Tengamos una cita
Apartamento Nakano...
Fuutarou no podía estar más aliviado de haber retornado a su ritmo normal. El esfuerzo físico definitivamente no era su fuerte, y para ser honesto aún no se sentía del todo cómodo siendo el alumno en lugar del instructor. Aunque su familia, especialmente su padre y su molesto primo supieron cómo pulsarle los botones para que siguiera el entrenamiento con Yotsuba, apelando a su orgullo. Los muy bribones sabían que solo bastaba sugerir que no sería capaz de aguantarlo durante dos semanas, y él estaba determinado a probarles que se equivocaban.
Bueno, el caso fue que lo logró. Sobrevivió al entrenamiento y aquí estaba de vuelta, haciendo lo que suponía que debía hacer: estudiar.
Después de los exámenes parciales, las sesiones de estudio empezaron a tornarse más dinámicas y concurridas. Al parecer, varias de las otras hermanas se interesaron bastante cuando vieron la notable mejoría de las notas de Yotsuba, aunque solo hubiera pasado tres de las clases a duras penas y en las otras dos siguiera muy deficiente.
Pese a todo, en ese momento no estaban estudiando. Si bien normalmente se habría opuesto, al no tener tanta tarea acumulada supuso que no haría daño flexibilizarse un poco y hacer alguna otra cosa de vez en cuando. Se habían sentado alrededor de la mesa él, Yotsuba, Ichika y Nino, todos jugando cartas para pasar el tiempo luego de terminar de estudiar. Extrañamente, parecían ir mucho más rápido cuando estudiaban juntos. Entretanto, Miku estaba recargada en el sofá con los auriculares puestos y jugando con su Tablet. En cuanto a Itsuki, se había encerrado a estudiar sola en su cuarto y parecía que no quería salir de allí mientras Fuutarou estuviera en la sala.
- ¡Jaja, yo gano! – exclamó Yotsuba, echando su última carta a la enorme pila en el centro de la mesa.
- Lo siento, Yotsuba, rompiste las reglas. – dijo Ichika con una gran sonrisa. – Olvidaste decir "Uno" antes de tirar la última carta.
- ¡¿Eeeeehhh?! Aw, rayos. – Yotsuba cogió de vuelta su carta y volvió a lanzarla. – ¡Ahora sí! ¡Uno! – exclamó mientras alzaba los brazos en señal de triunfo.
- Ya no cuenta. – dijo Fuutarou en voz seria, dejando caer su última carta. – Uno.
- ¡Bien hecho, Fuutarou-kun! – lo felicitó Ichika. – Con eso llevas ocho manos ganadas.
Fuutarou no sabía realmente por qué había aceptado jugar, pero admitía que se sentía bien cuando les ganaba. Yotsuba hizo un puchero y Nino parecía que quería arrugar las cartas, pero simplemente las dejó caer entre la pila. Ichika por su parte solo se reía al ver las caras enojadas de sus hermanas.
- Ya me aburrí de este juego. – dijo Nino, poniéndose de pie y estirando los brazos. – Miku, ¿quieres jugar tú?
La tercera hermana estaba tan enfrascada en su propio juego que parecía no haberla escuchado. Fuutarou vio que Nino se le escurría por detrás con una sonrisa maliciosa y alargaba la mano para quitarle los auriculares.
Miku tardó un momento en percatarse de lo sucedido, y puso los ojos en rendijas al dirigirle la mirada a Nino, que los sostenía burlonamente.
- Devuélveme eso. – dijo Miku con voz seca tratando de recuperarlos.
- Perdón, no me estabas escuchando. ¡Ah, mira, acabas de perder!
Miku miró hacia su Tablet, y suspiró mientras se encogía de hombros, antes de pararse del sofá y quitarle los auriculares a Nino para ponérselos de nuevo alrededor del cuello.
- Por tu culpa ese sujeto me volvió a ganar. Estuve así de cerca de quitarle su racha. – dijo Miku en tono monocorde, aunque claramente denotaba molestia.
- ¿De qué sujeto hablas? – preguntó Fuutarou interesado. Miku simplemente se encogió de hombros y apagó su Tablet antes de contestarle.
- Hay un usuario en el servidor online que siempre me gana cuando nos enfrentamos. – dijo Miku. De nuevo, su voz monocorde hacía poco para ocultar la molestia que sentía. – Es el único al que nunca he podido derrotar.
- Oh, ¿así que tienes un rival? – dijo Nino burlonamente. – Buena suerte con él la próxima vez.
Mientras Nino se iba a la cocina para verificar cómo iba la cena, Miku se sentó en el lugar que antes ocupaba y se dispuso a jugar la siguiente mano con los demás. A los pocos minutos Itsuki bajó, y tras darle una mirada que claramente decía "¿Todavía estás aquí?", llamó a preguntarle a Nino si la cena ya estaba lista, Se molestó cuando su hermana le dijo que faltaban unos minutos, así que fue a sentarse en el sofá, cogió el control remoto y cambió los canales hasta que encontró un documental sobre la vida marina, mientras los demás seguían enfrascados en su juego de cartas.
- ¡Uno! – exclamó Yotsuba al tirar una carta +2 y quedarse con una sola en la mano. – ¡Jaja, ahora sí les voy a ganar!
- No tan rápido. – dijo Miku, tirando una carta reversa, haciendo que le devolviera la pila, para molestia de la chica del lazo.
- El trébol de cuatro hojas no parece muy afortunado hoy, ¿no creen? – comentó Ichika.
Yotsuba puso cara de puchero, pero tomó las cartas y la mano continuó. Cartas iban y venían, y cada vez que la cuarta hermana parecía estar a punto de ganar la mano, le tiraban una carta reversa o una de castigo. En cierto momento, cuando solo le quedaban dos cartas en la mano, tiró una carta +4, y sonrió muy satisfecha de sí misma.
- Trampa. – dijo Miku. – Debiste tirar la otra.
- ¿Q-qué? ¡C-claro que no fue trampa! – dijo Yotsuba tartamudeando.
- ¿A quién engañas? – dijo Ichika, cogiendo la carta restante.
- ¡Hey! – exclamó Yotsuba tratando de recuperarla, pero Ichika no la dejó, y al enseñarla, efectivamente podía haberla jugado, y como resultado fue penalizada con ocho cartas más.
- Uno. – dijo entonces Miku, descartándose de su última y con eso ganando la mano. Yotsuba se fue pataleando para atrás haciendo un berrinche como niña chiquita.
- ¡Rayos! ¿Cómo lo supiste? – le preguntó.
- No tienes cara de póker, Yotsuba. – dijo la hermana mayor. – Te delataste en cuanto Miku dijo que hiciste trampa. Siempre has sido muy mala para mentir.
La chica del lazo se enfurruñó, pero un segundo después se estaba riendo junto con su hermana, antes de echar de nuevo todas sus cartas a la pila aceptando su derrota. Justo en ese momento Nino anunció que la cena ya estaba lista y que la serviría en breve. Recogieron las cartas y despejaron la mesa mientras Nino traía la bandeja con los tazones para servirles.
- ¡Hoy cenaremos panqueques estilo Dutch Baby! ¡Que lo disfruten! – declaró Nino.
- ¡BUEN PROVECHO! – corearon todos mientras comenzaban a comer.
Fuutarou no era demasiado exigente con lo que comía, pero por dentro admitía que la cocina de Nino era bastante buena. Incluso Raiha podría beneficiarse de aprender de ella, aunque él pensaba que aún no estaba a la altura de su madre. De nuevo, su madre tenía la experiencia de su lado.
- Por cierto, Uesugi-san. – intervino Yotsuba de repente. – Hablé con los del club de teatro para que nos ayuden mañana.
- ¿Ayudarles? ¿Con qué? – preguntó Nino.
- Para el campamento escolar. – dijo Fuutarou. – Me dejaron a cargo de la prueba de valentía, y Yotsuba fue con los del club de teatro para que nos presten algunos disfraces y esas cosas.
- ¿Prueba de valentía? – comentó Nino. – No pareces del tipo que le gusten ese tipo de cosas.
- Me asignaron mientras estaba ocupado estudiando. – dijo Fuutarou encogiéndose de hombros. –Bueno, al menos no tendré que hacerlo todo yo solo. – agregó mientras miraba a Yotsuba, que sonrió de oreja a oreja dándole una V de la victoria en respuesta.
Aunque le costara un poco decírselo de dientes para afuera, por dentro Fuutarou apreciaba que la chica del lazo se hubiera ofrecido a ayudarlo con eso, incluso aunque él no se lo pidiera. Se sentía en deuda con ella e hizo una nota mental de pagárselo de alguna manera cuando tuviera la oportunidad.
Mientras seguía comiendo, algunos de ellos notaron que Itsuki parecía haberse quedado rígida por alguna razón, y fue Ichika la primera que empezó a tocarla con el dedo mientras intentaba hablarle.
- ¿Qué pasa, Itsuki-chan?
- Ya saben que odio los fantasmas, las películas de terror y todo eso. – dijo la pelirroja. – ¿Cómo puede a alguien gustarle esas cosas?
- ¿Y por qué te preocupa tanto? – preguntó Fuutarou confundido.
- ¿No lo sabes? Nuestra clase también irá de campamento. – comentó Ichika. – De hecho, vamos a ir al mismo lugar que ustedes.
- Será genial, podremos estar todas juntas. – dijo Yotsuba. – Como en los viejos tiempos.
- Pero si solo va un trimestre desde que te transferiste. – dijo Fuutarou, atrayendo las miradas de todas las hermanas. – ¿Qué?
- ¿De verdad no lo entiendes, Fuutarou-kun? – dijo Ichika negando con la cabeza.
- Siempre hemos estado juntas, incluso desde antes de nacer, y lo hemos compartido todo. – agregó Nino.
- No es lo mismo cuando falta una de nosotras. – terció Miku.
Fuutarou de pronto sintió encogerse, y se dio cuenta que ese comentario suyo había estado muy fuera de lugar. Aunque antes de poder disculparse, Itsuki tomó la palabra y agregó su propio comentario a la conversación:
- Más vale que ayudes a Yotsuba a subir sus notas. Kurobara es una escuela mucho más exigente y tendrá que subir su promedio en todas las asignaturas para poder regresar. Si nos fallas, nunca te lo perdonaremos.
- Está bien, ya entendí. – dijo el chico, volviendo a enfocarse en su comida.
A pesar del tono tajante de Itsuki, entendía perfectamente lo que las hermanas querían decir. Más que una amenaza, Itsuki estaba enfatizando en el hecho de que contaban con él para que Yotsuba pudiese volver para que estuvieran juntas como antes.
Bueno, no hacía falta que se lo recordaran, para eso le estaban pagando. Pero aun así, ahora tenía un motivo extra para esforzarse más: que las hermanas Nakano pudiesen reunirse nuevamente, tal como lo deseaban. Para poder graduarse todas juntas con una sonrisa en sus rostros.
Una imagen que, siendo sincero, no le resultaba desagradable de imaginar.
(--0--)
Preparatoria Asahiyama, al día siguiente...
Ya que Fuutarou tenía que preparar el programa de estudio para el resto de la semana, Yotsuba se le adelantó en ir al club de teatro para hacer los arreglos con sus miembros. Él había pasado parte del descanso tras el almuerzo en la biblioteca decidiendo lo que iban a estudiar, y una vez que terminó, se dirigió hacia el cuarto del club.
Ya que Fuutarou no estaba en ningún club, rara vez exploraba los edificios anexos de la escuela, y el que albergaba al club de teatro no era la excepción. Caminó sin mucha prisa hasta que llegó a la puerta donde debía estar, y tocó con el dorso de la mano.
- Soy Uesugi, ¿puedo pasar? – llamó. No hubo respuesta. – ¿Yotsuba, estás ahí?
Otra vez, no hubo respuesta. Tentativamente cogió la perilla de la puerta y la giró, comprobando que estaba abierto, así que seguramente debía haber alguien. Tal vez querrían hacerle algún tipo de broma, por lo que decidió que mejor activaba la trampa de una vez.
- Con permiso.
- ¡BLEEEEEAAAARRGGGHHH!
Y así era. En cuanto entró, vio que las luces del cuarto estaban apagadas, lo que le indicó que seguramente le querrían dar un susto. Una figura femenina cubierta de vendas le saltó enfrente y lanzó un grito sacando la lengua, pero más allá de un ligero sobresalto inicial, él ni se inmutó.
- Yotsuba, ¿qué crees que haces? – le preguntó lacónicamente. La chica Nakano suspiró y encendió la luz del cuarto, revelando a otras tres personas que seguramente eran miembros del club, un chico y dos chicas, que también tenían cara de estar decepcionados.
- Ah, cielos, Uesugi-san, tan siquiera asústate un poco. – dijo Yotsuba, alzando las manos en posición de espantar. – ¡Mira, me esforcé con el disfraz! ¿No me veo aterradora?
Fuutarou la miró de pies a cabeza. "Aterradora" no era la palabra que usaría. Ciertamente no era la ropa de entrenamiento que usaba en el gimnasio, pero viendo que el "disfraz" (que claramente era de momia) consistía en una camiseta y pantalones marrones bien ajustados, cubiertos con un montón de vendas enredadas por todos lados, difícilmente ocultaría las curvas de la chica. Para rematar, aparte de ponerse unas vendas alrededor de un ojo en la cara, había una también amarrada sobre su cabello de manera muy similar a su habitual lazo.
Más que aterradora, casi diría que hasta se veía adorable.
- Tienes que practicar un poco más tu acto, y yo no me asusto tan fácilmente. – dijo Fuutarou, para despejar esos pensamientos.
- Está bien. – dijo Yotsuba, volteando entonces a ver a los del club de teatro. – Disculpen, chicos, al final no resultó.
- Descuida, Nakano-san. – dijo una de las chicas. – Bueno, si ya están los dos aquí, pueden tomar lo que necesiten para la prueba de valor.
- Anoten aquí todo lo que vayan a usar. – dijo la otra pasándoles una libreta. – Les dejaremos la llave, no olviden cerrar cuando hayan terminado.
- ¡Gracias, han sido de mucha ayuda! – exclamó Yotsuba.
Los tres miembros del club de teatro se marcharon, y de inmediato Yotsuba y Fuutarou empezaron a buscar entre las cajas que les habían dejado. Una estaba repleta con máscaras de monstruos, incluyendo zombis, tengus, hombres lobos y muchos más. Mientras Yotsuba andaba viendo otra caja, sosteniendo lo que parecía ser un esmoquin de vampiro con todo y capa, sacándole unos dientes falsos del bolsillo, él cogió una peluca rubia salvaje y una máscara de payaso con sonrisa macabra y dientes afilados, y se las puso.
- Oye, Yotsuba. – la llamó.
- ¿Qué pasa? ¡AAAAAAHHHH!
- Tranquila, soy yo. – dijo él, sacándose la máscara y la peluca.
- Uff, Uesugi-san. – dijo suspiró aliviada. Él entonces se las volvió a poner. – ¡AAAAAAAAHHHH!
- Soy yo. – dijo volviendo a quitárselas.
- Qué alivio.
Luego se las volvió a poner de nuevo, y Yotsuba volvió a gritar aterrada. Siguió repitiéndolo por un buen rato. Él no creía que realmente estuviera asustada (sabía que era tonta, pero no tanto), solo lo estaba haciendo por divertirse un poco con él. Aunque por exagerado que fuera el acto, tenía que admitir que le resultaba divertido.
Una ventaja de que la máscara de payaso le cubriera la cara completa era que podía esconder detrás de ella que estaba sonriendo cada vez que Yotsuba se ponía a gritar de ese modo tan sobreactuado. Siguió por un rato hasta que finalmente se aburrió.
- Ah, vamos. – le dijo, echándolos en la caja. – Un fantasma de sábana da mucho más miedo que esto.
- ¿Vas a usarlo? – le preguntó Yotsuba.
- Solo necesitaría un disfraz para complementarlos.
- ¿Qué tal este? – Yotsuba sacó de la caja un traje de payaso con gorguera mitad púrpura mitad gris.
Mirando la máscara, Fuutarou asintió; los dos combinarían bastante bien. Con eso en mente, plegó el traje y lo echó a la caja vacía donde guardarían los que se iban a llevar, y Yotsuba cogió la libreta para anotarlo.
- Será perfecto. Me vengaré por haberme asignado sin preguntarme. – dijo Fuutarou, cogiendo la máscara de nuevo, y empezando a hablar en un susurro macabro. – Les daré un susto que nunca olvidarán.
Yotsuba tembló ante su comentario, y a diferencia del acto de asustarse de antes, esta vez su respingo pareció genuino. Rápidamente echó la máscara y la peluca junto con el traje y urgió a la chica a que siguieran viendo lo que se llevarían.
A pesar de que lo dejaron a él a cargo, Yotsuba fue quien se encargó de mover algunos hilos para conseguirle algo de ayuda adicional, y afortunadamente logró que algunos amigos que tenía tanto en su salón como en otros se apuntaran para ayudarles. La chica tenía un carisma con el que él solo podría haber soñado, ya que dada su reputación en la escuela difícilmente habría podido convencer a alguien de darle una mano.
- "Tendré que agradecérselo en algún momento."
Desde hacía años, él no había sido bueno para expresar gratitud, al menos no con palabras, así que cuando quería retribuirle a alguien, prefería recurrir a algún regalo o a hacer algo por esa persona. Aunque eso era un poco difícil tratándose de una chica de familia adinerada como Yotsuba, en algún momento se le ocurriría algo.
Los dos continuaron empacando disfraces y máscaras en la caja, hasta que el teléfono de Yotsuba de pronto empezó a sonar. La chica contestó de inmediato.
- ¿Hola? Ah, Eba-san, ¿qué sucede? ¿Eh, mañana? Pero es que tengo que... sí, sí, ya entiendo. Claro que iré si me necesitan.
La chica colgó, y entre lo que dijo y su expresión, Fuutarou supo exactamente lo que pasaba: otra llamada del club de atletismo solicitando su ayuda para alguna competencia. Lo cual significaba que...
- Déjame adivinar, ¿otra vez el club de atletismo necesita tu ayuda? – dijo él lacónicamente.
- ¡De verdad lo siento, pero es que necesitan de mi ayuda! – se excusó la chica, poniendo las manos en posición de súplica.
- Yotsuba, si no quieres hacerlo solo tienes que decirlo. – le dijo él.
- Pero no es que no quiera. – dijo ella. – El club de atletismo es muy divertido, y además les di mi palabra de que si me necesitaban las iba a ayudar. No puedo faltarles.
Fuutarou exhaló un suspiro. Esa actitud de Yotsuba sobre nunca denegarle nada a quien le pidiera ayuda podría jugarle en contra alguna vez. Sería muy fácil de manipular y hacerla sentir culpable para que hiciera lo que otros querían. De hecho, ya sospechaba que esa chica Eba estaba apelando precisamente a eso debido a que no la podía reclutar a tiempo completo.
- ¡Después recuperaremos el día, lo prometo! – aseguró Yotsuba.
- De acuerdo, te tomaré la palabra. – dijo Fuutarou, recogiendo una de las cajas con los disfraces. – De momento, ayúdame con esto, ¿quieres?
- ¡Déjamelo a mí! – exclamó la chica.
Luego de terminar de verificar su inventario, cada uno tomó una de las cajas con los disfraces y demás equipamiento que utilizarían, y abandonaron el cuarto del club cerrando la puerta con llave como les habían pedido. Ya tenían lo que necesitaban para la prueba de valentía y solo necesitaban discutir el resto de los detalles con los demás que estaban involucrados.
Aunque mientras caminaban para dejar el edificio, Fuutarou por dentro rumiaba un poco de lo inoportuno de esa llamada. Tendría que reprogramar todo el horario de sus clases particulares de mañana, y a menos que alguna de las demás hermanas Nakano quisiera que les diera clase, no tendría nada que hacer para mañana.
Bueno, excepto estudiar él mismo, pero hacerlo solo ya no le sonaba tan atractivo. Detestaba admitirlo, pero disfrutaba mucho más estudiando con las hermanas, y no estaba del todo seguro por qué.
(--0--)
Al día siguiente...
Era muy extraño ir al apartamento Nakano sin Yotsuba, pero ya se le había hecho fuerza de costumbre, parte de la rutina diaria. Era casi como si se le hubiera convertido en una segunda casa después de la escuela.
Al llegar a la entrada del edificio Pentagon llamó por el intercomunicador, pero nadie le contestó. Esperó unos minutos antes de intentar de nuevo, pero otra vez nada. Luego de varios intentos fallidos, se sintió tentado a coger el celular para llamar a Ichika, aunque no hizo falta.
- ¿Fuutarou-kun? – le dijo desde atrás.
Al voltear a verla notó que no llevaba su uniforme escolar. Eso era extraño, ya que a esa hora más o menos debían haber vuelto de clases, hasta que recordó su trabajo de actriz. Seguramente debía haber estado ocupada con otro rodaje, por lo que se habría saltado alguna clase.
- ¿Dónde está Yotsuba? ¿No viene contigo hoy? – le preguntó.
- Está con el club de atletismo. – replicó él encogiéndose de hombros. – Llevo rato llamando por el intercomunicador, pero nadie contesta.
- Ah, seguramente se quedaron hoy en la escuela más tarde. – dijo Ichika. – Pero bueno, eso es algo positivo, significa que podríamos tener el apartamento para nosotros solos...
El peliazul tragó en seco ante dicha sugerencia. A estas alturas ya la conocía lo suficiente para entender de una sus comentarios de doble sentido, pero eso no quería decir que se hubiera acostumbrado a ellos. Siempre le resultaban algo incómodos.
- Jaja, era broma. – dijo la hermana mayor. – Sería muy aburrido quedarnos allí solos. De hecho, hoy planeaba salir de compras, ¿no te gustaría acompañarme?
- Depende, si es para usarme de mula para tus bolsas...
- Oh vamos, no soy tan mala. – aseguró la pelirrosa mientras abría la puerta del edificio. – ¿Vienes o no?
Fuutarou dudó un momento, pero ya que había venido y como de todas maneras estaba esperando que le abrieran, supuso que no habría más remedio, así que accedió, acompañándola en el ascensor. Todo el trayecto de subida evitó hacer contacto visual con la Nakano mayor, aunque él tuvo la extraña sensación de que se estaría riendo por dentro y disfrutando mucho de estar a solas con él.
...
Ya en el apartamento, Fuutarou esperó en la sala a que Ichika se diera un baño y se cambiase de ropa. Afortunadamente Nino siempre les dejaba algo en el refrigerador que solo hacía falta calentar en el microondas para comer, por si llegaban con hambre, así que pudo aplacar algo los ruiditos de su estómago mientras aguardaba.
Al poco rato, la pelirrosa bajó la escalera y se sentó en el sillón opuesto al suyo, antes de mirarlo fijamente para iniciar la conversación.
- ¿Y a qué debo el honor de tu visita? – inquirió. – No es que me queje, pero si tú y Yotsuba no iban a estudiar hoy de todos modos...
- Fuerza de costumbre, supongo. – le dijo con honestidad. Sin embargo, ante la mirada de la chica, rápidamente agregó: – Y también si alguna de ustedes necesitaba algo de ayuda, ya sabes.
- Oh, qué considerado. – dijo ella sin dejar de sonreír. – Pero en serio, ¿no es un poco aburrido que vengas solo para estudiar?
- Para eso me están pagando. – le recordó Fuutarou.
Ichika hizo una mueca y suspiró. – Parece que no tienes remedio. Aun así, aceptaste salir a entrenar con Yotsuba, ¿verdad? ¿No fue una buena manera de variar la rutina?
Fuutarou rodó los ojos, pues no quería darle el gusto de contestar a eso. Sin embargo, su expresión por sí sola pareció delatarlo ya que la chica volvió a sonreír mientras lo miraba con los ojos entrecerrados. Esa parecía ser toda la respuesta que necesitaba.
- Sabes, tenía planeado ir por ropa nueva para todas, ahora que se acerca el campamento escolar. – dijo Ichika luego de un rato de silencio al ver que él no le contestaba. – Si me acompañas, podría conseguirte algo a ti también.
- ¿Para qué? – preguntó Fuutarou, sin entender qué tendría que ver la ropa.
- Oh vamos, ¿es que no te gusta verte bien? – dijo ella. – Ir de compras también puede ser muy divertido.
Fuutarou quiso rebatirlo, pero la mirada de la chica le decía que claramente no iba a ceder hasta que aceptara. Yotsuba tuvo la misma mirada cuando lo convenció de entrenar con ella y eso le dijo que con eso estaría peleando una batalla perdida.
Finalmente suspiró con resignación.
- De todos modos, no es que tenga más planes para hoy. – aceptó.
- Grandioso. En ese caso, le avisaré a las demás que llegaré un poco más tarde. Espero que a Yotsuba no le importe que te tome prestado por hoy.
Ichika le guiñó el ojo y cogió su teléfono para empezar a enviar sus mensajes. Fuutarou se preguntó por qué decía "tomarlo prestado", ni que él fuese suyo ni nada por el estilo. Igual que muchas veces con las Nakano, comenzaba a cuestionarse en qué se estaba metiendo al aceptar la invitación.
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Un poco más tarde...
Cuando Fuutarou pensaba en "ir a comprar ropa", para él era muy sencillo. Entrar a donde hubiese baratas, encontrar algo de su talla, comprar dos o tres, y luego irse a casa. Para Ichika, por otra parte, era totalmente diferente.
Para empezar, se lo llevó a un centro comercial en el que nunca había estado, que le hizo preguntarse cómo iban a encontrar algo en un sitio tan enorme. Afortunadamente Ichika sabía exactamente a donde ir y lo arrastró hasta una tienda de ropa que con una sola mirada a Fuutarou le pareció era más grande que su casa.
- ¿Qué te parece este? – le preguntaba Ichika, obligándolo a verse en el espejo con una chaqueta invernal de color rojo oscuro frente a él.
- No lo sé, siento que no es mi color. – replicó él, devolviéndosela. Ichika inmediatamente cogió una similar solo que de color verde.
- ¿Y qué tal esta otra? El verde parece ir contigo. – dijo la pelirrosa.
- Supongo que no está tan mal. – admitió él.
- Grandioso, ahora a buscar unos pantalones que hagan juego.
Mientras Ichika se iba a buscarlos, Fuutarou se quedó viendo su reflejo en el espejo. Nunca se había preocupado mucho por su apariencia y por eso no le daba mucha importancia a la ropa que se ponía. Ichika lo había obligado a probarse distintos estilos, pero ninguno iba con él. Prefería mantener las cosas simples y prácticas.
Entre otras cosas, a pesar de haber entrado en una tienda de ropa mixta, hasta ahora la chica no había buscado ropa para sí misma. Parecía mucho más interesada en buscarle algún atuendo a él, ya que habían pasado casi una hora en la sección masculina.
- Pruébate estos. – dijo al volver con un par de pantalones negros. – Creo que irán bien con ese abrigo, ¿qué te parecen?
- Que sea rápido, ¿sí? – dijo él simplemente, cogiendo los pantalones y el abrigo antes de meterse al vestidor para cambiarse.
- Por cierto, después de irnos podríamos ir con el estilista para que te arreglen un poco el cabello. – dijo Ichika desde afuera.
- ¿Para qué? Siempre me he hecho el mismo corte. – dijo él, mientras terminaba de acomodarse la chaqueta. Su madre siempre le había cortado el pelo de esa forma, lo que le ahorraba dinero en visitas a la barbería.
- Vamos, Fuutarou-kun, un cambio de imagen nunca está completo sin un corte de cabello nuevo. – dijo la chica como si fuese lo más obvio. – Aunque bueno, no es que tu look actual sea malo, solo necesitas sonreír más.
El chico rodó los ojos, y se centró en terminar de ponerse la ropa. Mirándose al espejo admitió que no se le veía mal, y la verdad era bastante cómoda y fácil de llevar. Quizás podría aprovechar de llevársela puesta y comprar dos o tres conjuntos más ahora que tenía la oportunidad, y como el campamento iba a ser en un lugar nevado, le vendrían muy bien.
Habiendo completado su misión, los dos se fueron a la sección femenina, y lo que siguió fue, en palabras sencillas, un pequeño show de modas que consistía en Ichika entrando y saliendo con diferentes atuendos, y posando para preguntarle su opinión. Si lo dijera de dientes para afuera, prácticamente cualquier cosa se le vería bien a una chica como ella. O a cualquiera de sus hermanas, ya que ocasionalmente la oía preguntarse si le quedaría a alguna de las otras en específico.
De hecho, ocasionalmente se imaginaba a las otras, incluyendo a Yotsuba, en su lugar, aunque siendo quintillizas eso no era muy difícil. Con rostros y cuerpos idénticos lo que le quedara a una le quedaría a todas, o eso pensaba él.
- Fuutarou-kun, este es el último, ¿estás listo? – preguntó Ichika desde dentro del vestidor.
- ¿Qué importa? Solo hazlo para... – Fuutarou sintió que el corazón se le detenía por un momento y casi se fue para atrás. – ¡Oye!
La muy desvergonzada no le dijo que el "último" iba a ser un conjunto de lencería bastante provocadora, incluyendo un camisón transparente y unas pantimedias. No se dio cuenta en qué momento lo agarró, y tuvo que luchar fuertemente contra sus instintos masculinos para no mirar donde no debía. Si se puso eso era claro que quería que la viese y no le iba a dar ese gusto.
- Jajajajaja, deberías ver tu expresión, no tiene precio. – Ichika procedió a capturar dicha expresión en su celular, mientras él apenas recuperaba el movimiento y se tapaba los ojos. – Oye, podrías no tener otra oportunidad, no tiene nada de malo que veas un poco.
- No, muchas gracias. – dijo él. – Avísame cuando estés más cubierta.
Alcanzó a escucharla haciendo un mohín, pero accedió a su petición y se volvió a poner la ropa que traía cuando entraron. Luego fueron a cancelar y salieron de allí, afortunadamente para él.
- Vaya, esto me tomó menos de lo que creí. – dijo Ichika mirando su reloj. – Todavía tenemos el resto de la tarde, ¿no quieres hacer algo más? – le propuso. – Podríamos ir a ver una película o tal vez a comer algo. ¿Te gustaría?
- No soy de los que van a menudo al cine. – dijo él. Luego de un momento, cayó en cuenta de algo más de lo que no se había percatado hasta ese momento. – Espera un poco... ¿no estabas pensando en...?
Ichika simplemente se rio, y esa era toda la respuesta que él necesitaba. No, esto no era una cita. Simplemente no podía serlo... ¿o sí lo era?
- Parece que ya te diste cuenta. – dijo ella. – Pero, si no quieres que sea una cita, no tiene por qué serlo. Yo solo quería pasar un rato divertido contigo.
Fuutarou quiso decir algo, pero en ese instante su estómago gruñó sonoramente, haciéndole sonrojar. No sabía si era oportuno por evitar decir algo de lo que se podría arrepentir, o inoportuno por darle todavía más razones a Ichika para divertirse a costilla suya.
- Si tienes hambre, podemos comer algo mientras vemos una película. – dijo la chica. – ¿Te gustan las de terror?
- No me asusto con facilidad. – dijo Fuutarou encogiéndose de hombros.
- Lo tomaré como un sí. – dijo incitándolo a que la siguiera.
La dejó caminar un poco sola, hasta que ella se dio cuenta de que no la estaba siguiendo, y volteó para decirle que se apresurara. Encogiéndose de hombros decidió "qué remedio" y se fue tras ella.
...
En general, las visitas de Fuutarou al cine siempre eran familiares. Si encontraban un fin de semana libre para pasar tiempo juntos los cuatro, verían todos juntos alguna película que pudiesen disfrutar en familia. O en dado caso, si sus padres querían ver alguna función para adultos, él se quedaba en otra sala viendo algo más apropiado para Raiha. Como le había dicho a Ichika antes, dichas salidas no eran muy frecuentes en realidad, ya que nunca había ido al cine solo.
Esta era la primera vez que veía una película con alguien más que no fuera de su familia. Después de pagar unas palomitas y un par de sodas en el snack bar, se dirigió hacia la sala donde Ichika ya lo estaba esperando. La función todavía no empezaba; apenas estaba entrando la audiencia.
- ¡Fuutarou-kun, por aquí!
La chica le agitaba la mano desde unas cinco filas más abajo, así que fue y se sentó junto a ella.
- Te tardaste un poco, ¿ibas a dejarme esperando?
- Había mucha gente. – dijo él simplemente, pasándole una soda y colocando la bandeja con las palomitas entre los dos.
- ¿Una sola caja de palomitas? – preguntó Ichika, arqueando la ceja.
- Una caja extra grande vale lo mismo que dos medianas individuales, y tiene 125 gramos más que las dos combinadas. – explicó él. – Los cines siempre engañan con el tamaño para que pagues más.
- Hmm... bueno, si ese es el caso, no me molesta que compartamos. – dijo ella mientras tomaba un puño, y en ese preciso instante comenzaban los avances.
Los dos permanecieron en silencio mientras la sala se iba llenando de gente, y Fuutarou no hacía más que mantener la vista fija en la pantalla mientras comía distraídamente, apaciguando la sed con un trago de soda. Ocasionalmente echaba un vistazo a Ichika, pero la muchacha se estaba comiendo todavía del puño que tomó antes una por una, sin coger más. Si fuese Itsuki, probablemente ya se habría terminado la mitad ella sola.
Finalmente, después de una espera un poco larga, la película inició. Era una de esas producciones menores, con una trama cliché del grupo de adolescentes que visitaban un lugar embrujado y morían uno por uno. En la primera escena Fuutarou reconoció a Ichika entre ellos, y volteó a verla. La pelirrosa sonrió con orgullo.
- Sip, allí estoy. – le dijo. – Fue una de mis primeras actuaciones.
- Ya veo. Esta era tu intención desde el principio, ¿no? – dijo él, tomando otro puño de palomitas.
- No fue la gran cosa, pero quería saber qué te parece mi actuación. – replicó Ichika. – Por breve que sea.
Fuutarou volvió a mirarla, preguntándose si al decir "breve" quería decir "estoy entre las primeras en morir". Y no se equivocaba; veinte minutos de iniciada la cinta, al personaje de Ichika se le ocurrió salir a nadar desnuda por la noche, y fue agarrada por el asesino sobrenatural de los tobillos y encontrada ahogada por sus amigos al día siguiente.
- ¿Qué tal estuve? – preguntó en voz baja para no molestar.
- Bueno... creo que sí me asusté... un poco. – admitió a regañadientes.
El muchacho tuvo que reconocer que, a diferencia de las películas de terror que había visto, donde actores sin nombre y personas que él no conocía eran quienes morían, ver a Ichika gritando por ayuda en la pantalla, y su "cadáver" en la escena siguiente... resultó escalofriante, por no decir más.
¿Sería porque la conocía, o que su actuación realmente era muy buena? Él no estaba tan seguro, pero el caso fue que el resto de la película le resultó bastante poco memorable. Lo que siguió fue lo típico de ver cómo el asesino sobrenatural se cargaba uno a uno al resto del reparto, entre lanzar a uno de ellos a través de una ventana, colgar a otra de una ducha para electrocutarla, otro encerrado en una armadura hasta asfixiarse... ninguna de las escenas lo perturbó tanto como la de Ichika.
Para cuando salieron del cine, a Fuutarou le sorprendió un poco que ella se viese tan relajada. Si él se viera a sí mismo muriendo en una pantalla gigante difícilmente podría estar así de tranquilo. Quizás por el hecho de haber actuado las escenas y saber que todo era falso ayudaba en ello.
- ¿Disfrutaste la película? – preguntó Ichika.
- No fue mala. Para una película estándar de horror, supongo.
- Eres más varonil de lo que pareces, para mantener esos nervios de acero todo el rato. – lo halagó la chica. – Bueno, ¿te queda espacio después de las palomitas?
- ¿Por qué lo preguntas?
- Conozco un buen restaurante. Tenemos algo de tiempo todavía, y podemos terminar el día con una buena cena. Y no está muy lejos de aquí.
- Bueno, tú eres la guía. – dijo con resignación.
Sin decir más, Ichika lo agarró de la muñeca y lo arrastró. Normalmente le molestaba que lo llevaran de la mano a su edad, pero en esta ocasión... no le resultó tan incómodo, y no estaba del todo seguro del porqué.
...
Se detuvieron en un restaurante pequeño pero elegante. Ichika le dijo que podía ordenar lo que quisiera, que ella pagaría la cuenta gustosa. Al principio él quiso replicar que no le importaba pagar su parte... hasta que vio que los menús excedían su presupuesto y decidió aceptar.
Mientras aguardaban a que les trajeran su comida, el chico se quedó mirando por la ventana pensativo, sin saber qué decir o hacer. Para cuando se trataba de encuentros sociales que no tuvieran nada que ver con estudiar, siempre estaba totalmente fuera de su elemento.
- ¿Aburrido, Fuutarou-kun? – preguntó Ichika. Él volteó a verla, notando que había apoyado su mentón sobre sus dedos, entrelazados en forma de mesa.
- No realmente, es solo que... nunca había estado en un restaurante como este. – dijo el chico.
- Normalmente hay que reservar, pero como somos clientes regulares aquí, nos dejan venir cuando queramos. – dijo la pelirrosa. – Una de las ventajas de las influencias de papá.
Fuutarou asintió. Él era más de comer en casa, o de ir a restaurantes familiares mucho más concurridos. Estar en uno tan vacío y solitario le resultaba... diferente. No en un mal sentido; de vez en cuando era bueno alejarse un poco del bullicio y encontrar un lugar tranquilo, solo que era un poco inusual, al menos para él.
- Pero no hablemos de eso. – dijo Ichika. – ¿Por qué no conversamos un poco? Ya sabes... pasar el rato, conocernos un poco mejor. Hay muchas cosas que me encantaría conocer de ti.
- ¿Como cuáles? – dijo Fuutarou.
- Hmm... ¿por qué esa obsesión tuya con los estudios? – le dijo finalmente. – Quiero decir, está bien estudiar, ¿pero por qué ir tan lejos como para estar siempre solo, y ser tan antisocial?
Fuutarou la miró inquisitivamente. Ichika no había dejado de sonreír, pero no era su habitual sonrisa de flirteo o burla. Más bien, parecía genuinamente interesada. Y pensándolo bien, la gente constantemente lo etiquetaba como un cerebrito gruñón y solitario, pero muy rara vez (o mejor dicho, NUNCA) se interesaban en preguntar por qué.
- Es una larga y aburrida historia. – dijo él suspirando.
- Aun tenemos tiempo. – insistió Ichika.
Al mirarla de nuevo se dio cuenta de que no iba a ceder. Y como no sabía cuánto tardaría la comida, se imaginó que no tenía sentido esperar haciendo nada, así que finalmente se resignó.
- Ya estuviste en la panadería de mi mamá. A decir verdad, ese lugar era el sueño de mis abuelos maternos. Ellos querían abrir ese negocio, pero murieron antes de poder lograrlo, y ella tuvo que continuar en su lugar.
- Oh, ¿es decir que es un sueño familiar? – La Nakano mayor levantó una ceja interesada. Él asintió.
- Pero no fue nada sencillo. Mi madre había aprendido a preparar pan como nadie, pero el talento no es suficiente para levantar un negocio. Hacen falta recursos, mano de obra, un local... y todo eso cuesta dinero. Pero mamá estaba decidida a conseguirlo.
- Qué admirable determinación. – dijo Ichika.
- Apenas tenía seis años, pero lo recuerdo claramente. Estaba esforzándose por conseguir un local, y al mismo tiempo cuidarme a mí. Cuando no podía, papá tomaba su lugar. Entonces nació Raiha, y de pronto tuvieron otra boca que alimentar. Las cosas no estaban sencillas para nosotros.
»Los dos siempre tenían que trabajar muy duro para poder sostenernos, pero mamá nunca se rindió con el sueño de mis abuelos. No era fácil; siempre nos tomaron como prioridad a mí y a Raiha, así que el progreso para abrir su panadería era muy lento, y estábamos muy endeudados. Y a pesar de eso, siempre se aseguraron de que nunca nos faltara nada.
Ichika esta vez no dijo nada, pero asintió nuevamente. Su interés parecía incrementarse a cada segundo, y él mismo también estaba muy metido en relatar la historia.
- Apenas fue cuando cumplí los diez años que mamá tuvo una oportunidad. Un amigo suyo logró conseguirle un préstamo para poder empezar su negocio. Iba a llevar tiempo y tendríamos muchas deudas por pagar, pero al fin lo logró. Y a veces no dejo de pensar... si no hubiera tenido que ocuparse de mí, ¿podría haberlo conseguido mucho antes?
Fuutarou no dudaba que sus padres los amaban, pero en ocasiones, pese a su corta edad, pudo darse cuenta que ellos estaban sacrificando el sueño que tenían para asegurarles el futuro a él y a Raiha. Y que muchas veces, se forzaban a sonreír incluso cuando no estaban de humor para hacerle frente a sus dificultades, que no eran pocas.
- Todavía estamos pagando cuotas por ese préstamo. – continuó Fuutarou. – Nos va bien con el negocio, pero hasta que saldemos todas las deudas, yo no podré sentirme tranquilo. Quiero asegurarme de llegar a una buena universidad, y obtener un buen trabajo para dejar de ser una carga para mis padres. Y si es posible, ayudarlos a salir de nuestras deudas.
- Fuutarou-kun, estás siendo muy duro contigo. – dijo Ichika en tono serio. – No creo que tus padres jamás hayan creído que tú o Raiha-chan fueran una carga para ellos.
- ¿Por qué piensas eso? – inquirió él. Ichika adoptó una expresión mucho más seria antes de contestarle.
- Nuestra madre también pasó dificultades con nosotras, ¿sabes? Tus padres al menos tuvieron la fortuna de tenerse uno al otro para apoyarse mutuamente.
Fuutarou la miró extrañado. Viviendo en ese apartamento, estudiando en Kurobara, y tener tanto dinero que podían gastárselo como si no hubiera mañana, no parecía que tuviesen dificultades económicas.
- Ya sé lo que estás pensando. Estamos bien ahora, pero eso es solo desde que mamá se casó con nuestro padre actual. – explicó la chica. – Nuestro padre biológico nos abandonó antes de que naciéramos, y mamá tuvo que criarnos a las cinco ella sola.
- Oh. – dijo Fuutarou. Bien, eso aclaraba muchas cosas. Si sus padres habían tenido dificultades con él y Raiha aun estando juntos, no quiso imaginarse cómo habría sido para una madre soltera teniendo que mantener a cinco hijas al mismo tiempo. Debió ser una mujer muy fuerte.
- No sé cómo se habrán sentido las demás, pero una vez le pregunté a mamá si ella nos veía como una carga. – prosiguió Ichika. – Ella me aseguró que no; que nosotras cinco éramos su mayor alegría y lo más hermoso que tenía en esta vida. Los padres que aman a sus hijos nunca los ven como una carga.
Fuutarou de pronto sintió que el estómago se le revolvía. No por el hambre realmente, sino por la vergüenza que sintió de haber pensado eso de sus padres. De lo que llevaba de conocerlas, le pareció que las quintillizas a veces podían ser realmente inmaduras, pero ahora, Ichika le había dado mucho para reflexionar. Eso le sorprendía.
- Aun así, quiero quitarles de encima esas preocupaciones a mis padres. – dijo él. – No quiero que tengan que preocuparse más de la cuenta por Raiha y por mí.
- Es muy admirable, ese sentido de la responsabilidad con tu familia. Realmente eso me gusta de ti.
El chico Uesugi desvió la mirada, ruborizándose ligeramente. Seguía sin acostumbrarse a esa clase de cumplidos, incluso viniendo de ella. O mejor dicho, especialmente viniendo de ella. Si aspiraba a convertirse en actriz, era difícil saber cuándo hablaba en serio, y cuándo estaba actuando.
- Bien, ya que tú me contaste sobre ti, lo justo es que yo también lo haga. – dijo Ichika volviendo a su tono coqueto. – ¿Hay algo que te gustaría saber sobre mí?
- Hmm... – El chico se puso a pensar un poco. No demasiado; en realidad su anterior tren de pensamiento le sirvió para dar con algo. – ¿Por qué decidiste volverte actriz?
- Jaja, esa es una historia divertida. – dijo la chica. – Aunque no es tan interesante como la tuya.
- Tú misma lo dijiste antes, tenemos tiempo.
Ichika se rio de que le devolvieran su comentario. – Hmm, bueno, no sabría decirte con exactitud. Creo que fue cuando todavía estábamos en primaria. Nuestra clase iba a representar el cuento de la Princesa Kaguya, pero la niña que iba a hacer el papel principal tuvo un accidente en su bicicleta y no se recuperaría a tiempo. Así que... me ofrecieron a mí de voluntaria.
- ¿Te ofrecieron? – preguntó Fuutarou, confundido.
- Nosotras cinco éramos las únicas disponibles. La verdad era que ninguna quería el papel, demasiadas líneas para memorizar. – explicó Ichika. – Así decidimos dejarlo a la suerte y... bueno, podemos decir que yo fui la afortunada.
Por la forma en como hablaba, estaba claro que en su momento no lo habría sido, pero ahora que lo veía en retrospectiva, se sentía feliz de que hubiera sucedido. Y en efecto, así lo confirmaría al continuar con su relato:
- En fin, al pasar los días, memorizar el libreto, y después cuando llegó el día... no sé qué pasó, pero cuando creí que me daría pánico en el escenario, me sentí muy tranquila. Decidí olvidarme de todo, meterme en el personaje, y tratar de disfrutarlo. Y así fue; para cuando me di cuenta, la obra había terminado y la gente nos estaba aplaudiendo.
»Después de eso no actué mucho en otras obras escolares, solo de vez en cuando. Siempre me gustaron mucho las películas, pero a veces me preguntaba cómo serían las cosas desde el otro lado de la pantalla. Comencé a tomar clases particulares de actuación en secreto y al cabo de un tiempo... me di cuenta de que realmente lo disfrutaba. Así que se convirtió en mi sueño.
- ¿Y aun así nunca se lo dijiste a las demás? ¿Por qué?
- Supongo que... estaba siendo un poco egoísta. – admitió. – Lo creas o no, cuando éramos pequeñas yo a veces molestaba a los demás quitándoles sus juguetes y otras cosas. Por una vez, sentí que había encontrado algo que fuese solo para mí, y quise mantenerlo así. Solo por un tiempo, claro. Por eso esperé para decirles hasta que finalmente pude hacer mi debut oficial.
Fuutarou podía entender eso. El que fueran quintillizas no quitaba que cada una tuviese su propio sentido de la individualidad, y un deseo de tener algo para ella sola. Si para Yotsuba eran los deportes, para Ichika era la actuación.
- Aunque a veces, no puedo evitar preguntarme si podríamos haberlo hecho juntas. – dijo poniéndose la mano en el mentón. – Estoy segura de que que ellas podrían haberlo hecho bien si hubieran querido.
- ¿En serio?
- Oh sí. Ahí donde la ves tan calladita, Miku es la mejor para hacerse pasar por una de nosotras sin ser descubierta. Y en una ocasión que me lastimé, Yotsuba fue capaz de suplirme en el escenario y nadie se dio cuenta hasta que la obra terminó. Debiste verla, tal vez hasta lo hizo mejor que yo.
- Me cuesta creer eso. – dijo Fuutarou algo escéptico. Después de todo, Yotsuba parecía la que más probabilidades tenía de delatarse haciéndose pasar por otra o actuando. No era buena para mentir.
Ichika iba a decir algo más, pero justo en ese momento, el camarero les trajo su comida. Fuutarou se llevó una pequeña decepción de ver que el platillo era más pequeño de lo que esperaba. ¿Quién pagaba tanto por comerse algo que difícilmente llenaría el estómago?
- ¡Buen provecho! – dijo Ichika. – Y si quieres repetir, no tienes más que pedirlo. Ichika-oneesan te pagará la cuenta con mucho gusto.
- Gracias. – dijo él, cogiendo los cubiertos. Al probarlo se dio cuenta que efectivamente era bueno, el sabor compensaba un poco por el alto costo, aunque quizás no demasiado.
Ya que ella le dijo que pagaría la cuenta, aprovecharía la oferta mientras pudiera.
(--0--)
Al anochecer...
Ya había oscurecido para cuando regresaron al apartamento Nakano. Nino se enfadó un poco al enterarse que se fue de compras a la tienda de ropa sin esperarlas, y a su vez Itsuki se molestó de que hubieran ido a su restaurante favorito (más todavía cuando no le trajeron algo). Miku por su parte, estaba muy ocupada con su rival online para participar en la discusión.
En cuanto a Yotsuba...
- ¡Ichika, Uesugi-san, no es justo, ¿por qué no me avisaron?! ¡Yo también habría querido ir!
Empezó a hacer un berrinche de niña chiquita, y a él le cayó a darle golpecitos encima, hasta que Ichika acudió a rescatarlo, diciendo que fue idea suya y que él no tenía ninguna culpa. Por lo visto sí se molestó de que Ichika lo tomara "prestado", pero luego él le dijo que la culpa fue suya por haber elegido ese día para irse con el club de atletismo.
Después de que finalmente se calmó, Yotsuba lo acompañó a la parada mientras esperaban el taxi para llevarlo a casa. Para su berrinche anterior, ahora la chica del lazo se veía inusualmente alegre, lo que era decir, más de lo usual, si eso era posible.
- ¿Y qué tal la pasaste con Ichika? – preguntó interesada. – ¿Se divirtieron?
- No estuvo mal. – dijo él. – Aunque solo fuimos a comprar la ropa para ustedes, y luego a ver una de sus películas.
- Le está yendo muy bien en eso de la actuación últimamente. – asintió Yotsuba. Sonaba muy entusiasmada. – Tal vez debas ir a ver otra de sus películas alguna vez.
Fuutarou se encogió de hombros. Si era para verla morir de primera en otra película de horror, no estaba seguro de querer ir a verla tan pronto.
- La próxima vez deberías invitarla tú. – dijo Yotsuba. Parecía muy entusiasmada. – Si quieres puedo hablar con ella para que tengan otra cita.
Fuutarou se encogió de hombros, ruborizándose ligeramente. – Eso no fue una cita.
- ¿Estás seguro? – preguntó Yotsuba entrecerrando los ojos y acercándosele peligrosamente. Pero al ver que él no se inmutaba, desistió. – Bueno, si tú lo dices. Pero aunque no lo haya sido, seguro que fue mejor que pasar el día haciendo ejercicio con una musculosa tonta como yo.
Fuutarou le echó una mirada a la chica del lazo, cuya mirada se tornó algo cabizbaja. Lo de musculosa tonta era un hecho innegable, pero lo de que su cita-o-no-cita con Ichika hubiera sido mejor... eso era debatible. No porque lo hubiese pasado mal, sino porque... a él no le parecía que fuese lo mismo.
- Para que conste... no es tan malo hacer ejercicio con una musculosa tonta. – dijo él. – Es solo otro tipo de diversión, ¿no?
- Bueno, si te divertiste deberías hacerlo de nuevo. – insistió Yotsuba. – Ichika estaría encantada, estoy segura.
- Lo pensaré un poco. – dijo él sin darle mucha importancia, antes de meterse la mano al bolsillo. – Por cierto, tengo algo para ti.
- ¿Eh? ¿No me digas que me compraste un regalo?
- Claro que no. – dijo él lacónicamente, antes de sacar una mini-libreta. – Ya que no pudimos estudiar, te hice unas notas de resumen de la tarea de hoy, con los puntos más importantes. Quiero que hagas estos deberes para mañana.
- ¡¿Eeeeehhhh?! ¡¿Mañana?! ¡Pero me tomará toda la noche!
- Bueno, es tu culpa por irte con el club de atletismo. Ahora tendrás que redoblar tu esfuerzo para recuperar el tiempo perdido. Ese fue el trato, ¿recuerdas?
Yotsuba hinchó las mejillas, pero cogió la libreta y la guardó. Aunque ahora estuviese haciendo pucheros, él sabía que no le iba a fallar. Sobre todo porque tendría que terminar los deberes si quería asistir al campamento escolar sin tener que preocuparse de nada.
El taxi llegó y Fuutarou se subió de inmediato. Mientras se alejaba miró por la ventana como Yotsuba se despedía de él con la mano hasta perderse de vista doblando la esquina, y se reclinó en su asiento, pensando en los eventos de la tarde.
- "Una cita... ¿así se sentirá una de verdad?"
Cita o no cita, Fuutarou no podía negar que se lo había pasado bien. Su orgullo le impedía admitir de dientes para afuera que habría otras cosas que disfrutaba además de solo estudiar. Eso dañaría su imagen y él no iba a permitirlo. Aunque la ropa nueva no era un mal agregado, y le vendría excelente para el viaje.
Y Yotsuba parecía muy entusiasmada con la idea de que él e Ichika tuviesen más citas. Tal vez, podría invitarla a salir alguna vez, aunque fuese solo para darle las gracias, si bien la idea de pasar un rato divertido con ella sonaba atractiva en sí misma.
Mientras no se le ocurriera otra sorpresita como la de la lencería en la tienda. Hasta él tenía sus límites en eso.
Esta historia continuará...
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