón. – Creí que estabas cambiando, pero veo que en el fondo sigues igual.

Fuutarou miró de reojo a su primo, pero no dijo más nada. Por alguna razón, las últimas palabras que le dijo le tocaron una fibra sensible que no sabía que tenía, y no estaba del todo seguro por qué se sintió ofendido por ellas.

Siempre había sido así, al menos desde que decidió ponerse a estudiar. Pero quizás ahora estaba haciendo un esfuerzo por cambiar un poco. ¿Por qué iba a molestarse por un comentario como ése?

A mediodía...

Después del almuerzo, y mientras todos los demás estaban en el salón jugando, Fuutarou decidió seguir haciendo sus deberes. Si ellos querían hacerlos a su propio ritmo, eso era su elección. No le importaba que dijeran que era un aguafiestas o un nerd por querer terminarlos primero antes de ir a divertirse.

No le importaba, ¿verdad? En ese caso, ¿por qué no dejaban de sonarle las palabras que le dijeron su primo y los demás? Incluso Takeda, que también había traído sus cosas para estudiar, pensaba que no estaba mal que tomara un descanso en lugar de hacer todas las tareas de corrido. Y tampoco era que le faltara tanto para terminar. Para mañana ya habría acabado si seguía a este ritmo, y una vez que lo hiciera tendría todo el resto del viaje para disfrutar de sus vacaciones en esta isla.

"Creí que por fin estabas cambiando, pero veo que en el fondo sigues igual."

No sabía por qué, a pesar de que no era un insulto, esas palabras habían hecho tanta mella en él que no podía sacárselas de la cabeza. Durante el último año, sus interacciones con las hermanas Nakano, particularmente con Ichika y especialmente con Yotsuba, le hicieron darse cuenta que estaba dejando de lado muchas cosas en favor de los estudios. Creyó que ahora estaba aprendiendo a equilibrar un poco el estudio y la diversión, pero ahora que eran las vacaciones de verano, estaba más concentrado en sus deberes que en disfrutar de su tiempo libre.

– Uesugi-kun, tienes mal un signo en este ejercicio. – le dijo Takeda, sacándolo de su trance.

– ¿Hmm? – Fuutarou bajó la mirada, y en efecto, había puesto un signo más donde iba un menos en una ecuación. – Diablos, ahora tendré que rehacerla toda desde el principio.

– ¿Te sientes bien? – le preguntó Takeda. – No pareces estar muy concentrado hoy.

– Hey, hasta yo puedo cometer errores. – dijo Fuutarou, terminando de borrar y empezando a reescribir el ejercicio lo más rápido que podía, pero empezó a apretar el lápiz tan fuerte contra el papel que se le partió la punta.

– Uesugi-kun, creo que tal vez deberías descansar un poco. – sugirió Takeda. – De todas maneras, no es que falte mucho para terminar, ¿o sí? ¿Por qué no sales a hacer algo? Has estado encerrado aquí desde que llegamos.

Fuutarou quiso protestar, pero algo en el tono de su compañero de clases le hizo ponerse a pensar un poco. Quizás tenía razón, necesitaba aclarar la mente. Salir de la rutina y después terminar con calma.

– ¿Sabes qué? Creo que lo haré. – dijo mientras cerraba la libreta y se ponía de pie. – Quizás necesito un poco de aire fresco.

Por un momento, podría jurar que vio una ligera sonrisa en el rostro de su compañero de clases, aunque quizás se debiera a que en cuanto él se levantó, Miku fue a sentarse en el lugar que antes estaba ocupando. Salió de la casa y empezó a caminar por allí, sin tener un rumbo específico, tratando de despejar su mente.

El viento de la tarde se sentía extrañamente bien esa tarde, haciendo que la cabeza de Fuutarou se le aligerara un poco. Al no estar pensando en estudiar ni en mantenerse ocupado, inevitablemente le vinieron al frente aquellas cosas que activamente había intentado suprimir o ignorar desde que llegaron.

Primero, estaba el hecho de que eran vacaciones de verano. Tiempo para relajarse y divertirse, tiempo en el cual los adolescentes como él querían olvidarse de estudiar y simplemente pasar un buen rato con amigos... o con parejas para quienes estuvieran saliendo. Casi podía imaginarse a su primo con Nino mientras esta le daba de comer boca a boca durante el picnic que hicieron para el almuerzo, y que él activamente decidió perderse. Ichika ocasionalmente hacía eso con él cuando estaban saliendo, y no pudo evitar preguntarse, ¿Yotsuba haría lo mismo?

– ¿En qué diablos estoy pensando?

No, Yotsuba no era de ese tipo. Y si lo intentaba, seguramente lo haría torpemente y le mancharía la cara con comida. Admitiéndolo, eso no sonaba tan mal, quizás sería divertido, siendo como era ella. Incluso serviría como una excusa para que le diera un beso y le quitara la comida de la cara.

– No, ella no se atrevería a hacer algo así... ¿o quizás sí?

Quizás la pregunta no era tanto si ella sería capaz. Más bien se preguntaba si le GUSTARÍA que ella hiciera eso. Ciertamente a él no le molestaría, e incluso lo haría de buena gana si los papeles estuvieran invertidos.

– ¡Hey, no me empujes tan fuerte!

– ¡No seas miedosa! ¡Vamos, un poco más alto!

Ese par de voces lo sacaron de su trance, y al voltear vio que se trataba de Matsui y Maeda. La primera estaba sentada en un columpio improvisado hecho de lianas que colgaba de un árbol, mientras el segundo se dedicaba a empujarla.

Y a pesar de su protesta de que no la empujaran tan fuerte, la chica parecía estar disfrutando bastante columpiarse así de alto, lo que motivó al chico a empujarla todavía más fuerte. Los dos se reían muy a gusto, y cuando finalmente se cansaron, Matsui le propuso cambiar de lugares, y ser ella la que lo empujase a él.

– Olvídalo, no creo que este columpio aguante mi peso. – se negó Maeda.

– ¿Acaso eres tú el que tiene miedo ahora? – preguntó Matsui con los brazos en jarras, como si estuviera retándolo.

Los dos empezaron a discutir, pero en medio de ello, Fuutarou pudo percibir que no había hostilidad. Más bien, esa parecía ser su manera de cortejarse entre sí, les encantaba picarse uno a la otra. Maeda finalmente cedió y se subió en el columpio, aunque lo hizo de pie en lugar de sentado, y Matsui procedió a empujarlo.

Y cuando alcanzó suficiente impulso, en el viaje de regreso, él estiró la mano para agarrarla de la cintura y llevársela con él. El columpio improvisado no aguantó el peso y ambos fueron a caer al suelo, con Maeda encima de Matsui. Esta última lo miró enfurruñada, pero luego se soltó en carcajadas, y él la imitó casi de inmediato.

– Parece que esos dos se llevan muy bien... – murmuró Fuutarou, mientras le venía una oleada de recuerdos.

Varias veces cuando salía a trotar con Yotsuba se detenían en aquel parque para descansar y luego columpiarse un poco. Hacía algo de tiempo desde la última vez que lo hicieron, y ver a esos dos jugando en el columpio de lianas le hizo darse cuenta que realmente lo echaba de menos.

Quizás debería pedirle a Yotsuba que fueran de nuevo un día de estos.

– ¿En qué estoy pensando? – se preguntó.

Decidió darse la vuelta e irse de allí antes de que se dieran cuenta de que los estaba observando. No quería ser el que arruinase un momento perfecto que estaba teniendo una pareja haciéndoles mala tercia.

Un poco más tarde...

Ichika había decidido tenderse en el sofá de la sala cuan larga era, y empezó a ver los mensajes en su teléfono. Varios de los demás ya habían salido, pues Nino sugirió que comieran hoy afuera teniendo un picnic, algo que la mayoría terminó aceptando.

La mayoría, excepto ella misma, que estaba un poco cansada por haber jugado tanto ayer y anteayer, y Fuutarou, que estuvo toda la mañana enfrascado en su tarea, y luego salió a caminar. Durante la mañana ella le había pedido que le ayudase a empezar, y él accedió, dejándola después seguir por su cuenta. Ahora mismo estaba tomándose un descanso, pero tenía toda la intención de volver a reanudarlo en media hora, y también pedirle algo de ayuda en cuanto regresara.

A la mayor de las Nakano no se le había escapado que Fuutarou había estado bastante distante. No sólo hoy, sino desde que llegaron a la isla, y había estado casi todo el tiempo aquí encerrado. Más todavía, no le había visto intentar nada con Yotsuba, y de hecho le daba la impresión de que evitaba activamente quedarse a solas con ella. Particularmente, después del desayuno, en cuanto se quedaron ellos tres solos en la mesa mientras estudiaban, Ichika intentó irse, y Fuutarou se excusó casi de inmediato, diciendo que tenía que ir al baño.

No sería extraño, de no ser porque lo había visto ir hacía menos de diez minutos.

– Esto es un problema. – se dijo a sí misma la hermana mayor. – ¿Cómo se supone que esos dos se junten si ninguno de los dos está dispuesto a dar el primer paso?

Por lo que ella entendía, los dos estaban tratando de darse algo de tiempo. Seguir un poco más como amigos, igual que antes, pero Ichika podía ver que en realidad ambos querían ir más allá. Aunque no sabía las razones exactas, los conocía a ambos lo suficiente para hacerse una idea aproximada, y no necesitaba preguntarles al respecto.

– Estoy de vuelta. – dijo la voz de Fuutarou mientras pasaba por la entrada.

– Ah, hola, Fuutarou-kun. – lo saludó ella. – Uh, acerca de la tarea, ¿te puedo pedir ayuda con unos ejercicios?

– Si no te molesta, te ayudaré después. – dijo él, dirigiéndose hacia las escaleras. – Necesito descansar un poco.

Lo vio subir con algo de prisa los escalones. La Nakano mayor no pudo evitar arquear una ceja. ¿Él queriendo descansar? ¿Y rechazándole su petición de ayuda con la tarea? Eso definitivamente era muy inusual.

Se quedó sentada otro rato, y los demás empezaron a regresar también. Nino y Kintarou fueron los primeros, seguidos de Miku y Takeda, y luego Yotsuba e Itsuki. Matsui y Maeda llegaron un poco después, pero cada quién se puso en lo suyo, e Ichika no les prestó mucha atención.

Al menos, hasta que...

– Oye, Ichika.

La voz de Yotsuba le hizo levantar la mirada del teléfono. Su cuarta hermana tenía una expresión muy extraña en el rostro, una extraña mezcla de seriedad y preocupación.

– Sí, ¿qué sucede? – preguntó Ichika.

– Hum... ¿sabes si Uesugi-san ya está de vuelta? – dijo Yotsuba. Su voz sonaba bastante seria.

– Está arriba, supongo que se fue a su habitación. – replicó la mayor. – Aunque ahora no parece estar de humor para tareas, te digo.

– No, no es por eso. Es que yo...

La cuarta hermana se detuvo y empezó a juguetear con sus dedos. Ichika la miró a los ojos. Tenía un presentimiento de saber lo que estaba por decirle, y no se equivocó.

– Desde que llegamos se la ha pasado aquí encerrado y estudiando. – continuó Yotsuba. – Casi me dan ganas de sacarlo a la fuerza para que se divierta un poco.

– ¿Y por qué no lo haces? – preguntó Ichika despreocupadamente.

– No lo quiero molestar. – dijo Yotsuba algo nerviosa. – Tengo la impresión de que últimamente ha estado tratando de evitarme.

– Vaya, hasta que por fin te das cuenta. – dijo Ichika. Notó que Yotsuba hinchaba las mejillas, al parecer se había ofendido, así que se disculpó rápidamente. – Perdón, perdón. Yo también lo he notado. Pero lo que me pregunto es, ¿vas a dejar que eso te detenga?

– ¿Qué quieres decir? – preguntó Yotsuba, algo perpleja. Ichika tuvo que contener el impulso de llevarse la palma a la cara, manteniendo la compostura.

– Quiero decir, el año pasado no tuviste miedo de ir a su casa, y "persuadirlo" de salir a ejercitarse contigo. – Ichika imitó el gesto de las comillas para hacer énfasis en la palabra. – En ese momento no te importó que se molestara, ¿verdad?

– Hmm... supongo que no, pero... las cosas han cambiado ahora. – señaló Yotsuba.

– No veo cómo. – Ichika se cruzó de brazos. – Si quieres hacer algo con él, sólo díselo. Y si hace falta, llévatelo arrastrando.

La última parte la dijo mitad en broma, mitad seria, pero puso a Yotsuba a pensar. Una parte de ella quería darle un empujón y decirle qué hacer, pero en vista de cómo habían sido las cosas, era mejor que Yotsuba lo averiguase por ella misma. Así que la detuvo cuando la cuarta hermana intentó abrir la boca para hacer una pregunta, que ya se había anticipado.

– Oye, si vas a preguntarme qué haría yo en tu lugar, ahí no te puedo ayudar. – dijo terminantemente la hermana mayor. – Yo soy yo, y tú eres tú, eso no te serviría nada.

– Ah, vamos, no seas mala. ¿Un consejo o sugerencia al menos? – dijo Yotsuba, algo enfurruñada pero casi suplicando. Ichika suspiró.

– Es mejor que lo hagas a tu propia manera. Ya conoces a Fuutarou-kun lo suficiente, algo se te ocurrirá. Sólo esfuérzate un poco.

Yotsuba se quedó pensativa. Cerró los ojos y frunció la boca mientras gruñía, como intentando poner los engranajes en su cerebro a trabajar. Tardó unos segundos, pero al cabo de ese tiempo, podría jurar que su listón se paró como un par de orejas, y los ojos de su hermana se abrieron como si acabase de prenderse el foco en su cabeza.

– ¡Ah! ¡Ya sé! – dijo de repente, sonriendo ampliamente. – ¡Gracias, Ichika!

Sin decir más, Yotsuba salió corriendo escaleras arriba hacia su habitación. Ichika no sabía qué se le habría ocurrido, pero estaba feliz de haber ayudado. Esperaba que su hermana y Fuutarou pudiesen tener un buen acercamiento.

Y por tentador que fuera ir a echar un vistazo, decidió que no iba a hacerlo. Los dos merecían tener algo de tiempo a solas.

Poco después...

Fuutarou no supo cuánto tiempo permaneció tendido en la cama, mirando el ventilador dando vueltas en el techo y casi sin parpadear. La imagen de Matsui y Maeda jugando juntos en el columpio y riendo, y la de sí mismo y Yotsuba haciendo lo mismo se rehusaba a salir de su mente.

– ¿Qué diablos me pasa? ¿Por qué no puedo sacármelo de la cabeza?

No, en realidad sí sabía por qué. Echaba de menos divertirse con ella, haciendo cualquier cosa. Fuese salir a trotar, ir al centro de bateo, o simplemente detenerse en el parque con esos columpios... él realmente quería aprovechar las vacaciones para pasar momentos divertidos con ella. Pero se había enterrado en los estudios para mantener esos deseos a raya.

Lo que dijo su primo era cierto: realmente por dentro seguía siendo el mismo cerebrito que sólo le importaban los estudios. Se había propuesto cambiar, disfrutar más de su vida, de su juventud, pero había algo que lo estaba deteniendo.

– ¿A qué le tienes miedo? – murmuró, imitando una vocecita que sonaba en los rincones de su mente, que había estado haciéndole esa pregunta desde hacía algún tiempo, sólo que la había mantenido acallada. Sólo ahora podía escucharla en el silencio de su habitación.

Tenía miedo, ¿pero de qué? ¿Miedo de enamorarse? ¿Miedo de que la relación entre ambos fracasara porque fue demasiado deprisa? ¿O era porque su relación con Ichika no había funcionado?

No, eso no tenía nada que ver. Si él y Yotsuba realmente se gustaban, no tenía por qué estar asustado de que las cosas salieran mal. Ambos habían hablado, se habían sincerado sobre cómo se sentían, sin ocultarse más secretos. Y aunque él le prometió que le daría tiempo y espacio para que pudiera sanar, eso no debería impedirle pasar buenos momentos y crear recuerdos con ella.

Y ahora que estaban en vacaciones de verano, era el momento para hacerlo.

*¡KNOCK! ¡KNOCK! ¡KNOCK!*

– ¿Hmm? – El repentino golpeteo en la puerta le sacó de su reflexión. – ¿Quién es?

No hubo respuesta. Vio que algo se deslizaba por debajo de su puerta, pero no le prestó atención, sino que se dirigió a abrir para ver quién era. Cuando lo hizo, miró a ambos lados del corredor y la persona ya se había ido.

– ¿Hola? ¿Hay alguien allí? – preguntó por si todavía estaba, pero de nuevo no hubo respuesta. Aunque tenía una ligera sospecha de quién podría ser.

Volvió a cerrar la puerta, y recogió el sobre que habían deslizado por su puerta. Lo abrió y dentro estaba una nota muy corta con las siguientes palabras.

"Ven a verme en la playa al atardecer. Necesitamos hablar de algo importante, por favor."

La nota le dio una extraña sensación de deja vu. Esto ya había sucedido antes. La diferencia ahora era que, en lugar de estar adornada con corazones rojos, había tréboles verdes en las esquinas. Eso por sí solo habría sido suficiente para confirmar sus sospechas, pero no fue necesario, ya que había un nombre firmando al pie de la nota.

– Yotsuba... – El chico Uesugi no pudo evitar esbozar una sonrisa. Esta vez no tuvo miedo de decirle que la nota era suya, en vez de hacerse pasar por alguien más. – ¿Ahora qué estás tramando?

Conociendo su historial, si se rehusaba o ignoraba la nota, probablemente ella seguiría insistiendo hasta que finalmente él cediera. De ser ese el caso, sería mejor ir de una vez y ver qué era lo que quería. Estaba seguro de que no sería algo como ese beso de la campana, pero por alguna razón, no podía sacudirse de encima la sensación de que quizás, sólo quizás, ella querría hacerle alguna broma. No algo malintencionado ni mucho menos, pero aun así ese presentimiento no lo dejaba.

Y por alguna razón, saberlo hacía que fuera todavía más tentador averiguar qué querría la chica del lazo con él.

...

El atardecer estaba cayendo, y Fuutarou se dirigió hacia la playa. Quiso regañar a Yotsuba por no darle un punto específico de reunión, y decir simplemente "la playa". La isla era relativamente grande, así que la playa abarcaba una larga extensión.

– De acuerdo, ¿ahora dónde estás?

Miró alrededor por si veía su lazo asomarse por alguna parte. Normalmente siempre la delataba cuando intentaba esconderse... y efectivamente lo vio detrás de una enorme piedra en una formación bastante cerca de donde rompían las olas en la orilla.

– Allí estás. – dijo con una sonrisa mientras empezaba a correr hacia allá. – ¿Creíste que te ibas a... eh?

Al acercarse, el chico se llevó una sorpresa. El lazo de Yotsuba en realidad estaba puesto como señuelo, amarrado a una pequeña piedra para que sobresaliera, pero ella no estaba allí. El chico lo agarró y lo desató, apretándolo entre sus manos.

– Esa bribona... es más lista de lo que aparenta. – dijo a medias orgulloso y enojado de haber caído por un truco tan simple. – Ahora, ¿dónde se supone que estás? ¿Crees que me vas a sorprender?

– ¡Yo creo que ya lo hice! ¡BUUUUUUUUUUU!

Antes de siquiera reaccionar, un par de manos lo empujaron por detrás y le hicieron irse de cara hacia el agua. Tras escupir para evitar tragar el agua salada, se giró para ver a una Yotsuba que se reía a carcajadas, vestida únicamente con un bikini verde de cuadros. Era un poco extraño verla sin el lazo en la cabeza, pero esa risa suya era inconfundible.

– ¡Shishishi! ¡Caíste redondito, Uesugi-san!

– Eres una... ¡pagarás por eso! – gritó él yéndosele encima. Ella se apartó sin dejar de reírse, haciéndolo volver a caerse, esta vez en arena húmeda.

– ¡Jajaja, tendrás que atraparme primero! – se burló ella, golpeándose con la mano el trasero antes de salir corriendo. Sin tardanza él se puso de pie y echó a correr detrás de ella.

Yotsuba corrió hacia el agua y empezó a dar patadas para salpicarlo. Cada vez que él lograba acercársele un poco y pensaba que ya la tenía, ella se le escurría y continuaba haciéndole burla, incitándolo a que intentara atraparla.

Normalmente, escuchar a alguien burlándose de él de esa forma lo haría enojar. Pero esta vez, por alguna razón, no se sentía enojado. De hecho, este pequeño juego de atrapadas se estaba tornando bastante divertido, y antes de darse cuenta él también se estaba riendo.

Tras varios minutos de intentos fallidos de atrapar a Yotsuba, Fuutarou se dio cuenta que todavía estaba agarrando su listón, que se había impregnado con el agua del mar cuando ella lo empujó, y una idea maligna se formó en su cabeza.

– Uesugi-san... ¿qué estás tramando? – dijo Yotsuba, dejando de reír y poniéndose algo nerviosa.

– Ya lo verás... – dijo él, enrollando el extremo del listón de la chica en una mano y sujetando el otro para tensarlo. Estando seco no habría servido, pero al estar impregnado de agua se había vuelto más pesado y podía usarlo como látigo improvisado para acortar la distancia entre los dos.

– ¡Hey! ¡Oye, eso es trampa, no es justo! – se quejó ella mientras intentaba cubrirse o esquivar los latigazos. Por supuesto, no le estaba dando tan fuerte para hacerle daño ni mucho menos, sólo quería darle un pequeño escarmiento por haberlo empujado antes.

Después de un rato de entretenerse latigueando a Yotsuba, la cuarta hermana tuvo un golpe de suerte y logró atrapar su listón con una mano. Los dos empezaron a tirar de él sin ceder, pero él eventualmente ganó y logró retenerlo al tener el extremo enrollado en la mano, aunque se fue de sentón sobre la arena. Yotsuba se alejó y empezó a correr de nuevo huyendo de él, pero a cada tanto se detenía para burlarse y seguir provocándolo para que viniera, y él intentaba usar su listón extendido para atraparla, sin mucho éxito.

Los dos siguieron así durante varios minutos, hasta que finalmente a Fuutarou se le fue el aire de tanto corretear y se sentó en la arena para recuperar el aliento. Cuando él le aseguró que no era una trampa, Yotsuba accedió a hacer una pequeña tregua antes de continuar con su pequeño juego.

Se estaba divirtiendo tanto que no se dio cuenta que el cielo rojo del atardecer empezaba ya a oscurecerse. Cuando lo hizo, Yotsuba decidió descansar también.

– Uff, el tiempo vuela cuando te diviertes, ¿no? – comentó él.

– Mira, ya se puede ver la luna. – señaló Yotsuba hacia arriba.

Y en efecto, la luna ya había aparecido sobre ellos. Estaba casi llena, a tres cuartos creciente. En pocos días estaría en fase plena y seguro se vería aún más hermosa.

– ¿Hmm? – De repente, sin avisar, Yotsuba se recostó de espaldas con él. – ¿Yotsuba?

– No te molesta si me siento aquí, ¿verdad? – preguntó ella tímidamente.

– No... no, claro que no. – aseguró él. Este gesto lo tomó ligeramente por sorpresa, pero por alguna razón, no le desagradó en lo más mínimo.

– ¿Ya te sientes más relajado? Desde que llegamos has estado demasiado serio. – comentó ella.

– Eso me han dicho todos los demás. Y supongo que... tenían razón. – admitió él. – Creo que sólo quería quitarme de encima los deberes, para poder divertirme a gusto.

– Pero no tienes que hacerlo todos de una sola vez, ¿o sí?

Fuutarou se quedó pensando en eso. En realidad, no había necesidad de terminar los deberes de un solo golpe. Incluso tampoco había necesidad de hacerlos durante el viaje, ya que podía terminarlos después de que regresaran a casa. Pero al parecer, sus viejos hábitos se negaban a morir, y mientras los demás salían a divertirse y aprovechar sus vacaciones en la isla, él se encerraba en la casa a estudiar.

Y ella tuvo que hacerlo salir, igual que cuando se encontraron el año pasado. No podía evitar reírse un poco de la ironía.

– Supongo que no. Aunque, no creo que fuera necesario empujarme de cara al agua, ¿sabes? – dijo él mirando por encima del hombro.

– Hey, tú intentaste latiguearme con mi listón. – replicó ella. – Yo diría que estamos a mano.

– Te concedo eso. – dijo él, y luego miró el listón que todavía tenía enrollado en la mano. – ¿Quieres que te lo devuelva?

– Está bien, puedes quedártelo. Tengo muchos más.

En efecto, ella siempre tenía un listón para ponerse a juego con la ropa que eligiera para el día. El diseño a cuadros de este era para combinar con el bikini que se había puesto para venir a jugar con él, y tenía un tono muy similar al que solía usar en la escuela. Pensándolo bien, no estaría mal conservarlo como recuerdo de estas vacaciones.

Los dos se quedaron en silencio por un rato, escuchando simplemente el rumor de las olas rompiendo en la orilla cerca de ellos. Era bastante relajante. No podía recordar cuándo fue la última vez que estuvo en una playa, mucho menos que se sentó a disfrutar de esa tranquilidad que le inspiraban las olas.

Y quizás, el hecho de estar disfrutándolo en compañía de ella lo hacía todavía más agradable.

– Creo que tus hombros se han vuelto más anchos. – comentó ella con un ligero tono divertido.

– ¿Tú crees? Bueno, he tratado de seguir haciendo ejercicio. – admitió Fuutarou. – Y... tu espalda se siente muy cálida.

Yotsuba no dijo nada, pero una parte de él se la imaginó sonriendo por su comentario. Más allá del hecho de que ella estuviera en bikini, y tan cerca de él, su presencia era muy... reconfortante.

– No sé por qué, cuando estoy contigo, me siento mucho más tranquilo. Como si todas mis preocupaciones dejaran de existir. Incluso dejo de preocuparme por los estudios.

– Creo que estás aprendiendo a relajarte. – dijo ella. – Eso es bueno, preocuparte demasiado por las cosas sólo hace que te desequilibres después.

– Tú debes saber mucho de eso, ¿verdad? – preguntó él. No lo hacía con malicia, aunque tardó un poco en darse cuenta que tal vez fue muy directo en decirlo.

– Sí, lo sé. – respondió Yotsuba. – Por eso ahora estoy tratando de encontrar mi equilibrio con todo lo que hago... Fuutarou.

Eso lo tomó un poco por sorpresa. Ella todavía insistía en llamarlo Uesugi-san, y la última vez que lo llamó por su nombre fue cuando ella finalmente se abrió para confesarle todo lo que estaba ocultándole. Quizás en ese momento lo hizo en un pequeño arrebato emocional, pero ahora, simplemente estaban allí sentados, tranquilos y relajándose.

– Empezaba a preguntarme cuándo volverías a llamarme por mi nombre. – dijo él.

– ¿Te molesta?

– No, para nada. – Fuutarou se encogió de hombros. – De hecho, me gustaría que lo hicieras más a menudo.

– No sé si pueda, en frente de los demás. – confesó Yotsuba. – Especialmente en frente de Ichika, después de que... ya sabes.

Fuutarou entendió. Ichika y él habían terminado en buenos términos, y ella seguía llamándolo por su nombre igual que siempre. Sería un poco extraño que de repente Yotsuba empezara a hacerlo también, especialmente cuando había pasado relativamente poco tiempo desde su ruptura. A Fuutarou no le preocupaba que Ichika tuviera un problema con eso, pero el resto de la gente sí podría notarlo, y eso podría levantar un hervidero de rumores y problemas. Quizás era mejor mantener las apariencias.

Por otro lado, el hecho de que ella se recostara contra su espalda de ese modo, implicaba que al menos estaba intentando acercarse un poco a él. Tal vez no estaría mal si él también lo hacía, un paso a la vez.

– En ese caso... ¿puedes hacerlo en privado? – sugirió él. – Cuando estemos solos, igual que ahora.

– Eso sí puedo hacerlo. – respondió ella. Aunque no podía verla, su voz sonaba más alegre al responderle. – Siempre que tú estés bien con eso... Fuutarou.

Él no dijo más nada, pero no había más necesidad de palabras. Si por él fuera, no le importaría quedarse allí, sentado de espaldas con Yotsuba sólo un poco más, y disfrutar de la tranquilidad del momento. Después de todo, los demás debían estar ocupados divirtiéndose tanto que quizás no se hubieran dado cuenta de su ausencia.

No había sido un mal comienzo para sus vacaciones de verano. En vez de estar preocupándose por sus obligaciones académicas, debería estar aprovechando este tiempo para relajarse y divertirse.

Esta historia continuará...

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